El regreso de Sanhgine
Habiendo derrotado a los dragones de tierra,
Astrid y Doma se reúnen con sus amigos para tratar de ayudar a Leiyus a
enfrentar en batalla a los centinelas de Volgia: Ráfaga y Delta, pero en vez de
aceptar su propuesta, Leiyus les pide que busquen la quinta perla, la cual
aparentemente se encuentra en el interior de la torre principal. No muy
contento con ello, Ráfaga envía a Delta a detenerlos al interior de la torre
mientras los dos dragones continúan peleando…
Tras haber sido alcanzados por el ataque eléctrico
de Delta, los cuatro son separados tras ser arrojados con violencia en
distintas direcciones hasta caer al suelo, en donde permanecen unos instantes
hasta que finalmente se recuperan tras el impacto.
Doma -¿Se encuentran todos bien? –pregunta a
los demás, llevándose las manos la cabeza después de caer al suelo.
Astrid –Eso creo… -responde intentando
levantarse con dificultad.
Delta –No les permitiré avanzar ni un paso más
–les advierte, todavía con su mano lanzando estática y humo-. No crean que seré
benevolente con ustedes. ¿Acabaré con todos ustedes, uno por uno!
Dine –Ella es demasiado fuerte como para que
alguno de nosotros pueda hacerle frente. ¡Tenemos que unir fuerzas y trabajar como
equipo si queremos vencerla!
Delta –Adelante, los estoy esperando… -los
desafía, sin perder la calma.
Los cuatro rápidamente coordinan una
contraofensiva, empezando por Dine y Doma, quienes le lanzan a la dragona
oscura dos hechizos reminat al mismo
tiempo, que Delta anula lanzando su hechizo oscuro, el cual consigue paralizar
momentáneamente a Dinde apenas la toca.
Astrid entra en escena atacando a Delta con
una lluvia de dagas sangrientas, pero
a pesar de sus esfuerzos, los proyectiles sólo consiguen rebotar en la dura
piel de la dragona oscura.
Delta entonces toma la ofensiva y sin perder
tiempo, ataca a Doma, quien intenta protegerse de su enemigo formando un escudo
de energía, mismo que la dragona oscura no tiene problemas para romper
fácilmente haciendo uso de su aura de dragón oscura, consiguiendo derribar al
dragón blanco de un solo golpe.
Una vez Delta cree haber acabado con todos sus
enemigos, ella declara en tono triunfal: –Vaya… pensé que como algunos de
ustedes pertenecían a la familia real de los dragones me darían más pelea, pero
veo que sólo son basura. El rey Volgia tiene razón. ¡Lo único que importa en
este mundo es el poder! Y pensar que su amigo Leiyus me dio más problemas
cuando…
De repente y sin que ella lo note. Kindolf
logra infiltrarse a sus espaldas mientras ella continúa hablando blandiendo su
espada Leivan, con la cual intenta
cortarla.
En ese instante, el tiempo parece transcurrir
con mayor lentitud para ambos cuando Delta se da cuenta, demasiado tarde, que
el caballero se le viene encima espada en mano por detrás. La dragona oscura se
apresura a flexionar su toso al máximo para evitar la afilada hoja del
caballero, pero incluso esta maniobra resulta insuficiente para evitar ser
cortada por el arma de Kindolf, la cual termina incrustándose en su hombro
derecho.
Para cuando Delta reacciona y el tiempo vuelve
a su curso normal, se ve a sí misma atravesada de lado al lado por la espada de
Leivan. De la herida no tarda en manar sangre con abundancia para horror de la
dragona oscura. -¿Cómo…? –grita ella a voz en cuello, sin caber en su asombro-.
¡¿Cómo es que un maldito alfeñique como tú se atrevió a hacerme esto!?
-o-
Leiyus y Ráfaga se enfrentan en un duelo de
golpes tan intenso, que la energía liberada por sus auras causa una turbulencia
capaz de generar un vendaval a su alrededor. Repentinamente, Ráfaga lanza un
puñetazo que Leiyus intercepta con la palma. Entonces el guerrero le responde
con el mismo movimiento, el cual Ráfaga detiene a su vez, atrapando a ambos en
un juego de fuerza bruta.
De pronto Ráfaga deja de ofrecer resistencia,
lo que saca de balance a Leiyus, dándole la oportunidad al dragón negro para
patearle el rostro y así, quitárselo de encima tras lanzar a su oponente por
los cielos, y en lugar de esperar a que su adversario caiga de nuevo a tierra,
Ráfaga decide darle alcance en las alturas para patearlo una segunda vez con
más fuerza, causando que Leiyus termine por estrellarse fuertemente contra el
suelo.
