29 octubre, 2023

Dragon Legacy, Vol.1: Capitulo 21

 



La ciudad de la magia


A pesar de haber podido escapar del fuerte de Bélidas, Leiyus y Sanhgien debieron esconderse en un poblado cercano, en donde fueron descubiertos por Argon, uno de los súbditos del dragón negro. Después de una lucha difícil, los poderes ocultos de Dyamat afloraron en el cuerpo de Leiyus y se apoderaron de él, transformándolo en un guerrero vicioso, acabando con sus enemigos en poco tiempo. Luego de esto y para fortuna del vampiro, Leiyus perdió el sentido y regresó a la normalidad.

 

Sanhgine y Leiyus caminan por un sendero solitario. El sol ya ha salido, y puede escucharse el canto de los pájaros. Mientras ambos caminan, Sanhgine no aparta la vista de Leiyus, quien parece sentirse mal nuevamente. ¿Qué sucede? –atina a preguntarle el ser de oscuridad al escudero con suspicacia.

 

Leiyus –Nada… ya estoy mejor. De verdad

 

Sanhgine -¿De verdad te sientes mejor? –insiste éste-. Ahora mismo no te ves del todo bien.

 

Leiyus –¡Ya te dije que sí! –replica, molesto-. Lo único que me molesta es que no tengo idea de cómo derrotamos a esos dragones.

 

Sanhgine –Ya veo… -le contesta después de una breve pausa-. Derá mejor seguir adelante…

 

Leiyus –¿A dónde nos dirigimos?

 

Antes de que éste le responda, un objeto se acerca hacia ellos volando por el cielo. El misterioso objeto resulta ser el canasto que Astrid y Dine han estado cargando durante toda la noche con Kindolf dentro.

De inmediato Dine es capaz de percibir la presencia de Leiyus en las cercanías, y apenas baja la vista, descubre las figuras tanto del escudero como del vampiro caminando en dirección opuesta bajo sus pies. -¡Es Leiyus! –exclama entusiasmada.

 

Aunque un poco adormilada, Astrid reacciona de inmediato también, sumándose a las exclamaciones de su amiga dragón. -¡Y mi hermano está con él!

 

La emoción las hace bajar a tierra a gran velocidad sólo para momentos después soltar inconscientemente el canasto que llevaban cargando todavía a varios metros todavía sobre la tierra, causando que éste se impacte con fuerza junto con su tripulante, aquello termina por despertar bruscamente a Kindolf, quien no tarda en asomarse por sobre el canasto luciendo un chichón enrojecido en la cabeza producto del golpe que acaba de recibir.

 

Una vez ha tocado tierram Astrid corre a abrazar a su hermano, quien la recibe de manera indiferente. A su vez Dine se acerca a Leiyus con una sonrisa tímida, aunque incapaz de disimular su alegría de verlo sano y salvo. –Me alegra que estés bien, Leiyus.

 

Astrid -¿En dónde estaban? –inquiere ella al dúo, todavía aferrada al brazo de su hermano.

 

Sanhgine –Leiyus fue capturado por un dragón negro llamado Bélidas. Él pidió mi ayuda para que lo sacara de allí, pero desafortunadamente nuestro escape se complicó y tuvimos que escondernos durante algunos días.

 

Dine –Bélidas… –repite ella, intentando recordar el nombre con aire pensativo.

 

Astrid -¿Lo conoces, Dine?

 

Dine –Si no mal recuerdo, él fue uno de los generales que comandaban las tropas de dragones de Volgia durante la gran batalla de dragones. Fue uno de los enemigos de Dyamat  que luchó contra él, pero al final de aquél combate, fue vencido por nuestro rey.

 

Sanhgine –…y eso no es lo peor que nos sucedió. Desde que lo encontré, Leiyus ha sufrido una especie de ataques que lo vuelven muy violento e incapaz de controlar sus poderes.

 

Kindolf -¡Es verdad! Recuerdo que, después que vencimos a Hella, Leiyus comenzó a comportarse de una manera muy extraña.

 

Leiyus -¿Tienes idea de lo que me está sucediendo, Dine?

 

Dine se mantiene en silencio, pensando durante unos segundos en una respuesta. –No lo sé… -le responde con franqueza finalmente.

 

Sanhgine –Creo que deberíamos ir al sudeste. Allí se encuentra la ciudad de Leria. Dicen que allí habita uno de los más grandes sabios expertos en magia. Quizás él pueda ayudarles.

