La persecución de Argon
Leiyus, que había sido
capturado por Bélidas, uno de los dragones negros poseedor de una de las perlas
doradas, logró escapar de su fuerte gracias a la ayuda de Sanhgine. Ahora,
Bélidas ha enviado a uno de los suyos tras la pista de Leiyus.
Dine y Astrid vuelan
cargando el canasto en el que viaja el todavía inconsciente Kindolf. A lo lejos, puede distinguirse
las luces que anuncian las cercanías de una ciudad mientras el sol se asoma a
sus espaldas.
Astrid –Estoy cansada… -se
queja ella desganadamente y poniendo cara de fastidio.
Dine –Creo que deberíamos
descansar un rato, Astrid… –propone ella, tan cansada como su colega vampiro.
Ambas resuelven descender en
las de la ciudad colocando con cuidado el canasto sobre el suelo, pero calculan
mal y lo sueltan antes de que toque tierra, causando una leve sacudida que
despierta a su ocupante, Kindolf.
Kindolf -¡Nos atacan! –exclama
todavía medio dormido antes de cobrar plena consciencia.
Dine –Deja de soñar. ¡Levántate
y lleva el canasto! –le ordena con mal humor-. Astrid y yo estamos cansadas de
volar, así que iremos a ese poblado a descansar un rato.
Tras escucharla, Kindolf mira a sus amigas confundido. -¿Y para qué
quieren ir allí? ¿Acaso allí encontraremos a Leiyus?
Astrid –Estamos cansadas
–añade con ojeras en sus ojos después de un largo bostezo-, y queremos tomar
una siesta antes de continuar, Kindolf.
Kindolf –Pero si yo no me
siento cansado –contesta con inocencia, a lo que Dine le responde con un
coscorrón en la cabeza.
Dine –Por supuesto que no
estás cansado. ¡Nosotras te llevamos toda la noche mientras tú dormías
plácidamente!
Kindolf entonces recuerda lo
ocurrido y se soba el chichón que tiene detrás de la cabeza con lágrimas en los
ojos. –¡Pe-pero no fue mi culpa! Ustedes fueron las que me dejaron
inconsciente.
Fastidiadas, ambas deciden
ignorar a su compañero escudero y dejarlo atrás mientras se dirigen en
dirección al pueblo. –¡Cierra la boca y trae el canasto! –le ordena de nuevo
Dine.
Sin más remedio, Kindolf las sigue arrastrando el canasto detrás de sí.
Más tarde, después de que Dine
alquile una habitación en una posada y guarden el cesto, los tres entran a la
habitación rentada. Apenas entran a la habitación, Dine se dirige seriamente
hacia Kindolf:
-Escucha Kindolf. Nosotras
estamos muy cansadas, pero no podemos perder mucho tiempo aquí, así que quiero
que te encargues de despertarnos en tres horas. Eso será suficiente para que
nosotras repongamos fuerzas, ¿entiendes?
Kindolf, que no le prestaba
atención tratando de mirar por sobre sus hombros a Astrid cambiarse sólo atina
asentir distraídamente con una sonrisa pervertida. Aquello irrita todavía más a
la ya malhumorada dragona. -¡¡Sólo sal allá afuera y vigila la puerta!! –Le
grita para posteriormente sacarlo de la habitación a empujones y azotándole la
puerta en la cara al escudero.
Luego del percance, Kindolf se
dispone a sentarse en una silla que se encuentra al lado de la puerta para comenzar
su vigilia, pero no bien pasados apenas cinco minutos, las risas de unas
jóvenes llaman la atención del escudero, que no tarda en asomar la cabeza por
la ventana. Afuera, observa pasar a un grupo de bellas muchachas que en esos
momentos caminan por la calle rumbo a una taberna cercana.
-¡Pero qué chicas tan lindas!
–afirma con los ojos muy abiertos.
