La perla de la invisibilidad
A
base de engaños, Hella, la segunda poseedora de una de las perlas doradas,
condujo a Leiyus y compañía hasta sus dominios, en donde planea matarlos con
sus propias manos luego de que sus planes anteriores fracasaran, por lo que
después de ser separados de sus compañeras, Leiyus y Kindolf deben hacerle
frente solos.
A pesar de haber unido sus
fuerzas, Dine y Astrid son superadas en todos sentidos por sus copias oscuras,
que conforme el tiempo transcurre, éstas parecen ganar más ventaja y poder
sobre ellas. Mientras que Dine se protege a sí misma con un campo de energía
que su sombra se empeña en destruir a golpes, Astrid lucha mano a mano contra
su versión oscura haciendo uso de todas sus fuerzas, algo que apenas es
suficiente para hacer frente a su versión de sombras.
Astrid entonces le lanza un
puñetazo al rostro, mismo que su adversaria desvía con su mano para luego
patearla con una fuerza tal, que sus pies derrapan por el suelo algunos metros
antes de poder detenerse. Afortunadamente para la vampiro, ella logra
protegerse el rostro a tiempo antes de recibir el ataque directo, pudiendo
amortiguar el impacto con su antebrazos.
Habiendo usado ya gran parte
de sus fuerzas y con el rostro perlado de sudor, Astrid se deja caer al suelo
después del ataque. –Parece que se vuelven más fuertes con cada golpe que les
damos –se queja ella, al borde de claudicar.
A su vez, acorralada por su
sombra dentro de su propia barrera protectora y sin saber qué hacer, Dine intenta
pensar raídamente en una estrategia momentos antes de que su sombra consiga
destruir la cúpula de luz que la protege con un contundente golpe antes de
lanzarse sobre ella.
Dine apenas consigue
esquivarla dando un salto hacia atrás, lo que le da unos segundos más que ella
utiliza para continuar buscando una estrategia que pueda servirles. En ese
momento, la dragona recuerda repentinamente lo que Leiyus hicieron
anteriormente para deshacerse de sus propias sombras cuando se enfrentaron por
vez primera con Hella.
Dine -¡Astrid!, tenemos que
derrotar a nuestras sombras de la misma manera que lo hicieron Leiyus y
Kindolf, ¿recuerdas?
Tras escuchar a su compañera,
Astrid parece recuperar los ánimos y las energías, levantándose en el acto de
un salto. -¡Hagámoslo!
Las dos entonces se colocan
lado al lado para coordinar un ataque conjunto. Sus sombras hacen lo mismo
imitando sus movimientos. Dine y Astrid comienzan el ataque acercándose a toda
velocidad hacia sus opuestos, y en el último momento cruzan caminos para atacar
la sombra de la otra con sus respectivas técnicas.
Dine -¡Luminat!
Astrid –¡Colmillo sangriento!
Aunque en un principio su
estrategia parece estar a punto de dar resultado, las sombras responden
lanzándose a su vez hacia ellas y en el último instante, imitan sus movimientos
entrecruzando caminos para después anular los ataques arrojando versiones
oscuras contra los mismos.
Astrid –¡Esas cosas son más
listas que nosotras! –gimotea con desilusión al ver que sus esfuerzos han sido
en vano.
Sin darles tiempo de
descansar, las sombras se preparan para atacarlas de nuevo, lo que hace que
ellas retrocedan unos pasos. Dine cierra los ojos antes de ser alcanzada por el
poder oscuro de su sombra, pero cuando vuelve a abrirlos, en vez de un poder
oscuro a punto de destruirla, se encuentra con que su sombra ha detenido su
ataque para cubrirse el rostro del brillo que en esos momentos su talismán que
lleva al pecho ha comenzado a despedir.
Dine -¡Eso es, Astrid! ¡Al ser
sombras nuestras, ellas desaparecerán si usamos una fuente de luz lo
suficientemente potente para desaparecer todas las sombras del lugar!
