01 octubre, 2023

Dragon Legacy, Vol.1: Capitulo 18

 


El secuestro de Leiyus


Gracias a un esfuerzo en conjunto, Leiyus y compañía pudieron obtener la segunda perla dorada de las manos de Hella después de derrotarla, pero algo inesperado sucedió al final de la batalla cuando Leiyus perdió el control de sí mismo una vez absorbió la energía de la perla y, por si fuera poco, poco después fue secuestrado por un dragón negro siendo frente a la mirada atónita de sus amigos.

 

Leiyus despierta de su letargo en un lugar desconocido para él. Al intentar moverse, se percata que se encuentra maniatado con grilletes que lo sujetan a cadenas ancladas a las paredes. -¿Dónde estoy? –se pregunta mirando a su alrededor en un intento por orientarse.

 

Sujeto por las cadenas, el escudero no puede hacer otra cosa que permanecer forzadamente de pie sobre una piedra rodeada de lo que parece agua oscura en ebullición a su alrededor. Al alzar la vista, Leiyus puede distinguir que en esos momentos se encuentra en el interior de lo que parece la base de una especie de torre, cuyas escaleras descienden en espiral hacia el fondo de donde él se encuentra.

 

-Veo que finalmente has despertado, Dyamat. –dice una voz al frente suyo que no reconoce.

 

Los ojos de Leiyus entonces se posan en un hombre de baja estatura, de complexión robusta y de cabellera y espesa barba negra. Las pupilas de sus ojos están ligeramente alargadas de forma vertical, lo que le da una apariencia reptiliana.

 

Leiyus -¿Quién eres tú? –le pregunta al desconocido al punto.

 

-Veo que no me recuerdas. Ahora te haces llamar Leiyus, ¿no es verdad? Me llamo Bélidas. Soy uno de los comandantes del ejército de los dragones negros al servicio del rey Volgia.

 

Tras escucharle, el corazón de Leiyus se agita –¡Acaso tú…!

 

Bélidas –Así es, soy uno de los poseedores de una de las perlas doradas que tú y tus amigos han estado buscando recientemente.

 

Leiyus –Si lo que quieres es mi poder, ¿por qué no me has matado todavía? –pregunta con voz débil, luego de toser.

 

Bélidas –Pues verás, yo no soy como la estúpida de Hella, que sólo buscaba deseo de poder. Lo que yo quiero realmente de ti, es venganza.

 

Leiyus -¿¡Venganza?!

 

Bélidas –Así es. Hice bien en vigilar cautelosamente a esa vieja bruja e intervenir después de que acabaste con ella. Ahora, permanecerás confinado en este lugar hasta que nuestro señor Volgia venga a admirar mi proeza con sus propios ojos, luego, me aseguraré de destruirte.

 

Tras escucharle y pese a la precaria situación en la que se encuentra, Leiyus no puede evitar esbozar una sonrisa confiada. -¿Acaso crees que unas cadenas podrán mantenerme cautivo cuando puedo hacer pedazos todo este lugar con mi rugido de dragón?

 

Bélidas lo mira unos instantes antes de negar levemente con la cabeza. –Veo que al renacer has perdido toda tu gloria… ahora te has vuelto como un niño ingenuo.

 

Leiyus -¡¡Qué dices!!

 

Bélidas -Las cadenas que te aprisionan están hechas con un material que absorberá tu energía a la menor señal de resistencia. Entre más luches por liberarte, esas cadenas drenarán más y más energía de ti hasta que mueras. Y aun si lograras liberarte de ellas, serías incapaz de salir de esta prisión especial.

 

Leiyus -¿Prisión? ¿Así es como llamas a esta vieja torre?

Bélidas –Veo que aún no lo comprendes. Ese líquido que te rodea se le conoce como sangre oscura. Sólo seres de la oscuridad pueden cruzarla. Cualquier otra criatura viviente que intente caminar sobre ella sería absorbido y devorado por ella instantáneamente.

 

Leiyus –Mis amigos ya deben estar en camino –le advierte-. Pronto ellos estarán a…

 

Repentinamente, Bélidas lo sorprende propinándole un puñetazo en el estómago que le saca todo el aire antes de que pueda terminarla frase. –Si yo fuera tú, esas serían unas malas noticias para ellos. –lo interrumpe una vez ha hecho callar a su prisionero por la fuerza-. Después de todo, para que ellos lograran llegar hasta aquí, tendrían que enfrentar solos a mi ejército de dragones negros.

