La perla dorada
Tras descubrir que él es la reencarnación del
rey de los dragones, Leiyus comenzó su duro entrenamiento para poder recuperar
las cinco perlas doradas que contienen los poderes de Dyamat, pero después de
una dura jornada, un demonio menor llamado Liz logró de manera inesperada
capturar a Dine, a la que planea entregar a Grudan para tenderle a Leiyus y a
su amigo una trampa.
Leiyus y Kindolf apresuran la marcha por el
camino de tierra que conduce al río.
Sin dejar de correr, su amigo Kindolf lo
cuestiona insistentemente. -Oye, ¿no te parece que es una trampa preparada por
Grudan? No creo que sea buena idea ir a ese lugar, Leiyus
Leiyus -Eso ya lo sé, pero no tenemos otra alternativa. No puedo dejar a Dine a su suerte esta vez. ¡Ella podría correr la misma suerte que Doma si la dejamos en manos del enemigo!
Kindolf -Espera un momento, ¿qué no recuerdas
lo que dijo Doma?: “Si tú mueres, los
demonios y los dragones negros se apoderarán de la tierra” –le dice, imitando
al voz de Doma.
Aquél comentario finalmente le colma la
paciencia, lo que le hace detenerse en seco y volverse hacia su amigo. -¿Acaso
estás diciendo que no quieres salvarla, Kindolf?
Kindolf –Bueno, no es que… -responde antes de
ser interrumpido por su amigo de nuevo.
Leiyus -¡Ella arriesgó su vida para
protegernos en el bosque perpetuo! ¡Está con nosotros para hacer lo que Doma no
pudo a costa de su propia vida! Puede que no sea fácil lidiar con ella, pero si
nosotros estuviéramos en la misma situación, apuesto a que iría en nuestro
auxilio sin dudarlo. –asegura antes de hacer una pausa, y al ver que su amigo
no es capaz de responderle, le pregunta-: ¿Estás conmigo o no, Kindolf?
La reacción de Kindolf toma por sorpresa a
Leiyus, a quien le lanza una mirada perspicaz: –¡Vaya, vaya! ¿No será que te
gusta, Leiyus?
Leiyus entonces se sonroja –¡C-cierra la
boca! ¡No todo el mundo es un depravado como tú!
Kindolf
-¡Era una broma! Tienes razón, amigo. ¡No podemos abandonarla! ¡Andando!
Cerca de allí, dentro de la vieja iglesia,
Dine, que aún se encuentra inconsciente y amordazada, permanentemente vigilada
por dos demonios camaleón mientras Liz se reúne con Grudan, no muy lejos de ahí.
-Todo va como esperaba señor Grudan. Esos tipos se dirigen hacia acá, y
nosotros tenemos refuerzos esperándolos.
Grudan –Excelente Liz, no creí que un demonio
de tan baja categoría sería capaz de capturar a un dragón de la familia real
–lo felicita sin mostrar emoción alguna.
Liz -Muchas gracias señor… Cambiando de tema,
es hora de que nos recompense por nuestro trabajo.
En ese momento, los ojos de Grudan muestran
un brillo perverso sin quitar la vista de su colega – ¿Tu recompensa dices?,
ah, claro. ¡Aquí está tu recompensa!
Con un rápido movimiento, Grudan atraviesa el
pecho del demonio con sus manos desnudas. El cuerpo de Liz se desintegra en el
aire hasta volverse polvo frente a la mirada horrorizada de sus congéneres.
Grudan -¿Alguien más quiere recompensa?
–pregunta al resto de los demonios camaleón mostrándoles una sonrisa maliciosa.
Ninguno de los demonios presentes se atreve a
responder.
Al mismo tiempo, Leiyus y su amigo alcanzan
las afueras del pueblo abandonado en donde se encuentra la iglesia. La luz de
la luna llena baña el techo de las residencias abandonadas, y se respira una
extraña quietud en el lugar mientras ellos recorren sus calles rumbo a la torre
de la iglesia. De pronto, un nutrido número de demonios camaleón les salen a su
encuentro desde las ruinas, impidiéndoles el paso.