Dicho esto, la dragona toma su
talismán y se lo arranca del cuello para ponerlo al frente como escudo. La joya
inmediatamente emite un resplandor enceguecedor que hace retroceder a las
sombras, las cuales no tardan en desaparecer permanentemente. Cuando el
resplandor disminuye, ambas notan que los cristales que Hella había introducido
en sus espaldas salen de sus cuerpos y caen al suelo antes de convertirse en polvo.
Astrid –¡Bien hecho, Dine! –la
felicita con un choque de palmas sin poder ocultar su entuciasmo.
Dine –¡Ahora sólo debemos
encontrar a los chicos! Hella seguramente
planeó todo estos para separarnos, así que debemos dar con ellos lo antes
posible.
Una vez derrotadas sus
contrapartes oscuras, el par se adentra de nuevo al laberinto de catacumbas con
la esperanza de encontrar a sus amigos antes de que sea demasiado tarde.
En otra parte del laberinto, Leiyus
y Kindolf se sorprenden de poder escuchar la voz de Hella muy cerca de ellos
sin poder localizarla con la mirada por ninguna parte debido a la oscuridad
reinante que los envuelve.
De pronto, Kindolf es arrojado al suelo
violentamente por causa de una fuerza invisible. Leiyus corre la misma suerte
poco después antes de caer con fuerza contra el suelo.
Kindolf -¿Qué está pasando aquí? ¿Es un
fantasma? –inquiere antes de levantarse en el acto.
Leiyus –No… ¿Recuerdas lo que dijo Dine sobre
las perlas? Tal parece que ella se ha hecho invisible gracias al poder de la
perla.
Seguido de esto, se escucha la risa de Hella
resonar por las paredes: –No sólo me he vuelto invisible –agrega-, en esta
forma, mi cuerpo se ha vuelto intangible, por lo que ningún ataque o estrategia
que hayan planeado contra mí servirá. De ser ustedes, dejaría de luchar y
aceptaría una muerte rápida e indolora.
Leiyus –¡Trucos sucios o no, no nos ganarás
tan fácil mente, Hella! –le advierte.
Se escucha la risa de Hella. –¡Me encanta tu papel
de héroe! Quiero ver por cuánto tiempo sostienes esa actitud antes de que estés
rogando por tu vida.
En ese momento y todavía en estado intangible,
ella lo sorprende causándole un arañazo en el pecho que consigue rasgar las ropas
de Leiyus hasta llegar a su carne, provocando que éste comience a sangrar por
la herida al instante.
Momentos después, se escucha nuevamente la
risa de Hella –¡Voy a tomarme mi tiempo para hacerlos sufrir antes de acabar
con sus vidas!
Cada vez más desesperado y al no poder ver a
su enemigo, Leiyus decide cambiar de estrategia y agudizar los sentidos. Repentinamente
percibe una ligera brisa que le advierte de un movimiento cercano a su derecha.
Moviéndose tan rápido como puede, Leiyus logra
anticipar un segundo arañazo por parte del demonio. Sin embargo, dada la
velocidad y brutalidad del ataque, el escudero es alcanzado parcialmente por
sus garras, lo que le permiten a Hella continuar atacándole con múltiples
arañazos que pronto cubren gran parte de su cuerpo hasta hacerle caer al suelo.
Kindolf -¡Leiyus! Quédate en el suelo –le
advierte-, ¡no te levantes!
En un intento desesperado, Kindolf intenta
hacer su onda de corte de vacío y lanzarlo en todas direcciones, pero antes de
poder ejecutarlo, logra ver por el rabillo del ojo un destello seguido de
varios cortes de aire que se acercan a gran velocidad hacia él y lo alcanzan
antes de poder reaccionar, hiriéndolo gravemente al igual que a su compañero.
“¡Maldición!” –piensa Leiyus al levantarse-. “Si no podemos verla o dañarla, no tenemos
ninguna posibilidad de ganarle…”
Hella entonces deja escapar una risotada que
resuena por las paredes. –¡Ya se los dije! ¡Jamás saldrán vivos de aquí!
