19 diciembre, 2023

Dragon Legacy, Vol.1: Capitulo 26

 


La verdadera forma de Dyamat


Durante la batalla, Leiyus liberó de nuevo sus poderes de dragón para poder luchar contra Bélidas en iguales condiciones. Sin embargo, la pelea dio otro giro inesperado cuando el dragón negro asumió su verdadera forma de dragón y derrotó a Leiyus. Fue entonces que Sanghine reapareció en escena para unirse al resto en una batalla incierta…

 

Sanhgine –Escúchame –insiste el vampiro a Leiyus, quien no quita los ojos del enorme dragón que se yergue a la distancia con la mirada perdida-, sé que dentro de ti el viejo Leiyus puede escucharme... Si quieres que tú y tus amigos salgan de esta juntos, tendremos que trabajar en equipo. De otro modo, ese dragón negro nos acabará uno por uno, empezando por ti.

 

Luego de un momento de silencio en el que Leiyus no reacciona a sus palabras, Sanhgine insiste alzando la voz. -¿Entiendes que te estoy diciendo? ¡Tienes que controlarte!

 

Leiyus tarda unos momentos más antes de responderle finalmente -¿…qué quieres que haga? –le pregunta sin dejo de emoción en sus palabras.

 

Sanhgine –Escucha, es casi seguro que mi Val-tempest no sea suficiente para acabar con ese dragón en esta ocasión, por lo que tendremos que coordinar tu aliento ígneo con mi hechizo para atacar un punto focalizado en su coraza. Sólo así podremos debilitar sus escamas de dragón… Una vez hayamos creado un punto débil en sus defensas, tus amigos deben atacarlo con lo que tengan en esa zona… Ya que tienes a esa otra dragona de tu lado, te sugiero que sea ella la que lo remate con su poder mientras el chico y mi hermana distraen a Bélidas el tiempo suficiente para que el resto de nosotros coordinemos el ataque.

 

Mientras conversan, una de las cabezas de Bélidas los encuentra y de inmediato les ataca con su aliento de plasma. Sanhgine rodea al dragón a toda velocidad para comunicarle su plan al resto del equipo mientras el enemigo se centra en Leiyus.

 

Kindolf –Bueno –responde el escudero apenas termina de escuchar el plan del vampiro-, mientras Astrid esté conmigo, supongo que está bien… -asegura con un dejo de nerviosismo que trata de disimular.

 

Astrid -¡Lo haremos lo mejor que podamos! –le asegura ella a su hermano con seguridad y convicción en sus palabras.

 

A diferencia de sus amigos, Dine se queda callada, con la cabeza ligeramente agachada y en tono pensativo. –Pe… pero yo… Escuchen… -musita ella.

 

Ante lo apremiante de la situación y debido al tono débil con el que ella les habla, el resto de sus amigos no alcanzan a escucharla antes de dispersarse y poner manos a la obra. Una vez sola, el semblante de Dine cambia por uno de profunda preocupación.

 

Al mismo tiempo, el vampiro coordina al resto antes de ejecutar su plan. -¡Ahora! –grita, dando la señal a Kindolf y a Astrid, que  al instante se acercan peligrosamente hacia el dragón desde direcciones opuestas para tratar de confundirlo.

 

La primera en atacar al dragón negro es Astrid haciendo uso de truenos, mismos que concentra en su mano antes de arrojárselos. -¡Tempest!

 

Para su sorpresa, el dragón negro hace uso de sus cuernos como para rayos absorbiendo el hechizo, el cual se dispersa a través de su cuerpo sin causarle daño. Kindolf, por otra parte, ataca al dragón desde la retaguardia con su espalda lanzándole múltiples cortes de vacío, pero sus proyectiles no hacen más que rebotar sobre la resistente piel del animal. Mientras una de las cabezas del dragón se concentra en Astrid, la segunda cabeza pone su atención en escudero, atacándolo con bolas de fuego que exhala desde su boca hasta formar una lluvia de fuego que cae a su alrededor, misma que Kindolf esquiva torpemente bailando entre las llamas.

 

Una vez el dragón ha alejado su atención de ellos, Leiyus y Sanhgine se preparan para disparar sus ataques especiales contra la bestia. No lejos de allí, se encuentra Dine, que observa a sus amigos con una mirada nerviosa y a la vez preocupada. “No puedo fallarles ahora”. –se dice a sí misma para sus adentros- “¡Debo dar mi mejor esfuerzo!”.

 

Para entonces, Sanhgine logra invoca el poder de los truenos, que descienden desde el cielo hasta concentrarse en la palma de su mano. Leiyus hace lo propio acumulando la mayor cantidad de energía hasta formar un poderoso plasma. Una vez sus poderes están cargados, ambos esperan el momento propicio para combinar sus ataques y lanzarlos al unísono contra el pecho de Bélidas. Su ataque combinado logra dar en el blanco con inmensa fuerza, arrastrando el enorme cuerpo del dragón negro por la tierra. Casi de inmediato, en el lugar en el que el dragón recibe el impacto comienza a resplandecer a causa de las altas temperaturas, como si se tratase de acero fundido, dando la señal al vampiro para proseguir con su plan.

 

Sanhgine -¡Ahora, Dine! –grita éste dándole la señal a la dragona para entrar en acción y atacar a su enemigo con todas sus fuerzas.

 

Todavía temerosa y con una expresión de duda en la cara, ella estira las manos al frente y aparta la vista cerrando los ojos antes de lanzar su ataque. -¡L-luminat! –tartamudea ella.

 

El hechizo de luz choca con la zona del pecho del dragón negro, aún al rojo vivo, causando apenas un estremecimiento en Bélidas.

 

Sanhgine entonces se vuelve a Dine y por primera vez pierde los estribos: -¡¡Tonta!! ¿¡Cómo pudiste atacarlo con un hechizo tan débil como ese?! –estalla el vampiro con ella-. ¡¡Debiste haber usado tu rugido de dragón contra él!!

 

Sintiendo que ha decepcionado a sus amigos, Dine se deja caer al suelo de rodillas, abatida y sin atreverse a alzarla vista.

 

Para ese momento, Bélidas toma conciencia de su estrategia para acabar con él. –Así que pensaban destruirme debilitando las escamas de mi pecho… Bueno, ¡puedo asegurarles que ese truco no volverá a funcionarles otra vez!

 

Sin poder soportar más la culpa, Dine se derrumba, echándose a llorar con amargura. –Lo siento… de verdad lo siento –se disculpa con ellos pese a la precaria situación en la que se encuentran.

 

Bélidas -¡Este será su fin! –ruge su enemigo.

 

Acto seguido, Las dos cabezas del dragón se alinean para formar un súper ataque combinando el poder de dos rugidos de dragón consecutivos, apuntando al lugar en el que se encuentran Leiyus, Sanhgine y Dine. Antes de reaccionar, Kindolf y Astrid observan impotentes cómo el poderoso rayo de energía atraviesa el espacio en dirección a sus enemigos, causando una gran explosión que sacude la tierra misma. En medio de la conmoción, Kindolf sale volando despedido por la tremenda fuerza generada, pero antes de que sea arrojado aún más lejos, Astrid logra asirlo del tobillo con una mano mientras que con la otra lucha por aferrarse a una roca.

 

Desde lo alto de la torre de la ciudad, Laurel observa la columna de energía oscura ascender sin soltar su bastón mágico, el cual le sirve de pilar para mantener el campo de energía activo, evitando así que los dragones negros ingresen de nuevo a la ciudad.

 

Una vez el humo se disipa de la zona de batalla, puede apreciarse un enorme cráter dejado por el ataque, el cual ahora divide el bosque entero, dejando una marca de casi el mismo tamaño que la ciudad de Leria sobre el valle en el que se encuentran luchando. Desde el cielo, Volgia observa con una sonrisa las consecuencias de la batalla. –Finalmente, Bélidas pudo acabar con ellos… -dice para sí antes de que algo llame de nuevo su atención-.¡¿Qué? –exclama con asombro al divisar algo moverse en el centro de la explosión.

 

Protegidos bajo un domo de energía, en lo más profundo del cráter, reaparecen sanos y salvos Dine y Sanhgine, quienes están tan sorprendidos como Volgia de haber sobrevivido a la explosión. Frente a ellos, generando el campo de energía y con las ropas rasgadas se encuentra Leiyus, quien tras haber consumido todo su poder para proteger a sus amigos cae al suelo perdiendo la consciencia.

 

Dine -¡Leiyus! –lo llama después de verlo desvanecerse.

 

Bélidas -¡Maldito Dyamat! ¡Te niegas a morir! Aun así, parece que esta vez has agotado todas tus energías intentando salvar a tus amigos… ¡Sin él, ninguno de ustedes es rival para mí!  

 

Sanhgine reacciona con frustración apretando los puños sabiendo que lo que dice el dragón negro es verdad. -No tengo otra alternativa más que usarlo aquí… -dice entre dientes-. Acto seguido, el vampiro saca el rollo que robó de la biblioteca de Leria y lo desenrolla antes de mostrar su contenido en dirección al dragón negro. En el pergamino, se pueden apreciar tres extrañas runas que forman un triángulo.

 

Sin perder tiempo, Bélidas agita sus enormes alas y vuela directo hacia ellos con las fauces de sus dos cabezas abiertas. Al mismo tiempo Dine, que se encuentra al lado de Leiyus lo toma por los brazos en un último intento por protegerlo –Perdóname, Leiyus –le dice al inconsciente héroe con una lágrima en los ojos-. No soy como el resto de ustedes. Incluso Astrid, que es tan inocente, es capaz de pelear por su cuenta…

 

Sanhgine se prepara para recibir al enorme dragón negro estirando la palma de su brazo derecho mientras sostiene firmemente su antebrazo con la mano izquierda. De un momento a otro, una poderosa energía oscura comienza a fluir por todo su cuerpo, y antes de que el dragón llegue a ellos, el vampiro libera un poderoso rayo oscuro de la palma de su mano hacia Bélidas, el cual resulta tan potente, que desgarra las telas de su manga de esa mano y daña su carne. –¡Desmi-xaos!

 

El sorprendentemente potente proyectil de energía oscura toma por sorpresa a Bélidas, quien tras ser impactado, es inmediatamente cubierto por un manto de energía oscura que detiene su avance, haciéndolo caer de los cielos hasta estrellarse con violencia contra el suelo.

 

Por unos segundos se escucha el alarido de Bélidas antes de que la energía oscura ascienda al cielo, liberando finalmente el cuerpo inerte del dragón.

 

El mismo Volgia debe moverse para evadir el flujo de poder ascendente para no ser alcanzado por éste también. –Con que empleó magia negra… de no ser por ese vampiro entrometido, Bélidas ya habría ganado esta batalla sin problemas.

 

Por unos instantes, una quietud absoluta se apodera del campo de batalla. Todos los presentes clavan sus miradas expectantes en el cuerpo del dragón negro, que de momento no muestra signos de vida.

 

Kindolf –Lo logró... –se atreve a decir con creciente entusiasmo- ¡De verdad Sanhgine lo logró! ¡¡Acabó con Bélidas!!

 

De pronto, algo enorme se mueve detrás del escudero y lo golpea repentinamente y a gran velocidad, arrojándolo por los aires. Aquello oculto entre las sombras resulta ser el dragón Bélidas, reapareciendo de nueva cuenta frente a ellos.

 

Astrid -¿¡Pero cómo…?! –exclama apenas aparta la vista de aquél bulto inerte que acaba de caer de los cielos.

 

Las miradas se vuelven al cráter, en donde permanece aquella figura oscura y humeante que parecen ser los restos calcinados del dragón.

 

Bélidas entonces les explica luego de reír: –Debo admitir que ese hechizo casi me mata... Tuve que deshacerme de mi primera capa de piel para tener tiempo de escapar de ese poder. Esta vez no los dejaré escapar. ¡Prepárense! –los amenaza.

 

La cola de Bélidas entonces se alarga todavía más hasta dividirse en dos, formando un par de colas más finas y alargadas que la original, las cuales agita en el aire como si se tratasen de látigos enormes con los cuales comienza a atacar al grupo a distancia.

 

Rápidamente, Dine carga con Leiyus y lo aleja del alcance de las colas de Bélidas seguida muy de cerca por Astrid y Sanhgine. En un momento de respiro en el que pierden de vista a su enemigo entre la espesura del bosque, ellos detienen su avance para descansar brevemente. En ese momento, de entre los arbustos reaparece Kindolf arrastrándose hacia ellos, con rostro y ropas maltratadas luego de haber sido arrojado por Bélidas.

 

–Escuchen –les comunica Sanhgine-, ahora que Bélidas se ha deshecho de su capa exterior de piel, es un poco más vulnerable que antes. Si Astrid, su amigo el humano y yo combinamos que nos quedan de fuerzas, quizás podamos dañarlo, aunque no estoy seguro si será suficiente para matarlo.

 

Dicho esto, el vampiro lidera al grupo de regreso al campo de batalla seguido de cerca por Kindolf. Astrid, por otra parte, antes de unirse a ellos se vuelve a Dine, que se ha quedado rezagada para cuidar de Leiyus: –¡Llévalo a un lugar seguro, nosotros nos haremos cargo de Bélidas! –le sugiere a su amiga antes de alejarse.

 

Una vez los tres están de regreso al campo de batalla, Sanhgine les explica a la pareja mostrándoles el brazo con el que ejecutó su anterior ataque, el cual no ha sanado todavía y encuentra severamente dañado, casi al punto de haber quedado carbonizado casi en su totalidad:

 

-Escuchen, sólo podré hacer el desmi-xaos una segunda vez con mi otro brazo –les advierte-. Deben usar sus mejores ataques contra él para así poder debilitar el punto de su pecho en el que se encuentra su corazón… Sólo tendremos una oportunidad, así que no la desperdicien, o todos moriremos aquí.

 

Astrid asiente al igual que Kindolf, cuyas piernas no dejan de temblar a causa del miedo.

 

No muy lejos de allí, Dine permanece oculta detrás de un árbol, cuidando de Leiyus, quien tiene heridas por todo el cuerpo.

 

–A diferencia de Doma –se lamenta ella-, nunca tuve la suficiente fuerza ni conocimiento para guiarlos –le confiesa entre sollozos a él- Ahora estás en ese estado por mi culpa… ¡Ni siquiera sé por qué no eres capaz de controlar el poder de las perlas! Lo lamento mucho, pero lo único que puedo hacer por ahora es curarte de tus heridas… ¡cure! –conjura ella, invocando un hechizo de sanación sobre su cuerpo maltrecho...

 

En poco tiempo, el hechizo de Dine cura las heridas superficiales de Leiyus, pero durante el proceso, algo ocurre y el aura de la dragona parece salirse de su control, la cual se introduce en el cuerpo del inconsciente guerrero. Casi de inmediato, una vez sus heridas han sanado, Leiyus despierta de pronto y se levanta del regazo de Dine sin decir una palabra. Acto seguido, da un gran salto hasta perderse en el oscuro cielo de la noche.

 

Dine -¡Leiyus, regresa! –le suplica ella inútilmente.

 

Desde lo alto, Volgia percibe un destello por entre los árboles que llama su atención, el cual se dirige a gran velocidad hacia donde el dragón y el resto de sus amigos se encuentran peleando. -¡Qué es eso! –exclama éste.

 

No lejos de allí, Sanhgine prepara por segunda vez su hechizo con su brazo sano, mismo que comienza a cargar de energía oscura. A su vez, Astrid y Kindolf se preparan para atacar a su enemigo con el colmillo sangriento y el hechizo gii-vanat. De repente, en medio del campo y antes de que puedan ejecutar su plan, aparece Leiyus frente a ellos envuelto en una luz dorada. Su rostro vuelve a adquirir una mirada agresiva y la cicatriz debajo de su ojo vuelve a ser visible, lo que denota que en esos momentos se encuentra haciendo uso del poder de Dyamat.

 

Astrid –¡Es Leiyus! –exclama, sin poder creerlo.

 

Kindolf –¡Pero, creí que estaba malherido! ¿Cómo se recuperó tan rápido?

 

Apenas ver a Leiyus de regreso al combate, Bélidas parece satisfecho –¡Así que volviste por más!

 

Haciendo uso de una de sus colas, el dragón negro entonces asesta un golpe en el rostro a Leiyus tan rápidamente, que el movimiento levanta una nube de polvo a su alrededor. Para sorpresa de todos, el guerrero es capaz de soportar el tremendo ataque sin mayor consecuencia que una ligera laceración en la mejilla.              

 

Al ver que su ataque no ha surtido el efecto deseado, Bélidas se sorprende. -¿Qué? ¡Cómo es posible! –exclama, intentando golpearlo por segunda vez con la misma intensidad.

 

Esta vez Leiyus esquiva el golpe antes de moverse a una increíble velocidad y patear con tremenda fuerza a Bélidas, quien es lanzado por los aires antes de caer pesadamente unos cuantos metros más delante de donde éste se encontraba.

 

Enfurecido, Bélidas intenta apresarlo con las fauces de una de sus cabezas, pero Leiyus se mueve tan rápido, que el dragón negro es incapaz de logra su objetivo.

 

Finalmente, Leiyus desenfunda la espada que le dio Dine y con un movimiento rápido, cercena una de las cabezas del dragón cuando ésta baja al suelo para intentar devorarlo.

 

Sus amigos observan la brutal escena en silencio absoluto en el momento en el que la cabeza mutilada del dragón cae al suelo.

 

Envuelto en agonía y con el muñón sangrante, Bélias retrocede. –¡¡Ma-maldito!! –ruge éste.

 

Volgia, que también observa la escena, queda impresionado ante la repentina fuerza de Leiyus.

 

“Ha recuperado sus fuerzas… no, es incluso más fuerte que antes. ¡¿Cómo es posible?! A menos que… ¡La perla! ¡Eso debe ser…! Se está volviendo ingobernable, ya que su memoria como dragón no le ha sido devuelta del todo. De ser así, Bélidas ya no es un rival para él…”.

 

Luego de esto, el rey de los dragones negros esboza una sonrisa maliciosa.  –Creo que tengo una idea. Quizás pueda sacarle partido a todo esto después de todo…

 

Cegado por la furia y dolor, Bélidas carga contra Leiyus con su aliento de fuego y con sus colas látigo. Ninguno de los ataques es lo bastante rápido o fuerte como para lastimar al guerrero.

 

-¡Voy a asesinarte! –enfatiza Bélidas a voz en cuello, fuera de sí.

 

De pronto, el dragón negro detiene abruptamente su ataque sin motivo alguno. –De acuerdo, basura. Si no soy capaz de matarte, ¡entonces haré uso de mi último recurso!

 

Usando todas las energías de reserva que le quedan, Bélidas se rodea a sí mismo de una tremenda cantidad de energía oscura hasta formar esfera de poder oscuro a su alrededor.

 

Sanhgine -¿¡Qué está haciendo?! –se pregunta, alarmado.

 

Bélidas –¡¡Acabaré con todos ustedes así tenga que llevarlos conmigo al infierno!! –brama el dragón, resuelto a llevarse la victoria a cualquier precio.

 

Dine, que en esos momentos regresaba al campo de batalla por entre los arbustos se apresura a explicarles lo que ella cree que su enemigo planea para ellos: -Bélidas piensa usar su propio cuerpo como un canalizador de energía oscura, y con ella hacer volar toda esta área junto con él...  –dice en tono sombrío.

 

Kindolf -¡Qué! –grita tirándose de los cabellos en evidente desesperación.

 

Dine –Probablemente la explosión no sólo nos afectará a nosotros –continúa la dragona-, también la ciudad de Leria desaparecerá si no lo detenemos antes de que termine de canalizar toda la energía que le queda.

 

Astrid -¿¡Hablas en serio!? ¡¡Tenemos que hacer algo, y pronto!!

 

Antes de que decidan hacer algo, Leiyus se les adelanta y ataca con sus manos el campo que energía rodea a Bélidas, pero ni siquiera su fuerza aumentada logra penetrar el poderoso campo de energía oscura, el cual lo repele apenas entra en contacto con éste y es arrojado con fuerza en dirección contraria.

 

Astrid –Dine, ¡debe de haber algo que podamos hacer detenerlo! –le suplica a su amiga, pero ella no hace más que apartar la vista de sus ojos.

 

Bélidas –Sólo unos momentos más y la energía llegará a su estado crítico –les advierte al grupo-. ¡Disfruten de sus últimos momentos de vida!

 

Momentos después, la esfera de energía colapsa hacia el cuerpo de Bélidas, quien ya está listo para liberar de un solo golpe la energía acumulada y sacrificarse para hacer estallar su cuerpo. De pronto, antes de poder conseguirlo, una figura oscura baja del cielo a gran velocidad golpeándolo en un ojo. El cuerpo del dragón negro permanece inmóvil unos segundos antes de que pierda el control de su poder y toda la energía que había estado acumulado a su alrededor se disipe rápidamente

 

-¿Qué fue eso? ¡Qué sucedió! –se pregunta Bpelidas, sangrando profusamente de su herida en el ojo.

 

Por encima de él, el dragón negro consigue distinguir una figura borrosa, pero familiar, la cual resulta ser Volgia en su forma humana.

 

Leiyus y sus amigos también se dan cuenta de su presencia. -¡Es…! –exclama Dine apenas alza la vista.

 

Volgia continúa su descenso lento al campo de batalla hasta tocar tierra justo entre Bélidas, Leiyus, y el resto de sus amigos.

 

–Permítanme presentarme –dice finalmente éste-: Me llamo Volgia, legítimo rey de los dragones. –dice dirigiéndose hacia ellos con una sonrisa.

 

Apenas verlo, Leiyus se lanza sobre él e intenta atacarle, pero Volgia lo detiene golpeándolo fuertemente en el estómago con su puño, mismo desde donde el dragón emite una especie de energía oscura con la que daña a Leiyus al contacto, dejándolo inconsciente. Una vez se ha deshecho de él, procede a tomar al guerrero por el rostro con la palma de una mano y lo alza en vilo, como si se tratase de un muñeco para posteriormente arrojarlo lejos de él con desprecio.

 

Kindolf -¡¡Leiyus!!

 

Pese a haber sido agredido por su aliado y superior, Bélidas parece más consternado por el ataque que molesto. –Señor Volgia… ¿Por… qué? –pregunta lastimosamente detrás de él, todavía sangrando profusamente de su ojo dañado.

 

–Lo lamento mucho, Bélidas -le responde al dragón negó a quien da la espalda sin siquiera dignarse a verlo a los ojos-, pero nuestro enemigo ya ha sobrepasado nuestras expectativas iniciales... Ya no eres rival para él. Incluso si matas a sus amigos, ese chico es capaz de sobrevivir a tu burdo y desesperado intento de venganza. Ya no tienes forma de ganar esta batalla sin importar lo que hagas, por lo que el único camino que te queda, es la muerte.

 

Bélidas -¡Pero señor Volgia, yo le he servido fielmente desde un principio! Ahora que está usted… si los dos unimos fuerza contra ellos, podremos…

 

Volgia entonces se gira rápidamente hacia el dragón negro para mostrarle algo que sostiene entre los dedos índice y pulgar.

 

Dine -¡La perla dorada! –exclama ella apenas reconocer su brillo dorado único-. ¡¡Le ha quitado la perla dorada a Bélidas!!

 

Sanhgine -¿Qué piensa hacer con eso?

 

Con una sonrisa perversa, Volgia mira por última vez a su subordinado a los ojos –Me has servido bien todos estos años, Bélidas, pero es hora de que hagas tu último sacrifico por mí… Por el bien de nuestra especie –sentencia, para inmediatamente después hacer añicos la perla entre sus dedos.

 

Bélidas -¡¡Nooo!! ¡Volgia, me traicionaste traidor! –lo maldice con su último aliento antes de que su cuerpo comience a desintegrarse hasta convertirse en polvo que el viento se lleva.

 

Kindolf –¡¡Ha matado a su propio aliado!! ¿¡Por qué?! – se pregunta sin dar crédito a lo que ven sus ojos.

 

En ese instante, los gritos desesperados de Leiyus a sus espaldas toman a todos desprevenidos. De los restos de la perla comienza a fluir una gran cantidad de energía dorada hasta formar un dragón en el aire, el cual no tarda en introducirse en el pecho del guerrero, provocando que éste pierda la poca razón y autocontrol que le quedaba.

 

Volgia se limita a observar a Leiyus perder completamente la razón dibujando una sonrisa perversa…

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