La manzana de la Discordia
Después del incidente en el que Leiyus y Kindolf
fueron retenidos por elfos en la ciudad perdida de Devos, y luego de un breve combate
con Grudan, la última descendiente de la familia real de los dragones, conocida
como Dine, se ha unido al par de escuderos para servirles como su nueva mentora
tomando el lugar de Doma y así poder guiarlos en su peligroso viaje.
Es de mañana y los tres se reúnen en el
bosque, cerca de una roca saliente, justo debajo de una cascada para lo que
será el comienzo de su entrenamiento.
Leiyus y Kindolf se encuentra de pie frente a la
cascada sin más ropas que sus pantalones. Dine, que está a su lado les explica
la situación: -Su primer entrenamiento es muy sencillo. Lo único que deben
hacer es subir nadando por la cascada hasta la cima.
Kindolf -¿Qué? ¡Estás loca! ¡Nadie puede hacer algo
así! –repone al punto.
Dine -Para un ser humano puede que parezca
imposible, pero para Leiyus no lo es. Este entrenamiento está diseñado
específicamente para que él entienda cómo funcionan los ataques de los dragones
y aprenda así a lidiar con ellos en combate.
Mientras ella explica, Leiyus observa detenidamente
la cascada y el cauce del río sin decir palabra alguna. –
Lo intentaré –finalmente se anima a decir Leiyus
con resolución.
Acto seguido él se pone justo debajo de la
corriente de agua, la cual lo obliga a encorvarse de espalda a causa de la
tremenda fuerza de la corriente. Luego, con todas sus fuerzas, utiliza los
brazos para tratar de nadar contra la corriente. Aunque en un principio no
logra conseguir nada más que agitar los brazos, o que provoca la risa de
Kindolf. Es en ese momento que una explosión de energía, Leiyus comienza a
subir por entre el agua ante la mirada atónita de Kindolf, pero un segundo
después termina por agotarse y el escudero cae inevitablemente de vuelta hasta
la saliente de la roca en donde se encontraba.
Kindolf entonces se apresura a ayudarlo a salir del
agia. ¿Estás bien, Leiyus?
Leiyus –E-es muy fuerte… la corriente es muy
fuerte. ¡Es imposible subir por ella! –asegura, llevándose una mano a la cabeza
a causa del golpe.
Dine –A partir de ahora no haremos otra cosa en
todo el día que no sea entrenar y viajar –le advierte a Leiyus-, así que debes
acostumbrarte. No nos moveremos de aquí hasta que consigas subir por la
cascada.
Kindolf la mira de reojo –Que pesada…
Dine –¡Si no te gusta el entrenamiento, puedes irte
ahora mismo! –enfatiza señalando con el dedo hacia el bosque.
Leiyus se pone de pie rápidamente. –Esto es sólo el
comienzo. Me volveré más fuerte. ¡Lo intentaré una vez más!
Sin darse cuenta, los días pasan hasta transucrrir
una semana. Para entonces Leiyus y
Kindolf permanecen de pie frente a la cascada. Sus ropas, al igual que sus
cabelleras están completamente empapadas. Kindolf en cambio se quita toda la
ropa con excepción de la ropa interior, lo que expone su físico, más pálido y
debilucho que el de su amigo, el cual parece exhibir ante Dine con orgullo.
Segundos después, ambos se lanzan a la corriente dando vigorosas y rápidas
brazadas.
Poco a poco, el par consigue alcanzar domando
lentamente la corriente del agua helada descendente, pero cuando por fin están
a punto de llegar a la cumbre, los sorprende una gran cantidad de troncos que
bajan junto con la corriente, los cuales se ven obligados a esquivar con
maniobras frenéticas para no caer. Kindolf es el primero en ser golpeado por
uno de los troncos y caer, pero Leiyus logra continuar hasta el último momento
en el que un tronco especialmente grande también lo alcanza, arrastrándolo
hasta el fondo de la cascada. Dine, quien se encontraba en la cima
observándolos baja grácilmente de un salto para reencontrarse con ellos.
Dine –Ambos han hecho grandes progresos, ¡y en
menos de una semana! –los felicita, pese a haber fallado nuevamente-. Bravo,
muchachos, ¡ustedes sí que son tenaces!
Te lo agradezco, Dine –agrega secándose el exceso
de agua de su cabello -. ¡Este entrenamiento sí que es duro! ¿Me pregunto si podríamos…
descansar un rato?
En ese instante Kindolf sale a la superficie del
fondo del cauce, todavía con el tronco partido a la mitad a causa del impacto sobre
su cabeza. –Sí, yo opino lo mismo.
