29 mayo, 2023

Dragon Legacy, Vol.1: Capitulo 6

 


La manzana de la Discordia 

Después del incidente en el que Leiyus y Kindolf fueron retenidos por elfos en la ciudad perdida de Devos, y luego de un breve combate con Grudan, la última descendiente de la familia real de los dragones, conocida como Dine, se ha unido al par de escuderos para servirles como su nueva mentora tomando el lugar de Doma y así poder guiarlos en su peligroso viaje.

 

Es de mañana y los tres se reúnen en el bosque, cerca de una roca saliente, justo debajo de una cascada para lo que será el comienzo de su entrenamiento.

 

Leiyus y Kindolf se encuentra de pie frente a la cascada sin más ropas que sus pantalones. Dine, que está a su lado les explica la situación: -Su primer entrenamiento es muy sencillo. Lo único que deben hacer es subir nadando por la cascada hasta la cima.

 

Kindolf -¿Qué? ¡Estás loca! ¡Nadie puede hacer algo así! –repone al punto.

 

Dine -Para un ser humano puede que parezca imposible, pero para Leiyus no lo es. Este entrenamiento está diseñado específicamente para que él entienda cómo funcionan los ataques de los dragones y aprenda así a lidiar con ellos en combate.

 

Mientras ella explica, Leiyus observa detenidamente la cascada y el cauce del río sin decir palabra alguna. –

 

Lo intentaré –finalmente se anima a decir Leiyus con resolución.

 

Acto seguido él se pone justo debajo de la corriente de agua, la cual lo obliga a encorvarse de espalda a causa de la tremenda fuerza de la corriente. Luego, con todas sus fuerzas, utiliza los brazos para tratar de nadar contra la corriente. Aunque en un principio no logra conseguir nada más que agitar los brazos, o que provoca la risa de Kindolf. Es en ese momento que una explosión de energía, Leiyus comienza a subir por entre el agua ante la mirada atónita de Kindolf, pero un segundo después termina por agotarse y el escudero cae inevitablemente de vuelta hasta la saliente de la roca en donde se encontraba.

 

Kindolf entonces se apresura a ayudarlo a salir del agia. ¿Estás bien, Leiyus?

 

Leiyus –E-es muy fuerte… la corriente es muy fuerte. ¡Es imposible subir por ella! –asegura, llevándose una mano a la cabeza a causa del golpe.

 

Dine –A partir de ahora no haremos otra cosa en todo el día que no sea entrenar y viajar –le advierte a Leiyus-, así que debes acostumbrarte. No nos moveremos de aquí hasta que consigas subir por la cascada.

 

Kindolf la mira de reojo –Que pesada…

 

Dine –¡Si no te gusta el entrenamiento, puedes irte ahora mismo! –enfatiza señalando con el dedo hacia el bosque.

 

Leiyus se pone de pie rápidamente. –Esto es sólo el comienzo. Me volveré más fuerte. ¡Lo intentaré una vez más!

 

Sin darse cuenta, los días pasan hasta transucrrir una semana. Para entonces  Leiyus y Kindolf permanecen de pie frente a la cascada. Sus ropas, al igual que sus cabelleras están completamente empapadas. Kindolf en cambio se quita toda la ropa con excepción de la ropa interior, lo que expone su físico, más pálido y debilucho que el de su amigo, el cual parece exhibir ante Dine con orgullo. Segundos después, ambos se lanzan a la corriente dando vigorosas y rápidas brazadas.

 

Poco a poco, el par consigue alcanzar domando lentamente la corriente del agua helada descendente, pero cuando por fin están a punto de llegar a la cumbre, los sorprende una gran cantidad de troncos que bajan junto con la corriente, los cuales se ven obligados a esquivar con maniobras frenéticas para no caer. Kindolf es el primero en ser golpeado por uno de los troncos y caer, pero Leiyus logra continuar hasta el último momento en el que un tronco especialmente grande también lo alcanza, arrastrándolo hasta el fondo de la cascada. Dine, quien se encontraba en la cima observándolos baja grácilmente de un salto para reencontrarse con ellos.

 

Dine –Ambos han hecho grandes progresos, ¡y en menos de una semana! –los felicita, pese a haber fallado nuevamente-. Bravo, muchachos, ¡ustedes sí que son tenaces!

 

Te lo agradezco, Dine –agrega secándose el exceso de agua de su cabello -. ¡Este entrenamiento sí que es duro! ¿Me pregunto si podríamos… descansar un rato?

 

En ese instante Kindolf sale a la superficie del fondo del cauce, todavía con el tronco partido a la mitad a causa del impacto sobre su cabeza. –Sí, yo opino lo mismo.

 

Dine no puede evitar soltar una risa al verlos a ambos en ese estado. –De acuerdo. Ambos han trabajado duro, me parece justo. ¿Qué les parece si vamos a comer al poblado más cercano? Se lo han ganado. ¡Yo invito!

 

Poco después, el sol comienza a bajar, alargando las sombras de los árboles del bosque para cuando los tres llegan a los límites de un pueblo cercano en busca de una posada dónde comer y pasar la noche sin saber que son observados desde los arbustos por un demonio con forma humanoide, pero de piel y cabeza de camaleón.

 

Al mismo tiempo, encontrándose ya muy cerca del poblado, el trio se ve rodeado repentinamente por un nutrido grupo de ogros de gran tamaño que les salen al paso liderados por aquél demonio camaleón, provocando que su mera presencia ahuyente a los campesinos y los paseantes de la zona apenas se dan cuenta de lo que ocurre.

 

-¡Los he estado esperando todo el día! –asegura el demonio con un siseo en su lengua-. Mi nombre es Liz, y Grudan me ha enviado por el que se hace llamar Leiyus. Entréguenmelo y los dejaré ir con vida. –amenaza a los tres al tiempo que apunta un cuchillo en su dirección en forma amenazante.

 

Contrario a lo esperado, el demonio se desconcierta apenas nota que ninguno de los tres parece impresionado por sus amenazas, su presencia, o por los ogros mismos.

 

-¿Por qué crees que nosotros haríamos semejante cosa, demonio de tercera? –dice Kindolf muy ufano.

 

Liz -¡¿Demonio de tercera?! –repite, con estupor antes de enfadarse por aquél comentario.

 

Leiyus -¿Eres un demonio, no? –interviene en al conversación- Es bien sabido que se puede saber la jerarquía a la que pertenece un demonio por la cantidad de sus cuernos, y al juzgar por la pequeña contusión que tienes en la frente, no pareces ser muy fuerte.

 

El comentario hace finalmente estallar al demonio -¡Incluso un demonio de baja categoría es más poderoso que un apestoso humano! –les reprocha con rabia.

 

En respuesta, Kindolf señala detrás suyo, hacia donde se encuentran sus amigos-. ¡Por si no lo sabes, tenemos de nuestro lado a un dragón blanco descendiente de la familia real que acabará con ustedes en un instante –le asegura al demonio con exceso de confianza, sólo para momentos después mirar hacia atrás y darse cuenta que Dine ya no está con ellos. -¿Eh? ¡A donde se fue!

 

Leiyus –Olvídate de ella. Nosotros podemos valernos por nosotros solos. –le asegura, poniéndose en guardia.

 

En el acto, el demonio ordena a los ogros atacarles en conjunto. Leiyus es el primero en reaccionar esquivando los golpes de las bestias con sorprendente velocidad. Entre tanto, Kindolf les hace frente a sus oponentes sacando de su funda su espada con la que acaba uno por uno hasta dejar fuera de combate a todas las bestias en cuestión de segundos. En un último intento, los ogros restantes se lanzan sobre él, pero Kindolf es lo suficientemente rápido como para esquivarlos de un salto al aire, causando que las bestias choquen entre sí y caigan inconscientes.

 

Al ver que sus subordinados no pueden con ellos, el demonio comienza a perder la paciencia.  –¡Maldición!, ¿Cómo es posible que dos simples humanos como estos les causen tantos problemas a los ogros?

 

Finalmente el último de los ogros en pie es derrotado por Leiyus para luego arrojar su cuerpo inerte hacia una pila de cuerpos de otros orcos amontonados, y en cuya cima descansa Kindolf, sentado sobre ellos.

 

Liz -¡Esto  no se quedará así! -amenaza el demonio con una rabieta antes de retirarse a toda velocidad.

 

Leiyus y Kindolf quedan satisfechos por su victoria, aunque exhaustos debido al combate y al entrenamiento previo. –Maldición. –se queja Kindolf.- ¡Dine nos dejó solos y nosotros tuvimos que hacerles frente a esas cosas sin su ayuda!

 

De un momento a otro, ella reaparece detrás de ellos como por arte de magia exhibiendo una amplia sonrisa. -¡No lo hicieron tan mal chicos, parece que el entrenamiento está dando resultados! ¡Fueron capaces de derrotar a un grupo de orcos ustedes solos!

 

Kindlf ¿¡Cómo puedes decir eso tan a la ligera, Dine?! -le espeta enojado-. ¡Pudimos haber muerto!

 

Dine –¡No se enojen! Sabía que sus habilidades serían más que suficientes para despachar a esos ogros. Jamás dejaría que corrieran un verdadero riesgo ustedes solos. Además, este pequeño combate sirvió para poner a prueba el resultado de su entrenamiento. Como lo han comprobado ya, ¡ahora cada uno es más fuerte que un ogro promedio!