Sin pensarlo dos veces, el
aspirante a caballero, toma su espada y baja las escaleras a toda velocidad,
entonces se detiene en medio del camino para mirar la puerta detrás de la cual
duermen sus compañeras de aventuras. –Creo que no pasará nada si me ausento un
par de horas y vuelvo a tiempo para despertarlas. –concluye para si antes de
dirigirse nuevamente en dirección a la taberna sin dejar de dar saltos de
euforia.
-o-
Sanhgine guía a Leiyus de
incógnito por un poblado pequeño próximo a la fortaleza de Bélidas, por lo que
el escudero se cubre el rostro parte de sus ropas llevando un trozo de tela
sucio y viejo sobre él para no ser reconocido.
Las casas del lugar, hechas de
adobe y barro, así como sus calles sucias y lodosas denotan el estado precario
y pobre de los habitantes que habitan allí conformado principalmente por ogros,
demonios de baja categoría, hombres lobo, y algunas otras clases de monstruos.
Leiyus -¿Por qué tengo que
cubrirme el rostro? –susurra de pronto en voz baja a su guía vampiro sin
apartarse de él mientras caminan en las atestadas y polvorientas calles.
Sanhgine -¿Acaso no lo
adivinas? La mitad de las criaturas que viven en esta ciudad nos atacarían si
se supiera quién eres… La otra mitad estaría dispuesta a venderte por el precio
correcto al mejor postor –le asegura.
Leiyus –Entonces, ¿¡por qué me
trajiste a este lugar en primer lugar!? –le reprocha, intentando no alzar mucho
la voz.
Sanhgine –Era lo mejor que
podíamos hacer. En el bosque o en el campo abierto estaríamos muy expuestos.
Apuesto a que el tipo que te capturó ya debe estar tras nuestros pasos. No creo
que deje escapar tan fácilmente a una presa tan valiosa como tú. Al menos, así podremos ganarle algo de tiempo
y conseguir alimento para que te recuperes.
De repente a Leiyus le
sobreviene una fuerte punzada en la cabeza que le causa doble visión, así como
un terrible dolor que lo domina de la nada. Al ver su estado, Sanhgine regresa
por sobre sus pasos para estar al lado de Leiyus, si bien, no intenta hacer
nada por ayudarle. -¿Qué sucede…?
Leiyus –No… -responde
respirando agitadamente-. Desde que vencimos a Hella, algo no está bien en mí.
–confiesa-. ¡No… no puedo controlar mi cuerpo! Siento unas ganas casi
irrefrenables de destruir todo lo que está a mi alcance.
Sanhgine entonces localiza un
callejón poco transitado y guía a Leiyus hasta allí. Apenas entran al callejón,
Leiyus se deja caer cerca de una pared, incapaz siquiera de hablar a causa del
dolor.
Sanhgine -…iré a traerte algo
de beber, y quizás algo de comida, si es que encuentro. –atina a decir después
de un rato, dejando al escudero solo.
Mientras espera, el dolor
parece disminuir un poco, lo que le permite a Leiyus asomar la cabeza por sobre
el callejón para observar a las criaturas que transitan por la calle. Desde
allí, puede apreciar a seres de todo tipo pasar, algunos de ellos regateando en
los puestos de comida y de frutas cercanos.
Incluso observa pasar a una
madre ogro con su pequeño hijo, que por un momento se detiene a mirarlo antes
de que su madre lo aliente continuar caminando, no sin antes dirigirle al
escudero una sonrisa antes de alejarse junto con su madre. En ese momento
regresa Sanhgine con él trayéndole agua turbia, una hogaza de pan dura, y dos
manzanas, mismas que Leiyus devora con ansia. Sanhgine se sienta en la parte
opuesta del callejón mientras lo observa comer. -¿Por qué ayudaste a mi hermana
en aquella ocasión? –pregunta finalmente, rompiendo el silencio entre los dos.
