El rey de los dragones renace
Al final de una serie
de difíciles batallas ganadas, Leiyus ha obtenido finalmente la última perla de
dragón, necesaria para derrotar a Volgia, y para que Dyamat pueda reencarnar.
Leiyus sostiene en su mano la quinta y última perla
dorada sin poder creerlo para poco después, fijarl avista en el horizonte
mientras permanece en silencio frente a sus amigos.
El resto de sus colegas también guarda
silencio, preguntándose qué pasa por la mente de él en esos momentos.
Repentinamente, Dine se le acerca, poniéndole
la mano sobre el hombro. –Leiyus… hay algo que debes saber… La perla… cuando
destruyas la perla…
Leyus –Lo sé… -la interrumpe de pronto.
Dine entonces baja la vista con expresión
triste. –…lamento no habértelo dicho antes. Cuando nos conocimos por primera
vez, creí que Doma ya te lo había dicho todo, y que estabas de acuerdo con tu
destino.
Leiyus -…si destruyo esta perla, ¿qué pasará
conmigo? –le pregunta a ella después de unos momentos.
Dine –Tu alma se perderá en la memoria de
Dyamat, y su consciencia tomará tu lugar para que él pueda reencarnar en tu
cuerpo –le asegura, antes de un prolongado silencio para después continuar-: Leiyus,
no tienes que hacer esto si no quieres. ¡A pesar de todo, debes ser tú quien
tome la decisión final!
Doma –Ella dice la verdad… Desafortunadamente,
yo no tuve la oportunidad para informarte lo que implicaba buscar las perlas
del dragón.
Leiyus entonces se vuelve al par de dragones
blancos –¿Y qué otra opción tengo? ¡Si no lo hago, Volgia acabará con cualquier
rastro de vida en nuestro mundo! ¡Hemos pasado por tantas cosas… tantos
obstáculos para llegar hasta aquí…!
Kindolf –Un momento, ¿quieres decir que Leiyus
debe sacrificarse para que Dyamat pueda renacer? ¡Eso no lo puedo permitir!
Doma –¡Comprende Kindolf! –lo ataja-. ¡Este no
es el momento para decir esas cosas!
Astrid –Pero, ¿qué habría pasado si Leiyus se
hubiese negado a dejar que Dyamat reencarnara en su cuerpo?
Doma –En ese caso, yo o Dine podríamos haber
tomado su lugar. Desafortunadamente, esto solo habría sido posible antes de que
Leiyus absorbiera el poder de la primera perla. Una vez que él consumió su
fuerza, el alma de Dyamat quedó irremediablemente vinculada a su cuerpo para
siempre… La única forma de revertirlo y encontrar otro receptáculo para Dyamat,
sería sólo si Leiyus muere.
Kindolf –¡¿Decir esas cosas?! –replica al
borde de las lágrimas-. ¡Tan sólo escúchate, Doma! ¡Tú nos mentiste desde un
principio! Nosotros creímos en ti. ¿Por qué Leiyus es quien debe sacrificarse
por nosotros? ¡¡No voy a dejar que eso pase por ningún motivo!!
Leiyus -¡Basta Kindolf…! –lo interrumpe-. Yo…
yo lo haré…
Kindolf –Pero… ¡Estás loco amigo! ¡¡Lo que
ellos te piden es prácticamente un suicidio!!
Leiyus entonces mira a su amigo a los ojos, mostrándole
una sonrisa sincera. -Si no hago esto, probablemente ninguno de ustedes
sobrevivirá para ver un nuevo mañana. Hemos llegado muy lejos como para que me
acobarde ahora. Además, es mi voluntad que todos ustedes continúen viviendo en
este mundo.
Dicho esto, Leiyus ejerce presión sobre la
perla con sus dedos hasta que ésta comienza a crujir. De su mano, no tardan en
salir salen disparados diversos fragmentos diminutos que se pierden con el
viento conforme la perla se quiebra. En ese instante, un resplandor dorado baja
del cielo y cubre el cuerpo de Leiyus mientras una fuerza misteriosa le hace
ascender lentamente
–Adiós, amigo mío. –se despide Leiyus de Kindolf
con una sonrisa, el cual no puede contener más las lágrimas al ver partir a su
amigo de la infancia.
Alrededor del Leiyus aparecen cinco esferas
hechas de energía, mismas que pronto se transforman en una especie de espíritus,
los cuales vuelan a su alrededor en círculos hasta introducirse en su cuerpo uno
por uno, antes de que la luz dorada lo envuelva por completo.
