07 julio, 2024

Dragon Legacy, Vol.1: Capitulo 46

 


Nace un nuevo rey


Ráfaga, uno de los más fuertes dragones bajo el mando de Volgia, ha sido definitivamente derrotado gracias al trabajo en equipo entre los amigos de Leiyus y Sanhgine, pero la lucha todavía está lejos de terminar, pues el autollamado rey de los dragones negros ha abierto la puerta de los cielos, liberado con ello una plaga de muertos vivientes y resucitados que plagan la tierra como un ejército de la muerte. No Conforme con esto, Volgia resultó ser un rival más formidable de lo que Dyamat esperaba tras no solo resistir sus ataques, sino ser capaz de responder a estos con un ataque tan poderoso, que terminó devastando la torre principal del pilar del cielo hasta sus cimientos

 

Leiyus despierta de golpe, momentos después de haber escuchado una voz en su cabeza que clamaba incesantemente su nombre. Al despertar, se encuentra a sí mismo sobre una montaña de escombros, con las ropas raídas y su frente sangrando, algo que lo desconcierta.

 

 -¿Qué…qué pasó aquí? ¿Dónde estoy? –se pregunta nervioso, y sin dejar de mirar en todas direcciones.

 

Al alzar la vista, el héroe se encuentra con un remolino de nubes oscuras sobre su cabeza, en cuyo centro se puede apreciar un resplandor detrás del cual, logra distinguir el cuerpo grotescamente deformado de Volgia. -¿En qué lío me he metido…? –se pregunta Leiyus, sin caber en su asombro.

 

El estruendo que destruyó la torre principal, junto con un potente haz de luz alcanza a Sanhgine y a los demás momentos después de haber derrotado a Ráfaga, sacudiendo violentamente el lugar.

 

Doma -¿¡Qué fue eso?!

 

Kindolf –Allá, en la torre. ¡Miren! –señala al punto.

 

Los cinco entonces observan incrédulos cómo la torre se cae a pedazos a causa de un poderoso rayo de luz que la atraviesa mientras miles de escombros caen por los alrededores.

 

Astrid –Parece que algo está sucediendo allá. Me pregunto si Leiyus estará bien…

 

Dine, que en esos momentos se encuentra al lado de la chica vampiro, alcanza a escuchar sus palabras, y no puede evitar tener pensamientos negativos sobre Leiyus, en los que puedo verlo cayendo en un abismo de oscura infinidad, presentando heridas múltiples visibles en todo su cuerpo, y gritando desesperadamente antes de perderse entre aquellas tinieblas interminables.

 

Dine -…tengo que ayudarlo –murmura-. ¡Tengo que ayudarlo! –repite una segunda vez voz firme.

 

Acto seguido, la dragona despliega sus alas, lista para volar, pero antes de poder despegar, Doma alcanza a sujetarla del brazo. –¿A dónde piensas que vas, Dine? ¡No podrás hacer nada para ayudarlo, y lo sabes! ¡Sólo seríamos un estorbo para él!

 

Dine reflexiona unos momentos en sus palabras, entonces se vuelve hacia su colega dragón con lágrimas en los ojos. –Lo… ¡Lo siento! –masculla al fin, retrayendo el brazo y alejándose volando del grupo.

 

Doma –Maldición, ¡esa niña va a una muerte segura! Ustedes… –dice, volviéndose al resto de los presentes- ¡Regresen al punto por el que llegamos hasta aquí! Yo volveré por Dine.

 

Kindolf –Pero Doma, yo también quiero pelear. ¡No dejaré solo a Leiyus en la última batalla!

 

En ese instante es Sanhgine quien toma a Kindolf por los hombros para detenerlo. –Yo me encargaré que mi hermana y el flacucho regresen a salvo a tierra. Ustedes ocúpense del resto –le dice al dragón blanco.

 

Doma asiente y en seguida se aleja volando detrás de Dine. Al ver esto, Kindolf insiste en seguirlos, pero Sanhgine no se lo permite sosteniéndolo con fuerza del hombro.

 

-¿Qué haces? ¡Déjame! –le ordena el caballero al vampiro sin luchar por liberarse.

 

Sanhgine –Lo mejor será que le hagas caso a tu amigo dragón. Ni tú, ni mi Astrid tienen la fuerza para enfrentarse a un enemigo como Volgia. Además, yo ya he agotado todo mi poder con ese último desmi-xaos. No tiene sentido que me quede con ellos. –asegura éste, momentos antes de desvanecerse y por poco dejarse caer al suelo de no ser porque su hermana alcanza a sostenerlo antes de que esto suceda.