Repentinamente, a Leiyus le viene a la mente
un plan. -…Kindolf, ¿podrías atraer su atención por unos momentos?
Kindolf -¿Qué? ¡Estás loco. Leiyus! ¡Ese
último ataque casi me mata! –le reprocha molesto, y con la cara cubierta de
arañazos de la demonio.
Leiyus –¡Sé que te estoy pidiendo mucho, pero todavía
no he perfeccionado el ojo del dragón! Necesito tiempo para poder localizar a
Hella con él. ¡De otra forma, no podremos saber en dónde se encuentra!
Kindolf –Está bien… haré lo que pueda, ¡pero
no demores demasiado, amigo…! ¡Muy bien Hella! – grita a todo pulmón él, dando
dos pasos al frente y con su espada al frente-. ¿Quieres pelea? ¡Aquí me
tienes!
Leiyus –Te lo agradezco, amigo –le dice con
una sonrisa sincera detrás de él antes de cerrar los ojos y tratar de
concentrarse.
-¿De verdad crees que puedes enfrentarte a mí,
estúpido? –le responde la demonio-. Los humanos son más tontos de lo que
pensaba –dice desde algún punto del lugar no especificado.
Kindolf –Puede que seas más poderosa que yo, ¡pero
sabes que mi corte de vacío puede
hacerte daño!
Hella -¿En verdad piensas que puedes dañarme? Hay
algo de verdad en tus palabras, ¡pero de nada te servirá tu técnica si no
puedes saber en dónde estoy!
Kindolf –¡Aunque seas invisible, para poder
atacarnos necesitas acercarte primero!
Hella -¿Y crees que eres lo suficientemente
rápido como para atraparme? Debo confesarte que soy muy rápida al moverme, así
que si quieres herirme, tendrás que superar mi velocidad demoniaca.
Sin inmutarse ante sus amenazas, Kindolf
asegura su espada entre sus manos y la blande con fuerza, preparándose para una
batalla incierta. –Ahora veremos si eres tan ruda, bruja. ¡Flarion!
En vez de atacar a un punto en específico como
se esperaría, Kindolf en su lugar comienza a crear y lanzar hechizos de llamas
por todo el lugar hasta verse rodeado de ellas, creando así una especie de muro
de fuego protector para él y para su amigo.
Al darse cuenta de lo que pretende, Hella
comienza a burlarse de él: –Ahora veo que te has vuelto loco. ¡Prepárate a
morir, insensato!
Kindolf se prepara poniéndose en posición de
guardia con su espada en mano, observando atentamente el movimiento de las
llamas a su alrededor. De pronto percibe el movimiento de éstas bruscamente a
su izquierda y rápidamente hace un corte
de vacío en esa dirección que termina por apagar las llamas. Momentos
después, puede observar unas gotas de sangre caer al suelo, no muy lejos de
donde se encuentra.
Hella entonces se revela apareciendo cerca de
él tras ser herida por su corte. –¡No puede ser! ¿¡C-cómo supiste en dónde
estaba…!? Las llamas… ¡¿Las usaste para percibir el movimiento del aire!?
Tras comprobar que su treta ha dado resultado
y ha logrado herirla, Kindolf se frota la nariz sonriendo orgullosamente. –Has
acertado, damita.
Aunque en un principio Hella parece disgustada,
la demonio rápidamente recobra la compostura e incluso tiene el humor de
sonreír. –Debo admitir que eso ha sido un movimiento muy inteligente, ¡pero no
te servirá una segunda vez! –lo amenaza, desapareciendo nuevamente frente a sus
ojos.
Kindolf repite la misma estrategia esparciendo
llamas por el suelo antes de ponerse en guardia y a la expectativa. No pasa
mucho tiempo para que el escudero detecte un movimiento al frente suyo que
perturba las llamas, por lo que se prepara para ejecutar su corte, pero antes
de poder hacerlo se desconcierta al ver que las llamas de su izquierda también
se mueven de su lugar súbitamente.
