02 enero, 2015

Una historia de la jungla. Capítulo 4


Comenzamos el año con un capítulo más del que estoy seguro se volverá un clásico del blog. Durante este capítulo tuve algunos problemas iniciales para atar cabos, pero creo que el resultado final quedó bastante decente. Espero lo disfruten y pasen un buen año a todos los lectores.






Asistencia perfecta 


Es un nuevo día en la mansión. Un pajarillo canta para darle la bienvenida al sol ascendente cuando un estruendo lo asusta y se echa a volar. En el interior se puede escuchar una riña que recorre la casa mientras los gritos de Tisca se escuchan. –¡Esta vez no te saldrás con la tuya!

Mali corre por todos los pasillos seguido de su mono Tiko y más atrás, por Tisca, quien no deja de arrojarle cosas a ambos, lo mismo jarrones que espejos, sillas que cuadros haciendo un desastre a su paso. Para cuando Mali llega a las escaleras principales que dan hacia el segundo piso se dispone a resbalar por el barandal de madera de roble, pero antes de poder hacerlo su mono le brinca encima al ver a Tisca acercárseles, impidiéndole ver. Aprovechando el momento Tisca logra darles alcance, y mientras que el mono logra escapar de un salto bajando grácilmente por el barandal, Mali tiene que soportar una llave de lucha que Tisca le aplica con brusquedad. En medio de los gritos ambos terminan rodando por las escaleras rebotando como si fuesen una pelota gigante hasta la recepción, en donde caen pesadamente causando un último estruendo que se escucha por toda la casa.

Más tarde, durante el desayuno. Mali, Tisca y su madre, Acanta, toman el desayuno en silencio. En la cara de Tisca puede verse un moretón en su ojo derecho mientras que Mali exhibe un parche en la frente producto de la riña.

-Vaya que ustedes dos despiertan con energía –comenta con alegría Acanta.

--¡No fue mi culpa, madre! ¿Sabes lo que estaba haciendo tu invitado esta mañana? –le pregunta rememorando los hechos de esa misma mañana.

¡Lo encontré en el patio quemando uno de nuestros sofás de la sala para hacer una fogata en la que estaba cocinando quién sabe qué cosa que desenterró del suelo! Luego su mono se metió a la secadora y comenzó a morder toda mi ropa interior.

Tras escucharla su madre se ríe. –Te preocupas por cosas insignificantes. Podemos comprar más muebles y ropa siempre que sea necesario.

-Pues sí, pero…

-Tengo una idea. ¿Por qué no vas con tus amigas y te compras ropa nueva después de la escuela? Puedo prestarte mi tarjeta platino si quieres, querida.

-¿Hablas en serio, mamá? –dice emocionada.

-Oh, espera… creo que no será posible el día de hoy –reflexiona guardando nuevamente su tarjeta.

-¿Pero por qué?

-Olvidé mencionarte que la limusina está en el taller mecánico el día de hoy. Además, hoy es el día libre de Sansbury.

-¿Qué? Pero, ¿por qué no me lo dijiste antes? ¿Ahora cómo voy a llegar a la escuela? ¡Perderé mi record perfecto de llegadas!

-Tranquila, hija.

-¡¿Cómo quieres que me tranquilice?! –dice al punto-. La única vez que falté a clases fue cuando me extirparon el apéndice, y eso sólo fue porque me encadenaste a la cama.

-Te tomas demasiado en serio las cosas. Tienes que aprender a relajarte, cariño –le sugiere su madre sin perder el buen humor-. Además, esta mañana arreglé que el autobús de la escuela pasara por ustedes dos.

En ese instante se escucha el motor de un autobús andar. Tisca y Mali se apresuran a mirar por la ventana sólo para ver partir al autobús de la escuela sin ellos. -¿Ese era el autobús? –pregunta Mali inocentemente.

–¡Hay, no! estaba tan ocupada persiguiendo a Mali que perdí la noción del tiempo. ¡Todo es por tu culpa! –agrega tomando a Mali por el cuello y agitándolo bruscamente.

-Tranquila, hija.

-¿Puedes llevarnos? –le pregunta a su madre con dulces palabras.

-Claro que no, cariño. Tengo mi clase de yoga en veinte minutos. ¿Por qué no toman un taxi?

Apenas termina de decirlo Tisca toma a Mali por las ropas y sale precipitadamente por la puerta rumbo a la calle. Allí hacen señas a un taxi para que se detenga y al cual suben en el acto. El conductor mira extrañado a los dos adolescentes que acaban de subirse. –No tenemos mucho tiempo, ¡arranque!- le exige ella en tono urgente.

El taxi parte a toda velocidad en dirección a la escuela, por lo que Tisca finalmente se relaja al ver avanzar al vehículo.

