10 junio, 2023

Dragon Legacy, Vol.1: Capitulo 7


 La perla dorada


Tras descubrir que él es la reencarnación del rey de los dragones, Leiyus comenzó su duro entrenamiento para poder recuperar las cinco perlas doradas que contienen los poderes de Dyamat, pero después de una dura jornada, un demonio menor llamado Liz logró de manera inesperada capturar a Dine, a la que planea entregar a Grudan para tenderle a Leiyus y a su amigo una trampa.

 

Leiyus y Kindolf apresuran la marcha por el camino de tierra que conduce al río.

 

Sin dejar de correr, su amigo Kindolf lo cuestiona insistentemente. -Oye, ¿no te parece que es una trampa preparada por Grudan? No creo que sea buena idea ir a ese lugar, Leiyus

 

Leiyus -Eso ya lo sé, pero no tenemos otra alternativa. No puedo dejar a Dine a su suerte esta vez. ¡Ella podría correr la misma suerte que Doma si la dejamos en manos del enemigo!

 

Kindolf -Espera un momento, ¿qué no recuerdas lo que dijo Doma?: “Si tú mueres, los demonios y los dragones negros se apoderarán de la tierra” –le dice, imitando al voz de Doma.

 

Aquél comentario finalmente le colma la paciencia, lo que le hace detenerse en seco y volverse hacia su amigo. -¿Acaso estás diciendo que no quieres salvarla, Kindolf?

 

Kindolf –Bueno, no es que… -responde antes de ser interrumpido por su amigo de nuevo.

 

Leiyus -¡Ella arriesgó su vida para protegernos en el bosque perpetuo! ¡Está con nosotros para hacer lo que Doma no pudo a costa de su propia vida! Puede que no sea fácil lidiar con ella, pero si nosotros estuviéramos en la misma situación, apuesto a que iría en nuestro auxilio sin dudarlo. –asegura antes de hacer una pausa, y al ver que su amigo no es capaz de responderle, le pregunta-: ¿Estás conmigo o no, Kindolf?

 

La reacción de Kindolf toma por sorpresa a Leiyus, a quien le lanza una mirada perspicaz: –¡Vaya, vaya! ¿No será que te gusta, Leiyus?

 

Leiyus entonces se sonroja –¡C-cierra la boca! ¡No todo el mundo es un depravado como tú!

 

Kindolf  -¡Era una broma! Tienes razón, amigo. ¡No podemos abandonarla! ¡Andando!

 

Cerca de allí, dentro de la vieja iglesia, Dine, que aún se encuentra inconsciente y amordazada, permanentemente vigilada por dos demonios camaleón mientras Liz se reúne con Grudan, no muy lejos de ahí. -Todo va como esperaba señor Grudan. Esos tipos se dirigen hacia acá, y nosotros tenemos refuerzos esperándolos.

 

Grudan –Excelente Liz, no creí que un demonio de tan baja categoría sería capaz de capturar a un dragón de la familia real –lo felicita sin mostrar emoción alguna.

 

Liz -Muchas gracias señor… Cambiando de tema, es hora de que nos recompense por nuestro trabajo.

 

En ese momento, los ojos de Grudan muestran un brillo perverso sin quitar la vista de su colega – ¿Tu recompensa dices?, ah, claro. ¡Aquí está tu recompensa!

 

Con un rápido movimiento, Grudan atraviesa el pecho del demonio con sus manos desnudas. El cuerpo de Liz se desintegra en el aire hasta volverse polvo frente a la mirada horrorizada de sus congéneres.

 

Grudan -¿Alguien más quiere recompensa? –pregunta al resto de los demonios camaleón mostrándoles una sonrisa maliciosa.

 

Ninguno de los demonios presentes se atreve a responder.

 

Al mismo tiempo, Leiyus y su amigo alcanzan las afueras del pueblo abandonado en donde se encuentra la iglesia. La luz de la luna llena baña el techo de las residencias abandonadas, y se respira una extraña quietud en el lugar mientras ellos recorren sus calles rumbo a la torre de la iglesia. De pronto, un nutrido número de demonios camaleón les salen a su encuentro desde las ruinas, impidiéndoles el paso.

