17 marzo, 2024

Dragon Legacy, Vol.1: Capitulo 36

 


La muerte de un caballero


Con la esperanza de encontrar la perla blanca del dragón, Dine tuvo que adentrarse sola a las entrañas del laberinto subterráneo que se encontraba debajo del árbol de la vida mientras el resto de sus amigos enfrentaban una crisis cunado un ejército de dragones resucitados atacó el reino de Leivan.

 

Tras escuchar aquella voz desconocida, Dine intenta ocultar la perla que sostiene entre manos detrás de sus espaldas mientras se vuelve rápidamente. -¡Quién eres! –le exige a la mujer que ha aparecido repentinamente al frente suyo.

 

En respuesta, la desconocida le sonríe: -Eso no es de tu incumbencia, niña… Entrégame la perla ahora mismo, y quizás te perdone la vida.

 

Pasados unos momentos en los que analiza la forma de vestir, así como la mirada fría de aquella mujer, Dine no tarda en saber que se trata de un enemigo. –Eres… eres de los seguidores de Volgia, ¿no es así? –pregunta con timidez.

 

Delta –Y si lo soy, ¿qué harás al respecto…? Te aconsejo que hagas lo que digo y me entregues esa perla si no quieres acabar muerta en un lugar tan oscuro como este, linda –le advierte.

 

Dine -¡Jamás te la entregaría! –asegura enfáticamente dando un paso hacia atrás.

 

Delta entonces vuelve a sonreírle perversamente. –Muy bien, como quieras…

 

Antes de que pueda darse cuenta, Delta se mueve hacia la dragona a extrema velocidad y la golpea con fuerza en el pecho, lo que provoca que Dine suelte la perla de entre su mano a la vez que cae de rodillas al suelo.

 

La blanquecina perla continúa rodando sobre la plataforma hasta detenerse justo antes de llegar al borde de la plataforma, cayendo por poco al abismo. –Te advertí que no me hicieras enojar, linda –asegura Dela con desparpajo mientras camina hacia la orilla de la plataforma con la intención de recoger la perla.

 

Para cuando ella se agacha, dispuesta a recoger la gema, Dine reacciona a esta acción conjurando y posteriormente lanzándole con rapidez a su enemigo un luminat, el cual la dragona oscura detiene con la mano para después absorber dicha energía valiéndose de un aura oscura que surge desde su palma. Delta entonces prosigue recoge la perla con toda calma, a la vez que lanza una mirada cínica a Dine, quien todavía permanece tumbada en el suelo a causa del fuerte golpe que acaba de recibir. –Así que, con que esas tenemos, ¿eh, dragoncita? –dice con sarcasmo Delta.

 

Repentinamente, con un corto y veloz impulso, Delta salta hacia ella tomándola por cuello con una mano para después presionarlo contra la plataforma, intentando asfixiarla con su peso.

 

–Te voy a decir algo –le confiesa la dragona oscura a Dine sin asomo de remordimiento-: no seré bondadosa contigo sólo porque tienes una cara bonita. Sin tus amigos aquí, puedo acabar contigo fácilmente. He matado a miles de dragones blancos como tú en el pasado… –le asegura con frialdad mientras observa a Dine luchando desesperadamente por respirar-. …Quiero que sepas que soy tan, o incluso más fuerte que ese tonto Bélidas que tú y tus amigos derrotaron… y planeo hacerte sufrir antes de eliminarte.

 

Haciendo acopio de fuerzas, Dine realiza un acto desesperado concentrando el poder de Aqua-prist en su mano, con la que toca el vientre de Delta. Las diminutas partículas de cristales de hielo se disipan por todo el cuerpo de la dragona oscura con rapidez, causando que ella se vea obligada a soltarla antes de quedar convertida en una estatua de hielo.

 

Dine aproveche el momento de distracción de su oponente para lograr reincorporarse, tomando una bocanada de aire fresco para después dirigirse a toda velocidad en un intento por recuperar la perla, la cual todavía se encuentra peligrosamente cerca del borde de la plataforma en la que ellas pelean.

Sin embargo, antes de que  consiga su objetivo, algo llama su atención. En el momento en el que Dine se vuelve hacia Delta, ocurre una explosión en el lugar donde se encontraba su oponente desde donde salen desprendidos y a gran velocidad grandes carámbanos de hielo en todas direcciones. Pronto, Dine se da cuenta que Delta se ha librado totalmente del hielo que por poco la convierte en una escultura helada…

 

-o-

 

En el reino Leivan, los dragones resucitados continúan su ola de destrucción desolando gran parte de la ciudad hasta reducirla a poco más que ruinas envueltas en llamas. Por todas partes, se pueden ver cuerpos de soldados y huesos de dragones desperdigados por doquier.