 

Leiyus no puede evitar toser con fuerza hasta escupir sangre. Para entonces, Bélidas le da la espalda con la intención de marcharse.

 

–Encontraré… una forma… de salir de aquí… te lo aseguro –lo amenaza Leiyus antes de que éste se retire por completo.

 

Bélidas se vuelve hacia él una vez más antes de retirarse para mostrarle una sonrisa perversa. –Te deseo suerte…

 

Apenas se retira, Leiyus jala de su manga la cadena del el reloj que Sanhgine le dio, entonces hace girar el rotor entre sus dos dedos hasta hacer coincidir las manecillas en el número doce. Una vez hecho esto, lo guarda debajo de su manga y espera…

 

Mientras tanto, la noche para sus amigos ha sido interminable. Desde que el dragón se llevó a Leiyus, Dine, Astrid y Kindolf han estado caminando sin parar, siguiendo el rastro de la bestia.

 

Mientras caminan, Astrid nota la preocupación de Dine en sus ojos y se acerca a consolarla. –Todo estará bien –le asegura con una sonrisa.

 

Dine asiente respondiendo a su gesto forzando una sonrisa.  –Sí, tienes razón…

 

Kindolf –Un momento, Dine. ¿Cómo es que piensas encontrar a Leiyus? ¿A caso sabes a dónde se lo llevaron?

 

Ella le responde negando con la cabeza. –Por desgracia, no, pero puedo decirte que los dragones suelen volar en línea recta. Si a eso le sumamos el hecho de que puedo detectar la presencia de las perlas doradas restantes, creo que daremos con él tarde o temprano.

 

Kindolf se sorprende al escucharla.  ¡Quieres decir que el que se llevó a Leiyus es otro de esos locos que tienen una de las perlas!

 

Dine –Bueno, no puedo asegurarlo con certeza, pero siento la presencia de una perla en la misma dirección a la que nos dirigimos. Desafortunadamente creo que nos llevará alrededor de cuatro días llegar a pie hasta ese lugar.

 

Kindolf –Cielos… si tan solo tuviésemos una forma de volar como ese dragón –se lamenta.

 

Entonces a Dine parece ocurrírsele una idea. –Oye Astrid, tú como vampiro tienes alas y puedes volar con ellas, ¿no es verdad?

 

Astrid lo piensa unos momentos. –Bueno si, ¿por qué lo preguntas?

 

Kindolf -¿Qué estás sugiriendo Dine? ¿Acaso quieres que Astrid nos lleve volando hasta allá ella sola?

 

Dine –Por supuesto que no. ¡No seas bobo! ¡Yo también poseo un par de alas que me permiten volar!

 

Astrid –Pero, ¿qué pasaría con Kindolf? Que yo sepa, los humanos comunes como él no pueden volar.

 

Kindolf –Sí, ¿qué hay de mí? –poniendo cara lastimera-. ¡Ni piensen que voy a correr detrás de ustedes!

 

Dine piensa en la solución por unos instantes. Más tarde, los tres llegan a un poblado, en donde Dine consigue un canasto grande y un par de cuerdas que muestra a Astrid y a Kindolf.

 

Astrid -¿Qué piensas hacer con todo esto? –pregunta al ver los materiales a sus pies.

 

Dine –Ya que Kindolf no puede volar como nosotras –aclara-, tendremos que llevarlo en este cesto. Volaremos toda la noche y descansaremos un poco al amanecer.

 

Al escuchar esto, Kindolf reacciona con un ataque de pánico. -¡Qué! ¡Quieres que me suba a eso mientras me llevan por el aire! ¡¡Estás demente!!

 

Dine –¡Deja de quejarte! Nosotras somos las que vamos a hacer todo el trabajo –lo reprende.

 

Kindolf –No lo entiendes, Dine. ¡Le temo a las alturas! ¡¡La única forma de que me suba a eso sería que me golpearan la cabeza con algo hasta quedarme inconsciente!!

 

Apenas dice esto, Astrid rompe un jarrón sobre la cabeza de Kindolf noqueándolo al instante hasta dejarlo con la boca abierta y los ojos en blanco mientras yace en el suelo.

 

Dine –Astrid, ¡qué has hecho! –el reprocha a su amiga vampira.

