14 enero, 2024

Dragon Legacy, Vol.1: Capitulo 28

 



Leiyus desaparece


Tras haber derrotado a Bélidas y lograr que Leiyus regresara a la normalidad, tono parece regresar a la calma. Sin embargo, esa misma noche, Leiyus despertó y partió sin la compañía de sus amigos por razones desconocidas…

 

A la mañana siguiente, la quietud reinante en el palacio es rota abruptamente cuando Kindolf entra escandalosamente desde el pasillo a la habitación en donde lo esperan Astrid y Dine sentadas.

 

-¿Lo encontraron? –musita Dine a su amigo escudero mientras se pone de pie.

 

Kindolf niega con la cabeza. –Lo hemos buscado por todo el palacio. Parece ser que se marchó durante la noche…

 

Astrid -¿A dónde habrá ido solo y sin avisarnos? –se pregunta ella en voz alta.

 

Dine –No lo sé… pero tenemos que encontrarlo. ¡Él probablemente no está al tanto de que sus poderes han sido sellados de nuevo y no podrá usarlos!

 

Kindolf -¿Por qué no le preguntamos al oráculo? Ese mocoso dijo que estaría muy ocupado para llevarnos a verlo en persona debido a las reparaciones necesarias en la muralla exterior de la ciudad, pero dijo que su ayudante Tivas nos podría llevar a verla.

 

Astrid –¡Es verdad! ¡El oráculo puede decirnos dónde está Leiyus!

 

En poco tiempo, los tres parten rumbo al oráculo mientras son guiados por Tivas a las afueras de la ciudad. Una vez fuera de la metrópolis, llegar a las puertas de un templo que descansa en lo alto de una colina, desde la cual se puede ver la ciudad entera. El anciano se detiene junto a las puertas y entonces se vuelve hacia ellos para pronunciar algo: –Abasadabaha madahasabana bahananamana.

 

Kindolf -…dice que podemos entrar –explica él después de unos segundos.

 

Astrid y Dine quedan sorprendidas ante el repentino conocimiento de su colega, lo que les orilla a preguntarle al unísono. -¡¿Puedes entender lo que dice!?

 

Kindolf responde con toda naturalidad. –Claro... Laurel me enseñó su idioma esta mañana.

 

Una vez en el interior del templo, de arquitectura muy parecida a la romana, los cuatro recorren el oscuro pasillo alumbrado únicamente por la tenue luz de lámparas de aceite en los muros que los conduce a la cámara principal, allí son recibidos por bellas doncellas escasamente vestidas, y ataviadas con ropajes semi-transparentes. Apenas verlas, Kindolf se emociona. -¡Cuántas chicas hay aquí! –exclama sin poder ocultar su perturbadora sonrisa.

 

Dine de inmediato lo golpea en la cara haciendo que un poco de sangre salga de su nariz. -¿Quieres comportarte? ¡¡Son doncellas del templo!! –le reprocha sin que éste siquiera la escuche o reaccione a pesar de haber recibido aquél golpe, que no es suficientemente fuerte como para borrar su sonrisa pervertida.

 

Momentos después, desde el fondo del recinto, se levanta una mujer más alta, y de piel más bronceada que las demás para caminar hacia ellos con movimientos rítmicos, casi hipnóticos. –Bienvenidos sean, bravos viajeros de la luz, soy Suley, el oráculo de este templo –se presenta ella.

 

Dine –Mucho gusto en conocerla. Nosotros hemos venido para preguntarte sobre…

 

Suley –Esperen… –la interrumpe-. Antes que nada, debo advertirles que sólo podré responder dos de sus preguntas, así que piensen muy bien cuáles serán.

 

Astrid es la primera que se adelanta a preguntarle al oráculo: –Queremos saber hacia dónde se fue nuestro amigo Leiyus. ¡El día de ayer, se fue sin avisarnos y no hemos sabido de él desde entonces, ni a dónde se dirigía!

 

Dine –…La segunda pregunta tiene que ver con su salud: Desde hace algún tiempo, nuestro amigo ha empezado a comportarse de una manera extraña; no es capaz de controlarse… Quisiéramos saber las causas exactas que provocan estos cambios en él y cómo podemos hacer para que vuelva a ser el mismo de siempre.

 

Suley estucha pacientemente sus peticiones, pero tarda en responderles: –Un momento… ¿Quién los envió aquí? Deben saber  que no cualquier persona puede consultar al oráculo –les advierte con mirada seria.

 

Astrid –¡Pero, si el sabio de la ciudad de Leria fue el que nos dijo que viniéramos aquí!

 

Kindolf –¡Es verdad! ¡Hasta envió a su vejete ayudante con nosotros!

 

Tivas –¡Debehebadana habedehani! –le responde el anciano, molesto tras escuchar su comentario.

 

Suley  –Está bien… consultaré sus dudas con el plano astral, pero antes, debo establecer una conexión…

 

Acto seguido, el oráculo da unos pasos hacia atrás. En ese momento, las doncellas del templo se acercan a ella, hasta formar un círculo a su alrededor, entonces Suley se arrodilla, con las palmas de las manos abiertas. De pronto, la escasa luz de la habitación se atenúa aún más.

 

De las manos del oráculo emergen dos llamas azules que flotan sobre sus palmas, las cuales usa para marcar movimientos en el aire, dejando una estela con las llamas tras de sí mientras realiza movimientos rítmicos con gran destreza, al ritmo de una melodía relajante. De un momento a otro, la música se vuelve más animada y rápida, haciendo que la danza de Suley a su vez se vuelva más veloz y frenética, con movimientos y saltos más marcados.  La danza culmina abruptamente cuando ella sostiene las llamas en alto, antes de que éstas cambien a un tono verde y finalmente se extingan. En ese momento, Sule se deja caer al suelo, como si hubiese perdido el conocimiento repentinamente.

 

Kindolf, Dine y Astrid tratan de socorrer a la sacerdotisa, pero una de sus ayudantes se los impide. -¡Aguarden! Ella está bien, es parte del ritual –asegura la chica.

 

Mientras la doncella les explica, Suley se levanta repentinamente por su propia voluntad, y con los ojos en blanco, pronuncia unas palabras:

 

“Los cinco soles se levantan por el horizonte… detrás de ellos emerge una luna plateada… Cinco días pasan… el viajero es guiado por el cuarto sol hacia la tierra en la que el tiempo no corre… allí, lo espera el ojo andante…”

 

Tras estas últimas palabras, los ojos de Suley regresan a la normalidad, al igual que la intensidad de las luces de las velas de la habitación.

 

–Eso ha sido todo... –asegura la sacerdotisa, quien se despide de ellos para retirarse a sus aposentos seguida de sus doncellas sin más explicaciones.

 

Kindolf –Espera un momento. ¡Qué rayos significa eso! –le grita a la sacerdotisa inútilmente mientras ella se retira sin más.

 

Astrid –Yo no lo entiendo…

 

Dine –Laurel dijo que el oráculo nos revelaría la verdad, pero de una forma que no entenderíamos.  ¿Por qué no le preguntas a Tivas si puede interpretar su significado? –dice, dirigiéndose a Kindolf.

 

Kindolf –Ahuabua nahudaba haidana bahni –dice este a su vez, comunicándose con Tivas.

 

Tivas –ehebehene –responde el anciano.

 

Kindolf –…dice que él tampoco sabe qué es lo que significa.

 

De pronto el rostro de Dine se ilumina. -¡Por supuesto! Ella habló de unos soles. ¡Debe de tratarse de las perlas doradas!

 

Astrid –¡Es verdad! ¡Suley dijo que el viajero era guiado por el cuarto sol…! ¡Eso quiere decir que Leiyus debe haber ido él solo a buscar la cuarta perla él solo!

 

Kindolf –Pero, ¿por qué Leiyus haría eso? ¡Él sería incapaz de irse de aventuras sin su mejor amigo…! ¡O sea yo!

 

Dine –Él no sabe que sus poderes han sido confinados… Probablemente cree que al ir solo, prevendrá que sus poderes se salgan de control.

 

Astrid –¡Pero Leiyus no puede sentir la presencia de las perlas como tú lo haces, Dine! ¿Cómo es que sabe la localización de la perla?

 

Dine –Eso lo sé… debemos  informar a Laurel sobre este asunto para ver qué opina.

 

Poco tiempo después, los tres se reúnen con el joven sabio en las afueras de la ciudad. Laurel apenas les presta atención, pues se encuentra muy ocupado dando órdenes para reconstruir la muralla. Cerca de allí, varios constructores y voluntarios siguen sus órdenes, trabajando en conjunto para levantar un enorme bloque de granito hasta que, hastiado, Laurel decide usar sus poderes para levantarlo él misom. -¡Levitar! –grita, haciendo levitar el pesado bloque por los aires antes de colocarlo delicadamente en su lugar. Es en ese momento que finalmente les presta toda su atención.

