05 mayo, 2024

Dragon Legacy, Vol.1: Capitulo 40

 


La fuerza interna de Astrid


Tras viajar al pilar del cielo. Leiyus y el resto de sus amigos tuvieron que enfrentarse no sólo a un ejército de dragones negros y a un par de los temidos dragones de tierra, Ráfaga y Delta también los esperaban, poniendo en riesgo la búsqueda por la quinta perla del dragón.

 

Una de decenas de dragones que sobrevuelan la plataforma donde Dine y Kindolf se encuentran se deja caer de pronto en picada con los ojos fijos en el caballero, quien en ese momento se encuentra combatiendo cuerpo a cuerpo con un dragón negro. Haciendo uso de su afilada espada de Leivan, Kindolf logra degollar al dragón sin percatarse todavía que detrás suyo, otro dragón está a punto de lanzarle una llamarada de fuego.

 

Dine -¡Cuidado! –le advierte ella al tiempo que mantiene a raya a tres dragones resucitados con su aura de dragón.

 

Gracias a la advertencia de su amiga, Kindolf logra reaccionar a tiempo, protegiéndose de las llamas que se le aproximan tras ponerse en cubierto detrás de las alas del cadáver dragón que acaba de liquidar. Una vez ha pasado el peligro, el caballero resurge haciendo frente a uno de los dragones que abalanzan sobre él saltando a su lomo mientras éste toma altura. En pleno vuelo, el dragón comienza a balancearse bruscamente de un lado a otro intentando hacerlo caer. Kindolf, por su parte, se aferra con todas sus fuerzas a la piel de la bestia antes de asestarle varios golpes con su espada en el mismo punto hasta poder atravesar su vértebra. Tras recibir aquél mortal golpe, el animal queda fulminado, y su cuerpo se precipita a tierra a gran velocidad junto con el caballero.

 

Aterrado y cayendo a una vertiginosa velocidad, Kindolf no puede pensar más que en cerras los ojos y esperar el impacto, pero para su sorpresa, el aura de dragón de Dine logra salvarlo en el último momento tomándolo por las ropas para después depositarlo gentilmente sobre tierra, sano y salvo, al lado de su compañera dragona.

 

Kindolf –¡Gracias, Dine, bonita! –le agradece apenas la ve abrazándola fuertemente.

 

Dine –Ni lo menciones.

 

En eso, los rugidos de los dragones que los asechan a su alrededor los ponen en alerta. -¡Maldita suerte la nuestra! –dice Kindolf con frustración- ¡Así, jamás podremos llegar hasta donde está Leiyus! También me preocupa haber dejado a Astrid y a Doma atrás con esos dragones de tierra.

 

Dine –Descuida –le asegura enviando a su aura de dragón al frente para protegerlos-, ella está con Doma. Él es un dragón muy fuerte e inteligente, ya verás que no le pasará nada mientras estén juntos. El que de verdad me preocupa es Leiyus…

 

Kindolf – Tienes razón. Ya sabrán cómo arreglárselas esos dos. ¡Sólo espero que podamos llegar hasta él antes de agotarnos por completo con estos dragones!

 

Dine –Suficiente charla por ahora. ¡Adelante, yo te cubriré!

 

Sin perder tiempo, Kindolf empuña el mango de su espada con fuerza y corre al frente de batalla, acabando con cuanto dragón se le pone en frente gracias a su corte de vacío y a la espada Levian. Detrás de él, el dragón de energía de Dine lo acompaña para protegerlo.

 

-o-

 

La imponente apariencia de Ráfaga y Delta deja sin palabras a Leiyus. “Así que esta es su verdadera forma…” –piensa él- “Me pregunto, ahora que se han transformado, ¿qué tanta diferencia habrá entre mi fuerza y la de ellos…?”

 

Ráfaga –¿Y bien? –pregunta con impaciencia al verlo inmóvil-. ¿Dónde está tu energía de hace un rato?

 

Delta –Quizás quiere que le des una demostración de lo que eres capaz, Ráfaga –responde con ironía.

 

Ráfaga –¡Con mucho gusto lo haré! –asevera, dando un paso al frente.

 

En una fracción de segundo, Ráfaga se desplaza a gran velocidad hasta Leiyus, quien logra hacerse a un lado para evitar un golpe frontal por parte del dragón negro, pero apenas cree haberse salvado del ataque, puede sentir inmediatamente la fuerza del impacto sobre su mejilla causada por el codo de Ráfaga incrustándose sobre su rostro. La fuerza del golpe arroja a Leiyus varios metros lejos.