Kindolf es el primero en desenfundar su
espada, listo para el combate. -Yo me encargaré de estos tipos. ¡Tú ve a buscar
a Dine, Leiyus!
Leiyus -Está bien, pero ten cuidado.
Kindolf -Así lo haré. –le responde sin dejar
de sonreírle.
Leiyus entonces corre inesperadamente directo
a sus enemigos. Dicha acción desconcierta a los demonios camaleón, quienes se
preparan para recibirlo con sus espadas, pero cuando están frente a frente, en
vez de atacarlos directamente, Leiyus salta sobre ellos para instantes después
aterrizar a sus espaldas antes de continuar a toda velocidad rumbo a la iglesia.
Los demonios intentan ir tras él, pero su amigo Kindolf los detiene derribando
a uno de ellos con una tacleada que manda a varios de ellos al suelo.
Kindolf
-¡Un momento, lagartijas feas!, yo seré su oponente –los azuza, a la vez
que empuña con fuerza su espada frente a ellos.
La reacción de los demonios no se hace
esperar, atacándolo al escudero en grupo haciendo uso de sus lenguas, mismas
que utilizan a manera de látigos. Kindolf logra evitar los ataques, y a pesar
de sus esfuerzos, el escudero logra acabar con todos los demonios en apenas
unos instantes, lo que le da tiempo para tomarse un respiro enterrando su
espada en el suelo para usarla como apoyo. –Eso no fue tan difícil...
Sin embargo, apenas termina de hablar, de entre
los edificios aparecen en número cada vez mayor de demonios camaleón dispuestos
a batirse en combate con él. Kindolf al principio les planta cara, pero al ver
que es superado en número y por mucho por sus enemigos, se retracta de su
afirmación. –Creo que esto no fue buena idea después de todo –se dice a sí
mismo antes de poner pies en polvorosa.
A su vez, Leiyus logra llegar a los pies de
la iglesia. -Aquí dijo que nos veríamos
–piensa Leiyus en voz alta, alzando la vista hacia la construcción-, …pero no veo a nadie que este cuidando este
lugar….
Acto seguido, el escudero salta hasta el
techo de la iglesia, por donde logra infiltrarse a través de un ventanal roto.
Allí, reposando sobre el altar principal encuentra a Dine, que en esos momentos
parece dormir plácidamente, A su alrededor hay demonios camaleón que la
resguardan, por lo que para tomarlos por sorpresa Leiyus salta desde su posición
directamente hacia las criaturas dejarlas fuera de combate de un certero golpe.
Una vez fuera de peligro se dirige hacia Dine y la toma de los hombros para
sacudirla levemente con la intención de despertarla.
Leiyus -Dine, ¡Despierta! –insiste hasta que
ella comienza a abrir los ojos.
Dine -Mhh... ¿Qué? ¿Dónde estoy?
Leiyus -Debemos salir de aquí lo antes
posible –la apremia-. Grudan no debe de andar lejos. –dice al tiempo que la
libera de sus ataduras.
Ella intenta de ponerse de pie, llevándose
las manos a la cabeza para tratar de mantenerla erguida, pero ni las piernas,
ni su cuello le responden bien, haciendo que por poco caiga de no ser porque
Leiyus consigue sostenerla. –Creo... creo que me dieron de comer manzana en ese
postre... –asegura ella con voz débil-. Vaya… pero que mal me siento… –asegura
adquiriendo un color verdoso en el rostro antes de perder el sentido
nuevamente.
Leiyus -¡Espera! ¡Tienes que despertar, o si
no…!
-Demasiado tarde, Dyamat – asegura Grudan al
entrar por la puerta principal con los brazos cruzados–. Es hora de arreglar viejas
cuentas, rey de los dragones.
Leiyus deja inmediatamente a la inconsciente Dine
en el suelo con delicadeza, antes de ponerse de pie para enfrentar al enemigo.
–Así que eres tú… Primero, intentaste matarme, luego dejaste en ruinas el reino
de Leivan. ¡Eso sin mencionar que mataste a Doma!
Grudan sonríe en respuesta -¿Y si fue así,
qué piensas hacer?
El comentario termina por desatar la ira de
Leiyus. ¡De veras tienes tantas ganas de pelear conmigo, Grudan! ¡¡Pues adelante,
aquí estoy!! –lo desafía con fiereza en sus ojos.
Grudan suelta una risotada tras escucharle. –¡Lo
dudo mucho, triste y pobre humano! En
verdad no sabes el problema en el que te has metido.
En eso, Dine se recupera repentinamente
después de su colapso y trata de advertir a Leiyus con voz mientras lo toma del
brazo. –Leiyus… e-espera… no has entrenado lo suficiente como para enfrentarte
a él. No podrás ganarle con la fuerza que posees ahora…
Lejos de escucharla, Leiyus retira el brazo
con suavidad de las manos de ella, antes de responderle -Quédate aquí, Dine.
Kindolf está ocupado, y tú estás muy
débil para ayudarnos por el momento, así que todo depende de mí por el momento.
Grudan -Me parece una locura, pero si es así
como quieres acabar, te daré el gusto de morir dignamente. Te diré la verdad…
No estoy interesado en lombrices de tierra como tu amigo, o a esa dragona amiga
tuya, pero no dudaré en matarlos si se vuelven a cruzar en mi camino.
¿Entendiste?
Leiyus –Muy bien. Entonces, ¡acabemos con
esto de una buena vez!
Poco después, tanto Grudan como Leiyus salen
caminando del edificio, dejando a Dine sola, quien se encuentra demasiado débil
como para intentar seguirlos. Afuera, los combatientes llegan a la plaza del
pequeño pueblo, en donde intercambian miradas desde los extremos opuestos de la
calle en lo que es el preludio al combate inminente entre ellos.
Grudan –Esto será interesante –asegura,
sonriente-. Quiero ver de lo que eres capaz de hacer el rey de los dragones con
su nuevo cuerpo humano. ¡Anda!, ¡atácame si crees que eres lo bastante hombre!
Sin inmutarse, Leiyus hace el primer
movimiento arrojando con el pie una piedra directo al rostro de Grudan de una
patada. Grudan esquiva el proyectil simplemente moviendo el cuello ligeramente.
-¿Eso es todo lo que puedes hacer? –inquiere tratando de contener la risa.
Leiyus –Sólo estaba comprobando la velocidad
de tus reflejos –le responde sin borrar la sonrisa de su rostro.
Grudan -¡Pues te advierto que soy bastante
rápido! –le advierte antes de lanzarse hacia él y sorprenderlo con un golpe en
el estómago sin que Leiyus pueda evitarlo.
El
arrastre provocado por el impacto manda a Leiyus a estrellarse con fuerza sobre
una pared de una vivienda cercana. –Como me lo esperaba, no eres más que un
alfeñique –asegura Grudan-. Pero antes de mandarte al otro mundo, quisiera
darte las gracias acabando contigo con tu propio poder. ¡Recibe el Rugido de dragón!
De las manos de Gridan se crea un poderoso
rayo de energía alimentado por poderosas corrientes de aire cortante que lanza hacia
Leiyus, las cuales resultan tan poderosas, que son capaces de arrojar escombros
conforme avanzan por la calle en dirección al escudero, quien logra apartarse
de la vorágine destructiva justo a tiempo antes de que la pared detrás suyo sea
desintegrada a causa del ataque.
Asombrado y aturdido por la magnitud del poder
de su enemigo, Leuys logra ponerse de pie sólo para observar la ola de
destrucción que el rugido de dragón
ha dejado a su paso, arrasando por igual con casas completas y edificios,
dividiendo el pueblo en dos con una línea destructiva que lo atraviesa de
extremo a extremo.
“Pero, ¡¿Cómo es posible que haya hecho eso
tan fácilmente?!” –piensa Leiyus al contemplar la zanja que ha dejado el
ataque sobre aquél pueblo-. A pesar de
haber incrementado mi fuerza y haberme esforzado todo este tiempo, ¡la
diferencia entre sus fuerzas y las mías es enorme! Tal vez me precipité al
enfrentarlo… Dine estaba en lo cierto. No podré ganarle a Grudan en un combate
directo.”
