Nace un nuevo rey
Ráfaga, uno de los más fuertes dragones bajo el
mando de Volgia, ha sido definitivamente derrotado gracias al trabajo en equipo
entre los amigos de Leiyus y Sanhgine, pero la lucha todavía está lejos de
terminar, pues el autollamado rey de los dragones negros ha abierto la puerta
de los cielos, liberado con ello una plaga de muertos vivientes y resucitados
que plagan la tierra como un ejército de la muerte. No Conforme con esto,
Volgia resultó ser un rival más formidable de lo que Dyamat esperaba tras no
solo resistir sus ataques, sino ser capaz de responder a estos con un ataque
tan poderoso, que terminó devastando la torre principal del pilar del cielo
hasta sus cimientos
Leiyus despierta de golpe, momentos después de
haber escuchado una voz en su cabeza que clamaba incesantemente su nombre. Al
despertar, se encuentra a sí mismo sobre una montaña de escombros, con las
ropas raídas y su frente sangrando, algo que lo desconcierta.
-¿Qué…qué pasó aquí? ¿Dónde estoy? –se
pregunta nervioso, y sin dejar de mirar en todas direcciones.
Al alzar la vista, el héroe se encuentra con
un remolino de nubes oscuras sobre su cabeza, en cuyo centro se puede apreciar
un resplandor detrás del cual, logra distinguir el cuerpo grotescamente
deformado de Volgia. -¿En qué lío me he metido…? –se pregunta Leiyus, sin caber
en su asombro.
El estruendo que destruyó la torre principal,
junto con un potente haz de luz alcanza a Sanhgine y a los demás momentos
después de haber derrotado a Ráfaga, sacudiendo violentamente el lugar.
Doma -¿¡Qué fue eso?!
Kindolf –Allá, en la torre. ¡Miren! –señala al
punto.
Los cinco entonces observan incrédulos cómo la
torre se cae a pedazos a causa de un poderoso rayo de luz que la atraviesa
mientras miles de escombros caen por los alrededores.
Astrid –Parece que algo está sucediendo allá.
Me pregunto si Leiyus estará bien…
Dine, que en esos momentos se encuentra al
lado de la chica vampiro, alcanza a escuchar sus palabras, y no puede evitar
tener pensamientos negativos sobre Leiyus, en los que puedo verlo cayendo en un
abismo de oscura infinidad, presentando heridas múltiples visibles en todo su
cuerpo, y gritando desesperadamente antes de perderse entre aquellas tinieblas
interminables.
Dine -…tengo que ayudarlo –murmura-. ¡Tengo
que ayudarlo! –repite una segunda vez voz firme.
Acto seguido, la dragona despliega sus alas,
lista para volar, pero antes de poder despegar, Doma alcanza a sujetarla del
brazo. –¿A dónde piensas que vas, Dine? ¡No podrás hacer nada para ayudarlo, y
lo sabes! ¡Sólo seríamos un estorbo para él!
Dine reflexiona unos momentos en sus palabras,
entonces se vuelve hacia su colega dragón con lágrimas en los ojos. –Lo… ¡Lo
siento! –masculla al fin, retrayendo el brazo y alejándose volando del grupo.
Doma –Maldición, ¡esa niña va a una muerte
segura! Ustedes… –dice, volviéndose al resto de los presentes- ¡Regresen al
punto por el que llegamos hasta aquí! Yo volveré por Dine.
Kindolf –Pero Doma, yo también quiero pelear.
¡No dejaré solo a Leiyus en la última batalla!
En ese instante es Sanhgine quien toma a
Kindolf por los hombros para detenerlo. –Yo me encargaré que mi hermana y el
flacucho regresen a salvo a tierra. Ustedes ocúpense del resto –le dice al
dragón blanco.
Doma asiente y en seguida se aleja volando detrás
de Dine. Al ver esto, Kindolf insiste en seguirlos, pero Sanhgine no se lo
permite sosteniéndolo con fuerza del hombro.
-¿Qué haces? ¡Déjame! –le ordena el caballero
al vampiro sin luchar por liberarse.
Sanhgine –Lo mejor será que le hagas caso a tu
amigo dragón. Ni tú, ni mi Astrid tienen la fuerza para enfrentarse a un
enemigo como Volgia. Además, yo ya he agotado todo mi poder con ese último desmi-xaos. No tiene sentido que me
quede con ellos. –asegura éste, momentos antes de desvanecerse y por poco dejarse
caer al suelo de no ser porque su hermana alcanza a sostenerlo antes de que esto
suceda.