Una vez su rival ha caído, el dragón negro se
dedica a rematarlo con su técnica especial, el rugido de dragón alfa.
Todavía sin haberse recuperado de la paliza,
Leiyus apenas consigue rodar por el suelo lo suficiente para evitar que el rayo
de destrucción no le impacte directamente y vientos destructivos circundantes lo
destrocen. Después de que la explosión del ataque se consuma la explosión, Leiyus
emerge, maltrecho, pero todavía con energías para pelear. A su vez, Rafaga le
lanza una mirada condescendiente mientras él se encuentra todavía flotando
sobre el aire.
“Cada
vez que hace ese ataque especial, siento una energía muy extraña…” –reflexiona Leiyus en su mente-. “Estoy seguro que no pertenece a él... Esa
energía que siento no es maligna… ¿Por qué…?”
Ráfaga –Creo que finalmente te diste cuenta,
¿no es verdad? –le pregunta éste, cruzado de brazos-. En realidad, la perla del
dragón que buscas no se encuentra en el interior de la torre, a donde enviaste
a tus amigos hace unos momentos...
Leiyus -¿¡Qué!? ¡Qué quieres decir con eso!
Ráfaga – Quiero decir, que Delta y yo somos en
realidad los guardianes de la quinta perla dorada del dragón... La razón por la
cual sólo percibes su energía cuando hago uso de ella es porque, a diferencia, de
las otras cuatro, ¡la quinta perla se encuentra bajo un hechizo que la hace
estar en dos lugares a la vez!
Leiyus -¡Pero, eso es imposible! –exclama.
Ráfaga -¡Claro que no…! ¿Puedes ver la gema
roja que llevo en la frente? –le pregunta a Leiyus, al tiempo que señala dicha
gema-. …Delta tiene una misma gema que yo, pero de color verde en el mismo
lugar. ¡Ambas piedras son en realidad la manifestación incompleta de la perla
dorada en este mundo, y para poder obtenerla, primero tendrías que matarnos a
ambos! De otro modo, jamás la conseguirás.
Leiyus –Si ustedes tuvieron la perla en su
poder todo el tiempo… ¿por qué enviaste a Delta por mis amigos?
Ráfaga entonces sonríe maliciosamente. –Porque
de esa manera no podrás ayudarlos. ¡Sin ti, tus amigos no tienen oportunidad
alguna en contra de un dragón guerrero de la clase a la que pertenece Delta! ¡Incluso
si tuvieses la remota posibilidad de derrotarme, para cuando logres llegar a la
torre, todos tus amigos seguramente ya estarán muertos!
Leiyus –Maldito… ¡No dejaré que eso pase!
Ráfaga –¡Entonces, más te vale darte prisa y acabar
conmigo! –lo apremia sin dejar de sonreírle -…o Delta terminará con todos ellos
en tan sólo unos minutos.
-o-
Astrid -¡Acaba con ella, Kindolf! –le grita a
su amigo, mientras ella todavía reciente sus heridas, de rodillas al suelo.
Kindolf, que hasta ese momento no se había
dado cuenta que sus demás compañeros habían sido derribados, de pronto se
acobarda al darse cuenta de que está solo en la batalla.
Kindolf –Esperen un momento… ¡Qué pasó aquí!
Delta -¡Pagarás por esto! –le grita furiosa la
dragona oscura antes de lanzarse sobre él.
Cegada por la ira, Delta ataca a Kindolf con
una bola de fuego, que es interceptada en el último momento por Dine. Doma entonces
entra en acción, atacándola con un ataque de tierra que le impide moverse el
tiempo suficiente para que Dine la congele con un hechizo de hielo.
Tomando ventaja de la inmovilidad de su
enemigo, los cuatro aprovechan para reagruparse de nuevo.
Doma –¡Tenemos que encontrar una forma de
dañarle lo suficiente!
Astrid –Ustedes dos también son dragones
–refiriéndose a Doma y a Dine-, ¿por qué no se transforman como ella?
Doma –Aunque Dine y yo pertenecemos a la
familia real de los dragones blancos, no pertenecemos a la clase guerrera, lo
que significa que nuestros poderes no están encaminados a la ofensiva, a
diferencia de ella.
Kindolf –Pero aun así pueden transformarse en
dragones gigantes, ¿no?
Doma –No serviría de nada… El generar su aura de dragón requiere que Dine
concentre todo el poder que dispone para formarlo. Si Delta fue capaz de destruir
esa técnica tan fácilmente, el transformarnos a nuestra verdadera forma no
cambiará en nada la situación.
Astrid -…tampoco creo que mi colmillo sangriento, ni el tempest puedan hacerle nada. ¡Su piel es
muy dura para que mis hechizos la atraviesen!
