Alas de muerte
Leiyus, que había
decidido enfrentar sólo a Argol, el demonio, se encontraba en una situación
difícil hasta que Doma y Dine lograron llegar a su rescate, salvándole la vida.
Pero incluso con su presencia, su enemigo demostró ser un oponente formidable,
por lo que la única opción viable parece ser liberar una vez más los poderes de
dragón que duermen dentro de Leiyus a pesar de las consecuencias y peligros que
esto conlleva para él y sus amigos…
La batalla entre Leiyus y
Argol se intensifica a cada momento mientras el resto de sus amigos observan el
encuentro a prudente distancia. A pesar de sus enormes esfuerzos, Leiyus es
incapaz de igualar en velocidad y fuerza los movimientos de Argol, quien
aprovecha para tomarlo desprevenido y patearlo salvajemente una y otra vez hasta
rematarlo con un golpe en el rostro, que lo lanza con fuerza en dirección a sus
amigos..
Luego de aquél castigo, Leiyus
logra ponerse trabajosamente de pie, tratando de acumular fuerzas para resistir
el combate desigual.
Dine -¡Leiyus! –exclama
preocupada al darse cuenta de su estado.
El héroe entonces se
vuelve hacia sus amigos y con sangre en la boca les pide: –¡Salven… salven a
Kindolf y a Astrid…! ¡Después, huyan de aquí!
Acto seguido, Leiyus intenta
regresar al campo de batalla, pero antes de que pueda lorarlo, Dine lo sujeta
de la mano. -¡Espera! No puedes pelear con él ahora.
Leiyus -¡Claro que sí!
–insiste este, tratando de soltarse.
Dine -¡Hay algo que no
sabes! ¡Laurel y yo sellamos de nuevo tus poderes como precaución después de tu
batalla con Bélidas! ¡Esta vez no podrás romper el sello por tu cuenta!
Leiyus -¿¡Qué!?
–reacciona sorprendido tras escucharla.
En ese momento, Argol
arremete contra ellos, pero Doma interviene antes de que pueda lastimarlos
formando a toda velocidad una barrera protectora que el demonio de inmediato intenta
destruir con sus garras.
Dine –Durante la última
batalla… –continúa ella explicándole mientras la barrera los protege
temporalmente -, tuvimos que sellar tus poderes para que pudieras recobrar tu
forma humana. Tú solo no podrás romper el hechizo… ¡Sólo un descendiente de la
familia real puede hacerlo! Lo lamento, pero como desapareciste a la mañana
siguiente, no pudimos decírtelo.
Leiyus reflexiona sobre
sus palabras por un segundo. -Dine, quiero que rompas el hechizo por mí.
Dine -¿¡Acaso no lo
entiendes?! Si liberamos tus poderes ahora, perderás el control de ti mismo completamente,
y puede que esta vez no podamos regresarte a la normalidad.
Doma –¡Dense prisa! –los
apresura con la frente perlada de sudor, tratando de mantener la barrera que
los protege activa- ¡…no sé durante cuánto tiempo pueda detenerlo!
Leiyus –Dine… -continúa
el, mirándola a los ojos-. Tienes que salvar a nuestros amigos. Después,
ustedes deben abandonarme en este lugar para que yo pueda acabar con Argol. ¡Ahora,
rompe el sello, por favor!
Al verse comprometida y en
una situación tan crítica, Dine finalmente accede a sus deseos: -…está bien.
La dragona no pierde
tiempo y retira la marca de la frente de Leiyus apenas momentos antes de que la
barrera ceda a los constantes ataques del demonio, quien está a punto de
destrozarlos con sus garras, pero antes de que eso ocurra, Leiyus logra
detenerlas con las manos desnudas. Sólo unas cuantas gotas de sangre brotan de
las palmas del guerrero. Sorprendido por aquella proeza, Argol intenta retirar
sus garras, pero Leiyus no se lo permite. De repente, el guerrero le lanza un
puñetazo al vientre tan tremendo que lo deja sin aliento, luego lo jala hacia
él para golpearlo en el rostro con fuerza.
