El regreso de Doma
Sin tener idea que sus amigos
le seguían la pista, Leiyus se adentró solo en las tierras malditas de Vendoor,
en donde fue recibido por muertos vivientes y seres del bajo mundo que se
encuentran bajo las órdenes de un ser misterioso, el cual no sólo posee la
cuarta perla dorada, sino que ha hecho prisioneros a dos de sus amigos.
Leiyus mantiene los ojos
fijos, observando en silencio al ser que permanece lejos de la luz, y en esos
momentos le da la espalda, encorvándose hacia delante. Repentinamente, la criatura
se levanta para volverse hacia él, revelando una cabeza deforme e inusualmente
grande. Todo su cuerpo parece aguardar una marcada asimetría. De su lado
derecho, sólo se percibe un pequeño ojo cerrado y cicatrizado, mientras que de
su lado izquierdo, su brazo es tan alargado y su mano tan grande, que casi rosa
al suelo a pesar de encontrarse de pie.
-¿Quién eres tú? –le pregunta
Leiyus a la criatura, que para entonces le ha vuelto a dar la espalda para
continuar trabajando en la estatua del demonio-. ¡¡Contesta!! –exige el
guerrero tras unos segundos de no recibir respuesta.
Esta vez, el ser se vuelve
completamente hacia él para salir a la luz, desde donde Leiyus puede apreciar
claramente feas cicatrices que aquella criatura exhibe por todo el cuerpo, así
como la boca descarnada y sin labios que muestra solamente una hilera de
colmillos. A pesar de su aspecto, el ser es capaz de pronunciar de manera
natural las palabras que articula.
-¿Sabes? –le dice éste de
pronto-. …hace mucho tiempo que no he tenido visitas como ustedes. –dice a la
vez que chasquea los dedos. En ese instante, detrás de la criatura se alzan los
pilares que mantienen cautivos a sus amigos por sobre sus cabezas-. Ellos deben
ser tus amigos... Quise jugar con ellos un rato, pero como puedes darte cuenta,
no son muy buenos en estos juegos.
Leiyus –¡Astrid, Kindolf! ¡¡Qué
les has hecho!! –dice, pudiendo apenas contener su furia.
-Descuida, por ahora están con
vida. Sólo están un poco cansados después de que mis creaciones se divirtieron
con ellos un poco. Pensaba matarlos para hacerlos mis esclabos, pero entonces
se me ocurrió que podrían servirnos para nuestro próximo juego entre tú y yo.
Leiyus da un paso al frente,
furioso. –Maldito, ¡cómo te atreves! ¡¡En dónde está Dine!!
-¿Quieres decir que tienes más
amigos? –le pregunta el ser deforme con sorpresa-. Descuida, yo no me
preocuparía por ellos… Si ninguna de mis creaciones los trajo ante mí, es
porque ya deben haber muerto congelados en las montañas. En ese caso, mis
poderes combinados con los de la perla se encargarán de pudrir sus almas para
que con el tiempo, se conviertan en mis juguetes.
Leiyus –¡Esas son puras
mentiras! Si no piensas decírmelo por las buenas, ¡te haré hablar por las
malas! –lo amenaza antes de entrar en acción.
Cuando Leiyus se decide a
tomar la ofensiva, el ser de pronto desaparece de su vista antes de reaparecer
una fracción de segundo después frente a él. En ese momento, un terrible dolor
recorre todo el cuerpo del guerrero desde el abdomen. Al bajar la mirada,
Leiyus se da cuenta que el demonio le ha conectado un puñetazo con su mano
pequeña sobre el vientre con tal rapidez, que por un instante ni siquiera lo
percibió.
El demonio entonces lo lanza lejos
de sí con fuerza con una patada hasta hacerlo caer pesadamente al suelo. Leiyus
se levanta dificultosamente después de recibir tan tremendo golpe. “¿Co-como pudo golpearme?” –se pregunta,
impresionado por la agilidad su oponente-. “¡Ni
siquiera lo vi moverse!”
-Pero qué descortés de mi
parte… –se disculpa inesperadamente el demonio con él, haciendo un gesto de
preocupación- Todavía no me he presentado contigo.... Soy Argol, el demonio…
Al ver que Leiyus se mantiene
en silencio, él continúa: -Me enteré que aceptaste jugar con Hella y Bélidas
anteriormente… Creí que tendrías más
energía para jugar conmigo también, pero ahora veo que eres más frágil de lo
que esperaba.
