La transformación de Bélidas
Luego de una búsqueda sin descanso, Belidas
encontró a Leiyus y al resto de sus amigos en la ciudad de Leria, misma que
atacó implacablemente con su ejército de dragones negros, por lo que el héroe,
en un intento por reducir los daños colaterales, decidió hacer frente a su
enemigo pese a los grandes riesgos liberando de nuevo su poder de dragón. Fue
entonces que Bélidas jugó su última carta haciendo uso de la perla del dragón
en su poder…
Sobrevolando los cielos Volgia, quien observa
pasivamente, pero con interés el desarrollo de la batalla que se lleva a cabo
bajo sus pies entre Leiyus y Bélidas.
“…así
que esa es la nueva forma de Dyamat” –piensa para sus adentros Volgia sin apartar los ojos de Leiyus y de
su ligero, pero notable cambio físico, especialmente aquellas pupilas
verticales que exhiben sus ojos -. “…Me
cuesta creer que, a pesar de ser la reencarnación de un dragón, un simple ser
humano como él haya acabado con Grudan y con Hella teniendo tan sólo una
fracción de la fuerza que mi antiguo hermano poseía…”
Paralelamente, al nivel del suelo, Leiyus presencia
el momento en el que Bélidas sostiene en alto la perla dorada de dragón que
éste posé antes de activar su poder.
Bélidas
-Bien, ahora que he igualado las cosas, ¡retomemos nuestra pelea!
Dicho esto, el dragón negro ataca a Leiyus
moviendo a gran velocidad su látigo en dirección a Leiyus. El guerrero logra
esquivar todos los ataques de su enemigo sin dejar de correr hacia él a toda
velocidad. Bélidas reacciona lanzándole un hechizo con su mano izquierda,
obligando a romper su posición ofensiva esquivar el ataque, y cuando ambos
contendientes finalmente están a punto de enfrentarse cuerpo a cuerpo, Leiyus
lo sorprende con un corte sorpresa de su espada. A su vez, el dragón negro
logra reaccionar a tiempo usando su látigo, causando que la punta de éste y el
filo de la espada queden instantáneamente trabados el uno con el otro.
Sin dudarlo un segundo, Leiyus tira de su
espada tratando de liberarla. Bélidas hace lo mismo con su látigo. –¡Eres
fuerte, niño! –admite el dragón negro-. Hice mal en subestimarte... ¡Desde un
principio, debí ser yo quien viniera por ti en primer lugar en vez de enviar a
un bueno para nada como Argon a hacer mi trabajo!
Con un movimiento lateral rápido, Leiyus logra
finalmente deshacerse del látigo agitando violentamente su espada. –Quisiera
preguntarte qué tipo de ataque fue el que usaste para contrarrestar mi Rugido de dragón hace unos momentos
–cuestiona al dragón negro. No era un hechizo de fuego, y tampoco se parecía al
fuego que Hella utilizó cuando peleó con nosotros…
Bélidas sonríe apenas escucharle, meneando la
cabeza desaprobatoriamente. -¿Acaso no lo sabes, ingenuo? Se le llama “aliento ígneo”. Es uno de los ataques
más famosos de nosotros, los dragones. Mientras que el rugido del dragón es una
técnica usada por los dragones contra sus enemigos más débiles, el aliento ígneo es una de las armas más
poderosas y destructivas que poseemos.
Leiyus –Ya veo… me gustaría intentarlo –admite
éste con un tono de confianza en sus palabras y devolviéndole la sonrisa a su
enemigo.
Bélidas gesticula burlonamente apenas le
escucha. -¡No seas ingenuo! ¡El aliento ígneo sólo lo pueden realizar los
dragones como yo! ¡Aunque tú tengas los poderes de Dyamat, no eres un verdadero
dragón de nacimiento!
Leiyus –Eso está por verse… –alega, sin dejar
de sonreírle.
Acto seguido, el guerrero estira las manos como
si se preparara a lanzar el Rugido de
dragón, pero en lugar de hacerlo, se queda inmóvil por unos segundos para
desconcierto de su rival, y por un breve instante, Bélidas cree que Leiyus ha
fallado en su intento hasta que de sus manos repentinamente aparece una bola de
fuego, una mucho más incandescente que la de un hechizo cualquiera, misma que
pronto el guerrero transforma en un flujo de plasma antes de arrojársela.
