10 diciembre, 2023

Dragon Legacy, Vol.1: Capitulo 25

 



La transformación de Bélidas


Luego de una búsqueda sin descanso, Belidas encontró a Leiyus y al resto de sus amigos en la ciudad de Leria, misma que atacó implacablemente con su ejército de dragones negros, por lo que el héroe, en un intento por reducir los daños colaterales, decidió hacer frente a su enemigo pese a los grandes riesgos liberando de nuevo su poder de dragón. Fue entonces que Bélidas jugó su última carta haciendo uso de la perla del dragón en su poder…

 

Sobrevolando los cielos Volgia, quien observa pasivamente, pero con interés el desarrollo de la batalla que se lleva a cabo bajo sus pies entre Leiyus y Bélidas.

 

“…así que esa es la nueva forma de Dyamat” –piensa para sus adentros Volgia sin apartar los ojos de Leiyus y de su ligero, pero notable cambio físico, especialmente aquellas pupilas verticales que exhiben sus ojos -. “…Me cuesta creer que, a pesar de ser la reencarnación de un dragón, un simple ser humano como él haya acabado con Grudan y con Hella teniendo tan sólo una fracción de la fuerza que mi antiguo hermano poseía…”

 

Paralelamente, al nivel del suelo, Leiyus presencia el momento en el que Bélidas sostiene en alto la perla dorada de dragón que éste posé antes de activar su poder.

 

Bélidas  -Bien, ahora que he igualado las cosas, ¡retomemos nuestra pelea!

 

Dicho esto, el dragón negro ataca a Leiyus moviendo a gran velocidad su látigo en dirección a Leiyus. El guerrero logra esquivar todos los ataques de su enemigo sin dejar de correr hacia él a toda velocidad. Bélidas reacciona lanzándole un hechizo con su mano izquierda, obligando a romper su posición ofensiva esquivar el ataque, y cuando ambos contendientes finalmente están a punto de enfrentarse cuerpo a cuerpo, Leiyus lo sorprende con un corte sorpresa de su espada. A su vez, el dragón negro logra reaccionar a tiempo usando su látigo, causando que la punta de éste y el filo de la espada queden instantáneamente trabados el uno con el otro.

 

Sin dudarlo un segundo, Leiyus tira de su espada tratando de liberarla. Bélidas hace lo mismo con su látigo. –¡Eres fuerte, niño! –admite el dragón negro-. Hice mal en subestimarte... ¡Desde un principio, debí ser yo quien viniera por ti en primer lugar en vez de enviar a un bueno para nada como Argon a hacer mi trabajo!

 

Con un movimiento lateral rápido, Leiyus logra finalmente deshacerse del látigo agitando violentamente su espada. –Quisiera preguntarte qué tipo de ataque fue el que usaste para contrarrestar mi Rugido de dragón hace unos momentos –cuestiona al dragón negro. No era un hechizo de fuego, y tampoco se parecía al fuego que Hella utilizó cuando peleó con nosotros…

 

Bélidas sonríe apenas escucharle, meneando la cabeza desaprobatoriamente. -¿Acaso no lo sabes, ingenuo? Se le llama “aliento ígneo”. Es uno de los ataques más famosos de nosotros, los dragones. Mientras que el rugido del dragón es una técnica usada por los dragones contra sus enemigos más débiles, el aliento ígneo es una de las armas más poderosas y destructivas que poseemos.

 

Leiyus –Ya veo… me gustaría intentarlo –admite éste con un tono de confianza en sus palabras y devolviéndole la sonrisa a su enemigo.

 

Bélidas gesticula burlonamente apenas le escucha. -¡No seas ingenuo! ¡El aliento ígneo sólo lo pueden realizar los dragones como yo! ¡Aunque tú tengas los poderes de Dyamat, no eres un verdadero dragón de nacimiento!

 

Leiyus –Eso está por verse… –alega, sin dejar de sonreírle.