Astrid -¡Hermano! –grita, consternada, y sin
dejar de sostenerlo, usando su propio cuerpo como apoyo para su hermano.
Sanhgine logra recobrar un poco el sentido, lo
que le permite apoyarse en los hombros de su hermana menor. –Descuida, Astrid, estoy
bien… salgamos de aquí… -agrega el vampiro con voz apenas audible.
-o-
Leiyus se mueve velozmente entre estallidos
causados por los continuos ataques que Volgia le lanza desde las nubes. Finalmente,
aprovechando un descuido de su enemigo, el guerrero puede lanzar un rayo de
plasma hacia el dragón oscuro con tanta potencia, que logra atravesar sin
problemas las explosiones causadas por su adversario hasta alcanzar a Volgia,
envolviéndolo en poderosas llamas que rápidamente se condensan en una bola de
plasma, de la cual emergen tentáculos en todas direcciones y a gran velocidad,
tomando por sorpresa a Leiyus, a quien terminan por apresar.
Volgia -¿Acaso no lo ves, Dyamat? Con cada
minuto que pasa te debilitas más y más. En cambio, mi energía y vigor no han
cambiado en absoluto. ¡Mi energía es infinita!
Sin hacer caso, Leiyus se concentra usando su
poder para invocar un hechizo. -¡Mare-blau!
El hechizo de hielo se extiende desde el
cuerpo del héroe hasta los tentáculos que lo aprisionan, congelándolos al
instante, lo que permite a Leiyus poder romperlos con su fuerza antes de
escapar, momento que aprovecha para dirigirse hacia el cuerpo central de Volgia
volando a toda velocidad con la intención de embestirlo con todas sus fuerzas,
pero para su sorpresa, el dragón negro consigue bloquear el ataque formando una
mano enorme con sus tentáculos, misma que usa para golpear a Leiyus con un
potente revés que lo manda a estrellarse contra el suelo.
Herido, y con sus fuerzas debilitándose a cada
minuto, Leiyus permanece tendido en el cráter genreado por su caída, habiendo perdido
toda esperanza de ganar. –No puedo vencerlo –masculla, derrotado-. Si tan solo
pudiera conocer su debilidad…
Desde lo alto, el guerrero puede ver cómo una
centena de tentáculos se dirigen a toda velocidad hacia él, a punto de
destrozarlo. Sintiéndose acorralado y ya sin energías, Leiyus se limita a
cerrar los ojos tranquilamente, esperando el inevitable desenlace, pero en
lugar de que su cuerpo sea atravesado por infinidad de tentáculos, Leiyus
alcanza a escuchar un grito de furia que proviene de Volgia. En ese momento, al
alzar la vista, el héroe descubre a Doma y a Dine usando sus poderes de dragón
para crear una barrera de energía y así protegerlo de la lluvia de afilados
tentáculos con los que su rival planeaba empalarlo.
Hecho una furia, Volgia decide bajar a ras del
suelo para hacer frente al par de dragones que acaban de intervenir en sus
planes. –Así que tienen la osadía de revelarse ante su nuevo rey. ¡Es su última
oportunidad, dragones! ¡¡Adoren a su dios, o sean aniquilados!!
Dine -¡Jamás! ¡Defenderemos a Dyamat a costa
de nuestras vidas! –repone a voz en cuello.
Sin inmutarse ante las amenazas de su
imponente enemigo, ambos dragones combinan sus ataques de aura de dragón y remitat,
para después lanzarlos directamente a Volgia, quien recibe el daño
directamente, regenerando en cuestión de segundos todas sus heridas hasta sanar
por completo para asombro de los dragones blancos.
Volgia –¡Estúpidos! ¿Acaso no lo comprenden?
¡Ya nada puede detenerme! –ruge éste, capturando al par de dragones en el acto con
sus tentáculos, para después castigarlos azotándolos con una enorme fuerza
sobre el suelo.
Los gritos de sus amigos no tardan en llegar a
oídos de Leiyus, que todavía permanece tendido sobre el suelo, encendiendo una
llama en el interior del guerrero ante el urgente deseo por ayudar a sus
colegas en peligro, quienes todavía son azotados con extrema violencia por
Volgia.
–¡Dine, Doma! –grita Leiyus, tratando de ponerse
de pie.
