La venganza de Bélidas
Debido a que Leiyus había comenzado a perder
el control de sus poderes, Lauerl selló el poder de las perlas de dragón que el
escudero y sus amigos habían obtenido hasta ahora. Fue así que él y sus amigos
decidieron quedarse por un tiempo en la ciudad de Leria a aprender los secretos
de la hechicería sagrada bajo la tutela de Laurel. Sin embargo, Bélidas logró
localizarlo haciendo uso de la perla de dragón en su poder i de inmediato
ordenó a su ejército de dragones negros a atacar la ciudad.
Las miradas de Leiyus y Bélidas se cruzan
apenas el dragón negro baja de su dragón mascota, formando un momento de
silencio y tensión entre los presentes.
Leiyus -¿¡A qué es lo que has venido, Bélidas?!
–le exige finalmente.
Bélidas -¿Que a qué he venido? –repite con
ironía-. Ya deberías saberlo. ¡He venido a acabar contigo, resurrección de
Dyamat, y a cobrarme la humillación que me hiciste pasar frente al rey Volgia
cuando escapaste de mi fuerte! Debo admitir que encontraste un buen lugar para
esconderte, sabandija. Dentro de esta ciudad protegida por magia blanca, la
señal de la perla se volvió difusa, pero después de varios días de recorrer
grandes extensiones, finalmente logré dar contigo, y esta vez no te dejaré
escapar, ¡así tenga que acabar con este patético lugar si es necesario!
Sin quitarle la vista a su rival, Leiyus se
dirige en voz baja a su amigo Kindolf, el cual se encuentra a su lado. –Tenemos
que buscar una manera de alejarlo de aquí. Una batalla contra él podría
destruir la ciudad entera.
Kindolf -¿Y qué quieres que yo haga? –repone
en el mismo tono.
Leiyus –Voy a intentar servir de señuelo para
él, pero para que funcione, necesito pasar por donde Bélidas se encuentra para
que pueda llagar a las puertas de la ciudad… Tienes que distraerlo por mí para
que pueda pasar antes de que él me detenga. ¿Podrás hacerlo, viejo amigo?
Kindolf de inmediato se pone muy tenso ante
tal petición, tragando saliva y comenzando a temblar. –No lo sé…
Leiyus –Confío en ti, amigo. –le confiesa con
una sonrisa antes de correr directamente hacia Bélidas, sin darle más tiempo
para pensarlo dos veces.
Sin tiempo para retractarse, Kindolf se
apresura a conjura a toda prisa uno de sus recientemente aprendidos hechizos. -Maldición
Leiyus, ¡estás demente!
Sin inmutarse Bélidas aguarda pacientemente a
que Leiyus se acerque a él, esperando una confrontación cuerpo a cuerpo, pero
en lugar de ello, es escudero da un gran salto sobre él que lo toma por
sorpresa.
El dragón negro intenta impedirle que se
marche, pero para entonces Kindolf le ataca con su hechizo: -¡Tera-lux!
En ese instante, bajo los pies de Bélidas
ocurre una tremenda explosión, seguida de un hundimiento de tierra que termina
por engullirlo junto con su dragón mascota, dándole así tiempo a Leiyus de
alejarse de la ciudad. No pasa mucho tiempo para que Bélidas logre salir de
entre la tierra para ir en persecución de Leiyus.
Kindolf intenta detenerle, pero antes siquiera
de que logre llegar a él, varios dragones negros le salen al paso y comienzan a
perseguirlo por toda la ciudad.
A su vez, Leiyus corre tan deprisa como puede en
dirección a los límites de la cuidad cuando de repente, aparece al frente el
dragón negro de Bélidas, bloqueándole el paso. Inmediatamente después, a sus
espaldas hace acto de presencia Bélidas. -¿A dónde crees que vas? ¡Te dije que no
te dejaría escapar esta vez!
Leiyus da un paso atrás, sintiéndose
acorralado. –Muy bien Bélidas… Si quieres pelea, ¡pelea tendrás!
La respuesta de Leiyus satisface al dragón
negro: –He estado esperando mucho tiempo
el momento en el que pudiera cobrar venganza de ti. ¡Ahora, finalmente tendré
el honor de acabar contigo con mis propias manos!
Leiyus -¿Venganza? ¿De qué hablas?
Bélidas se queda unos momentos en silencio,
mirándolo –Hella estaba en lo cierto... Tal parece que has perdido tus memorias.