 

Astrid -¡Hermano! –grita, consternada, y sin dejar de sostenerlo, usando su propio cuerpo como apoyo para su hermano.

 

Sanhgine logra recobrar un poco el sentido, lo que le permite apoyarse en los hombros de su hermana menor. –Descuida, Astrid, estoy bien… salgamos de aquí… -agrega el vampiro con voz apenas audible.

 

-o-

 

Leiyus se mueve velozmente entre estallidos causados por los continuos ataques que Volgia le lanza desde las nubes. Finalmente, aprovechando un descuido de su enemigo, el guerrero puede lanzar un rayo de plasma hacia el dragón oscuro con tanta potencia, que logra atravesar sin problemas las explosiones causadas por su adversario hasta alcanzar a Volgia, envolviéndolo en poderosas llamas que rápidamente se condensan en una bola de plasma, de la cual emergen tentáculos en todas direcciones y a gran velocidad, tomando por sorpresa a Leiyus, a quien terminan por apresar.

 

Volgia -¿Acaso no lo ves, Dyamat? Con cada minuto que pasa te debilitas más y más. En cambio, mi energía y vigor no han cambiado en absoluto. ¡Mi energía es infinita!

 

Sin hacer caso, Leiyus se concentra usando su poder para invocar un hechizo. -¡Mare-blau!

 

El hechizo de hielo se extiende desde el cuerpo del héroe hasta los tentáculos que lo aprisionan, congelándolos al instante, lo que permite a Leiyus poder romperlos con su fuerza antes de escapar, momento que aprovecha para dirigirse hacia el cuerpo central de Volgia volando a toda velocidad con la intención de embestirlo con todas sus fuerzas, pero para su sorpresa, el dragón negro consigue bloquear el ataque formando una mano enorme con sus tentáculos, misma que usa para golpear a Leiyus con un potente revés que lo manda a estrellarse contra el suelo.

 

Herido, y con sus fuerzas debilitándose a cada minuto, Leiyus permanece tendido en el cráter genreado por su caída, habiendo perdido toda esperanza de ganar. –No puedo vencerlo –masculla, derrotado-. Si tan solo pudiera conocer su debilidad…

 

Desde lo alto, el guerrero puede ver cómo una centena de tentáculos se dirigen a toda velocidad hacia él, a punto de destrozarlo. Sintiéndose acorralado y ya sin energías, Leiyus se limita a cerrar los ojos tranquilamente, esperando el inevitable desenlace, pero en lugar de que su cuerpo sea atravesado por infinidad de tentáculos, Leiyus alcanza a escuchar un grito de furia que proviene de Volgia. En ese momento, al alzar la vista, el héroe descubre a Doma y a Dine usando sus poderes de dragón para crear una barrera de energía y así protegerlo de la lluvia de afilados tentáculos con los que su rival planeaba empalarlo.

 

Hecho una furia, Volgia decide bajar a ras del suelo para hacer frente al par de dragones que acaban de intervenir en sus planes. –Así que tienen la osadía de revelarse ante su nuevo rey. ¡Es su última oportunidad, dragones! ¡¡Adoren a su dios, o sean aniquilados!!

 

Dine -¡Jamás! ¡Defenderemos a Dyamat a costa de nuestras vidas! –repone a voz en cuello.

 

Sin inmutarse ante las amenazas de su imponente enemigo, ambos dragones combinan sus ataques de aura de dragón y remitat, para después lanzarlos directamente a Volgia, quien recibe el daño directamente, regenerando en cuestión de segundos todas sus heridas hasta sanar por completo para asombro de los dragones blancos.

 

Volgia –¡Estúpidos! ¿Acaso no lo comprenden? ¡Ya nada puede detenerme! –ruge éste, capturando al par de dragones en el acto con sus tentáculos, para después castigarlos azotándolos con una enorme fuerza sobre el suelo.

 

Los gritos de sus amigos no tardan en llegar a oídos de Leiyus, que todavía permanece tendido sobre el suelo, encendiendo una llama en el interior del guerrero ante el urgente deseo por ayudar a sus colegas en peligro, quienes todavía son azotados con extrema violencia por Volgia.

 

–¡Dine, Doma! –grita Leiyus, tratando de ponerse de pie.