 

Acto seguido, el guerrero estira las manos como si se preparara a lanzar el Rugido de dragón, pero en lugar de hacerlo, se queda inmóvil por unos segundos para desconcierto de su rival, y por un breve instante, Bélidas cree que Leiyus ha fallado en su intento hasta que de sus manos repentinamente aparece una bola de fuego, una mucho más incandescente que la de un hechizo cualquiera, misma que pronto el guerrero transforma en un flujo de plasma antes de arrojársela.

El ataque resultante es tan veloz y tan poderoso, que a Bélidas es incapaz de apartarse a tiempo, recibiéndolo de lleno antes de ser consumido por este. Para cuando el plasma finalmente se dispersa en la atmósfera, se puede ver el cuerpo de Bélidas resurgir de entre el humo, aún de pie, y cubriéndose la cara con los antebrazos. Para entonces su cuerpo despide grandes cantidades de humo a causa de las altas temperaturas a las que estuvo expuesto por unos momentos.

 

Volgia, quien se encontraba observando la escena, queda impresionado por el poder y la habilidad mostrada por Leiyus: “Aunque su ataque no tuvo la misma intensidad que el de Bélidas, pudo hacerle bastante daño arrojándole ese aliento ígneo a corta distancia…” –reflexiona en silencio.

 

Bélidas finalmente comienza a moverse nuevamente a la vez que no deja de jadear trabajosamente mientras vuelve a tomar una posición más relajada. Al mirarse las manos, el dragón negro entonces nota que los guantes que hasta entonces llevaba puestos han sido reducidos a cenizas a causa de las altas temperaturas, dejando en carne viva las palmas de sus manos. Su dolor y asombro rápidamente se transforman en ira.

 

-¡¡Desgraciado!! –brama Bélidas a su rival con furia.

 

Iracundo, el dragón negro se lanza contra Leiyus, quien responde de la misma forma. Los puños de ambos se encuentran abruptamente, dando comienzo a una batalla a mano limpia de fuerza bruta en la que ambos miden su poder empujándose el uno contra el otro, quedando cara a cara. Estando en esa posición, Bélidas puede notar que el temor de Leiyus al inicio de la batalla ha desaparecido, y en su lugar éste sostiene una sonrisa cínica, enfureciéndolo todavía más.

 

Repentinamente, Leiyus sorprende al dragón negro propinándole un fuerte rodillazo en el estómago, quien a su vez contesta haciendo uso de su aliento ígneo aprovechando la corta distancia que existe entre ellos.

 

Leiyus logra esquivar el plasma apenas por unos centímetros dando un gran salto a la vez que le lanza a su enemigo una ráfaga de luminats consecutivos. El dragón negro esquiva todos los proyectiles, y cuando se le presenta una oportunidad, usa su látigo para atrapar el pie de Leiyus antes de comenzar azotarlo nuevamente contra el suelo hasta que su rival deja de moverse. Una vez termina el castigo, Bélidas se dispone a pisotear su espalda y cabeza con tal fuerza, que el cuerpo del guerrero comienza a hundirse entre la roca y la tierra, dejándolo parcialmente sepultado.

 

Satisfecho, Bélidas hace una pausa breve para ver si Leiyus se mueve de nuevo, algo que no ocurre, por lo que el dragón negro se limita a sonreír.

 

Para ese momento, el resto de sus amigos consigue llegar a la escena, y apenas ven a su amigo inerte y boca abajo sobre el suelo, temen lo peor…

 

Dine -¡¡Leiyus!!

 

Astrid –¡Oh, no! ¡¡Llegamos demasiado tarde!!

 

Inesperadamente y para asombro de todos los presentes incluyendo Bélidas, Leiyus se levanta de nuevo por sus propios medios con apenas un poco de sangre escurriendo de su labio pese al brutal ataque que acaba de recibir, misma que se limpia de inmediato con su manga, como si tan sólo hubiese tropezado.

 

Al ver que su colega de toda la vida se encuentra bien y con vida, Kindolf corre hacia él espada en mano para unírsele a la batalla contra el dragón negro, y sin dejar de blandir su espada en dirección a Bélidas, le asegura a su amigo: -Descuida Leiyus. Tuvimos problemas con los dragones allá atrás, ¡pero los refuerzos ya están aquí!