 

Laurel –Bueno, según entendí, ustedes creen que Leiyus se dirige sólo a buscar el dragón o demonio que posee una de las perlas doradas restantes…. ¿Tienen alguna pista sobre dónde se encuentra esta cuarta perla?

 

Astrid –Dine es capaz de sentir la presencia de las perlas. Ella puede decirnos hacia dónde se dirige.

 

Inmediatamente Dine cierra los ojos por un segundo y junta sus manos en forma de plegaria, luego gira en dirección al norte-. Siento la presencia de una perla en esa dirección…

 

Laurel de inmediato parece extrañado por la afirmación de la dragona. –Qué raro… más allá de esta ciudad, no existe nada más en esa dirección más que tundra e inhóspitas montañas, a menos que… ¡Amenos que Leiyus se dirija al reino de Vendoor!

 

Kindolf -¿Vendoor? Jamás había escuchado de un reino llamado Vendoor.

 

La cara de Laurel entonces se pone seria. –Eso es porque el reino de Vendoor hoy día se le conoce como “las tierras malditas”.

 

Dine -¿Tierras malditas? ¿Bajo qué clase de maldición están esas tierras?

 

Laurel –Se dice que hace mucho tiempo, Vendoor era un reino muy prospero. Como sus tierras se encontraban rodeadas por traicioneras montañas, la única manera de acceder a ella de manera segura, era por vía marítima. Entonces, un día…

 

“Un día, una criatura infernal llegó al reino, desatando a su legión de demonios. La legión de demonios acabó con todos su habitantes del reino, antes de que el sol cayera durante aquél fatídico día… Ni un alma sobrevivió, ni siquiera la familia real que regía aquellas tierras pudo escapar a tiempo....”

 

Astrid –Qué triste final para un reino como ese…

 

Laurel –Pero eso no es todo. Se dice que ese demonio siguió atormentando las almas de los habitantes, que quedaron atrapadas por su poder maligno, convirtiendo el reino en tierras desoladas y malditas hasta estos días.

 

Dine –Entonces debemos apresurarnos. ¡Leiyus podría correr un grave peligro al ir sólo si lo que dices es verdad, Laurel!

 

Laurel –Si yo fuera ustedes, me preocuparía más por el ser maligno que hizo caer en desgracia a Vendoor. Probablemente, ese demonio posea una de las perlas que ustedes buscan. Y si esto es verdad, debe ser uno muy poderoso.

 

Kindolf –Pero, ¿cómo podremos llegar hasta allí? Tú mismo dijiste que no hay forma de llegar por tierra.

 

Laurel –Descuiden. Puedo prepararles un barco mediano para esta tarde.

 

Cerca de allí, sobrevolando los cielos, un demonio ojo espía escucha su conversación, por lo que tras terminar de recopilar la información, se cierra hasta convertirse en una línea nuevamente y vuela por el aire con rapidez hasta llegar con su amo.

 

Ese mismo día, al atardecer, Laurel los reúne junto al muelle frente a un barco de apariencia poco convencional: A diferencia de otros barcos, éste tiene una estructura metálica redondeada, con una punta que lo asemeja más a una taza de té que a una embarcación. –Este barco los llevará sin ningún problema hasta Vendoor –asevera el sabio, señalando la embarcación.

 

Dine –Y exactamente, ¿cómo funciona este barco? –inquiere al notar la ausencia de vela en el mástil.

 

Laurel –Al igual que todo en Leria, este barco funciona y se maneja a través de magia.

 

Astrid -¡Pero, ninguno de nosotros sabe manejar un barco como este! –le reprocha.

 

Kindolf –¿No me digas que piensas acompañarnos hasta allá, chamaco?

 

Laurel –Por supuesto que no. ¡No puedo dejar la ciudad a menos que se traten de asuntos diplomáticos! Mucho menos en el estado en el que se encuentra la ciudad en estos momentos, así que le he pedido a Tivas que los acompañe.

 

Astrid y Dine se miran la una a la otra con cierta incomodidad tras escuchar lo último. En cuestión de minutos, el barco está listo para zarpar. Tivas usa sus poderes mágicos para aparecer una vela semitransparente al lado del mástil, haciendo que la nave se mueva de inmediato. Laurel los despide desde el puerto agitando la mano hasta que los pierde de vista.