 

De pronto, Leiyus repara en la espalda de Volgia, de la cual sobresale una especie de aleta en la parte más alta, cerca de su nuca. Es entonces que el héroe nota que ésta en realidad es parte del martillo que anteriormente el dragón negro asimiló, antes de transformarse en la abominación que es ahora. –¡Eso es! ¡¡Esa es la fuente de su poder!! –conjetura Leiyus en voz alta.

 

Sin perder tiempo, Leiyus hace acopio de fuerzas para finalmente levantarse y sin más, se lanza directamente a la espalda de su enemigo, que en esos momentos se encuentra con la guardia baja y su atención concentrada en los otros dos dragones. Una vez sobre la espalda de Volgia, Leiyus procede a enterrar sus manos en la carne de su adversario, tratando con todas sus fuerzas de separar el martillo demoniaco de la piel. Volgia no tarda en reaccionar mandando al resto de sus tentáculos contra él hasta conseguir inmovilizar al héroe.

 

Lejos de desistir, Leiyus continúa tirando con todas sus fuerzas del martillo, haciendo acopio de todas las fuerzas que le quedan hasta comenzar a desprenderlo poco a poco de la carne. A su vez, Volgia usa sus tentáculos para tirar de él, tratando de hundir a Leiyus sobre su cuerpo en un intento de asimilarlo a él también.

 

 -¿Así que finalmente lo has descubierto, no? –le pregunta Volgia a Leiyus-. En efecto… la fuente de mis poderes oscuros y mi capacidad de regeneración es proporcionada por este martillo demoniaco… ¡Te felicito, Dyamat, pero ya es muy tarde para hacer algo por ti, o por tus amigos! ¡¡Ahora, serás absorbido por mi cuerpo, y el poder de las perlas doradas finalmente estará a mí alcance!! ¡¡Me convertiré en una criatura perfecta!! ¡¡Con los poderes tanto de la luz, como de oscuridad!!

 

A pesar de resistirse y hacer un enorme esfuerzo por no ser absorbido, Leiyus irremediablemente termina por desaparecer dentro de la espalda de Volgia, quien tras haberse desecho de su principal amenaza, vuelve a concentrar sus esfuerzos en Dine y Doma, a quienes arroja con una enorme fuerza contra el suelo, dejando al par inconscientes.

 

Al mismo tiempo, Leiyus pierde la consciencia de nuevo dentro del cuerpo de Volgia, lo que da una sensación de estar flotando en una inmensa oscuridad.

 

“Se acabó… he perdido” –se dice a sí mismo para sus adentros-. “…A pesar de dar lo mejor de mí, les he fallado a mis amigos…”

 

-Leiyus… –lo llama de pronto una voz desconocida.

 

Leiyus -¿Quién eres? –pregunta éste, vacilante a aquella voz que jamás había escuchado antes.

 

-Soy aquél que ha permanecido dormido dentro de ti. Mi nombre es Dyamat… –le responde la voz.

 

Leiyus –¿Qué es lo que quieres de mí…? Mi cuerpo ha alcanzado su límite. No puedo moverme… mucho menos puedo seguir luchando…

 

De pronto, la oscuridad es reemplazada por un túnel de luz, por el cual él camina. Al final del túnel, Leiyus descubre con sorpresa a un enorme dragón dorado que lo observa atentamente.

 

Leiyus… La verdadera fuerza no radica en el poder físico, sino en una voluntad inquebrantable. –continúa Dyamat.

 

Incapaz de sostener la mirada ante la presencia de tan imponente criatura, Leiyus baja la mirada. –No lo entiendes... He luchado con todas mis fuerzas, y con toda mi voluntad hasta ahora, pero el poder de Volgia es ilimitado. ¿Cómo puede un simple mortal como yo, si quiera pensar en enfrentarse a un mal absoluto?

 

El poder que Volgia obtiene de los demonios, es ciertamente superior, pero no es ilimitado. Lo que alimenta su fuerza es su odio infinito hacia la vida. Mientras él usa el poder de la oscuridad para su beneficio, tú no podrás ganarle mientras hagas de esta lucha una batalla propia.

 

Leiyus -¿Una batalla propia, dices? –repite.