Confundido, Kindolf trata de decidir en qué
dirección debe atacar hasta que una ráfaga cortante lo atrapa, lanzándolo al
piso y dejándolo vulnerable a cualquier ataque de Hella.
Para ese momento, Leiyus usa toda su energía
para concentrarse mientras cierra los ojos con fuerza. “Vamos… ¡tengo que hacerlo! ¡Tengo que poder ver a Hella!” –se
repite, consciente del peligro que corre su amigo.
En ese instante, en su mente aparece frente a
él la forma fugaz de Hella con sus garras apuntando en dirección a Kindolf, y
sin perder tiempo, Leiyus se lanza sobre ella antes de que pueda llegar a su
compañero y matarlo.
Ansiosa por hundir sus garras en su víctima,
la demonio no se percata de la presencia de Leiyus hasta que ya es muy tarde.
Para cuando se da cuenta, la espada corta de Leiyus se ha unido en su carne,
volviéndola visible de nuevo.
La demonio se lleva las manos a la herida,
incrédula y en shock: –No… no puede estar pasando esto…
Leiyus –¿Ahora ya no puedes esconderte de
nosotros! –le asegura.
Respirando con dificultad, Hella logra retirar
la espada de su abdomen con un movimiento violento antes de arrojarla al suelo
con furia –Muy bien… ahora pelearé en serio. ¡Liberaré el poder de la perla de
dragón!
Con la perla en la mano, Hella expulsa el
poder interior de ésta, lo que provoca que la gema empiece a brillar con una
luz dorada que pronto la recubre por completo. En cuestión de segundos, su
herida queda reducida a una pequeña cicatriz. .-¡Llamas infernales! –sentencia, envolviéndose a sí misma en una
cortina de furiosas llamas de rojo y púrpura intensos.
Hella no duda en usar la vorágine de llamas contra
ellos, pero Leiyus contrarresta el ataque y le lanza a la demonio un rugido de dragón para protegerse a sí
mismo y a su amigo. –¡A un lado, Kindolf!
Ambos poderes colisionan violentamente,
formando una estela de destrucción que colapsa parte de los túneles de las
criptas. Poco después, Kindolf sale de entre los escombros sorprendido de estar
vivo después de aquella explosión. No muy lejos de allí, localiza a su amigo,
que para entonces todavía sigue de en el mismo lugar, de rodillas. –Su ataque
fue tan poderoso como el rugido de dragón…
–admite Leiyus, quien apenas se sostiene en pie tras ser impactado por la
fuerza colateral del impacto.
No pasa mucho tiempo para que Hella también reaparezca
de entre las piedras, sosteniendo una bola de fuego en su mano de manera
amenazadora. -¿Qué les pareció mi hechizo? Las llamas infernales son un hechizo
que sólo los demonios podemos invocar…
–No… no tengo suficientes fuerzas para
enfrentarme a ella, o hacer otro rugido
de dragón… -asegura Leiyus con voz débil.
Hella –Es una pena… -dice demostrando
convalecencia fingida-. Ya puedo saborear el poder de Dyamat que te quitaré una
vez te haya matado. ¡Llamas infernales!
Incapaces siquiera de levantarse o de escapar
al ataque, Lindolf y Leiyus no pueden hacer otra cosa sino esperar lo inevitable,
pero cuando las llamas están a punto de alcanzarlos aparece un escudo de energía
alrededor de ellos que los salva de morir calcinados. Dine y Astrid no tardan
en hacer acto de presencia en medio de la batalla.
Dine –Leiyus, ¿qué sucedió? Hace un rato
sentimos una explosión. ¿Se encuentran bien?
Leiyus –Sí… -responde hablando pausadamente a
causa del agotamiento-, pero me he quedado sin energías. ¡Hella es más fuerte
de lo que pensaba…!
Dine –Descuida –le asegura a Leiyus
despreocupadamente-, todavía tenemos un as bajo la manga.