De acuerdo, no sería lo mismo si mueres ignorante de lo sucedido. Todo comenzó
hace mucho tiempo…
“Durante
la era de caos, yo era uno de los comandantes al servicio de Dyamat. Juntos, peleamos lado a lado contra
los demonios en la batalla de los cielos, pero cuando ésta acabó, me desechaste,
al igual que nuestros ideales por los que habíamos luchado tanto... Después de
la guerra, prometiste que traerías orden al mundo a través de nuestra fuerza,
pero en realidad, sólo te importaba proteger a esos tontos mortales y a todas esas criaturas inferiores,
para que vivieran en paz.
Cuando
me opuse a ese supuesto reinado de paz, me expulsaste del reino de los
dragones, alegando que la verdadera paz era la convivencia en armonía con todas
las demás especies y demás basura… ¡Volgia fue el único que entendió que
nosotros los dragones debíamos gobernar a través de nuestro poder absoluto…!”
Bélidas –Ahora mira lo que has hecho a tu
alrededor. ¡Has convertido al mundo en un lugar en el que prosperan seres
insignificantes y débiles! ¡Este mundo será regido por los demonios y por los
dragones negros, y tú terminarás muerto, como el resto de tus amigos!
Luego de escucharle, Leiyus saca su espada sin
dejarse intimidar. –Puede que tenga los poderes de Dyamat, ¡pero no soy la
misma persona de la que tú hablas! Mi nombre es Leiyus, y los problemas del
pasado que hayas tenido con el rey de los dragones no me interesan, pero si te
metes con mis amigos, ¡entonces te metes conmigo!
Bélidas se cruza de brazos muy confiado pese a
las amenazas del escudero. –Veo que eres muy ingenuo si crees que puedes
vencerme tan fácilmente como lo hiciste con Grudan, o con Argon. A diferencia
de ellos, que sólo eran dragones negros comunes, yo soy un descendiente de la familia
real. En otras palabras, ¡soy un descendiente directo tuyo! ¡Lo que me da un
poder y una fuerza muy superiores a ellos!
Bélidas repentinamente se mueve a una
velocidad explosiva, desapareciendo de la vista de Leiyus en menos de un
parpadeo momentos antes de reaparecer detrás de él y atacarlo con un látigo con
el que golpea su espalda tan fuerte, que azota al guerrero con una fuerza
brutal contra unos árboles, derribándolos con su cuerpo a su paso hasta
estrellarse en el suelo.
Al mismo tiempo, Volgia descansa sentado en su
trono cuando uno de los demonios ojo espía aparece ante él, trayéndole
noticias:
–Amo Volgia, me han comunicado que Bélidas ha
encontrado a la reencarnación de Dyamat. En estos momentos han comenzado a
luchar.
Volgia -¿En dónde se encuentran en estos
momentos?
-Están en la ciudad de Leria, am –responde el
ojo al punto.
Volgia sonríe, irguiéndose para levantarse
mientras reflexiona en voz alta: –Hmm… parece que será una pelea interesante,
pero aunque Bélidas sea muy fuerte, eso no asegura su victoria… Tendré que ir
yo mismo y cerciorarme de que Dyamat sea eliminado antes de que se vuelva más
fuerte –asegura al momento de salir en dirección a un balcón, cerca de sus aposentos.
Una vez allí, Volgia despliega sus grandes
alas negras y sale volando en picada velocidad vertiginosa antes de alzar el
vuelo a una velocidad supersónica…
De regreso a la ciudad de Leria, Leiyus se
levanta trabajosamente después de haber sido azotado violentamente por su
enemigo con un ataque sorpresa.
Bélidas
–Qué decepción… -dice, negado la cabeza apenas se acerca al maltrecho
escudero-, pensé que al menos, me darías más pelea, pero veo que con el poder
de sólo dos perlas de dragón, no estás a mí altura para darme una batalla digna
de un dragón de élite como yo.
Leiyus –Te… te demostraré de lo que soy capaz
–asegura éste, apenas se levanta trabajosamente-. ¡Rugido de Dragón!
El poder de Leiyus avanza directamente hacia
Belidas, quien recibe el ataque con un golpe de su látigo desintegrando el
poder del guerrero sin mayor esfuerzo.
Bélidas -¿Eso es todo? ¡Patético! Te enseñaré
como es un verdadero rugido de dragón –amenaza,
antes de asumir la posición para lanzar un ataque.
El poderoso rugido de dragón toma por sorpresa a Leiyus, el cual es capaz de
darle alcance en tan sólo una fracción de segundo, quedando atrapado en la gran
explosión que ésta provoca…
Leiyus recobra la conciencia momentos después,
encontrándose a varios metros de distancia de donde se encontraba tras haber
sido arrojado por los aires luego de aquella explosión, sólo para darse cuenta
de la enorme estela de destrucción que ha dejado el poder de Bélidas a su paso
por el bosque.
Bélidas –Pudiste esquivar mi primer ataque, ¡pero
te aseguro que no podrás evadir mis ataques para siempre! ¡Rugido de dragón…!
Paralelo a la batalla, dentro de la ciudad
reina el caos conforme decenas de dragones avanzan implacablemente destruyéndolo
todo a su paso. Laurel, Kindolf, Asrid y Dine luchan en colaboración con los
guardias que todavía quedan de pie para tratar de refrenar el avance de los
dragones al palacio, que para ese momento ya se encuentra protegido por una
barrera mágica creada por el sabio.
En medio de la batalla, una mujer y su anciano
padre atraviesan corriendo una calle para escapar de los dragones cuando una de
las grandes criaturas repara en ellos y se dispone a atacarlos. Al darse cuenta
de la situación, Astrid acude en su ayuda lanzando al dragón negro una lluvia
de dagas sangrientas, las cuales
rebotan sobre la dura piel del animal sin hacerle el menor daño. Su ataque, sin
embargo, distrae al dragón el tiempo suficiente como para que la pareja pueda
escapar a salvo hacia las puertas del palacio, dejando a la chica vampiro como
blanco principal del dragón negro.
Arrinconada y sin otra salida, Astrid se ve
obligada a enfrentarse directamente la bestia, que se lanza sobre ella a toda
velocidad, provocando que la tierra a su alrededor se sacuda con cada paso.
Desesperada, Astrid conjura un segundo hechizo,
esperando que éste le dé el tiempo suficiente para escapar de la bestia. -¡Alluviat!
Su conjuro crea grandes cantidades de
esquirlas de hielo puntiagudas de la nada, mismas que posteriormente lanza
hacia su enemigo para detener su avance, pero antes de dar en el blanco, el
dragón derrite las moles heladas con su aliento.
A esas alturas, y estando a merced del dragón,
Astrid sólo puede retroceder mientras observa a la criatura acercarse
peligrosamente a ella, esperando lo peor. De pronto Sanhgine entra en acción y
la salva de las fauces del dragón tomándola en brazos antes de volar a
increíble lugar hasta un sitio seguro. ¡Hermano! –exclama ella, feliz de volver
a ver a verlo.
Sanhgine –Astrid, es muy peligroso estar aquí –le
advierte él-. Debes buscar refugio en el palacio, igual que tus amigos.
Astrid –Pero hermano…
Sanhgine –Ninguno de ustedes tienen la fuerza
para enfrentarse a estos dragones. Los únicos capaces de hacerles frente somos
yo y ese chiquillo llamado Laurel. Ahora, regresa al palacio y quédate allí –le
aconseja éste.
Astrid –¡No! No puedo dejar que tú sólo te enfrentes
a todos estos dragones –insiste ella, rehusándose a seguir sus conejos.
Sanhgine –Hazlo rápido –le ordena con voz
calma, pero firme, antes de saltar para hacer frente al dragón que
anteriormente los había atacado, y que en esos momentos se acercaba volando
directo hacia ellos...
-o-
Bélidas está a punto de lanzar su rugido de
dragón contra Leiyus cuando de pronto, éste lo sorprende lanzándole un hechizo
de fuego que él detiene sin problemas con la palma de la mano un segundo antes
de que la bola incandescente estalle en su rostro. La explosión de llamas
resultante es más fuerte de lo que Bélidas anticipaba, siendo arrastrado
algunos centímetros por el suelo tras el estallido. Por un momento, el dragón
negro parece seguro de haber salido ileso, pero tras observar su palma, Bélidas
se da cuenta de que ha recibido una quemadura en aquella zona de la mano.
Bélidas Pero… ¡cómo! –dice, sorprendido el
dragón negor.
Con renovadas fuerzas, Leiyus se levanta de
nuevo: –No me subestimes, Bélidas. ¡No conoces el verdadero límite de mis
fuerzas!