 

Dine –¡Pero esa ciudad se encuentra muy lejos de aquí! ¡¡Tardaríamos al menos una semana en llegar a pie!!

 

Leiyus –No contamos con ese tiempo. Bélidas ya debe estar tras nuestros pasos.

 

Astrid –Si tan sólo todos nosotros pudiésemos volar… -se lamenta ella, bajando la mirada.

 

Kindolf –¡Ah no, ni lo crean! –espeta al punto-. ¡No volveré a subirme a esa cosa! –asevera.

 

Dine -¡Tú has estado todo el tiempo muy cómodo allí sin hacer nada! –le reprocha a Kindolf-. ¡Nosotras somos las que te hemos cargado contigo todo este tiempo!

 

Astrid -…además, no podríamos con Leiyus y con Kindolf nosotras solas.

 

Sanhgine –Descuiden –les asegura poniendo sus dedos índice y pulgar sobre su boca para posteriormente chiflar-. En poco tiempo, junto a ellos aterrizan un par de grifos: criaturas que asemejan a águilas gigantes con cuerpo de león. Una de ellas lanza un graznido cerca de Kindolf, lo que asusta al escudero.

 

-Les presento a mis mascotas –dice Sanhgine, acariciando el pico a una de ellas-. Tú y tu amigo el gallina pueden montarlas si quieren.

 

Leiyus de inmediato se sube a una de la criatura sin pensarlo dos veces, pero Kindolf se acerca a la segunda con temor y sin dejar de temblar.

 

En el momento en el que él intenta tocar a la criatura con la intención de montarla, el grifo vuelve su cabeza y le lanza otro graznido que le hace retroceder de terror.

 

Dine se acerca al vampiro para dirigirse a él: –Disculpa, te llamas Sanhgine, ¿verdad…? Astrid y yo hemos estado viajando durante varios días… no creo que tengamos fuerzas suficientes para realizar un viaje como ese en estas condiciones. ¿Crees que podamos montar a tus mascotas también?

 

Sanhgine –Por supuesto. Estas criaturas son muy resistentes. Cada una podría cargar fácilmente a cinco personas sin problemas.

 

Sin perder tiempo, Dine entonces monta en la criatura en la que está montado Leiyus, mientras que Astrid se sube llena de emoción a la otra bestia como si se tratara de una atracción de un parque de diversiones. –¡Vamos, será divertido!  –anima entonces la chica vampiro a Kindolf, que le responde meneando la cabeza enfáticamente a los lados, demasiado asustado como para escucharla.

 

En ese punto, Astrid pierde su buen ánimo y ordena a la criatura alzar el vuelo sin su camino para posteriormente perseguirlo hasta que el grifo logra apresar a Kindolf con sus garras tomándolo por los hombros y alzar el vuelo. Una vez solucionado el problema, Sanhgine y los demás emprenden también el vuelo, surcando los aires a gran velocidad. Esa misma tarde  llegan a su destino después de varias horas.

 

A lo lejos puede apreciarse una pequeña ciudad rodeada por gruesas y blancas murallas blancas que forman un círculo alrededor de ella. Dine queda impresionada por la belleza de aquella ciudad. -¡Mira! –le dice a Leiyus dándole un ligero codazo, que en esos momentos se encontraba dormido para despertarlo. -Es la ciudad que Sanhgine describió.

 

Leiyus -¿Qué tiene de especial ese lugar? –le pregunta a ella sin compartir su emoción.

 

Dine –Se dice que esa ciudad es conocida como la capital de la magia. Muchos seres de todas partes del mundo viajan hasta aquí para aprender secretos milenarios y convertirse en sabios. Es por eso que esta ciudad cuenta con un ejército de magos bien armados y con una muralla mágica capaz de resistir el ataque de seres oscuros con grandes poderes. No he escuchado mucho del sabio que gobierna estas tierras, pero todo el mundo sabe de él por su gran conocimiento sobre la magia. Algunos dicen que tiene más de ochocientos años, y que ha conocido los secretos de todas magias desarrolladas por otras razas.

 

Apenas descienden a la ciudad, no tardan en llamar la atención de los soldados que custodian la entrada a la urbe. –¡Alto ahí! ¿Quiénes son ustedes? –les pregunta uno de estos, apuntando su lanza con puntas de cristal a los cinco viajeros que acaban de descender del cielo.