 

Antes de pueda recuperarse, el guerrero es rematado cuando éste recibe un golpe por parte de Ráfaga en el vientre que lo hunde sobre la tierra, cuarteando el suelo a su alrededor debido a la brutal fuerza con la que es atacado. Unas cuantas gotas de sangre comienzan a brotar desde la boca de Leiyus.

 

Ráfaga –Tal parece que este chico no tuvo suficiente… -dice, apenas ver a Leiyus de nuevo de pie.

 

Una vez Leiyus recupera un poco de fuerzas, intenta atacar a los dragones negros con su técnica especial -¡Rugido de dragón!

 

El repentino ataque de Leiyus no parece impresionar a Ráfaga, quien espera la onda de energía con serenidad hasta que su compañera interviene, anulándolo en su totalidad tras emplear un hechizo oscuro. -¡Drakint!

 

Leiyus -¡¡No!! –exclama al ver  que su poder es anulado con tanta facilidad por la dragona oscura.

 

Cada vez más desesperado, Leiyus decide atacar a toda velocidad a Ráfaga, pero antes de llegar a éste es interceptado por Delta, quien es capaz de bloquear todos sus golpes, igualando sin problemas su velocidad. En medio de la batalla con la dragona oscura, Ráfaga regresa a escena reapareciendo detrás de ella golpeando a Leiyus en la cara, para después continuar acosándolo con una lluvia de puñetazos tan rápidos como centellas, acribillando sin piedad el cuerpo del guerrero.

 

Haciendo acopio de todas sus fuerzas, Leiyus logra capturar el puño de Ráfaga en el aire mientras éste lo ataca, consiguiendo lanzar lejos a su rival tras ejecutar un rápido movimiento de palanca. Leiyus no desaprovecha la oportunidad para arrojarle al dragón oscuro un nuevo rugido de dragón, mismo que Delta vuelve a interceptar y a anular para su frustración.

 

Para entonces, Ráfaga logra recuperar el control de su cuerpo, cayendo de pie sobre el suelo y sin recibir daño alguno. –Te gusta mucho usar el rugido de dragón, ¿verdad? –lo desafía Ráfaga- ¡Esta vez no interfieras, Delta! ¡Vamos…! ¡Qué esperas…! –reta a Leiyus en tono de mofa.

 

Sin dudarlo un segundo, Leiyus pone toda su energía vital sobre sus manos con la intención de atacarlo una tercera vez. -¡¡Rugido de dragón!!

 

Ráfaga hace lo mismo, imitando sus movimientos. -¡¡Rugido de dragón!!

 

Sendos poderes colisionan violentamente, causando una fuerte onda de choque. Al principio, los poderes de los dragones parecen ser de igual magnitud, pero pronto, los poderes de Ráfaga comienzan a ganar terreno sobre los de Leiyus hasta que éste se ve sobrepasado por el flujo de energía del dragón oscuro, quedando atrapado dentro de su ataque. El rayo de luz y destrucción resultante se extiende velozmente hasta llegar a las zonas más alegadas del templo antes de desaparecer por completo. Volgia, que en esos momentos se encontraba observando la batalla desde lo más alto de la torre, logra contemplar con expresión seria el sorprendente rugido de dragón  de su vasallo, antes de que éste desaparezca.

 

Cuando el ataque finalmente termina, éste deja tras de sí una enorme marca que cruza a través de múltiples plataformas flotantes.

 

Para entonces, Leiyus permanece de pie, apoyado sobre el suelo, con el frente de sus ropas casi desintegradas, y parte de su pecho ennegrecido a causa de las altas temperaturas. “¡De… de no haberme hecho a un lado a tiempo, me habría matado!” –reflexiona éste, sorprendido de encontrarse con vida ante la magnitud del poder que Ráfaga le había arrojado.

 

Delta –Que pena, parece que sobrevivió a tu rugido, Ráfaga –dice con aire sarcástico a su aliado dragón oscuro.

 

Ráfaga –Lo que acabas de presenciar no era un rugido de dragón ordinario –le aclara a ella-. Lo que empleé contra él, es conocida por ser la técnica más temida de nosotros los dragones… Ni siquiera la dura piel de un dragón de tierra sería capaz de soportarlo.

 

Delta -¡Ah! ¡Así que usaste el rugido de dragón alfa!

 

Ráfaga –En efecto. Sólo los dragones guerreros pertenecientes a la familia real pueden ser capaces de usarla.

