Criptas del infierno
Durante su búsqueda de las perlas doradas de
dragón, Leiyus y compañía fueron engañados por Hella, la demonio, quien luego
de probar sus fuerzas y habilidades, les hizo una invitación a las catacumbas
en las que ella habita, las cuales les aguardan peligros.
Han pasado varias horas desde que el grupo se ha
aventurado al interior de la cripta, formada por una red de túneles que parecen
no tener fin ni conducir a ninguna parte. Debido al cansancio y a la monotonía
del recorrido, todos parecen tener los ánimos bajos.
Astrid –Hemos estado caminando por horas –se
queja con voz baja-, y lo único que hemos encontrado son esqueletos y caminos que
no conducen a ninguna parte –asegura, tomando una calavera de un brazo para
luego arrojarla hacia atrás con desprecio.
Kindolf –Quizás debimos traer un mapa… -sugiere.
Dine –Es obvio que estas criptas fueron
diseñadas como laberinto para disuadir a los saqueadores de tumbas. Por lo que
sé, aquí deben descansar los restos de nobles y reyes de las ciudades y pueblos
circundantes.
Leiyus –Espero que el plan de Hella no sea
perdernos en este laberinto para hacernos morir de hambre…
Astrid –¡Pero yo no quiero morir aquí! –gimotea
ella al instante.
Leiyus –Tranquila, era sólo una broma. Estoy
seguro de que Hella no se quedará con los brazos cruzados mientras vagamos por
sus dominios.
En ese instante, se puede escuchar un estruendo que parece
dirigirse hacia ellos desde lo profundo de las catacumbas.
Kindolf -¿Qué fue eso?
Antes de que alguien pueda contestarle, una
oleada de ratas gigantes les salen al paso con las fauces abiertas y los ojos
enrojecidos en actitud agresiva.
Llena de pánico, Astrid se aferra fuertemente
a Dine. -¡Son ratas gigantes!
Pensando rápidamente, Kindolf crea un muro de
fuego con su hechizo flarion
deteniendo el avance de los roedores hacia ellos, lo que les da tiempo
suficiente para dar media vuelta y escapar antes de que los animales les den
alcance y los devoren. Minutos más tarde, y luego de haber corrido sin descanso
por varios minutos para escapar de las ratas, los cuatro se detienen a
recuperar el aliento en un camino sin salida que conduce a un muro.
Leiyus –Eso estuvo cerca…
Mientras sus amigos se recuperan, Kindolf nota
un escudo de piedra con un emblema real sobre el muro. Lleno de curiosidad se
acerca al escudo y trata de desprenderlo de la pared, pero cuando lo logra,
nota que éste está atado a una cuerda. Inmediatamente se escuchan sonidos de
engranes moviéndose y que parecen provenir del otro lado de las paredes. Para
su sorpresa, el muro se abre y libera un rodillo gigante hecho de piedra y
ataviado con picos de metal que avanza hacia ellos a través de rieles paralelos
sobre los muros.
Leiyus –Pero, ¡qué hiciste! –lo regaña
emprendiendo la retirada a toda velocidad.
En su huída, uno de ellos pisa un interruptor
en el suelo que activa otro mecanismo, dejando caer sobre los cuatro grandes
mazos de piedra maciza sobre sus cabezas. En medio de la confusión, Dine y
Asrid se separan de sus amigos tomando un camino alternativo para tratar de
escapar.
Una vez habiendo dejado el peligro atrás,
Leiyus y Kindolf se percatan de que sus amigas ya no están con ellos. -¿Y las
chicas? ¿A dónde se habrán metido? –pregunta Leiyus, consternado, mirando hacia
sus espaldas
Kindolf –Esto no es bueno… -agrega con expresión
preocupada.
Entonces se escucha la risa de Hella resonar
por todo el lugar. –Bienvenidos a mis aposentos –los saluda la demonio-. Veo
que se tomaron su tiempo para llegar hasta aquí.
De la nada, de entre las sombras les salen al
encuentro las criaturas oscuras enmascaradas al servicio de Hella, rodeándolos.
Leiyus -¿Por qué no te apareces de una vez? ¿A
caso tienes miedo?
Hella -¿Miedo yo? –se escucha la voz de la
demonio desde las paredes- ¡De ninguna manera! Sólo quiero jugar con ustedes un
poco más.
En el momento en el que la voz de Hella deja
de escucharse, las criaturas a su servicio los atacan en conjunto. Al mismo
tiempo, en otra parte de las catacumbas, Dine y Astrid caminan entre la
oscuridad en busca de sus amigos.