 

Dine de inmediato se pone al frente del grupo para hablar en nombre de ellos: -Nosotros somos los escoltas de Dyamat, el gran rey de los dragones blancos,  y hemos venido hasta aquí para tener audiencia con el gran sabio sobre un asunto concerniente a nuestro rey.

 

-¿Gran sabio dices? ¿Escoltas de Dyamat? –repite el soldado confundido, haciendo una muesca y sin quitarles la mira de encima con recelo. ¡¿A quién quieres engañar, niña?! ¡Dyamat murió hace más de doscientos años! Y por si fuera poco, es más que evidente que uno de ustedes es un ser oscuro. –agrega con enojo, señalando con el dedo a Sanhgine, que en esos momentos se encuentra detrás del grupo y con los brazos cruzados, indiferente ante aquellas acusaciones.

 

Dine entonces cambia su actitud amigable y cordial por una más agresiva. –¡Escúchame bien! – le reclama al guardia, tirando a la vez de Leiyus, a quien agarra por las ropas con fuerza antes de interponerlo entre ella y su interlocutor-: ¡Este chico  es la resurrección de Dyamat, y proteger su vida es extremadamente importante para todos los que habitamos en este mundo! ¡Así que déjanos entrar de una buena vez! ¡¡Te lo ordena una descendiente directa de la familia real de los dragones!!

 

El guardia queda impactado ante el cambio radical del humor de la dragona, pero a pesar del shock inicial, éste se niega a obedecer.

 

-¡Escucha, quien quiera que seas, podré ser sólo un guardia, pero reconocería a un dragón si lo tuviese enfrente de mí! ¡¡Y tú definitivamente no eres uno dragón blanco!! –repone a voz en cuello.

 

Sin salirse de su papel de enfado fingido, ella desafía al guardia apuntando a su propia cabeza con el dedo: –Si de verdad quieres confirmar que soy un dragón, ¿por qué no usas un hechizo de lente astral conmigo y miras por sobre mi cabeza?

 

El soldado así lo hace juntando sus dedos índice y pulgar hasta formar un círculo por el cual genera un lente mágico, mismo que usa para ver la cabeza de la dragona. Frente a sus ojos aparecen al instante un par de orejas similares a las aletas de un pez que se mueven ligeramente a voluntad de Dine.

 

-¡Santo cielo! –exclama con asombro el guardia-, ¡En verdad! ¡Eres un dragón blanco! ¡Pa-pasen ustedes! –se disculpa éste haciendo una reverencia para recibirlos. Pronto, los demás guardias lo imitan, permitiéndoles por fina pasar al interior de la ciudad.

 

Tras haber pasado las puertas de las murallas, el quinteto es recibido por la visión de una ciudad llena de vida. Cada edificación armoniza con el resto de las demás gracias a su diseño similar y al color azul celeste que predomina en cada estructura. Al final, sobre una colina, se puede ver un imponente palacio de color marfil que domina el paisaje, cuya última torre principal es tan alta, que parece tocar el cielo.

 

Astrid –¡Este lugar es bellísimo! –exclama ella sin poder dejar de mirar en todas direcciones, deleitándose con la arquitectura de las casas.

 

Kindolf –¡El reino Leivan se queda muy pequeño en comparación con este lugar! –agrega, igualmente fascinado que su amiga vampiro.

 

Sanhgine –Ahora no es momento para admirar la ciudad, lo más importante es llevar a Leiyus con ese sabio. No sabemos en qué momento pueda perder el control de sí mismo otra vez, por lo que todos corremos peligro estando cerca de él incluyendo los habitantes de esta ciudad.

 

Kindolf –Pero, ¡cómo puedes decir eso! –le reprocha-. ¡Leiyus es nuestro amigo!

 

Leiyus –Sanhgine tiene razón. –interviene-. En este estado, puedo ser un peligro para ustedes si llego a perder el control otra vez.  

 

Una vez consiguen llegar a las puertas del palacio, los soldados les permiten la entrada. Ya dentro del complejo, el grupo recorre un largo pasillo adornado con estatuas de cristal y esculturas de magos famosos. Al final del pasillo, terminan en una sala que en encuentran vacía.

 

Leiyus –Parece que en este lugar no hay nadie…

 

Astrid –Qué extraño. Este lugar parecía más grande por fuera… Cualquiera pensaría que un palacio tan grande contendría algo más que esta sala. –reflexiona.

 

-¿¡Podrían callarse!? –los regaña una voz chillona repentinamente, que proviene de un escritorio al frente suyo.

 

Kindiolf -¿Quién dijo eso? –pregunta al punto, confundido

 

-Yo… –afirma un enano que aparece de detrás del mueble-. ¿Acaso no saben que están en la sala de meditación? ¡¡No hagan ruido!! –los reprende el hombrecillo.

 

Dine entonces se inclina amablemente hacia aquel hombrecillo y con la voz más amable que puede, le pregunta: –Disculpe, ¿podría indicarnos en dónde podemos encontrar al gran sabio de esta ciudad?

 

-¡Ah! Así que están aquí por eso… -dice el enano, mirándolos con suspicacia-. El gran sabio Laurel se encuentra en estos momentos en su tiempo de estudio. Podrán encontrarlo en la biblioteca, pero debo advertirles que le molesta que lo interrumpan.

 

Tras escuchar aquello, los cinco se miran entre ellos con aire confundido.

 

-¿Qué sucede? –inquiere el enano al ver sus rostros de confusión.

 

Astrid –…lo que pasa es que no vimos ninguna puerta en el pasillo que acabamos de pasar. ¿En dónde se encuentra exactamente la biblioteca que menciona?

 

Enano -Ya veo que ustedes son nuevos por aquí. La razón por la que no vieron ninguna puerta o camino, es que este sitio está conectado con diferentes dimensiones. Antes que nada, tienen que atravesar de nuevo la puerta por la que vinieron

 

Astrid -¿Y eso de qué nos servirá?

 

Enano –La entrada a este lugar es en realidad un portal. Si mantienen su mente en blanco al entrar al palacio, sólo llegarán hasta este punto, pero si todos concentran sus mentes mientras atraviesan el portal, entonces podrán llegar al nexo, que es el lugar desde donde podrán acceder a la biblioteca.

 

Kindolf –Pues, yo no entendí nada… -admite, rascándose la cabeza.

 

Leiyus –Es fácil. Lo único que hay que hacer es regresar a la salida y entrar de nuevo pensando en el lugar del palacio al que queremos ir. ¿No es verdad?

 

Enano -¡Eso es exactamente lo que les he estado diciendo! –repone éste molesto.

 

Aclarado el misterio, los cinco regresan por donde vinieron. Al cruzar la puerta nuevamente, en vez del pasillo, se encuentran con una nueva sala de dos pisos que tiene dibujados pentagramas de seis puntas en el suelo. De pronto, Astrid se encuentra con un letrero junto a uno de los pentagramas que indica con letras grandes “biblioteca”.

 

Astrid –¡Hey chicos, la encontré –señala a sus amigos, que se reúnen alrededor del círculo.

 

Leiyus -¿Y ahora?, ¿qué tenemos que hacer?

 

Dine -…creo que debemos pararnos sobre el círculo –dice después de unos momentos de refelxión.

 

Kindolf -¿Alguien quiere probar si el portal funciona primero? –pregunta a sus compañeros, dando un paso atrás con una sonrisa nerviosa-. ¡Qué tal si algo sale mal, y todos terminamos fusionados en una especie de criatura grotesca!

 

Sin pensarlo dos veces Astrid lo empuja repentinamente por detrás hacia el portal: –¡Gracias por ofrecerte, Kindolf!

 

El escudero intenta desesperadamente de aferrarse de algo tratando de no caer, lo que provoque que accidentalmente tome la mano de Astrid, llevándosela consigo mientras cae sobre el pentagrama. Apenas sus cuerpos hacen contacto con el suelo, el par desaparece de la vista de sus amigos.

 

Leiyus y Dine son los primeros en reaccionar sorprendidos tras ver desaparecer a sus amigos de la nada.

 

Dine –¡Realmente funciona! –exclama.

 

Leiyus –Si es así, entonces no perdamos más tiempo y vallamos con ellos.

 

Sin perder tiempo, el resto de ellos entra al círculo, siendo transportados instantáneamente hacia otro lugar, en donde terminan cayendo sobre Astrid y Kindolf, quienes habían caído al suelo luego de ser transportados.