 

Tras escuchar esto, el enfado de Kindolf se desvaneces por completo y es reemplazada por alegría. -¡Tiene razón, Leiyus! La verdad es que nos hemos vuelto más fuertes, pero aun así no estuvo bien que nos dejaras solos.

 

En eso, uno de los ogros derrotados recobra la consciencia y trata de golpear a Kindolf por la espalda, pero él reacciona instintivamente tomando a la criatura del brazo para después aventarlo lejos, provocando que este se estrelle duramente contra el suelo. – ¡Vaya! Que les parece –exclama el escudero luego de lo ocurrido-, ¡tienes razón! Nunca había estado tan fuerte como ahora, ¡ahora si podré impresionar a todas las chicas del reino! –asegura Kindolf admirándose los músculos de los brazos.

 

Dine, por su parte lo mira con disgusto. –Este no tiene remedio…

 

Kindolf –¿Qué hay de la lagartija que se nos escapó? –le pregunta a Dine.

 

Dine -No hay por qué preocuparse. Ese demonio es de baja categoría. No creo que pueda hacernos gran cosa si todo lo que tiene es ogros a su servicio. Vayamos a comer.

 

Más tarde, el trío descansa en el interior de una taberna muy concurrida en espera de que sus alimentos estén listos. Leiyus pide un gran pedazo de carne, el cual devora con avidez luego de un largo día de entrenamiento. A su vez, Kindolf disfruta de tarro tras tarro de cerveza, lo que termina por dejarle alrededor de la boca llena de espuma, mientras que Dine se limita a mirarlos incómodamente debido a los pocos modales de los escuderos exhibidos en la mesa.

 

Desde la cocina, los tres son vigilados atentamente por el demonio camaleón, que no les quita los ojos de encima escondido detrás de la puerta entreabierta junto con un ogro enorme a su lado, cuya cabeza está al ras del techo. Cerca de ellos, puede verse a los cocineros y meseros del establecimiento recientemente maniatados con cuerdas y amordazados.

 

Liz –Esos dos son muy fuertes como para enfrentarlos frente a frene –conjetura el demonio, hablando para sí-, por lo que tendré que recurrir al plan “B”… Escúchame bien –se dirige al ogro que le acompaña-, quiero que te hagas pasar por mesero y les des esto… –entregándole a su vez una charola con tres rebanadas de pay.

 

El ogro lo mira por unos momentos confundido, rascándose la cabeza con una de sus garras. -Eh...no entiendo, mí creer que querer capturarlos, jefe.

 

Liz – ¡Precisamente idiota! ¡¡Este es un pay de manzana!!

 

Al ogro se le ilumina el rostro después de unos segundos de silencio –¡Mi ya ver! ¡Querer envenenarlos!

 

Liz -¡No, tonto! A los dragones blancos no les haría efecto ningún tipo de veneno, este es un pay de manzana ordinario; la manzana es altamente toxica para los dragones, pero como son seres divinos, no es suficiente para matarlos, únicamente desacelera su metabolismo y los hace dormir por unas cuantas horas… Si ese chico y la muchacha se duermen, ¡podremos deshacernos del otro humano sin problemas!

 

–Oh, ¡ya entendí! –le responde con una sonrisa insegura.

 

Al mismo tiempo, los tres ya han terminado sus alimentos y ahora beben tranquilamente cada uno una taza de café.

 

Leiyus –Por cierto Dine… –le dice repentinamente-, ¿qué clase de poderes tienen las perlas que tanto mencionas, las cuales debemos recuperar?

 

Dine –Bueno, al parecer, cada perla encierra una habilidad única que poseemos naturalmente nosotros los dragones.

 

Leiyus -¿Quiere decir que en cuanto consiga esas perlas doradas, ganaré poderes que sólo los dragones poseen?

 

Dine –Exactamente, pero no es tan sencillo. Tendrás que desarrollar tus propias habilidades por ti mismo. A diferencia de los dragones blancos normales, y los dragones elementales, los descendientes de la familia real poseemos poderes únicos distintivos.

 

Kindolf -¿Qué clase de poderes únicos tiene Leiyus?

 

Dine –La verdad, es que no lo sé. En mi caso, puedo manipular mi propia energía para transmitirla a alguien o usar la energía del enemigo en su contra.

 

Leiyus –Entonces, ¿Doma también tenía una habilidad especial?

 

Dine –En efecto, creo que él tenía la habilidad de crear campos de energía muy poderosos, aunque no lo recuerdo muy bien.

 

Kindolf  -Vaya, ¡ustedes los dragones sí que son poderosos!

 

Dine -No te confundas Kindolf. Hay seres muy fuertes que habitan esta tierra. Hace unos cuantos cientos de años, nuestra raza fue una de las más prósperas, pero ahora estamos al borde de la extinción gracias a los esfuerzos combinados de los demonios y los dragones negros por acabarnos. Es por eso que será decisivo el papel de Leiyus en esta campaña.

 

Su  conversación se ve interrumpida cuando un ogro vestido de mesero, cuyas ropas le quedan tan justas, que las costuras se dirige a ellos, pero a medio camino, antes de llegar a su mesa, el ogro se asegura de no ser visto antes de zamparse de un bocado una de las rebanadas de postre que les lleva. Una vez hecho esto, se dispone a servirles las dos rebanadas.

 

Dine -¿E-ese es un ogro vestido de mesero? –señala a sus amigos en voz alta, extrañada.

 

Leiyus entonces se encoje de hombros. -Supongo que todos tienen que ganarse la vida de algo…

 

El ogro entonces procede a servirles las dos rebanadas restantes a Leiyus y a Kindolf, dejando a Dine sin postre.

 

Leiyus en el acto le cede su rebanada a Dine de buen gesto. –Toma mi rebanada, Dine. ¡Yo ya estoy satisfecho! –le asegura.

 

Dine -¿En serio? Muchas gracias Leiyus, que amable eres. ¡Eres todo un caballero!

 

Liz observa la operación desde la cocina, y en cuanto el ogro regresa con él, lo reprende. –¡¡Eres un inútil!! ¿¡Cómo pudiste comerte una rebanada!? Espera... si raptamos a la chica dragón cuando la toxina le haga efecto, es probable que ellos vengan a rescatarla… Ve y dile al señor Grudan que vaya preparando la recompensa que me prometió, pues le enviaré un regalo –ordena al ogro.

 

Cuando la velada termina, los tres salen de la taberna para buscar un lugar en dónde dormir. Sin que Leiyus o Kindolf lo adviertan, Dine se va rezagando más y más detrás de ellos en la oscuridad de la noche debido a repentinos mareos que la hacen tambalearse por el camino. Pronto su aletargamiento es tan grande, que ella no puede sostenerse más en pie y cae al suelo, apenas consciente.

 

“Pero que extraña me siento” –dice para sus adentros y haciendo un esfuerzo supremo para mantener los ojos abiertos-, “la cabeza me da vueltas, creo… que... ese pay era de...” En ese momento cae inconsciente. Liz entonces aprovecha para hacer acto de presencia, y con ayuda de otro ogro, la mete en un saco en el que se la llevan consigo.

 

Liz -El plan no resulto como yo esperaba, ¡pero al menos ha resultado provechoso! –se jacta, escondido entre los arbustos y riendo incontrolablemente.

 

Al mismo tiempo, en una iglesia abandonada, no muy lejos de allí, el ogro enviado por Liz le comunica las noticias a Grudan, quien aguarda pacientemente en el interior.

 

Grudan -¿De verdad habrá atrapado a Leiyus ese demonio patético? No me  lo creo, pero si es así, entonces el poder que tiene ese muchacho es prácticamente mío.

 

Leiyus y Kindolf continúan su camino por la ciudad sin darse cuenta de que Dine ya no está con ellos.

 

Leiyus -Habrá que buscar donde dormir esta noche, ya está anocheciendo...

 

Kindolf –¡Si quieres, yo puedo dormir con Dine en la misma habitación y así reducir el costo de nuestra estancia! –se apresura a decir con mirada maliciosa.

 

Leiyus –No creo que a ella le guste mucho la idea, ¿cierto Dine…? ¿Dine?

 

Al volverse, Leiyus no encuentra más que silencio y oscuridad detrás de ellos.

 

Kindolf -¿Se habrá escondido de nuevo…? –se pregunta.

 

Leiyus–No lo creo… ¡será mejor que regresemos a la taberna! ¡Algo no anda bien aquí!

 

Una vez están de regreso en la taberna, la encuentran vacía, pero apenas entran a la concina, los escuderos se encuentran con los cocineros y los meseros inmovilizados, a los que liberan sin tardanza. En una de las mesas Kindolf encuentran una nota dirigida a ellos:

 

Tenemos a su amiga dragona. Si quieren verla de nuevo, tendrán que ir al la ciudad abandonada que esta al sur de este pueblo, cruzando el río”.

 

Leiyus -¡Han secuestrado a Dine! –exclama apenas lee la nota- ¡Tenemos que ir por ella!

 

Leiyus y Kindolf salen apresuradamente del lugar en dirección al bosque para rescatar a su amiga, ahora en manos del enemigo. Sobre los árboles, puede apreciarse la torre de la campana de la iglesia a la que se dirigen en esos momentos.

 


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