 

-Debes de confiar en la fuerza de la luz, y también en el poder de quienes te acompañan… Al luchar individualmente, confiándome únicamente en mi fuerza, y no en aquellos que me apoyaron en batalla, les di la oportunidad a mis enemigos de tomar ventaja de ello para derrotarme tiempo atrás. Si entiendes estas palabras, tu fuerza será ilimitada. Recuérdalo, joven guerrero…

 

En ese momento, Leiyus abre los ojos. -¡Tengo que intentarlo una última vez! –se dice así mismo con renovados bríos-. ¡¡Dyamat, Dine, Doma concédanme su fuerza!!

 

Para entonces, Volgia se prepara para acabar con Doma y con Dine, que yacen inconscientes ante sus pies cuando de repente, una intensa luz emerge del interior de su cuerpo, desconcertando al dragón oscuro. -¿Qué? ¿Qué está pasando? –se pregunta éste sin dejar de gritar.

 

De inmediato, los cuerpos inconscientes tanto de Doma, como de Dine empiezan a emitir un brillo interno, el cual se extiende rápidamente sobre ellos hasta convertirlos en dos pares de columnas de luz, las cuales se extienden a través de los cielos, y de un momento a otro, sendos rayos de luz cambian de dirección bruscamente para volver a bajar hasta impactar a Volgia.

 

A su vez, dentro de éste, Leiyus asimila las auras de ambos dragones blancos, lo que lo transforma en una especie de llama viviente mientras su cuerpo adquiere la forma de un dragón guerrero. -¡Este es mi ataque final! exclama Leiyus, todavía desde el interior de Volgia.

 

Volgia se ve envuelto repentinamente en una luz que emerge violentamente desde su interior, para poco después, permitir a Leiyus emerger de nuevo desde la espalda del dragón negro, sosteniendo entre sus manos el martillo demoníaco, mismo que termina por separar de la columna vertebral de su oponente con un tirón

 

Esto causa que Volgia desaparezca, dejando escapar un grito de agonía conforme partes de su cuerpo maldito ascienden en dirección a la abertura en forma de vórtice que conecta con el mundo astral, cerrándola tras de sí.

 

La materia extraña y marrón, que hasta entonces había estado cayendo sobre la tierra se evapora sin dejar rastro, y las legiones de muertos resucitados, así como los dragones resucitados se convierten instantáneamente en polvo.

 

Kindolf, Sanhgine y Astrid logran presenciar aquél espectáculo dentro de la burbuja elevador, que en esos momentos los transporta de regreso a la tierra…

 

Por su parte, Dine y Doma recuperan el conocimiento justo a tiempo para ver a Leiyus hincado junto al cuerpo mutilado de Volgia, quien para entonces ha recobrado su forma humanoide, y del que sólo queda su torso, la cabeza, y uno de sus brazos. Para el horror de ellos, Volgia aún se encuentra con vida y respirando.

 

Leiyus permanece al lado de su enemigo en silencio, mirándose el uno al otro sin pronunciar palabra alguna por un largo rato.

 

Leiyus –Esto pudo terminar de otra forma para ti, pero al final, elegiste este camino, hermano –finalmente pronuncia él con voz triste.

 

Volgia comienza a reír con dificultad tras escucharlo. -–No me arrepiento de nada… al final, no podré cumplir mi objetivo principal, pero no creas que has ganado por completo, hermano…

 

De pronto, de lo que queda del cuerpo de Volgia emergen tentáculos que se abalanzan directamente hacia Dine y Doma, a quienes toma desprevenidos este acto.

 

Sin perder tiempo, Leiyus se mueve a gran velocidad, consiguiendo interceptar a los tentáculos, los cuales atraviesan su cuerpo como afiladas dagas, provocándole una muesca de dolor.

 

Para esos momentos, el cuerpo de Volgia ya se ha convertido en una masa uniforme formada por miles de hebras que forman un amasijo de carne, el cual intenta nuevamente arrastrar a Leiyus a su interior. -¡Salgan de aquí! –les advierte Leiyus a sus amigos dragones antes de ser consumido por los restos de Volgia.

 

En ese momento, Dine y Doma alcanzan a escuchar la voz de Volgia. –Si no puedo regir el mundo, ¡al menos te llevaré conmigo, hermanito!

 

Ante esta situación, Dine corre hacia la masa de tejido orgánico esperando salvar a Leiyus, pero para su sorpresa, él y Doma son encerrados inesperadamente dentro de esferas de energía creadas por la energía de luz de Leiyus, las cuales los alejan del lugar a gran velocidad.

