La fuerza interna de Astrid
Tras viajar al pilar
del cielo. Leiyus y el resto de sus amigos tuvieron que enfrentarse no sólo a
un ejército de dragones negros y a un par de los temidos dragones de tierra,
Ráfaga y Delta también los esperaban, poniendo en riesgo la búsqueda por la
quinta perla del dragón.
Una de decenas de dragones que sobrevuelan la
plataforma donde Dine y Kindolf se encuentran se deja caer de pronto en picada
con los ojos fijos en el caballero, quien en ese momento se encuentra
combatiendo cuerpo a cuerpo con un dragón negro. Haciendo uso de su afilada
espada de Leivan, Kindolf logra degollar al dragón sin percatarse todavía que
detrás suyo, otro dragón está a punto de lanzarle una llamarada de fuego.
Dine -¡Cuidado! –le advierte ella al tiempo
que mantiene a raya a tres dragones resucitados con su aura de dragón.
Gracias a la advertencia de su amiga, Kindolf
logra reaccionar a tiempo, protegiéndose de las llamas que se le aproximan tras
ponerse en cubierto detrás de las alas del cadáver dragón que acaba de
liquidar. Una vez ha pasado el peligro, el caballero resurge haciendo frente a
uno de los dragones que abalanzan sobre él saltando a su lomo mientras éste
toma altura. En pleno vuelo, el dragón comienza a balancearse bruscamente de un
lado a otro intentando hacerlo caer. Kindolf, por su parte, se aferra con todas
sus fuerzas a la piel de la bestia antes de asestarle varios golpes con su
espada en el mismo punto hasta poder atravesar su vértebra. Tras recibir aquél
mortal golpe, el animal queda fulminado, y su cuerpo se precipita a tierra a gran
velocidad junto con el caballero.
Aterrado y cayendo a una vertiginosa
velocidad, Kindolf no puede pensar más que en cerras los ojos y esperar el
impacto, pero para su sorpresa, el aura
de dragón de Dine logra salvarlo en el último momento tomándolo por las
ropas para después depositarlo gentilmente sobre tierra, sano y salvo, al lado
de su compañera dragona.
Kindolf –¡Gracias, Dine, bonita! –le agradece
apenas la ve abrazándola fuertemente.
Dine –Ni lo menciones.
En eso, los rugidos de los dragones que los
asechan a su alrededor los ponen en alerta. -¡Maldita suerte la nuestra! –dice
Kindolf con frustración- ¡Así, jamás podremos llegar hasta donde está Leiyus!
También me preocupa haber dejado a Astrid y a Doma atrás con esos dragones de
tierra.
Dine –Descuida –le asegura enviando a su aura
de dragón al frente para protegerlos-, ella está con Doma. Él es un dragón muy
fuerte e inteligente, ya verás que no le pasará nada mientras estén juntos. El
que de verdad me preocupa es Leiyus…
Kindolf – Tienes razón. Ya sabrán cómo
arreglárselas esos dos. ¡Sólo espero que podamos llegar hasta él antes de
agotarnos por completo con estos dragones!
Dine –Suficiente charla por ahora. ¡Adelante,
yo te cubriré!
Sin perder tiempo, Kindolf empuña el mango de
su espada con fuerza y corre al frente de batalla, acabando con cuanto dragón
se le pone en frente gracias a su corte
de vacío y a la espada Levian. Detrás de él, el dragón de energía de Dine lo
acompaña para protegerlo.
-o-
La imponente apariencia de Ráfaga y Delta deja
sin palabras a Leiyus. “Así que esta es
su verdadera forma…” –piensa él- “Me
pregunto, ahora que se han transformado, ¿qué tanta diferencia habrá entre mi
fuerza y la de ellos…?”
Ráfaga –¿Y bien? –pregunta con impaciencia al
verlo inmóvil-. ¿Dónde está tu energía de hace un rato?
Delta –Quizás quiere que le des una
demostración de lo que eres capaz, Ráfaga –responde con ironía.
Ráfaga –¡Con mucho gusto lo haré! –asevera, dando
un paso al frente.
En una fracción de segundo, Ráfaga se desplaza
a gran velocidad hasta Leiyus, quien logra hacerse a un lado para evitar un
golpe frontal por parte del dragón negro, pero apenas cree haberse salvado del ataque,
puede sentir inmediatamente la fuerza del impacto sobre su mejilla causada por
el codo de Ráfaga incrustándose sobre su rostro. La fuerza del golpe arroja a
Leiyus varios metros lejos.