 

Una vez allí, se ven a sí mismos dentro de lo que parece una biblioteca gigante, cuyos estantes parecen extenderse hasta el infinito sobre un fondo blanco que a su vez sirve como fuente de luz.

 

Kindolf -¡Este lugar sí que es enorme! –exclama-. Podríamos tardar días en recorrer este lugar…

 

Leiyus –Por aquí debe encontrarse el dichoso sabio del que nos hablaron. Sólo espero que no se encuentre muy lejos de este punto.

 

Los cinco se ponen a navegar por el laberinto de estantes. Después de un rato, los invade una sensación extraña, como si por más que caminasen, no llegaran a ninguna parte. Pasado algún tiempo, por fin loran llegan al mismo punto desde donde partieron, en donde se encuentra el transportador mágico que los materializó allí.

 

Dine –Creo que nos hemos perdido… –admite para sus amigos con un dejo de desilusión.

 

Sanhgine –Los habitantes de esta ciudad debieron diseñar este sitio de este modo para evitar que cualquiera intentase robar el conocimiento y los hechizos contenidos en estos libros… –conjetura.

 

Kindolf –Y ahora, ¿qué vamos a hacer? –pregunta al tiempo que se recarga sobre un estante cercano-. …A este ritmo, ¡vamos a necesitar provisiones para poder explorar este lugar!

 

Leiyus -¡Esperen! –dice repentinamente, haciéndolos callar-. Creo que escucho algo…

 

Una vez todos guardan silencio, se puede escuchar la voz de un hombre murmurando algo en las cercanías. El grupo avanza en absoluto silencio en dirección a aquella voz misteriosa, la cual los guía hasta un hombre de edad avanzada vistiendo de ropas azul marino, sombrero de hechicero y enormes cejas pobladas junto con una barba blanca del mismo color, ocultando la mayor parte de su rostro casi en su totalidad.

 

Kindolf -¿Creen que ese sea el sabio del que nos hablaron? –inquiere a sus amigos en voz baja, que junto con el escudero observan al anciano ocultos detrás de un estante.

 

Leiyus –Sólo hay una manera de averiguarlo… -dice, para entonces armarse de valor saliendo de su escondite sin más para dirigirse hacia el desconocido, cuya presencia del escudero toma por sorpresa en el momento en el que él toca el hombro del viejo, causando que éste se sobresalte. –Perdone por interrumpirlo –comienza Leiyus-, gran sabio, pero hemos venido a verle desde muy lejos para que nos ayude con un gran problema.

 

El anciano lo mira a través de sus ojos, ocultos detrás de sus cejas esperas antes de comenzar a balbucear incoherencias.

 

-Abdaha saba nh.

 

Para entonces, el resto de sus amigos se le ha simado saliendo de su escondite sin dejar de observarlas interacciones entre Leiyus y el anciano.

 

Astrid -¿Estará hablando en otra lengua?

 

Dine –…no entendí nada

 

Kindolf –Pues, yo creo que a este viejo se le botó un tornillo y sólo está balbuceando…

 

De pronto, se escucha otra voz mucho más joven proveniente del pasillo contiguo llamar al anciano.

–¿Tivas…? ¡Tivas! ¿A dónde te metiste?

 

En ese momento, aparece frente a ellos un niño vistiendo ropas elegantes de hechicero, y usando grandes gafas con lentes exageradamente gruesos que los mira con curiosidad, aferrando una pila de libros entre sus pequeñas manos que fácilmente doblan su estatura.

 

Al igual que el viejo, la primera reacción del niño al verlos en ese lugar es de sobresalto, causando que deje caer involuntariamente los libros que hasta entonces había estado cargando.

 

Astrid es la primera en reaccionar al incidente tratando de ayudar al niño a levantar los libros desperdigados. –Quie…¿¡quiénes son ustedes y qué hacen aquí!? –pregunta el chiquillo, que lejos de agradecer la ayuda de Astrid, parece más dispuesto a escapar.

 

Dine –Estamos buscando al gran sabio –le responde ella en un intentando tranquilizarlo-. ¿Sabes dónde podemos encontrarlo?

 

Tras escucharla, el pequeño suelta un suspiro de alivio para posteriormente recoger sus lentes del suelo que había dejado caer antes de dedicarse a frotarlos con sus ropas para limpiarlos.

 

–Pues claro que lo sé ¡Lo están mirando! –asegura, señalándose a sí mismo.


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