Dine no puede evitar soltar una risa al verlos a
ambos en ese estado. –De acuerdo. Ambos han trabajado duro, me parece justo. ¿Qué
les parece si vamos a comer al poblado más cercano? Se lo han ganado. ¡Yo
invito!
Poco después, el sol comienza a bajar, alargando
las sombras de los árboles del bosque para cuando los tres llegan a los límites
de un pueblo cercano en busca de una posada dónde comer y pasar la noche sin
saber que son observados desde los arbustos por un demonio con forma humanoide,
pero de piel y cabeza de camaleón.
Al mismo tiempo, encontrándose ya muy cerca del
poblado, el trio se ve rodeado repentinamente por un nutrido grupo de ogros de
gran tamaño que les salen al paso liderados por aquél demonio camaleón,
provocando que su mera presencia ahuyente a los campesinos y los paseantes de
la zona apenas se dan cuenta de lo que ocurre.
-¡Los he estado esperando todo el día! –asegura el
demonio con un siseo en su lengua-. Mi nombre es Liz, y Grudan me ha enviado
por el que se hace llamar Leiyus. Entréguenmelo y los dejaré ir con vida.
–amenaza a los tres al tiempo que apunta un cuchillo en su dirección en forma
amenazante.
Contrario a lo esperado, el demonio se desconcierta
apenas nota que ninguno de los tres parece impresionado por sus amenazas, su
presencia, o por los ogros mismos.
-¿Por qué crees que nosotros haríamos semejante
cosa, demonio de tercera? –dice Kindolf muy ufano.
Liz -¡¿Demonio de tercera?! –repite, con estupor
antes de enfadarse por aquél comentario.
Leiyus -¿Eres un demonio, no? –interviene en al
conversación- Es bien sabido que se puede saber la jerarquía a la que pertenece
un demonio por la cantidad de sus cuernos, y al juzgar por la pequeña contusión
que tienes en la frente, no pareces ser muy fuerte.
El comentario hace finalmente estallar al demonio
-¡Incluso un demonio de baja categoría es más poderoso que un apestoso humano!
–les reprocha con rabia.
En respuesta, Kindolf señala detrás suyo, hacia donde
se encuentran sus amigos-. ¡Por si no lo sabes, tenemos de nuestro lado a un
dragón blanco descendiente de la familia real que acabará con ustedes en un
instante –le asegura al demonio con exceso de confianza, sólo para momentos
después mirar hacia atrás y darse cuenta que Dine ya no está con ellos. -¿Eh?
¡A donde se fue!
Leiyus –Olvídate de ella. Nosotros podemos valernos
por nosotros solos. –le asegura, poniéndose en guardia.
En el acto, el demonio ordena a los ogros atacarles
en conjunto. Leiyus es el primero en reaccionar esquivando los golpes de las
bestias con sorprendente velocidad. Entre tanto, Kindolf les hace frente a sus
oponentes sacando de su funda su espada con la que acaba uno por uno hasta
dejar fuera de combate a todas las bestias en cuestión de segundos. En un
último intento, los ogros restantes se lanzan sobre él, pero Kindolf es lo
suficientemente rápido como para esquivarlos de un salto al aire, causando que
las bestias choquen entre sí y caigan inconscientes.
Al ver que sus subordinados no pueden con ellos, el
demonio comienza a perder la paciencia. –¡Maldición!,
¿Cómo es posible que dos simples humanos como estos les causen tantos problemas
a los ogros?
Finalmente el último de los ogros en pie es
derrotado por Leiyus para luego arrojar su cuerpo inerte hacia una pila de
cuerpos de otros orcos amontonados, y en cuya cima descansa Kindolf, sentado
sobre ellos.
Liz -¡Esto no se quedará así! -amenaza el demonio con una
rabieta antes de retirarse a toda velocidad.
Leiyus y Kindolf quedan satisfechos por su
victoria, aunque exhaustos debido al combate y al entrenamiento previo. –Maldición.
–se queja Kindolf.- ¡Dine nos dejó solos y nosotros tuvimos que hacerles frente
a esas cosas sin su ayuda!
De un momento a otro, ella reaparece detrás de
ellos como por arte de magia exhibiendo una amplia sonrisa. -¡No lo hicieron tan
mal chicos, parece que el entrenamiento está dando resultados! ¡Fueron capaces
de derrotar a un grupo de orcos ustedes solos!
Kindlf ¿¡Cómo puedes decir eso tan a la ligera,
Dine?! -le espeta enojado-. ¡Pudimos haber muerto!
Dine –¡No se enojen! Sabía que sus habilidades
serían más que suficientes para despachar a esos ogros. Jamás dejaría que
corrieran un verdadero riesgo ustedes solos. Además, este pequeño combate
sirvió para poner a prueba el resultado de su entrenamiento. Como lo han
comprobado ya, ¡ahora cada uno es más fuerte que un ogro promedio!
Tras escuchar esto, el enfado de Kindolf se
desvaneces por completo y es reemplazada por alegría. -¡Tiene razón, Leiyus! La
verdad es que nos hemos vuelto más fuertes, pero aun así no estuvo bien que nos
dejaras solos.
En eso, uno de los ogros derrotados recobra la
consciencia y trata de golpear a Kindolf por la espalda, pero él reacciona
instintivamente tomando a la criatura del brazo para después aventarlo lejos,
provocando que este se estrelle duramente contra el suelo. – ¡Vaya! Que les
parece –exclama el escudero luego de lo ocurrido-, ¡tienes razón! Nunca había
estado tan fuerte como ahora, ¡ahora si podré impresionar a todas las chicas
del reino! –asegura Kindolf admirándose los músculos de los brazos.
Dine, por su parte lo mira con disgusto. –Este no
tiene remedio…
Kindolf –¿Qué hay de la lagartija que se nos
escapó? –le pregunta a Dine.
Dine -No hay por qué preocuparse. Ese demonio es de
baja categoría. No creo que pueda hacernos gran cosa si todo lo que tiene es
ogros a su servicio. Vayamos a comer.
Más tarde, el trío descansa en el interior de una
taberna muy concurrida en espera de que sus alimentos estén listos. Leiyus pide
un gran pedazo de carne, el cual devora con avidez luego de un largo día de
entrenamiento. A su vez, Kindolf disfruta de tarro tras tarro de cerveza, lo
que termina por dejarle alrededor de la boca llena de espuma, mientras que Dine
se limita a mirarlos incómodamente debido a los pocos modales de los escuderos
exhibidos en la mesa.
Desde la cocina, los tres son vigilados atentamente
por el demonio camaleón, que no les quita los ojos de encima escondido detrás
de la puerta entreabierta junto con un ogro enorme a su lado, cuya cabeza está
al ras del techo. Cerca de ellos, puede verse a los cocineros y meseros del
establecimiento recientemente maniatados con cuerdas y amordazados.
Liz –Esos dos son muy fuertes como para
enfrentarlos frente a frene –conjetura el demonio, hablando para sí-, por lo
que tendré que recurrir al plan “B”… Escúchame bien –se dirige al ogro
que le acompaña-, quiero que te hagas pasar por mesero y les des esto… –entregándole
a su vez una charola con tres rebanadas de pay.
El ogro lo mira por unos momentos confundido,
rascándose la cabeza con una de sus garras. -Eh...no entiendo, mí creer que querer
capturarlos, jefe.
Liz – ¡Precisamente idiota! ¡¡Este es un pay de
manzana!!
Al ogro se le ilumina el rostro después de unos
segundos de silencio –¡Mi ya ver! ¡Querer envenenarlos!
Liz -¡No, tonto! A los dragones blancos no les
haría efecto ningún tipo de veneno, este es un pay de manzana ordinario; la
manzana es altamente toxica para los dragones, pero como son seres divinos, no
es suficiente para matarlos, únicamente desacelera su metabolismo y los hace
dormir por unas cuantas horas… Si ese chico y la muchacha se duermen, ¡podremos
deshacernos del otro humano sin problemas!
–Oh, ¡ya entendí! –le responde con una sonrisa
insegura.
Al mismo tiempo, los tres ya han terminado sus
alimentos y ahora beben tranquilamente cada uno una taza de café.
Leiyus –Por cierto Dine… –le dice repentinamente-, ¿qué
clase de poderes tienen las perlas que tanto mencionas, las cuales debemos
recuperar?
Dine –Bueno, al parecer, cada perla encierra una
habilidad única que poseemos naturalmente nosotros los dragones.
Leiyus -¿Quiere decir que en cuanto consiga esas
perlas doradas, ganaré poderes que sólo los dragones poseen?
Dine –Exactamente, pero no es tan sencillo. Tendrás
que desarrollar tus propias habilidades por ti mismo. A diferencia de los
dragones blancos normales, y los dragones elementales, los descendientes de la
familia real poseemos poderes únicos distintivos.
Kindolf -¿Qué clase de poderes únicos tiene Leiyus?
Dine –La verdad, es que no lo sé. En mi caso, puedo
manipular mi propia energía para transmitirla a alguien o usar la energía del
enemigo en su contra.
Leiyus –Entonces, ¿Doma también tenía una habilidad
especial?
Dine –En efecto, creo que él tenía la habilidad de
crear campos de energía muy poderosos, aunque no lo recuerdo muy bien.
Kindolf
-Vaya, ¡ustedes los dragones sí que son poderosos!