El ataque resultante es tan veloz y tan
poderoso, que a Bélidas es incapaz de apartarse a tiempo, recibiéndolo de lleno
antes de ser consumido por este. Para cuando el plasma finalmente se dispersa
en la atmósfera, se puede ver el cuerpo de Bélidas resurgir de entre el humo,
aún de pie, y cubriéndose la cara con los antebrazos. Para entonces su cuerpo
despide grandes cantidades de humo a causa de las altas temperaturas a las que
estuvo expuesto por unos momentos.
Volgia, quien se encontraba observando la
escena, queda impresionado por el poder y la habilidad mostrada por Leiyus: “Aunque su ataque no tuvo la misma
intensidad que el de Bélidas, pudo hacerle bastante daño arrojándole ese
aliento ígneo a corta distancia…” –reflexiona en silencio.
Bélidas finalmente comienza a moverse
nuevamente a la vez que no deja de jadear trabajosamente mientras vuelve a
tomar una posición más relajada. Al mirarse las manos, el dragón negro entonces
nota que los guantes que hasta entonces llevaba puestos han sido reducidos a
cenizas a causa de las altas temperaturas, dejando en carne viva las palmas de
sus manos. Su dolor y asombro rápidamente se transforman en ira.
-¡¡Desgraciado!! –brama Bélidas a su rival con
furia.
Iracundo, el dragón negro se lanza contra
Leiyus, quien responde de la misma forma. Los puños de ambos se encuentran
abruptamente, dando comienzo a una batalla a mano limpia de fuerza bruta en la
que ambos miden su poder empujándose el uno contra el otro, quedando cara a
cara. Estando en esa posición, Bélidas puede notar que el temor de Leiyus al
inicio de la batalla ha desaparecido, y en su lugar éste sostiene una sonrisa
cínica, enfureciéndolo todavía más.
Repentinamente, Leiyus sorprende al dragón
negro propinándole un fuerte rodillazo en el estómago, quien a su vez contesta
haciendo uso de su aliento ígneo aprovechando
la corta distancia que existe entre ellos.
Leiyus logra esquivar el plasma apenas por
unos centímetros dando un gran salto a la vez que le lanza a su enemigo una
ráfaga de luminats consecutivos. El
dragón negro esquiva todos los proyectiles, y cuando se le presenta una
oportunidad, usa su látigo para atrapar el pie de Leiyus antes de comenzar azotarlo
nuevamente contra el suelo hasta que su rival deja de moverse. Una vez termina
el castigo, Bélidas se dispone a pisotear su espalda y cabeza con tal fuerza,
que el cuerpo del guerrero comienza a hundirse entre la roca y la tierra,
dejándolo parcialmente sepultado.
Satisfecho, Bélidas hace una pausa breve para
ver si Leiyus se mueve de nuevo, algo que no ocurre, por lo que el dragón negro
se limita a sonreír.
Para ese momento, el resto de sus amigos
consigue llegar a la escena, y apenas ven a su amigo inerte y boca abajo sobre
el suelo, temen lo peor…
Dine -¡¡Leiyus!!
Astrid –¡Oh, no! ¡¡Llegamos demasiado tarde!!
Inesperadamente y para asombro de todos los
presentes incluyendo Bélidas, Leiyus se levanta de nuevo por sus propios medios
con apenas un poco de sangre escurriendo de su labio pese al brutal ataque que
acaba de recibir, misma que se limpia de inmediato con su manga, como si tan
sólo hubiese tropezado.
Al ver que su colega de toda la vida se
encuentra bien y con vida, Kindolf corre hacia él espada en mano para unírsele
a la batalla contra el dragón negro, y sin dejar de blandir su espada en
dirección a Bélidas, le asegura a su amigo: -Descuida Leiyus. Tuvimos problemas
con los dragones allá atrás, ¡pero los refuerzos ya están aquí!