De pronto, Leiyus repara en la espalda de
Volgia, de la cual sobresale una especie de aleta en la parte más alta, cerca
de su nuca. Es entonces que el héroe nota que ésta en realidad es parte del
martillo que anteriormente el dragón negro asimiló, antes de transformarse en
la abominación que es ahora. –¡Eso es! ¡¡Esa es la fuente de su poder!!
–conjetura Leiyus en voz alta.
Sin perder tiempo, Leiyus hace acopio de
fuerzas para finalmente levantarse y sin más, se lanza directamente a la
espalda de su enemigo, que en esos momentos se encuentra con la guardia baja y
su atención concentrada en los otros dos dragones. Una vez sobre la espalda de
Volgia, Leiyus procede a enterrar sus manos en la carne de su adversario, tratando
con todas sus fuerzas de separar el martillo demoniaco de la piel. Volgia no
tarda en reaccionar mandando al resto de sus tentáculos contra él hasta
conseguir inmovilizar al héroe.
Lejos de desistir, Leiyus continúa tirando con
todas sus fuerzas del martillo, haciendo acopio de todas las fuerzas que le
quedan hasta comenzar a desprenderlo poco a poco de la carne. A su vez, Volgia
usa sus tentáculos para tirar de él, tratando de hundir a Leiyus sobre su
cuerpo en un intento de asimilarlo a él también.
-¿Así
que finalmente lo has descubierto, no? –le pregunta Volgia a Leiyus-. En
efecto… la fuente de mis poderes oscuros y mi capacidad de regeneración es
proporcionada por este martillo demoniaco… ¡Te felicito, Dyamat, pero ya es muy
tarde para hacer algo por ti, o por tus amigos! ¡¡Ahora, serás absorbido por mi
cuerpo, y el poder de las perlas doradas finalmente estará a mí alcance!! ¡¡Me
convertiré en una criatura perfecta!! ¡¡Con los poderes tanto de la luz, como
de oscuridad!!
A pesar de resistirse y hacer un enorme
esfuerzo por no ser absorbido, Leiyus irremediablemente termina por desaparecer
dentro de la espalda de Volgia, quien tras haberse desecho de su principal
amenaza, vuelve a concentrar sus esfuerzos en Dine y Doma, a quienes arroja con
una enorme fuerza contra el suelo, dejando al par inconscientes.
Al mismo tiempo, Leiyus pierde la consciencia
de nuevo dentro del cuerpo de Volgia, lo que da una sensación de estar flotando
en una inmensa oscuridad.
“Se
acabó… he perdido” –se dice a
sí mismo para sus adentros-. “…A pesar de
dar lo mejor de mí, les he fallado a mis amigos…”
-Leiyus…
–lo llama de pronto una voz desconocida.
Leiyus -¿Quién eres? –pregunta éste, vacilante
a aquella voz que jamás había escuchado antes.
-Soy
aquél que ha permanecido dormido dentro de ti. Mi nombre es Dyamat… –le responde
la voz.
Leiyus –¿Qué es lo que quieres de mí…? Mi
cuerpo ha alcanzado su límite. No puedo moverme… mucho menos puedo seguir
luchando…
De pronto, la oscuridad es reemplazada por un
túnel de luz, por el cual él camina. Al final del túnel, Leiyus descubre con
sorpresa a un enorme dragón dorado que lo observa atentamente.
–Leiyus…
La verdadera fuerza no radica en el poder físico, sino en una voluntad
inquebrantable. –continúa Dyamat.
Incapaz de sostener la mirada ante la
presencia de tan imponente criatura, Leiyus baja la mirada. –No lo entiendes...
He luchado con todas mis fuerzas, y con toda mi voluntad hasta ahora, pero el
poder de Volgia es ilimitado. ¿Cómo puede un simple mortal como yo, si quiera
pensar en enfrentarse a un mal absoluto?
–El
poder que Volgia obtiene de los demonios, es ciertamente superior, pero no es
ilimitado. Lo que alimenta su fuerza es su odio infinito hacia la vida. Mientras
él usa el poder de la oscuridad para su beneficio, tú no podrás ganarle
mientras hagas de esta lucha una batalla propia.
Leiyus -¿Una batalla propia, dices? –repite.
-Debes
de confiar en la fuerza de la luz, y también en el poder de quienes te
acompañan… Al luchar individualmente, confiándome únicamente en mi fuerza, y no
en aquellos que me apoyaron en batalla, les di la oportunidad a mis enemigos de
tomar ventaja de ello para derrotarme tiempo atrás. Si entiendes estas
palabras, tu fuerza será ilimitada. Recuérdalo, joven guerrero…
En ese momento, Leiyus abre los ojos. -¡Tengo
que intentarlo una última vez! –se dice así mismo con renovados bríos-. ¡¡Dyamat,
Dine, Doma concédanme su fuerza!!
Para entonces, Volgia se prepara para acabar
con Doma y con Dine, que yacen inconscientes ante sus pies cuando de repente,
una intensa luz emerge del interior de su cuerpo, desconcertando al dragón
oscuro. -¿Qué? ¿Qué está pasando? –se pregunta éste sin dejar de gritar.
De inmediato, los cuerpos inconscientes tanto
de Doma, como de Dine empiezan a emitir un brillo interno, el cual se extiende
rápidamente sobre ellos hasta convertirlos en dos pares de columnas de luz, las
cuales se extienden a través de los cielos, y de un momento a otro, sendos
rayos de luz cambian de dirección bruscamente para volver a bajar hasta
impactar a Volgia.
A su vez, dentro de éste, Leiyus asimila las
auras de ambos dragones blancos, lo que lo transforma en una especie de llama
viviente mientras su cuerpo adquiere la forma de un dragón guerrero. -¡Este es
mi ataque final! –exclama Leiyus,
todavía desde el interior de Volgia.
Volgia se ve envuelto repentinamente en una
luz que emerge violentamente desde su interior, para poco después, permitir a Leiyus
emerger de nuevo desde la espalda del dragón negro, sosteniendo entre sus manos
el martillo demoníaco, mismo que termina por separar de la columna vertebral de
su oponente con un tirón
Esto causa que Volgia desaparezca, dejando
escapar un grito de agonía conforme partes de su cuerpo maldito ascienden en
dirección a la abertura en forma de vórtice que conecta con el mundo astral,
cerrándola tras de sí.
La materia extraña y marrón, que hasta
entonces había estado cayendo sobre la tierra se evapora sin dejar rastro, y
las legiones de muertos resucitados, así como los dragones resucitados se
convierten instantáneamente en polvo.
Kindolf, Sanhgine y Astrid logran presenciar
aquél espectáculo dentro de la burbuja elevador, que en esos momentos los transporta
de regreso a la tierra…
Por su parte, Dine y Doma recuperan el
conocimiento justo a tiempo para ver a Leiyus hincado junto al cuerpo mutilado
de Volgia, quien para entonces ha recobrado su forma humanoide, y del que sólo
queda su torso, la cabeza, y uno de sus brazos. Para el horror de ellos, Volgia
aún se encuentra con vida y respirando.
Leiyus permanece al lado de su enemigo en
silencio, mirándose el uno al otro sin pronunciar palabra alguna por un largo
rato.
Leiyus –Esto pudo terminar de otra forma para
ti, pero al final, elegiste este camino, hermano –finalmente pronuncia él con
voz triste.
Volgia comienza a reír con dificultad tras
escucharlo. -–No me arrepiento de nada… al final, no podré cumplir mi objetivo
principal, pero no creas que has ganado por completo, hermano…
De pronto, de lo que queda del cuerpo de
Volgia emergen tentáculos que se abalanzan directamente hacia Dine y Doma, a
quienes toma desprevenidos este acto.
Sin perder tiempo, Leiyus se mueve a gran
velocidad, consiguiendo interceptar a los tentáculos, los cuales atraviesan su
cuerpo como afiladas dagas, provocándole una muesca de dolor.
Para esos momentos, el cuerpo de Volgia ya se
ha convertido en una masa uniforme formada por miles de hebras que forman un
amasijo de carne, el cual intenta nuevamente arrastrar a Leiyus a su interior.
-¡Salgan de aquí! –les advierte Leiyus a sus amigos dragones antes de ser
consumido por los restos de Volgia.
En ese momento, Dine y Doma alcanzan a
escuchar la voz de Volgia. –Si no puedo regir el mundo, ¡al menos te llevaré
conmigo, hermanito!
Ante esta situación, Dine corre hacia la masa
de tejido orgánico esperando salvar a Leiyus, pero para su sorpresa, él y Doma
son encerrados inesperadamente dentro de esferas de energía creadas por la energía
de luz de Leiyus, las cuales los alejan del lugar a gran velocidad.
–¡Leiyus, Leiyus! –grita la dragona con
desesperación y lágrimas en los ojos mientras la burbuja se la lleva lejos de
las ruinas de la torre.
Pasados unos segundos, los dos dragones
blancos son testigos de una gran explosión que ocurre en la base de la torre,
lo que termina por destruir lo que quedaba del pilar del cielo, así como sus
alrededores.
La violencia del estallido resultante es tan
grande, que la onda de choque no tarda en alcanzar las esferas de luz mágicas,
sacudiéndolas con fuerza. Desde la tierra se observan los restos del pilar del
cielo descender envueltos en llamas en dirección a la tierra, dándoles la
apariencia de estrellas fugaces que cubren el cielo.
Cayendo a gran velocidad a través de bancos de
nubes junto con los restos del pilar del cielo, el cuerpo maltrecho de Leiyus
se precipita también a tierra, causando que la fricción con el aire a su
alrededor genere tanto calor, que éste comienza a emitir un brillo rojizo.
Frente a él, de pronto aparece la forma
espiritual de Dyamat: “Te felicito, mortal…
Has logrado lo que yo no pude concluir en vida y dar fin a la maldad de los
dragones negros… No sólo eso, fuiste capaz de arriesgar tu vida por aquellos
que te importaban. Es por eso, que mereces una segunda oportunidad para vivir…
A partir de ahora, mi legado vivirá en ti... Serás tú, quien guíe a este mundo
a una nueva era de paz y prosperidad, ya que a partir de ahora, serás reconocido
como el nuevo rey de los dragones. Que nuestra estirpe renazca bajo el sol de un
nuevo día, y bajo el nombre de un nuevo rey… Y ese nombre, será Leiyus…”
Una vez dicho esto, el espíritu de Dyamat se
desvanece junto a Leiyus mientras éste continúa cayendo a gran velocidad.
Ya en tierra, Dine y Doma no tardan en
reunirse con el resto de sus amigos sobre una llanura abierta, a la vez que
observan el espectáculo de estrellas fugaces que forman los restos del pilar
del cielo caer al atardecer.
Sin que ellos sepan nada de lo ocurrido con
Volgia y con su amigo, Kindolf les pregunta a los dragones:
-¿Dónde está Leiyus?
Dine no tarda en apartar la vista de él, con
los ojos arrastrados, siendo incapaz de responderle.
Doma intenta responderle, pero en ese momento,
se observa una estrella fugaz particularmente brillante emerger de entre las
nubes. Los cinco siguen con la vista aquél objeto celestial hasta que éste
finalmente cae en tierra, no muy lejos de donde ellos se encuentran…
Leiyus despierta poco después sobre en una
colina, viéndose rodeado de sus amigos. Al instante se reincorpora, siendo
capaz de sentir la humedad del pasto entre sus dedos.
-Pero, ¿qué estoy haciendo aquí? –pregunta él,
con una mirada de desconcierto a sus amigos.
Sin poder contenerse al verlo a salvo y con
vida, Kindolf corre a abrazarlo con fuerza, seguido de Dine y de Astrid. -¡Estás
vivo! –exclama el caballero sin poder contener el llanto.
Dine –¡Leiyus, creí que te habíamos perdido
para siempre! ¡No sabes cuánto me alegra verte! –secunda ella.
Sanhgine y Doma mantienen su distancia, aunque
éste último esboza una sonrisa apenas ver a Leiyus con bien.
Leiyus –¿Qué pasó conmigo? –les pregunta-.
Creí que al recuperar las perlas doradas, mi consciencia dejaría de existir.
Doma entonces da un paso adelante para explicarle:
-Tal parece que nuestro rey, Dyamat, decidió cederte su lugar como rey para que
pudieras continuar existiendo –asegura, a la vez que señala en dirección a la
llanura.
Para entonces, cerca de donde ellos se
encuentran, cientos de dragones de todos tamaños, formas y colores, se reúnen
en los alrededores, agachando sus cabezas ante la presencia de Leiyus y sus
amigos en señal de respeto.
Leiyus -¿Dragones? ¿Qué están haciendo?
Doma –¿No lo entiendes, Leiyus? Ahora tú eres
el nuevo rey de los dragones. Ellos te han reconocido como su legítimo
gobernante.
Leiyus observa con asombro a los cientos de
dragones haciendo reverencia ante sus pies, mientras la lluvia de estrellas
continúa, a la vez que el sol se oculta en el horizonte…
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