 

Delta –¡Pobre chiquillo! –le dice en tono condescendiente a Leiyus-. Tu pobre rugido no tiene comparación con el de Ráfaga… No importa cuán poderoso seas. Te hace falta la experiencia y el conocimiento de un dragón de élite como nosotros para siquiera poder pensar en desafiarnos.

 

Ráfaga –Ella tiene razón... Aún eres muy joven para enfrentarte a un verdadero dragón de clase guerrera. Fuiste un tonto al querer desafiarnos a ambos… Ese error, te costará la vida, muchacho.

 

Leiyus entonces se deja caer de rodillas al suelo, sin saber qué más hacer. –Estoy acabado… -dice para sí-. ¡Jamás podré ganarles…! La diferencia que hay entre mis poderes y los de ellos no tiene comparación… ¡Si tan solo estuvieran aquí mis amigos, o Sanhgine!

 

-o-

 

Lejos de allí, en otra plataforma, Astrid y Doma pueden sentir la sacudida causada por el rugido de dragón alfa de Ráfaga. Al mirar a lo lejos, incluso alcanzan a divisar el haz de luz perderse en el azul del cielo.

 

Astrid -¡Qué fue eso!

 

Doma –No lo sé, pero no me gusta. ¡Tenemos que acabar con este dragón de una vez y tratar de reunirnos con los demás! –le dice con voz apremiante a la vampiro.

 

En ese instante, el dragón de tierra decide comenzar la ofensiva al lanzarles una llamarada al par, pero antes de poder hacerlo, Doma encierra a la criatura dentro de un campo de energía, causando que su llamarada quede contenida dentro junto con el dragón. Momentos después, el dragón de tierra emerge de entre las intensas flamas embistiendo con su enorme quijada la barrera mágica, en un intento por liberarse.

 

Doma parece resentir cada golpe que el dragón da contra la barrera, como si lo recibiera en carne propia, causando que se estremezca con cada ataque. –No… tenemos… mucho tiempo… -asegura él con dificultad para hablar.

 

Astrid –Pero, Doma, ¿qué puedo hacer yo?

 

Doma –Si… tan sólo tuviésemos… la espada de Leivan de Kindolf… -musita.

 

Astrid -¡Espera un momento, Doma! ¿Dices que su espada podría atravesar la armadura de escamas de ese dragón?

 

Doma –No… su piel es muy dura… Los dragones de tierra… sólo tienen un punto débil… ¡A pesar de ello… ninguna otra arma sería capaz de penetrar incluso su punto más vulnerable!

 

Astrid –¡Tal vez, pueda intentar usar mi colmillo sangriento! –dice con angustia, al ver que las fuerzas de Doma comienzan a flaquear mientras intenta desesperadamente mantener al dragón de tierra contenido en su barrera de energía.

 

Doma –No serviría… ¡Tu ataque es demasiado débil…! ¡Sal de aquí y reúnete con los demás...! No hay nada que puedas hacer para ayudarme que no hayas hecho ya. ¡Apresúrate, Astrid! –la apremia.

 

Astrid –¡Pero, si concentro toda mi energía en un solo golpe, estoy segura que mi ataque podrá hacerle algún daño! –insiste ella, rehusándose a abandonarlo.

 

Doma –Está bien… -accede finalmente-. Intentaremos un ataque conjunto… ¡Es nuestra única oportunidad…!

 

Luego de esto, Doma retira la barrera del dragón de tierra, quien furioso, se precipita sobre ellos hecho una furia, atacándolos al generar ondas sísmicas con sus enormes patas, sacándolos rápidamente de balance e impidiéndoles correr, lo que la bestia aprovecha para atacarlos con un rugido de dragón.

 

Tanto la chica vampira como el dragón blanco consiguen esquivar el poder saltando al aire haciendo uso de sus alas.

 

Doma -¡Tera-Lux!

 

El hechizo de Doma causa que el dragón de tierra sea devorado por un agujero, el cual aparece una vez el suelo que lo sustenta es comprimido repentinamente y con sorprendente fuerza. Astrid toma ventaja del momento para tratar de acercarse a la criatura, pero el dragón de tierra consigue percatarse de su presencia y en cuanto ella se le acerca, la golpea con la base de su cola justo a la altura del abdomen con todas sus fuerzas, lanzándola a considerable distancia lejos del dragón.

 

Doma -¡Astrid! –grita, corriendo hacia ella para socorrerla. A pesar del terrible golpe que recibe, la chica vampiro ogra levantarse por su propia cuenta-. ¿Estás bien? –le pregunta su amigo dragón apenas llega junto a ella.

 

Astrid –Sí, no es nada… -afirma ella, llevándose una de sus manos al abdomen, el cual muestra un feo moretón en uno de sus costados.  

 

En ese instante, un recuerdo emerge desde sus memorias dentro de la mente de Astrid…

 

Ella se ve a sí misma en un pasado remoto, cuando apenas tenía seis, o siete años, en lo que parece un páramo cubierto por la niebla. A su lado, se encuentra su hermano Sanhgine, quien en esos momentos le da la espalda.

 

Sanhgine –Astrid, ya va siendo hora que aprendas a defenderte –la previene.

 

En eso, de entre la niebla, aparece repentinamente una jauría de lobos, cuyos ojos rojos se clavan en el acto sobre la joven Astrid, a la vez que dejan expuestos sus afilados colmillos y arrojan espuma por la boca.

 

En vez de huir, la pequeña Astrid obedece a su hermano y trata de hacer frente a la manada de lobos sin miedo en sus ojos, que por algún motivo parecen ignorar a Sanhgine por completo.

 

De pronto, uno de los lobos se lanza contra Astrid, y ésta se defiende golpeando al animal con fuerza, dejando al animal fuera de combate en el acto. No pasa mucho para que el resto de la manada se le eche encima en conjunto como represalia.

 

En ese momento, Sanhgine se vuelve hacia ella y le grita: -¡Usa el ataque especial que te enseñé! –le indica.

 

Astrid le obedece llevándose las manos por encima de sus hombros hasta adoptar la pose de ataque. -¡Dagas sangrientas!

 

De ella comienzan a brotar una lluvia de ráfagas de energía que rápidamente acaban con todos los lobos enemigos en cuestión de segundos. Exhausta pero feliz, Astrid entonces se acerca a su hermano hasta quedar frente a él. -¿Cómo lo hice, hermano? –le pregunta, dibujando una sonrisa.

 

Sanhgine –Lo hiciste muy bien, Astrid. Las dagas sangrientas son un ataque especial de nosotros los vampiros, y sirve para atacar múltiples enemigos. Pero, ¿qué pasaría si sólo te enfrentas a un enemigo? Uno que te supera en fuerza y habilidades.

 

Mientras dice esto, los cuerpos inertes de los lobos se juntan, transformarse en una masa uniforme que fusiona huesos, piel y ojos hasta formar a un hombre lobo gigante. El monstruo lanza un terrible aullido antes de fijar la vista en Astrid, que por vez primera, siente temor frente a un enemigo pese a estar al lado de si querido hermano. -¡Qué es eso, hermano! –grita ella, llena de miedo al ver a la criatura acercársele con malicia.

 

Sanhgine, por otra parte continúa su explicación, impasible. –Las dagas sangrientas, tienen una segunda variante que si sabes emplearla, puede salvarte la vida un día…. Hasta ahora, ya has dominado la forma básica de las dagas sangrientas. Ahora, tienes que dominar su forma avanzada conocida como el colmillo sangriento.

 

Astrid -¡Hermano, tengo miedo! –dice, incapaz de apenas escucharle debido al miedo que la bestia frente a sus ojos le provoca.

 

Sanhgine -…escucha bien. En vez de dispersar tu energía como normalmente haces con las dagas sangrientas, intenta concentrarla toda en un solo y minúsculo punto. Si haces esto, formarás un colmillo sangriento. Con esta arma mágica, podrás atravesar el corazón de este enemigo.

 

Al ver que la bestia se encuentra muy cerca de ellas y estura sus garras amenazadoramente, la pequeña vampiro da un paso atrás. -¡N-no puedo! –grita, paralizada de pánico.

 

El lobo antropomórfico entonces se lanza de un salto hacia ella, pero Astrid logra escapar por muy poco de sus garras dando un salto hacia atrás.

 

Desesperada y sin poder concentrarse bien en la tarea encomendada por su hermano, ella intenta usar el colmillo sangriento siguiendo las instrucciones de su hermano mayor, pero el rayo de energía rojo sólo consigue rebotar en el pecho de la criatura sin causarle apenas daño.

 

Enfurecida por aquél ataque, la criatura enfurece aún más y sin más, intenta devorarla, pero antes de que esto suceda, Sanhgine se lo impide atravesando rápidamente su pecho con la mano desnuda por detrás. La criatura cae inerte frente a la sorprendida Astrid, que tiembla sin control del susto. Sanhgine entonces se inclina hacia ella y la carga en brazos para confortarla. –Lo lamento… –se disculpa ella con su hermano, con voz quebradiza.

 

Sanhgine –Está bien, pero algún día tendrás que dominar el colmillo sangriento… Astrid, no siempre estaré contigo para protegerte. Dentro de poco, estallará una guerra en el mundo de los vampiros, y tendré que partir, así que quiero que seas capaz de cuidarte sola.

 

La mente de Astrid entonces regresa de golpe al presente, en el momento en el que el dragón de tierra se recupera y está por atacarlos a ella y a Doma.

 

–Tengo que lograrlo –se dice a sí misma en voz baja, apretando los puños-. No habrá otra oportunidad como aquella vez. ¡¡Debo conseguirlo!!

 

Para sorpresa de Doma, Astrid se acerca de nuevo al dragón por el frente, desafiando las fauces de la criatura, que por poco la aplastan antes de que ella logre esquivarlo antes de dirigirse de nuevo hacia su cola. El dragón parece adivinar sus intenciones e intenta golpearla nuevamente con la cola, pero esta vez, en vez de evadirla, la chica vampiro logra detenerla con sus propias manos mientras el dragón intenta liberarse de su agarre.

 

Para entonces los pies de Astrid, arrastrados por la fuerza del dragón, se deslizan lentamente sobre el suelo hasta que ella cede y con el impulso del movimiento brusco de la cola, logra saltar al lomo del dragón. Una vez allí, la chica vampiro se coloca sobre el punto que une la cola con su cuerpo, y haciendo acopio de todas sus energías, ella forma una especie de cuchilla afilada de energía roja entre sus manos con la cual atesta un fuerte golpe sobre el punto.

 

El dragón inmediatamente reacciona azotando repetidamente y con todas sus fuerzas, la espalda de la vampira con su enorme cola, pero a pesar de sus continuos ataques, ella se empeña en apuñalar una y otra vez aquél punto débil con su arma de energía roja hasta que finalmente, sus esfuerzos rinden fruto y Astrid logra penetrar la dura piel del dragón.

 

El dragón deja escapar un alarido de agonía mientras se retuerce de dolor hasta que ella consigue asestarle un último y más fuerte golpe sobre aquél punto, siendo capaz de llegar al hueso debajo.

 

Para entonces y en un intento desesperado, el dragón vuelve su cabeza hacia su atacante e intenta fulminarla exhalando plasma sobre ella. Sin inmutarse ante el peligro, Astrid continúa hundiendo la punta con todas sus fuerzas hasta que al final, logra partir el hueso en dos, y cuando el dragón está a punto de atacarla, Doma intercede cegándolo con un fuerte resplandor que arroja a la cabeza del dragón para posteriormente lanzarle su hechizo reminat sobre la herida recién abierta por su amiga.

 

Astrid logra apartarse antes de que el hechizo golpee directamente al dragón en su punto vulnerable, traspasando su piel y dañándolo desde su interior conforme éste se propaga por su interior.

 

Al final, el hechizo causa que el dragón estalle por dentro y sus restos se conviertan en ceniza. Cuando todo finalmente termina, Astrid y Doma se toman un momento para tomarse un respiro. –¿Cómo te encuentras, Doma? –le pregunta ella a su compañero, que permanece sentado en el suelo.

 

Doma toma la botella que contiene la pócima que Laurel les entregó y la bebe de un solo trago. –Bien, gracias, pero creo que agoté toda mi fuerza en ese último hechizo…

 

Astrid -¡Lo hiciste muy bien!

 

Doma –En realidad, quien lo venció realmente fuiste tú, Astrid. Yo ya no poseo el poder que solía tener de joven... Laurel hizo bien en darnos una pócima a cada uno. ¡Ya estoy completamente recuperado! Tú deberías hacer lo mismo para que puedas recuperarte de las heridas y recobrar las energías que gastaste durante la batalla.

 

Astrid le responde negando con la cabeza. –Prefiero guardarla para una emergencia -le confiesa.

 

Doma –Como quieras… yo no habría soportado continuar de no haber bebido esa pócima.

 

Astrid -¡Pero, recuerda que estabas débil, incluso antes de haber decidido venir con nosotros a este lugar!

 

Doma –Tienes razón. Al menos déjame curarte tus heridas… No recuperarás tu energía, ¡pero al menos estarás en buena condición para pelear!

 

Astrid acepta su ofrecimiento con una sonrisa.


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