Sin decir una sola palabra y encontrándose en
una especie de trance, Leiyus gira el cuello lentamente en dirección a Kindolf
antes de golpearlo en la cara con el puño, haciéndolo caer de espaldas. El
resto de sus amigos observan la acción sin dar crédito a sus ojos.
Kindolf –¡¡Pero, qué haces!! –le reprocha, con
el orgullo más resentido que la propia mejilla hinchada que le ha dejado el
golpe y llevándose la mano a la mejilla.
A su vez, Leiyus le lanza una fugaz, pero fría
mirada al escudero por sobre su hombro antes de advertirle: –No se atrevan a
interferir en esta pelea. Él es mío. –asevera, refiriéndose a Bélidas.
Astrid -¿Qué le pasa a Leiyus? –pregunta
extrañada a Dine tras presenciar su extraño comportamiento.
Dine -Creo… creo que Leiyus ha roto el sello
que Laurel puso en él para poder enfrentarse a Bélidas. Ahora mismo, él no es
el Leiyus que todos conocemos…
Bélidas –¡Ni creas que te tengo miedo! –grita
hecho una furia al ver que su ataque no dio el resultado que esperaba-. ¡¡Te
demostraré que puedo acabar contigo fácilmente, basura!!
Fuera de sí, Bélidas lo ataca con su aliento ígneo a todo su poder. En
respuesta, Leiyus alza las manos para luego dirigirlas al frente. -¡¡Reminat!!
El hechizo de Leiyus atraviesa con suma
facilidad el plasma del ataque de Bélidas hasta alcanzar al dragón negro, causando
una explosión de luz tras impactarle que cubre con un intenso destello el campo
de batalla por unos segundos hasta extinguirse lentamente.
Kindolf –¡Usó reminat! –exclama, con el antebrazo aún cubriendo sus ojos para
protegerse de los remanentes de la potente luz.
Astrid -¿Cómo es posible? ¡Apenas ayer había
aprendido a usar luminat!
Dine, quien era la única de ellos que no
apartó la vista del resplandor, atina a decir, no sin asombro: -Él… no apeló a
la voluntad de los dioses para hacer ese reminat…
¡Ese hechizo lo hizo con su propio poder…!
Incluso Volgia, quien seguía observando el
desarrollo de la pelea en ese momento arquea una ceja con interés tras ver lo
ocurrido. –Esto se está poniendo más y más interesante…
Para cuando el humo causado por el plasma del
dragón se disipa, sólo alcanza a verse un bulto oscuro en medio del cráter
generado en el lugar de la explosión, en donde se encontraba Bélidas. Leiyus
camina despreocupada y con calma hasta el lugar, quedando junto a aquél bulto,
aparentemente inerte.
Aquello es aprovechado por el dragón negro,
que repentinamente lo toma con fuerza del cuello hasta alzar a si enemigo en
vilo. A pesar de que Bélidas ejerce una gran presión sobre su cuello tratando
de sofocarle, Leiyus no parece hacer ningún intento por escapar de sus manos.
-¡¿Crees que eres más fuerte que yo!? –brama Bélidas con los ojos inyectados de
sangre-. ¡¡¿CREES QUE ERES MÁS FUERTE QUE YO!!? ¡¡Ahora te demostraré lo
inferior que eres a un dragón verdadero, sabandija!!
Acto seguido, Bélidas arroja lejos a Leiyus
con desprecio, quien en el aire logra hacer una acrobacia antes de aterrizar de
pie en el suelo. Al mismo tiempo, Bélidas libera todo el poder de su perla
antes de comenzar a sufrir una transformación.
En cuestión de segundos, el cuerpo de Bélidas
se llena de escamas oscuras y brillantes como la obsidiana, mientras que su
tamaño aumenta formidablemente; sus manos, antes humanas, se transforman en
garras, y de su espalda crece una cola larga y escamosa. La luz de la luna
pronto es obstruida por una sombra que se yergue imponentemente sobre los
cuatro presentes antes de que detrás de ella emerja un intimidante dragón negro
de dos cabezas, al menos cinco veces el tamaño de un dragón normal, el cual
lanza un rugido estremecedor.