 

En medio de aquél caos, Kindolf espera pacientemente sobre lo alto de un tejado a un dragón que en esos momentos se lanza en picada contra él. En el último momento, el escudero da un salto al frente que lo impulsa hacia el lomo del dragón en el momento en el que éste se estrella sobre el tejado en el que momentos antes se encontraba, causando que partes de la sustancia similar a la brea que lo cubre salpiquen los escombros, dejando partes expuestas del cadáver reanimado.

 

Kindolf saca partido de esta situación atacando una de las partes expuestas del hueso de las alas del dragón, logrando cercenarlas al hacer uso de su técnica de corte de vacío, lo que le impide a la criatura remontar vuelo.

 

El dragón cae inmediatamente a tierra, y Kindolf logra saltar de su lomo a tiempo para ponerse a salvo, pero antes de que el escudero pueda reaccionar, se da cuenta, muy tarde que la criatura se lanza enloquecida sobre él. En ese momento, Klavent aparece detrás del dragón resucitado, rematando con un golpe certero de su espada en el corazón petrificado de la criatura, destruyéndola al instante.

 

Apenas hace contacto visual con el soldado, Kindolf lo reconoce de inmediato. –¡Muchas gracias, Klavent! ¡No por nada te llaman el hombre más fuerte del reino!

 

El soldado se voltea a verlo con una mirada indiferente. -…no sólo soy el hombre más fuerte del reino. También soy el guardaespaldas personal del rey.

 

Kindolf –Es verdad… ¿Por qué estás aquí entonces, y no con él?

 

Klavent –El castillo fue atacado por esas criaturas, y mientras combatía con una de ellas, caí cuando estaba combatiendo con una de esas cosas. Ahora estoy tratando de regresar con mi señor, pero parece que a cada paso que doy, me encuentro con más de estos seres del bajo mundo.

 

Para ese momento, Astrid también logra darles alcance. -¡Debes tener la fuerza de diez ogros para poder destruir a esos dragones haciendo sólo uso de su espada, señor Klavent!

 

Klavent – En realidad, no. La espada que yo llevo es conocida como la espada Leivan. Es un arma muy poderosa, capaz de penetrar incluso la piel dura de un dragón. Me la dieron para que pudiese estar a la altura de mi cargo y proteger con ella al rey Velian, lo cual me ha servido de mucho en esta situación...

 

En eso, Kindolf se deja caer al suelo, exhausto. –¡Ojalá Doma se dé prisa con ese hechizo! –se queja-. ¡No hemos parado de luchar contra estos dragones durante dos horas, al menos!

 

De pronto, se escucha un grito cerca de allí que pone a los tres en alerta.

 

Klavent -¡Quédense aquí! –les ordena a la pareja-. ¡Podría ser peligroso! –les advierte mientras se aleja de ellos a toda velocidad en dirección del origen de aquél grito.

 

Contrario a lo esperado e ignorando completamente sus advertencias, Kindolf y Astrid se dedican a seguir sus pasos muy de cerca.

 

Kindolf -¡No podemos dejarle todo el trabajo a él! ¡Andando, Astrid!

 

En otra parte de la ciudad, Doma camina por entre las devastadas calles. De pronto, el dragón blanco se detiene y toma un cristal blanco que saca de entre sus ropas, para después suspenderlo en el aire, procurando que sus puntas queden verticalmente con respecto al suelo. El cristal reacciona de inmediato emanando una energía pura, la cual comienza a acumular en su interior haciendo al cristal cambiar de color. En breve, la acumulación de energía en su interior alcanza su clímax.

 

Doma –Listo –asegura una vez termina la operación-. Ese fue el último, ahora sólo resta sincronizar el resto de los cristales, y podré activar el escudo...

 

Repentinamente, detrás de él escucha el llanto de un niño. A pocos metros de ahí, Doma descubre a un pequeño que intenta escapar de uno de los dragones, por lo que sin perder tiempo, él interrumpe su objetivo para acudir en su ayuda.

 

Cuando la criatura ya está a punto de devorar al pequeño, Doma consigue rescatarlo de las fauces de aquella aberración antes de evaporarlo con un hechizo reminat.