 

Sin decir una sola palabra y encontrándose en una especie de trance, Leiyus gira el cuello lentamente en dirección a Kindolf antes de golpearlo en la cara con el puño, haciéndolo caer de espaldas. El resto de sus amigos observan la acción sin dar crédito a sus ojos.

 

Kindolf –¡¡Pero, qué haces!! –le reprocha, con el orgullo más resentido que la propia mejilla hinchada que le ha dejado el golpe y llevándose la mano a la mejilla.

 

A su vez, Leiyus le lanza una fugaz, pero fría mirada al escudero por sobre su hombro antes de advertirle: –No se atrevan a interferir en esta pelea. Él es mío. –asevera, refiriéndose a Bélidas.

 

Astrid -¿Qué le pasa a Leiyus? –pregunta extrañada a Dine tras presenciar su extraño comportamiento.

 

Dine -Creo… creo que Leiyus ha roto el sello que Laurel puso en él para poder enfrentarse a Bélidas. Ahora mismo, él no es el Leiyus que todos conocemos…

 

Bélidas –¡Ni creas que te tengo miedo! –grita hecho una furia al ver que su ataque no dio el resultado que esperaba-. ¡¡Te demostraré que puedo acabar contigo fácilmente, basura!!

 

Fuera de sí, Bélidas lo ataca con su aliento ígneo a todo su poder. En respuesta, Leiyus alza las manos para luego dirigirlas al frente. -¡¡Reminat!!

 

El hechizo de Leiyus atraviesa con suma facilidad el plasma del ataque de Bélidas hasta alcanzar al dragón negro, causando una explosión de luz tras impactarle que cubre con un intenso destello el campo de batalla por unos segundos hasta extinguirse lentamente.

 

Kindolf –¡Usó reminat! –exclama, con el antebrazo aún cubriendo sus ojos para protegerse de los remanentes de la potente luz.

 

Astrid -¿Cómo es posible? ¡Apenas ayer había aprendido a usar luminat!

 

Dine, quien era la única de ellos que no apartó la vista del resplandor, atina a decir, no sin asombro: -Él… no apeló a la voluntad de los dioses para hacer ese reminat… ¡Ese hechizo lo hizo con su propio poder…!

 

Incluso Volgia, quien seguía observando el desarrollo de la pelea en ese momento arquea una ceja con interés tras ver lo ocurrido. –Esto se está poniendo más y más interesante…

 

Para cuando el humo causado por el plasma del dragón se disipa, sólo alcanza a verse un bulto oscuro en medio del cráter generado en el lugar de la explosión, en donde se encontraba Bélidas. Leiyus camina despreocupada y con calma hasta el lugar, quedando junto a aquél bulto, aparentemente inerte.

 

Aquello es aprovechado por el dragón negro, que repentinamente lo toma con fuerza del cuello hasta alzar a si enemigo en vilo. A pesar de que Bélidas ejerce una gran presión sobre su cuello tratando de sofocarle, Leiyus no parece hacer ningún intento por escapar de sus manos. -¡¿Crees que eres más fuerte que yo!? –brama Bélidas con los ojos inyectados de sangre-. ¡¡¿CREES QUE ERES MÁS FUERTE QUE YO!!? ¡¡Ahora te demostraré lo inferior que eres a un dragón verdadero, sabandija!!

 

Acto seguido, Bélidas arroja lejos a Leiyus con desprecio, quien en el aire logra hacer una acrobacia antes de aterrizar de pie en el suelo. Al mismo tiempo, Bélidas libera todo el poder de su perla antes de comenzar a sufrir una transformación.

 

En cuestión de segundos, el cuerpo de Bélidas se llena de escamas oscuras y brillantes como la obsidiana, mientras que su tamaño aumenta formidablemente; sus manos, antes humanas, se transforman en garras, y de su espalda crece una cola larga y escamosa. La luz de la luna pronto es obstruida por una sombra que se yergue imponentemente sobre los cuatro presentes antes de que detrás de ella emerja un intimidante dragón negro de dos cabezas, al menos cinco veces el tamaño de un dragón normal, el cual lanza un rugido estremecedor.