Leiyus deja de comer por un
momento para deglutir lo que lleva en la boca y responerle: –No lo sé… cuando
la encontramos estaba atada a un poste mientras otros vampiros bebían su
sangre. Sabíamos que se encontraba en problemas. Ella se veía muy hambrienta y…
Sanhgine –No me refiero a eso
–lo interrumpe de pronto-. Quiero saber por qué te interesó ayudarla a
sabiendas de que ella no es un ser humano. Después de todo, a pesar de ser
mitad humana, su otra mitad proviene de la oscuridad. Los vampiros y otras
criaturas, especialmente los humanos, son enemigos naturales.
Leiyus sonríe luego de
escucharle. –Supongo que es parte de nuestra naturaleza como seres humanos
ayudar a otros en desgracia… –contesta con la boca todavía llena de pan-. Al
principio pensamos que ella era humana, pero para cuando supimos que era mitad
vampiro, poco importó ya.
El frío y casi siempre
inexpresivo rostro de Sanhgine de pronto esboza una leve sonrisa que Leiyus no
logra detectar. Entonces se escucha una explosión. De pronto, cerca de allí, se
escuchan los gritos de algunos de los habitantes tras ver un objeto oscuro y de
grandes dimensiones descender sobre la ciudad.
En eso, aparece un dragón
negro que desciende del cielo y se postra sobre una de las viviendas,
destruyéndola por completo. Del lomo del animal no tarda en desmontar un hombre
de armadura con líneas blancas en el cabello que se dirige hacia la
conmocionada población de criaturas que lo observan atónitos.
–Atención, mi nombre es Argon,
y soy un dragón negro al servicio de Bélidas. Estoy aquí en busca de un
fugitivo. Su nombre es Leiyus. Él es la reencarnación del impostor de Dyamat
que se decía rey de los dragones.
Al escuchar esto, los
habitantes lanzan expresiones de asombro y preocupación conforme escuchan a
Argon continuar: -…el sujeto es un ser humano de nacimiento, pero no se
confundan, ¡es extremadamente peligroso! -enfatiza el dragón negro mostrando un
retrato de Leiyus que personifica su peculiar cabellera castaña y ojos fieros-.
¡A cualquiera que lo encuentre, vivo o muerto y lo reporte inmediatamente al
fuerte de Bélidas será recompensado con dos mil monedas de oro!
Sanhgine, que se encontraba
escuchando a Argon escondido junto a Leiyus le comenta a éste: -Esto se está
poniendo peligroso…
Leiyus –Debemos permanecer
ocultos. Ya lo dijiste tú, salir a campo abierto no es la mejor opción, mucho
menos en mi estado actual.
Una vez terminado su aviso, Argon
emprende el vuelo montado en su dragón y se aleja por los cielos.
-o-
Varias horas después, en otro
lugar, lejos de allí, Astrid despierta después de un largo sueño reparador estirando
los brazos junto con un gran bostezo para sacudirse la pereza, luego, la chica
vampiro se dirige a la ventana para hacer un lado las cortinas, esperando
recibir la luz del sol, pero para su sorpresa, afuera ya ha oscurecido, lo que
le extraña. Sin perder tiempo, ella despierta a su colega dragona.
–Dine, ¡despierta! ¡Nos
quedamos dormidas más tiempo de lo debido!
Dine -¡¿Qué sucede?! –dice,
despertando de un sobresalto debido a las sacudidas de su colega.
Astrid –¡Dormimos de más! ¡No
sé cuántas horas nos quedamos dormidas, pero por la posición de la luna, debe
ser más de media noche!
Dine -¿¡Cómo?! ¡Pero si le
dije a Kindolf que nos despertara en tres horas! –repone.
Para cuando ambas se asoman a
la puerta que da al pasillo, no encuentran rastros de su colega escudero.
Mientras tanto, en el interior
de la taberna, Kindolf continúa bebiendo sentado sobre la barra del lugar
acompañado de dos mujeres jóvenes tan ebrias como él, que cantan al tono de una
melodía típica de aquellos lugares. –¡Esste ess el mejor lugar del mundo!