-Qué bueno que encontramos un taxi tan rápido. De no ser así habríamos llegado muy tarde. Por cierto, cuánto va a ser la tarifa de llevarnos hasta allá –le pregunta al conductor, pero antes de que éste le conteste ella busca por todas partes dándose cuenta de que ha olvidado su mochila y todo lo que llevaba en ella.

-¿Qué sucede? –le pregunta Mali, intrigado al verla tan inquieta.

Con el rostro pálido Tisca le confiesa en voz alta. –Por las prisas olvidé mi mochila, y en ella llevaba todo mi dinero.

Segundos después el taxi se detiene bruscamente en medio de la calle, abre las puertas traseras de donde Mali y Tisca son echados antes de que el auto continúe sin ellos. –Esto no me puede estar pasando a mí –Lloriquea ella-. Mi record perfecto de asistencias se verá machado por primera vez.

Mali se acerca a ella. -¿Por qué es tan importante ese record de asistencias? No lo entiendo.

-¡Claro que no lo entiendes! –dice entre lágrimas-. ¡Es por el reconocimiento! Yo soy una de las mejores estudiantes de la academia, ¡y ahora todo el esfuerzo que me ha costado mantener mis logros se irá al a basura por tu culpa! –le grita poniéndose de pie y marchándose.

-¡Espera! ¿A dónde vas?

-¡Déjame en paz! Voy a regresar a casa.

Mali de inmediato le da alcance, la toma por el brazo y le dice: -¡No te rindas! Estoy seguro que de que podemos llegar a tiempo si nos lo proponemos.

-Pero no tenemos dinero, ni siquiera para tomar el transporte público. Tampoco tengo mi teléfono celular y estamos en medio de la ciudad. No hay manera de que podamos llegar a tie...

Entonces Mali la toma de la cintura y la carga hasta sentarla entre sus hombros.

-¿Pero, qué haces? ¡¿Acaso estás loco?!

-Escucha, cuando era más joven solía llevar a los niños de mi aldea que enfermaban a mis espaldas hasta el único pueblo donde había un médico. El traslado duraba por lo menos cuatro horas a pie, así que estoy acostumbrado a correr con una carga a mis espaldas. ¡Vamos, no hay tiempo!

Tras escuchar esto Tisca siente un nudo en la garganta. –Está bien, pero no creo que seas tan rápido como para…

En ese momento Mali comienza a ponerse en marcha a una gran velocidad que toma a Tisca por sorpresa haciendo que se sujete con fuerza de él para no caer.

Corriendo tan rápido como puede con Tisca a cuestas, Mali se apresura a llegar a la escuela.

-¿Hacia dónde está la escuela? –le pregunta Mali a Tisca cuando están por llegar a una intersección.

-¡Allá! –le responde señalando ella hacia a la derecha.

Mali entonces dobla a la derecha provocando que Tisca pierda el equilibrio y casi se golpee contra un poste de luz. –¡Quieres tener más cuidado! No tiene caso. No vamos a llegar a tiempo a esta velocidad –le advierte Tisca.

-¡Claro que lo haremos!

Acto seguido Mali hace un salto hacia la calle en dirección al tráfico y al momento en el que un auto pasa junto a ellos Mali salta hacia el toldo de éste logrando mantenerse de pie y en equilibro sobre éste por unos segundos, pero debido al peso extra de Tisca, por poco se caen de espaldas del auto en movimiento. -¿¡A caso estás loco!? ¡Vas a hacer que nos maten! –le reprocha ella aferrada con todas sus fueras a su espalda y cerrando los ojos.

-¡Confía en mí! –la tranquiliza, entonces comienza a saltar sobre los autos en movimiento para moverse todavía más rápido.

La treta parece dar resultado hasta que los autos desaceleran al momento de llegar a una luz roja en una intersección, por lo que el exceso de velocidad lanza a ambos al aire hacia el interior de una ventana en donde caen en un sofá donde en ese momento descansaba una anciana que miraba la televisión.

Mali de inmediato se pone de pie, recoge a Tisca y la pone de nuevo sobre su espalda sin que ella deje de gritar para continuar su frenético viaje y salen por el otro lado del edificio por una ventana cayendo desde el segundo piso hacia un jardín. Mientras corren, tanto Mali como Tisca son cegados momentáneamente por la ropa colgada que estaba tendida en el jardín hasta llegar a una barda que Mali salta, llegando nuevamente a la calle.

-Da vuelta por ese callejón –le advierte Tisca en cierto momento.

Para ese entonces se encuentran en una calle comercial, en donde hay camiones que se encuentran descargando mercancía. En medio del barullo Mali se las arregla para esquivar a hombres transportando cajas de tomate, pescado y camiones que se atraviesan en su camino. Tisca aprovecha la oportunidad cuando ve que se acercan a un hombre que carga manzanas para tomar una, pero cuando está a punto de comerla un hombre que estaba lanzando pescado al aire lanza uno en el preciso instante en el que ellos pasan cerca de ellos haciendo que el pescado vaya directo a la boca de Tisca.

Pasando la zona de carga entran sin querer a una calle cerrada por reparaciones. -¡No! ¡Por allí no! –le advierte Tisca demasiado tarde.

Sin detenerse, Mali continúa su maratónica carrera entre piedras y lodo hasta llegar a una tranquila plaza asustando a las palomas en el momento en el que pasa cerca de éstas, lo que llama la atención de los paseantes. -No puedo creer que haga todo esto por mí. Y pensar que siempre me hace enojar… -piensa Tisca para sus adentros.

-¡Mira! –le dice de pronto éste-. Allá está el puente que cruzamos todos los días a la escuela. ¡Ya estamos muy cerca!

-No puedo creerlo. ¡Vamos a lograrlo! –dice con alegría.

Conforme se acercan al puente se dan cuenta que un barco se acerca rápidamente por el río y que los autos se han detenido. –Hay, no. Si no podemos cruzar el puente ahora, no llegaremos a tiempo antes de que suene la campana.

-Sujétate lo más fuerte que puedas –dice Mali acelerando hasta donde sus piernas se lo permiten.

Para cuando llegan al puente éste ya ha sido cerrado, pero a pesar de ello Mali continúa corriendo en el cada vez más inclinado camino en un intento por cruzar al otro lado, y para cuando están por llegar a la mitad la inclinación ya es casi vertical, por lo que Mali hace un último esfuerzo impulsándose con todas sus fuerzas para alcanzar el otro lado. El tiempo parece correr más lentamente en el momento en el que ambos están suspendidos en el aire hasta que pasan el punto en el que pierden impulso y comienzan a descender, entonces caen precipitadamente al agua entre gritos, dándose un buen chapuzón.

Más tarde, los dos se toman un respiro descansando debajo de un puente bajo el calor de una fogata improvisada. Ambos están empapados de pies a cabeza, por lo que dejan que parte de sus ropas se sequen al sol mientras ellos intentan calentarse. –Lamento todo lo que pasó el día de hoy. Fue culpa mía que no pudiésemos llegar a tiempo –se disculpa Mali de repente.

Con el rostro decaído, ella le responde: -Mejor olvídalo…

Entre los dos se hace un silencio prolongado en el que ambos se quedan mirando a las aguas sin decir nada. En cierto momento Tisca estornuda y poco después comienza a reír.

-¿Qué te pasa?

Sin dejar de reír ella trata de responderle: -Es que no recuerdo la vez que me haya divertido tanto. Al principio estaba muy asustada, pero ahora que lo pienso fue muy emocionante. No recuerdo haber hecho algo así desde que era niña y me subí a un poni que enloqueció. Cuando me encontraron estaba toda llena de lodo y riendo. Era muy pequeña para darme cuenta en el aprieto en el que me había metido.

-¿Entonces no estás molesta conmigo por perder tu record perfecto?

-Lo estaría de no haber hecho tantas cosas para compensar tu error. Además, creo que es correcto dejar que las cosas pasen de vez en cuando.

-Bueno, creo que es hora de volver a casa. Tenemos que pensar cómo vamos a regresar. –le asegura al momento de tomar sus sacos que estaban secándose al sol cuando de pronto algo cae de uno de ellos. -¿Hmm? ¿Qué es esto –inquiere tras examinarlo.

De inmediato lo reconoce como su monedero. –Es… ¡es mi monedero! ¡Tomaste mi saco en lugar del tuyo!

-¿Y eso qué tiene de importante?

-¡Pedazo de tonto! ¡Todo el tiempo tuviste mi dinero en tu saco! Nos habríamos ahorrado todo esto desde un principio si no fuera por tu torpeza. Mali retrocede al ver la diabólica expresión de Tisca. -¡Vas a pagar por esto…!

Al anochecer las luces exteriores de la mansión se encienden. Acanta, que en esos momentos se encuentra disfrutando de una taza de té en la sala escucha tocar el timbre de la puerta principal. –Señora Brisk, ¿podría ser tan amable de ver de quién se trata? –le indica.

Cuando la ama de llaves abre se encuentra con el rostro decrépito de Mali frente a la puerta momentos antes de caerse de frente. Detrás de ella está Tisca, subida en sus hombros con expresión irritada. -¡Cielos! –exclama Brisk.

-Estaré en mi cuarto, dándome una ducha –anuncia Tisca bajándose de la espalda de Mali para después subir las escaleras dejando a su compañero tirado y con la ropa maltrecha.

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