 

La madre del niño aparece enseguida para tratar de reunirse con su hijo sin darse cuenta de que un dragón cercano ha capturado su atención. La mujer entonces se detiene en seco a medio camino, paralizada de terror al darse cuenta de que la enorme criatura avanza directo hacia ella. Sin dudarlo, Doma también acude en su ayuda formando una barrera mágica alrededor de la mujer que logra protegerla de las brasas color púrpura que el dragón resucitado le arroja.

 

Esta vez, antes de que Doma pueda hacerse cargo del dragón personalmente, tres soldados del reino aparecen para encargarse de ella, enterrando sus espadas dentro del corazón petrificado de la bestia hasta que ésta deja de moverse.

 

–Me ha salvado la vida y la de mi hijo –le agradece la mujer a Doma con lágrimas en los ojos.

 

Doma –Vaya con esos soldados, y no se separe de ellos –le sugiere a la madre y a su hijo antes de volver a sus propios asuntos.

 

A su vez, no muy lejos de allí, una muchacha que corría por las calles para refugiarse termina sin darse cuenta dirigiéndose hacia un grupo de dragones al dar la vuelta en una esquina, que no tardan en fijar su atención en ella. La joven trata inmediatamente de escapar de los imponentes animales, pero en su huida, tropieza y ca el suelo. Uno de los dragones aprovecha esto para tratar de aplastarla con su pata, pero Klavent consigue moverla antes de que esto suceda, salvando su vida.

 

Klavent -¿Te encuentras bien? –le pregunta a la muchacha, que asiente lentamente a causa del shock.

 

De pronto, otro de los dragones se abalanza sobre ellos y Klavent se ve obligado a separarse de la muchacha para combatir al dragón. Al mismo tiempo, otro dragón resucitado intenta atacar a la muchacha, quien deja escapar un grito desgarrador cuando ve la enorme criatura lanzarle una llamarada.

 

Esta vez es Kindolf quien interviene, logrando cortar el aliento de fuego del dragón gracias su corte de vacío mientras Astrid se encarga de lidiar con dragón. En poco tiempo, una veintena más de dragones los rodean a los cuatro.

 

Astrid -¡Son demasiados!

 

Klavent –¡Pongan a salvo a esa chica! ¡Yo los cubriré! –les ordena.

 

Al principio ellos dudan en seguir sus instrucciones, pero al ver que no tienen otra salida, se retiran del junto con la muchacha mientras el caballero les cubre los pasos. Antes de alejarse mucho, Kindolf se vuelve justo a tiempo para observar al guerrero enfrentarse a cinco dragones a la vez, por lo que en un momento de reflexión, decide desandar sus pasos para acudir en su ayuda.

 

Astrid comprende de inmediato sus intenciones y llama a su amigo repetidas veces para que regrese sin que él le haga caso.

 

-¡Llévate a la muchacha a un lugar seguro! –le grita a su colega vampiro-.¡Tengo que regresar con él! ¡No puedo dejarlo a su suerte!

 

Dicho esto Kindolf vuelve sobre sus pasos para ayudar a Klavent, quien apenas verlo de regreso lo reprende: -¡Tonto! ¡¡Te dije que te fueras de aquí!!

 

Mientras corre hacia el caballero, Kindolf presencia cómo otra oleada de dragones resucitados se acerca hacia ellos, y a pesar de ser superado por mucho en número, Klavent es capaz de luchar con todo ellos a la vez. Es entonces que uno de los dragones logra golpear al caballero de Leivan con su cola, cuya punta con forma de espada y tan afilada como una, se clava en la espalda de Klavent hasta atravesar su pecho.

 

Kindolf -¡¡Klavent!! –exclama con un grito desesperado.

 

-o-

 

Tras cruzar la ciudad a toda velocidad, Doma llega al centro de la misma, en donde el dragón se concentra nuevamente, haciendo resonar los seis cristales que colocó anteriormente en distintos puntos, los cuales comienzan a emitir luz y sonido.

 

Doma –¡Excel lit! –proclama, ejecutando un hechizo de enormes proporciones.

 

En tan sólo un instante, toda la ciudad se ve rodeada por una barrera lumínica que desintegra al instante a todo dragón que hasta el momento se encontraba en el perímetro. Pronto, las criaturas del exterior, al percatarse que cualquier intento por cruzar la barrera resultaría en su perdición, se retiran en el acto.