–exclama él, arrastrando las palabras.
Sin darse cuenta, detrás de él
aparecen Dine y Astrid con cara de disgusto e inmediatamente lo jalan por las
ropas y se lo llevan a rastras. –Oigan, ¿por qué me sacaron de allí? ¡Me estaba
divirtiendo como nunca! –protesta él, completamente brio.
En ese punto, Astrid se le
acerca y lo mira a los ojos con furia. -¡Debiste despertarnos hace horas!
¡Dónde diablos te metiste!
Kindolf se pone de pie
tambaleante y responde a sus reproches: –Tranquila, sólo han passado… - atina a
decir antes de contar manualmente y con torpeza con los dedos para colmo de
ellas.
Harta de su actitud, Dine lo
toma por las ropas a la altura del pecho y lo alza en vilo. -¡¡Han pasado diez
horas!! –le grita a voz en cuello.
Al escuchar esto y percatarse
del grado de su enojo, su borrachera desaparece rápidamente para ser sustituida
por una cara de preocupación. -¿¡Qué!? Pero… ¡yo…! –balbucea en un intento por
excusarse.
Entonces Astrid se lo arrebata
de las manos de Dine para regañarlo de la misma forma. -¿¡Acaso no te preocupa
lo que le pase a tu mejor amigo!? –lo reprende, soltándolo bruscamente.
Kindolf -¡Aguarden chicas! ¡Esto
es un malentendido! ¡¡Yo no quería…!!
Astrid –No tenemos tiempo para
tus excusas, Kindolf. ¡Tenemos que retomar nuestro camino lo antes posible!
Kindolf –Esperen, ¡eso
significa que voy a tener que subirme otra vez a ese canasto! ¡¡Ni lo sueñen!!
Al igual que Dine, Astrid
termina por perder la paciencia, que a diferencia de su colega dragona no puede
contenerse más, por lo que toma un caballo que se encontraba en las cercanías y
lo alza en vilo sobre el escudero con la intención de golpearlo con él. –Si no
piensas cooperar, ¡entonces te llevaremos a la fuerza! –le dice la chica
vampiro, furiosa.
Kindolf retrocede al ver por
primera vez a Astrid tan enfadada, pero antes de que pueda escapar de ella,
Dine se coloca detrás de él y le toca la cabeza con la mano, poniéndolo a
dormir instantáneamente con un encantamiento. –Nera… -conjura la dragona, dejándolo inconsciente al instante.
Así, entre las dos arrojan al
inconsciente Kindolf de cabeza sobre el canasto y reanudan su viaje sin demora.
-o-
Leiyus y Sanhgine permanecen
escondidos en los perímetros de la ciudad, guareciéndose debajo de un puente y
calentándose a través de una fogata mientras permanecen sentados junto a las
laderas de un río. Mientras Leiyus descansa durmiendo una siesta, Sanhgine
permanece despierto haciendo de vigía. De repente, la tranquilidad de la noche
se ve perturbada por un ruido fuerte seguido de una explosión que despierta a
Leiyus. Casi de inmediato, puede verse un resplandor anaranjado en el
horizonte. Cuando los dos salen de su escondite para averiguar lo que sucede, se
encuentran con medio poblado ardiendo en llamas a la vez que cinco dragones
rondan por sus calles, acabando con todo lo que se encuentra a su paso.
En medio del caos encuentran a
Argon, quien observa la destrucción de la ciudad con una sonrisa. –¡Ese idiota
cree que puede escapar de mí, pero si hundo el barco, las ratas tendrán que salir
tarde o temprano de su agujero!
Los recuerdos fugaces de su
encuentro con aquél pequeño ogro y su madre hacía poco se apoderan de la mente
de Leiyus, quien no deja de pensar en su suerte tras presenciar a gran parte
del poblado cubierto en llamas y ahora en ruinas. -¡Tenemos que hacer algo, o
destruirán este lugar! –apremia Leiyus a Sanhgine.