 

Kindolf es el primero en desenfundar su espada, listo para el combate. -Yo me encargaré de estos tipos. ¡Tú ve a buscar a Dine, Leiyus!

 

Leiyus -Está bien, pero ten cuidado.

 

Kindolf -Así lo haré. –le responde sin dejar de sonreírle.

 

Leiyus entonces corre inesperadamente directo a sus enemigos. Dicha acción desconcierta a los demonios camaleón, quienes se preparan para recibirlo con sus espadas, pero cuando están frente a frente, en vez de atacarlos directamente, Leiyus salta sobre ellos para instantes después aterrizar a sus espaldas antes de continuar a toda velocidad rumbo a la iglesia. Los demonios intentan ir tras él, pero su amigo Kindolf los detiene derribando a uno de ellos con una tacleada que manda a varios de ellos al suelo.

 

Kindolf  -¡Un momento, lagartijas feas!, yo seré su oponente –los azuza, a la vez que empuña con fuerza su espada frente a ellos.

 

La reacción de los demonios no se hace esperar, atacándolo al escudero en grupo haciendo uso de sus lenguas, mismas que utilizan a manera de látigos. Kindolf logra evitar los ataques, y a pesar de sus esfuerzos, el escudero logra acabar con todos los demonios en apenas unos instantes, lo que le da tiempo para tomarse un respiro enterrando su espada en el suelo para usarla como apoyo. –Eso no fue tan difícil...

 

Sin embargo, apenas termina de hablar, de entre los edificios aparecen en número cada vez mayor de demonios camaleón dispuestos a batirse en combate con él. Kindolf al principio les planta cara, pero al ver que es superado en número y por mucho por sus enemigos, se retracta de su afirmación. –Creo que esto no fue buena idea después de todo –se dice a sí mismo antes de poner pies en polvorosa.

 

A su vez, Leiyus logra llegar a los pies de la iglesia. -Aquí dijo que nos veríamos –piensa Leiyus en voz alta, alzando la vista hacia la construcción-, …pero no veo a nadie que este cuidando este lugar….

 

Acto seguido, el escudero salta hasta el techo de la iglesia, por donde logra infiltrarse a través de un ventanal roto. Allí, reposando sobre el altar principal encuentra a Dine, que en esos momentos parece dormir plácidamente, A su alrededor hay demonios camaleón que la resguardan, por lo que para tomarlos por sorpresa Leiyus salta desde su posición directamente hacia las criaturas dejarlas fuera de combate de un certero golpe. Una vez fuera de peligro se dirige hacia Dine y la toma de los hombros para sacudirla levemente con la intención de despertarla.

 

Leiyus -Dine, ¡Despierta! –insiste hasta que ella comienza a abrir los ojos.

 

Dine -Mhh... ¿Qué? ¿Dónde estoy?

 

Leiyus -Debemos salir de aquí lo antes posible –la apremia-. Grudan no debe de andar lejos. –dice al tiempo que la libera de sus ataduras.

 

Ella intenta de ponerse de pie, llevándose las manos a la cabeza para tratar de mantenerla erguida, pero ni las piernas, ni su cuello le responden bien, haciendo que por poco caiga de no ser porque Leiyus consigue sostenerla. –Creo... creo que me dieron de comer manzana en ese postre... –asegura ella con voz débil-. Vaya… pero que mal me siento… –asegura adquiriendo un color verdoso en el rostro antes de perder el sentido nuevamente.

 

Leiyus -¡Espera! ¡Tienes que despertar, o si no…!

 

-Demasiado tarde, Dyamat – asegura Grudan al entrar por la puerta principal con los brazos cruzados–. Es hora de arreglar viejas cuentas, rey de los dragones.

 

Leiyus deja inmediatamente a la inconsciente Dine en el suelo con delicadeza, antes de ponerse de pie para enfrentar al enemigo. –Así que eres tú… Primero, intentaste matarme, luego dejaste en ruinas el reino de Leivan. ¡Eso sin mencionar que mataste a Doma!