Hella –No me digas que ustedes dos piensan
enfrentarse a mí. Sus amigos están tan débiles que apenas pueden tenerse en
pie.
Dine –Eso no será necesario, no al menos para
mí –agrega con una sonrisa llena de confianza.
Hella –Entonces, ¿qué piensas hacer?
Dine –¡Voy a enviarle mi aura a Leiyus!
En ese momento, Dine expulsa toda su energía,
que al agruparse forma un dragón de luz, el cual alcanza en un instante a
Leiyus, introduciéndose en su pecho. Al instante, una oleada de poder recorre
por sus venas mientras sufre una ligera transformación que devuelve las
fuerzas.
Gracias a esto, Leiyus logra ponerse de pie de
nuevo. –Te lo agradezco, Dine. ¡Ya estoy como nuevo!
Dine –Ahora ve y acaba con ella. Nosotras nos
encargaremos de curar las heridas de Kindolf.
“¡Cómo
puede ser posible!” -exclama Hella para sus adentros tras
observar a su enemigo recuperarse completamente-. “Hace apenas un momento estaba exhausto, ¡y ahora parece más fuerte! Sus
ojos parecen… No… ese cambio no es sólo exterior…”
Leiyus -¿Lista para el segundo asalto? –pregunta
poniéndose en guardia con nuevos bríos.
Hella –No importa qué tan fuerte te hayas
vuelto. ¡Los acabaré a los cuatro con mis llamas
infernales! –sentencia ella antes de volver al ataque.
Usando su técnica de llamas, Hella vuelve a la
carga por segunda vez, pero Leiyus interviene creando un torrente de aire con
sólo chocar sus palmas con el que extingue el fuego demoniaco antes que éste lo
alcance. Al comprobar la fuerza real de Leiyus, Hella retrocede, impresionada,
y antes de que pueda reaccionar es tomada por sorpresa por un increíblemente
veloz ataque de Leiyus que la demonio apenas logra contener.
La espada de él y sus garras se encuentran con
violencia, produciendo chispas al contacto mientras ambos se baten en duelo a
gran velocidad. Furiosa, Hella traba sus garras con la espada de Leiyus por
unos momentos hasta que ambos se separan arremetiendo de nuevo el uno contra el
otro.
En medio de la batalla, Hella intenta cortar
el cuello de Leiyus con sus garras, pero él se defiende con su espada cortando de
un solo tajo las garras de la mano izquierda de la demonio. Al ver lo que su
rival le ha hecho, ella retrocede nuevamente con un miedo que esta vez es
incapaz de ocultar. -¿Cómo es que te has vuelto tan fuerte? ¡¡¿Cómo?!!
Leiyus avanza hacia ella sosteniéndole la
mirada fría y carente de compasión poco típica de él.
–Este es el verdadero poder de nosotros, los
dragones blancos. El mismo poder que contiene la perla que llevas… quiero que
me la devuelvas.
Dine, que en esos momentos se encontraba
curando con magia blanca las heridas de Kindolf observa la repentina y
aparentemente inexplicable agresividad en el comportamiento de Leiyus. “¿Por qué habla así? Él nunca se ha
considerado un dragón blanco” –se pregunta la dragona para sus adentros.
Hella continúa retrocediendo lentamente
conforme el escudero se acerca ella agresivamente. Es en ese momento cuando él
le hace una advertencia. –Tomaré lo que es mío ya sea que me lo entregues, o
tenga que arrebatártelo por la fuerza.
En un movimiento repentino, Leiyus corre a
velocidad sobrehumana hacia Hella, quien en esos momentos se encuentra en
shock, demasiado impresionada como para reaccionar, pero en el último momento,
ella consigue volver en sí lanzando un grito de furia al tiempo que extiende
sus palmas hacia el enemigo creando un pentagrama de cinco puntas debajo de los
pies de Leiyus.
Repentinamente el cuerpo del escudero se
paraliza completamente, lo que es aprovechado por su adversario formando un
puño enorme con su cabellera con el que lo golpea con tremenda fuerza hasta
estrellarlo contra el suelo. Momentos después, el pentagrama debajo de Leiyus
desaparece apenas un segundo después de ser invocado.