–¡Esta vez no tienen forma de ganar! –les
asegura Bélidas, ahora transformado en dragón-. ¡La fuerza de nosotros los
dragones en nuestra forma original multiplica nuestros poderes, y gracias a la
perla dorada, mi fuerza es incluso mayor! ¡¡En esta forma, ninguno de sus patéticos
ataques surtirá efecto en mí!!
Astrid –¡Pue-puede hablar! ¡Ese animalote está
hablando! –puntualiza ella, paralizada a causa del pánico.
Dine –Claro que puede…. Nosotros los dragones
podemos comunicarnos hablando directamente a las mentes de otros dragones y
criaturas.
Sin amedrentarse por la ahora desmesurada
diferencia de tamaño de su enemigo, Leiyus no duda en atacar al dragón negro, apenas
se le acerca, éste se defiende del guerrero golpeándolo con una de sus patas, y
aunque al principio Leiyus logra detenerla con sus manos, ésta termina
aplastándolo.
Pese a esto y pasados unos segundos, Leiyus,
logra emerge de nuevo golpeando directamente a la criatura con su puño, pero a
pesar de su gran fuerza, el guerrero sólo consigue quitarse la pata de encima,
siendo incapaz de romper la piel escamosa y negra de Bélidas.
Tras darse cuenta de que sus ataques físicos
no surten efecto, Leiyus intenta una nueva estrategia atacando rápidamente a su
enemigo con el aliento ígneo que
acaba de aprender. –Así que quieres enfrentarte a mí usando el mismo truco, ¿no
es así? –pregunta Bélidas a su enemigo -. ¡Pero esta vez no te funcionará!
El dragón y Leiyus se lanzan sus ataques de
plasma al mismo tiempo, y cuando éstos se encuentran, causan en el aire un gran
estruendo al impactar.
En un instante, el plasma de Bélidas sobrepasa
al de Leiyus, quien apenas logra moverse antes de recibir el impacto directo
del dragón, que al estallar, causa una pared de destrucción y llamas que
alcanza al guerrero antes de ser tragado por la vorágine de destrucción.
Al mismo tiempo, el resto de sus amigos observan
preocupados cómo el guerrero es arrojado por la onda de choque hasta caer
pesadamente sobre el suelo. Dine y los demás corren hacia él. Para entonces,
Leiyus intenta levantarse trabajosamente, mostrando una herida en la cabeza por
la cual sangra profusamente.
Dine –Leiyus, ¿te encuentras bien? –le
pregunta, tratando de ayudarlo a ponerse de pie, pero él rechaza su ayuda.
Kindolf –¡Leiyus, él es demasiado poderoso!
–le insiste-. ¡No podrás con él tú solo ahora que ese canalla se ha
transformado en dragón!
Leiyus –Déjenme… en… paz. –lo ataja entre
jadeos y con voz débil-. Acabaré con él… ¡así sea lo último que haga…!
Belidas no pierde el tiempo y les arroja otro
ataque de plasma, por lo que antes de ser alcanzados por éste, entre los tres
toman al debilitado Leiyus y corren hacia el bosque para guarecerse de la
bestia.
Mientras corren a toda velocidad y sin
detenerse por entre los árboles, detrás de ellos puede escucharse al dragón
emitir una especie de alaridos que asemejan a una risotada.
Bélidas. –¡Pueden correr de mí, pero no podrán
esconderse para siempre! -sentencia la
enorme criatura.
Una vez se han alejado lo suficiente, los
cuatro se esconden entre la maleza para tomar un respiro, sentándose al pie de
un árbol.
Kindolf –Dine, tú dijiste que ustedes los
dragones no permanecen en su forma original porque les resulta más fácil
conservar su energía tomando formas más simples… ¿Cuánto tiempo puede estar
Bélidas en ese estado? Quizás, si escapamos y nos escondemos un rato…
Dine –No funcionará… -lo interrumpe con la
mirada distante-. Aunque es verdad que nuestra energía se gasta mucho más rápidamente
en nuestra forma de dragón, Bélidas podría permanecer fácilmente en esa forma
durante años…
Astrid –¿¡Quieres decir que no podemos escapar
de él?! –le pregunta, alarmada.