Astrid se aferra con fuerza al brazo de su
aliada mientras caminan entre la oscuridad. –Dine, estoy asustada –le confesa
sin dejar de temblar.
La actitud de temor por parte de la chica
vampiro sorprende a la dragona. – Pero, creía que una vampira no le temería a
un poco de oscuridad.
Astrid -¡Ya te dije que sólo soy mitad
vampira! –repone enojada.
Dine –Como sea… ahora lo más importante es
reencontrarnos con los muchachos. Entre más pronto lo hagamos, más rápido recuperaremos
la perla y podremos salir de aquí
–Sus amigos son de lo último que deberían preocuparles
aquí abajo, señoritas –les dice apareciendo Hella muy sonriente frente a ellas.
Dine –¡Hella! ¡¡Qué les has hecho a los
muchachos!!
Hella –Como ya dije, de lo último que deberían
preocuparse es por ellos en un lugar como este.
Sorprendentemente, Astrid parece olvidar su
miedo a la oscuridad y apenas verla se enfrenta a Hella. La demonio no tiene dificultad
para evitar el ataque frontal de Astrid saltando con gran agilidad, y en el
momento en el que tiene a la chica vampiro a su alcance y vulnerable, aprovecha
para introducir en ella un cristal oscuro.
Dine -¡Astrid! –grita acudiendo en su auxilio
apenas presencia lo sucedido antes de decidirse a entrar en acción-. ¡Ya verás,
demonio! ¡Luminat!
Hella consigue evadir el hechizo de luz de
Dine para luego introducir también en ella un cristal oscuro cuando la dragona
baja la guardia.
Astrid -¿Qué nos ha hecho? –inquiere
tratándose de verse la espalda apenas darse cuenta de lo ocurrido.
Hella –Nada. Simplemente introduje en ustedes
un cristal de energía oscura que creará un duplicado de ustedes, igual que hice
con sus amigos hace poco.
Casi de inmediato, sus sombras desaparecen detrás
de ellas para reaparecer junto a Hella, adquiriendo volumen hasta formar
versiones oscuras de las chicas.
Hella
-Ustedes pueden quedarse en este lugar mientras juegan con sus nuevas
amigas. Nos vemos luego –se despide de ellas con una sonrisa antes de
desvanecerse en la oscuridad circundante.
Astrid -¿Ahora qué hacemos? –le pregunta a su
colega dragona.
Dine –No tenemos otro remedio más que enfrentarnos
a nuestras sombras. ¡Astrid, a la cuenta de tres, quiero que utilices tu colmillo sangriento! Yo usaré mi poder de purificación. Si las sombras realmente están
hechas de energía negativa, entonces mis poderes deberían surtir mayor efecto
en ellas.
Sin perder tiempo, las sombras de ambas se
abalanzan contra ellas corriendo a toda velocidad al tiempo que ríen
perversamente usando las mismas voces que aquellas de las originales.
-¿Preparada? –alerta Dine a su amiga-. Uno…
dos… ¡tres! ¡Luminat!
Tanto Dine como Astrid atacan a sus sombras
con sus poderes, que sorprendentemente les responden lanzando los mismos ataques
contra ellas. Para sorpresa de Dine, su sombra contrarresta su hechizo de magia
blanca con una versión oscura, anulándose al instante.
Astrid -¡Oh, no! ¡Nuestros ataques no
sirvieron de nada, Dine! Ahora, ¿qué vamos a hacer? –pregunta gimoteando.
Cerca de allí, Leiyus y Kndolf lidian con los
demonios menores de Hella, que los superan en número acorralando a ambos contra
una de las paredes de las catacumbas.
Leiyus –No hay remedio… ¡Tendré que usar el Rugido de dragón!
Kindolf –¡Espera Leiyus! –lo detiene en seco-.
Debes ahorrar energías para luchar contra Hella. ¿Por qué no me los dejas a mí?
Leiyus –¿Estás seguro que podrás con todos
ellos, Kindolf?
Kindolf –¡Por supuesto! Ya he dominado la
técnica del corte de vacío, y también
sé usar algo de magia. Así que he pensado en hacer mi propia variante, observa…
Acto seguido, Kindolf guarda su espada en la
funda, la cual tiene atada a su cinturón para posteriormente cerrar sus ojos.
Por un momento, el escudero no mueve un músculo mientras los enemigos se
acercan cada vez más hacia ellos, y cuando éstos están a punto de hacer
contacto con ellos para atacarles, Kindolf finalmente reacciona desenvainando
su espada a una velocidad tan alta, que la fuerza de su ataque genera una onda
de vacío horizontal de ciento ochenta grados, la cual es más que suficiente
como para aniquilar de golpe a casi todos sus enemigos. Los pocos demonios que
quedan en pie terminan por escapan aterrorizados rumbo a las profundidades
oscuras del laberinto hasta perderse de vista, dándoles la victoria en la
batalla.