 

Grudan sonríe en respuesta -¿Y si fue así, qué piensas hacer?

 

El comentario termina por desatar la ira de Leiyus. ¡De veras tienes tantas ganas de pelear conmigo, Grudan! ¡¡Pues adelante, aquí estoy!! –lo desafía con fiereza en sus ojos.

 

Grudan suelta una risotada tras escucharle. –¡Lo dudo mucho, triste y pobre humano!  En verdad no sabes el problema en el que te has metido.

 

En eso, Dine se recupera repentinamente después de su colapso y trata de advertir a Leiyus con voz mientras lo toma del brazo. –Leiyus… e-espera… no has entrenado lo suficiente como para enfrentarte a él. No podrás ganarle con la fuerza que posees ahora…

 

Lejos de escucharla, Leiyus retira el brazo con suavidad de las manos de ella, antes de responderle -Quédate aquí, Dine. Kindolf  está ocupado, y tú estás muy débil para ayudarnos por el momento, así que todo depende de mí por el momento.

 

Grudan -Me parece una locura, pero si es así como quieres acabar, te daré el gusto de morir dignamente. Te diré la verdad… No estoy interesado en lombrices de tierra como tu amigo, o a esa dragona amiga tuya, pero no dudaré en matarlos si se vuelven a cruzar en mi camino. ¿Entendiste?

 

Leiyus –Muy bien. Entonces, ¡acabemos con esto de una buena vez!

 

Poco después, tanto Grudan como Leiyus salen caminando del edificio, dejando a Dine sola, quien se encuentra demasiado débil como para intentar seguirlos. Afuera, los combatientes llegan a la plaza del pequeño pueblo, en donde intercambian miradas desde los extremos opuestos de la calle en lo que es el preludio al combate inminente entre ellos.

 

Grudan –Esto será interesante –asegura, sonriente-. Quiero ver de lo que eres capaz de hacer el rey de los dragones con su nuevo cuerpo humano. ¡Anda!, ¡atácame si crees que eres lo bastante hombre!

 

Sin inmutarse, Leiyus hace el primer movimiento arrojando con el pie una piedra directo al rostro de Grudan de una patada. Grudan esquiva el proyectil simplemente moviendo el cuello ligeramente. -¿Eso es todo lo que puedes hacer? –inquiere tratando de contener la risa.

 

Leiyus –Sólo estaba comprobando la velocidad de tus reflejos –le responde sin borrar la sonrisa de su rostro.

 

Grudan -¡Pues te advierto que soy bastante rápido! –le advierte antes de lanzarse hacia él y sorprenderlo con un golpe en el estómago sin que Leiyus pueda evitarlo.

 

 El arrastre provocado por el impacto manda a Leiyus a estrellarse con fuerza sobre una pared de una vivienda cercana. –Como me lo esperaba, no eres más que un alfeñique –asegura Grudan-. Pero antes de mandarte al otro mundo, quisiera darte las gracias acabando contigo con tu propio poder. ¡Recibe el Rugido de dragón!

 

De las manos de Gridan se crea un poderoso rayo de energía alimentado por poderosas corrientes de aire cortante que lanza hacia Leiyus, las cuales resultan tan poderosas, que son capaces de arrojar escombros conforme avanzan por la calle en dirección al escudero, quien logra apartarse de la vorágine destructiva justo a tiempo antes de que la pared detrás suyo sea desintegrada a causa del ataque.

 

Asombrado y aturdido por la magnitud del poder de su enemigo, Leuys logra ponerse de pie sólo para observar la ola de destrucción que el rugido de dragón ha dejado a su paso, arrasando por igual con casas completas y edificios, dividiendo el pueblo en dos con una línea destructiva que lo atraviesa de extremo a extremo.

 

 “Pero, ¡¿Cómo es posible que haya hecho eso tan fácilmente?!” –piensa Leiyus al contemplar la zanja que ha dejado el ataque sobre aquél pueblo-. A pesar de haber incrementado mi fuerza y haberme esforzado todo este tiempo, ¡la diferencia entre sus fuerzas y las mías es enorme! Tal vez me precipité al enfrentarlo… Dine estaba en lo cierto. No podré ganarle a Grudan en un combate directo.”

