Llamado del destino
Después de llegar al bosque perpetuo, Leiyus
y Kindolf terminan en una ciudad secreta en el interior de la montaña, en donde
conocen a Dine, la última descendiente de la familia real de los dragones. Ella
trata de convencerlos de aceptarla como su tutora, pero ante la negativa de
Leiuys, Dine, así como los elfos de la ciudad retienen a ambos por la fuerza.
Kindolf despierta de un largo sueño estirando
los brazos, confinado dentro de otra estructura con forma de domo. Cerca de él
yace sentado su amigo Leiyus con expresión aburrida. –Mi cabeza… -se queja el
primero- ¿Qué sucedió?
Leiyus –Veo que finalmente despertaste. Tal
parece que esa chica dragón usó una especie de hechizo sobre nosotros que nos
hizo dormir antes de volvernos a encerrar.
Kindolf -¿En serio? ¿Por qué no me
despertaste antes?
Leiyus –Lo intenté, pero sólo respondías
diciendo que querías dormir jun poco más. Lo bueno es que ahora que estás
despierto, quizás podamos idear la forma e salir de aquí.
Kindolf -Este lugar no tiene puerta… –le hace
notar a su amigo, luego de observar los alrededores-. ¿Cómo nos metieron aquí?
Leiyus entonces señala con el dedo sobre sus
cabezas, apuntando a un agujero circular obstruido por una tapa metálica con
barrotes. –Mi fuerza no basta para doblar o destruir esos barrotes, por eso necesito
que me impulses hacia ellos, de esa forma puedo intentar algo.
Kindolf –Está bien, te impulsaré con mis manos…
-accede éste a su petición sin chistar para luego entrelazar sus dedos que
Leiyus usa como escalón para que su amigo pueda elevarse.
Una vez ambos están en posición Kindolf
impulsa a su amigo con todas sus fuerzas hacia arriba. Así, Leiyus consigue aferrarse de uno de los barrotes y
con su mano libre, toca los bordes de roca alrededor del agujero a gran
velocidad para segundos después dejarse caer. En cuestión de segundos, la tapa
de metal con los barrotes se colapsa junto con el borde de rocas que lo sostenía.
Kindolf –Ese es el movimiento que te enseñó
Doma, ¿no es verdad? ¡Bien hecho, Leiyus! –lo felicita.
Los dos no pierden más tiempo y saltan por
sobre la abertura para continuar su escape, teniendo cuidado de no ser
descubiertos de nuevo, consiguiendo esta vez alejarse con éxito de la ciudad
siguiendo un sendero. Pronto el dúo no tarda en dar con lo que parece ser una
salida que da al exterior de las montañas, pero cuando Kindolf da el primer
paso fuera y queda cegado por unos momentos a causa de la luz del sol, por poco
cae en una pendiente demasiado inclinada de no ser por Leiyus logra sujetarlo del
brazo a tiempo.
Leiyus –Debemos darnos prisa y encontrar cómo
salir de aquí. No creo que esos elfos tarden mucho en descubrir que nos hemos
fugado otra vez.
Mientras ambos se alejan del lugar en busca
de una nueva salida, no se dan cuenta de que son seguidos de cerca por una
misteriosa sombra. Finalmente y después de muchos intentos fallidos, los
escuderos logran dar con un camino que los deja fuera de una de las caras de la
montaña. Para entonces, la espesa neblina cubre todo el bosque debajo de ellos.
Leiyus y Kindolf deciden descender a través de un camino sobre la escarpada
ladera que desciende hasta el bosque cuando de pronto, se topan abruptamente
con un enorme abismo que divide en dos el camino que hasta entonces habían
estado siguiendo. Dicho abismo resulta ser tan profundo, que ninguno de ellos
alcanza a ver el fondo.
Kindolf -¡Genial! Y ahora, ¿cómo vamos a
salir de aquí? –dice, molesto.
Leiyus –Estos caminos debieron ser
construidos para confundir a todo aquél que se aventurara por aquí. Esa ciudad
está muy bien escondida. No me sorprende que casi nadie se aventure por aquí.
–Si dejaran de comportarse como niños y
aceptasen mi ayuda, yo podría indicarles la forma de salir de aquí. –les
sugiere de pronto la voz Dine, apareciendo detrás de ellos y de brazos
cruzados.
Leiyus –¿Qué haces tú aquí? ¿A caso has
venido para regresarnos a esa prisión?
Dine –No vine para eso. Pueden hacer lo que
quieran, pero quiero decirles que no me voy a apartar de ustedes.
Kindolf –¡Si no estás aquí para detenernos,
entonces dinos como podemos bajar de esta endemoniada montaña!
Dine aparta la vista de ellos haciendo un
ademán de arrogancia con la cabeza. –Les dije que no los detendría, pero
tampoco los voy a ayudar a escapar. No puedo permitir que se vayan de este
lugar mientras Leiyus no acepte mi ayuda.
Leiyus –Como quieras –le responde con desdén-,
no necesitamos tu ayuda.
De pronto, algo llama la atención de Kindolf sobre
el abismo -¡Mira! –le dice a su compañero, señalado unas plataformas rocosas
que se flotan sobre el precipicio-. ¡Quizás podamos usar esas rocas flotantes
para llegar al otro lado!
Sin perder tiempo, ambos empiezan a saltar
sobre las plataformas bajo la mirada malhumorada de Dine. -¡Pero qué obstinados
son! ¡Ese no es el camino correcto! –exclama.
Mientras los dos cruzan el precipicio
saltando de roca en roca, de repente aparece desde el lado a donde se dirigen
una enorme roca en forma de cilindro que se dirige hacia ellos a gran
velocidad, sostenida por dos bordes rocosos que apenas sobresalen por entre el
abismo. Leiyus y Kindolf consiguen saltar sobre ella, pero apenas se secan el
sudor frío de la frente, otra roca de aspecto similar pasa sobre ellos, esta
vez a la altura de sus caras y por poco les golpea en el rostro. Repentinamente
son literalmente acribillados por cientos de pequeñas rocas que se lanzan sobre
ellos de entre la niebla obligándolos a desandar su camino con saltos hasta
hacerles regresar al extremo por donde comenzaron.
Dine –¡Ustedes sí que saben esquivar trampas
élficas, chicos! –les dice con sarcasmo.
Sin dirigirle palabra a la dragona, Leiyus le
propone a su amigo: -Vamos, ¡hay que intentarlo de nuevo!
Una vez más, el par de escuderos saltan sobre
las rocas las rocas flotantes, esta vez a mayor velocidad en un intento por
llegar a la otra orilla antes de que comiencen a lloverles rocas de nuevo. En eso,
una gran roca por poco golpea a Kindolf en el pecho, pero éste logra esquivar
el ataque usándola como apoyo para saltar hacia otra roca. Finalmente y después
de un difícil trayecto ambos logran llegar al otro lado. De inmediato, Leiyus
se vuelve hacia Dine, esperando encontrarse con una reacción de asombro por
parte de la dragona, quien se mantiene impasible, y mirándolo a los ojos antes
de que ella coloque su pie sobre una roca falsa, que en realidad es una
plataforma con la que activa un mecanismo secreto.
En cuestión de segundos, las rocas flotantes
desperdigadas por todo el abismo se alinean unas con otras, formando un camino
que Dine recorre caminando tranquilamente, sin que ninguna trampa se active
hasta llegar junto a ellos lanzando un bostezo.
Kindolf y Leiyus se le quedan mirando con
desconcierto y asombro después de la facilidad con la que ella acaba de cruzar
el abismo en comparación con el gran esfuerzo que les costó a ambos atravesarlo.
-¿Ahora sí van a hacerme caso? –insiste ella.
Leiyus –Ya te dije que no necesitamos de tu
ayuda. –enfatiza, molesto, antes de darle la espalda y continuar su camino, lo
que hace irritar a la dragona de nuevo.
No muy lejos de allí, el trío es observado
atentamente por Grudan sin que ellos se enteren de su presencia. –Al fin te
encontré, Dyamat…
Los tres eventualmente llegan a la entrada de
lo que parece un túnel natural, hecho de roca. –Mira Kindolf –señala Leiyus-,
quizás al final de este camino encontremos cómo bajar hasta el bosque.
Kindolf se aventura a asomar la cabeza dentro
del túnel, sintiendo instantáneamente una brisa muy calurosa proveniente del
interior. –No lo sé Leiyus, ¿por qué no le preguntamos primero a Dine si
debemos tomar este camino? Ella parece conocer mejor el área que nosotros.
–Por
allí no es la salida –enfatiza Dine al punto.
Empeñado en ignorar los consejos de ella,
Leiyus continúa caminando. –¡Vamos, Kindolf! Averigüemos hacia dónde nos lleva
de todos modos.
Haciendo caso omiso de la advertencia de
Dine, los dos se adentran en el túnel, y conforme más adentro se encuentran,
notan el calor se vuelve cada vez más sofocante conforme aquél resplandor
frente a ellos se vuelve más brillante. No es sino hasta ese momento en el que
ambos notan que aquella luz despide tonos rojos y anaranjados. De pronto, la
tierra bajo sus pies comienza a estremecerse.
Kindolf -¡Qué es eso!
Leiyus -Esa no era una salida... ¡Es la
entrada a un depósito de lava! –le advierte a su enemigo, aterrorizado antes de
poner pies en polvorosa.
Apenas han decidido dar marcha atrás a toda
velocidad, una gran ola de magma comienza a fluir detrás de ellos,
amenazándolos con calcinarlos vivos. Los escuderos logran salir del túnel apenas
a tiempo para hacerse a un lado antes de que la marejada de lava les de alcance,
la cual más tarde comienza a derramarse sobre un precipicio al tiempo que una
nube de hollín los cubre por unos instantes.
Dine, que había estado observando la escena
se acerca a ellos con las ropas ennegrecidas a causa del hollín. –Se los dije…
-les dice, tratando de ocultar su enfado.
Después de varias horas de estar perdidos en
la montaña, el par de escuderos finalmente da con una pendiente lo
suficientemente estable como para descender por ella. No han pasa mucho tiempo
cuando de repente, los tres escuchan un estruendo a sus espaldas que los toma
desprevenidos.
Kindolf -¿Qué fue eso? –pregunta mirando
detrás suyo.
Apenas vuelven la vista, el trío divisa un
deslave que arrastra grandes cantidades de nieve y rocas desde la punta de la
montaña hacia la ladera, amenazando con sepultarlos vivos. Sin perder tiempo, los
tres corren colina abajo para tratar de ponerse a salvo cuando milagrosamente
se encuentran con una salida alterna de la pendiente que los salva de quedar
sepultados entre toneladas de escombros.
Leiyus –Eso estuvo cerca –dice jadeante-.
¿¡Por qué no nos advertiste de esa trampa, pudimos morir!? –le reprocha molesto
a Dine.
Dine –No fue mi culpa. ¡Esa no era una
trampa! Ese deslave debió provocarse naturalmente
–Error, niña. Eso no fue un accidente. –la
corrige Grudan, quien aparece observándoles desde lo alto de una roca.
Leiyus –¡Grudan! ¡Debió seguirnos hasta aquí!
Kindolf – ¡Es ese tipo otra vez!
Grudan –Sabía que serían tan tontos como para
seguir las instrucciones de Doma. Ahora no tienen escapatoria. Ustedes dos
–refiriéndose a Kindolf y a Dine-, ¡entréguenme al que llaman Leiyus si no
quieren morir también!
Dine -¿Quién es él? ¿Amigo suyo? –le pregunta
a Leiyus, confundida.
Leiyus –¡Él fue quien asesinó a Doma, y al
parecer, también pertenece a la familia de los dragones negros!
Dine –¡¿Cómo!? –dice con alarma-. Si lo que
dices es cierto, ¡tenemos que encontrar la forma de escapar de él! ¡Todavía no
estás listo para enfrentarte a un dragón negro en combate!
Grudan –Siento decepcionarte, preciosa, pero
no dejaré ir a ninguno de ustedes hasta que cumplan mis demandas. –asegura a la
vez que chasquea los dedos.
En el acto, tres criaturas de aspecto
humanoide formadas de roca sólida emergen de debajo de la tierra, acorralando a
los tres.
Leiyus -¡Qué son esas cosas tan feas!
Kindolf -¡Se parecen a lo que recogíamos en
los establos del reino!
Dine –¡Son golems de roca! No son seres
vivos, son simples marionetas de barro y roca animadas.
Leiyus –Si ese es el caso, ¡entonces no
tendremos problema en acabar con ellos!
Acto seguido, Leiyus ataca a uno de los
golems con una patada que le arranca la cabeza del cuerpo. Entre tanto, Kindolf
usa sus recién adquiridos poderes mágicos para lanzar una bola de fuego al
segundo golem. -¡F-flarion!
–tartamudea mientras arroja su hechizo contra su oponente.
Dine, por otra parte, se limita a esquivar
los golpes de la tercera criatura con gran agilidad. El golem no deja de
asecharla con golpes hasta poder acorralarla entre él y el borde de una de las
laderas de la montaña. El ser no pierde tiempo y se lanza sobre ella. Sin
perder la calma, Dine espera pacientemente, y una vez la criatura está muy cera
de ella, Dine se aparta de su camino en el último segundo, tomando a la
criatura por un brazo antes de arrojarla directo hacia el precipicio. No bien los
tres se han deshecho de los golems, otra horda de ellos resurge de entre la
tierra.
Los tres se agrupan sobre sus espaldas para
no perder de vista a las criaturas. -¡Esto no tiene fin! –exclama Kindolf al
borde de la desesperación.
Grudan, que hasta entonces se había mantenido
lejos de la batalla, decide bajar de un salto para hacerles frente. –Mientras
tus amigos juegan con los golems, me encargaré de ti personalmente –amenaza a
Leiyus con una mirada fría.
Leiyus –¡Bien, si eso es lo que realmente quieres!
¡No te tengo miedo!
El escudero intenta atacar directamente al
dragón negro a mano limpia, pero éste se mueve a una velocidad superior,
esquivando sus puños con gran facilidad. Entonces Grudan le da un golpe con la
rodilla a Leiyus al nivel del que lo hace caer de espaldas. –¡Basta de juegos! ¡Es
hora de acabar de una vez contigo!
En pocos instantes, Grudan acumula una gran
cantidad de energía en su mano derecha, misma que libera en forma de un
torrente de energía y de aire cortante a su alrededor en dirección hacia
Leiyus, quien logra apartarse a tiempo antes de ser destrozado por el torrente,
el cual continúa avanzando hasta impactarse en una de las caras de la montaña,
provocando que grandes rocas se desprendan hasta formar una avalancha.
Grudan enfurece al ver que su ataque ha
fallado. –¡Estúpido!, si no lo hubieses esquivado, tu sufrimiento habría
acabado ya. ¡Ahora experimentarás una muerte dolorosa y lenta! –sentencia,
preparando otro ataque similar.
Debilitado por los daños que ha sufrido,
Leiyus esta vez es incapaz de quitarse a tiempo de en medio de la vorágine
destructiva que se le viene encima, pero antes de que el ataque lo alcance,
Dine se para frente a él y detiene el poder con un campo de energía que ella
misma genera, salvándolo de una muerte segura. El poderoso torrente es desviado
en todas direcciones causando un estruendo ensordecedor en las montañas.
Grudan –Maldita mocosa. ¡No te entrometas!
–ruge.
Dine, aún con los brazos extendidos y mirada
desafiante le responde. – ¡No dejaré que lo mates, Grudan!
Leiyus se conmueve de la acción que ha tomado
ella para salvarlo a pesar de que apenas se conocen. –Dine… -Entonces se propone
ponerse de pie de nuevo, haciendo acopio de sus propias fuerzas para lograrlo.
Grudan –Si tanto quieres pelear, niña. ¡Te
enviaré al otro mundo primero! –le grita, cargando energía para un tercer
ataque.
Dine se prepara generando un campo de energía
para detener nuevamente el ataque, pero esta vez es sorprendida cuando Grudan genera
dos ataques de energía de la misma magnitud con ambos brazos y los combina en
uno solo antes de lanzarlo hacia su recién formada barrera. A pesar de sus
defensas, tanto Dine como Leiyus son atrapados por las fuerzas destructivas del
ataque, siendo arrastrados varios metros.
Leiyus se levanta luego de caer al suelo
segundos después, sólo para encontrarse a Dine muy cerca de él, inconsciente
debido a que ella recibió la mayor parte del impacto para protegerlo. –¡Dine!
–le grita, intentando despertarla en vano.
Rápidamente, Leiyus le toma los signos
vitales para cerciorarse de que ella se encuentra con vida. No es sino hasta
que logra escuchar los latidos de su corazón que se tranquiliza y tras notar
que sus heridas sólo parecen ser superficiales. -¡¿Cómo te atreves a hacerle eso
a una chica?! –le espeta a Grudan sin poder reprimir su furia.
Grudan –En la guerra no existen
consideraciones de género, muchacho. ¡Ahora, deja de resistirte y muere de una
vez si realmente te preocupan tus amigos!
Debilitado y asustado, Leiyus permanece de
pie, sin saber cómo puede enfrentar al dragón negro él solo. De pronto, Kindolf
aparece moviéndose velozmente a un costado de Grudan lo ataca por sopresa con
un hechizo de fuego que le lanza al cuerpo. -¡Flarion!
Las llamas envuelven a Grudan enseguida, pero
éste no parece sentir dolor alguno. –¡Tonto! –clama éste, apagando las débiles
llamas que lo cubren con un movimiento rápido-. ¡El fuego no puede hacernos
nada a nosotros los dragones!
Dicho esto, Grudan le da un puñetazo a
Kindolf directo en el rostro que lo manda al suelo. Satisfecho, Grudan vuelve
de nuevo su atención al lugar en el que se encontraban Dine y Leiyus, pero cuando
lo hace, se da cuenta que su objetivo ha desaparecido. En ese momento, detrás
de él aparece Leiyus, quien lo ataca con una cadena de feroces puñetazos al
rostro. Grudan usa sus antebrazos para cubrirse del ataque, pero Leiyus cambia
de estrategia rápidamente, poniéndose en cuclillas y comenzando a darle rápidas
patadas sus pies. Es entonces cuando Grudan cae en cuenta que el ataque
anterior no había sido para dañarlo realmente, sino para empujarlo borde de la
montaña.
Con una última patada especialmente fuerte,
Leiyus consigue arrojar a Grudan al vacío, y mientras éste cae, alcanza a decir
algo antes de perderse entre la neblina que cubre el bosque debajo: -¡No se
librarán de mí tan fácilmente!
En ese instante los golems controlados por
Grudan se desintegran, volviendo a su estado inerte original en forma de tierra
y rocas comunes.
Poco después Dine recobra el conocimiento. A
su lado encuentra a Leiyus y a Kindolf cuidándola dentro de un campamento que
ambos habían levantado para pasar la noche al calor de una fogata.
-¿Te
encuentras bien, Dine? –le pregunta Leiyus apenas nota que ha recobrado el
sentido.
Ella asiente un tanto apenada. –Ya me siento
mejor.
Leiyus -¿Sabes?, he estado reflexionado sobre
lo que nos has dicho… quizás no sea tan malo que nos acompañes. Puede que en el
futuro necesitemos de tu ayuda.
Kindolf -¡Claro! ¡Además, no nos vendría mal
la compañía de una chica tan bella!
Dine le sonríe y se une a ellos sentándose
junto a la fogata. –Me alegra que por fin hayas recapacitado, Leiyus. A partir
de ahora, me dedicaré a ser tu guía y a volverte más fuerte. Eso habría querido
Doma.
Leiyus -¡De verdad nos vas a entrenar! ¡Me
gusta la idea! ¡Quiero volverme tan fuerte como tú, o como Doma!
Dine asiente de nuevo con una sonrisa –A
partir de hoy, erás mi protegido hasta que nuestro rey Dyamat renazca.
Leiyus le sonríe –Eso me tranquiliza.
Dine –Puedes sentirte seguro –agrega.
Los tres permanecen sentados bajo un cielo
despejado en el que brillan las estrellas en espera de un nuevo día.
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