La quinta perla
Después de que Dine, y el resto de sus amigos
pasaron muchas dificultades para conseguir la perla blanca del dragón en el
reino de Leivan, los cuatro finalmente pueden regresar a la ciudad de Leiria.
Todos, a excepción de Doma, quien debido al
fuerte desgaste que sufrió durante la batalla en Leria, se encuentra en la
misma habitación en la que en esos momentos está confinado Leiyus: atado de
pies y manos sobre una cama de piedra y bajo la influencia de una estrella mágica
de seis puntas. Finalmente y después de unos momentos de suspenso, Laurel entra
al círculo de la estrella acompañado de Dine, quien lleva en sus manos la perla
blanca del dragón.
Leiyus aún permanece profundamente dormido en
el momento en el que ambos se acercan a él, entonces Dine coloca en su frente
la perla blanca, la cual es inmediatamente absorbida por el cuerpo de Leiyus.
Enseguida, el círculo pierde su poder, y Laurel manda a desatar al guerrero.
No pasa mucho tiempo para que Leiyus comience
a reaccionar y por fin abra los ojos. Lo primero que ve es a sus amigos a su
alrededor, expectantes de ver su reacción tras volver en sí.
Kindolf –¿Leiyus…? –le pregunta con cautela.
Astrid -¿Ya está curado? –inquiere ella a su
vez a Laurel.
Leiyus –Me alegra verlos, chicos. –les responde
con una sonrisa.
Sin poder contenerse, Dine se apresura a
abrazarlo. –¡Gracias a los dioses que estás bien, Leiyus!
Esa misma tarde, sus amigos lo ponen al tanto
de los recientes acontecimientos mientras se encontraba confinado por su
seguridad. –Ya veo… así que pude vencer a Argol, y Doma no había realmente
muerto… Me gustaría poder ver cómo está.
Dine –Doma tuvo que quedarse en Leivan un
tiempo más debido a que usó toda su energía para poder proteger el reino de los
dragones negros.
Kindolf –¡Ahora lo más importante es darnos
prisa y encontrar la quinta perla dorada!
Astrid –Es verdad. ¡No sabemos cuándo Volgia o
alguno de sus secuaces puedan atacarnos de nuevo!
Leiyus –Tienen razón. Entonces no se diga más.
¡Debemos partir de inmediato!
Dine –¿Estás seguro que ya te sientes mejor?
–le pregunta con aire preocupado, lo que parece incomodarle un poco al verla
tan afectiva con él, algo a lo que no está acostumbrado.
Leiyus –Sí, gracias... De hecho, ¡me siento
mejor que nunca! Ciertamente, esa última perla dorada incrementó mis poderes de
una manera que todavía no alcanzo a medir. ¡Estoy ansioso por comprobar que tan
fuerte me he vuelto…! Dine, ¿podrías indicarnos en qué dirección se encuentra
la quinta perla?
Dine asiente la cabeza y cierra los ojos para
concentrarse, pero pasados un par de minutos, su rostro cambia a una expresión
de frustración. -¡No puedo…! ¡No puedo sentir la presencia de la perla!
En los rostros de los presentes se dibujan
gestos de sorpresa apenas escucharla.
Kindolf -¡Cómo que no puedes sentir la perla! ¡Pero si tú eres la
que nos ha estado guiando todo este tiempo!
Leiyus -¿Estás segura? –insiste él-. Quizás
sólo estás cansada, o te falta concentración.
Astrid –Quizás debamos preguntarle a Doma, a
ver qué opina del asunto…
Dine -¿Será que he perdido la capacidad de
sentir la presencia de Dyamat? –se pregunta a si misma, consternada.
Leiyus entonces saca el fragmento de perla rota
que llevaba consigo y lo deja en el aire colgando del hilo al que está atado
para ver su reacción. A diferencia de ocasiones anteriores, éste no se mueve en
absoluto.
–No, no eres tú Dine… la presencia de la quinta
perla parece haber desaparecido. ¿Pudiera ser que Volgia, o alguien más la haya
destruido para evitar que caiga en nuestras manos?
Dine –¡No, eso es imposible…! Volgia quería
apoderarse de la fuerza de Dyamat desde un principio y usar sus poderes para su
beneficio... Si él se atreviera a destruir cualquiera de las perlas, el poder
que cada una contiene, regresaría inmediatamente a ti.
Leiyus –Entonces, ¿cómo vamos a poder saber en dónde se
encuentra la perla si no podemos sentir su presencia?
Laurel –¡Ese no será un problema! ¡Pueden
consultar al oráculo nuevamente si lo desean!
-Eso no será necesario –contesta una voz
desconocida, que parece provenir desde fuera de la ventana de la habitación.
En ese instante, aparece en el interior del
cuarto un ojo de demonio, el cual se abre para proyectar la imagen de Volgia
frente a ellos.
Dine –Volgia… pronuncia en voz baja.
Volgia –La razón por la cual no pueden
localizar la quinta perla –continúa hablando a través de su vasallo-, es porque
yo la tengo en mí poder. Pero no se preocupen por ello, pues el motivo de esta
visita, es precisamente para indicarles en dónde me encuentro.
La imagen de Volgia entonces se dirigie a
Leiyus, a quien lanza una mirada desafiante-: Si tú y tus patéticos amigos de
verdad quieren la quinta perla dorada, entonces no tendrán otra opción que venir a el
pilar del cielo.
Luego de escuchar a su rival, Leiyus se
levanta de un salto. -¡Por qué nos dices todo esto! –le exige.
Volgia comienza a reír apagadamente-: Si yo
fuera ustedes, me daría prisa, ya que no tienen mucho tiempo... En sólo tres
días, tendré el control absoluto del ejército de resucitados. –amenaza.
Mientras el dragón negro continúa hablándoles,
el ojo demonio deja de mostrarles la imagen de Volgia para proyectar en su lugar lo que el dragón
les describe con sus propias palabras:
“Si eso ocurre, no sólo los cuerpos de los dragones
caídos me obedecerán, sino que los restos de toda criatura bajo tierra servirán
a mis mandatos. Infinidad de cuerpos se levantarán a través de todo el mundo y
arrasarán con todo en su camino... Pero esa no es la mejor parte... Cuando
inevitablemente la batalla entre mis sirvientes caídos y los seres de este
mundo se enfrenten, incluso los cuerpos de los valientes guerreros caídos en
batalla se volverán a levantar, esta vez como mis sirvientes. Pronto, no
quedará ser vivo en este mundo aparte de nosotros los dragones negros, y una
legión interminable que formará parte de mi ejército de muerte...”
Volgia -Si mis deseos se cumplen, es sólo
cuestión de tiempo para que el mundo que conocen sea reducido a una tierra
estéril, reinada sólo por dragones y cadáveres.
Astrid -¡Maldito! –exclama.
Volgia –No importa si sean humanos, criaturas
de luz, o de oscuridad, todas tendrán el mismo destino. ¡Muy pronto, podré
reinar sobre todas las criaturas de la tierra! Bueno, los estaré esperando… Disfruten
de sus últimos días como seres libres.
Tras finalizar el mensaje, el ojo de demonio
sufre una transformación repentina en la que le crecen cuatro extremidades,
mismas que entierra en el suelo y para sorpresa de todos, comienza a emitir una
luz cegadora.
Laurel es el primero en comprender lo que está
a punto de suceder. -¡Salgan de aquí! ¡Está a punto de autodestruirse!
Sin perder tiempo, todos se dirigen a la
salida menos Dine, quien decide hacer frente al pequeño demonio al que encierra
dentro de una barrera de energía. Al darse cuenta de lo que ocurre, Leiyus regresa
con ella al interior de la habitación.
Segundos después, una poderosa explosión sacude el palacio entero.
Cuando el humo se disipa y todo vuelve a la
normalidad, Laurel se asoma al interior de la habitación. Allí dentro,
encuentran a Leiyus y a Dine tendidos el piso, aparentemente sanos y salvos.
Laurel –Ustedes dos, ¿están bien?
Dine asiente con la cabeza, un poco exaltada. –Era un demonio menor, pero utilizó tanta
energía para estallar, que terminó por consumirse a sí mismo.
Leiyus la mira con supresa. –Te has vuelto
mucho más fuerte de lo que eras antes, Dine.
Dine se queda mirándolo a los ojos tras su
comentario sin decir nada cuando de pronto, llega Kindolf y el resto con ellos. –Lamento
interrumpirlos, ¡pero tenemos que hallar ese lugar llamado “pilar del cielo” y
llegar hasta allí en menos de tres días si no quieren convertirse en esqueletos
al servicio de Volgia!
Astrid –Pero, ¿cómo vamos a encontrar ese
lugar en primer lugar?
Laurel –¡Descuiden! Yo sé exactamente en dónde
se encuentra.
Leiyus -¿En serio?
Laurel –¡Por supuesto! –agrega en tono experto
a la vez que se acomoda las gafas que lleva puestas-. ¡Después de todo, fue mi
gente la que construyó ese lugar!
Dine –El nombre me parece familiar…
-reflexiona ella-. Pero no logro recordar en dónde lo he escuchado…
Laurel –Hace mucho tiempo, antes de que los
seres humanos caminaran por la tierra. Nuestra raza era la más avanzada de
aquél entonces. Mi gente decidió crear un sitio sagrado en donde pudiéramos
tener contacto con los dioses, pero semejante hazaña no era tarea fácil… Se le
conoce como el pilar del cielo porque es en realidad un templo que flota sobre
los cielos. Desde ese lugar se creía que podíamos observar mejor el mundo
astral.
Astrid –Entonces, eso quiere decir que tú eres
un unicornio, ¿no es verdad?
Laurel se avergüenza notablemente ante su
comentario. –¡Me sorprende que no lo hayan notado antes, chicos!
Dine –¡Claro! ¡Eso explica el origen de tus
grandes poderes mágicos!
Kindolf –Yo no entiendo nada… Creía que los
unicornios eran caballitos con cuernos que concedían deseos.
Astrid –¡Es mucho más que eso! Los unicornios
que describes, son la forma original de ellos, pero he escuchado que, al igual
que los dragones, michos de ellos han abandonado esta forma desde hace algunos milenios.
Laurel –Es verdad. Asumiendo una forma similar
al de los seres humanos y otras especies, nos permite desarrollar mejor nuestros
poderes mágicos, además, el poder hablar nos facilita comunicarnos con otras
especies de una manera más eficiente... Regresando al tema, la entrada del
pilar del cielo se encuentra en el extremo más al sur de la tierra, si no mal
recuerdo.
Dine -¿Te refieres a las tierras que se encuentran
cerca del mar de fuego?
Leiyus –Podríamos llegar volando, o usando la
trasportación instantánea de Laurel para llegar allí...
Laurel –Yo puedo llevarlos hasta allá, pero
serán ustedes los que entren. Seguramente se trata de una trampa. ¿Están seguros
de que quieren ir?
Leiyus
-¡No tenemos otra alternativa, Laurel! Debemos conseguir la quinta perla
para que Dyamat pueda renacer y se haga cargo él mismo de Volgia. De otro modo,
ese sujeto acabará con la tierra.
Astrid –Es cierto. ¡Vamos ahora mismo!
Dine –No te precipites Astrid.
Astrid -¿Acaso no oíste lo que dijo Volgia? ¡En
tres días liberará a su ejército de dragones muertos sobre la tierra!
Kindolf –Creo que sé a dónde quiere ir Dine:
Si aprovechamos estos tres días para prepararnos antes de enfrentar a Volgia,
tendremos mayores posibilidades de salir victoriosos en la batalla.
Leiyus –¡Esa me parece una buena idea,
Kindolf! Antes de luchar, me gustaría medir el alcance de mis nuevos poderes.
Además, también les dará tiempo a ustedes para descansar a ustedes y reponer
fuerzas. Sólo espero que para entonces Doma pueda unírsenos.
Kindolf -¡Esa es una excelente idea!Astrid y
yo tendremos tiempo para aprender uno o dos hechizos, aunque no creo que los
necesite con la espada Leivan –agrega, mientras frota su mejilla amorosamente
contra la funda de su nueva arma.
Esa misma noche, Leiyus no puede conciliar el
sueño. Después de pasar horas en vela, revolviéndose entre las sábanas de su
cama, decide levantarse y salir al palacio en dirección al mar.
De pie, bajo la luz de la luna llena, el
guerrero mira hacia el horizonte, el cual es perfectamente visible gracias a la
luz de la luna llena. Súbitamente, él conjura un hechizo de fuego, mismo que
lanza con fuerza mar adentro, en donde estalla provocando una nube de vapor. De
pronto, escucha una voz tras de sí.
-¿Tú tampoco puedes dormir? –le pregunta Dine,
apareciendo junto a él.
Leiyus –No… La verdad es que no esperaba
llegar tan lejos con este asunto... Creí que terminaría muerto, o algo así antes
de que lográramos obtener siquiera la primera perla. ¿Sabes?, siempre me he
preguntado cómo fue Dyamat. Supongo que podré verlo en persona cuando libere su
espíritu y él resucite. Por un lado, es una lástima que tenga que perder estos
fabulosos poderes, pero por el otro, me siento feliz de poder retomar mi vida
como ser humano normal una vez su espíritu sea liberado de mi cuerpo.
Ella lo escucha en silencio por unos momentos,
con expresión melancólica y fijando la vista sobre el mar, incapaz de verlo a los
ojos. Luego de una larga pausa, ella finalmente pronuncia unas palabras: -Leiyus,
hay algo que… -murmura ella, en un tono apenas audible.
Leiyus -¿Qué sucede? –le pregunta
distraídamente.
Dine –No… no es nada importante. Será mejor
que regreses a la cama. Mañana nos espera un día muy largo.
Sin protestar, Leiyus le hace caso y camina de
regreso al palacio. –¿Sabes? Has
cambiado de actitud conmigo desde que te conocí, Dine. Ya no eres tan mandona
como solías serlo –asegura, medio en broma-. Me iré a acostar... Tú también
deberías hacer lo mismo.
Dine lo ve alejarse en silencio para después
contemplar las estrellas en completa soledad…
Es la mañana del tercer día. Leiyus y los
demás, incluyendo a Laurel y a su ayudante se reúnen en las proximidades de la
ciudad.
Laurel –Bien, ¿ya están listos para partir?
Leiyus –¡Definitivamente! –dice, sin ocultar
su ímpetu.
Laurel –¡Casi lo olvido! –dice, sacando unos
pequeños frascos esféricos con corcho que contienen un líquido azul brillante
en su interior, el cual reparte entre ellos.
Kindolf -¿Qué es esto? –pregunta al recibir el
extraño líquido.
Laurel –Son pócimas mágicas que recuperarán su
salud y energía en caso de emergencia. Lamento no poder haber traído más, pero
no tuve tiempo de preparar mucho. Cada uno tendrá un frasco, así que úsenlo
sabiamente.
Dine –Un momento, ¿cómo vamos a llegar a ese
lugar del que mencionas? ¡Ninguno de nosotros ha estado ahí antes!
Laurel –¡Es por eso que voy con ustedes! ¡Tivas,
encárgate de todo en mi ausencia! –le confía a su ayudante-. No tardaré mucho
en regresar.
Tivas –Behenehadedebe –responde el viejo en
tono afirmativo.
Laurel –Bien, ya es hora.
Antes comenzar el hechizo, son interrumpidos
por una voz que se acerca corre hacia ellos. -¡Esperen!
Para sorpresa de todos, Doma aparece de último
momento para unírseles. –Lamento el retraso –se disculpa entre jadeos, tratando
de recuperar el aliento.
Leiyus -¡Doma! –exclama al verlo allí,
sorprendido.
Astrid –¡Creíamos que estabas en Leivan
todavía!
Doma –Es verdad. No me he recuperado
totalmente, pero creo que puedo servirles de apoyo. Están por afrontar una
batalla muy difícil, así que van a necesitar toda la ayuda posible.
Leiyus –Bien, ahora que estamos completos, ¡es
hora de partir!
Laurel –Muy bien, tómense de las manos todos y
cierren los ojos. ¡Estamos por irnos…! Poderes concedidos por los dioses,
permítanme usar su fuerza para atravesar el tiempo y las distancias… ¡Insta-motus!
Todos los presentes son transportados
instantáneamente a otro lugar, dejando tras de sí una nube de polvo y al viejo
Tivas despidiéndolos al mover un paño en el aire.
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