Acto seguido, el escudero
intenta salir de debajo del puente para hacer frente a los dragones, pero Sanhgine
se lo impide de que pueda dar dos pasos fuera. –Si sales ahora a pelear,
probablemente no serás rival para esos dragones en tu estado actual y lo sabes
muy bien
Leiyus -¿Es que no lo
entiendes? ¡Esos dragones están atacando este lugar por causa nuestra!
Sanhgine -¿Qué más te da? Las
criaturas que viven allí no dudarían en acabar contigo para salvarse ellos
mismos.
Leiyus –Puede ser, ¡pero no
puedo quedarme sin hacer nada mientras ellos son atacados por culpa mía!
Ante la insistencia de él, Sanhgine
lo deja ir sin más. Por unos momentos, el vampiro se queda en su lugar, pero
finalmente decide unirse al escudero.
Leiyus no tarda en llegar a
donde se encuentra el momento en el que éste está a punto de calcinar a varios
hombres lobo, pero antes de que esto suceda, el escudero interviene pateando al
dragón en la quijada, cerrándosela de golpe antes de que éste pueda exhalar su
letal aliento de fuego sobre sus víctimas. Las brasas dentro de la boca de la
criatura escapan con gran violencia a través de las fosas nasales de la
criatura, aturdiendo al dragón. Argon, quien no se encontraba lejos no tarda en
darse cuenta de lo ocurrido y acudir al lugar.
–Así que tú eres el tal Leiyus. Finalmente nos
concomemos... –asegura.
Leiyus -¿Quién eres tú?
–Permíteme presentarme... Soy
uno de los caballeros negros dragón. ¡Mi nombre es Argon, y he venido a
capturarte y a traerte de vuelta con mi amo Bélidas!
Leiyus -¿Y crees que voy a
aceptar algo así pasivamente? –amenaza antes de liberar su ataque contra él-. ¡Rugido de Dragón!
El poder de Leiyus es detenido
fácilmente por Argon usando sus manos sin mucho esfuerzo. –Entonces es cierto… -asevera-
A pesar de ser un ser humano, eres capaz de hacer un ataque que sólo nosotros
los dragones conocemos, pero es claro que tus poderes están todavía muy lejos
de ser iguales a un dragón auténtico como yo. Dejaré que mis mascotas jueguen
contigo antes de que termine por hacer mi trabajo.
En ese instante, un dragón de
gran tamaño de cuatro patas, largo cuello y afilados dientes se planta frente a
Leiyus rugiendo amenazadoramente. Sin inmutarse, el escudero intenta atacar a
la criatura con su ataque especial, pero antes de que pueda hacerlo, el dragón
le lanza una llamarada que por poco lo calcina vivo.
Argon –Más vale que no gastes
tus energías y te rindas, o de lo contrario te daré una paliza aquí mismo
–amenaza.
El dragón arremete en contra
de Leiyus abriendo sus fauces para devorarlo, pero antes de que esto suceda Sanhgine
interviene en el momento justo, golpeando un costado de la bestia con tal
fuerza, que logra derribarlo de costado. Tras caer con semejante fuerza, el
cuerpo del dragón termina por destruir varias edificaciones en el proceso.
Argon -¡Quién eres tú! –exige
saber, clavando los ojos en Sanhgine.
Sanhgine –Eso no es de tu
interés –le responde fríamente-. Ahora, más vale que te vayas de aquí si no
quieres que te mate.
Argon –Pues seas quien seas, ¡acabas
de cometer el peor error de tu vida! –lo amenaza hecho una furia.
A su vez, el dragón vuelve a
levantarse de entre los escombros para continuar la lucha sin haber recibido
mucho daño. Sanhgine y Leiyus a su vez se preparan para enfrentarlo en conjunto.
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