Leiyus se levanta de un salto con un poco de
sangre escurriendo de su boca a causa del impacto. -¿Qué fue lo que me hiciste?
Hellade inmediato recupera la confianza riendo
histéricamente tras comprobar que su treta ha dado resultado. –Tal parece que
no has cambiado desde la última vez que nos vimos, Dyamat. ¡Caíste en la misma
trampa que en aquella ocasión!
Leiyus –¿De qué estás hablando? ¡Explícate!
Hella -¿De verdad no lo recuerdas? Hay una
razón por la que los dragones negros pidieron ayuda a nosotros los demonios, y
esa es por nuestras habilidades únicas. En pocas palabras, solicitaron mi ayuda
por el hecho de que yo conozco un conjuro capaz de confinar a los seres de luz.
¡Ese hechizo se llama Zel-kana!
Apenas escucha semejante nombre, el rostro de
Dine denota una gran preocupación. –Zel-kana…
–repite entre labios-, el hechizo prohibido… -dicho esto, ella camina hasta
estar frente a frente a Hella-. Así que es por eso que los dioses te castigaron
encerrándote en una forma humana, ¿no es verdad? Así se suponía no tendrías los
poderes suficientes para emplearlo nuevamente –conjetura ella.
Hella –Muy perspicaz de tu parte, niña… Este
hechizo me permite confinar a seres de luz y neutralizar sus poderes por un
periodo muy corto de tiempo. En aquella batalla contaba con la ayuda de un compañero
demonio mío, Grudan, y otros dos dragones negros para aumentar su poder y
prolongar su efecto. Fue gracias a nuestra energía combinada que pudimos parar
al gran rey de los dragones blancos el tiempo suficiente para desgarrar su alma
en pedazos. Debido a esto, el hechizo que puedo hacer con mis propios poderes y
la energía de la perla es mucho menor al de aquél entonces, ¡pero es más que
suficiente para detener a su amigo el tiempo necesario para que le atraviese el
corazón!
Leiyus aprieta los puños apenas escucharle. –Si
no puedo atacarte directamente, ¡entonces lo haré a distancia! ¡Rugido de dra…!
Antes de que pueda terminar de consumar su
ataque, Hella utiliza nuevamente el Zel-kana
sobre él para posteriormente lanzar una de sus llamas infernales hacia el escudero la cual lo arroja contra una
pared. Aunque herido y con las ropas en llamas, Leiyus logra deshacerse del
fuego y reponerse con rapidez del ataque.
Hella –Debo admitir que por un momento casi
había olvidado que conocía este hechizo. De no ser por él, probablemente ya me
habrías derrotado.
Sin poder contenerse más, Astrid se une a la
batalla atacando a Hella por detrás con un puñetazo que la demonio esquiva con
facilidad. Enseguida Kindolf se une al combate liberando un corte de vacío que logra causarle una
herida leve en el brazo.
Kindolf –¡Parece que te has olvidado de
nosotros, vieja bruja! –dice con una sonrisa burlona-. ¡Leiyus no está solo!
Astrid –Así es. ¡No esperes que nos quedemos
sin hacer nada observando cómo haces trampa!
Hella –Malditas plagas… ¡No interfieran! –grita,
fuera de sí.
En el momento en el que Hella está distraída
por sus amigos, Leiyus intenta atacarla con su espada por las espalda, pero
ella se da cuenta de sus intenciones e invoca de nuevo su hechizo sobre él,
paralizándolo. En ese instante Astrid y Kindolf vuelven a la ofensiva
atacándola de frente. Astrid usa su colmillo
sangriento que Hella rechaza con una bola de fuego, para luego apresarla
entre sus matas de cabello con fuerza. Kindolf intenta ayudarla tratando de
cortar el cabello con su espada, pero Hella le da un revés con el codo con tal
fuerza, que lo manda hasta la pared opuesta. No es sino hasta ese momento que
Hella se da cuenta con horror que Kindolf le sonríe desde el extremo de la habitación
mientras sostiene entre manos la perla dorada que ella llevaba al cuello.