 

–¡Leiyus, Leiyus! –grita la dragona con desesperación y lágrimas en los ojos mientras la burbuja se la lleva lejos de las ruinas de la torre.

 

Pasados unos segundos, los dos dragones blancos son testigos de una gran explosión que ocurre en la base de la torre, lo que termina por destruir lo que quedaba del pilar del cielo, así como sus alrededores.

 

La violencia del estallido resultante es tan grande, que la onda de choque no tarda en alcanzar las esferas de luz mágicas, sacudiéndolas con fuerza. Desde la tierra se observan los restos del pilar del cielo descender envueltos en llamas en dirección a la tierra, dándoles la apariencia de estrellas fugaces que cubren el cielo.

 

Cayendo a gran velocidad a través de bancos de nubes junto con los restos del pilar del cielo, el cuerpo maltrecho de Leiyus se precipita también a tierra, causando que la fricción con el aire a su alrededor genere tanto calor, que éste comienza a emitir un brillo rojizo.

 

Frente a él, de pronto aparece la forma espiritual de Dyamat: “Te felicito, mortal… Has logrado lo que yo no pude concluir en vida y dar fin a la maldad de los dragones negros… No sólo eso, fuiste capaz de arriesgar tu vida por aquellos que te importaban. Es por eso, que mereces una segunda oportunidad para vivir… A partir de ahora, mi legado vivirá en ti... Serás tú, quien guíe a este mundo a una nueva era de paz y prosperidad, ya que a partir de ahora, serás reconocido como el nuevo rey de los dragones. Que nuestra estirpe renazca bajo el sol de un nuevo día, y bajo el nombre de un nuevo rey… Y ese nombre, será Leiyus…”

 

Una vez dicho esto, el espíritu de Dyamat se desvanece junto a Leiyus mientras éste continúa cayendo a gran velocidad.

 

Ya en tierra, Dine y Doma no tardan en reunirse con el resto de sus amigos sobre una llanura abierta, a la vez que observan el espectáculo de estrellas fugaces que forman los restos del pilar del cielo caer al atardecer.

 

Sin que ellos sepan nada de lo ocurrido con Volgia y con su amigo, Kindolf les pregunta a los dragones:

-¿Dónde está Leiyus?

 

Dine no tarda en apartar la vista de él, con los ojos arrastrados, siendo incapaz de responderle.

 

Doma intenta responderle, pero en ese momento, se observa una estrella fugaz particularmente brillante emerger de entre las nubes. Los cinco siguen con la vista aquél objeto celestial hasta que éste finalmente cae en tierra, no muy lejos de donde ellos se encuentran…

 

Leiyus despierta poco después sobre en una colina, viéndose rodeado de sus amigos. Al instante se reincorpora, siendo capaz de sentir la humedad del pasto entre sus dedos.

 

 

-Pero, ¿qué estoy haciendo aquí? –pregunta él, con una mirada de desconcierto a sus amigos.

 

Sin poder contenerse al verlo a salvo y con vida, Kindolf corre a abrazarlo con fuerza, seguido de Dine y de Astrid. -¡Estás vivo! –exclama el caballero sin poder contener el llanto.

 

Dine –¡Leiyus, creí que te habíamos perdido para siempre! ¡No sabes cuánto me alegra verte! –secunda ella.

 

Sanhgine y Doma mantienen su distancia, aunque éste último esboza una sonrisa apenas ver a Leiyus con bien.

 

Leiyus –¿Qué pasó conmigo? –les pregunta-. Creí que al recuperar las perlas doradas, mi consciencia dejaría de existir.

 

Doma entonces da un paso adelante para explicarle: -Tal parece que nuestro rey, Dyamat, decidió cederte su lugar como rey para que pudieras continuar existiendo –asegura, a la vez que señala en dirección a la llanura.

 

Para entonces, cerca de donde ellos se encuentran, cientos de dragones de todos tamaños, formas y colores, se reúnen en los alrededores, agachando sus cabezas ante la presencia de Leiyus y sus amigos en señal de respeto.

 

Leiyus -¿Dragones? ¿Qué están haciendo?

 

Doma –¿No lo entiendes, Leiyus? Ahora tú eres el nuevo rey de los dragones. Ellos te han reconocido como su legítimo gobernante.

 

Leiyus observa con asombro a los cientos de dragones haciendo reverencia ante sus pies, mientras la lluvia de estrellas continúa, a la vez que el sol se oculta en el horizonte…


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