15 junio, 2023

Dragon Legacy, Vol.1: Capitulo 8

 


Historias del pasado


Leiyus se enfrentó a Grudan y pese a todo pronóstico, logró derrotarlo con ayuda de los poderes de Dine, pudiendo así obtener la perla que éste llevaba gracias a lo cual ha conseguido recuperar parte de la esencia de Dyamat, el rey de los dragones, pero su viaje para él y sus amigos está muy lejos de terminar con la revelación de la existencia de más perlas…

 

El sol asoma por el horizonte dando inicio a un nuevo día. En una de las habitaciones dentro de un hostal, yace Dine tomando un baño relajante en una bañera. Los primeros rayos de la mañana penetran por la ventana iluminando su cabellera dorada. Es entonces que ella decide recargar la parte superior de su cuerpo sobre el borde de la ventana mientras reflexiona:

 

“Mi viaje con Leiyus apenas ha empezado... ¿Seré capaz de poder con una responsabilidad tan grande?” –reflexiona sin saber que es vigilada a través de el cerrojo de la puerta por alguien. “…A diferencia de Doma, soy inexperta, y jóven… ¿Cómo podré enseñarle a él las cosas que sólo un rey dragón debe conocer…?”

 

Desde el otro lado de la puerta se aprecia a Kindolf espiar a la dragón mientras se baña y sin poder ocultar su emoción. -¡Qué guapa es Dine a pesar de no ser humana! –asegura éste en voz baja.

 

De repente, Dine se siente repentinamente incómoda y tras una búsqueda rápida, su mirada se cruza con la del ojo lujurioso de Kindolf que la observa desde el cerrojo. Ella reacciona cubriéndose de inmediato con una toalla antes de lanzar un grito que se escucha por todo el lugar. Al mismo tiempo, Leiyus se encuentra durmiendo plácidamente en la habitación contigua hasta que lo despierta de súbito un fuerte estruendo que estremece el edificio entero para segundos después, ser arrollado por la bañera en donde momentos antes se encontraba Dien, la cual atraviesa la pared de la habitación como locomotora desbocada y es impactado de lleno, empapándolo a él con una mezcla de agua y burbujas, al igual que mojando todo lo demás dentro de la habitación. Más tarde esa mañana, los tres bajan a desayunar en la posada después del incidente.

 

Apenas los ve, Leiyus les lanza una mirada de disgusto a sus acompañantes, que parecen arrepentidos por su comportamiento. –Gracias a ustedes nos hemos gastado mucho dinero para pagar las reparaciones de la posada. ¡Espero que para la próxima puedan comportarse! –los reprende.

 

Apenada, Dine baja la vista con una expresión de arrepentimiento, pero Kindolf, todavía empapado y con restos de espuma en el cabello, además de una marca roja producto de una fuerte bofetada en el rostro le espeta: – Oye, ¡yo no fui el que lanzó esa bañera por la pared! ¡Tuve suerte de poder esquivarla antes de que me arrancara la cabeza!

 

Dine –Bueno, ¡quizás no lo habría hecho si no me hubieses espiado en primer lugar! –le reprocha al punto a voz en cuello.

 

Leiyus -¡Suficiente! –ordena-. De todos modos, el daño está hecho y todo ha quedado en el pasado. Tal vez un buen desayuno los calme a ustedes dos.

 

Dicho esto, los tres se disponen a comenzar a consumir sus alimentos con calma y en silencio

 

Leiyus –Por cierto, Dine. Me gustaría hacerte varias preguntas, si es posible, Dine.

 

Dine –Claro, por supuesto -dice sorprendida.

 

Leiyus –Para empezar, me gustaría saber cuál es tu verdadera edad.

 

Dine -Bueno, yo aún soy muy joven, solo tengo 102 años –responde con naturalidad.

 

Kindolf  -¿Tienes 102 años? ¡Pareciera que no pasas de los 16 o 17 años!

 

Dine –Lo que sucede es que nuestra raza tiene un estimado de vida mucho más prolongado que el de los seres humanos. Además, nuestro metabolismo nos hace envejecer físicamente sólo en nuestros últimos años de vida. Tomemos como ejemplo a Doma. No lo conocí en vida, pero sé que era un dragón muy maduro. Seguramente tenía alrededor de entre cinco y diez mil años de edad.

 

Kindolf –¿¡De verdad era tan viejo?! ¡Pero si Doma no aparentaba ser mayor de treinta años!

 

Leiyus –No quisiera ofenderte, Dine, pero, ¿de veras crees que siendo tan joven puedas guiarnos y entrenarnos adecuadamente?  Es evidente que entre tú y Doma existe una diferencia de edad y de experiencia considerable.

 

El comentario altera a Dine de nuevo, y lo demuestra dango un manotazo fuerte a la mesa mientras le responde: -¡No me subestimes! ¡Como última descendiente de la familia real de los dragones, he sido una ferviente estudiosa del legado de conocimiento que nuestra raza adquirió durante milenios!

 

Kindolf –Genial, entonces eres como una bibliotecaria andante sobre del mundo de los dragones… -agrega suspicazmente sorbiendo de su taza de café.

 

Leiyus –¡Disculpa mi atrevimiento –se excusa con ella, nervioso-. Es sólo que quería saber si tú podrías explicarnos más detalladamente sobre cómo se originó este conflicto entre dragones y demonios en el que hemos terminado envueltos.

 

Poniendo una expresión pensativa, Dine intenta recordar. –Pues… creo que todo se remonta a la sexta era de renacimiento. Después de una gran batalla entre demonios y dioses, los dragones negros, que estaban esparcidos por todo el mundo se reunieron para acabar de una vez por todas con los dragones blancos pero Dyamat, nuestro rey, estaba dispuesto a frustrar sus planes. Es por eso que los dragones negros apelaron a la ayuda de los demonios para formar una alianza que les aseguraría la victoria y así apoderarse de nuestro mundo…

 

Fue gracias a ésa unión que ellos lograron conducir a nuestro rey a una trampa durante el transcurso de la batalla decisiva entre ambas fuerzas. En ese momento, tres dragones negros y dos demonios ejecutaron un ritual que inmovilizó el cuerpo de Dyamat antes de usar su poder de las tinieblas para desgarrar su alma y extraer sus partes, las cuales posteriormente sellaron dentro de cinco perlas doradas que los perpetradores de dicho ritual llevan consigo hasta nuestros días…

 

Una vez escuchado el relato, Kindolf se apresura a hablar: –Si lo que dices es cierto, Dine, ¿entonces, cómo es que el alma de Dyamat acabó dentro del cuerpo de Leiyus?

 

Dine –Eso es porque el ritual que esos seres oscuros realizaron no fue perfecto, y por lo tanto, el núcleo del alma de Dyamat pudo así evitar ser confinado. Fue ese pequeño fragmento el que logró refugiarse en el árbol que se encuentra cerca del reino Leivan, Allí permaneció latente hasta que, de algún modo, el alma de Dyamat tuvo oportunidad de reencarnar en el cuerpo de otro ser, el cual resultó ser Leiyus.

 

Leiyus –Espera un momento. Hace poco mencionase que aquellos que robaron el alma de Dyamat eran tres dragones y dos demonios. ¿Eso significa que Grudan pertenecía al grupo de dragones que derrotó a su rey en aquél entonces?

 

Dine –Así es. No sólo estamos hablando de dragones negros, sino de dos demonios que harán lo que sea por acabar con Leiyus antes de que Dyamat pueda renacer por completo, pues el rey de los dragones es el único con el poder suficiente para frustrar sus planes de conquistar el mundo físico.

 

Leiyus –Si lo que dices es cierto, entonces lo único que debo hacer es conseguir esas perlas, destruirlas y así Dyamat podrá renacer. De esa manera me libraré de esta carga y pronto podré regresar a mi vida normal, ¿no es verdad, Dine?

 

Dine –Algo así... –dice evasivamente, haciendo una pausa para después continuar-. Nuestra prioridad por el momento es hacerte más fuerte para que puedas enfrentar a los guardianes de las perlas.

 

Leiyus -No habrá problema Ya derrotamos a Grudan. ¡Sólo nos faltan otros cuatro sujetos qué derrotar!

 

Dine –No te confíes, Leiyus. Estos cinco seres son entidades con grandes poderes que cayeron en desgracia al perder la mayor parte de su poder oscuro, por lo que buscaron en las perlas doradas una fuente de poder alternativo que les devolvió parte de su fuerza original. Recuerda que ellos al poseer las perlas también tienen acceso a parte de los poderes originales de Dyamat.