 

No muy lejos de allí, la explosión resultante del combate que en esos momentos se está llevando a cabo toma por sorpresa Kindolf y a los últimos enemigos que él enfrenta, quienes vuelven la vista en aquella dirección tras escuchar el estruendo que el rugido de dragón provoca al devastar media ciudad. -¡Qué fue eso! ¡Leiyus está en problemas! –exclama Kindolf con creciente preocupación.

 

Acto seguido, tres demonios camaleón se lanzan sobre él, pero Kindolf acaba con ellos con un solo movimiento de su espada para después dirigirse a toda prisa rumbo a la iglesia. No pasa mucho tiempo para que al llegar a su interior, encuentre a Dine tumbada en el suelo, luchando por levantarse con las pocas fuerzas que le quedan.

 

Kindolf – ¡Dine!, ¿Dónde está Leiyus? –le pregunta a penas verla.

 

Dine –Está... peleando con Grudan, pero si no lo ayudamos, no podrá con él... podría morir… -le advierte con voz apenas audible…

 

Debido a la diferencia abrumadora entre el poder de Grudan y el suyo, Leiyus se ve en un gran aprieto.

 

Leiyus -No importa que uses esa técnica. ¡Sólo tengo que esquivarla para derrotarte! –asegura con renovada confianza.

 

Grudan -¿Eso crees? Entonces, ¿por qué no lo intentas?

 

Leiyus entonces corre a toda velocidad hacia Grudan, mientras éste le lanza un segundo rugido de dragón que él logra esquiva sin detener su avance hacia el dragón, pero en un giro inesperado que toma a Leiyus por sorpresa, Grudan cambia en último momento la trayectoria de su ataque, haciendo que éste regrese de vuelta a espaldas de Leiyus, quien no se percata de lo sucedido hasta que es muy tarde. Leiyus logra virar su cuerpo en el último momento, pero no sin que parte de su brazo izquierdo sea alcanzado por las paredes del ataque compuestas por furiosas ráfagas que rodean el rayo de plasma central, provocándole rasguños y cortaduras en todo el brazo, además de reducir a girones los restos de su manga.

 

Sin perder tiempo, Leiyus se aleja de su enemigo manteniéndose a prudente distancia para evitar otro impacto. “¡Si me hubiese dado de lleno, de seguro me habría destrozado!” –asegura, preocupado para sus adentros apenas se da cuenta de la magnitud de sus heridas causadas tan sólo por ser rozado por el rugido de dragón.

 

De la nada, en medio de la pelea aparece Kindolf detrás de Grudan, atacándolo con su espada, pero apenas el metal hace contacto con su piel, la hoja del arma que empuña se mella.

 

Grudan no tarda en soltar una risotada apenas se da cuenta de lo sucedido para entonces darse vuelta para mirar de frente a Kindolf -¡Es inútil que con esas armas humanas tan mediocres creas que puedes dañar la piel de un dragón, ingenuo!

 

Kindolf retrocede, dejando inconscientemente caer su espada a causa del miedo –Pero, ¡¿de qué demonios esta hecho este tipo?! –exclama con horror en sus ojos.

 

Grudan –¿Es que no sabes nada, muchacho? ¡Los dragones tenemos la piel más dura que el mejor de los diamantes! Somos inmunes a los ataques de armas convencionales, y a los hechizos comunes. ¡Ahora, muere!

 

Por su parte, Dine, que en esos momentos permanecía sola todavía en la iglesia y aún no se había recuperado de la toxina, hace lo imposible por ponerse de pie. –Sólo… me queda… una cosa por hacer. Aunque me encuentre débil, ¡tengo que hacerlo! Incluso si pongo en riesgo mi existencia… ¡Mi deber es proteger a Leiyus! –asegura para sí.

 

Tras esto, Dine cierra los ojos y alza las manos al aire mientras su cuerpo comienza a irradiar una energía brillante que la rodea hasta expandirse por todos los confines de la capilla.  –Energía de dragón que corre por mis venas, te pido que le des tu poder, por favor. ¡Hazte uno con Leiyus! ¡Aura de dragón! –exclama  en el momento en el que libera toda su energía.