 

–¡Esta vez no tienen forma de ganar! –les asegura Bélidas, ahora transformado en dragón-. ¡La fuerza de nosotros los dragones en nuestra forma original multiplica nuestros poderes, y gracias a la perla dorada, mi fuerza es incluso mayor! ¡¡En esta forma, ninguno de sus patéticos ataques surtirá efecto en mí!!

 

Astrid –¡Pue-puede hablar! ¡Ese animalote está hablando! –puntualiza ella, paralizada a causa del pánico.

 

Dine –Claro que puede…. Nosotros los dragones podemos comunicarnos hablando directamente a las mentes de otros dragones y criaturas.

 

Sin amedrentarse por la ahora desmesurada diferencia de tamaño de su enemigo, Leiyus no duda en atacar al dragón negro, apenas se le acerca, éste se defiende del guerrero golpeándolo con una de sus patas, y aunque al principio Leiyus logra detenerla con sus manos, ésta termina aplastándolo.

 

Pese a esto y pasados unos segundos, Leiyus, logra emerge de nuevo golpeando directamente a la criatura con su puño, pero a pesar de su gran fuerza, el guerrero sólo consigue quitarse la pata de encima, siendo incapaz de romper la piel escamosa y negra de Bélidas.

 

Tras darse cuenta de que sus ataques físicos no surten efecto, Leiyus intenta una nueva estrategia atacando rápidamente a su enemigo con el aliento ígneo que acaba de aprender. –Así que quieres enfrentarte a mí usando el mismo truco, ¿no es así? –pregunta Bélidas a su enemigo -. ¡Pero esta vez no te funcionará!

 

El dragón y Leiyus se lanzan sus ataques de plasma al mismo tiempo, y cuando éstos se encuentran, causan en el aire un gran estruendo al impactar.

 

En un instante, el plasma de Bélidas sobrepasa al de Leiyus, quien apenas logra moverse antes de recibir el impacto directo del dragón, que al estallar, causa una pared de destrucción y llamas que alcanza al guerrero antes de ser tragado por la vorágine de destrucción.

 

Al mismo tiempo, el resto de sus amigos observan preocupados cómo el guerrero es arrojado por la onda de choque hasta caer pesadamente sobre el suelo. Dine y los demás corren hacia él. Para entonces, Leiyus intenta levantarse trabajosamente, mostrando una herida en la cabeza por la cual sangra profusamente.

 

Dine –Leiyus, ¿te encuentras bien? –le pregunta, tratando de ayudarlo a ponerse de pie, pero él rechaza su ayuda.

 

Kindolf –¡Leiyus, él es demasiado poderoso! –le insiste-. ¡No podrás con él tú solo ahora que ese canalla se ha transformado en dragón!

 

Leiyus –Déjenme… en… paz. –lo ataja entre jadeos y con voz débil-. Acabaré con él… ¡así sea lo último que haga…!

 

Belidas no pierde el tiempo y les arroja otro ataque de plasma, por lo que antes de ser alcanzados por éste, entre los tres toman al debilitado Leiyus y corren hacia el bosque para guarecerse de la bestia.

 

Mientras corren a toda velocidad y sin detenerse por entre los árboles, detrás de ellos puede escucharse al dragón emitir una especie de alaridos que asemejan a una risotada.

 

Bélidas. –¡Pueden correr de mí, pero no podrán esconderse para siempre!  -sentencia la enorme criatura.

 

Una vez se han alejado lo suficiente, los cuatro se esconden entre la maleza para tomar un respiro, sentándose al pie de un árbol.

 

Kindolf –Dine, tú dijiste que ustedes los dragones no permanecen en su forma original porque les resulta más fácil conservar su energía tomando formas más simples… ¿Cuánto tiempo puede estar Bélidas en ese estado? Quizás, si escapamos y nos escondemos un rato…

 

Dine –No funcionará… -lo interrumpe con la mirada distante-. Aunque es verdad que nuestra energía se gasta mucho más rápidamente en nuestra forma de dragón, Bélidas podría permanecer fácilmente en esa forma durante años…

 

Astrid –¿¡Quieres decir que no podemos escapar de él?! –le pregunta, alarmada.