No muy lejos de allí, la explosión resultante
del combate que en esos momentos se está llevando a cabo toma por sorpresa
Kindolf y a los últimos enemigos que él enfrenta, quienes vuelven la vista en
aquella dirección tras escuchar el estruendo que el rugido de dragón provoca al devastar media ciudad. -¡Qué fue eso!
¡Leiyus está en problemas! –exclama Kindolf con creciente preocupación.
Acto seguido, tres demonios camaleón se
lanzan sobre él, pero Kindolf acaba con ellos con un solo movimiento de su
espada para después dirigirse a toda prisa rumbo a la iglesia. No pasa mucho
tiempo para que al llegar a su interior, encuentre a Dine tumbada en el suelo,
luchando por levantarse con las pocas fuerzas que le quedan.
Kindolf – ¡Dine!, ¿Dónde está Leiyus? –le
pregunta a penas verla.
Dine –Está... peleando con Grudan, pero si no
lo ayudamos, no podrá con él... podría morir… -le advierte con voz apenas
audible…
Debido a la diferencia abrumadora entre el
poder de Grudan y el suyo, Leiyus se ve en un gran aprieto.
Leiyus -No importa que uses esa técnica. ¡Sólo
tengo que esquivarla para derrotarte! –asegura con renovada confianza.
Grudan -¿Eso crees? Entonces, ¿por qué no lo
intentas?
Leiyus entonces corre a toda velocidad hacia
Grudan, mientras éste le lanza un segundo rugido
de dragón que él logra esquiva sin detener su avance hacia el dragón, pero
en un giro inesperado que toma a Leiyus por sorpresa, Grudan cambia en último
momento la trayectoria de su ataque, haciendo que éste regrese de vuelta a
espaldas de Leiyus, quien no se percata de lo sucedido hasta que es muy tarde.
Leiyus logra virar su cuerpo en el último momento, pero no sin que parte de su
brazo izquierdo sea alcanzado por las paredes del ataque compuestas por furiosas
ráfagas que rodean el rayo de plasma central, provocándole rasguños y
cortaduras en todo el brazo, además de reducir a girones los restos de su manga.
Sin perder tiempo, Leiyus se aleja de su
enemigo manteniéndose a prudente distancia para evitar otro impacto. “¡Si me hubiese dado de lleno, de seguro me
habría destrozado!” –asegura, preocupado para sus adentros apenas se da
cuenta de la magnitud de sus heridas causadas tan sólo por ser rozado por el rugido de dragón.
De la nada, en medio de la pelea aparece
Kindolf detrás de Grudan, atacándolo con su espada, pero apenas el metal hace
contacto con su piel, la hoja del arma que empuña se mella.
Grudan no tarda en soltar una risotada apenas
se da cuenta de lo sucedido para entonces darse vuelta para mirar de frente a
Kindolf -¡Es inútil que con esas armas humanas tan mediocres creas que puedes
dañar la piel de un dragón, ingenuo!
Kindolf retrocede, dejando inconscientemente caer
su espada a causa del miedo –Pero, ¡¿de qué demonios esta hecho este tipo?! –exclama
con horror en sus ojos.
Grudan –¿Es que no sabes nada, muchacho? ¡Los
dragones tenemos la piel más dura que el mejor de los diamantes! Somos inmunes
a los ataques de armas convencionales, y a los hechizos comunes. ¡Ahora, muere!
Por su parte, Dine, que en esos momentos
permanecía sola todavía en la iglesia y aún no se había recuperado de la
toxina, hace lo imposible por ponerse de pie. –Sólo… me queda… una cosa por
hacer. Aunque me encuentre débil, ¡tengo que hacerlo! Incluso si pongo en
riesgo mi existencia… ¡Mi deber es proteger a Leiyus! –asegura para sí.
Tras esto, Dine cierra los ojos y alza las
manos al aire mientras su cuerpo comienza a irradiar una energía brillante que
la rodea hasta expandirse por todos los confines de la capilla. –Energía de dragón que corre por mis venas, te
pido que le des tu poder, por favor. ¡Hazte uno con Leiyus! ¡Aura de dragón! –exclama
en el momento en el que libera toda su
energía.