 

Kindolf -¿A qué clase de poderes te refieres? ¿Cuáles son los poderes que un dragón tiene?

 

Dine –Veamos… la primera perla que poseía Grudan contiene la habilidad de atacar con energía plasmática.

 

Leiyus -¿Estás hablando del rugido de dragón con el que Grudan me atacó?

 

Dine –Sí… Es el ataque básico de nosotros los dragones, y es muy destructivo. Las demás perlas contienen los poderes de invisibilidad, la capacidad de transformarte en tu forma real, la habilidad de volar y… bueno, para serles francos chicos, no estoy muy segura del poder que concede la última perla.

 

Leiyus –Un momento, ¿qué quieres decir con eso de transformarme en mi forma real?

 

Dine -¿Acaso no lo adivinas? –le pregunta con sorpresa.

 

Kindolf –Ahora que lo mencionas, yo pensaba que los dragones eran criaturas enormes, con alas, el cuerpo lleno de escamas, colmillos enormes que lanzan fuego –agrega poniendo una cara aterradora e imitando los movimientos de un dragón.

 

Dine –Verán, desde que fue sellada la puerta hacia el mundo astral, durante la última batalla entre dioses y demonios, el mundo perdió su balance natural, de manera que criaturas como nosotros los dragones fuimos afectados como consecuencia. Si mantuviésemos nuestra forma como dragones todo el tiempo, nuestra existencia se acortaría drásticamente. Es por eso que hemos adoptado formas mucho más simples en este plano existencial para así conservar nuestra fuerza activa por más tiempo.

 

Kindolf –Bueno, eso explica el por qué tienes forma humana.

 

Dine –A decir verdad… mi forma humana no es perfecta –admite un poco apenada, llevándose las manos a la cabeza-. A pesar de mis esfuerzos, no puedo esconder mis orejas.

 

Leiyus y Kindolf se le quedan mirándose extrañados el uno al otro al no notar nada fuera de lo común sobre su cabeza.

 

Más tarde, cuando han terminado su desayuno y están a punto de partir para continuar con el entrenamiento, los tres se dirigen hacia los límites del pueblo.

 

Leiyus –¡Me siento mucho mejor después de una buena comida y un sueño profundo! –asegura, estirando los brazos.

 

Dine se alegra por su comentario. –Espero que estén listos para entrenar todo el día. Ahora que has obtenido los poderes de la primera perla dejaré de ser suave contigo en los entrenamientos.

 

Kindolf, que va detrás de ellos se despereza dando un bostezo muy largo.  –Pues yo no sé ustedes, pero  yo todavía tengo sueño…

 

Absortos en su conversación, ninguno nota a tiempo a una joven que corre hacia ellos hasta tropezar de frente con Kindolf. Ambos caen al suelo tras el golpe.

 

-¡A ver si te fijas por donde…! –reacciona el escudero, iracundo con la desconocida hasta que reconoce que se trata de una linda y joven muchacha. Entonces se disculpa y la ayuda a levantarse-. ¡Lamento mis modales, señorita! Sólo estaba bromeando…

 

Sin prestarle mucha atención a sus palabras, ella se fija más en las ropas que llevan. Entonces toma las manos de Kindolf entre las suyas y le dice en tono suplicante: –Disculpen mi torpeza, ¡pero necesito la ayuda de un valiente caballero urgentemente!

 

En ese punto Leiyus interviene.  ¿Podemos ayudarte en algo, jovencita? ¿Qué es lo que te sucede?

 

Kindolf –Descuida, preciosa. –agrega, rodeándola por el cuello por su brazo en un intento de acercársele-. Mi amigo y yo somos caballeros del reino Leivan. –asegura, agravando la voz e inflando el pecho. Entonces Dine lo golpea en la cara y lo aleja de la muchacha con brusquedad.

 

Dine –¡Déjate de tonterías! Discúlpalo –se escusa ella frente a la desconocida-. Cuéntanos, ¿qué es lo que te ocurre?

 

-Mi nombre es Kana. Mi padre y yo somos comerciantes de artículos mágicos, pero al salir de esta ciudad, un monstruo nos atacó. Yo logré escapar, ¡pero mi padre no corrió con la misma suerte, y temo que haya caído en manos de esa criatura vil!

 

Leiyus –No te preocupes, Kana. Nosotros te ayudaremos –se apresura a decir para tranquilizarla.

 

Dine –Espera un momento, Leiyus. ¿Acaso ya olvidaron que tenemos cosas importantes que hacer?

 

Leiyus –Pero, ¡no podemos dejarla a su suerte! –le espeta.

 

Kindolf –Es verdad, ¡su padre podría convertirse en la sopa de ese monstruo!

 

Dine –Les recuerdo que no podemos distraernos de nuestro objetivo principal. Perder nuestro tiempo podría darle ventaja al enemigo.

 

Kindolf -¿Acaso no recuerdas que Leiyus arriesgó su vida para rescatarte cuando Grudan te secuestró? Para ser un dragón blanco, eres muy fría.

 

Después de pensarlo unos momentos, Dine finalmente acepta a regañadientes con un suspiro. -Está bien… Vayan ustedes.

 

Leiyus -¿No piensas acompañarnos?

 

Dine –Por supuesto que no. Yo no soy de las que buscan problemas. Descuiden, los estaré esperando aquí. ¡Puede que hasta les sirva como entrenamiento!

 

Leiyus y Kindolf se miran el uno al otro ante la aparente indiferencia de Dine.

 

Kindolf -¡Ay, para ser un dragón, esta chica nos salió más cobarde que yo…!

 

Leiyus –Está bien, como quieras, Dine. Regresaremos tan pronto como podamos.

 

Entonces ellos parten en dirección a los pantanos guiados por la chica.

 

Una vez han llegado a su destino, los tres se adentran en lo profundo del pantano guiados por el sendero de un viejo camino.

 

-Es por aquí –los conduce Kana, apartándose del camino principal y adentrándose en la maleza hasta conducirlos por entre las aguas anegadas.

 

Repentinamente, Kana se detiene: –Aquí es donde desapareció mi padre –afirma, señalando una carreta destruida y abandonada en medio del terreno.

 

Leiyus –Muy bien Kana, será mejor que nos esperes aquí. –le advierte antes de adelantarse a ella-. Podría ser peligroso para ti si nos sigues. Andando Kindolf…

 

Los dos valientes entonces se aventuran solos en la parte más oscura del pantano, llegando a un claro en medio de la maleza rodeado de viejos árboles desecados y con cuidado, el par de escuderos escudriñan el terreno en busca de algún peligro. Repentinamente, al mirar arriba, sus ojos se topan con una red de telarañas que se entretejen entre las ramas de los árboles secos, bloqueando gran parte de la luz del sol sobre sus cabezas. Para cuando sus ojos se acostumbran a la penumbra, descubren que en lo alto de los árboles yacen colgando una especie de capullos de ceda del tamaño de un hombre.

 

Kindolf –¡¿Pero, qué son esas cosas colgadas de los árboles?! –pregunta horrorizado a su compañero.

 

Antes de que pueda contestarle, uno de los capullos cae al agua enfrente de ellos causando un estrepito. Tras la caída, el capullo se rompe dejando entrever su macabro contenido: un cuerpo completamente momificado de un hombre. Aquél espectáculo provoca que que ambos suelten un grito estremecedor.

 

De pronto, una sombra pasa a gran velocidad sobre sus cabezas antes de que puedan detectar la presencia de una criatura con torso de mujer y cintura de tarántula bajando del tronco de un árbol sin quitarles la vista al par.

 

–Que bien. ¡Carne fresca! –dice la criatura demoniaca, satisfecha y sin dejar de sonreírles-. Hiciste muy buen trabajo, Kana. ¡Ahora tendré más alimento!

 

-¡Cómo dices! –se sorprende Leiyus antes de escuchar pasos detrás suyo.

 

Al volverse, Leiyus y su amigo descubren a Kana aparecer escondida detrás de un árbol y con el semblante sombrío.

 

Kindolf es el primero en reaccionar ante su presencia comenzando a gimotear y a lloriquear: –¿Por qué, linda Kana? ¡Por qué nos has traicionado de esta manera!

 

En respuesta, baja la cabeza en señal de arrepentimiento, pero antes de que pueda pronunciar palabra alguna, una voz proveniente de uno de los capullos colgando sobre ellos interviene. Entre las ramas de los árboles, pueden apreciarse los ojos de un hombre atrapado dentro de uno de los capillos que los observa.

 

-¡Esperen! No la culpen a ella. Mi hija sólo trataba de salvarme –asegura, un hombre entrecano delgado, de barba y bigote abundantes.

 

Leiyus -Usted debe ser el padre de Kana… -conjetura.

 

-En efecto –responde el hombre-. ¡Perdónenla! ¡Cuando ese monstruo me capturó, le prometió a Kana que me liberaría si a cambio traía a alguien más para que tomase mi lugar!

 

Kana –Es verdad. ¡Es por eso que buscaba a alguien fuerte! ¡Pensé que al traer uno o más valientes, quizás podrían salvar a mi padre de este monstruo!

 

–¡Niña tonta! ¡Sólo mira a estos debiluchos! ¡He comido insectos más gordos que este par! Pero aún así, me los comeré a los cuatro! –afirma aquella aberración, abalanzándose instantáneamente sobre ellos.

 

Instintivamente, Kana se interpone entre los escuderos en un intento por parar a la demonio – ¡Aguarda! ¡Prometiste que no le harías daño a mi padre! –dice suplicante ella.

 

-¡No me molestes, niña! –ruge el demonio al tiempo que le arroja una red de hilos de seda con la intención de atraparla, algo que no sucede puesto que Kindolf consigue usar su espada a tiempo para acortar las hebras de la joven sin darse cuenta que el demonio ya ha puesto su vista en él, lanzándole una maraña de pegajosa seda que lo inmoviliza parcialmente.

 

Leiyus intenta salvar a su amigo,  pero antes de que pueda hacer algo, él también es atrapado por las hebras de seda que el demonio le dispara hacia él desde, inmovilizándolo en el acto. En poco tiempo, el demonio hace de ellos dos nuevos capullos de  los cuales sólo sobresalen sus cabezas para posteriormente ser colgados cerca del padre de Kana.

 

-Lo siento de verdad, pero creo ninguno de nosotros saldrá vivo de aquí… -les dice el padre de Kana con pesadumbre.

 

Leiyus -¡No se dé por vencido!, aun no estamos muertos –insiste éste.

 

-¡Ah! –Interviene la mujer demonio-, pero pronto lo estarán. Me pregunto a quien probaré primero –inquiere con malicia el ser maligno, clavando sus ojos en el padre de Kana-. hmmm... este parece muy viejo y rancio… –reprocha con un gesto de disgusto, para luego posar su mirada en Kindolf- ¡Este otro en cambio parece más fresco y delicioso!

 

Apenas el demonio lo escoge Kindolf comienza a sudar en frío. -¡A mí ni me veas, araña patona! –le espeta a gritos-. ¡Yo estoy muy duro y correoso! ¡Además, no me he dado un baño en tres días!

 

Demonio de inmediato hace una muesca de disgusto. –¡Ah! Este es demasiado escandaloso… creo que empezaré contigo –asegura, poniendo su atención ahora en Leiyus.

 

Al ser ahora la elección del demonio, Leiyus intenta desesperadamente de liberarse de la seda que lo mantiene cautivo haciendo inútilmente uso de todas sus fuerzas sin que las resistentes fibras del demonio cedan.

 

-¡Diablos, no puedo moverme! –maldice Leiyus, haciendo intentos cada vez más desesperados por liberarse.

 

La mujer araña se deleita al verlo luchar mientras se le acerca lentamente, mostrándole sus colmillos venenosos y dispuesta a calvárselos cuando de la nada, aparece un dragón de energía en el cielo que se introduce en el pecho de Leiyus. Esto causa que su rostro adquiera aquella mirada agresiva, como cuando combatió contra Grudan.

 

Casi al mismo tiempo Dine aparece debajo de ellos, y apenas verlos les pregunta con un grito desde el suelo: -¿Se encuentran bien?  

 

–¡Gracias a ti, ahora lo estamos, Dine! –asegura, logrando liberarse con suma facilidad de las hebras que lo mantenían cautivo gracias a la fuerza extra que le proporciona el aura de dragón que ha absorbido.

 

Una vez libre, Leiyus se dispone a liberar también a su amigo Kindolf, así como al padre de Kana.

 

La mujer demonio mira incrédula cómo sus presas escapan frente a sus ojos. –Pero, ¡cómo has podido romper mi tela, si sólo eres un ser humano debilucho…! ¡Ahora verás! ¡No los dejaré ir tan fácilmente! –asegura, hecha una furia, lanzándose sobre ellos.

 

La mujer demonio los ataca con unas espinas envenenadas que dispara desde su boca. Leiyus reacciona desviando la atención de su enemigo hacia él para evitar que las otras dos víctimas sean alcanzadas por la lluvia de dardos. Una vez tiene su atención del demonio araña, él esquiva fácilmente los proyectiles que ésta le arroja. Cerca de allí unas pocas espinas consiguen clavarse cerca de donde se encuentra Kindolf, Kana y su padre, pudiendo observar cómo la toxina que éstos cargan consigue derretir el tronco en donde aterrizan hasta reducirlo a un a un charco viscoso y maloliente.

 

–¿Te gusta mi veneno corrosivo? –pregunta con malicia la demonio a Leiyus-. Si llega a tocarte, ¡te convertirás en una deliciosa substancia líquida que posteriormente sorberé como sopa!

 

Al mismo tiempo, Kindolf  se imagina al demonio sorbiendo a Leiyus sobre un vaso de cristal de malteada mientras es bebido por el monstruo a través de una pajilla. -¡Eso es asqueroso! –exclama sacando la lengua con disgusto.

 

Dine -Ahora que has conseguido la perla de Grudan, ¡puedes usar el rugido del dragón, Leiyus! –le avisa a su colega en medio del combate.

 

Leiyus -¡Pero no sé cómo usarlo ese poder! –le responde éste apenas tiene tiempo de hacer un breve alto al combate antes de continuar evadiendo las espinas envenenadas.

 

Dine –¡Sólo imita los movimientos que Grudan usó para utilizar el rugido de dragón  y concentra tu energía en tus manos! –insiste ella.

 

Para ese momento, la mujer demonio se prepara para atacarlo de nuevo lanzando más espinas envenenadas. Leiyus se concentra por un momento y cierra los ojos por unos breves instantes, poniendo sus manos al frente y con los puños cerrados. –¡Rugido de dragón! –grita al momento que sus manos liberan una gran energía.

 

Repentinamente una, vorágine destructiva emerge de Leiyus hasta formar el torrente de poder conocido como el rugido de dragón, el cual dirige directamente hacia el demonio. La fuerza de la energía liberada por él es tal, que incluso los árboles aledaños se doblegan ante su poder.

 

La mujer araña no tarda en recibir de lleno el ataque, siendo desintegrada al instante hasta no dejar rastro de ella…

 

Tanto Leiyus como sus compañeros quedan sorprendidos de la magnitud de su ataque, que ha conseguido arrancar árboles completos, dejando una marca en el pantano abriendo un claro en éste.

 

Cuando todo termina, tanto Kana como su padre les dan las gracias a sus salvadores antes de partir. –No tienen idea cuándo les agradezco que me hayan salvado a mí y a mi hija de ese monstruo –les dice al par de escuderos y a su acompañante dragona con humildad.

 

Kana entonces se acerca con el rostro sonrojado hacia Kindolf. –Lamento mucho haberlos engañado, así que en agradecimiento, quisiera compensarte de alguna manera, en especial a ti, Kindolf, por haber tratado de salvarme. ¡Cierra los ojos! –le pide en un tono dulce al aprendiz de caballero.

 

Emocionado, Kindolf cierra los ojos y extiende los labios hacia ella, listo para besarla, pero en vez de sus labios, ella toma las manos del joven y le entrega una piedra color turquesa atada a un cordón.

 

Kana –Este es un dije mágico –le asegura-. ¡Con él, podrás manejar magia que te protegerá en tus aventuras, joven valiente!

 

Kindlf -Gra… gracias, Kana –repone éste con voz tenue y un evidente dejo de desilusión.

 

–Espero te sientas feliz –continúa el padre de Lana-. Ese dije es la mercancía más valiosa que tenemos. Pensábamos venderlo a un alto precio, pero creo que ustedes le sacarán más provecho que nosotros. Espero les sirva más adelante, valientes guerreros.

 

Así, padre e hija se despiden de ellos dejándolos atrás. Ellos les responden despidiéndose de ellos agitando la mano con alegría con excepción de Kindolf, quien la mueve con desgano y sin poder ocultar su expresión de desilusión.


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