Bélidas. -¿Hablas en serio? Es cierto que ese
hechizo me causó un poco de daño, pero vas a necesitar algo más poderoso que
eso si de verdad quieres matarme antes de que yo te mate a ti.
Sabiendo que Bélidas no miente, Leiyus
permanece de pie, sin pronunciar palabra. Una gota de sudor asoma por su frente
mientras trata de pensar cuál será su siguiente movimiento.
“El luminat no será suficiente para
derrotarlo… Apenas ayer aprendí a utilizarlo… ¡ni siquiera he aprendido a usar
el reminat todavía, pero a estas
alturas no tengo nada más para enfrentarlo… Lo único que me queda por hacer, es
romper el sello mágico que Laurel puso sobre mí para recuperar mis poderes de
dragón… esa sería la única forma segura de poder vencerlo, pero…”
Bélidas –¿Qué sucede? –lo interrumpe de sus
pensamientos tras perder la impaciencia-. ¿A caso ya te cansaste de luchar,
niño? Bien, si no vas a atacarme, ¡entonces lo haré yo!
Con un movimiento veloz de su muñeca, el
látigo de Bélidas atraviesa a gran velocidad la distancia que los separa hasta
que su punta se enrosca alrededor del cuello de Leiyus. Acto seguido, Bélidas
lo derriba tirando del látigo con una fuerza extrema, provocando que el
guerrero sea arrastrado por el suelo antes de ser azotado múltiples veces con
tal fuerza, que su cuerpo destroza al impactarse lo mismo troncos de árboles,
que gandes rocas sobre el suelo.
Incapaz de defenderse o liberarse, Leiyus no
puede hacer nada más que intentar soportar los brutales impactos, y cuando
piensa que está a punto de perder el conocimiento a causa de la agonía, Bélidas
repentinamente suspende el ataque.
Bélidas -¿Qué sucede, Dyamat? ¡Esto no puede
ser posible! –le espeta a Leiyus sin esconder su rabia- ¡Esto es demasiado
fácil…! En verdad no puedo creer que siendo tan débil, hayas sido capaz de
derrotar a Hella… amenos que te estés conteniendo por alguna razón. ¡¡Responde!!
¡Vine aquí buscando una pelea digna de un dragón!
Todavía en tendido sobre el suelo y con el
látigo apretando su cuello, Leiyus abre la boca para articular unas palabras
con dificultad. –Lu… mi… nat…
Sorprendido, Bélidas observa cómo el hechizo
que acaba de crear Leiyus se transfiere desde su cuerpo maltrecho y viaja a
través de su látigo hasta alcanzarlo. El choque de la energía de luz le provoca
al dragón negro un terrible dolor, al tiempo que un resplandor dorado lo cubre
momentáneamente.
Debilitado y aturdido tras recibir daño,
Bélidas se deja de frente, quedando de rodillas. -Maldito… -sentencia Belidas
entre jadeos- ¡¡Esto no se quedará así!!
Tomando de nuevo su látigo, Bélidas reanuda su
cruel castigo azotando a Leiyus contra toda superficie que encuentra con todas
sus fuerzas.
Sintiéndose a desfallecer y cada vez más
desesperado, Leiyus finalmente toma
una desición: “Lo siento, Laruel… no hay
otra opción.” –dice para sus adentros.
En el momento en el que Bélidas se dispone a
levantarlo del suelo para azotarlo una vez más, nota un resplandor que emerge
de su enemigo, el cual comienza a reaccionar con la perla dorada que lleva al
cuello. -¡¿Pero, qué…?!
En ese instante, el rostro y la apariencia de
Leiyus cambian ligeramente a su forma agresiva. Inmediatamente, las fuerzas del
guerrero regresan de golpe, y antes de estrellarse, el guerrero logra
estabilizar su caída, logrando aterrizar sobre sus pies antes de tomar con sus
manos la punta del látigo que aún aprisiona su cuello.
-¡Rugido
de dragón!
La potencia del rugido de dragón de Leiyus toma por sorpresa a Bélidas, quien a
toda prisa intente defenderse lanzando desde la boca una llamarada de plasma
súper caliente, el cual impacta con la energía del guerrero.
El ataque del dragón negro es capaz de sobrepasar
el de Leiyus fácilmente, quien de inmediato es sepultado bajo un rayo de plasma
súper caliente tan poderoso, que al estallar provoca una explosión devastadora,
logrando incluso alzar una enorme nube en forma de hongo a los cielos mientras
la energía se disipa en la atmósfera.
Desde la ciudad de Leria, sus amigos pueden
observan con asombro el alcance de la explosión.
Dine –Leiyus… -musita sintiendo un vuelco en
el estómago y sin dejar de mirar en dirección de la explosión.
Laurel, que hasta ese momento se encontraba
luchando con una decena de dragones, se acerca al grupo por un momento. –Vayan
a ayudar a Leiyus. ¡Yo me encargaré de mantener a ralla a estos dragones!
Kindolf -¡Estás loco! Por más poderoso que
seas, jamás podrás ganarle a un ejército de dragones tú solo.
Laurel -Yo nunca dije que iba a hacer tal cosa.
Lo único que haré es detener su avance. ¡Rápido! ¡Leiyus corre un gran peligro!
Obedeciendo su voluntad, Dine, Astrid y
Kindolf se apresuran a salir de la ciudad para socorrer a su amigo.
Laurel entonces vuela hasta la parte más alta
del palacio, en donde aterriza sobre un pentagrama dibujado en la estructura
hecho de siete puntas. Una vez allí, clava con fuerza su bastón en el centro
del pentagrama al tiempo que libera todas sus energías. –¡Enco Bana-lit! –conjura, gritando a voz en cuello.
En ese instante, la barrera mágica que protege
al palacio comienza a expandirse en todas direcciones, ganando terreno a los
dragones, a quienes empuja hasta expulsarlos completamente de la ciudad.
Algunos desafortunados dragones quedan atrapados entre la barrera mágica y la
muralla antes de poder escapar, muriendo aplastados cuando estas se encuentran.
Los dragones negros que quedan, no tardan en
descargar toda su furia sobre la nueva barrera, pero a diferencia de la
anterior que protegía la ciudad, sus garras y ataques de fuego resultan mucho
menos efectivos.
-o-
Bélidas mira con preocupación la explosión en
la que momentos antes ha desaparecido su adversario:
“Ese rugido
de dragón fue mucho más fuerte que todos sus anteriores… Si no hubiese usado mi
aliento ígneo, probablemente, ese
muchacho me habría lastimado de gravedad… Parece que finalmente el rey de los
dragones está listo para despertar…”
Luego de reflexionar, Bélidas comienza a reír
a carcajadas: ¡Muy bien hecho, muchacho! Ahora sí estás peleando de verdad. ¡Vamos!
¡Sé que todavía estás con vida! ¡¡Atácame con tu mejor golpe!!
Sin perder tiempo Leiyus emerge de entre el
polvo y sin perder tiempo, corre a toda velocidad hacia Bélidas. El dragón
negro lo espera con ansia, esperando una confrontación frente a frente, pero
antes de que su enemigo le de alcance, el guerrero desaparece de su vista ante
sus ojos, y antes de que pueda reaccionar, Bélidas es tomado por sorpresa por
una lluvia de golpes por parte de Leiyus, ahora invisible, sin dejar de
atacarlo con furia desde todas direcciones.
Aturdido por el ataque, el dragón negro
retrocede hasta que la ira lo domina. Entonces lanza un poderoso rugido de dragón al aire en la dirección
en la que cree se encuentra su enemigo. En cuestión de segundos, Leiyus
reaparece esquivando el poder mientras avanza en dirección a él.
Bélidas vuelve a reír, esta vez tratando de
disimular su alegría. –Has usado el poder que recuperaste de Hella, ¿no es así?
Pero no olvides que yo también soy un dragón negro, y al igual que tú, tengo la
capacidad de ver lo invisible. Sólo para emparejar las cosas, ¿qué te parece si
yo también uso el poder que me concede mí perla de dragón?
Apenas toca la gema con las manos, la perla de
Bélidas comienza a emitir una intensa luz cegadora que lo envuelve por unos
instantes antes de desvanecerse en el aire. Por unos momentos, Leiyus busca con
la mirada y con su ojo de dragón a su enemigo, creyendo que éste se ha vuelto
invisible. Es entonces que escucha el bramido de una bestia a la distancia…
Sobre el campo de batalla, muy por encima de
las nubes, una figura observa la pelea entre Leiyus y Bélidas cruzado de
brazos. Aquella presencia resulta ser nada menos que de Volgia.
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