 

Ella parece confundida por su reacción. –Pero, pensé que él quería que lo dejáramos inconsciente –repone con inocencia.

 

Dine se lleva la palma de la mano al rostro en señal de fastidio. –Bueno… al menos pudimos hacerlo de una manera menos violenta, como utilizar un conjuro del sueño o algo así. En fin, ya es demasiado tarde para lamentarse. Pongámoslo en el interior del cesto…

 

-o-

 

Bélidas se dirige hacia una habitación privada en la que guarda una esfera de cristal, la cual comienza a emitir una luz brillante en el momento en el que él entra. -¿Qué es lo que quieres de mí, Bélidas? –se escucha una voz proveniente desde el interior de la misma.

 

Bélidas –Rey Volgia, sólo quiero comunicarle que he tenido éxito en la captura de nuestro enemigo. Ahora mismo está confinado en una de nuestras torres –le comunica a la voz que le escucha desde el otro lado de la esfera.

 

–Bélidas, eres uno de mis más fieles sirvientes, pero esta vez desconfío de tu palabra. Acabo de escuchar la noticia de que Hella falló en su intento por proteger la perla que le fue conferida y ahora está muerta.

 

Bélidas –No tiene por qué preocuparse más por eso. Logré capturar a la reencarnación de Dyamat tomando ventaja cuando él y sus amigos se encontraban débiles después de su batalla con esa demonio. Ahora está débil, y sus amigos no lo acompañan. ¿Cuáles son tus órdenes?

 

Volgia –Si realmente quieres que te crea, Bélidas, tendré que verlo con mis propios ojos. Espera mi llegada para mañana en la noche. Una vez me asegure que es verdad, podrás disponer de él a tu gusto. Esa será tu recompensa por tus servicios.

 

Bélidas sonríe complacido tras escuchar estas palabras. –Se lo agradezco, rey Volgia…

 

-o-

 

Dine y Astrid arrojan a su inconsciente compañero en el interior de la canasta. Cada una entonces ata un extremo de las sogas al cesto y sostienen el otro extremo con las manos. Una vez finalizados los preparativos, ambas se preparan para alzar el vuelo. Dine es la primera en desplegar sus alas compuestas de escamas doradas, las cuales aparecen sobre su espalda.

 

Astrid hace lo mismo desplegando un par de las oscuras como de murciélago, alzando así el vuelo en sincronía mientras ambas cargan con la cesta en la que viaja el todavía inconsciente Kindolf…

 

Han pasado varias horas desde que Leiyus recuperó el sentido. Afuera, el día ha dado paso a la noche, sumiendo al escudero en una oscuridad más acentuada.

 

Resignado a su suerte, Leiyus para entonces ha dejado de luchar contra las cadenas que lo aprisionan, algo que no ha hecho más que debilitarlo todavía más. De repente se escucha a alguien bajar por las escaleras. Al alzar la vista, Leiyus puede distinguir una sombra que salta por las escaleras hasta llegar a él en un instante. - ¡Quién eres! –exige saber al desconocido, alarmado por su presencia.

 

De entre las sombras asoma el rostro de Sanhgine. –Descuida, soy yo –le asegura al tiempo que da un paso, dejando que la luz de la luna revele su imagen.

 

Leiyus de inmediato lo reconoce: -¡Sanhgine! Me alegro de verte. Pensé que no vendrías. Hace horas que intenté llamarte.

 

Sanhgine –Una promesa es una promesa. He venido a concederte un favor por cuidar a Astrid, como lo prometí. ¿Cómo está ella, por cierto?

 

Leiyus –Ella se encuentra bien. El que necesita ayuda soy yo.

 

Al notar que el vampiro se acerca peligrosamente a la sustancia que lo rodea, el escudero le advierte del peligro: -¡Espera! Esa sustancia es peligrosa… ¡No tengo idea de qué es lo que suceda si llegas a cruzarla!

 

Sanhgine se detiene un momento a mirar la sustancia al frente suyo, entonces da un paso al frente y para supresa de Leiyus, ésta se aparta de los zapatos de Sanhgine conforme camina hacia él.

 

Una vez al lado de Leiyus, el vampiro procede a cortar las cadenas que lo aprisiona con un rápido movimiento, liberándolo. –Debes saber que después de esto, mi deuda contigo quedará saldada. –le advierte Sanhgine a Leiyus.

 

Leiyus –Suena justo para mí.

