31 enero, 2015

Una historia de la jungla. Capítulo 6


Un nuevo capítulo con un día de retraso de Una historia de la jungla está aquí. En este nuevo capítulo conoceremos a un nuevo personaje que, aunque no es esencial para el transcurso de la historia, es uno de mis personalmente favoritos, ya que hará imposible la vida tanto de Mali como de Tisca con sus excentricidades. ¿Quieres conocerlo? Sigue leyendo y descubrirás de quién se trata.




Mi nombre es Nendel 


Las clases comienzan muy temprano por la mañana, y los alumnos acuden al llamado de la campana para un nuevo día de clases, todos menos uno. Escondido detrás de un bote de basura, un chico delgado, con gafas y de aspecto frágil observa desde a sus compañeras llegar al colegio. –Bitácora de Nendel, día 22 –dice con un leve siseo cada vez que pronuncia alguna “s” producto de los frenillos que lleva en la boca al grabar en voz alta su propia voz con una grabadora digital-. Después de estar incapacitado por una semana debido a una recaída por mis alergias, finalmente he vuelto a la escuela. Estoy ansioso por ver nuevamente a mi querida Tisca, el origen de muchas noches de insomnio, mi amor imposible. Mi diva, mi… Ah, ¡aquí viene! –exclama sin contener su entusiasmo al ver acercarse la limusina.

Una limusina blanca se estaciona frente a la escuela haciendo que Nendel salga a su encuentro pulcramente vestido, aunque con restos de basura en los hombros sostieniendo un ramo de flores frente a la puerta. –Tisca, soy yo, Nendel. ¿Me recuerdas?

La puerta se abre repentinamente con Mali saltando precipitadamente del interior, atado de la cintura hacia arriba con una cuerda, completamente descalzo y tan asustado, que inconscientemente usa la nuca de Nendel para impulsarse haciéndolo caer de cara a un charco de lodo junto al vehículo. Momentos después sale Tisca del vehículo en persecución de Mali pasando sobre la espalda de Nendel sin siquiera notarlo. -¡Mali! ¡Te aseguro que si no te pones los zapatos yo te los pondré a la fuerza! –grita completamente histérica mientras se aleja tras él.

Poco después, ya en clase, Nendel se quita los restos de lodo con una toalla de las orejas. –Maldita sea… ¿qué rayos fue eso? ¿Quién era ese tipo que estaba con Tisca?

En eso ve a Tisca caminando por el pasillo pareciendo buscar algo con mucha seriedad y sin perder tiempo se le acerca cargando el ya marchito y enlodado ramo de flores. –Tisca, ¿cómo estás? Hace días que no te veía. ¡Te ves radiante el día de hoy!

Ella lo mira extrañada. -¿Te conozco?

-¿No me recuedas? Soy Nendel. Somos compañeros en la clase de química. También solíamos jugar juntos de pequeños. Nuestros padres son muy buenos amigos. En una ocasión competímos juntos en un concurso de conocimiento…

Tisca lo escucha sin prestarle mucha atención hasta que divisa a Mali en el patio principal, todavía atado, y escabulléndose hasta un árbol en el que trepa rodeando el tronco con sus pies e impulsándose hacia arriba con la barbilla como una oruga hasta llegar a una rama en donde toma un fruto con los pies, lo pela hábilmente con los dedos y se lo lleva a la boca. Ella lo observa cada vez con más rabia hasta que no puede aguantarlo más y se marcha dejando sólo a Nendel, quien no para de hablar.

-…así que después de mi ausencia decidí que lo más correcto sería darte un ramo de flores cuando volviera.

Para ese entonces un estudiante de aspecto rudo ha tomado el lugar de Tisca en el momento en el que guarda su equipo de pesas en su casillero. Por un momento ambos se quedan trabados en una mirada incómoda hasta que el tipo esboza una leve sonrisa y se sonroja. Momentos después Nendel es perseguido por la mole de músculos con la esperanza de atraparlo. -¡No era contigo!

Ya en el salón, cuando la clase ha comenzado, Nendel no deja de mirar con recelo a aquél chico con los zapatos puestos al revés que lucha por no quedarse dormido durante la explicación que el profesor da a un problema de aritmética.

-¿Quién demonios es ese, y por qué Tisca padecía tan interesada en él?

-¿A caso no lo sabes? –le pregunta en voz baja uno de sus compañeros detrás de él que lo escucha por casualidad-. Es Mali. Es el hijo de un mandatario de un país tropical que ha venido a vivir por un tiempo a la casa de Tisca. Han estado viniendo la última semana juntos a la escuela.

-¿Qué? ¿Ese tipo bronceado y atlético vive en la misma cada que Tisca? Voy a tener que averiguar cuáles son sus intenciones con ella.

Durante la hora del almuerzo Nendel busca a Mali a quien encuentra en la cafetería frente a una máquina expendedora de golosinas, intentando averiguar cómo funciona. Tas haber introducido las monedas en la rendija Mali intenta llegar hasta los dulces a través del cristal, pero como no lo consigue comienza a mordisquear los bordes de la máquina y a treparse como mono encima de esta, buscando una ranura por la cual meter la mano.

En eso está cuando Nendel se le acerca, teclea rápidamente algo en la máquina y finalmente toma la golosina desde el expendedor para ofrecérselo a Mali. –Oye, ¡gracias! ¿Cómo hiciste eso?

-Es muy fácil. Sólo tienes que oprimir las teclas adecuadas. Oye, no eres de por aquí, ¿verdad?

-No, acabo de llegar hace una semana de la jungla –le responde mientras devora con avidez la barra de chocolate que acaba de obtener.

-¿Y en donde te estas quedando? Me dijeron que eres el hijo de un mandatario proveniente de un país del trópico.

-Algo así. Actualmente estoy alojado en la casa de Tisca.

-¡Oh, qué interesante! –agrega, simulando sorpresa-. ¿Sabed, Tisca y yo hemos sido buenos amigos desde la infancia.

-¿En serio?

-Sí. Nuestros padres son muy buenos amigos, por lo que la conozco desde que tengo memoria.

Mientras habla, las remembranzas de Nendel parecen recobrar vida en el momento en el que los padres de ambos presentan a sus hijos durante un cumpleaños de Tisca. Al principio ella de apenas 6 años parece recelosa del tímido y alérgico niño al que la acercan, pero cuando Nendel le muestra su enorme regalo envuelto, los ojos de la niña brillan de felicidad. Rápidamente y olvidándose casi de inmediato de Nendel, Tisca se apresura a desenvolver su obsequio, que resulta ser un caballito mecedor con acabado de oro el cual monta de inmediato sin fijarse que al inclinarse hacia adelante golpea en el rostro al pequeño Nendel con el hocico del caballo de juguete.

El pasado se disipa en el momento en el que Nendel regresa al presente con un suspiro de añoranza. –Sí, así fue como la conocí.

Mali, que está a su lado escuchándolo atentamente y con la boca llena, a punto de terminar con su golosina agrega: -Pues qué raro, porque nunca te ha mencionado en el tiempo que llevo de conocerla.

La revelación le cae como balde de agua fría a Nendel. -¡Qué! ¡Pero si soy uno de sus mejores amigos! Siempre asisto a sus fiestas de cumpleaños. ¡Estas mintiendo! ¡Admítelo, quieres que sea tu novia! Por eso te quedad en sus cada, ¡para poder espiarla cuando se baña!

-No, en serio –le asegura Mali-. Ni siquiera la conocía antes de llegar a su casa.

-¿En serio? –interrogándolo con mirada acusadora.

-Además, no veo cuál es la gran cosa de verla cuando se baña. Sus pechos no son más grandes que unas naranjas.

Dicho esto a Nendel parece tener un ataque poniendo los ojos en blanco y echando espuma por la boca con el pensamiento de ver a Tisca desnuda, tomándose una ducha. En ese momento Tisca se acerca a ellos. –Mali, ¿dónde te has metido? Llevo la mitad del descanso buscándote.

-¿Para qué? –responde éste.

-¡Muéstrame tus pies! Quiero ver si no te has quitado los zapatos.

Claramente incómodo, Mali levanta uno de sus pies para mostrárselos a Tisca -¿Cómo voy a quitármelos si los pegaste a mis pies con pegamento y les pusiste un candado en las agujetas?

-¡Tenía que hacerlo! Eres muy terco. Ya te dije que no puedes andar por ahí sin zapatos. En la calle puede haber clavos oxidados, pedazos de vidrio y…

Para entonces nota la presencia de Nendel tendido en el suelo. -¿Quién es él? ¿Es un amigo tuyo?–le pregunta ella a Mali al tiempo que lo señala.

-¡No me digas que este tipo te ha visto desnuda en la bañera! –le reprocha a ella ignorando la pregunta anterior, lo que hace que Tisca se ponga roja de vergüenza.

-¿¡Qué!? ¡Cómo puediste contarle eso! –dirigiéndose a Mali.

-¡Ya te dije que fue un accidente!

Encolerizado, Nendel mira a Mali a los ojos. –Muy bien grandote, te reto a un duelo –señalándolo con severidad.

Uno de los muchachos de la cafetería los escucha. –Hey, amigos, ¡va a haber una pelea! Pronto, tanto Mali como Nendel se ven en medio de una multitud expectante.

Nendel hace su movimiento colocando con fuerza excesiva en una mesa un juego de ajedrez con todas sus piezas en orden. En el acto el nutrido público se dispersa sabiendo que no habrá sangre ese día. En su lugar, un pequeño grupo de nerds amigos de Nendel se juntan para animar a su amigo. –¡Acábalo Nendel! –grita uno de sus amigos.

-El peón es el más importante instrumento de la victoria –vitorea otro un poco más rechoncho que los demás.

Tanto Nendel como Mali, quien parece más confundido que preocupado, se sientan a la mesa y con un movimiento para acomodar sus gafas le advierte a su contrincante. –Te advierto que he sido campeón de ajedrez nacional tres años consecutivos. No tienes ninguna oportunidad.

Acto seguido, Nendel hace su primer movimiento tomando a un peón y con gran fuerza, lo coloca dos cuadros adelante.

Después de lo que parece una eternidad, finalmente Mali se decide a hacer su primer movimiento. Con mucho cuidado toma una de las piezas del tablero y con toda naturalidad se la lleva a la boca, arrancándole la cabeza a uno de los peones, lo que deja helados tanto a Nendel como a sus amigos con la excepción de Tisca, quien comenta con fastidio en medio del silencio: -Mali no sabe jugar ajedrez.

La frustración entonces parece apoderarse de Nendel. -Muy bien, entonces probemos algo más sencillo. –acercándole el puño cerrado a Mali con el índice levantado-. ¡Te reto a una pelea de pulgares!

-Mali se le acerca a Tisca para preguntarle algo en voz baja: -¿Una guerra de qué?

-Sólo tienes que entrelazar su mano con la de él y aprisionar su pulgar con el tuyo para ganar.

-Eso suena fácil. Bueno, si ese es el caso… -dice sin muestra de entusiasmo alguna.

Nuevamente ambos se sientan en extremos opuestos de la mesa, extienden sus brazos y entrelazan sus dedos, listos para combatir. -¡Que comience la batalla! –grita Nendel a todo pulmón.

Tan pronto como ejerce presión con los pulgares, el pulgar de Nendel parece dislocarse debido a la tremenda fuerza de Mali, quien no parece haber puesto demasiado esfuerzo. En el acto Nendel sale del comedor gritando de dolor y lloriqueando seguido de sus amigos.

-¡Es un monstro! –comenta uno.

-¡Qué salvaje! –dice otro.

Al verlo en tan penosa situación Tisca sólo puede atinar a menear la cabeza. –No puedo decir que no se lo merecía, pero aun así siento lástima por el pobre.

Esa tarde, a la hora de la salida, Nendel espera escondido en una esquina aparecer a Mali, quien en esos momentos se dirige a su casillero para dejar algunas cosas. Todavía con el dedo enyesado, Nendel expone en voz alta su perverso plan bajo la mirada de otros estudiantes que lo ven raro mientras ríe. –Esta mañana me tomaste desprevenido, pero ahora pienso cobrarme venganza por lo que me hiciste. Cuando abra su casillero será rociado con un agente paralizante que yo mismo preparé, entonces será mi oportunidad para darle una buena paliza antes de que pueda recuperarse de la parálisis.

Mientras narra sus planes, Mali se para frente a su casillero, saca lo necesario y a cambio deja algunos de sus libros sin que nada extraño ocurra, entonces procede a cerrarlo y a alejarse sin más. Esto deja desconcertado a Nendel. -¿Qué? ¿Qué pasó? ¿Por qué no funcionó mi trampa?

En eso se acerca el estudiante de la mañana con el que se había topado antes y al abrir su abre casillero contiguo recibe un rocío de la sustancia de Nendel directo en la cara. Ya medio paralizado, el estudiante logra distinguir la enclenque figura de Nendel por lo que se lanza a su persecución nuevamente por toda la escuela.

En cierto momento Nendel parece perder a su perseguidor mientras sigue corriendo, por lo que no ve a Tisca con la que choca de frente. –Disculpa, yo… -al ver que se trata de ella se queda sin palabras.

Ella se levanta de inmediato restándole importancia y lo ayuda a levantarse. –No es nada –dirigiéndose a él con una cálida sonrisa-. Yo también estaba distraída, así que no fue completamente tu culpa. ¿Estás bien?

Nendel queda embobado por la presencia de Tisca al tiempo que ella le habla, por lo que sólo atina a balbucear como respuesta.

“Tisca siempdre es tan dulce con migo. No hay duda de por qué es la más guapa de la escueda”

-Por cierto, ¿cómo te llamas? –inquiere Tisca con toda inocencia haciendo que el estado eufórico de Nendel se transforme en frustración.

-¡Mi nombre es Nendel! ¡Nos conocemos desde que eramos niños! ¡Me viste esta mañana en el comedor, y…!

-¡Ah, sí, ya te recuerdo! –interrumpiéndolo.

Repentinamente el estudiante de mal aspecto llega a donde están ellos en busca de Nendel, quien se esconde tras de Tisca antes de que éste lo vea. –¡Tisca, por favor escóndeme! ¡Ese tipo quiere hacedme daño!

Aunque al principio la molesta su cobardía, al ver al corpulento estudiante que le dobla la estatura a ella comprende que habla en serio, así que accede a ayudarlo.

-Niña, ¿no viste aquí a un alfeñique debilucho, con gafas y con un acento muy raro? –le pregunta el tipo con cara de pocos amigos.

Nerviosa y sin dejar de sonreír lo más amablemente posible le señala en dirección del pasillo. –Se fue por allá.

-Gracias –se despide el hombre reanudando la búsqueda.

Llorando de alegría, Nendel se prende a sus piernas sin dejar de llorar. -¡Gracias, muchas gracias! ¡Acabas de salvadme la vida!

Incómoda por la situación Tisca intenta quitárselo de encima de manera poco delicada. -¡Suéltame ya! –empujándole la mejilla con la mano hasta que consigue que la suelte.

Entonces llega Mali para encontrarse con ella. –Tisca, deja de jugar. La limusina ya llegó y nos están esperando.

–¡Ya voy!

En ese instante ella repara en los zapatos de Mali, quien al notarlo se pone nervioso y le levanta un pie sin aviso sólo para descubrir que al zapato le han arrancado la suela dejando la planta del pie al descubierto. -¡¿Te quitaste la suela del zapato?! –estalla ella.

Mali retrocede al ver que Tisca se le acerca cada vez más enojada. –Espera, Tisca. Lo que sucede es que los pies me estaban matado metidos en esas cosas, y además hacen que me suden mucho.

Los comentarios de Mali sólo hacen enfurecer más a Tisca. –¡La próxima vez me aseguraré de hacerte unos zapatos de cemento para que no vuelvas a quitártelos!

Al ver que Mali hecha a correr instintivamente busca a tientas algo qué arrojarle tomando la cabeza de Nendel, que todavía permanece en el suelo y de rodillas lanzándolo contra Mali, quien es derribado antes de que pueda escapar. Para cuando Tisca se da cuenta de lo que ha hecho se preocupa por Nendel. –Hay, ¡lo siento! –se disculpa acercándose al maltrecho Nelndel, que está sobre Mali-. Perdóname, no fue mi intención. ¡Lo juro! ¡Cómo puedo compensarte…! eh… ¿Me repites tu nombre de nuevo?

El grito de Nendel resuena por toda la escuela: -¡¡MI NOMBRE ES NENDEL!!






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