El aura emanada de ella toma la forma de un
dragón para momentos después atravesar el techo de la iglesia hasta llegar al
lugar en donde Leiyus y Grudan están combatiendo.
Grudan –Pero, ¡qué demonios es eso! –grita al
ver aquella columna de energía.
De inmediato, el dragón de energía se introduce
en el pecho de Leiyus hasta absorberlo por completo para asombro de todos los
presentes. Leiyus entonces comienza a experimentar cambios físicos inmediatos
como consecuencia:
En su rostro, se puede apreciar una marca que
baja desde su ojo derecho, mientras que el iris de sus ojos cambian del marrón
a un color amarillo vivo, y sus pupilas adquieren una forma reptiliana, dándole
una expresión mucho más agresiva.
Durante el cambio, Leiyus observa, no sin
sorpresa, que sus ropas humean a causa de la gran cantidad de energía que corre
en esos momentos por su cuerpo. -Que… ¿Qué es este poder que siento corriendo
en mí? –se pregunta en voz alta para sorpresa de Grudan y de Kindolf.
Grudan –Parece que tu pequeña amiga logró
echarte una mano después de todo... –conjetura-. Pero aun así, ¡su poder no será
suficiente para vencerme! Después de todo, ¡yo poseo parte de tu poder
original! –maldice.
De alguna manera Dine se las arregla para
llegar sola hasta donde se desarrolla la batalla pudiendo observar en persona
la transformación de Leiyus.
Dine -¡Leiyus!, tienes que romper la perla
que lleva colgada en el cuello –le advierte con lo que le quedan de fuerzas-.
¡Sólo así Grudan perderá sus poderes!
Leiyus –Está bien. ¡Haré lo mejor que pueda!
–asegura.
Grudan entonces prepara otro rugido de dragón, pero en vez de
escapar, en esta ocasión Leiyus se prepara para recibir la vorágine de
destrucción de lleno: “Ahora lo veo… Esto
es igual que con la cascada. ¡Debo soportar el poder de Grudan si quiero
derrotarlo!” –dice para sí.
Para sorpresa de todos, Leiyus consigue detener
el torrente de energía con las manos desnudas, desviando parte del poder hacia
los lados, el cual causa todavía mayor devastación sobre lo que queda del
pueblo.
Grudan -¡No pude ser! ¡¡Cómo es posible que
haya obtenido esa fuerza!! –clama, incrédulo al ver a su enemigo soportar la
potencia de su ataque.
Más sorprendente aún, Leiyus logra moverse a
través de la onda destructiva del rugido
de dragón hasta llegar a Grudan, y
antes de que éste pueda impedírselo, el escudero logra destruir la perla dorada
que éste lleva al cuello con sus manos. Los fragmentos de perla liberan una luz
enceguecedora desde su interior, la cual comienza a consumir lentamente a
Grudan.
-Podrás haberme ganado –dice el dragón negro
mientras su cuerpo se desvanece con lentitud -. ¡Pero no cantes victoria! ¡Estoy
seguro que no te será tan fácil conseguir las demás perlas! Los custodios de
las demás perlas son seres con un poder muy superior al mío. ¡Jamás podrás
derrotarles…! –alcanza a decir Grudan antes de desaparecer completamente.
Cuando todo termina, el poder que Dine había
usado en Leiyus regresa a ella y él retoma su forma original.
Aunque todavía mareada, Dine se dirige hacia
Leiyus para felicitarlo: -¡Lo has hecho muy bien, Leiyus! Te felicito. Ahora
que hemos conseguido la primera perla, algunos de tus poderes seguramente ya
han regresado a… -antes de continuar, sus piernas pierden fuerza y por poco cae
de no ser porque Leiyus y Kindolf la atrapan y la ayudan a sostenerse en pie.
Leiyus –Olvidémonos de ese asunto por el
momento, tienes que descansar, Dine –le propone.
Dine –Supongo que tienes razón –le responde
con una sonrisa sincera.
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