La muerte de un caballero
Con la esperanza de encontrar
la perla blanca del dragón, Dine tuvo que adentrarse sola a las entrañas del
laberinto subterráneo que se encontraba debajo del árbol de la vida mientras el
resto de sus amigos enfrentaban una crisis cunado un ejército de dragones
resucitados atacó el reino de Leivan.
Tras escuchar aquella voz
desconocida, Dine intenta ocultar la perla que sostiene entre manos detrás de
sus espaldas mientras se vuelve rápidamente. -¡Quién eres! –le exige a la mujer
que ha aparecido repentinamente al frente suyo.
En respuesta, la desconocida
le sonríe: -Eso no es de tu incumbencia, niña… Entrégame la perla ahora mismo,
y quizás te perdone la vida.
Pasados unos momentos en los
que analiza la forma de vestir, así como la mirada fría de aquella mujer, Dine
no tarda en saber que se trata de un enemigo. –Eres… eres de los seguidores de
Volgia, ¿no es así? –pregunta con timidez.
Delta –Y si lo soy, ¿qué harás
al respecto…? Te aconsejo que hagas lo que digo y me entregues esa perla si no
quieres acabar muerta en un lugar tan oscuro como este, linda –le advierte.
Dine -¡Jamás te la entregaría!
–asegura enfáticamente dando un paso hacia atrás.
Delta entonces vuelve a sonreírle
perversamente. –Muy bien, como quieras…
Antes de que pueda darse
cuenta, Delta se mueve hacia la dragona a extrema velocidad y la golpea con
fuerza en el pecho, lo que provoca que Dine suelte la perla de entre su mano a
la vez que cae de rodillas al suelo.
La blanquecina perla continúa
rodando sobre la plataforma hasta detenerse justo antes de llegar al borde de
la plataforma, cayendo por poco al abismo. –Te advertí que no me hicieras
enojar, linda –asegura Dela con desparpajo mientras camina hacia la orilla de
la plataforma con la intención de recoger la perla.
Para cuando ella se agacha,
dispuesta a recoger la gema, Dine reacciona a esta acción conjurando y
posteriormente lanzándole con rapidez a su enemigo un luminat, el cual la dragona oscura detiene con la mano para después
absorber dicha energía valiéndose de un aura oscura que surge desde su palma. Delta
entonces prosigue recoge la perla con toda calma, a la vez que lanza una mirada
cínica a Dine, quien todavía permanece tumbada en el suelo a causa del fuerte
golpe que acaba de recibir. –Así que, con que esas tenemos, ¿eh, dragoncita?
–dice con sarcasmo Delta.
Repentinamente, con un corto y
veloz impulso, Delta salta hacia ella tomándola por cuello con una mano para
después presionarlo contra la plataforma, intentando asfixiarla con su peso.
–Te voy a decir algo –le
confiesa la dragona oscura a Dine sin asomo de remordimiento-: no seré bondadosa
contigo sólo porque tienes una cara bonita. Sin tus amigos aquí, puedo acabar
contigo fácilmente. He matado a miles de dragones blancos como tú en el pasado…
–le asegura con frialdad mientras observa a Dine luchando desesperadamente por
respirar-. …Quiero que sepas que soy tan, o incluso más fuerte que ese tonto Bélidas
que tú y tus amigos derrotaron… y planeo hacerte sufrir antes de eliminarte.
Haciendo acopio de fuerzas,
Dine realiza un acto desesperado concentrando el poder de Aqua-prist en su mano, con la que toca el vientre de Delta. Las
diminutas partículas de cristales de hielo se disipan por todo el cuerpo de la
dragona oscura con rapidez, causando que ella se vea obligada a soltarla antes
de quedar convertida en una estatua de hielo.
Dine aproveche el momento de
distracción de su oponente para lograr reincorporarse, tomando una bocanada de
aire fresco para después dirigirse a toda velocidad en un intento por recuperar
la perla, la cual todavía se encuentra peligrosamente cerca del borde de la
plataforma en la que ellas pelean.
Sin embargo, antes de que consiga su objetivo, algo llama su atención. En
el momento en el que Dine se vuelve hacia Delta, ocurre una explosión en el
lugar donde se encontraba su oponente desde donde salen desprendidos y a gran
velocidad grandes carámbanos de hielo en todas direcciones. Pronto, Dine se da
cuenta que Delta se ha librado totalmente del hielo que por poco la convierte
en una escultura helada…
-o-
En el reino Leivan, los
dragones resucitados continúan su ola de destrucción desolando gran parte de la
ciudad hasta reducirla a poco más que ruinas envueltas en llamas. Por todas
partes, se pueden ver cuerpos de soldados y huesos de dragones desperdigados
por doquier.
En medio de aquél caos, Kindolf
espera pacientemente sobre lo alto de un tejado a un dragón que en esos
momentos se lanza en picada contra él. En el último momento, el escudero da un
salto al frente que lo impulsa hacia el lomo del dragón en el momento en el que
éste se estrella sobre el tejado en el que momentos antes se encontraba,
causando que partes de la sustancia similar a la brea que lo cubre salpiquen
los escombros, dejando partes expuestas del cadáver reanimado.
Kindolf saca partido de esta
situación atacando una de las partes expuestas del hueso de las alas del dragón,
logrando cercenarlas al hacer uso de su técnica de corte de vacío, lo que le impide a la criatura remontar vuelo.
El dragón cae inmediatamente a
tierra, y Kindolf logra saltar de su lomo a tiempo para ponerse a salvo, pero
antes de que el escudero pueda reaccionar, se da cuenta, muy tarde que la
criatura se lanza enloquecida sobre él. En ese momento, Klavent aparece detrás
del dragón resucitado, rematando con un golpe certero de su espada en el
corazón petrificado de la criatura, destruyéndola al instante.
Apenas hace contacto visual
con el soldado, Kindolf lo reconoce de inmediato. –¡Muchas gracias, Klavent! ¡No
por nada te llaman el hombre más fuerte del reino!
El soldado se voltea a verlo
con una mirada indiferente. -…no sólo soy el hombre más fuerte del reino.
También soy el guardaespaldas personal del rey.
Kindolf –Es verdad… ¿Por qué
estás aquí entonces, y no con él?
Klavent –El castillo fue
atacado por esas criaturas, y mientras combatía con una de ellas, caí cuando
estaba combatiendo con una de esas cosas. Ahora estoy tratando de regresar con
mi señor, pero parece que a cada paso que doy, me encuentro con más de estos
seres del bajo mundo.
Para ese momento, Astrid
también logra darles alcance. -¡Debes tener la fuerza de diez ogros para poder
destruir a esos dragones haciendo sólo uso de su espada, señor Klavent!
Klavent – En realidad, no. La
espada que yo llevo es conocida como la espada Leivan. Es un arma muy poderosa,
capaz de penetrar incluso la piel dura de un dragón. Me la dieron para que
pudiese estar a la altura de mi cargo y proteger con ella al rey Velian, lo
cual me ha servido de mucho en esta situación...
En eso, Kindolf se deja caer
al suelo, exhausto. –¡Ojalá Doma se dé prisa con ese hechizo! –se queja-. ¡No
hemos parado de luchar contra estos dragones durante dos horas, al menos!
De pronto, se escucha un grito
cerca de allí que pone a los tres en alerta.
Klavent -¡Quédense aquí! –les
ordena a la pareja-. ¡Podría ser peligroso! –les advierte mientras se aleja de
ellos a toda velocidad en dirección del origen de aquél grito.
Contrario a lo esperado e ignorando
completamente sus advertencias, Kindolf y Astrid se dedican a seguir sus pasos
muy de cerca.
Kindolf -¡No podemos dejarle
todo el trabajo a él! ¡Andando, Astrid!
En otra parte de la ciudad,
Doma camina por entre las devastadas calles. De pronto, el dragón blanco se detiene
y toma un cristal blanco que saca de entre sus ropas, para después suspenderlo
en el aire, procurando que sus puntas queden verticalmente con respecto al
suelo. El cristal reacciona de inmediato emanando una energía pura, la cual
comienza a acumular en su interior haciendo al cristal cambiar de color. En
breve, la acumulación de energía en su interior alcanza su clímax.
Doma –Listo –asegura una vez
termina la operación-. Ese fue el último, ahora sólo resta sincronizar el resto
de los cristales, y podré activar el escudo...
Repentinamente, detrás de él
escucha el llanto de un niño. A pocos metros de ahí, Doma descubre a un pequeño
que intenta escapar de uno de los dragones, por lo que sin perder tiempo, él
interrumpe su objetivo para acudir en su ayuda.
Cuando la criatura ya está a
punto de devorar al pequeño, Doma consigue rescatarlo de las fauces de aquella
aberración antes de evaporarlo con un hechizo reminat.
La madre del niño aparece enseguida
para tratar de reunirse con su hijo sin darse cuenta de que un dragón cercano ha
capturado su atención. La mujer entonces se detiene en seco a medio camino,
paralizada de terror al darse cuenta de que la enorme criatura avanza directo
hacia ella. Sin dudarlo, Doma también acude en su ayuda formando una barrera
mágica alrededor de la mujer que logra protegerla de las brasas color púrpura
que el dragón resucitado le arroja.
Esta vez, antes de que Doma pueda
hacerse cargo del dragón personalmente, tres soldados del reino aparecen para
encargarse de ella, enterrando sus espadas dentro del corazón petrificado de la
bestia hasta que ésta deja de moverse.
–Me ha salvado la vida y la de
mi hijo –le agradece la mujer a Doma con lágrimas en los ojos.
Doma –Vaya con esos soldados,
y no se separe de ellos –le sugiere a la madre y a su hijo antes de volver a
sus propios asuntos.
A su vez, no muy lejos de
allí, una muchacha que corría por las calles para refugiarse termina sin darse
cuenta dirigiéndose hacia un grupo de dragones al dar la vuelta en una esquina,
que no tardan en fijar su atención en ella. La joven trata inmediatamente de
escapar de los imponentes animales, pero en su huida, tropieza y ca el suelo.
Uno de los dragones aprovecha esto para tratar de aplastarla con su pata, pero
Klavent consigue moverla antes de que esto suceda, salvando su vida.
Klavent -¿Te encuentras bien?
–le pregunta a la muchacha, que asiente lentamente a causa del shock.
De pronto, otro de los
dragones se abalanza sobre ellos y Klavent se ve obligado a separarse de la
muchacha para combatir al dragón. Al mismo tiempo, otro dragón resucitado intenta
atacar a la muchacha, quien deja escapar un grito desgarrador cuando ve la
enorme criatura lanzarle una llamarada.
Esta vez es Kindolf quien interviene,
logrando cortar el aliento de fuego del dragón gracias su corte de vacío mientras Astrid se encarga de lidiar con dragón. En
poco tiempo, una veintena más de dragones los rodean a los cuatro.
Astrid -¡Son demasiados!
Klavent –¡Pongan a salvo a esa
chica! ¡Yo los cubriré! –les ordena.
Al principio ellos dudan en
seguir sus instrucciones, pero al ver que no tienen otra salida, se retiran del
junto con la muchacha mientras el caballero les cubre los pasos. Antes de
alejarse mucho, Kindolf se vuelve justo a tiempo para observar al guerrero
enfrentarse a cinco dragones a la vez, por lo que en un momento de reflexión,
decide desandar sus pasos para acudir en su ayuda.
Astrid comprende de inmediato
sus intenciones y llama a su amigo repetidas veces para que regrese sin que él
le haga caso.
-¡Llévate a la muchacha a un
lugar seguro! –le grita a su colega vampiro-.¡Tengo que regresar con él! ¡No
puedo dejarlo a su suerte!
Dicho esto Kindolf vuelve
sobre sus pasos para ayudar a Klavent, quien apenas verlo de regreso lo
reprende: -¡Tonto! ¡¡Te dije que te fueras de aquí!!
Mientras corre hacia el caballero,
Kindolf presencia cómo otra oleada de dragones resucitados se acerca hacia
ellos, y a pesar de ser superado por mucho en número, Klavent es capaz de
luchar con todo ellos a la vez. Es entonces que uno de los dragones logra
golpear al caballero de Leivan con su cola, cuya punta con forma de espada y
tan afilada como una, se clava en la espalda de Klavent hasta atravesar su
pecho.
Kindolf -¡¡Klavent!! –exclama con
un grito desesperado.
-o-
Tras cruzar la ciudad a toda
velocidad, Doma llega al centro de la misma, en donde el dragón se concentra nuevamente,
haciendo resonar los seis cristales que colocó anteriormente en distintos
puntos, los cuales comienzan a emitir luz y sonido.
Doma –¡Excel lit! –proclama, ejecutando un hechizo de enormes
proporciones.
En tan sólo un instante, toda
la ciudad se ve rodeada por una barrera lumínica que desintegra al instante a
todo dragón que hasta el momento se encontraba en el perímetro. Pronto, las criaturas
del exterior, al percatarse que cualquier intento por cruzar la barrera resultaría
en su perdición, se retiran en el acto.
Los soldados, así como los
civiles estallan en virotes de alegría al ver que el reino se ha salvado. Kindolf,
por su parte se arrodilla junto al moribundo Klavent. –E… eres fuerte –le dice
el caballero al escudero-. Creo que te juzgué mal, muchacho… Algún día… serás…
un orgulloso guerrero… de Leivan.
Tras estas palabras, Klavent
cierra sus ojos para siempre.
Tiempo después, Doma, Kindolf
y Astrid guardan luto frente a un montículo de tierra fresca que ahora es la
tumba del caballero, la cual se encuentra cerca de los escombros en donde murió
Klavent.
Doma –Lamento haber tarado
tanto –se disculpa con sus amigos-. Tenían razón desde un principio… debí haber
ayudado antes a proteger este reino.
Astrid –No te culpes –le dice
ella con dulzura-. Si no fuera por ti, probablemente no habríamos sido capaces
de evitar la muerte de los habitantes de este reino..
Repentinamente el rostro de
Doma se vuelve pálido y comienza a tambalearse.
Kindolf –Doma, ¿te encuentras
bien? No pareces el mismo.
Antes de que pueda contestarle,
las piernas del sacerdote dra´gon dejan de responderle y se desploma, pero sus
amigos evitan que caiga al suelo sirviéndole de apoyo.
Doma –No es nada… es sólo… que
utilicé… casi toda la energía que poseía para crear esa barrera. De haber
empleado un poco más… me habría matado –admite, apenas consciente.
Kindolf –¡Astrid, tenemos que
llevarlo a un lugar para que pueda descansar! –apremia a su amiga.
-¡Un momento! –ordena una voz
que proviene de su derecha y antes de que alguno de ellos pueda dar un paso.
Al volver sus rostros en
aquella dirección, se encuentran nada menos que con el rey Velian, que en esos
momentos es escoltado por una orden de caballeros de élite.
Astrid –Es verdad, había
olvidado que seguimos en problemas… -dice con timidez.
Kindolf –¡Espere, su majestad!
–se apresura a excusarse-. Puede arrestarnos si quiere, pero por favor, ¡ayude
a nuestro amigo Doma primero! ¡Fue gracias a la barrera mágica que él creó que
pudo destruir a los dragones resucitados que invadieron el reino! ¡Sin él,
ninguno de nosotros estaría con vida ahora!
El rey da un paso al frente,
negando con la cabeza. –No es a arrestarlos a lo que he venido... Durante la invasión,
pude observar desde mi castillo que tú y tu amiga pelirroja lucharon
valientemente en contra de esas cosas a pesar de haber sido acusados de
traición y ser encerrados en el calabozo.
Tras escuchar sus palabras, Kindolf
baja la cabeza. –Nosotros dos realmente no hicimos mucho. Quienes realmente
merecen el crédito son Doma y Klaven… Él, sacrificó su vida para poder
salvarnos.
Velian –Lamento escuchar eso.
Klavent era un hombre de confianza, pero si de verdad salvó sus vidas, estoy
seguro que ustedes no son criminales. No se preocupen, llevaremos a su amigo al
castillo. Allí, le daremos toda la atención que necesita.
Doma –E-espere… -lo
interrumpe.- Tienen que… regresar al árbol de la vida… para cerciorarse que
Dine se encuentra con bien.
Kindolf –¡No te preocupes por
eso, Doma! ¡Astrid y yo nos haremos cargo de aquí en aldeante!
Acto seguido, la pareja se
dirige sin demora y a toda prisa con dirección al bosque.
-o-
Dine es arrojada con fuerza en
dirección a la orilla de la plataforma por Delta, quien después toma la perla
blanca del suelo con aire triunfal. –Por fin es mía... Ahora, ¡finalmente los
dragones negros volveremos a renacer como los amos de este mundo!
Dine -¡No te lo permitiré! –repone
ella, poniéndose inmediatamente de pie, lista para pelear.
Delta –Veo que todavía tienes
fuerzas para pelear, niña. ¿A caso quieres que acabe con tu penosa existencia? –pregunta,
colocando sus manos al frente en posición ofensiva–. No me digas que quieres
atacarme con un rugido de dragón. Si
lo haces, este lugar colapsará, y tu preciosa perla se perderá para siempre.
–le advierte, adivinando sus pensamientos.
Lejos de amedrentarse, Dine la
sorprende atacándola con un hechizo diferente. -¡Reminat!
Por segunda vez, Delta recibe
el ataque sobre su palma, la cual cubre con una clase de energía oscura hasta
absorber completamente el hechiso. –Veo que no comprendes que tus tontos
hechizos de magia blanca no sirven contra mí. Si bien es cierto que existe un
hechizo capaz de combatir la oscuridad, también es verdad existe un hechizo de
magia negra, capaz de anular la luz.
La afirmación de Delta deja
sin habla a Dine: -¿¡Cómo dices?!
–Qué... ¿a caso no lo sabías? –prosigue
la dragona oscura-.El mundo gira alrededor de un equilibrio natural...
Cualquier hechizo o ataque de magia blanca, puede tener su contraparte oscura.
Ahora que ya tengo lo que vine a buscar, ¡no te necesito más! –sentencia, al
tiempo que se prepara para eliminarla-. ¡Siente mis letales garras de dragón!
En ese instante, Delta
sorprende a Dine con un poderoso ataque a distancia del cual apenas ella puede
defenderse formando una barrera mágica a toda prisa al frente. Sin inmutarse,
Delta hace un segundo ataque similar, el cual termina por romper con facilidad
la barrera, arrojando a Dine fuera de la plataforma hasta que su figura se
pierde en la oscuridad del abismo.
“Dyamat… Leiyus… amigos, a pesar de mis esfuerzos les he fallado…” –piensa Dine dentro de su
mente mientras su silueta se desvanece en la oscuridad.
“Hija mía” –escucha nuevamente dentro de su mente-. “…Tienes la perseverancia de un verdadero dragón, pero tu corazón es
demasiado noble como para enfrentar a tus enemigos, es por eso que te regalaré
un nuevo poder… Uno que sólo tú podrás usar para hacer el bien”.
Cuando Delta está a punto de
marcharse del lugar con la perla, Dine regresa a la plataforma desplegando sus
alas doradas.
–¡Puede que sea muy insegura!
–le asegura ella a su rival con voz firme-- ¡Pero no soy ninguna débil! ¡¡No
dejaré que te lleves la perla!! ¡¡Pase lo que pase!!
Sus palabras no parecen
impresionar mucho a la dragona oscura. -¿Y qué piensas hacer al respecto?
–pregunta cínicamente.
Dine entonces alza su mano
derecha, emanando un aura que pronto se materializa en forma de dragón de
energía, el cual vuela alrededor de ella a gran velocidad.
Al mismo tiempo, la perla que
sostiene Delta entre su palma comienza a brillar tan intensamente, que el
resplandor la ciega, provocando que la deje caer accidentalmente, pero en lugar
de caer al suelo, la joya flota sobre el aire cargada de una energía dorada
hasta llegar por sí sola a las manos de Dine.
Delta -¡Te arrepentirás por
esto! –le advierte a la dragona blanca antes de volver al ataque- ¡¡Garra de dragón!!
Con una señal de su brazo,
Dine ordena al dragón de energía que se encuentra protegiéndola interceptar el
ataque de Delta, destruyéndolo fácilmente hasta llegar a su enemigo, al cual
embiste con una enorme fuerza que toma desprevenida a Delta, quien en un
movimiento de último momento, intenta detener al dragón de energía tomándolo
por los cuernos con sus dos manos mientras sus pies son arrastrados por el
suelo hasta que el dragón hecho de aura remonta el vuelo con ella y la impacta
contra el techo del recinto con gran violencia.
Una vez el dragón de energía
se retira de ella, Delta cae desde las alturas hasta el suelo, evidentemente
lastimada.
A pesar de sus heridas, Delta
se levanta rápidamente, incapaz de aceptar la derrota. –¡Ma-maldita…! –balbucea
con el aliento entrecortado y un gran rencor-. Esto todavía no termina… ¡¡Te
mostraré lo que puedo hacer con mi verdadera forma!! –la amenaza para
inmediatamente extraer cada partícula de energía que le resta a su cuerpo hasta
rodearse completamente de un aura oscura que la abrasa como capullo.
Presintiendo que algo terrible
está a punto de ocurrir, Dine da un paso atrás, insegura de su debe escapar del
lugar o continuar peleando, pero antes de que pueda decidirse, repentinamente,
el aura oscura de Delta se dispersa para sorpresa de ambas.
-¿Qué…? ¡Qué sucede! ¡¡Por qué
no puedo transformarme!! –grita Delta perpleja.
No es sino hasta ese momento
que Delta repara más detenidamente en aquél dragón que vuela cerca de Dine-:
Ese dragón… no sólo es su energía… -reflexiona-. ¡Es también el aura de Dyamat
la que la protege…!
Dine -¡Así es! A pesar de
haber muerto hace mucho, ¡nuestro rey continúa luchando por nosotros!
Delta solo atina a hacer una
muesca de rabia -Tienes mucha suerte, niña, ¡pero nos volveremos a ver en otra
ocasión, y entonces, te haré sufrir como nunca! –la amenaza antes de salir
volando a toda velocidad del lugar.
Poco después, Dine logra
regresar a la superficie a través de la entrada que había abierto Doma, en
donde ya la esperan sus amigos Kindolf y Astrid, recibiéndola con una sonrisa. Dine
entonces les muestra la perla a sus amigos.
Poco tiempo después, los tres
se reúnen con el rey a las puertas del reino, quien les agradece por su ayuda.
Velian –En verdad lamento que
los hayamos tratado tan mal en un principio. No sabíamos que ustedes peleaban
al lado de los dragones blancos. En el reino Leivan, tenemos en muy alta estima
a Dyamat, quien sacrificó su vida para evitar que este mundo cayera en manos de
los demonios y los dragones negros. Hoy, ustedes han demostrado un valor y
nobleza inigualable para con nuestra gente.
Astrid –No fue nada. Es bueno
saber que finalmente pudimos entendernos.
En eso, el rey desvía su
atención hacia Kindolf. –…en especial, le debo una disculpa a usted, joven caballero.
El elogio lo toma desprevenido
a Kindolf, quien no sabe cómo reaccionar. –¡Eh… no fue nada!–asegura,
sonrojado.
Dine –No quisiera parecer
grosera, pero no podemos quedarnos más tiempo. Tenemos mucha prisa por partir
de regreso a la ciudad de Leria –se disculpa con el rey la dragona-. Verá, la
resurrección de Dyamat necesita que le entreguemos la perla blanca que
conseguimos en el árbol de la vida cuanto antes.
Velian –Antes de que se vayan,
si me lo permiten, me gustaría nombrar a su amigo Kindolf como caballero
honorario del reino de Leivan.
Kindolf -¡Habla en serio, su
majestad! –exclama sin poder salir de su entusiasmo.
Velian –No sólo eso –le responde,
al tiempo que hace que uno de sus caballeros se acerque portando un cofre que
contiene la espada del mismo Klavent.
Kindolf se hinca
inmediatamente ante el rey, de modo que pueda recibir el toque de la espada por
parte del soberano sobre su hombro, otorgándole así el título oficial de
caballero. –Joven caballero, acepte esta espada, conocida como la legendaria
espada Leivan; el mayor tesoro de nuestro reino, y úsela en sus viajes para traer
de nuevo la justicia a este mundo.
El recién nombrado caballero
no duda en tomar la espada de Klavent entre manos sin caber en sí de alegría
tras habérsele sido confiada semejante arma. –Es… ¡¿De verdad es la espada Leivan
la que sostengo!?
Velian –En efecto, muchacho.
Esta espada es considerada un arma legendaria. Ha pertenecido a nuestra gente
desde el tiempo de los fundadores que crearon el reino de Leivan, y se dice que
posee poderes extraordinarios. ¡Es una de las pocas armas que existen capaz de
cortar la piel de un dragón como si fuese mantequilla!
Kindolf –Entonces… ¿la espada
ahora me pertenece? –inquiere con cautela.
El rey entonces suelta una
risotada. –¡Por supuesto que no! Como caballero honorario del reino, es tu
deber acompañar a tus amigos dragones y luchar junto a ellos para acabar con la
amenaza de Volgia. Una vez sea derrotado, y si todavía continúas con vida, deberás
regresar la espada al reino.
Kindolf –Sabía que era
demasiado bueno para ser verdad –se queja con expresión de enfado, mientras
guarda la espada en la funda que lleva a sus espaldas.
Velian –He escuchado que el
lugar al que van es la ciudad de Leria, ¿verdad? Me he tomado la libertad de
preparar una caravana lista para que ustedes puedan llegar a su destino lo más
rápido posible.
Astrid -¡En serio! ¡No
tendremos que caminar! –agrega aliviada.
Kindolf –Un momento… ¿Qué pasó
con Doma?
Velian –Su amigo dragón se
encuentra descansando en estos momentos en mi castillo. El haber creado aquella
poderosa barrera de luz que protegió al reino de esos dragones negros lo dejó
exhausto. Pero descuiden, él me dijo que su amigo se reuniría con ustedes en
cuanto recobre las fuerzas.
Dine –Entonces no perdamos más
tiempo. ¡Regresemos con Leiyus y consigamos la última perla!
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