Antes de pueda recuperarse, el guerrero es
rematado cuando éste recibe un golpe por parte de Ráfaga en el vientre que lo
hunde sobre la tierra, cuarteando el suelo a su alrededor debido a la brutal
fuerza con la que es atacado. Unas cuantas gotas de sangre comienzan a brotar
desde la boca de Leiyus.
Ráfaga –Tal parece que este chico no tuvo
suficiente… -dice, apenas ver a Leiyus de nuevo de pie.
Una vez Leiyus recupera un poco de fuerzas, intenta
atacar a los dragones negros con su técnica especial -¡Rugido de dragón!
El repentino ataque de Leiyus no parece
impresionar a Ráfaga, quien espera la onda de energía con serenidad hasta que
su compañera interviene, anulándolo en su totalidad tras emplear un hechizo oscuro.
-¡Drakint!
Leiyus -¡¡No!! –exclama al ver que su poder es anulado con tanta facilidad
por la dragona oscura.
Cada vez más desesperado, Leiyus decide atacar
a toda velocidad a Ráfaga, pero antes de llegar a éste es interceptado por
Delta, quien es capaz de bloquear todos sus golpes, igualando sin problemas su
velocidad. En medio de la batalla con la dragona oscura, Ráfaga regresa a
escena reapareciendo detrás de ella golpeando a Leiyus en la cara, para después
continuar acosándolo con una lluvia de puñetazos tan rápidos como centellas,
acribillando sin piedad el cuerpo del guerrero.
Haciendo acopio de todas sus fuerzas, Leiyus
logra capturar el puño de Ráfaga en el aire mientras éste lo ataca,
consiguiendo lanzar lejos a su rival tras ejecutar un rápido movimiento de
palanca. Leiyus no desaprovecha la oportunidad para arrojarle al dragón oscuro
un nuevo rugido de dragón, mismo que
Delta vuelve a interceptar y a anular para su frustración.
Para entonces, Ráfaga logra recuperar el
control de su cuerpo, cayendo de pie sobre el suelo y sin recibir daño alguno.
–Te gusta mucho usar el rugido de dragón,
¿verdad? –lo desafía Ráfaga- ¡Esta vez no interfieras, Delta! ¡Vamos…! ¡Qué
esperas…! –reta a Leiyus en tono de mofa.
Sin dudarlo un segundo, Leiyus pone toda su
energía vital sobre sus manos con la intención de atacarlo una tercera vez. -¡¡Rugido de dragón!!
Ráfaga hace lo mismo, imitando sus movimientos.
-¡¡Rugido de dragón!!
Sendos poderes colisionan violentamente,
causando una fuerte onda de choque. Al principio, los poderes de los dragones
parecen ser de igual magnitud, pero pronto, los poderes de Ráfaga comienzan a
ganar terreno sobre los de Leiyus hasta que éste se ve sobrepasado por el flujo
de energía del dragón oscuro, quedando atrapado dentro de su ataque. El rayo de
luz y destrucción resultante se extiende velozmente hasta llegar a las zonas
más alegadas del templo antes de desaparecer por completo. Volgia, que en esos
momentos se encontraba observando la batalla desde lo más alto de la torre,
logra contemplar con expresión seria el sorprendente rugido de dragón de su
vasallo, antes de que éste desaparezca.
Cuando el ataque finalmente termina, éste deja
tras de sí una enorme marca que cruza a través de múltiples plataformas
flotantes.
Para entonces, Leiyus permanece de pie,
apoyado sobre el suelo, con el frente de sus ropas casi desintegradas, y parte
de su pecho ennegrecido a causa de las altas temperaturas. “¡De… de no haberme hecho a un lado a tiempo, me habría matado!” –reflexiona
éste, sorprendido de encontrarse con vida ante la magnitud del poder que Ráfaga
le había arrojado.
Delta –Que pena, parece que sobrevivió a tu
rugido, Ráfaga –dice con aire sarcástico a su aliado dragón oscuro.
Ráfaga –Lo que acabas de presenciar no era un rugido de dragón ordinario –le aclara a
ella-. Lo que empleé contra él, es conocida por ser la técnica más temida de
nosotros los dragones… Ni siquiera la dura piel de un dragón de tierra sería
capaz de soportarlo.
Delta -¡Ah! ¡Así que usaste el rugido de dragón alfa!
Ráfaga –En efecto. Sólo los dragones guerreros
pertenecientes a la familia real pueden ser capaces de usarla.
Delta –¡Pobre chiquillo! –le dice en tono
condescendiente a Leiyus-. Tu pobre rugido no tiene comparación con el de
Ráfaga… No importa cuán poderoso seas. Te hace falta la experiencia y el
conocimiento de un dragón de élite como nosotros para siquiera poder pensar en
desafiarnos.
Ráfaga –Ella tiene razón... Aún eres muy joven
para enfrentarte a un verdadero dragón de clase guerrera. Fuiste un tonto al
querer desafiarnos a ambos… Ese error, te costará la vida, muchacho.
Leiyus entonces se deja caer de rodillas al
suelo, sin saber qué más hacer. –Estoy acabado… -dice para sí-. ¡Jamás podré
ganarles…! La diferencia que hay entre mis poderes y los de ellos no tiene
comparación… ¡Si tan solo estuvieran aquí mis amigos, o Sanhgine!
-o-
Lejos de allí, en otra plataforma, Astrid y
Doma pueden sentir la sacudida causada por el rugido de dragón alfa de Ráfaga. Al mirar a lo lejos, incluso
alcanzan a divisar el haz de luz perderse en el azul del cielo.
Astrid -¡Qué fue eso!
Doma –No lo sé, pero no me gusta. ¡Tenemos que
acabar con este dragón de una vez y tratar de reunirnos con los demás! –le dice
con voz apremiante a la vampiro.
En ese instante, el dragón de tierra decide
comenzar la ofensiva al lanzarles una llamarada al par, pero antes de poder
hacerlo, Doma encierra a la criatura dentro de un campo de energía, causando
que su llamarada quede contenida dentro junto con el dragón. Momentos después,
el dragón de tierra emerge de entre las intensas flamas embistiendo con su
enorme quijada la barrera mágica, en un intento por liberarse.
Doma parece resentir cada golpe que el dragón
da contra la barrera, como si lo recibiera en carne propia, causando que se
estremezca con cada ataque. –No… tenemos… mucho tiempo… -asegura él con
dificultad para hablar.
Astrid –Pero, Doma, ¿qué puedo hacer yo?
Doma –Si… tan sólo tuviésemos… la espada de
Leivan de Kindolf… -musita.
Astrid -¡Espera un momento, Doma! ¿Dices que
su espada podría atravesar la armadura de escamas de ese dragón?
Doma –No… su piel es muy dura… Los dragones de
tierra… sólo tienen un punto débil… ¡A pesar de ello… ninguna otra arma sería
capaz de penetrar incluso su punto más vulnerable!
Astrid –¡Tal vez, pueda intentar usar mi
colmillo sangriento! –dice con angustia, al ver que las fuerzas de Doma comienzan
a flaquear mientras intenta desesperadamente mantener al dragón de tierra
contenido en su barrera de energía.
Doma –No serviría… ¡Tu ataque es demasiado
débil…! ¡Sal de aquí y reúnete con los demás...! No hay nada que puedas hacer
para ayudarme que no hayas hecho ya. ¡Apresúrate, Astrid! –la apremia.
Astrid –¡Pero, si concentro toda mi energía en
un solo golpe, estoy segura que mi ataque podrá hacerle algún daño! –insiste
ella, rehusándose a abandonarlo.
Doma –Está bien… -accede finalmente-. Intentaremos
un ataque conjunto… ¡Es nuestra única oportunidad…!
Luego de esto, Doma retira la barrera del
dragón de tierra, quien furioso, se precipita sobre ellos hecho una furia,
atacándolos al generar ondas sísmicas con sus enormes patas, sacándolos
rápidamente de balance e impidiéndoles correr, lo que la bestia aprovecha para
atacarlos con un rugido de dragón.
Tanto la chica vampira como el dragón blanco
consiguen esquivar el poder saltando al aire haciendo uso de sus alas.
Doma -¡Tera-Lux!
El hechizo de Doma causa que el dragón de
tierra sea devorado por un agujero, el cual aparece una vez el suelo que lo
sustenta es comprimido repentinamente y con sorprendente fuerza. Astrid toma
ventaja del momento para tratar de acercarse a la criatura, pero el dragón de tierra
consigue percatarse de su presencia y en cuanto ella se le acerca, la golpea
con la base de su cola justo a la altura del abdomen con todas sus fuerzas,
lanzándola a considerable distancia lejos del dragón.
Doma -¡Astrid! –grita, corriendo hacia ella
para socorrerla. A pesar del terrible golpe que recibe, la chica vampiro ogra
levantarse por su propia cuenta-. ¿Estás bien? –le pregunta su amigo dragón
apenas llega junto a ella.
Astrid –Sí, no es nada… -afirma ella,
llevándose una de sus manos al abdomen, el cual muestra un feo moretón en uno
de sus costados.
En ese instante, un recuerdo emerge desde sus
memorias dentro de la mente de Astrid…
Ella se ve a sí misma en un pasado remoto,
cuando apenas tenía seis, o siete años, en lo que parece un páramo cubierto por
la niebla. A su lado, se encuentra su hermano Sanhgine, quien en esos momentos le
da la espalda.
Sanhgine –Astrid, ya va siendo hora que
aprendas a defenderte –la previene.
En eso, de entre la niebla, aparece
repentinamente una jauría de lobos, cuyos ojos rojos se clavan en el acto sobre
la joven Astrid, a la vez que dejan expuestos sus afilados colmillos y arrojan
espuma por la boca.
En vez de huir, la pequeña Astrid obedece a su
hermano y trata de hacer frente a la manada de lobos sin miedo en sus ojos, que
por algún motivo parecen ignorar a Sanhgine por completo.
De pronto, uno de los lobos se lanza contra Astrid,
y ésta se defiende golpeando al animal con fuerza, dejando al animal fuera de
combate en el acto. No pasa mucho para que el resto de la manada se le eche
encima en conjunto como represalia.
En ese momento, Sanhgine se vuelve hacia ella
y le grita: -¡Usa el ataque especial que te enseñé! –le indica.
Astrid le obedece llevándose las manos por
encima de sus hombros hasta adoptar la pose de ataque. -¡Dagas sangrientas!
De ella comienzan a brotar una lluvia de
ráfagas de energía que rápidamente acaban con todos los lobos enemigos en
cuestión de segundos. Exhausta pero feliz, Astrid entonces se acerca a su
hermano hasta quedar frente a él. -¿Cómo lo hice, hermano? –le pregunta,
dibujando una sonrisa.
Sanhgine –Lo hiciste muy bien, Astrid. Las
dagas sangrientas son un ataque especial de nosotros los vampiros, y sirve para
atacar múltiples enemigos. Pero, ¿qué pasaría si sólo te enfrentas a un
enemigo? Uno que te supera en fuerza y habilidades.
Mientras dice esto, los cuerpos inertes de los
lobos se juntan, transformarse en una masa uniforme que fusiona huesos, piel y
ojos hasta formar a un hombre lobo gigante. El monstruo lanza un terrible
aullido antes de fijar la vista en Astrid, que por vez primera, siente temor
frente a un enemigo pese a estar al lado de si querido hermano. -¡Qué es eso,
hermano! –grita ella, llena de miedo al ver a la criatura acercársele con
malicia.
Sanhgine, por otra parte continúa su
explicación, impasible. –Las dagas sangrientas, tienen una segunda variante que si sabes emplearla, puede
salvarte la vida un día…. Hasta ahora, ya has dominado la forma básica de las dagas sangrientas. Ahora, tienes que
dominar su forma avanzada conocida como el colmillo
sangriento.
Astrid -¡Hermano, tengo miedo! –dice, incapaz
de apenas escucharle debido al miedo que la bestia frente a sus ojos le
provoca.
Sanhgine -…escucha bien. En vez de dispersar
tu energía como normalmente haces con las dagas
sangrientas, intenta concentrarla toda en un solo y minúsculo punto. Si
haces esto, formarás un colmillo sangriento.
Con esta arma mágica, podrás atravesar el corazón de este enemigo.
Al ver que la bestia se encuentra muy cerca de
ellas y estura sus garras amenazadoramente, la pequeña vampiro da un paso
atrás. -¡N-no puedo! –grita, paralizada de pánico.
El lobo antropomórfico entonces se lanza de un
salto hacia ella, pero Astrid logra escapar por muy poco de sus garras dando un
salto hacia atrás.
Desesperada y sin poder concentrarse bien en
la tarea encomendada por su hermano, ella intenta usar el colmillo sangriento siguiendo las instrucciones de su hermano
mayor, pero el rayo de energía rojo sólo consigue rebotar en el pecho de la
criatura sin causarle apenas daño.
Enfurecida por aquél ataque, la criatura
enfurece aún más y sin más, intenta devorarla, pero antes de que esto suceda, Sanhgine
se lo impide atravesando rápidamente su pecho con la mano desnuda por detrás. La
criatura cae inerte frente a la sorprendida Astrid, que tiembla sin control del
susto. Sanhgine entonces se inclina hacia ella y la carga en brazos para
confortarla. –Lo lamento… –se disculpa ella con su hermano, con voz quebradiza.