A Doma entonces se le ocurre una idea. -Sólo
nos queda una última alternativa: ¡La espada de Kindolf!
Kindolf -¡¡Perdón!! –exclama, sorprendido-. ¿¡Cómo
que mi espada?!
Doma –Es la única arma lo bastante poderosa
para hacerle un daño considerable a Delta.
Tras escucharle, las piernas de Kindolf comienzan
a flaquear. -¡C-claro que no, Doma! ¡¡No pueden dejarme todo el trabajo a mí
solo!! –repone, tartamudeando.
Doma –Y no lo harás tú solo. Nosotros te
cuidaremos la espalda, ¿de acuerdo?
Astrid entonces lo sorprende apoyando su mano
contra el hombro del caballero. –Confiamos en ti, Kindolf –le dice, dándole un
tierno beso en la mejilla.
Kindolf se toma unos momentos para pensarlo,
claramente nervioso. –Está bien. ¡Haré lo mejor que pueda!
Detrás de ellos de pronto se escucha el crujir
del hielo hacerse pedazos, a la vez que Delta resurge de entre una explosión de
fragmentos de hielo. -¡¡No quedará ni rastro de sus cuerpos cuando acabe con
ustedes, gusanos!! –los amenaza, llena de ira.
Sin perder tiempo Kindolf carga a toda
velocidad contra Delta, pero todos sus cortes fallan debido a la gran velocidad
con la que su enemigo se mueve en comparación con sus relativamente torpes
movimientos. En eso, durante un momento, Kindolf logra alza la espada por sobre
sus hombros con la intención de darle un golpe mortral, el cual Delta bloquea fácilmente deteniendo la hoja
entre sus palmas.
Delta –Es verdad que esa espada puede dañarme,
niño –dice, sin dejar de sonreírle con malicia- ¡Pero no te servirá de nada si
no puedes cortarme con ella!
Acto seguido, la dragona oscura le da una
poderosa patada en el vientre al caballero que le hace soltar su arma y caer pesadamente
de espaldas.
Una vez ha desarmado a su enemigo, Delta
procede a romper el filo de la espada con un golpe seco, para después, arrojar
los restos del arma lejos de su alcance. –Primero, me encargaré de ustedes dos
–los amenaza Delta, refiriéndose a Doma y a Dine, a quienes mira con desprecio.
El par de dragones blancos intenta retroceder
de su enemigo, pero Delta los ataca sin darles tiempo de escapar con energía
oscura que sostiene en ambas manos, antes de arrojárselas en forma de lluvia
sobre ellos. Tanto Dine como Doma logran esquivar la primera ráfaga de
proyectiles para después contraatacar con hechizos de luz, los cuales Delta se
deshace absorbiéndolos con su poder oscuro. Sin darse cuenta, uno de los rayos
oscuros logra alcanzar a Doma, haciéndolo caer, inmóvil, al suelo.
Dine –¡Doma! –grita al verlo vulnerable sobre
el suelo frente a su enemigo.
Delta -¡Ahora, probarás mi técnica secreta!
–le advierte a su rival dragón-. ¡Garra
de dragón!
En el acto, la mano derecha de Delta deja
escapar un aura oscura con la que da un zarpazo a la espalda de Doma, pero
antes de que éste caiga víctima del poder oscuro, Dine se interpone en su
camino, siendo lanzada sin control a gran distancia debido a la tremenda fuerza
del golpe, haciéndole perder el conocimiento instantáneamente.
Aprovechando la distracción del enemigo,
Kindolf gatea se arrastra rápidamente detrás de Delta en un intento por tratar
de recuperar su espada, pero cuando intenta tomar el arma rota por el mango,
Delta ya está allí para recibirlo con una patada en el rostro.
–¡Que ingenuo! ¿Acaso no ves que no sirve de
nada? ¡Un ser humano como tú no es lo suficientemente rápido para compararse
con un dragón oscuro! ¡Es una pena que tu espada no te vuelva más veloz!
Astrid de inmediato corre al lado de Kindolf y
lo ayuda a levantarse. -¿Te encuentras bien?
Kindolf –Sí… no es nada que un año de reposo
en cama y sopa caliente no pueda aliviar –bromea.
Delta entonces da un paso al frente, con aire
arrogante, para plantarse frente al par. –Ahora que he dejado fuera del juego a
esos molestos dragones amigos suyos, ¡lo único que resta es encargarme de
ustedes dos!
Kindolf –Astrid… sal de aquí… no podrás con
ella –le suplica a su amiga con voz débil, apenas consciente.