Para cuando Leiyus
muestra el rostro, puede apreciarse la cicatriz debajo de su ojo derecho y esa
mirada fría que lo caracterizan cuando absorbe la energía de dragón.
Doma –¡Esta es nuestra
oportunidad! –señala-. ¡Mientras están distraídos debemos liberar a sus amigos!
A pesar de haber recibido
semejante golpe, Argol se pone de pie inmediatamente con un salto. –Puedo ver
que te finalmente te has decidido a pelear en serio –agrega, limpiándose restos
de sangre de su boca.
Acto seguido y con un
rápido movimiento, Leiyus se impulsa hacia Argol, quien lo espera moviendo sus
garras hacia él, pero éstas sólo cortan el aire. La rodilla de Leiyus se
encuentra contra las costillas del demonio, quien retrocede tras el impacto,
entonces Leiyus comienza a golpear incesantemente a su rival con una lluvia de
puñetazos a la cabeza sin dar oportunidad a su adversario defenderse del
salvaje castigo.
Entre tanto, Dine y Doma
logran auxiliar a sus amigos, quienes previamente habían sido liberados por
Doma, pero continúan inconscientes. -¿Cómo están? –pregunta Dine, consternada
al ver el estado de sus amigos.
De inmediato, Doma revisa
el pulso de ambos. –Descuida, tienen algunos rasguños, pero sólo han perdido el
conocimiento. Quiero que te encargues de curarlos, después vete con ellos de
aquí.
Dine –Pero, ¿qué piensas
hacer, Doma?
Doma –No podemos dejar
que Leiyus enfrente solo a Argol. Podría necesitar ayuda... Me quedaré con él.
A su vez y a pesar de
encontrarse lastimado, Argol tiene ánimos de alzar la mirada para encontrarse
con la de Leiyus antes de sonríe, entonces el demonio mueve sus garras
rápidamente, intentando sorprender a Leiyus con un ataque relámpago, pero el
guerrero lo detiene tomando su muñeca con la mano, entonces prosigue a patearle
tan fuerte la cabeza, que el cuello del demonio se quiebra antes de que éste lo
suelte y el cuerpo inerte de su enemigo.
Sorprendentemente y
pasados unos segundos, Argol se pone nuevamente de pie todavía con el cuello
roto, por lo que hace uso de su mano pequeña para reacomodarla, consiguiendo
que sus vértebras embonen correctamente. Mientras hace aquella maniobra, el
demonio no para de reír entre dientes hasta que rápidamente su risa se
transforma en una escandalosa carcajada.
–¡Es la primera vez en
mucho, mucho tiempo, que alguien logra herirme de esta manera! ¿Qué dices si
agregamos un poco más de emoción a nuestro juego…? Apuesto a que te mueres por
saber qué tipo de poder contiene la perla que poseo. No suelo utilizarla mucho,
pero ya que estoy en una situación como esta, te mostraré de lo que es capaz
–le advierte a Leiyus a la vez que sostiene la perla al frente.
El demonio entonces alza
sus dos puños al frente y arquea la espalda al frente… Detrás de él, comienzan
a emerger dos estructuras conformadas de hueso, que pronto son cubiertas por
piel dorada hasta formar un par de alas que brillan como el oro mismo. Al mismo
tiempo, una tremenda cantidad de energía se reúne alrededor del demonio, lo que
provoca que fuertes corrientes de viento se arremolinen a su alrededor.
Argol deja escapar un
grito de furia conforme las corrientes de aire alrededor suyo se convierten en
un vendaval, y una vez que el viento se detiene, el demonio finalmente retrae
sus imponentes nuevas alas.
–Estas son tus alas…
–asevera Argol a Leiyus-. Las alas que te fueron robadas cuando fuiste
asesinado por mí y el resto de esos sujetos –continúa sin dejar de lanzarle una
mirada arrogante y cínica. Entonces el demonio procede a colocar la perla
dorada entre sus dientes para después tragársela-. Si quieres recuperar la
perla, tendrás que matarme primero, rey de los dragones.
Leiyus permanece inmóvil
y sin reaccionar a sus palabras, manteniendo en todo momento aquella mirada
penetrante y fría.
Apenas se da cuenta de la
mirada inexpresiva de Leiyus, Doma de inmediato se preocupa. –Tengo un mal
presentimiento sobre esto… -asevera para sí.
Sin perder tiempo, Leiyus
retoma el combate corriendo directamente hacia Argol, que con un veloz
movimiento de sus alas genera lo que parecen ser dos ataques similares al corte
de vacío de Kindolf dirigidos hacia él. Al darse cuenta de los proyectiles
Leiyus logra moverse antes de que los ataques lo alcancen, pero apenas regresa
la mirada hacia su enemigo, el guerrero se sorprende al ver que éste parece
haberse esfumado. Repentinamente y sin que se dé cuenta a tiempo, detrás de él
reaparece el demonio, logrando atraparlo por el cuello con su antebrazo
instantes antes de alzar el vuelo junto con él.
Ya en el aire, Leiyus
trata inútilmente de librarse de su enemigo sin darse cuenta que, al alcanzar
cierta altura, Argol da un giro de ciento ochenta grados para comenzar a caer
en picada, asegurándose de alinear sus cabezas con el suelo mientras comienzan
a descender precipitadamente. Desde el castillo, Dine y Doma observan cómo a
pocos segundos de estrellarse Argol suelta a Leiyus con la intención de hacer
que se estrelle con enorme fuerza, pero para sorpresa de todos, el guerrero se
las arregla para girar en el aire y en el último momento, ser capaz de
aterrizar con los pies y manos, generando un cráter en el suelo con su caída.
Leiyus entonces se pone
de pie, sin haber recibido daño aparente y tomando impulso, da un gran salto
enorme para poder llegar a Argol, que todavía se encuentra volando en el aire.
Argol apenas consigue
esquivar a Leiyus, quien pronto cae de nuevo a tierra. –Vaya –exclama Argol
ante aquella situación-, estoy impresionado que no sólo hayas sobrevivido a ese
impacto, sino que lo hayas hecho sin sufrir daño alguno. Pero ahora que he
liberado el poder de tus alas de dragón, no podrás tocarme.
Acto seguido y agitando
rápidamente sus alas Agol genera más cortes de vacío con los que ataca a
Leiyus desde el cielo, quien no puede hacer otra cosa más que evadirlos debido
a que su enemigo se encuentra demasiado lejos de él. A diferencia de los cortes
de vacío de Kindolf, las versiones de Argol provocan ondas expansivas que,
apenas tocan cualquier superficie, provocan daños en la estructura cual si fuesen
explosiones.
Leiyus entonces decide arriesgarse
dando saltos al cielo con todas sus fuerzas en un intento por llegar hasta
Argol, quien tras darse cuenta de lo que intenta, lo recibe arrojándole
poderosas ráfagas de viento que lo mandan de regreso al suelo.
Doma y Dine, que hasta
entonces estaban cuidando de sus dos amigos, observan con angustia la difícil
situación en la que Leiyus se encuentra en desventaja. –Esto no va bien –repone
Doma-. Con Argol en el aire, Leiyus no tiene posibilidades de contraatacar.
De pronto, Leiyus sorprende
a Argol después toma con la mano algo detrás suyo y se lo arroja a gran
velocidad, el cual se clava inmediatamente en su pecho, muy cerca de la
coyuntura con el hombro.
Al bajar la vista, el
demonio se encuentra con que dicho objeto se trata de la espada de Leiyus, la
cual ha arrojado con tal fuerza, que a pesar de la altura y su gran velocidad
el demonio no ha sido capaz de esquivarla.
Asombrosamente y como si
fuese incapaz de percibir dolor alguno, Argol procede a retirar la espada de su
herida con su mano pequeña, provocando que un chorro de sangre escape de la
zona afectada.
-¿Eso es lo mejor que
tienes? –pregunta desafiante al guerrero que lo mira desde el suelo cono ojos
fieros-. Para haberme arrojado tu espada, debes de estar al borde de la
desesperación –asegura éste, reanudando su ataque de proyectiles desde las
alturas.
Esta vez, en vez de
evitar los ataques del demonio, Leiyus permanece en el mismo lugar, permitiendo
que todos los proyectiles impacten sobre él ante la mirada atónita y
horrorizada de sus colegas.
Dine –¡Pero, ¿qué está
haciendo!?
Doma –No lo sé, pero creo
que Leiyus tiene algo en mente…
En el último momento
antes de ser impactado por los cortes, Leiyus coloca las manos al frente y ataca
al demonio con un poderoso rugido de dragón del cual Argol apenas logra
escapar. La ráfaga de energía provocada por su poder es tan fuerte, que quema
parte de su piel del costado de Argol hasta ennegrecerla. Debido a esto, el
demonio deja de atacarle.
En ese instante Doma comprende
el plan de Leiyus. –¡Ahora lo entiendo! Leiyus no le lanzó la espada para
atacarlo. ¡Estaba probando la capacidad de maniobra de Argol en el aire!
Dine -¿Cómo que lo estaba
probando, Doma?
Doma – En el momento en
el que Leiyus le lanzó la espada, fue para probar la percepción de profundidad
de su enemigo... Leiyus debió darse cuenta durante el transcurso de la batalla
que Argol, al disponer solamente de un solo ojo, tendría problemas para
calcular la posición exacta de sus rivales a grandes distancias. ¡Es por eso
que Argol no pudo esquivar la espada en primer lugar! Entonces esperó el
momento justo para lanzarle un ataque que él sabía su enemigo no podría evitar
del todo.
Argol, que en esos
momentos se encontraba escuchando la conversación, se echa a reír. –Admito que
no me había divertido tanto en mucho tiempo, y ahora que han descubierto mi
punto débil –amenaza juntando de nuevo sus garras hasta formar con ella un arma
afilada -, no tendré contemplaciones con ustedes.
En menos de un parpadeo,
Argol se mueve a una velocidad tal que desaparece de la vista de todos.
Momentos después, Leiyus logra percibir el
silbido del viento a sus espaldas, lográndose apartar a tiempo de la
trayectoria de Argol, que en ese momento intentaba atravesarlo por detrás con
su arma. Sin perder tiempo y a una velocidad vertiginosa, Argol vuelve a acometer
contra Leiyus desde varios ángulos, consiguiendo confundir a su rival.
Dine -¡Está usando la
velocidad extrema que le proporcionan sus alas de dragón para atacar a Leiyus! ¡Si
esto continúa así, terminará por darle un golpe fatal sin que él pueda
defenderse!
Doma –Eso se debe a que
Leiyus no puede ponerse a la par con su enemigo en velocidad… ¡Para poder
derrotarlo, necesita un par de alas…! ¡Dine, tenemos que enviar nuestra aura de
dragón a Leiyus! Sólo de esa manera podrá hacerle frente a Argol.
Dine –¡Bromeas! Si le
enviamos nuestra energía a Leiyus ahora, existe la posibilidad que su conciencia
se pierda para siempre! ¡Ahora mismo, su alma humana se encuentra está en un
estado muy delicado, si empujamos más sus instintos de dragón, puede que Leiyus…!
Doma –¡Comprendo muy bien
los riesgos, Dine! –la ataja- ¡Pero comprende que no tenemos otra salida! Si
dejamos que Argol le gane, lo más probable es que él nos asesine a todos. ¡Sabes
muy bien que ninguno de nosotros es rival para él!
Dine –¡Pero…!
Doma –¡Créeme cuando te
digo que conozco una forma para que regrese a como era antes! ¡Si salimos de
esta vivos, te prometo regresar a Leiyus a la normalidad! ¡¡Tienes que confiar
en mí, por favor!!
A pesar encontrarse
dudosa, Dine termina por acceder, por lo que ambos dragones combinan sus auras
de dragón antes de enviárselas como un solo ente de dragón de luz hacia Leiyus.
Al mismo tiempo, y con el
cuerpo ya repleto por múltiples heridas causadas por las garras del demonio,
Leiyus apenas y puede mantenerse en pie ante el despiadado ataque de Argol,
quien lo remata embistiéndolo con fuerza. De repente, el cielo se ennegrece.
Leiyus, que ahora yace tendido en el suelo observa cómo lo que a primera vista
parece un relámpago dorado está a punto de caerle encima.
Conforme el trueno desciende
a la velocidad de la luz, él logra distinguir la forma de un dragón, el cual se
introduce de inmediato en su pecho instantes después. Al instante, una intensa
aura dorada recorre su cuerpo, devolviéndole las energías a la vez que de su
espalda emergen dos alas doradas iguales a las de Argol, a quien hace frente de
nuevo lanzando un grito de furia.
Argol, observa desde los
cielos la escena y los ojos del guerrero, ahora de color rojo brillante
clavarse sobre él, y antes de que pueda reaccionar, su rival salta al aire
consiguiendo llegar hasta él en una fracción de segundo golpeando su cabeza con
una fuerza impresionante para después ser rematarlo con un golpe en el vientre y
propinarle una patada en la espalda que manda al demonio a estrellarse
violentamente contra el suelo, destruyendo parte del castillo tras el impacto…
-o-
En otra parte, muy lejos
de allí, en el interior del templo del cielo se encuentra Volgia, quien en ese
momento tiene audiencia con un ser incorpóreo, con el cual se comunica desde el
interior de una sala, a través de una fuente llena de una sustancia desconocida
de color marrón, y de apariencia viscosa que parece moverse por sí misma, como
si aquél líquido tuviese vida propia. Debajo del dragón negro, se puede ver
brillar una estrella de cuatro puntas, misma que emite una fuerza desconocida
sobre todo el lugar.
Volgia entonces se acerca
al recipiente que contiene la sustancia viscosa y comienza a hablarle a ésta:
–El tiempo ha llegado… ¡El
contrato entre demonios y dragones negros debe consumarse, pero para ello,
necesito más poder del que anteriormente pedí, oh, gran señor de las tinieblas…!
¡¡Poderosa muerte oscura, necesito de tus favores, ahora!! –invoca éste a voz
en cuello.
Una extraña voz le
responde al instante a través de aquél líquido, el cual se agita con mayor
vigor mientras se comunica con el dragón.
“Volgia… hasta ahora has cumplido bien con tu parte,
pero aún quedan obstáculos por derribar… Primero, si quieres que te otorguemos
nuestros favores incondicionalmente, primero debes detener que la resurrección
de Dyamat reencarne a cualquier precio…”
Tras escuchar le, de la frente de Volgia se desliza una gota de
sudor frío, producto de la tensión que el dragón negro es objeto en esos
momento: –Estoy consciente de ello -le responde a la voz-, pero el general de
mis tropas recientemente ha sido vencido, y como consecuencia, el ejército que
preparaba para la invasión del mundo no ha sido completado todavía. Allá afuera
existen un sinnúmero de civilizaciones que representan una amenaza para
nuestros planes, y Dyamat es sólo uno de muchos enemigos a vencer…
La sustancia se agita de
nuevo, y de ella se forma un rostro humanoide, pero grotesco, el cual le habla:
-¿Qué es lo que quieres
de mí, Volgia?
Volgia –.Necesito el
poder de un ejército oscuro. ¡Uno con el que sea capaz de tomar la tierra
entera! Tú, que eres el guardián de la puerta al otro mundo, eres el único
capaz de brindarme semejante petición.
Después de unos momentos
de silencio, el rostro finalmente le responde: -De acuerdo… cederé a tu
demanda, pero debes saber, que mis poderes no se han recuperado por completo
después de la última era... Tendrás que esperar un poco más. Por el momento, te
daré sólo una prueba de lo que serás capaz de hacer bajo nuestro manto de
oscuridad…
De pronto, de entre la
sustancia emerge un gran mazo, el cual Volgia toma enseguida entre sus manos
mientras la voz continúa:
-Con este artefacto
impuro, serás capaz de llamar a la batalla una vez más a tus guerreros caídos… Ante
ti, los huesos viejos se levantarán, y formarán una legión de dragones
inmortales que azotarán este mundo como la peor peste…
–Le prometo que no
fallaré –asegura Volgia a la entidad oscura con una reverencia, sin dejar de
sostener con una sonrisa de satisfacción el diabólico mazo.
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