 

Sanhgine -…está bien, salgamos de aquí.

 

Acto seguido, el vampiro cubre a Leiyus con una esfera de energía, que flota por sobre la sustancia oscura hasta dejarlo sano y salvo del otro lado. Tras subir ambos por los escalones de la torre, el dúo logra escapar por una ventana, perdiéndose entre las sombras. Una vez fuera, Leiyus y Sanhgine permanecen ocultos bajo el cobijo de la oscuridad. Desde allí, pueden ver que el fuerte en el que se encuentran está rodeado por cuatro murallas, y custodiada por dragones negros; dentro y fuera de los pasillos hay demonios de apariencia reptiliana, así como ogros haciendo guardia en las entradas y en los pasillos.

 

Leiyus –No puedo entenderlo… ¿cómo llegaste tan lejos sin ser detectado? –le pregunta a su acompañante en voz baja para no llamar la atención.

 

Sanhgine –Para nosotros los vampiros es fácil movernos en la noche sin ser detectados, ya que podemos camuflarnos naturalmente con las sombras, pero ahora que estás conmigo, será un poco más difícil que salgamos los dos de aquí sin llamar la atención.

 

Leiyus observa atentamente a los dragones que rodean el fuerte. -…esos deben ser los dragones negros que Doma y Dine me habían hablado.

 

Sanhgine –Lo dudo mucho… -repone.

 

Leiyus -¿Por qué?

 

Sanhgine –Los dragones negros, al igual que los dragones blancos, están al borde de la extinción, y al igual que ustedes, la mayoría de ellos han cambiado a una forma humana para mantener sus poderes intactos. Esos que ves allí son probablemente dragones comunes bajo la influencia negativa de algún dragón negro.

 

Leiyus -¿Tienes un plan para pasar la guardia de esos dragones?

 

Sanhgine –Aunque no sean dragones negros de verdad, siguen siendo dragones. No estoy seguro si podamos lidiar con todos ellos nosotros dos, así que a la primera oportunidad, dejaremos fuera de combate a uno de ellos lo más rápido posible y saldremos de aquí.

 

Leiyus -¿Qué hay de los guardias?

 

Sanhgine –Descuida, yo me encargo de eso.

 

Al chasquear sus dedos, una espesa bruma baja cubriendo todo el fuerte, lo que confunde a los ogros y a los demonios que hacen guardia sembrando el caos entre ellos. Un hombre de cabellera negra con franjas blancas, que se encontraba en otra de las torres, ataviado con una capa y armadura negra observa consternado la neblina desde su posición. –Esto no me gusta… será mejor ir a ver al prisionero. –dice para sí antes de ponerse en marcha.

 

Tras dirigirse a la torre a toda velocidad y abrir la puerta, el hombre descubre que la prisión se encuentra-. ¡Tengo que avisarle a Bélidas! –dice, dirigiéndose velozmente hacia donde se encuentra éste.

 

Entre tanto, Leiyus y Sanhgine aprovechan el momento para eludir a los guardias y saltar las murallas hasta los límites del fuerte que colindan con el bosque, del que sólo los separa una guardia de dragones que rondan el área.

 

En el momento en el que uno de los enormes animales pasa cerca de ellos, ambos salen de su escondite propinándole una patada doble en el cráneo al dragón. La fuerza del golpe azota la cabeza de la bestia con fuerza contra el suelo, dejándolo instantáneamente noqueado. Entonces los dos corren hasta el bosque, perdiéndose en la oscuridad de la noche.

 

No lejos de allí, Bélidas sale de la sala en la que acaba de comunicarse con Volgia encontrándose con la bruma sobre su fuerte. En ese instante llega su súbdito, quien le comunica las malas noticias: -¡Señor Bélidas! ¡¡El prisionero que se encontraba confinado en la torre éste ha escapado!!

 

La noticia enfurece al dragón negro. ¡¿Qué has dicho?! –brama tomándolo con fuerza del cuello-. Acabo de comunicarle a Volgia que había capturado a Dyamat, ¡y ahora lo he perdido por su incompetencia!

 

Cuando pareciera que está a punto de matarlo finalmente lo suelta. –Señor Bélidas… -se excusa éste apenas recupera el aliento-, le prometo que regresaré con él así me cueste la vida.

 

Bélidas –Más te vale que así sea, Argon, o de lo contrario, ¡te mataré con mis propias manos!


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