Hella –¡Excelente trabajo! –lo felicita la
demonio, que se materializa desde la oscuridad-. No está mal para un ser humano
apestoso.
Kindolf -¡A quién llamas apestoso, vieja bruja!
–le espeta molesto al punto-. ¡¡Apenas me bañé hace tres días!!
Leiyus –¡Hella! ¡¡Finalmente das la cara!!
Hella –En efecto… Y ya que ustedes han logrado
llegar hasta aquí con vida, su recompensa será morir en mis manos.
Leiyus –Hella, sé que somos enemigos, ¡pero no
tenemos por qué derrochar sangre en vano! Si nos das la perla en este momento,
te perdonaremos la vida.
Hella suelta a reír como respuesta a la
propuesta de Leiyus: -¿Perdonarme la vida dices? –repite con sarcasmo-. ¡Son
ustedes los que deberían estar rogando por sus vidas! –asegura, antes de hacer
crecer un par de cuernos de su cabeza.
Leiyus -¿Qué es lo que ganas tú con esta
batalla? ¿Por qué quieres acabar con nosotros?
Hella -¿Acaso no te lo dijo Grudan? Nunca lo
entenderías… En algún momento, nosotros cinco, es decir, los poseedores de las
perlas doradas del dragón, fuimos enemigos acérrimos de Dyamat. Esto ocurrió
durante la última batalla del rey de los dragones…
“En ese tiempo, los dragones negros apelaron a
nosotros los demonios para poder acabar con quien era considerado el ser más
poderoso de la tierra después de los dioses. Yo era una demonio muy poderosa… Comandaba
una legión entera de demonios al servicio de mi señor, el amo del terror, pero
tras ser derrotada por Dyamat, los dioses sellaron mis poderes y me confinaron
a este cuerpo como castigo por mis crímenes…”
-Este cuerpo…–repite ella nuevamente,
mirándose las manos temblorosas sin dejar de recordar-. ¡¡Este maldito, e
inmundo cuerpo humano!! –estalla finalmente.
Acto seguido, Hella rasga la piel de su rostro
con sus uñas, dejando heridas en su cara sin dejar de gimotear. Para sorpresa
de Leiyus y Kindolf, su llanto quedo y apenas audible se transforma rápidamente
en una risa apagada hasta convertirse en una risotada escandalosa. Para cuando
la demonio recupera la cordura y se vuelve para verlos, sus heridas del rostro ya
han sanado completamente.
-…Pero bueno, Volgia me dio una segunda
oportunidad para vengarme de Dyamat cuando él y su ejército capturaron a ese maldito
dragón y le arrebataron su espíritu. Gracias a esta perla –asevera mientras les
muestra la perla colgante de su cuello-, poseo parte de los poderes de su rey.
Lo que significa que si logro asesinar a su reencarnación, ¡podré robar los
poderes que posees junto con los que le quitaste a Grudan!
Leiyus -¡¡Cómo!! –exclama, incrédulo tras
escucharla-. ¿¡Qué has dicho!?
Hella –Así es, niño. Los hice venir hasta aquí
para retarte. El que gane esta batalla se lo llevará todo... Si tú ganas,
obtendrás parte de los poderes de Dyamat.
Leiyus -¿Y si yo gano, me darás la perla que
tienes?
Hella -¿Dártela? ¿De qué serviría? Para que
puedas obtener los poderes de la perla, primero tendrías que destruirla… Y dado
que yo participé en el ritual para robar los poderes de Dyamat, mi vida está
vinculada a la existencia de esta perla.
Leiyus –Ya veo… entonces no hay más
alternativa que pelear a muerte.
Hella –Finalmente lo entiendes, niño. De todas
formas, pensaba torturarte y matarte.
Luego de escucharla, Leiyus impulsivamente
ataca a Hella con la espada que Dine le obsequió. La demonio a su vez responde
con un movimiento rápido, lanzándole algo directamente al rostro, y a pesar de
que el escudero logra esquivarlo, la velocidad del ataque no le permite reconocer
qué fue lo que la demonio le lanzó.
No es sino hasta que aquello impacta el suelo
cuando Leiyus se percata que se trata del cabello de la propia Hella, el cual
parece haber cobrado vida, formando una cola de aguijón similar a la de un
escorpión con la que pensaba picarle. Casi de inmediato, los ladrillos
alrededor del agujero donde impactó el cabello comienzan a derretirse con
sorprendente rapidez, dejando a Leiyus y a Kindolf de una pieza.