Momentos después, la silueta de Leiyus baja de
nuevo al suelo, todavía envuelto por aquella luz, que lentamente se extingue, revelando
un cuerpo humanoide con cola y escamas, cuernos y orejas de dragón, similar al
de Ráfaga. Los ojos amarillos y de apariencia de reptil del nuevo ser reencarnado
no tardan en posarse sobre Dine, Doma, Kindolf, Astrid, y su hermano Sanhgine.
Sanhgine -¿Ese es Leiyus? –pregunta,
impresionado ante la nueva apariencia draconiana y la enorme aura dorada que
éste desprende.
Doma –No… él ya no es más nuestro amigo. Nuestro
rey finalmente a reencarnado, y su nombre es Dyamat.
Sin decir palabra, la recién criatura formada
despliega sus alas doradas antes de alzar el vuelo, causando una poderosa
corriente de aire al despegar, para después dirigirse a tremenda velocidad en
dirección a la cima de la torre principal del pilar.
Dine –Adiós… Leiyus –se despide con voz apenas
audible.
Al mismo tiempo, no muy lejos de allí, dentro
de la base de la torre, la mano del cuerpo inerte de Ráfaga de pronto comienza
a moverse por sí sola en pequeños espasmos. Para cuando el dragón negro recobra
la consciencia, se halla a sí mismo gravemente herido y apenas vivo. –Esos
malditos gusanos… ¡Pagarán por esto! –maldice entre dientes.
En eso, muy cerca de él, el dragón se
encuentra con el cuerpo fulminado de su compañera Delta.
–¡¡Delta!! –exclama a penas se topa con el
cadáver de ella.
Con mucha dificultad, el dragón negro ocupa lo
último de sus fuerzas para arrastrase hacia ella, y una vez se encuentra a su
alcance, pone una de sus manos sobre el rostro de su aliada caída. –Lamento
hacer esto, Delta, ¡pero al menos tu muerte no será en vano...! –le asegura.
En eso, Ráfaga usa lo que le queda de su poder
para transferirlo al cuerpo de Delta, causando que éste se transforme en un
dragón de energía, el cual se introduce sin tardanza en el maltrecho cuerpo de
Ráfaga.
El dragón negro entonces comienza a sufrir una
trasformación, y a la vez que sus heridas sanan, gana mayor musculatura. Una
vez la transformación termina, el nuevo y renovado Ráfaga finalmente puede
levantarse por sus propios medios. –¡Ahora, voy a arreglar cuentas con esas
sanguijuelas…! -sentencia con los ojos completamente rojos.
-o-
Volando por entre las nubes a una
impresionante velocidad, la reencarnación de Dyamat por fin logra divisar la
punta de la torre, desde la cual en esos momentos fluye una cantidad incesante
de proyectiles de aspecto lodoso, que posteriormente se transforman en dragones
resucitados, los cuales se arrojan sobre él en grandes cantidades apenas se
acerca al lugar.
Dyamat pasa a través de aquél enjambre de
enemigos sin siquiera molestarse en enfrentarlos, optando en su lugar por
protegerse a sí mismo por un aura dorada, la cual es lo suficientemente
poderosa como para destruir a cualquier desafortunado enemigo que intenta
interponerse en su camino.
Una vez el rey de los dragones logra acercarse
a la punta de la torre, éste se deja impactar deliberadamente sobre la torre,
consiguiendo destruir parte de la pared de ésta para poder irrumpir en su
interior. Allí, ya lo espera Volgia, sentado sobre su trono antes de levantarse
para recibirlo. –Así que… finalmente has vuelto a la vida, Dyamat –le dice el
dragón oscuro apenas lo ve.
Con la mirada fija en el dragón negro, Dyamat
le responde. –Finalmente, te encontré…
Volgia entonces se le acerca hasta estar
frente a frente, haciendo gala de su estatura, la cual es de por lo menos, el
doble que la de Dyamat dentro del cuerpo de Leiyus. –¿Sabes? –continúa el
dragón oscuro-. A decir verdad, no pensé volver a verte con vida de nuevo...
Dyamat –Eres más fuerte que cualquier otro
dragón –continúa, ignorando sus palabras-, y aun así, tus deseos por superarme
terminaron por consumir tu corazón totalmente… Has caído muy bajo apelando a la
oscuridad, Volgia.
Volgia –¡Por el contrario! ¡Gracias al poder
de los grandes demonios, finalmente he logrado colocarme por encima de ti!
