La caída de Dyamat
Dyamat, el rey de los dragones
blancos finalmente ha reencarnado, por lo que sin pensarlo dos veces, desafió a
Volgia en una batalla final. Entre tanto, el resto se encuentra de nuevo con
Ráfaga, quien robó los poderes de Delta para poder regresar de las puertas de
la muerte, esta vez más fuerte y más furioso que nunca para poder vengarse de
ellos…
Volgia cae de rodillas después
de perder ambos brazos, mirando sus muñones sangrantes de los cuales no para de
supurar sangre color púrpura en abundancia.
Por su parte, Dyamat lo mira
en silencio, hasta que finalmente pronuncia unas cuantas palabras. -No tiene
por qué acabar así… Aún queda tiempo para reivindicar tu alma. Si dejas tu
absurda búsqueda de venganza, te perdonaré la vida. Pero si insistes, no me
dejarás otra opción más que eliminarte.
Volgia alza la vista
repentinamente para mirarlo a los ojos por unos instantes con expresión de
incredulidad antes de echarse a reír. –A pesar de todo no has cambiado nada… ¡Siempre
has sido el mismo tonto…! –asevera Volgia, poniéndose de pie como si nada
ocurriera.
Dyamat reacciona clavándole inmediatamente
los dedos por debajo del hombro, hasta que de la herida brota más sangre, pero
para su sorpresa, Volgia no parece sentir dolor alguno. -¿Acaso te has vuelto
loco? Sabes que no me ganarás –asevera Dyamat.
Volgia –Tienes razón. Mi
fuerza por sí sola no sería suficiente para acabar contigo, pero ya te dije que
no soy el mismo de antes. Los demonios me dieron otro cuerpo, uno que no puedes
matar, ¡porque ya está muerto!
De pronto, Dyamat es
sorprendido por una repentina explosión de energía que Volgia comienza a
irradiar, haciéndolo retroceder. La poderosa energía circundante pronto
comienza a salirse de control, haciendo estragos a sus alrededores tras ser
expulsada con tal violencia, que ésta comienza a erosionar las paredes y
corroyendo cualquier metal cercano cual ácido.
En medio de la conmoción
Dyamat puede observar el momento en el que algo detrás de Volgia se arrastra hacia
la espalda de éste. El objeto en sí extraño resulta ser su martillo, el cual
repta al cuerpo de Volgia hasta penetrar su piel para posteriormente
fusionándose con su columna vertebral. De inmediato, el cuerpo del dragón negro
comienza a sufrir cambios drásticos:
Su tamaño empieza a
incrementarse de manera desproporcionada, al igual que su masa muscular. De
todas partes del cuerpo de Volgia emergen ojos de todos los tamaños, mientras
que de sus hombros le crecen dos cabezas de dragón. Finalmente, de los muñones
en donde alguna vez estuvieron sus brazos comienzan a crecer decenas de
tentáculos oscuros, a la vez que si rostro se deforma por uno más acorde al de
una bestia con cuernos.
Sin inmutarse ante la nueva
forma de su enemigo, Dyamat ataca a la criatura que solía ser Volgia, pero
antes de siquiera poder tocarlo, los tentáculos del dragón oscuro le cortan el
paso e intentan apresarlo.
El rey de los dragones
reacciona rápidamente generando una poderosa barrera de luz que consigue
mantener a raya a los tentáculos, lo que le da el tiempo para alejarse de ellos
para después retomar su ataque lanzándose hacia la bestia a toda velocidad,
pero cuando está a punto de llegar a Volgia, las decenas de ojos que recubren
el cuerpo del dragón oscuro se giran en su dirección, lanzando una lluvia de
rayos de energía en forma de ases de luz que impactan al unísono sobre Dyamat,
derribándolo al suelo con una enorme fuerza.
Vogia –¡Ahora ya no habrá nada
que pueda detenerme! –dice con voz rasposa la criatura-. Gracias a la energía de
luz que has liberado durante nuestro encuentro, ¡finalmente podré abrir la
puerta de los cielos y permitir que las sombras cubran este mundo! –afirma con
satisfacción, al tiempo una gran cantidad de nubes se acumulan sobre ellos hasta
formar un vórtice.
Pronto, del centro del vórtice
emerge una sustancia marrón, misma que comienza a caer en grandes cantidades en
dirección a la tierra, y en cuestión de minutos, el mundo entero cae víctima de
una lluvia oscura, la cual es inmediatamente absorbida por el suelo. Poco
después, cientos de miles de cuerpos y cadáveres de toda índole empiezan a
levantarse, reanimados por aquella sustancia marrón, a través de toda la faz
del mundo, causando destrucción y caos a donde quiera que van.
Reinos y naciones enteras
observan consternadas cómo las criaturas del inframundo invaden sus tierras,
obligándolos a luchar contra una interminable horda de reanimados. Entre las
naciones afectadas está el reino Leivan y la ciudad de Leria…
Dyamat se levanta de un salto.
–No te lo permitiré. ¡Rugido alfa! –lanzándose
hacia la criatura, que lo recibe estirando sus tentáculos hacia él.
El poder de Dyamat es tan poderoso
que atraviesa el pecho de Volgia de lado a lado brotando entrañas y sangre por
detrás de la herida. De repente, la sangre y las entrañas regresan al interior
de Volgia como si se hubiese revertido el tiempo.
Volgia -¿Acaso no te lo dije?
¡Ahora soy inmortal! –asevera atacándolo con sus tentáculos, que Dyamat rechaza
destruyendo uno por uno haciendo uso de su energía y de sus propias manos.
-o-
Ajenos a lo que sucede en la
cima de la torre en esos momentos, el resto de los amigos de Leiyus encaran
otro problema al reencontrarse con Ráfaga, a quien ya creían haber vencido.
Astrid -¡Es Ráfaga! –dice
pasmada.
Kindolf –Pero, ¿¡cómo…?!
Ráfaga –¿Les sorprende?
–responde sin evitar sonreír-. No ha sido fácil, pero para hacerlo, tuve que
absorber el cuerpo de Delta… Todavía no me he recuperado totalmente de mis
heridas, pero no sólo he recobrado las fuerzas. ¡También soy más fuerte!
Astrid –¡Eso no es posible!
Creía que los guardianes de las perlas estaban ligados a su poder para
sobrevivir.
Ráfaga –Es verdad que los
guardianes de las perlas anteriores dependían de el poder de la perla para
sobrevivir porque eran débiles, pero yo soy diferente… ¡Mis poderes oscuros
sobrepasan por mucho los de la perla dorada, lo que me hace incompatible para
un pacto como ese! En otras palabras: la vida de Delta y mía no estaban
vinculadas a la existencia de la perla.
Doma –¡Pues siento mucho
decirte esto, pero aunque nos mates, de nada te servirá! Volgia ha puesto una
barrera alrededor del pilar del cielo. ¡Quedarás atrapado aquí sin importar
quién de nosotros gane la batalla!
Ráfaga echa a reír
repentinamente. -¿Atrapado? ¡Fui yo quien colocó esa barrera, tontos! ¡No voy a
dejar que basuras como ustedes se me escapen de las manos después de lo que le
hicieron a Delta!
Dine -¿Qué haremos…? –pregunta
en voz baja a sus compañeros.
Doma -…no tenemos otra opción
más que enfrentarlo, aunque dudo que alguno de nosotros tenga la fuerza
suficiente para acabar con él.
Sanhgine –Habla por ti,
dragón. Acabar con otro de estos tipos no será problema para mí –asegura el
vampiro sin asomo de emoción.
Astrid -¡Hermano!
Sanhgine –No sé si el desmi-xaos que he dominado sea
suficiente para matarlo, pero estoy seguro que al menos le causaría un gran
daño… Si ese es el caso, ustedes podrán rematarlo en caso de que me quede sin
energía.
Ráfaga -¿Y bien? –pregunta
ginalmente con impaciencia el dragón oscuro-. ¿Quién será de ustedes el primero
en enfrentarme? ¿¡O es que prefieren que acabe con todos a la vez!?
Sanhgine -…el problema es que
ese hechizo requiere de mucho poder y toma tiempo terminarlo –explica a sus
aliados-. Para que mi plan funcione, tendrán que distraer a esta basura el
tiempo suficiente para que yo cree el hechizo, y después asegurarse de que lo
reciba directamente.
–Si ustedes no me atacan,
¡entonces yo tomaré la iniciativa! –grita Ráfaga con impaciencia en ese
momento.
Acto seguido, Dine, Doma y
Kindolf deciden formar un frente unido en contra del dragón oscuro, a quien
atacan arrojándole hechizos reminat, aqua-prist, y exus-lay respectivamente,
los cuales Ráfaga recibe de lleno sin causarle el menor daño, rebotando sobre
su piel mientras éste se dirige hacia ellos a toda velocidad. Doma entonces intenta
conjurar un hechizo protector para sus amigos, pero antes de poder hacerlo, se
da cuenta muy tarde que Ráfaga ya está sobre él.
En ese instante, el dragón negro
le propina un tremendo golpe a Doma que lo derriba antes de que pueda
reaccionar. A su vez, Dine trata de sorprender a su enemigo atacándolo por la
espalda mientras éste se concentra en Doma, pero Ráfaga se percata de su
presencia a tiempo y antes de que pueda conectarle el golpe, su rival la
sorprende apresándola por las muñecas con una mano.
Astrid trata de acudir al
rescate de su amiga dragona haciendo uso de su colmillo sangriento sobre Ráfaga, pero él reacciona antes de que
pueda alcanzarlo hundiendo su codo en el vientre de la chica vampiro con una
fuerza tal, que la manda al suelo violentamente.
Ráfaga entonces se vuelve
hacia Dine, a quien todavía mantiene apresada de las muñecas: -¿Qué crees que
haces? –le pregunta el dragón negro a ella antes de comenzar a torturarla liberando
un hechizo de energía oscura a través de su mano que se propaga sobre los
brazos de la dragona.
Dine deja escapar un grito de
agonía mientras su cuerpo es sacudido por el poder de la oscuridad antes de
perder el sentido. Para entonces, Ráfaga la alza en vilo e intenta arrojarla
lejos, pero antes de poder hacerlo, ella lo sorprende abriendo de golpe los
ojos para después sonreírle: -¡Sólo quería distraerte!
Para entonces, Rafaga se da
cuenta muy tarde, que detrás de la dragona se encuentra Sanhgine juntando una
gran cantidad de energía con la que crea un poderoso hechizo oscuro, mismo que
concentra en su puño derecho. -¡Desmi-xaos!
Ráfaga intenta moverse a toda
velocidad para esquivar el ataque tratando de usar a Dine, a quien todavía
tiene apresada por el brazo como escudo humano, interponiéndola en la
trayectoria del ataque del vampiro, pero Sanhgine consigue desviar en el último
segundo su poder lejos de la dragona antes de redirigirlo de nuevo hacia el
dragón oscuro. Para entonces, Dine logra zafarse del agarre de su enemigo y se
pone a salvo antes de que la explosión la alcance también.
La silueta de Ráfaga se pierde
de visa dentro de la monstruosa explosión causada por el poder del vampiro,
quien después de ejecutar su ataque queda exhausto a causa del enorme esfuerzo.
Por un momento, parece que
ellos han derrotado por fin a Ráfaga, pero su alegría no dura mucho cuando éste
emerge de entre el fuego y el polvo.
Ráfaga –¡No crean que pueden
engañarme con el mismo truco dos veces! –les advierte, para después dirigirse a
increíble velocidad hacia Sanhgine, a quien toma por sorpresa golpeándolo
salvajemente hasta que el vampiro cae inconsciente al suelo, momento que el
dragón oscuro aprovecha para pisotear su rostro contra el piso con todas sus
fuerzas.
-¡¡Hermano, no!! –grita Astrid
con desesperación. -¡Tenemos que ayudar a mi hermano!
Kindolf –¡Yo tengo una idea, Astrid,
pero necesito de tu ayuda! ¿Podrías crear un colmillo sangriento más para mí?
Astrid –Eso creo… ¿por qué?
Kindolf –No hagas preguntas,
¡sólo hazlo…! ¡Y asegúrate de emplear todo lo que te resta de energía! –la
apremia.
Siguiendo las instrucciones de
Kindolf. Astrid crea un colmillo
sangriento con todas sus energías. Al mismo tiempo, el caballero forma una
espada de viento, misma que combina con la daga roja de si colega vampiro hasta
formar una espada hecha de energía de gran poder. –Bien, con eso debe bastar…
-murmura el caballero, listo para enfrentar a Ráfaga con su nueva arma.
Mientras Ráfaga continúa
aplastando sin piedad el rostro de Sanhgine contra el suelo, de pronto el
dragón oscuro escucha la voz de Kindolf detrás de él.
Kindolf –¡¡Oye, grandote!! –lo
llama.
Doma y Dine, que todavía no se
han recuperado del todo, observan incrédulos a Kindolf enfrentar solo a su
enemigo.
-Pero, ¿qué está haciendo?
–Pregunta Doma-. ¿¡Acaso ha perdido la razón?!
Ráfaga vuelve su inmenso torso
hacia él. -¿Qué quieres renacuajo? ¡¿Acaso quieres que acabe primero con tu
miserable vida?!
Kindolf -¿Por qué no vienes
acá y lo intentas? –lo provoca.
Para el horror del caballero,
Ráfaga responde a sus provocaciones y se lanza sobre él, y cuando éste se
encuentra a punto de embestirlo, Kindolf coloca rápidamente su mano al frente y
a toda prisa recita un hechizo: -¡Revolt!
Un repentino y fugaz
resplandor sorprende a Ráfaga, cegándolo momentáneamente, quien detiene en seco
su avance para momentos después, llevarse las manos a los ojos.
No es sino hasta ese momento
que Kindolf, en una descarga de adrenalina, decide atacar al dragón negro con
la espada verde y roja hecha de energía, consiguiendo rasgar con ella la piel
del pecho de su enemigo, enterrándosela con todas sus fuerzas desde un costado
hasta el hombro, causándole una gran herida antes de que la espada pierda poder
y se desintegre sobre sus manos apenas instantes después.
Enceguecido y herido, Ráfaga
retrocede. -¡¡Maldito!! –ruge.
Dine -¡Lo hizo! ¡¡Realmente lo
hizo!! –expresa ella, sin caber en su asombro-.¡Logró herir a Ráfaga!
Astrid entonces corre a
socorrer a su hermano, quien yace tendido en el suelo, mal herido. -¡Hermano!
En ese momento y sosteniendo a
su hermano entre brazos, la chica vampiro recuerda entonces recuerda que ella
todavía lleva consigo la pócima que les dio Laurel, pero al sacarla de su
bolsa, en su nerviosismo y apremio por dársela a beber a su hermano, ella derrama
accidentalmente su contenido sobre el suelo.
Una vez ha pasado el efecto
del hechizo de luz, Ráfaga finalmente es capaz de abrir los ojos de nuevo antes
de mirarse al pecho, en donde descubre la gran herida que Kindolf le ha
provocado. –Cómo es posible que haya hecho esto… un simple ser humano. ¡¡Te
haré pagar!!
Al ver a su rival furioso, Kindolf
retrocede, tropezando y terminando por caer de espaldas al suelo.
-¡Maldición! ¡Ni siquiera el
poder de mi hechizo con el colmillo sangriento fue capaz de hacerle daño! Si
tan sólo tuviera completa mi espada Leivan… -se lamenta.
Sintiéndose como ratón
acorralado, el caballero sólo atina a alejarse a rastras de la ira de Ráfaga,
quien se encamina hacia él con los ojos enrojecidos y una muesca de profundo
odio.
–¡E-espera un poco! –intenta
negociar Kindolf con él desesperadamente- ¿No podemos arreglarnos de otra
manera?
Ignorando las súplicas del
caballero, Ráfaga entonces alza una de sus dos manos, con la cual piensa darle
el golpe de gracia. –¡Ve pensando en tus últimas palabras antes de que te haga
pedazos!
En un rápido movimiento,
Ráfaga lanza su mano con las garras al frente directo al pecho del inmóvil
Kindolf. A su vez, éste cierra los ojos, esperando lo peor.
Los segundos corren, y el
caballero no parece sentir nada, por lo que al abrirlos nuevamente, se
encuentra con Sanhgine al frente suyo, conteniendo con sus propias fuerzas el
brazo de Ráfaga entre su propio brazo y sus costillas.
-¡Tú otra vez! –ruge Ráfaga apenas reconocer
al vampiro, luego de que éste interviniera en su golpe.
Sanhgine –Ya veo que ustedes
los dragones son muy ingenuos… -asegura éste.
Ráfaga -¡¿Qué dices?!
Sanhgine –Ustedes no son los
únicos seres en poseer características especiales… Nosotros los vampiros, por
ejemplo, podemos curar nuestras heridas y regenerarnos a una velocidad que
ninguna otra criatura puede.
Ráfaga –¡Y tú pareces haber
olvidado el hecho de que nosotros los dragones somos casi perfectos! –estalla-.
¡¡Ninguna de sus tontas técnicas o golpes podrá causarme suficiente daño para
matarme!!
Ambos contendientes terminan
enfrascados en una batalla sin cuartel, y con cada golpe que recibe del dragón
negro, Sanhgine parece desgastarse con mayor rapidez que su rival, mientras que
Ráfaga parece volverse más fuerte conforme se prolonga el combate. Consciente
de esta situación, Sanhgine cambia de estrategia, evitando todo contacto con
Ráfaga sin dejar de retroceder constantemente, lo que no pasa desapercibido por
su enemigo, quien detiene la lucha en ese momento.
Ráfaga -¿Qué sucede?, ¿acaso
tienes miedo? –le pregunta al vampiro, con una sonrisa confiada-. Ya que eres
el más molesto de todos, te daré el honor de ser el primero en morir.
Guardando absoluto silencio, Sanhgine
se pone en guardia, aguardando el siguiente ataque de su contrincante con
paciencia.
Ráfaga se prepara para
comenzar el segundo asalto, pero antes siguiera de dar un paso al frente, algo
parece repentinamente perturbarlo, y al virar la cabeza hacia atrás, el dragón
oscuro se encuentra con Kindolf trepado sobre su espalda, clavando la parte
inferior de su espada rota sobre su carne con todas sus fuerzas.
-¡Otra vez esta basura! –grita
el dragón encolerizado, intentando quitarse al caballero de encima sin poder
conseguirlo.
Kindolf -¡Apresúrate y haz ese
hechizo! ¡Rápido! –le suplica a Sanhgine, tratando de evadir las manos de
Ráfaga a toda costa.
Sin perder tiempo, Sanhgine
comienza a realizar conjuro más poderos nuevamente. –Está bien…
Mientras tanto, Ráfaga logra
tomar a Kindolf por la cabeza. -¡Pronto! ¡No sé cuánto tiempo pueda
entretenerlo! –grita el caballero, al borde del pánico.
Ráfaga se prepara para
aplastar su cráneo de Kindolf con sus propias manos cuando de pronto, una
fuerza extraña lo inmoviliza por completo.
-¡Zel-luminos! –gritan al mismo tiempo Doma y Dine, quienes realizan
un pentagrama de luz alimentado por su energía conjunta, inmovilizando a Ráfaga
en el interior con su hechizo.
Ráfaga -¡No crean que pueden
detenerme! –brama éste, emanando energía oscura cada vez más poderosa que
comienza a interferir con el campo de energía de luz que el par de dragones ha
creado.
En el momento en el que Ráfaga
logra finalmente liberarse e intenta matar a Kindolf, Sanhgine lanza su hechizo
contra él, a la vez que Astrid aparta a Kindolf de la espalda del dragón oscuro
a toda prisa.
El ataque de Sanhgine resulta
en tan devastador sobre Ráfaga, que el dragón negro es consumido en su totalidad
por la energía negativa sin dejar rastro alguno…
-o-
Dyamat mantiene una lucha intensa
en contra de Volgia, que ha dejado su forma humana atrás para convertirse en
una criatura oscura que no para de asecharlo con sus miles de tentáculos, a la
vez que le arroja rayos de energía desde sus interminables ojos.
Pronto, el rey de los dragones
queda abrumado por la cantidad de tentáculos y láseres que debe evitar volando
a toda velocidad por él aire, por lo que Dyamat decide expandir su aura de
dragón, protegiéndolo de la lluvia de incesantes proyectiles antes de arrojar
contra su rival un rugido alfa a
máxima potencia, consiguiendo destruir parte del costado de la monstruosidad
que ahora es Volgia, incluyendo parte de su grotesco rostro.
A pesar de haber recibido un
gran daño, Volgia mantiene su sonrisa perversa antes de regenerar las partes
perdidas en cuestión de segundos.
Volgia -Es el final para ti, Dyamat –le asegura con
voz rasposa-. No podrás conmigo… Por más poderoso que seas, esta batalla dejó
de tener sentido… ¡El poder de los demonios es demasiado inmenso, como para que
tú sólo puedas ser una amenaza para mí. ¡Tú única, opción es aceptar la
extinción!
–Tal vez tengas razón –le
responde Dyamat al punto-. El poder de los demonios es grande, pero no
infinito. Incluso con sus poderes, debes tener alguna debilidad, y voy a
encontrarla, así me cueste la vida.
Volgia –¿Es que acaso no lo
ves? En este punto, incluso si destruyeses todas las células de mi cuerpo
regresaría a la vida gracias al poder de muerte oscura. ¡Ahora conocerás su
poder! ¡Vórtice oscuro!
Desde el interior de las nubes
encima de ellos que forman la puerta al otro mundo, se comienza a escuchar un
sonido similar a un grito grave, que precede a la caída de un rayo desde los
cielos en dirección a Dyamat.
El rey de los dragones intenta
detener el relámpago rodeándose de su propia energía, pero apenas es alcanzado
por el ataque, es arrastrado contra su voluntad por éste hasta el fondo de la
torre en cuestión de una fracción de segundo, destruyendo todo a su paso, lo
que termina por colapsar la torre entera, en medio de un gran estruendo que
resuena por todo el pilar del cielo.
En ese momento, Dine, Doma,
Astrid, Kindolf y Sanhgine observan con asombro desde lo lejos el colapso de la
torre mientras un segundo rayo oscuro cae sobre la base, causando una reacción
de sucesivas explosiones muy fuertes…
No hay comentarios.:
Publicar un comentario