Sanhgine –Está bien, pero algún día tendrás
que dominar el colmillo sangriento…
Astrid, no siempre estaré contigo para protegerte. Dentro de poco, estallará
una guerra en el mundo de los vampiros, y tendré que partir, así que quiero que
seas capaz de cuidarte sola.
La mente de Astrid entonces regresa de golpe al
presente, en el momento en el que el dragón de tierra se recupera y está por
atacarlos a ella y a Doma.
–Tengo que lograrlo –se dice a sí misma en voz
baja, apretando los puños-. No habrá otra oportunidad como aquella vez. ¡¡Debo
conseguirlo!!
Para sorpresa de Doma, Astrid se acerca de
nuevo al dragón por el frente, desafiando las fauces de la criatura, que por
poco la aplastan antes de que ella logre esquivarlo antes de dirigirse de nuevo
hacia su cola. El dragón parece adivinar sus intenciones e intenta golpearla
nuevamente con la cola, pero esta vez, en vez de evadirla, la chica vampiro
logra detenerla con sus propias manos mientras el dragón intenta liberarse de
su agarre.
Para entonces los pies de Astrid, arrastrados
por la fuerza del dragón, se deslizan lentamente sobre el suelo hasta que ella
cede y con el impulso del movimiento brusco de la cola, logra saltar al lomo
del dragón. Una vez allí, la chica vampiro se coloca sobre el punto que une la
cola con su cuerpo, y haciendo acopio de todas sus energías, ella forma una
especie de cuchilla afilada de energía roja entre sus manos con la cual atesta
un fuerte golpe sobre el punto.
El dragón inmediatamente reacciona azotando
repetidamente y con todas sus fuerzas, la espalda de la vampira con su enorme
cola, pero a pesar de sus continuos ataques, ella se empeña en apuñalar una y
otra vez aquél punto débil con su arma de energía roja hasta que finalmente,
sus esfuerzos rinden fruto y Astrid logra penetrar la dura piel del dragón.
El dragón deja escapar un alarido de agonía
mientras se retuerce de dolor hasta que ella consigue asestarle un último y más
fuerte golpe sobre aquél punto, siendo capaz de llegar al hueso debajo.
Para entonces y en un intento desesperado, el
dragón vuelve su cabeza hacia su atacante e intenta fulminarla exhalando plasma
sobre ella. Sin inmutarse ante el peligro, Astrid continúa hundiendo la punta
con todas sus fuerzas hasta que al final, logra partir el hueso en dos, y
cuando el dragón está a punto de atacarla, Doma intercede cegándolo con un
fuerte resplandor que arroja a la cabeza del dragón para posteriormente
lanzarle su hechizo reminat sobre la
herida recién abierta por su amiga.
Astrid logra apartarse antes de que el hechizo
golpee directamente al dragón en su punto vulnerable, traspasando su piel y
dañándolo desde su interior conforme éste se propaga por su interior.
Al final, el hechizo causa que el dragón
estalle por dentro y sus restos se conviertan en ceniza. Cuando todo finalmente
termina, Astrid y Doma se toman un momento para tomarse un respiro. –¿Cómo te
encuentras, Doma? –le pregunta ella a su compañero, que permanece sentado en el
suelo.
Doma toma la botella que contiene la pócima
que Laurel les entregó y la bebe de un solo trago. –Bien, gracias, pero creo
que agoté toda mi fuerza en ese último hechizo…
Astrid -¡Lo hiciste muy bien!
Doma –En realidad, quien lo venció realmente
fuiste tú, Astrid. Yo ya no poseo el poder que solía tener de joven... Laurel
hizo bien en darnos una pócima a cada uno. ¡Ya estoy completamente recuperado!
Tú deberías hacer lo mismo para que puedas recuperarte de las heridas y
recobrar las energías que gastaste durante la batalla.
Astrid le responde negando con la cabeza.
–Prefiero guardarla para una emergencia -le confiesa.
Doma –Como quieras… yo no habría soportado
continuar de no haber bebido esa pócima.
Astrid -¡Pero, recuerda que estabas débil,
incluso antes de haber decidido venir con nosotros a este lugar!
Doma –Tienes razón. Al menos déjame curarte
tus heridas… No recuperarás tu energía, ¡pero al menos estarás en buena
condición para pelear!
Astrid acepta su ofrecimiento con una sonrisa.
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