Luego de una breve pausa en la que ambos no
dejan de mirarse a los ojos, Dyamat finalmente le responde. –Sabes por qué
estoy aquí… He venido a terminar con esto, aunque eso signifique que tenga que
matarte –le asegura sin vacilar.
Volgia -¿Matarme dices? –repite con ironía-.
Si no pudiste hacerlo cuando estabas en tu mejor forma, dudo mucho que un
cadáver andante como tú pueda ser una amenaza seria ahora.
Sin más, Dyamat decide lanzarle un puñetazo al
dragón negro, al lo que Volgia responde haciendo lo mismo, causando que los
puños de ambos se encuentren para generar una tremenda de choque en el proceso.
Dejando escapar un grito de furia, Dyamat entonces
libera una potente explosión de energía, que arrastra a Volgia hasta
estrellarlo contra la pared del lado opuesto de la torre. A su vez, Volgia
logra reincorporarse rápidamente, para después darle un revés que Dyamat
alcanza a detener con su antebrazo, para después, reaccionar golpeando al
dragón oscuro repetidas veces en el vientre hasta que la pared cede ante las
constantes acometidas, derrumbándose en el proceso, y ocasionando que Volgia se
precipite por uno de los costados de la torre.
Dyamat no tarda en asomarse por el agujero recién
creado sobre la pared, esperando ver a Volgia caer al vacío, pero lo pierde de
vista. De pronto, el piso de la torre comienza a estremecerse y pronto, de
debajo de éste reaparece el dragón negro, que irrumpe con fuerza en el recinto,
lanzando escombros por todas partes antes de colocarse frente a él nuevamente. –Casi
había olvidado lo fuerte que eras, Dyamat. Esto me recuerda a los viejos
tiempos…
Dyamat –No sé de qué hablas… –responde,
confrontándolo de frente con una patada que Volgia esquiva, para terminar
lanzándole un puñetazo en el rostro, el cual logra hacer contacto en su
enemigo.
Casi al instante, Volgia salta hacia él y lo
atrapa con una de sus manos, tomándolo del cuello mientras golpea a Dyamat repetidas
veces en el rostro. –Aunque trates de ocultarlo, ¡sabes muy bien de lo que
hablo!
En medio de la lucha, Dyamat logra liberarse
de la mano de Volgia, que luego lo arroja lejos con una patada. El dragón negro
termina cayendo pesadamente al suelo, destruyendo parte del piso en el proceso
antes de ponerse de pie en seguida. –Veo que tanto tiempo durmiendo te afecto
la memoria, ¿no es así, hermano? –le pregunta a Dyamat, quien se queda
mirándolo, impasible- –Así es... Tú y yo somos hermanos dragones, nacidos de la
misma luz... De hecho, somos los primeros dragones nacidos sobre la faz de la
tierra…
En ese momento, Volgia rememora los
acontecimientos del pasado:
“En aquél entonces, este plano existencial era joven… tú
y yo teníamos un futuro muy prometedor en este mundo... Juntos, creamos
civilizaciones con las que otras especies sólo podían soñar... Éramos dueños
del mundo, de su tierra, de sus mares, y de los cielos. Entonces todo cambió…
Te volviste compasivo... Comenzaste a dar todo lo que nos pertenecía a otras
especies inferiores… Todo por lo que habíamos luchado, escapaba de nuestras
manos, ¡y tú eras el culpable! Cansado de todo esto, y con el deseo de
recuperar nuestra gloria de antaño, te desafié, pero tan blando como siempre,
rechazaste combatir conmigo…
¡Así que tuve que tomar lo que por derecho era nuestro
por la fuerza! Yo, y un puñado de nosotros, nos enfrentamos a tu ejército de
dragones, y aunque peleamos con toda nuestra alma, fuimos derrotados… Al final
de la batalla, sólo yo quedé en pie, y en vez de darme una muerte digna, como
quería, tuviste el descaro de darme la espalda y perdonarme la vida…
Jamás te perdoné por ello, así que haciendo uso de
toda mi fuerza, me lancé contra ti, pero para entonces, yo ya me encontraba muy,
muy débil…”
Volgia –En esa ocasión, lograste acabar con
migo –asegura, regresando su memoria al presente-, pero para tu desgracia, ¡logré
volver a la vida!
Dyamat –Si es verdad lo que dices, ¿cómo es que
estás vivo?
Volgia esboza una sonrisa perversa antes de
responderle: -Porque… Antes de morir, apelé a la voluntad de los demonios.
Ellos me hicieron jurarles lealtad eterna, a cambio de una segunda oportunidad
para poder acabarte. Al aceptar aquél trato, ellos me dieron un cuerpo nuevo, y
una vida nueva, ¡con la que culminé mi venganza en aquella batalla hace
doscientos cincuenta años, en la que logré separar tu alma y confinarla en
aquellas perlas doradas…!
Dyamat –De nada te sirvió, Volgia, ya que yo
también he conseguido regresar de la muerte, y esta vez, pienso acabar contigo
de manera definitiva si no cambias de parecer en este instante.
Volgia -¡Te equivocas! ¡Tú solamente
reencarnaste! –brama con renovada furia-. ¡Yo he vuelto a nacer como un ser de
oscuridad, mucho más fuerte de lo que alguna vez llegué a ser! ¡Ya no soy el
mismo Volgia que conociste entonces, hermano!
Expulsando una tremenda cantidad de energía
dorada, Dyamat acomete de inmediato contra Volgia, golpeándolo salvajemente
hasta causarle múltiples contusiones y heridas sin que éste parezca ofrecer
resistencia a sus ataques. Finalmente, el rey de los dragones logra lanzar a su
rival por los aires de un puñetazo en la barbilla, que lo manda a estrellarse
contra el techo, momento que aprovecha el rey de los dragones para rematar a
Volgia con un rayo de plasma, el cual destruye completamente la estructura
superior de la torre en el proceso, dejando expuesto el azul oscuro del cielo.
Creyendo que ha acabado con su enemigo, Dyamat
se deja caer al suelo, agotado por el esfuerzo. No es sino hasta entonces que
escucha la risotada de Volgia resonar a todo volumen a sus espaldas, y apenas
se da vuelta, el rey de los dragones descubre a su enemigo caminando de vuelta hacia
él, cubierto de múltiples heridas, así como de su propia sangre.
–Veo que todavía no lo comprendes, hermano.
Las circunstancias no son las mismas que en aquél entonces... No puedes
derrotarme tan fácilmente, porque detrás de mí, ¡está la fuerza destructora más
temible del universo! –le asegura, mostrándole el martillo con el que revivió
al ejército de dragones-: ¡Me refiero a la fuerza de los demonios superiores, y
con ella, ni siquiera tú podrás detenerme ahora!
Antes de que se dé cuenta, Volgia se acerca a
él a una verlocidad vertiginosa con el martillo en alto, listo para aplastarlo
con él, pero Dyamat logra detener su caída con sus dos manos antes de que le
aplaste la cabeza.
Oponiendo resistencia con todas sus fuerzas,
Dyamat lucha por tratar de rechazar el martillo, pero la abrumadora fuerza de
Volgia parece incrementarse de golpe, al tiempo que un aura oscura comienza a
rodear al dragón negro. En ese momento, Volgia retira el martillo rápidamente,
llevándose a Dyamat junto con él, arrojándolo por los aires.
El rey de los dragones logra girarse mientras
cae al suelo, logrando estabilizar su caída antes de tocar tierra con los pies.
Volgia no tarda en aparecer junto a él, moviéndose a gran velocidad, y en una
fracción de segundo, consigue golpearlo con su enorme arma por el costado,
lanzándolo hacia una de las paredes de la torre, la cual se derrumba por el
impacto hasta ser reducida a un montón de escombros, en donde Dyamat termina siendo
enterrado.
Volgia –¡Estúpido! –vocifera- ¡Acaso crees que
lograste llegar a las cinco perlas por tu cuenta! ¿Sabes por qué en esa batalla
hace doscientos cincuenta años no te destruí por completo cuando pude haberlo
hecho? ¡Pudo ser algo muy fácil para mí en ese entonces, pero en vez de ello,
decidí guardar tu poder en esas perlas, porque las necesitaría más adelante!
Dyamat –¿Necesitarlas para qué? –inquiere
éste, resurgiendo de entre los escombros, luciendo heridas sangrantes en la
cabeza y el resto del cuerpo - ¿A caso el poder de los demonios no fue
suficiente para ti?
Volgia entonces esboza una sonrisa –Originalmente,
este fue un templo creado por los primeros dragones, para después ser restaurado
por los zelianos… Su propósito original, era el de reconectar al mundo físico
con el mundo espiritual. Es por eso que se le conoce como el pilar del cielo.
Mediante este lugar, es posible acceder al mundo espiritual, por lo que todo
aquél que abra la puerta a los cielos que se encuentra aquí, aunque sea
parcialmente, no sólo obtendrá el favor de los dioses, o el de los grandes demonios,
¡también tendrá acceso a los secretos del mundo etéreo…! Pero abrir dicha
puerta no es algo fácil. Para poder hacerlo, se requiere forzosamente el poder
de la luz...
Dyamat –Entonces, quieres decir que…
Volgia –¡Así es! El poder de las perlas doradas
eventualmente me daría la habilidad para abrir la puerta a los cielos, pero tuve
que cambiar mis planes cuando mataste a Grudan, por lo que para obtener el
poder completo de las perlas, debía permitir que obtuvieras las demás, y
resucitaras... Si ofrezco tu vida como ofrenda a Anrax, ¡él me dará a
cambio el control absoluto de sus ejércitos en este mundo! Hasta ahora, lo que
has visto es sólo una pequeña muestra de lo que muerte oscura puede
ofrecerme.
Dyamat entonces cierra los ojos, demostrando
tranquilidad a pesar de la situación precaria en la que se encuentra. –Parece
que has olvidado con quién hablas realmente, ¿no es verdad? Mi nombre es
Dyamat, y he sido el rey de los dragones mucho antes de que entregaras tu
voluntad a la oscuridad... Alguna vez pelee junto a los dioses para vencer a
los demonios, ¡y lo mismo haré con cualquier ser que busque adueñarse de esta
tierra!
Dicho esto y encendiendo su aura de dragón furiosamente
como una llamarada, Dyamat se dispone a atacar directamente a Volgia, quien se
defiende de la agresión con su martillo. Previendo esto, Dyamat inmoviliza a su
oponente, atrapándolo por las muñecas, impidiéndole así mover su arma contra él.
Volgia lucha por soltarse de su agarre, pero no lo consigue. Entonces Dyamat
usa su tremenda fuerza para arrancarle los brazos, causando que Volgia lance un
grito de agonía, al tiempo que contempla sus miembros ser desgarrados…
-o-
Doma, Kindolf, Dine y Astrid caminan hacia uno
de los bordes de la plataforma mientras discuten sobre cuál será su siguiente
movimiento.
Kindolf –¡De qué estás hablando Doma! ¡Tenemos
que subir a la torre y unirnos a la batalla con Leiyus!
En ese punto, Doma parece perder la paciencia
con su colega caballero. –¡Te lo diré por última vez! ¡Él ya no es el Leiyus
que tú conoces, y el ir allá, sólo entorpecería la pelea para Dyamat! Lo más
sensato que podemos hacer ahora, es volver a tierra y confiar en que nuestro
rey derrotará a Volgia, tal como lo hizo la primera vez.
Dine –Pero, ¿qué tal si Volgia tiene a alguien
más a su servicio que le ayude a pelear contra Dyamat? Ellos podrían intentar separar
su alma de nuevo en perlas, tal como lo hicieron en su último enfrentamiento.
Doma –Lo dudo mucho. Ráfaga y Delta eran los
hombres más fuertes que Volgia tenía a su servicio, y ninguno de los dragones
negros o resucitados restantes serían un verdadero reto para el rey de los
dragones.
Mientras discuten, repentinamente Kindolf
choca de frente con algo invisible, llamando la atención de sus amigos, que
detienen su andar.
Astrid -¿Qué te sucedió?
Kindolf –¡Hay algo aquí enfrente!–les asegura
al resto, llevándose una mano a la hinchada nariz a causa del repentino golpe
que ha recibido.
Dine entonces se acerca con cuidado al sitio
en donde está Kindolf y tantea con cuidado la zona con sus manos para tratar de
descubrir lo que le causó el golpe a su amigo caballero. -…parece algun tipo de
barrera mágica –conjetura ella sin dejar de tantear el objeto invisible.
Doma hace lo mismo y concuerda con ella.
–Parece que Volgia es responsable de esto... Debe rodear todo el pilar del
cielo. No podremos ir muy lejos mientras esta barrera esté aquí. Tendremos que
encontrar la manera de…
-¡Ustedes no irán a ninguna parte! –interrumpe
una voz grave que se escucha súbitamente detrás de ellos. Al mirar a sus
espaldas, el grupo se encuentra de nuevo con el rostro enfurecido de Ráfaga,
quien en esos momentos respira agitadamente, lanzando vapor por sus orificios
nasales y su boca…
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