 

Los soldados, así como los civiles estallan en virotes de alegría al ver que el reino se ha salvado. Kindolf, por su parte se arrodilla junto al moribundo Klavent. –E… eres fuerte –le dice el caballero al escudero-. Creo que te juzgué mal, muchacho… Algún día… serás… un orgulloso guerrero… de Leivan.

 

Tras estas palabras, Klavent cierra sus ojos para siempre.

 

Tiempo después, Doma, Kindolf y Astrid guardan luto frente a un montículo de tierra fresca que ahora es la tumba del caballero, la cual se encuentra cerca de los escombros en donde murió Klavent.

 

Doma –Lamento haber tarado tanto –se disculpa con sus amigos-. Tenían razón desde un principio… debí haber ayudado antes a proteger este reino.

 

Astrid –No te culpes –le dice ella con dulzura-. Si no fuera por ti, probablemente no habríamos sido capaces de evitar la muerte de los habitantes de este reino..

 

Repentinamente el rostro de Doma se vuelve pálido y comienza a tambalearse.

 

Kindolf –Doma, ¿te encuentras bien? No pareces el mismo.

 

Antes de que pueda contestarle, las piernas del sacerdote dra´gon dejan de responderle y se desploma, pero sus amigos evitan que caiga al suelo sirviéndole de apoyo.

 

Doma –No es nada… es sólo… que utilicé… casi toda la energía que poseía para crear esa barrera. De haber empleado un poco más… me habría matado –admite, apenas consciente.

 

Kindolf –¡Astrid, tenemos que llevarlo a un lugar para que pueda descansar! –apremia a su amiga.

 

-¡Un momento! –ordena una voz que proviene de su derecha y antes de que alguno de ellos pueda dar un paso.

 

Al volver sus rostros en aquella dirección, se encuentran nada menos que con el rey Velian, que en esos momentos es escoltado por una orden de caballeros de élite.

 

Astrid –Es verdad, había olvidado que seguimos en problemas… -dice con timidez.

 

Kindolf –¡Espere, su majestad! –se apresura a excusarse-. Puede arrestarnos si quiere, pero por favor, ¡ayude a nuestro amigo Doma primero! ¡Fue gracias a la barrera mágica que él creó que pudo destruir a los dragones resucitados que invadieron el reino! ¡Sin él, ninguno de nosotros estaría con vida ahora!

 

El rey da un paso al frente, negando con la cabeza. –No es a arrestarlos a lo que he venido... Durante la invasión, pude observar desde mi castillo que tú y tu amiga pelirroja lucharon valientemente en contra de esas cosas a pesar de haber sido acusados de traición y ser encerrados en el calabozo.

 

Tras escuchar sus palabras, Kindolf baja la cabeza. –Nosotros dos realmente no hicimos mucho. Quienes realmente merecen el crédito son Doma y Klaven… Él, sacrificó su vida para poder salvarnos.

 

Velian –Lamento escuchar eso. Klavent era un hombre de confianza, pero si de verdad salvó sus vidas, estoy seguro que ustedes no son criminales. No se preocupen, llevaremos a su amigo al castillo. Allí, le daremos toda la atención que necesita.

 

Doma –E-espere… -lo interrumpe.- Tienen que… regresar al árbol de la vida… para cerciorarse que Dine se encuentra con bien.

 

Kindolf –¡No te preocupes por eso, Doma! ¡Astrid y yo nos haremos cargo de aquí en aldeante!

 

Acto seguido, la pareja se dirige sin demora y a toda prisa con dirección al bosque.

 

-o-

 

Dine es arrojada con fuerza en dirección a la orilla de la plataforma por Delta, quien después toma la perla blanca del suelo con aire triunfal. –Por fin es mía... Ahora, ¡finalmente los dragones negros volveremos a renacer como los amos de este mundo!

 

Dine -¡No te lo permitiré! –repone ella, poniéndose inmediatamente de pie, lista para pelear.

 

Delta –Veo que todavía tienes fuerzas para pelear, niña. ¿A caso quieres que acabe con tu penosa existencia? –pregunta, colocando sus manos al frente en posición ofensiva–. No me digas que quieres atacarme con un rugido de dragón. Si lo haces, este lugar colapsará, y tu preciosa perla se perderá para siempre. –le advierte, adivinando sus pensamientos.

 

Lejos de amedrentarse, Dine la sorprende atacándola con un hechizo diferente. -¡Reminat!

 

Por segunda vez, Delta recibe el ataque sobre su palma, la cual cubre con una clase de energía oscura hasta absorber completamente el hechiso. –Veo que no comprendes que tus tontos hechizos de magia blanca no sirven contra mí. Si bien es cierto que existe un hechizo capaz de combatir la oscuridad, también es verdad existe un hechizo de magia negra, capaz de anular la luz.  