Sin vacilar, Astid entonces se pone de pie en
defensa de su lastimado amigo. –Quédate aquí… -le dice, antes de separarse de
su lado para plantar cara a Delta.
Delta -¿Y qué piensas hacer contra mí, niña?
¡El resto de tus amigos no pudieron hacer nada!
Astrid –¡Tal vez no pueda derrotarte, pero lo
intentaré de todas formas! ¡Es lo que mi hermano habría querido que hiciera…!
¡¡Estoy segura!!
Delta –¡Adelante, niña! ¡Estoy esperando, pero
no creas que voy a ser amable contigo!
Kindolf –¡Astrid… no lo hagas! –le suplica el
caballero, consciente de las consecuencias.
Astrid se queda inmóvil por unos segundos
hasta que finalmente se decide a actuar. -¡¡Allá voy!!
Utilizando todo el poder que resta en su
cuerpo y concentrándolo en su mano derecha, Astrid corre hacia Delta, que ya la
espera en posición para ejecutar de nuevo la garra de dragón. Cuando ésta la tiene suficientemente cerca, la
dragona oscura usa su mano para atravesar transversalmente el vientre de Astrid
hasta que su mano emerge por su espalda.
A pesar del intenso dolor, la chica vampiro
consigue solidifica toda la energía en su mano en un colmillo sangriento, mismo que entierra sobre la espalda de Delta,
a la altura del omóplato, para después invocar un hechizo eléctrico sobre sí
misma. -¡Tempest!
Delta ve con sorpresa que el poder eléctrico
fluye desde el cuerpo de Astrid a sus manos y finalmente a través de la herida,
traspasando su dura piel y dañándola desde el interior de su cuerpo.
Delta -¡Maldita! –alcanza a decir ella antes
de que ambas sean impactadas por un segundo rayo que cae sobre ellas, causando
una espectacular explosión de estática a su alrededor.
Kindolf, que se había protegido son su
antebrazo de los relámpagos, se levanta, aún herido, y mira en todas
direcciones en busca de Astrid tras perderla de vista junto con su enemigo. Es
entonces que sus ojos se encuentran con una escena que le hiela la sangre: A
unos metros de donde se encuentra, el caballero puede ver el cuerpo maltrecho
de Astrid sobre un charco de su propia sangre.
Kindolf -¡Astrid! ¡¡ASTRID!! –grita
incesantemente sin dejar de avanzar hacia ella con dificultad y cojeando hasta llegar
finalmente a su lado-. Astrid, ¡aguanta! –dice, desesperado y con lágrimas en
los ojos.
Dine y Doma, que también están mal heridos,
observan impotentes la escena a la distancia. –Oh, no… ¡¡Astrid!!
Sosteniendo todavía a su amiga en brazos,
Kindolf escucha de pronto la voz de Delta a sus espaldas. –Bien, parece que
sólo quedamos tú y yo, renacuajo –le advierte Delta, reapareciendo con
múltiples heridas en todo el cuerpo tras recibir los embates de los relámpagos.
Kindolf se levanta como puede, lleno de ira en
sus ojos. –Esto… ¡Esto lo vas a pagar, Delta! ¡¡Flarion-shar!!
Poseído por la sed de venganza, Kindolf lanza
incesantemente hechizos de fuego sobre Delta, los cuales ni siquiera la hacen
parpadear cuando éstos estallan sobre su rostro, para luego lanzar a Kindolf
contra el suelo antes de apresar su cuello y apretarlo con fuerza. –Espero que
ya te hayas desahogado lo suficiente conmigo, humano. Pero no estés triste… ¡Que
pronto te reunirás con tu amiga en el más allá!
Dicho esto, Delta estrangula con mayor fuerza
su cuello hasta que éste comienza a crujir, bajo la enorme presión, y cuando
está a punto de rompérselo, un objeto de apronto atraviesa el aire a gran
velocidad con dirección a la cabeza de la dragona oscura, obligándola a saltar
para evitarlo antes de que se incruste en su cráneo.
Aunque al principio confundida por lo
ocurrido, Delta logra distinguir un fragmento perteneciente a la afilada espada
de Leivan enterrada en el suelo. -¿Qué? ¡Quién me arrojó eso!
Frente a ella, aparece una figura oscura que se
materializa frente a ella desde la nada. -¡Quién eres! –le exige la dragona
oscura a aquella presencia siniestra que la asecha.
Cuando el extraño se acerca lo suficiente a ella para que su rostro se revele, todos, excepto Delta misma reconocen a Sanhgine, quien pronuncia unas palabras para ella: –Has cometido un grave error al meterte con mi hermana, y el daño que le has hecho, te lo regresaré al triple –la amenaza el vampiro, clavando sus ojos fríos sobre la dragona oscura.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario