02 mayo, 2023

Dragon Legacy, Vol.1: Capitulo 4

 



Familia Real 


Doma guió a Leiyus a conocer el árbol de la creación, un lugar de aparentemente mucha importancia para la raza de los dragones, pero antes de que pudiera explicarles la razón de su visita a ese lugar, Leiyus y su amigo Kindolf se vieron obligados a abandonar a Doma a su suerte cuando Grudan hizo acto de presencia junto con dos misteriosos personajes.

 

Tanto Leiyus y Kindolf llevan horas caminando por el bosque bajo una espesa neblina que disminuye su rango de visión, lo que los hace tropezar constantemente. -¿De verdad ese es el bosque perpetuo? – pregunta Kindolf a su amigo para romper la monotonía del viaje.

 

Leiyus -Es lo que dijeron los aldeanos del pueblo más cercano. Al juzgar por su reacción, cualquiera diría que este lugar está encantado. Parece que nadie de los alrededores se atreve a adentrarse por estos terrenos.

 

Al escuchar esto, las piernas de Kindolf comienzan a temblarle sin control conforme extrañas sombras parecen moverse a su alrededor. -C… creo que deberíamos seguir su ejemplo y salir de aquí cuanto antes, Leiyus. ¡Tengo un mal presentimiento sobre este lugar! –confiesa sin poder ocultar más su miedo.

 

Leiyus entonces detiene su andar por un momento para tratar de tranquilizarlo con sus palabras. –Descuida, Kindolf. Recuerda que eres un caballero del reino Leivan. No me digas que tienes miedo de encontrarte con algunos cuantos monstruos débiles, o de cualquier espíritu chocarrero que habite esta zona, ¿o sí?

 

Kindolf  -¡Claro que no! –repone al punto, inflando el pecho en señal de gallardía-. Por cierto, ¿exactamente qué estamos buscando aquí, Leiyus?

 

Leiyus –No lo sé… Doma dijo que nos dirigiéramos hacia este bosque y esperáramos reunirnos con él… pero dudo que él siga con vida a estas alturas.

 

Kindolf -Entonces, él…

 

Leiyus –¡Escucha! –lo interrumpe-. Doma quería que viniéramos aquí, y eso hicimos. Es probable que haya algo aquí que quería que encontráramos por nosotros mismos.

 

Después de varias horas de vagar sin rumbo, el par finalmente llega a un punto muy remoto del bosque. En ese lugar prevalece una quietud tan marcada, que ellos sólo alcanzan a escuchar su propia respiración. Para su sorpresa y sin que se diesen cuenta antes, la niebla se ha vuelto más densa, provocando que apenas se logren distinguir el uno del otro a pesar de encontrarse sólo a unos metros de distancia. De pronto, de la nada les sale al paso la cabeza de un dragón en el camino. Los dos se sorprenden tanto al verla, que terminan cayendo al suelo antes de notar que dicha cabeza está hecha de granito, recobrando la compostura.

 

Unida a la cabeza se aprecia lo que parece un marco que se une a otra cabeza formando lo que parece indicar el inicio de un camino.

 

Leiyus -Espera... parece ser que eso es una especie de camino.

 

Kindolf -¿Que clase de persona lunática viviría en este bosque? –repone apenas nota la expresión agresiva de la cabeza de aquellos dragones.

 

Leiyus –Vamos, vayamos a investigar hacia dónde nos lleva este camino –le sugiere a su cobarde compañero.

 

Tras dejar atrás las estatuas, el camino los conduce a la entrada de una oscura cueva que continúa por un camino entre las montañas hasta pasar a través de éstas para finalmente llegar a un valle oculto. Allí, no tardan en aparecerles más estatuas con forma de dragón que parecen resguardar los bordes del camino qu recorren.

 

Kindolf -¿Por qué esas estatuas están por todas partes? –se pregunta.

 

Leiyus –No lo sé, pero no creo que sea algo de lo que debamos preocuparnos.

 

Tras decir esto, Leiyus se adelanta a su compañero cuando de repente, una de éstas le lanza una bola de fuego apenas pasa de largo. Kindolf reacciona con rapidez y logra derribar a su amigo antes de ser alcanzado por las flamas de la estatua, que estallan en un lugar cercano, provocando un pequeño incendio.

 

Para cuando los escuderos se levantan del piso, Kindolf nota con horror que de su pantalón salen llamas, haciendo que su trasero comience a arrojar humo. -¡Eso sí que dolió! –se queja, tratando de apagar el fuego dando fuertes palmadas a su trasero.

 

Apenas logra levantarse, Leiyus siente que un objeto punzante alcanza su cuello, y para cuando logra removérselo, se da cuenta de que se trata de alguna clase de dardo. Al instante, una pesada somnolencia se apodera de él antes de caer completamente dormido…

 

Leiyus recobra la consciencia de golpe, encontrándose en el interior de lo que parece una construcción en forma de cúpula, cuyas paredes están formadas de tierra, rocas e incrustaciones de cristales luminiscentes. A su lado y todavía profundamente dormido reconoce a su amigo, roncando con fuerza. Leiyus intenta despertarlo, pero apenas se da cuenta, descubre que se encuentra maniatado de manos y piernas. Es en ese momento en el que recuerda que lleva una daga guardada entre sus ropas, misma que no duda en usar para cortar las sogas que lo mantienen cautivo hasta quedar libre antes de hacer lo mismo con su compañero poco después.

 

Leiyus -¡Kindolf  despierta! –le ordena, sujetándolo de sus ropas y sacudiéndolo vigorosamente hasta que éste comienza a reaccionar.

 

Kindolf eventualmente logra despertar, más molesto que nada a causa de las constantes sacudidas a las que es objeto. -¿¡Qué quieres?! Estaba soñando con una chica preciosa que…

 

Leiyus – ¡Olvida eso! –lo interrumpe-. Parece ser que alguien nos disparó dardos tranquilizantes mientras estábamos en el bosque.

 

Kindolf - ¿En serio? ¿Cómo es que llegamos aquí?

 

Leiyus -No lo sé. Parece que hemos sido capturados. Salgamos de aquí antes de que alguien venga –le sugiere a su amigo.

 

Apenas se acercan a la única salida visible, descubren con sorpresa que la puerta de madera que los separa de la libertad en realidad encuentra abierta. Una vez fuera de la prisión, se encuentran con que en realidad se encuentran dentro de una ciudad subterránea, localizada en el interior de una gran cueva. A su vez, cientos de cristales luminiscentes dispuestos regularmente proveen la luz necesaria para poder ver, bañando las edificaciones con una tenue luz violeta y púrpura.

 

Kindolf -¿Qué es este lugar? –pregunta en voz alta sorprendido.

 

Leiyus –Parece alguna clase de ciudad subterránea, ¿no lo crees?

 

En eso, escuchan los pasos de alguien o algo que se acercan a su posición, por lo que el dúo emprende la huida a través de la ciudad hasta que, al dar vuelta en una esquina, se encuentran cara a cara con un ser de baja estatura y rechoncho que los mira con una con una expresión de miedo y sorpresa.

Leiyus –¡Creo que tomamos el camino equivocado! –asegura al hombrecillo antes de darse la vuelta y escapar en dirección contraria antes de que la criatura pueda siquiera reaccionar.

 

Una vez solo, el hombrecillo no tarda en avisar a los suyos a través de gritos en un idioma desconocido, provocando que las calles se llenan de criaturas similares armados con lanzas con puntas de cristal que peinan la zona en busca de los escuderos hasta que finalmente consiguen acorralarlos. Es en ese momento en el que Kindolf decide desenvainaran su espada y confrontar a sus perseguidores, logrando mantener a raya a los hombrecillos. A su vez, Leiyus consigue arrebatarle una de las lanzas a sus perseguidores que usa para defenderse también.

 

Kindolf –Descuida, yo me encargo. –le asegura a su amigo antes de formar una esfera esfera de luz que enceguece a sus enemigos por unos instantes. Así, ambos aprovechan para escapar de la situación.

 

Leiyus –¡No sabía que ya pudieras usar hechicería! –felicita a su amigo sin dejar de correr a su lado.

 

Kindolf –Es sólo un hechizo básico –le asegura-. ¡Apenas voy en el capítulo de trucos de magia y bromas para fiestas infantiles! –le confiesa a su amigo.

 

Por unos breves instantes, el par de fugitivos cree haber dejado lo peor atrás y escapado con éxito, pero en medio de su huida, sus cuerpos dejan de responderles hasta quedar completamente paralizados mientras corren, dejándolos inmóviles como estatuas.

 

Leiyus -¿Qué está pasando? No… ¡No puedo moverme! –exclama con alarma.

 

Justo cuando la tensión aumenta al máximo y los seres los rodean por todas partes aparece del lado de aquellos nomos un hombre muy alto, de tez pálida y cabello blanco que ordena a las criaturas no lastimarlos antes de dirigirse a ellos: -Parece que fue un error subestimarlos. Ustedes pudieron encontrar la entrada secreta de nuestra ciudad.

 

Leiyus -¿Quién eres tú? –le pregunta al desconocido.

 

-¡Aquí el que  hace las preguntas soy yo! –enfatiza el hombre-. ¿Quiénes son ustedes y cómo es que lograron encontrar el sendero del dragón? ¡Respondan, mortales! –les exige el desconocido al tiempo que remueve el hechizo que los mantiene petrificados, permitiéndoles moverse con libertad de nuevo.

 

Leiyus –Un momento… ¿Eso significa que aún estamos en el bosque perpetuo?

 

–Así es –repone el hombre-. Estamos debajo de la gran montaña que descansa en el centro del bosque perpetuo. ¡Están en la ciudad perdida de Devos! Y ahora que conocen la ubicación de éste lugar, no podemos permitirles regresar a la superficie, aunque eso implique que tenga que matarlos, así que tomen una decisión sabia y suelten sus armas ahora.

 

Kindolf -¿Cómo? ¿Entonces no pensaban matarnos?

 

-Aunque son intrusos, nuestras intenciones nunca fueron lastimarlos –le asegura.

 

Leiyus -Espera –volviéndose a su amigo-. ¡Quizás ellos puedan ayudarnos a encontrar aquello que Doma quería que encontráramos en este bosque!

 

Apenas escuchar la mención de Doma, la actitud del desconocido cambia: -¿Cómo? ¿Ustedes también conocen a Doma? –dice con sorpresa- Supongo que serán amigos suyos…

 

Leiyus –Algo por el estilo… Doma fue quien nos dijo que viniéramos aquí.

 

El hombre parece alterarse tras escuchar el nombre de Doma por segunda vez. -¡¿Qué?! ¡Imposible…! eso significa que uno de ustedes debes ser... ¿¡Dyamat!?

 

En ese momento y para su sorpresa de los dos, uno de los enanos cercanos a ellos se transforma frente a sus ojos en un hombre de aspecto y apariencia similar a aquél sujeto de cabellos blancos con quien se encontraban hablando. -¿Doma está con ustedes? ¡Eso significa que Doma ha vuelto!

 

Leiyus baja la cabeza en señal de pesadumbre antes de poder responderle. –Lo lamento, pero temo informarles que él sacrificó su vida para que pudiésemos escapar de un hombre llamado Gruda. No lo sabemos con certeza, pero asumimos que no logró salir con vida.

 

Los comentarios de Leiyus provocan una reacción en cadena en los enanos, que siguen los pasos de los primeros transformándose en seres humanoides de estatura promedio y de cabellos blancos. Una vez los seres se revelan con su verdadera forma, éstos comienzan a cuchichear entre ellos y a lamentarse a causa de la noticia sobre Doma que acaban de recibir, la cual se esparce como pólvora por toda la ciudad.

 

-¡¿Pero qué estés diciendo? –dice una mujer, histérica -. ¡Doma era uno de los últimos linajes directos de la familia real de los dragones! Él descendía directamente de Dyamat. Si Doma está muerto, ¡este mundo está condenado!

 

Kindolf  -Ya todo esto, ¿quién es ese tal Dyamat? –se pregunta en voz alta.

 

Ignorando su pregunta, otro de los hombres señala iracundamente a Leiyus con el dedo. -Entonces, ¡Doma murió por su culpa!

 

Para entonces, el descontento entre los seres crece nuevamente, volviéndolos hostiles contra el par de escuderos, que no paran de acusarlos de causar la muerte de Doma.

 

Kindolf  trata de dar la cara por los dos a pesar de hablar con voz quebrada. -¡Un momento! Leiyus no quería abandonarlo, pero él nos insistió en que debíamos irnos. ¡Nosotros sólo tratamos de seguir sus deseos!

 

Sus palabras no parecen conmover a la cada vez más enfurecida turba:

 

–¡Nosotros no somos dragones! -asegura el primer hombre-, ¡somos elfos!, pero hemos encubierto y protegido a los dragones blancos porque son la única esperanza para salvar este mundo. Ninguno tiene la fuerza ni la habilidad de un dragón, ni siquiera la fuerza básica de un dragón salvaje y sin embargo, ¡perdimos a uno de ellos a cambio de sus inútiles vidas humanas! –les reprocha éste al par a todo pulmón.

 

Cuando todo apunta a que los esfos están a punto de lincharlos, una voz femenina se hace escuchar desde el fondo de la muchedumbre que acalla las voces iracundas: – ¡Un momento!

 

En ese momento, los elfos le abren camino a una chica de cabello rubio y de ropas blancas, con adornos dorados que camina hacia ellos. Una vez estando al frente de ellos, clava sus ojos verdes en Leiyus, a quien examina de pies a cabeza con la mirada de escepticismo y sin decir nada, haciéndolo sentir incómodo.

 

Leiyus – Disculpa, ¿qué estas buscando exactamente? –le pregunta en el momento en el que lo mira a los ojos directamente con aire inquisitivo.

 

-Definitivamente irradias la energía de un dragón –concluye ella.

 

Acto seguido, ella le empieza a jalar y a pellizcar sus mejillas con fuerza –…aunque no tienes la piel de uno de nosotros-. Agrega, intrigada mientras le continúa estirando la piel a Leiyus con fuerza, lo que provoca que éste comience a quejarse.

 

Kindolf en seguida nota la belleza de la chica y se presenta ante ella tratando de impresionarla. –Disculpa, bella damisela –dice apartándola sutilmente de Leiyus. –Permíteme presentarme: soy el mejor amigo de Leiyus, Kindolf, y soy uno de los más nobles y fuertes caballeros del reino Leivan. Es un gusto conocer… -antes de poder terminar la frase, la chica lo mira con una expresión feroz que le hace retractarse- ¡...creo que mejor me callo!

 

Acto seguido, la joven procede a hacer una reverencia frente al confundido Leiyus. –No cabe duda: eres un dragón blanco. Mi nombre es Dine, es un gran honor conocerle en persona, señor Dyamat.

 

Leiyus tarda unos momentos en reaccionar. –Gracias… -murmura-, pero, no me llamo Dyamat. ¡Mi nombre es Leiyus!

 

Dine -Lamento que los hayan tratado así –prosigue ella-, pero como verán, esta gente ha pasado por muchas dificultades viviendo aquí. Creo que la mala noticia sobre la muerte de Doma los ha afectado aún más.

 

Kindolf  -Muy bien, niña, tal vez puedas despejar nuestras dudas –insiste éste, de nuevo-.¿Qué es exactamente lo que quieren ustedes con Leiyus, y quién es ese tal Dyamat del que tanto hablan?

 

Dine -¿Acaso no se los dijo Doma? –pregunta ella sin ocular su sorpresa.

 

Leiyus -Sólo dijo que lo sabríamos a su debido tiempo. Intuyo que tiene algo que ver con ustedes, los dragones blancos.

 

Dime –Veamos… -intentando hacer memoria-. No tengo la edad suficiente como para haberlo vivido, por esi no sé todos los detalles, pero les diré lo que más o menos ocurrió…

 

Después de la última gran era de oscuridad, hace aproximadamente doscientos cincuenta años, se desató una batalla entre nosotros, los dragones blancos en contra de los dragones negros, quienes pretendían derrocar a nuestro rey conocido como Dyamat, que se interponía en su camino para adueñarse de este mundo junto con los demonios.

 

Durante la pelea, nuestros enemigos lograron capturar a nuestro rey y lo asesinaron. Pero aunque Dyamat había muerto, su espíritu seguía emitiendo un gran poder. Fue en ese momento que los demonios decidieron dividir el espíritu de Dyamat en varias partes, las cuales encerraron en cinco perlas doradas que ellos usaron para confinar dichos fragmentos de su alma, así como parte de sus poderes. Pero en el proceso, y sin que ellos se enteraran, una parte del alma de nuestro rey logró escapar de sus manos…

 

Esa parte, es decir, el núcleo del alma de Dyamat, permaneció oculta y perdida durante mucho tiempo, tanto para nosotros como para nuestros enemigos en algún lugar del mundo. No fue sino hasta hace algún tiempo que gracias a las habilidades premonitorias de Doma, nos enteramos que el alma de nuestro rey residía en el interior de un árbol sagrado, en donde había permanecido latente, en espera de encontrar un nuevo cuerpo en el cual renacer…

 

Leiyus –Entonces, ese árbol que vistamos con Doma… ¿¡Es el árbol en el que estaba el alma de Dyamat!?

 

Kindolf -¿¡Quieres decir que el alma de el rey de los dragones blancos renació en un hombre y ahora reside en el cuerpo de Leiyus!?

 

Dine –No estoy completamente convencida, pero parece que así fue. Si es verdad lo que me dicen y Doma tuvo contacto con ustedes, es muy probable que la vida de tu amigo corra un gran peligro ahora que los dragones negros conocen la nueva forma reencarnada del rey Dyamat.  

 

Leiyus –¡Un momento, niña! ¿¡Estás insinuando que en realidad no soy un humano, que ahora soy un dragón blanco!?

 

Dine –Bueno, no precisamente... Por lo que veo, tú naciste como un ser humano. Tu cuerpo, así como parte de tu alma siguen siendo humanas, pero la parte dormida de Dyamat permanece latente dentro de ti, al igual que parte de sus poderes.

 

Leiyus –Ahora todo tiene sentido… ¡Es por eso que me he sentido tan extraño desde aquél evento en la feria del sol!

 

Dine – Veo que ya estás empezando a comprender –dice, asintiendo con la cabeza.

 

Leiyus -¿Y qué es lo que quería Doma que yo hiciera? ¡Qué derrotara yo solo a los dragones negros! –le reprocha a Dine, molesto.

 

Dine –No lo creo. Más bien, pienso que Doma quería que recuperaras las perlas en las que se encuentran sellados los poderes de Dyamat para que puedas renacer completamente.

 

Leiyus -¿Y qué estamos esperando? Si consigo esas perlas, liberarás a Dyamat de mi cuerpo y podré seguir con mi vida, ¿no es verdad?

 

Dine –Bueno –dice, con aire pensativo-, no será tan fácil como crees. Según sabemos, cada perla dorada se encuentra en manos de aquellos dragones negros y demonios que originalmente fragmentaron el alma de Dyamat. Ellos son enemigos muy poderosos a los que no se les debe tomar a la ligera… Creo que sería imposible que recuperes las perlas sin enfrentarte a ellos primero.

 

Kindolf -¡Ah, ya entiendo! ¡Él nos envió hacia ti para que fueras su reemplazo!

 

Dine -Supongo que Doma sabía que no podría continuar su misión como tu guía, y pensó que yo podría tomar su lugar si de verdad pensaba que no lograría sobrevivir.

 

Kindolf –Bueno, no es que esté en contra de que vengas con nosotros, pero, creo que estaríamos mejor por nuestra cuenta.

 

Dine –¡Ya se los dije! ¡Ahora que Doma ya no está con nosotros, soy la última descendiente de la familia real de los dragones blancos que queda con vida! Sólo un dragón blanco como yo podría enseñarle a Leiyus los secreteos y las bases que se esconden detrás de sus poderes de dragón. Sin mi ayuda, ¡jamás podrán triunfar en recuperar las perlas doradas!

 

A ese punto Leiyus le da la espalda a la dragona -…lamento decepcionarte, pero no creo tener ni el poder ni los deseos como para aceptar una misión suicida como esa. Es decir, ¡mírame, soy sólo un escudero! Ni el más fuerte guerrero de cualquier reino estaría tan loco como para enfrentarse a un dragón negro él solo. ¡Todo el mundo sabe que los dragones negros y los dragones blancos son mucho más poderosos que incluso los dragones comunes! ¡Algunos incluso los consideran deidades cercanas a dioses! Siempre tuve el sueño de salir al mundo a vivir aventuras, pero no de esta manera… En menos de tres días, han tratado de matarme dos veces y francamente estoy cansado de esto.

 

Dine – ¡Escucha!, no creo que sepas en verdad los peligros que te esperan allá afue…

 

Leiyus - Kindolf  y yo somos hombres valientes -la interrumpe abruptamente, sin dejarla continuar-. Pero nosotros sólo luchamos nuestras propias batallas. ¡Lo que tú me estás pidiendo es un suicidio! Vámonos Kindolf, creo que tenías razón, no debimos venir aquí en primer lugar –resuelve, alejándose de ella seguido de cerca por Kindolf.

 

Para entonces, Dine pierde la poca paciencia que le queda. –¡Espera! –insiste ella, poniéndose frente a ellos para impedirles el paso-. Dyamat es nuestra última esperanza. Si no cumples tu destino, ¡los dragones negros florecerán como especie, y junto con los demonios, acabarán con el mundo entero en poco tiempo!

 

Leiyus le responde con el mismo tono elevado de voz -¡¿Acaso no te das cuenta de que por su culpa destruyeron la ciudad en donde vivía?! ¡Yo soy huérfano, no tengo familia y a lo único bueno que aspiraba era a conseguir un puesto en la guardia del rey  para salir de esta miseria! ¡Ahora ni a mí, ni a Kindolf nos queda nada!

 

Dine –La suerte está echada. ¡No puedes regresar a tu vida normal! ¡Sin mi ayuda, ellos te matarán apenas salgas de este lugar! ¿¡A caso no lo entiendes?!

 

Leiyus –¡Lo que hagamos o no, no es algo que te concierne! ¡No esperes que hagamos caso de lo que nos dices después de secuestrarnos y casi lincharnos! –termina la conversación tajantemente mientras se aleja de ella definitivamente, lo que sólo provoca que la ira y el descontento de Dine aumente.

 

–¡Pero qué necio eres! No me importa si lo quieres o no. ¡De ninguna manera voy a permitir que se vayan hasta que entren en razón! ¡Enciérrenlos! –ordena en el acto a los elfos que los rodean.

 

Ellos obedecen en el acto, apresando al dúo pese a que oponen resistencia. De pronto, en medio de la confusión, Dine se coloca detrás de ellos y con un ligero toque de su dedo en la base de la nuca a cada uno los deja inconscientes empleando un hechizo que los pone a dormir profundamente.


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