-¿¡Qué fue eso?! –exlama Leiyus.
Kindolf -¡Derritió el suelo con su cabello
como si fuese ácido! –secunda su amigo, sintiendo un escalofrío recorrer su
nuca.
Hella se echa a reír ante su reacción: –Se
trata de un veneno muy potente que los disolverá en cuestión de segundos si
llega a tocarlos. No importa si eres Dyamat o un ser humano, si mi veneno llega
a tocarte, estarás perdido –asegura con voz calma.
Kindolf –Leiyus… –le dice, acercándose a él-,
si la atacamos al mismo tiempo, no podrá usar su aguijón contra los dos a la
vez, lo que le dará oportunidad a uno de nosotros de poder atacarla
directamente.
Leiyus –Suena un plan muy arriesgado, pero
tienes razón… no tenemos otra alternativa… Muy bien, ¡hagámoslo!
Con sus espadas listas, ambos acometen en
conjunto contra Hella, que no parece impresionada por su estrategia ofensiva.
De repente, cuando tiene al par de escuderos muy cerca, ella divide su mata de
cabello hasta formar dos agujones con los que sorprende al par atacándolos a
gran velocidad.
Kindolf es el primero en ser alcanzado por la
cola de escorpión hecha de cabello, la cual impacta lateralmente en uno de sus
costados, habiendo conseguido evitar apenas el letal aguijón, aunque debido a
la fuerza y velocidad del impacto, esto resulta suficiente para dejarlo momentáneamente
fuera de combate.
Habiéndose deshecho de uno de sus enemigos,
Hella entonces centra el par de aguijones de cabello en Leiyus, quien incapaz
de defenderse de ellos a la vez de sus acometidas, obligándole a caminar de
espaldas antes de trastabillar y caer al suelo, dejándolo expuesto al inclemente
ataque de la demonio.
Hella intenta entonces picarlo repetidas veces
con sus aguijones, pero el escudero logra evitarlos en el último instante
rodándose sobre el suelo.
Para ese momento, la demonio vuelve a unir los
aguijones, dando como resultado uno más largo y de mayor tamaño, el cual planea
usar para atravesar el pecho de Leiyus, quien todavía yace tendido en el suelo,
pero tras conseguir adivinar las intenciones de Hella, Leiyus logra rodas hasta
un escudo cercano tirado en el suelo mismo que usa para interponerlo en la
trayectoria del aguijón justo a tiempo para interceptarlo. El aguijón de
cabello no tiene problemas en atravesar el metal un poco, pero éste termina por
atorarse en él, inmovilizando parcialmente a su enemigo.
En ese momento Kindolf reaparece en escena y a
toda velocidad logra cortar cortando con el filo de su espada la punta del
aguijón de cabello. La mata de cabello cae al piso, todavía moviéndose y
retorciéndose, como si se tratase una cola de lagartija recién cortada antes de
desaparecer en el aire.
Tras lo ocurrido, los ojos de Hella se
encienden de ira. –Pero, ¡cómo te atreves a cortar mí cabello, gusano!
Kindolf retrocede al ver a la iracunda Hella acercársele,
alargando sus uñas hasta él hasta formar filosas y delgadas garras con las que
piensa descuartizarlo. Leiyus entonces le devuelve el favor a su amigo
lanzándole a Hella un rugido de dragón
a espaldas de la demonio mientras ella está distraída. El ataque hace trepidar
toda la estructura de túneles hasta llegar a oídos de Dine y Astrid.
La potente corriente de aire generada se
expande por el laberinto de criptas hasta perder fuerza y desaparecer. Luego de
aquello, una nube de polvo se levanta por todo el lugar, obstaculizando la
visión de Leiyus y de Kindolf.
Leiyus –Kindolf, ¿estás bien? –le pregunta a
su amigo, al que apenas puede ver debido al polvo.
Kindolf –A decir verdad, no –le responde sin
dejar de toser-.¡Pero al menos me encuentro de una sola pieza!
Leiyus –Creo que acabé con ella… -conjetura
él, a la vez que busca indicios de Hella sin poder dar con ella.
Kindolf -¿A dónde demonios se fue esa tipa?
De pronto, la voz de Hella resuena por todo el
lugar. –¿En verdad creyeron que podían derrotarme con tan poco? ¡Les daré
muerte a ustedes haciendo uso del poder del rey de los dragones blancos que
tanto desean obtener…!
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