Hella -¡Devuélveme eso, basura mortal! –le
exige corriendo hacia él, pero antes de que pueda reaccionar, él lanza la perla
hacia el extremo opuesto donde está
Dine.
Su amiga intenta atraparla, pero Kindolf la
lanza con más fuerza de la necesaria causando que la gema pase por sobre su
cabeza hasta caer lejos de su alcance.
Para ese momento, el hechizo que aprisionaba a
Leiyus termina y éste prepara un nuevo rugido
de dragón. Mientras tanto, Dine se lanza al suelo en un intento desesperado
para recuperar la perla, y cuando finalmente la tiene entre sus manos, la
destruye arrojándola al suelo con fuerza hasta hacerse añicos ante la mirada de
pánico de Hella. –Se acabó… -sentencia Dine a la demonio con voz calma.
Leiyus no duda en liberar todo el poder de su rugido de dragón sobre Hella, acabándola
de un solo golpe mientras su silueta desaparece dentro de la vorágine de
destruición con un último grito.
Cuando la batalla finalmente termina, los
restos de la perla dorada comienzan a brillar liberando energía que se
arremolina sobre Leiyus, formando un dragón que se introduce en su cuerpo. En
el momento en el que es absorbido, Leiyus comienza a sufrir una especie de
ataque conforme la energía de dragón sobrecarga su cuerpo a la vez que siente
como si su cabeza estuviese a punto de estallar.
Kindolf -¿Qué le está sucediendo a Leiyus? –le
pregunta a Dine, asustado, tras ver la violenta reacción de su amigo, que para
entonces se ha llevado las manos a la cabeza y parece haber perdido el control de sí mismo.
Dine tarda unos momentos en poder responder
con mortificación y tan estupefacta como el resto de sus amigos. –No… lo… sé…
Para entonces, el episodio que Leiyus
experimenta llega a su fin y éste se deja caer inconsciente al suelo.
Poco después, Kindolf, Dine y Astrid salen de
las catacumbas cargando a Leiyus por uno de los boquetes causados por las
explosiones durante la batalla. En ese instante Leiyus parece recobrar la conciencia.
-¿Qué...? ¿Qué sucedió? –pregunta confundido y con voz débil a sus amigos.
Kindolf –Todo está bien, amigo… -le asegura
con una sonrisa.
Dine –Venciste a Hella.
Leiyus -¿En serio? No recuerdo nada…
Repentinamente otro ataque de dolor parece recorrer
su cabeza haciéndolo gritar en agonía.
Astrid -¿Qué le sucede? ¿Por qué está actuando
así? –inquiere preocupada al ver su estado.
Al ver que Leiyus no para de gritar, Dine sólo
se atreve a conjeturar. –Empezó a actuar así justo después de que destruí la
perla…
Tan pronto como vino, el ataque parece
desaparecer y Leiyus vuelve a la normalidad. ¿Qué… fue eso? ¡Qué me está
pasando! –grita con desesperación y las manos temborosas.
Dine está a punto de contestarle cuando se
escucha el rugido de una bestia en la lejanía. Al alzar la vista, el grupo se
encuentra con una enorme figura sobrevolando sobre sus cabezas en el cielo
nocturno. La figura oscura inesperadamente cae en picada sobre ellos, revelando
a un enrome dragón negro que se les viene encima. Dine, Kindolf y Astrid logran
hacerse a un lado en el momento en el que el dragón pasa rozando la tierra.
Leiyus por otra parte, no logra moverse a tiempo debido a su condición y es
apresado por las garras de la criatura antes de que éste remonte el vuelo y
gane altura, perdiéndose de vista detrás de las montañas.
Dine -¡Oh, no! ¡¡Leiyus!! –grita, sin poder
dar crédito a lo sucedido.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario