La verdadera forma de Dyamat
Durante la batalla, Leiyus
liberó de nuevo sus poderes de dragón para poder luchar contra Bélidas en
iguales condiciones. Sin embargo, la pelea dio otro giro inesperado cuando el
dragón negro asumió su verdadera forma de dragón y derrotó a Leiyus. Fue
entonces que Sanghine reapareció en escena para unirse al resto en una batalla
incierta…
Sanhgine –Escúchame –insiste
el vampiro a Leiyus, quien no quita los ojos del enorme dragón que se yergue a
la distancia con la mirada perdida-, sé que dentro de ti el viejo Leiyus puede
escucharme... Si quieres que tú y tus amigos salgan de esta juntos, tendremos
que trabajar en equipo. De otro modo, ese dragón negro nos acabará uno por uno,
empezando por ti.
Luego de un momento de
silencio en el que Leiyus no reacciona a sus palabras, Sanhgine insiste alzando
la voz. -¿Entiendes que te estoy diciendo? ¡Tienes que controlarte!
Leiyus tarda unos momentos más
antes de responderle finalmente -¿…qué quieres que haga? –le pregunta sin dejo
de emoción en sus palabras.
Sanhgine –Escucha, es casi
seguro que mi Val-tempest no sea
suficiente para acabar con ese dragón en esta ocasión, por lo que tendremos que
coordinar tu aliento ígneo con mi
hechizo para atacar un punto focalizado en su coraza. Sólo así podremos
debilitar sus escamas de dragón… Una vez hayamos creado un punto débil en sus
defensas, tus amigos deben atacarlo con lo que tengan en esa zona… Ya que
tienes a esa otra dragona de tu lado, te sugiero que sea ella la que lo remate
con su poder mientras el chico y mi hermana distraen a Bélidas el tiempo
suficiente para que el resto de nosotros coordinemos el ataque.
Mientras conversan, una de las
cabezas de Bélidas los encuentra y de inmediato les ataca con su aliento de
plasma. Sanhgine rodea al dragón a toda velocidad para comunicarle su plan al
resto del equipo mientras el enemigo se centra en Leiyus.
Kindolf –Bueno –responde el
escudero apenas termina de escuchar el plan del vampiro-, mientras Astrid esté
conmigo, supongo que está bien… -asegura con un dejo de nerviosismo que trata
de disimular.
Astrid -¡Lo haremos lo mejor
que podamos! –le asegura ella a su hermano con seguridad y convicción en sus
palabras.
A diferencia de sus amigos,
Dine se queda callada, con la cabeza ligeramente agachada y en tono pensativo.
–Pe… pero yo… Escuchen… -musita ella.
Ante lo apremiante de la
situación y debido al tono débil con el que ella les habla, el resto de sus
amigos no alcanzan a escucharla antes de dispersarse y poner manos a la obra.
Una vez sola, el semblante de Dine cambia por uno de profunda preocupación.
Al mismo tiempo, el vampiro
coordina al resto antes de ejecutar su plan. -¡Ahora! –grita, dando la señal a Kindolf y a Astrid, que al instante se acercan peligrosamente hacia el
dragón desde direcciones opuestas para tratar de confundirlo.
La primera en atacar al dragón
negro es Astrid haciendo uso de truenos, mismos que concentra en su mano antes
de arrojárselos. -¡Tempest!
Para su sorpresa, el dragón
negro hace uso de sus cuernos como para rayos absorbiendo el hechizo, el cual
se dispersa a través de su cuerpo sin causarle daño. Kindolf, por otra parte,
ataca al dragón desde la retaguardia con su espalda lanzándole múltiples cortes de vacío, pero sus proyectiles no
hacen más que rebotar sobre la resistente piel del animal. Mientras una de las
cabezas del dragón se concentra en Astrid, la segunda cabeza pone su atención
en escudero, atacándolo con bolas de fuego que exhala desde su boca hasta
formar una lluvia de fuego que cae a su alrededor, misma que Kindolf esquiva
torpemente bailando entre las llamas.
Una vez el dragón ha alejado
su atención de ellos, Leiyus y Sanhgine se preparan para disparar sus ataques
especiales contra la bestia. No lejos de allí, se encuentra Dine, que observa a
sus amigos con una mirada nerviosa y a la vez preocupada. “No puedo fallarles ahora”. –se dice a sí misma para sus adentros- “¡Debo dar mi mejor esfuerzo!”.
Para entonces, Sanhgine logra invoca
el poder de los truenos, que descienden desde el cielo hasta concentrarse en la
palma de su mano. Leiyus hace lo propio acumulando la mayor cantidad de energía
hasta formar un poderoso plasma. Una vez sus poderes están cargados, ambos
esperan el momento propicio para combinar sus ataques y lanzarlos al unísono
contra el pecho de Bélidas. Su ataque combinado logra dar en el blanco con
inmensa fuerza, arrastrando el enorme cuerpo del dragón negro por la tierra. Casi
de inmediato, en el lugar en el que el dragón recibe el impacto comienza a resplandecer
a causa de las altas temperaturas, como si se tratase de acero fundido, dando
la señal al vampiro para proseguir con su plan.
Sanhgine -¡Ahora, Dine! –grita
éste dándole la señal a la dragona para entrar en acción y atacar a su enemigo
con todas sus fuerzas.
Todavía temerosa y con una
expresión de duda en la cara, ella estira las manos al frente y aparta la vista
cerrando los ojos antes de lanzar su ataque. -¡L-luminat! –tartamudea ella.
El hechizo de luz choca con la
zona del pecho del dragón negro, aún al rojo vivo, causando apenas un
estremecimiento en Bélidas.
Sanhgine entonces se vuelve a
Dine y por primera vez pierde los estribos: -¡¡Tonta!! ¿¡Cómo pudiste atacarlo
con un hechizo tan débil como ese?! –estalla el vampiro con ella-. ¡¡Debiste haber
usado tu rugido de dragón contra él!!
Sintiendo que ha decepcionado
a sus amigos, Dine se deja caer al suelo de rodillas, abatida y sin atreverse a
alzarla vista.
Para ese momento, Bélidas toma
conciencia de su estrategia para acabar con él. –Así que pensaban destruirme
debilitando las escamas de mi pecho… Bueno, ¡puedo asegurarles que ese truco no
volverá a funcionarles otra vez!
Sin poder soportar más la
culpa, Dine se derrumba, echándose a llorar con amargura. –Lo siento… de verdad
lo siento –se disculpa con ellos pese a la precaria situación en la que se
encuentran.
Bélidas -¡Este será su fin!
–ruge su enemigo.
Acto seguido, Las dos cabezas
del dragón se alinean para formar un súper ataque combinando el poder de dos
rugidos de dragón consecutivos, apuntando al lugar en el que se encuentran Leiyus,
Sanhgine y Dine. Antes de reaccionar, Kindolf y Astrid observan impotentes cómo
el poderoso rayo de energía atraviesa el espacio en dirección a sus enemigos,
causando una gran explosión que sacude la tierra misma. En medio de la
conmoción, Kindolf sale volando despedido por la tremenda fuerza generada, pero
antes de que sea arrojado aún más lejos, Astrid logra asirlo del tobillo con
una mano mientras que con la otra lucha por aferrarse a una roca.
Desde lo alto de la torre de
la ciudad, Laurel observa la columna de energía oscura ascender sin soltar su
bastón mágico, el cual le sirve de pilar para mantener el campo de energía
activo, evitando así que los dragones negros ingresen de nuevo a la ciudad.
Una vez el humo se disipa de
la zona de batalla, puede apreciarse un enorme cráter dejado por el ataque, el
cual ahora divide el bosque entero, dejando una marca de casi el mismo tamaño
que la ciudad de Leria sobre el valle en el que se encuentran luchando. Desde
el cielo, Volgia observa con una sonrisa las consecuencias de la batalla. –Finalmente,
Bélidas pudo acabar con ellos… -dice para sí antes de que algo llame de nuevo
su atención-.¡¿Qué? –exclama con asombro al divisar algo moverse en el centro de
la explosión.
Protegidos bajo un domo de
energía, en lo más profundo del cráter, reaparecen sanos y salvos Dine y Sanhgine,
quienes están tan sorprendidos como Volgia de haber sobrevivido a la explosión.
Frente a ellos, generando el campo de energía y con las ropas rasgadas se
encuentra Leiyus, quien tras haber consumido todo su poder para proteger a sus
amigos cae al suelo perdiendo la consciencia.
Dine -¡Leiyus! –lo llama
después de verlo desvanecerse.
Bélidas -¡Maldito Dyamat! ¡Te
niegas a morir! Aun así, parece que esta vez has agotado todas tus energías
intentando salvar a tus amigos… ¡Sin él, ninguno de ustedes es rival para mí!
Sanhgine reacciona con
frustración apretando los puños sabiendo que lo que dice el dragón negro es
verdad. -No tengo otra alternativa más que usarlo aquí… -dice entre dientes-.
Acto seguido, el vampiro saca el rollo que robó de la biblioteca de Leria y lo
desenrolla antes de mostrar su contenido en dirección al dragón negro. En el
pergamino, se pueden apreciar tres extrañas runas que forman un triángulo.
Sin perder tiempo, Bélidas
agita sus enormes alas y vuela directo hacia ellos con las fauces de sus dos cabezas
abiertas. Al mismo tiempo Dine, que se encuentra al lado de Leiyus lo toma por
los brazos en un último intento por protegerlo –Perdóname, Leiyus –le dice al
inconsciente héroe con una lágrima en los ojos-. No soy como el resto de
ustedes. Incluso Astrid, que es tan inocente, es capaz de pelear por su cuenta…
Sanhgine se prepara para
recibir al enorme dragón negro estirando la palma de su brazo derecho mientras
sostiene firmemente su antebrazo con la mano izquierda. De un momento a otro,
una poderosa energía oscura comienza a fluir por todo su cuerpo, y antes de que
el dragón llegue a ellos, el vampiro libera un poderoso rayo oscuro de la palma
de su mano hacia Bélidas, el cual resulta tan potente, que desgarra las telas
de su manga de esa mano y daña su carne. –¡Desmi-xaos!
El sorprendentemente potente
proyectil de energía oscura toma por sorpresa a Bélidas, quien tras ser
impactado, es inmediatamente cubierto por un manto de energía oscura que
detiene su avance, haciéndolo caer de los cielos hasta estrellarse con
violencia contra el suelo.
Por unos segundos se escucha
el alarido de Bélidas antes de que la energía oscura ascienda al cielo,
liberando finalmente el cuerpo inerte del dragón.
El mismo Volgia debe moverse
para evadir el flujo de poder ascendente para no ser alcanzado por éste
también. –Con que empleó magia negra… de no ser por ese vampiro entrometido,
Bélidas ya habría ganado esta batalla sin problemas.
Por unos instantes, una
quietud absoluta se apodera del campo de batalla. Todos los presentes clavan sus
miradas expectantes en el cuerpo del dragón negro, que de momento no muestra
signos de vida.
Kindolf –Lo logró... –se
atreve a decir con creciente entusiasmo- ¡De verdad Sanhgine lo logró! ¡¡Acabó
con Bélidas!!
De pronto, algo enorme se
mueve detrás del escudero y lo golpea repentinamente y a gran velocidad, arrojándolo
por los aires. Aquello oculto entre las sombras resulta ser el dragón Bélidas,
reapareciendo de nueva cuenta frente a ellos.
Astrid -¿¡Pero cómo…?!
–exclama apenas aparta la vista de aquél bulto inerte que acaba de caer de los
cielos.
Las miradas se vuelven al
cráter, en donde permanece aquella figura oscura y humeante que parecen ser los
restos calcinados del dragón.
Bélidas entonces les explica
luego de reír: –Debo admitir que ese hechizo casi me mata... Tuve que
deshacerme de mi primera capa de piel para tener tiempo de escapar de ese poder.
Esta vez no los dejaré escapar. ¡Prepárense! –los amenaza.
La cola de Bélidas entonces se
alarga todavía más hasta dividirse en dos, formando un par de colas más finas y
alargadas que la original, las cuales agita en el aire como si se tratasen de
látigos enormes con los cuales comienza a atacar al grupo a distancia.
Rápidamente, Dine carga con
Leiyus y lo aleja del alcance de las colas de Bélidas seguida muy de cerca por
Astrid y Sanhgine. En un momento de respiro en el que pierden de vista a su
enemigo entre la espesura del bosque, ellos detienen su avance para descansar
brevemente. En ese momento, de entre los arbustos reaparece Kindolf
arrastrándose hacia ellos, con rostro y ropas maltratadas luego de haber sido
arrojado por Bélidas.
–Escuchen –les comunica
Sanhgine-, ahora que Bélidas se ha deshecho de su capa exterior de piel, es un
poco más vulnerable que antes. Si Astrid, su amigo el humano y yo combinamos que
nos quedan de fuerzas, quizás podamos dañarlo, aunque no estoy seguro si será
suficiente para matarlo.
Dicho esto, el vampiro lidera
al grupo de regreso al campo de batalla seguido de cerca por Kindolf. Astrid,
por otra parte, antes de unirse a ellos se vuelve a Dine, que se ha quedado
rezagada para cuidar de Leiyus: –¡Llévalo a un lugar seguro, nosotros nos
haremos cargo de Bélidas! –le sugiere a su amiga antes de alejarse.
Una vez los tres están de
regreso al campo de batalla, Sanhgine les explica a la pareja mostrándoles el
brazo con el que ejecutó su anterior ataque, el cual no ha sanado todavía y
encuentra severamente dañado, casi al punto de haber quedado carbonizado casi
en su totalidad:
-Escuchen, sólo podré hacer el
desmi-xaos una segunda vez con mi
otro brazo –les advierte-. Deben usar sus mejores ataques contra él para así
poder debilitar el punto de su pecho en el que se encuentra su corazón… Sólo
tendremos una oportunidad, así que no la desperdicien, o todos moriremos aquí.
Astrid asiente al igual que
Kindolf, cuyas piernas no dejan de temblar a causa del miedo.
No muy lejos de allí, Dine
permanece oculta detrás de un árbol, cuidando de Leiyus, quien tiene heridas
por todo el cuerpo.
–A diferencia de Doma –se
lamenta ella-, nunca tuve la suficiente fuerza ni conocimiento para guiarlos
–le confiesa entre sollozos a él- Ahora estás en ese estado por mi culpa… ¡Ni
siquiera sé por qué no eres capaz de controlar el poder de las perlas! Lo
lamento mucho, pero lo único que puedo hacer por ahora es curarte de tus
heridas… ¡cure! –conjura ella,
invocando un hechizo de sanación sobre su cuerpo maltrecho...
En poco tiempo, el hechizo de Dine
cura las heridas superficiales de Leiyus, pero durante el proceso, algo ocurre
y el aura de la dragona parece salirse de su control, la cual se introduce en
el cuerpo del inconsciente guerrero. Casi de inmediato, una vez sus heridas han
sanado, Leiyus despierta de pronto y se levanta del regazo de Dine sin decir
una palabra. Acto seguido, da un gran salto hasta perderse en el oscuro cielo
de la noche.
Dine -¡Leiyus, regresa! –le
suplica ella inútilmente.
Desde lo alto, Volgia percibe
un destello por entre los árboles que llama su atención, el cual se dirige a
gran velocidad hacia donde el dragón y el resto de sus amigos se encuentran
peleando. -¡Qué es eso! –exclama éste.
No lejos de allí, Sanhgine
prepara por segunda vez su hechizo con su brazo sano, mismo que comienza a
cargar de energía oscura. A su vez, Astrid y Kindolf se preparan para atacar a
su enemigo con el colmillo sangriento
y el hechizo gii-vanat. De repente,
en medio del campo y antes de que puedan ejecutar su plan, aparece Leiyus frente
a ellos envuelto en una luz dorada. Su rostro vuelve a adquirir una mirada
agresiva y la cicatriz debajo de su ojo vuelve a ser visible, lo que denota que
en esos momentos se encuentra haciendo uso del poder de Dyamat.
Astrid –¡Es Leiyus! –exclama,
sin poder creerlo.
Kindolf –¡Pero, creí que
estaba malherido! ¿Cómo se recuperó tan rápido?
Apenas ver a Leiyus de regreso
al combate, Bélidas parece satisfecho –¡Así que volviste por más!
Haciendo uso de una de sus
colas, el dragón negro entonces asesta un golpe en el rostro a Leiyus tan
rápidamente, que el movimiento levanta una nube de polvo a su alrededor. Para
sorpresa de todos, el guerrero es capaz de soportar el tremendo ataque sin
mayor consecuencia que una ligera laceración en la mejilla.
Al ver que su ataque no ha
surtido el efecto deseado, Bélidas se sorprende. -¿Qué? ¡Cómo es posible!
–exclama, intentando golpearlo por segunda vez con la misma intensidad.
Esta vez Leiyus esquiva el
golpe antes de moverse a una increíble velocidad y patear con tremenda fuerza a
Bélidas, quien es lanzado por los aires antes de caer pesadamente unos cuantos
metros más delante de donde éste se encontraba.
Enfurecido, Bélidas intenta
apresarlo con las fauces de una de sus cabezas, pero Leiyus se mueve tan rápido,
que el dragón negro es incapaz de logra su objetivo.
Finalmente, Leiyus desenfunda
la espada que le dio Dine y con un movimiento rápido, cercena una de las
cabezas del dragón cuando ésta baja al suelo para intentar devorarlo.
Sus amigos observan la brutal
escena en silencio absoluto en el momento en el que la cabeza mutilada del
dragón cae al suelo.
Envuelto en agonía y con el
muñón sangrante, Bélias retrocede. –¡¡Ma-maldito!! –ruge éste.
Volgia, que también observa la
escena, queda impresionado ante la repentina fuerza de Leiyus.
“Ha recuperado sus fuerzas… no, es incluso más fuerte que antes. ¡¿Cómo
es posible?! A menos que… ¡La perla! ¡Eso debe ser…! Se está volviendo ingobernable,
ya que su memoria como dragón no le ha sido devuelta del todo. De ser así,
Bélidas ya no es un rival para él…”.
Luego de esto, el rey de los
dragones negros esboza una sonrisa maliciosa. –Creo que tengo una idea. Quizás pueda sacarle
partido a todo esto después de todo…
Cegado por la furia y dolor,
Bélidas carga contra Leiyus con su aliento de fuego y con sus colas látigo.
Ninguno de los ataques es lo bastante rápido o fuerte como para lastimar al
guerrero.
-¡Voy a asesinarte! –enfatiza
Bélidas a voz en cuello, fuera de sí.
De pronto, el dragón negro detiene
abruptamente su ataque sin motivo alguno. –De acuerdo, basura. Si no soy capaz
de matarte, ¡entonces haré uso de mi último recurso!
Usando todas las energías de
reserva que le quedan, Bélidas se rodea a sí mismo de una tremenda cantidad de
energía oscura hasta formar esfera de poder oscuro a su alrededor.
Sanhgine -¿¡Qué está haciendo?!
–se pregunta, alarmado.
Bélidas –¡¡Acabaré con todos
ustedes así tenga que llevarlos conmigo al infierno!! –brama el dragón,
resuelto a llevarse la victoria a cualquier precio.
Dine, que en esos momentos
regresaba al campo de batalla por entre los arbustos se apresura a explicarles
lo que ella cree que su enemigo planea para ellos: -Bélidas piensa usar su
propio cuerpo como un canalizador de energía oscura, y con ella hacer volar
toda esta área junto con él... –dice en
tono sombrío.
Kindolf -¡Qué! –grita
tirándose de los cabellos en evidente desesperación.
Dine –Probablemente la
explosión no sólo nos afectará a nosotros –continúa la dragona-, también la
ciudad de Leria desaparecerá si no lo detenemos antes de que termine de canalizar
toda la energía que le queda.
Astrid -¿¡Hablas en serio!? ¡¡Tenemos
que hacer algo, y pronto!!
Antes de que decidan hacer
algo, Leiyus se les adelanta y ataca con sus manos el campo que energía rodea a
Bélidas, pero ni siquiera su fuerza aumentada logra penetrar el poderoso campo
de energía oscura, el cual lo repele apenas entra en contacto con éste y es
arrojado con fuerza en dirección contraria.
Astrid –Dine, ¡debe de haber algo
que podamos hacer detenerlo! –le suplica a su amiga, pero ella no hace más que
apartar la vista de sus ojos.
Bélidas –Sólo unos momentos
más y la energía llegará a su estado crítico –les advierte al grupo-.
¡Disfruten de sus últimos momentos de vida!
Momentos después, la esfera de
energía colapsa hacia el cuerpo de Bélidas, quien ya está listo para liberar de
un solo golpe la energía acumulada y sacrificarse para hacer estallar su
cuerpo. De pronto, antes de poder conseguirlo, una figura oscura baja del cielo
a gran velocidad golpeándolo en un ojo. El cuerpo del dragón negro permanece
inmóvil unos segundos antes de que pierda el control de su poder y toda la
energía que había estado acumulado a su alrededor se disipe rápidamente
-¿Qué fue eso? ¡Qué sucedió!
–se pregunta Bpelidas, sangrando profusamente de su herida en el ojo.
Por encima de él, el dragón
negro consigue distinguir una figura borrosa, pero familiar, la cual resulta
ser Volgia en su forma humana.
Leiyus y sus amigos también se
dan cuenta de su presencia. -¡Es…! –exclama Dine apenas alza la vista.
Volgia continúa su descenso
lento al campo de batalla hasta tocar tierra justo entre Bélidas, Leiyus, y el
resto de sus amigos.
–Permítanme presentarme –dice
finalmente éste-: Me llamo Volgia, legítimo rey de los dragones. –dice
dirigiéndose hacia ellos con una sonrisa.
Apenas verlo, Leiyus se lanza
sobre él e intenta atacarle, pero Volgia lo detiene golpeándolo fuertemente en
el estómago con su puño, mismo desde donde el dragón emite una especie de
energía oscura con la que daña a Leiyus al contacto, dejándolo inconsciente.
Una vez se ha deshecho de él, procede a tomar al guerrero por el rostro con la
palma de una mano y lo alza en vilo, como si se tratase de un muñeco para
posteriormente arrojarlo lejos de él con desprecio.
Kindolf -¡¡Leiyus!!
Pese a haber sido agredido por
su aliado y superior, Bélidas parece más consternado por el ataque que molesto.
–Señor Volgia… ¿Por… qué? –pregunta lastimosamente detrás de él, todavía
sangrando profusamente de su ojo dañado.
–Lo lamento mucho, Bélidas -le
responde al dragón negó a quien da la espalda sin siquiera dignarse a verlo a
los ojos-, pero nuestro enemigo ya ha sobrepasado nuestras expectativas
iniciales... Ya no eres rival para él. Incluso si matas a sus amigos, ese chico
es capaz de sobrevivir a tu burdo y desesperado intento de venganza. Ya no
tienes forma de ganar esta batalla sin importar lo que hagas, por lo que el
único camino que te queda, es la muerte.
Bélidas -¡Pero señor Volgia,
yo le he servido fielmente desde un principio! Ahora que está usted… si los dos
unimos fuerza contra ellos, podremos…
Volgia entonces se gira
rápidamente hacia el dragón negro para mostrarle algo que sostiene entre los
dedos índice y pulgar.
Dine -¡La perla dorada!
–exclama ella apenas reconocer su brillo dorado único-. ¡¡Le ha quitado la
perla dorada a Bélidas!!
Sanhgine -¿Qué piensa hacer
con eso?
Con una sonrisa perversa,
Volgia mira por última vez a su subordinado a los ojos –Me has servido bien
todos estos años, Bélidas, pero es hora de que hagas tu último sacrifico por mí…
Por el bien de nuestra especie –sentencia, para inmediatamente después hacer
añicos la perla entre sus dedos.
Bélidas -¡¡Nooo!! ¡Volgia, me
traicionaste traidor! –lo maldice con su último aliento antes de que su cuerpo
comience a desintegrarse hasta convertirse en polvo que el viento se lleva.
Kindolf –¡¡Ha matado a su
propio aliado!! ¿¡Por qué?! – se pregunta sin dar crédito a lo que ven sus
ojos.
En ese instante, los gritos
desesperados de Leiyus a sus espaldas toman a todos desprevenidos. De los
restos de la perla comienza a fluir una gran cantidad de energía dorada hasta
formar un dragón en el aire, el cual no tarda en introducirse en el pecho del
guerrero, provocando que éste pierda la poca razón y autocontrol que le
quedaba.
Volgia se limita a observar a Leiyus perder completamente la razón dibujando una sonrisa perversa…
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