Tras escuchar sus palabras,
Leiyus se da cuenta de lo grave de su situación: “Tengo que pensar… Mi fuerza sola no es suficiente para enfrentarlo,
además, su velocidad supera a la mía por mucho. Si tan solo hubiese una forma
de tomarlo por sorpresa… ¡Claro! Si uso la habilidad de intangibilidad que tomé
de Hella, quizás pueda acercarme a él lo suficiente para atacarlo directamente…”
Instantes después Leiyus, se
desvanece en el aire. Argol permanece en silencio e impasible durante unos
segundos hasta que éste lanza un revés al aire en el codo. En ese momento se
escucha un sonido seco cuando éste impacta sobre Leiyus, quien reaparece detrás
de Argol con el codo del demonio hundido en su vientre. Herido, el héroe
retrocede un par de pasos escupiendo sangre por la boca.
Argol entonces camina hacia él
lentamente, pero antes de que esté demasiado cerca, Leiyus extiende las manos
hacia adelante antes de liberar un rugido
de dragon directo sobre el rostro del demonio.
Por unos instantes el
resplandor del ataque le impide ver a su adversario: “Lo… ¡lo logré!” –se felicita Leiyus-. “¡A esa distancia, habría sido imposible que haya esquivado un ataque
como ese sin importar lo rápido que sea!”.
Casi de inmediato, su sonrisa
se esfuma cuando ve reaparecer a Argol frente a sus ojos sin ningún rasguño. –Ese
era un ataque que sólo usan los dragones, ¿verdad? –pregunta con toda calma el
demonio-. No es tan impresionante como pensé… Ahora que ya he visto uno de tus
trucos, ¿por qué no te muestro uno de los nuestros? Uno el cual sólo podemos
hacer nosotros los seres de la oscuridad… Io
Al instante, Leiyus escucha una
especie de silbido a su alrededor momentos antes de que una explosión de luces
cubra toda su visión periférica conforme la frecuencia de aquél sonido se eleva
hasta volverse insoportable. Su cuerpo es entonces es acribillado salvajemente
por cientos de pequeñas explosiones que detonan en todas partes en tan sólo un
segundo, sólo para ser arrojado lejos por la explosión final.
Con las ropas rasgadas y muy
lastimado, Leiyus se queda tenido en el suelo unos momentos a causa del dolor
que experimenta. “¿C-cómo puede ser tan
fuerte?” –se pregunta éste-. “Él es
muy diferente a los enemigos que me he enfrentado anteriormente… A pesar de
haber recibido el rugido de dragón directamente, no le hice ningún daño. Es
inútil… el combate apenas ha empezado, y ya estoy al límite de mis fuerzas…”
Argol se acerca de nuevo a
Leiyus moviéndose muy lentamente. –Anda, levántate –lo anima el demonio con el
mismo tono monótono de su voz-. Quiero jugar un poco más contigo. ¿No me digas
que piensas quedarte allí acostado?
De pronto y sin ningún aviso,
Argol alza su pie y pisotea el antebrazo de Leiyus tan fuerte, que rompe la
piedra debajo de éste. Leiyus deja escapar un grito de agonía al sentir sus
huesos resquebrajarse. Argol entonces se agacha y le susurra al oído:
-¿No es deliciosa la sensación
de intenso dolor? Te hace sentir… vivo. Quiero que sepas, que no te daré una
muerte fácil. Voy a disfrutar cada momento de tu lucha, hasta que no quede
voluntad en ti para seguir. Ahora, levántate y pelea...
De la boca de Leiyus sólo sale
un alarido apagado.
Al no recibir respuesta, Argol
se endereza. –Bien, si no quieres hacerlo por ti, quizás lo hagas por tus
amigos. –asevera el demonio mientras camina en dirección los pilares en los que
se encuentran cautivos los amigos de Leiyus.
Leiyus -¡Déjalos en paz! –lo
amenaza, todavía tendido en el suelo.
Sin hacer caso a sus súplicas,
Argol continúa su camino hasta que Leiyus por fin consigue levantarse
dificultosamente. Argol entonces gira el cuello para mirarlo a los ojos
dibujando una sonrisa de satisfacción. –Bien, sigamos jugando…
Con mano sana, Leiyus convoca
el poder de la luz en su palma.
Argol –Así está mucho mejor…
Piensas usar Luminat contra mí, ¿no
es así? Ese hechizo puede causarme algún grado de daño sin importar qué tan
fuerte pueda ser… te propongo algo: Voy a atacarte, pero si logras dañarme con
tu hechizo, liberaré a tus amigos.
Con la mano temblorosa, Leiyus
enfoca lo que queda de sus energías en su hechizo. –Acabaré contigo, ¡o moriré
en el intento! –le promete al demonio.
En respuesta, Argol junta las
largas garras de su mano derecha hasta formar con ellas una especie de espada
antes de lanzarse a una velocidad vertiginosa contar Leiyus. El guerrero se
prepara para recibir al demonio, y cuando éste se encuentra a una distancia muy
corta, finalmente libera el hechizo sobre él con todas sus fuerzas. -¡¡Reminat!!
En ese momento, Argol cambia
bruscamente su trayectoria haciendo un salto en el aire antes de aterrizar a
espaldas del sorprendido Leiyus en menos de un parpadeo, quien trata de
volverse velozmente hacia su enemigo en el momento en el que éste le infringe
un corte vertical con su arma, consiguiéndole abrir una herida desde el hombro
hasta su costado. La fuerza del ataque que recibe resulta tan tremendo, que Leiyus
sale expelido por los aires un par de
metros hasta caer de nuevo sobre el piso, gravemente herido.
Tras lamer un poco de la
sangre que ha quedado entre sus garras, Argol las retrae de nuevo al ver que su
rival es incapaz de levantarse. –Hay algo que no entiendo –dice el demonio-.
¿Cómo es que Volgia tenía miedo de ti? Él ha puesto un alto precio por tu
cabeza, ¿sabes? Me pregunto, ¿qué debería hacer contigo…?
Incapaz de moverse o de
siquiera hablar en su estado actual, Leiyus permanece tendido boca abajo sobre
el suelo, sintiéndose por primera vez incapaz de hacer algo ante un enemigo.
Argol –…se supone debería
entregarte a Volgia, pero, tú sabes... No siempre se tiene al rey de los
dragones bajo tus pies… En realidad, yo no sigo las órdenes de ese dragón como a
los otros sujetos con los que te has enfrentado… Yo sólo rindo cuentas a la
voluntad de mi creador: la muerte oscura. Me pregunto, ¿cómo
me recompensaría mí señor por entregarle el alma de Dyamat para que él la
devore…? o tal vez, sólo deba conservarte como uno de mis juguetes... Sólo imagina,
con los poderes que posees, quizás podría restaurar mi gloriosa forma original,
incluso hasta podría recuperar mí tercer cuerno….
Sin previo aviso, y en una
especie de frenesí violento, Argol usa sus garras de nuevo para comenzar a
rasguñar con saña la espalda de Leiyus, y que ya no puede defenderse de sus
ataques.
Los gritos de agonía del
guerrero se escuchan por todo el castillo con cada herida que le infringe hasta
que de pronto, el demonio se detiene abruptamente para reflexionar. –Sí… creo
que me quedaré contigo. Tu alma será mía para siempre... Formarás parte de mi
legión de muertos resucitados. Con tus poderes, podría incluso tomar el lugar
de ese tonto dragón de Voglia como gobernante de este mundo.
Habiendo alzado su mano
pequeña en el aire, Argol se prepara para darle el golpe final con un hechizo
de fuego, pero antes de conseguirlo, una ráfaga pasa sobre su mano, cercenando
sus dedos anular y meñique instantáneamente. Contrario a lo esperado, el
demonio no reacciona con una muesca de dolor, sino que tranquilamente observa
sus dedos mutilados antes de lamer su propia sangre de las heridas. Es entonces
que exhala tranquilamente mientras cierra su único ojo funcional. -¡Ahhh! Este dolor es delicioso, –afirma, en
aparente éxtasis.
Detrás de él, aparecen dos
seres, quienes inmediatamente atacan al demonio con múltiples hechizos Luminats, que él esquiva sin ninguna
dificultad gracias a su gran velocidad de reacción. En medio de su delirio de
agonía, Leiyus logra reconocer aquél hechizo cortante que hirió a Argol apenas
unos momentos antes.
-¡Yo conozco ese hechizo…! ¡Es
igual al que vi por vez primera en el torneo del reino Leivan…! Eso significa
que… ¡¡No puede ser!! –exclama.