Kindolf –¡Pero, no podemos dejar que Leiyus
siga peleando en este estado…!
Mientras discuten, Leiyus se levanta con sus
propias fuerzas y estando bajo una especie de trance, camina lentamente en
dirección a campo abierto y con la mirada distante.
Dine –Leiyus, ¡a dónde vas! –lo reprende antes
de detenerlo por el brazo.
Haciendo caso de los ruegos de su amiga,
Leiyus continúa avanzando a paso lento. –Tengo que pelear… tengo que pelear…
–repite incesantemente,
De pronto, los árboles detrás de ellos son
derribados al mismo tiempo que las cabezas serpenteantes del dragón Bélidas asoman
por entre las copas de éstos. Todos los presentes retroceden ante la
amenazadora presencia con excepción de Leiyus, que todavía intenta luchar con
él pesa a ya no quedarle energías.
–Ru… ¡Rugido
de dragón!
Contra todo pronóstico, Leiyus consigue generar
un ataque, mismo que golpea de lleno a Bélidas sin causarle el menor daño.
–¡Me han causado muchos problemas, pero hasta
aquí llegó su suerte! –asegura este con malicia.
La cabeza principal del dragón entonces se
prepara para atacarlos con su aliento
ígneo, pero repentinamente, algo se interpone y le ataca con una lluvia de
dagas rojas de energía. Astrid reconoce de inmediato aquella técnica: -¡Es mi
hermano Sanhgine! –exclama aliviada al verlo aparecer frente al frente de
ellos.
Sanhgine –Perdón por el retraso –se disculpa
el vampiro con ellos-, pero me encontraba ocupado en otros asuntos.
Bélidas –Ese olor… ¡Tú debes ser aquél intruso
que ayudó a escapar a Dyamat en mi fuerte! ¡¡Confiesa!!
En vez de responder, Sanhgine sólo se limita a
mirar a la enorme criatura.
-¿Cómo es posible que una criatura de la
oscuridad se una a nuestros enemigos? –estalla finalmente el dragón negro-.
¡Sufrirás el mismo destino que ellos!
Sanhgine se apresura a colocar una mano en el
suelo al tiempo que conjura un hechizo. -¡Aqua-prist!
Desde su mano, el vampiro hace avanzar una
onda glaciar con la cual logra inmovilizar en su totalidad el cuerpo de Bélidas
con una capa de hielo. Esto les da al resto un poco de tiempo para poder
escapar.
Sanhgine -¡Escuchen! –apremia al resto
mientras tienen unos segundos-. ¡Tenemos que trabajar en equipo! ¡Sólo podremos
derrotarlo si debilitamos su piel lo suficiente en un punto para hacerlo
vulnerable y atacar su corazón…!
Kindolf -¿Y por qué su corazón?
Sanghine -Sólo se puede matar a un dragón
atravesándole el corazón, o cortándole la cabeza, ¡así que usen sus mejores
hechizos para atacar directamente en su pecho!
Para ese momento, Bélidas logra romper el
hielo que lo aprisiona y se apresura a atacarlos con su aliento de plasma. El
movimiento causa que el grupo se vea obligado a separarse para esquivar el
ataque.
Casualmente, Leiyus y Sanhgine aterrizan cerca
el uno del otro. –Escúchame, Leiyus… -le dice sin más- Sé que en estos momentos
no dominas tus poderes, ni tus emociones completamente, pero si no quieres que
tus amigos mueran, tendrás que cooperar conmigo.
Leiyus tarda unos segundos en responder, pero
al final asiente lentamente sin apartar los ojos del dragón negro.
Sanhgine entonces prosigue: -¿Recuerdas cómo derrotamos
a esos dragones cuando escapamos de la fortaleza…? Usaremos la misma técnica
para acabar con Bélidas.
Para ese momento, el dragón negro se abalanza
sobre ellos. - ¿¡Listo, Leiyus!? ¡¡Ahora!!
Ambos guerreros se sincronizan y corren
paralelamente hacia el enorme dragón negro, que ya los espera con sus dos
fauces abiertas, listas para carbonizarlos con su aliento de plasma
incandescente.
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