 

El aura emanada de ella toma la forma de un dragón para momentos después atravesar el techo de la iglesia hasta llegar al lugar en donde Leiyus y Grudan están combatiendo.

 

Grudan –Pero, ¡qué demonios es eso! –grita al ver aquella columna de energía.

 

De inmediato, el dragón de energía se introduce en el pecho de Leiyus hasta absorberlo por completo para asombro de todos los presentes. Leiyus entonces comienza a experimentar cambios físicos inmediatos como consecuencia:

 

En su rostro, se puede apreciar una marca que baja desde su ojo derecho, mientras que el iris de sus ojos cambian del marrón a un color amarillo vivo, y sus pupilas adquieren una forma reptiliana, dándole una expresión mucho más agresiva.

 

Durante el cambio, Leiyus observa, no sin sorpresa, que sus ropas humean a causa de la gran cantidad de energía que corre en esos momentos por su cuerpo. -Que… ¿Qué es este poder que siento corriendo en mí? –se pregunta en voz alta para sorpresa de Grudan y de Kindolf.

 

Grudan –Parece que tu pequeña amiga logró echarte una mano después de todo... –conjetura-. Pero aun así, ¡su poder no será suficiente para vencerme! Después de todo, ¡yo poseo parte de tu poder original! –maldice.

 

De alguna manera Dine se las arregla para llegar sola hasta donde se desarrolla la batalla pudiendo observar en persona la transformación de Leiyus.

 

Dine -¡Leiyus!, tienes que romper la perla que lleva colgada en el cuello –le advierte con lo que le quedan de fuerzas-. ¡Sólo así Grudan perderá sus poderes!  

 

Leiyus –Está bien. ¡Haré lo mejor que pueda! –asegura.

 

Grudan entonces prepara otro rugido de dragón, pero en vez de escapar, en esta ocasión Leiyus se prepara para recibir la vorágine de destrucción de lleno: “Ahora lo veo… Esto es igual que con la cascada. ¡Debo soportar el poder de Grudan si quiero derrotarlo!” –dice para sí.

 

Para sorpresa de todos, Leiyus consigue detener el torrente de energía con las manos desnudas, desviando parte del poder hacia los lados, el cual causa todavía mayor devastación sobre lo que queda del pueblo.

 

Grudan -¡No pude ser! ¡¡Cómo es posible que haya obtenido esa fuerza!! –clama, incrédulo al ver a su enemigo soportar la potencia de su ataque.

 

Más sorprendente aún, Leiyus logra moverse a través de la onda destructiva del rugido de dragón  hasta llegar a Grudan, y antes de que éste pueda impedírselo, el escudero logra destruir la perla dorada que éste lleva al cuello con sus manos. Los fragmentos de perla liberan una luz enceguecedora desde su interior, la cual comienza a consumir lentamente a Grudan.

 

-Podrás haberme ganado –dice el dragón negro mientras su cuerpo se desvanece con lentitud -. ¡Pero no cantes victoria! ¡Estoy seguro que no te será tan fácil conseguir las demás perlas! Los custodios de las demás perlas son seres con un poder muy superior al mío. ¡Jamás podrás derrotarles…! –alcanza a decir Grudan antes de desaparecer completamente.

 

Cuando todo termina, el poder que Dine había usado en Leiyus regresa a ella y él retoma su forma original.  

 

Aunque todavía mareada, Dine se dirige hacia Leiyus para felicitarlo: -¡Lo has hecho muy bien, Leiyus! Te felicito. Ahora que hemos conseguido la primera perla, algunos de tus poderes seguramente ya han regresado a… -antes de continuar, sus piernas pierden fuerza y por poco cae de no ser porque Leiyus y Kindolf la atrapan y la ayudan a sostenerse en pie.

 

Leiyus –Olvidémonos de ese asunto por el momento, tienes que descansar, Dine –le propone.

 

Dine –Supongo que tienes razón –le responde con una sonrisa sincera.


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