Dine -No te confundas Kindolf. Hay seres muy fuertes
que habitan esta tierra. Hace unos cuantos cientos de años, nuestra raza fue
una de las más prósperas, pero ahora estamos al borde de la extinción gracias a
los esfuerzos combinados de los demonios y los dragones negros por acabarnos.
Es por eso que será decisivo el papel de Leiyus en esta campaña.
Su
conversación se ve interrumpida cuando un ogro vestido de mesero, cuyas
ropas le quedan tan justas, que las costuras se dirige a ellos, pero a medio
camino, antes de llegar a su mesa, el ogro se asegura de no ser visto antes de
zamparse de un bocado una de las rebanadas de postre que les lleva. Una vez
hecho esto, se dispone a servirles las dos rebanadas.
Dine -¿E-ese es un ogro vestido de mesero? –señala
a sus amigos en voz alta, extrañada.
Leiyus entonces se encoje de hombros. -Supongo que
todos tienen que ganarse la vida de algo…
El ogro entonces procede a servirles las dos
rebanadas restantes a Leiyus y a Kindolf, dejando a Dine sin postre.
Leiyus en el acto le cede su rebanada a Dine de
buen gesto. –Toma mi rebanada, Dine. ¡Yo ya estoy satisfecho! –le asegura.
Dine -¿En serio? Muchas gracias Leiyus, que amable
eres. ¡Eres todo un caballero!
Liz observa la operación desde la cocina, y en
cuanto el ogro regresa con él, lo reprende. –¡¡Eres un inútil!! ¿¡Cómo pudiste
comerte una rebanada!? Espera... si raptamos a la chica dragón cuando la toxina
le haga efecto, es probable que ellos vengan a rescatarla… Ve y dile al señor
Grudan que vaya preparando la recompensa que me prometió, pues le enviaré un
regalo –ordena al ogro.
Cuando la velada termina, los tres salen de la
taberna para buscar un lugar en dónde dormir. Sin que Leiyus o Kindolf lo
adviertan, Dine se va rezagando más y más detrás de ellos en la oscuridad de la
noche debido a repentinos mareos que la hacen tambalearse por el camino. Pronto
su aletargamiento es tan grande, que ella no puede sostenerse más en pie y cae al
suelo, apenas consciente.
“Pero
que extraña me siento” –dice para sus adentros y haciendo un esfuerzo supremo para mantener
los ojos abiertos-, “la cabeza me da vueltas, creo… que... ese pay era de...”
En ese momento cae inconsciente. Liz entonces aprovecha para hacer acto de
presencia, y con ayuda de otro ogro, la mete en un saco en el que se la llevan
consigo.
Liz -El plan no resulto como yo esperaba, ¡pero al
menos ha resultado provechoso! –se jacta, escondido entre los arbustos y riendo
incontrolablemente.
Al mismo tiempo, en una iglesia abandonada, no muy
lejos de allí, el ogro enviado por Liz le comunica las noticias a Grudan, quien
aguarda pacientemente en el interior.
Grudan -¿De verdad habrá atrapado a Leiyus ese
demonio patético? No me lo creo, pero si
es así, entonces el poder que tiene ese muchacho es prácticamente mío.
Leiyus y Kindolf continúan su camino por la ciudad
sin darse cuenta de que Dine ya no está con ellos.
Leiyus -Habrá que buscar donde dormir esta noche,
ya está anocheciendo...
Kindolf –¡Si quieres, yo puedo dormir con Dine en
la misma habitación y así reducir el costo de nuestra estancia! –se apresura a
decir con mirada maliciosa.
Leiyus –No creo que a ella le guste mucho la idea,
¿cierto Dine…? ¿Dine?
Al volverse, Leiyus no encuentra más que silencio y
oscuridad detrás de ellos.
Kindolf -¿Se habrá escondido de nuevo…? –se
pregunta.
Leiyus–No lo creo… ¡será mejor que regresemos a la
taberna! ¡Algo no anda bien aquí!
Una vez están de regreso en la taberna, la
encuentran vacía, pero apenas entran a la concina, los escuderos se encuentran
con los cocineros y los meseros inmovilizados, a los que liberan sin tardanza.
En una de las mesas Kindolf encuentran una nota dirigida a ellos:
“Tenemos a su amiga dragona. Si quieren verla de
nuevo, tendrán que ir al la ciudad abandonada que esta al sur de este pueblo,
cruzando el río”.
Leiyus -¡Han secuestrado a Dine! –exclama apenas
lee la nota- ¡Tenemos que ir por ella!
Leiyus y Kindolf salen apresuradamente del lugar en
dirección al bosque para rescatar a su amiga, ahora en manos del enemigo. Sobre
los árboles, puede apreciarse la torre de la campana de la iglesia a la que se
dirigen en esos momentos.
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