 

Al mismo tiempo y después de un día de viaje sin descanso, Leiyus llega al pie de una cadena de montañas escarpadas, cuyas cimas parecen perderse entre los nubarrones oscuros. Leiyus las contempla por un momento antes de seguir su camino. “Lo siento amigos…” –dice para sí mismo-,  “por mi culpa casi mueren… ¡No puedo arriesgarlos a estar conmigo la próxima vez que pierda el control! Es por eso, que decidí enfrentar solo al siguiente enemigo. Confío que el poder de tres perlas sea suficiente para cumplir mi objetivo…”

 

De pronto, de la roca sólida aparece una puerta hecha de piedra que se abre ante él como si le diera la bienvenida. Al asomarse cautelosamente al interior, el guerrero se encuentra con un pasadizo alumbrado por antorchas; no hay presencia aparente de enemigos ni signos de trampas. Después de unos momentos de duda, Leiyus decide aventurarse a su interior…

 

-o-

 

En el castillo que yace suspendido entre los cielos, aguarda Volgia con impaciencia la llegada de uno de sus informantes. Finalmente, un ojo espía se presenta ante él, poniéndolo al tanto de la situación.

 

–¿Y bien? –le pregunta Volgia malhumorado y cansado de esperar.

 

-Mi señor, tal parece que lograron controlar la furia de Dyamat. Ahora, el hombre al que llaman Leiyus, ha logrado recuperar su forma humana, pero no sólo eso, sino que sus amigos han sellado sus poderes como precaución para evitar que pierda el control de nuevo. En estos momentos, aquél al que llaman Leiyus, se dirige al norte, directo a las tierras malditas de Vendoor.

 

Volgia no puede evitar sonreír tras escucharle -…parece que va tras la cuarta perla dorada ¿Ya informaron a Argol sobre esto?

 

-Hemos hecho incontables intentos por contactarlo, mi señor, pero hasta ahora, no ha habido respuesta de su parte. ¿Debemos persistir en nuestros intentos por contactarlo? –inquiere el demonio ojo.

 

Volgia –Olvídenlo… de todas formas, si han sellado sus poderes, ese chico no tiene posibilidad alguna contra ese infeliz de Argol, y aún si ganara, no conseguiría más que volver a su estado salvaje si llega a obtener el poder de la perla. Si eso ocurre, su conciencia como ser humano quedará completamente borrada por el aura de Dyamat… De una forma u otra, el destino de ese insensato está marcado para fracasar  –concluye éste satisfactoriamente-. Todo indica, que es tiempo de reclamar este mundo para nosotros los dragones… Nuestro tiempo está por llegar... ¡Ráfaga! ¡Delta!

 

A su llamado acuden dos gemelos: un hombre y una mujer, de complexión muy delgada, y más altos que un hombre normal, ambos ataviados con armaduras negras con picos en toda su superficie, que se inclinan haciendo una reverencia ante su presencia. –¿Qué se le ofrece de nosotros, su realeza? –dicen ambos en perfecta sincronía.

 

Volgia –Ya que ustedes son mis soldados de élite, les encargaré que comanden personalmente a nuestras legiones de dragones.

 

La noticia sorprende a los gemelos. -¿Cómo? –replican al mismo tiempo.

 

-¿Acaso piensa invadir la tierra tan pronto? –lo cuestiona Ráfaga, la figura masculina.

 

-¡Pero si todavía nos falta transformar por lo menos a un tercio de los dragones de la tierra en nuestros esclavos! –alega Delta, la figura femenina-. ¡Nuestras fuerzas son insuficientes para una invasión a gran escala todavía, mi señor!

 

Volgia permanece en silencio unos momentos –Tienen razón... Si quiero conquistar este mundo, es hora de acudir a los demonios superiores. Después de todo, deben cumplir con su parte del trato. Yo me encargaré de ello entonces… Aun así, si permitimos que Dyamat recupere tus poderes completamente, sería un descuido de nuestra parte. En breve, deberé partir, así que ustedes vigilarán el castillo en mi ausencia.

 

Los gemelos obedecen sus mandatos y se retiran, dejándolo solo. –El final de este mundo se acerca… -musita Volgia seguro de sí mismo.

 

 


No hay comentarios.:

Publicar un comentario