 

Kindolf –¡Pero, no podemos dejar que Leiyus siga peleando en este estado…!

 

Mientras discuten, Leiyus se levanta con sus propias fuerzas y estando bajo una especie de trance, camina lentamente en dirección a campo abierto y con la mirada distante.

 

Dine –Leiyus, ¡a dónde vas! –lo reprende antes de detenerlo por el brazo.

 

Haciendo caso de los ruegos de su amiga, Leiyus continúa avanzando a paso lento. –Tengo que pelear… tengo que pelear… –repite incesantemente,

 

De pronto, los árboles detrás de ellos son derribados al mismo tiempo que las cabezas serpenteantes del dragón Bélidas asoman por entre las copas de éstos. Todos los presentes retroceden ante la amenazadora presencia con excepción de Leiyus, que todavía intenta luchar con él pesa a ya no quedarle energías.

 

–Ru… ¡Rugido de dragón!

 

Contra todo pronóstico, Leiyus consigue generar un ataque, mismo que golpea de lleno a Bélidas sin causarle el menor daño.

 

–¡Me han causado muchos problemas, pero hasta aquí llegó su suerte! –asegura este con malicia.

 

La cabeza principal del dragón entonces se prepara para atacarlos con su aliento ígneo, pero repentinamente, algo se interpone y le ataca con una lluvia de dagas rojas de energía. Astrid reconoce de inmediato aquella técnica: -¡Es mi hermano Sanhgine! –exclama aliviada al verlo aparecer frente al frente de ellos.

 

Sanhgine –Perdón por el retraso –se disculpa el vampiro con ellos-, pero me encontraba ocupado en otros asuntos.

 

Bélidas –Ese olor… ¡Tú debes ser aquél intruso que ayudó a escapar a Dyamat en mi fuerte! ¡¡Confiesa!!

 

En vez de responder, Sanhgine sólo se limita a mirar a la enorme criatura.

 

-¿Cómo es posible que una criatura de la oscuridad se una a nuestros enemigos? –estalla finalmente el dragón negro-. ¡Sufrirás el mismo destino que ellos!

 

Sanhgine se apresura a colocar una mano en el suelo al tiempo que conjura un hechizo. -¡Aqua-prist!

 

Desde su mano, el vampiro hace avanzar una onda glaciar con la cual logra inmovilizar en su totalidad el cuerpo de Bélidas con una capa de hielo. Esto les da al resto un poco de tiempo para poder escapar.

 

Sanhgine -¡Escuchen! –apremia al resto mientras tienen unos segundos-. ¡Tenemos que trabajar en equipo! ¡Sólo podremos derrotarlo si debilitamos su piel lo suficiente en un punto para hacerlo vulnerable y atacar su corazón…!

 

Kindolf -¿Y por qué su corazón?

 

 

Sanghine -Sólo se puede matar a un dragón atravesándole el corazón, o cortándole la cabeza, ¡así que usen sus mejores hechizos para atacar directamente en su pecho!

 

Para ese momento, Bélidas logra romper el hielo que lo aprisiona y se apresura a atacarlos con su aliento de plasma. El movimiento causa que el grupo se vea obligado a separarse para esquivar el ataque.

 

Casualmente, Leiyus y Sanhgine aterrizan cerca el uno del otro. –Escúchame, Leiyus… -le dice sin más- Sé que en estos momentos no dominas tus poderes, ni tus emociones completamente, pero si no quieres que tus amigos mueran, tendrás que cooperar conmigo.

 

Leiyus tarda unos segundos en responder, pero al final asiente lentamente sin apartar los ojos del dragón negro.

 

Sanhgine entonces prosigue: -¿Recuerdas cómo derrotamos a esos dragones cuando escapamos de la fortaleza…? Usaremos la misma técnica para acabar con Bélidas.

 

Para ese momento, el dragón negro se abalanza sobre ellos. - ¿¡Listo, Leiyus!? ¡¡Ahora!!

 

Ambos guerreros se sincronizan y corren paralelamente hacia el enorme dragón negro, que ya los espera con sus dos fauces abiertas, listas para carbonizarlos con su aliento de plasma incandescente.


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