 

 

La afirmación de Delta deja sin habla a Dine: -¿¡Cómo dices?!

 

 

–Qué... ¿a caso no lo sabías? –prosigue la dragona oscura-.El mundo gira alrededor de un equilibrio natural... Cualquier hechizo o ataque de magia blanca, puede tener su contraparte oscura. Ahora que ya tengo lo que vine a buscar, ¡no te necesito más! –sentencia, al tiempo que se prepara para eliminarla-. ¡Siente mis letales garras de dragón!

 

En ese instante, Delta sorprende a Dine con un poderoso ataque a distancia del cual apenas ella puede defenderse formando una barrera mágica a toda prisa al frente. Sin inmutarse, Delta hace un segundo ataque similar, el cual termina por romper con facilidad la barrera, arrojando a Dine fuera de la plataforma hasta que su figura se pierde en la oscuridad del abismo.

 

“Dyamat… Leiyus… amigos, a pesar de mis esfuerzos les he fallado…” –piensa Dine dentro de su mente mientras su silueta se desvanece en la oscuridad.

 

“Hija mía” –escucha nuevamente dentro de su mente-. “…Tienes la perseverancia de un verdadero dragón, pero tu corazón es demasiado noble como para enfrentar a tus enemigos, es por eso que te regalaré un nuevo poder… Uno que sólo tú podrás usar para hacer el bien”.

 

Cuando Delta está a punto de marcharse del lugar con la perla, Dine regresa a la plataforma desplegando sus alas doradas.

 

–¡Puede que sea muy insegura! –le asegura ella a su rival con voz firme-- ¡Pero no soy ninguna débil! ¡¡No dejaré que te lleves la perla!! ¡¡Pase lo que pase!!

 

Sus palabras no parecen impresionar mucho a la dragona oscura. -¿Y qué piensas hacer al respecto? –pregunta cínicamente.

 

Dine entonces alza su mano derecha, emanando un aura que pronto se materializa en forma de dragón de energía, el cual vuela alrededor de ella a gran velocidad.

 

Al mismo tiempo, la perla que sostiene Delta entre su palma comienza a brillar tan intensamente, que el resplandor la ciega, provocando que la deje caer accidentalmente, pero en lugar de caer al suelo, la joya flota sobre el aire cargada de una energía dorada hasta llegar por sí sola a las manos de Dine.

 

Delta -¡Te arrepentirás por esto! –le advierte a la dragona blanca antes de volver al ataque- ¡¡Garra de dragón!!

 

Con una señal de su brazo, Dine ordena al dragón de energía que se encuentra protegiéndola interceptar el ataque de Delta, destruyéndolo fácilmente hasta llegar a su enemigo, al cual embiste con una enorme fuerza que toma desprevenida a Delta, quien en un movimiento de último momento, intenta detener al dragón de energía tomándolo por los cuernos con sus dos manos mientras sus pies son arrastrados por el suelo hasta que el dragón hecho de aura remonta el vuelo con ella y la impacta contra el techo del recinto con gran violencia.

 

Una vez el dragón de energía se retira de ella, Delta cae desde las alturas hasta el suelo, evidentemente lastimada.

 

A pesar de sus heridas, Delta se levanta rápidamente, incapaz de aceptar la derrota. –¡Ma-maldita…! –balbucea con el aliento entrecortado y un gran rencor-. Esto todavía no termina… ¡¡Te mostraré lo que puedo hacer con mi verdadera forma!! –la amenaza para inmediatamente extraer cada partícula de energía que le resta a su cuerpo hasta rodearse completamente de un aura oscura que la abrasa como capullo.

 

Presintiendo que algo terrible está a punto de ocurrir, Dine da un paso atrás, insegura de su debe escapar del lugar o continuar peleando, pero antes de que pueda decidirse, repentinamente, el aura oscura de Delta se dispersa para sorpresa de ambas.

 

-¿Qué…? ¡Qué sucede! ¡¡Por qué no puedo transformarme!! –grita Delta perpleja.

 

No es sino hasta ese momento que Delta repara más detenidamente en aquél dragón que vuela cerca de Dine-: Ese dragón… no sólo es su energía… -reflexiona-. ¡Es también el aura de Dyamat la que la protege…!

 

Dine -¡Así es! A pesar de haber muerto hace mucho, ¡nuestro rey continúa luchando por nosotros!

 

 

Delta solo atina a hacer una muesca de rabia -Tienes mucha suerte, niña, ¡pero nos volveremos a ver en otra ocasión, y entonces, te haré sufrir como nunca! –la amenaza antes de salir volando a toda velocidad del lugar.

 

Poco después, Dine logra regresar a la superficie a través de la entrada que había abierto Doma, en donde ya la esperan sus amigos Kindolf y Astrid, recibiéndola con una sonrisa. Dine entonces les muestra la perla a sus amigos.

 

Poco tiempo después, los tres se reúnen con el rey a las puertas del reino, quien les agradece por su ayuda.

 

Velian –En verdad lamento que los hayamos tratado tan mal en un principio. No sabíamos que ustedes peleaban al lado de los dragones blancos. En el reino Leivan, tenemos en muy alta estima a Dyamat, quien sacrificó su vida para evitar que este mundo cayera en manos de los demonios y los dragones negros. Hoy, ustedes han demostrado un valor y nobleza inigualable para con nuestra gente.  

 

Astrid –No fue nada. Es bueno saber que finalmente pudimos entendernos.

 

En eso, el rey desvía su atención hacia Kindolf. –…en especial, le debo una disculpa a usted, joven caballero.

 

El elogio lo toma desprevenido a Kindolf, quien no sabe cómo reaccionar. –¡Eh… no fue nada!–asegura, sonrojado.

 

Dine –No quisiera parecer grosera, pero no podemos quedarnos más tiempo. Tenemos mucha prisa por partir de regreso a la ciudad de Leria –se disculpa con el rey la dragona-. Verá, la resurrección de Dyamat necesita que le entreguemos la perla blanca que conseguimos en el árbol de la vida cuanto antes.

 

Velian –Antes de que se vayan, si me lo permiten, me gustaría nombrar a su amigo Kindolf como caballero honorario del reino de Leivan.

 

Kindolf -¡Habla en serio, su majestad! –exclama sin poder salir de su entusiasmo.

 

Velian –No sólo eso –le responde, al tiempo que hace que uno de sus caballeros se acerque portando un cofre que contiene la espada del mismo Klavent.

 

Kindolf se hinca inmediatamente ante el rey, de modo que pueda recibir el toque de la espada por parte del soberano sobre su hombro, otorgándole así el título oficial de caballero. –Joven caballero, acepte esta espada, conocida como la legendaria espada Leivan; el mayor tesoro de nuestro reino, y úsela en sus viajes para traer de nuevo la justicia a este mundo.

 

El recién nombrado caballero no duda en tomar la espada de Klavent entre manos sin caber en sí de alegría tras habérsele sido confiada semejante arma. –Es… ¡¿De verdad es la espada Leivan la que sostengo!?

 

Velian –En efecto, muchacho. Esta espada es considerada un arma legendaria. Ha pertenecido a nuestra gente desde el tiempo de los fundadores que crearon el reino de Leivan, y se dice que posee poderes extraordinarios. ¡Es una de las pocas armas que existen capaz de cortar la piel de un dragón como si fuese mantequilla!

 

Kindolf –Entonces… ¿la espada ahora me pertenece? –inquiere con cautela.

 

El rey entonces suelta una risotada. –¡Por supuesto que no! Como caballero honorario del reino, es tu deber acompañar a tus amigos dragones y luchar junto a ellos para acabar con la amenaza de Volgia. Una vez sea derrotado, y si todavía continúas con vida, deberás regresar la espada al reino.

 

Kindolf –Sabía que era demasiado bueno para ser verdad –se queja con expresión de enfado, mientras guarda la espada en la funda que lleva a sus espaldas.

 

Velian –He escuchado que el lugar al que van es la ciudad de Leria, ¿verdad? Me he tomado la libertad de preparar una caravana lista para que ustedes puedan llegar a su destino lo más rápido posible.

 

Astrid -¡En serio! ¡No tendremos que caminar! –agrega aliviada.

 

Kindolf –Un momento… ¿Qué pasó con Doma?

 

Velian –Su amigo dragón se encuentra descansando en estos momentos en mi castillo. El haber creado aquella poderosa barrera de luz que protegió al reino de esos dragones negros lo dejó exhausto. Pero descuiden, él me dijo que su amigo se reuniría con ustedes en cuanto recobre las fuerzas.

 

Dine –Entonces no perdamos más tiempo. ¡Regresemos con Leiyus y consigamos la última perla!


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