Haciendo acopio de esfuerzo, el
guerrero logra girar su cuello lo suficiente a sus espaldas para mirar a los
responsables de haberlo salvado. No lejos de allí, encuentra y reconoce el
rostro de Doma. –¡Do… Doma! –pronuncia
él, con voz débil.
Detrás de Doma también aparece
Dine, quien de inmediato corre a socorrer a Leiyus. -¿Te encuentras bien? –le
pregunta la dragona con voz dulce.
Leiyus –Sí… -responde, apenas
consciente.
Doma –¡Dine, quiero que cures
todas sus heridas cuanto antes! Mientras tanto, yo me haré cargo de este
demonio… –le ordena a su colega dragón sin quitarle la vista a Argol.
Dine asiente y en seguida se
dedica a sanar las heridas de Leiyus con su magia.
Sin inmutarse, Argol camina hacia
el dragón hasta estar frente a frente. –Y se puede saber, ¿quién eres tú?
Doma –No tengo por qué
presentarme a una criatura repugnante del inframundo como tú –le responde al
punto.
Después de unos segundos de
mirarlo a los ojos, Argol finalmente concluye: -Ya veo… así que ustedes dos también
son dragones blancos. ¿Quién lo diría? Voy a obtener tres almas de dragón
blanco por el precio de una. Nada mal…
Doma –¡Adelante, inténtalo,
adefesio del demonio! –lo reta.
Argol entonces estira su brazo
hacia Doma y con toda tranquilidad conjura su ataque: –Io…
Doma se protege a sí mismo y a
sus amigos del hechizo desplegando una barrera de energía que los salvan de las
letales explosiones que comienzan a estallar con violencia a su alrededor. Dine,
por su parte, sostiene firmemente a Leiyus entre sus brazos hasta que el peligro
pasa.
Por un momento, Argol pierde
de vista a sus enemigos en medio de los estallidos hasta que de la nada, Doma
reaparece frente a él de un salto atacando al demonio con su bastón. Argol se
defiende interponiendo sus garras. Luego, Doma da un salto hacia atrás para
tomar distancia antes de lanzarle una lluvia de hechizos de luz similares a
aquél que le cercenó los dedos al demonio.
Esta vez y para sorpresa de
Doma, Argol esquiva todos los proyectiles con la excepción de uno, el cual
logra infligirle una pequeña cortada en la reseca mejilla del demonio.
Argol –Nada como la sensación
de tu propia sangre fluir por tu piel –afirma éste al tiempo que usa su
alargada y puntiaguda lengua para lamerse la herida.
Doma –¡Si lo que quieres es
dolor, yo te puedo proporcionar mucho! –le asegura en tono de afrenta.
Arlgol –Esto finalmente se
está poniendo interesante…
Entre tanto, Leiyus logra
recuperar la consciencia en brazos de Dine. –No es una ilusión… De verdad estás
aquí… -dice apenas reconoce a la dragona-. ¿Cómo es que ustedes están…?
Dine –Es una larga historia…
-lo interrumpe ella-. Doma me salvó de las manos de la muerte, cuando Astrid,
Kindolf y yo fuimos emboscados por el ejército de almas cautivas de este
demonio…
Leiyus –Ya… ya veo… -atina a responderle,
apartando la vista de sus ojos.
Dine –Leiyus… –insiste ella, mirándolo
compasivamente-, ¿Por qué te marchaste sin nosotros?
Leiyus –No quería causarles
más problemas. Cuando perdí el control en la batalla contra Bélidas, casi te
mato a ti, y a los demás. No podía arriesgarme a poner sus vidas de nuevo en
juego por mi culpa.
Dine –Aunque eso fuera verdad,
somos un equipo. Lamento haber sido tan testaruda contigo cuando nos conocimos.
Ahora comprendo las razones por las cuales no querías emprender un viaje tan
peligroso como este.
Leiyus –No te preocupes, Dine.
Ahora entiendo que es mi deber como portador del alma del rey de los dragones.
Una vez renazca su rey, Dyamat, yo retomar el control de mi vida… y continuarla
hacia donde yo quiera…
Dine siente un vuelco en el
estómago apenas lo escucha, y ahora es ella quien rehúye a su mirada.
-Leiyus… hay algo que debo
confesarte... Cuando te dije que tu misión era resucitar a Dyamat, me refería a
que, una vez juntes las cinco perlas del dragón, tu alma…
Antes de que ella pueda
continuar, Leiyus le toma la mano. –Este no es momento para pensar en esas
cosas… Ya hablaremos después. Por ahora, lo más importante es que ese monstruo
tiene presos a Astrid y a Kindolf. ¡Tienen que rescatarlos! –le suplica a ella
antes de ponerse de pie de nuevo.
Dine –¡Pero Leiyus! ¡Tus
heridas no han sanado del todo! Mi Al-curen
no es perfecto; pasará un poco de tiempo antes de que puedas recuperarte del
todo.
Leiyus –Mi brazo ha sanado, y
con eso me basta –le asegura-. ¡Ahora, dense prisa y rescátenlos! Yo terminaré
de encargarme de Argol.
Diciendo esto, el guerrero se suma
a la batalla junto con Doma, a quien se pone lado a lado, dejando vía libre
para que Dine pueda rescatar al resto de sus amigos, mismos que todavía yacen inconscientes
colgando de los pilares.
Leiyus –Me alegro de volver a
verte. ¿Cómo es que estás con vida? –le pregunta a Doma apenas se coloca junto
al dragón.
Doma –Te lo explicaré con más
detalle en otra ocasión, pero primero, si quieres acabar con este sujeto, y
para ello tendrás que liberar todo el poder que has recuperado de las tres
perlas anteriores, De otro modo, no podremos derrotarlo.
Leiyus –Lo sé, pero si lo hago,
mis poderes de dragón se saldrán de control, y podría terminar lastimándolos a
ustedes también… La última vez que lo hice, por poco acabo con la ciudad de
Leria.
Harto de esperar, Argol
reinicia su ataque dirigiéndose hacia Doma, a quien logra tomar por sorpresa
apresándolo por el cuello para después estrellar su cuerpo contra el suelo y
arrastrarlo sobre éste por un largo trecho mientras avanza.
Doma –¡Todo estará bien, te lo
prometo! –le asegura a Leiyus sin dejar de luchar ferozmente contra el
demonio-. ¡Sólo hazlo…! ¡¡Libera el poder de Dyamat!!
Al ver a Doma en dificultades,
Leiyus decide hacerle caso e intenta romper de nuevo el sello que le impide
usar sus poderes. En ese momento reaparece en su frente el pentagrama de siete
puntas que mantiene sellados sus poderes, pero para su sorpresa, éste
desaparece casi de inmediato sin haberse roto. –Qué sucede… ¡no puedo romper el
sello! –descubre el héroe con sorpresa.
A su vez, Doma logra
deshacerse de Argol poniendo su palma frente a su gran ojo antes de invoca un
poder que enceguece al demonio por unos instantes. -¡Lit!
Argol se ve obligado a
cubrirse el ojo, extremadamente sensible a la luz, para protegerse. Doma aprovecha
el momento para alejarse de él e ir al encuentro de Dine, que para entonces ya
ha liberado a sus amigos, aún inconscientes.
Doma -¿Qué es lo que le pasa a
Leiyus? –le pregunta a Dine tras ver con frustración a Leiyus intentar
inútilmente de liberar sus poderes por sí mismo.
Dine –Mientras estuvimos en
Leria –le explica-, el sabio de la ciudad nos ayudó a sellar los poderes de
Leiyus para que no se salieran de control de nuevo. Él me dijo que sólo yo, o
un descendiente directo de la familia real de los dragones blancos podrían
remover dicho sello.
Doma –Ya veo. Ahora comprendo
cómo es que Leiyus ha logrado mantener su conciencia todo este tiempo… -reflexiona-.
¡Pero si no le quitamos ese sello ahora, él jamás podrá derrotar a Argol!
Mientras la batalla continúa,
Argol vuelve al ataque formando de nuevo una espada con sus garras para tratar
de cortar a Leiyus, quien reacciona anticipando el golpe del demonio haciéndose
a un lado de su filo, y aprovechando la cercanía, el guerrero intenta
acribillarlo con que Argol simplemente rechaza con sus garras antes de lograr
conectarle un fuerte golpe al demonio debajo de la mandíbula.
Dine –…pero si liberamos sus
poderes, ¡Leiyus será tan peligroso o, más que el propio Argol!
Doma –Lo sé, pero ni tú ni yo podríamos derrotar a ese demonio… ¡Debemos arriesgarnos!
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