Leiyus desaparece
Tras haber derrotado a Bélidas y lograr que
Leiyus regresara a la normalidad, tono parece regresar a la calma. Sin embargo,
esa misma noche, Leiyus despertó y partió sin la compañía de sus amigos por
razones desconocidas…
A la mañana siguiente, la quietud reinante en
el palacio es rota abruptamente cuando Kindolf entra escandalosamente desde el
pasillo a la habitación en donde lo esperan Astrid y Dine sentadas.
-¿Lo encontraron? –musita Dine a su amigo
escudero mientras se pone de pie.
Kindolf niega con la cabeza. –Lo hemos buscado
por todo el palacio. Parece ser que se marchó durante la noche…
Astrid -¿A dónde habrá ido solo y sin
avisarnos? –se pregunta ella en voz alta.
Dine –No lo sé… pero tenemos que encontrarlo. ¡Él
probablemente no está al tanto de que sus poderes han sido sellados de nuevo y
no podrá usarlos!
Kindolf -¿Por qué no le preguntamos al oráculo?
Ese mocoso dijo que estaría muy ocupado para llevarnos a verlo en persona debido
a las reparaciones necesarias en la muralla exterior de la ciudad, pero dijo
que su ayudante Tivas nos podría llevar a verla.
Astrid –¡Es verdad! ¡El oráculo puede decirnos
dónde está Leiyus!
En poco tiempo, los tres parten rumbo al
oráculo mientras son guiados por Tivas a las afueras de la ciudad. Una vez
fuera de la metrópolis, llegar a las puertas de un templo que descansa en lo
alto de una colina, desde la cual se puede ver la ciudad entera. El anciano se
detiene junto a las puertas y entonces se vuelve hacia ellos para pronunciar
algo: –Abasadabaha madahasabana bahananamana.
Kindolf -…dice que podemos entrar –explica él
después de unos segundos.
Astrid y Dine quedan sorprendidas ante el
repentino conocimiento de su colega, lo que les orilla a preguntarle al unísono.
-¡¿Puedes entender lo que dice!?
Kindolf responde con toda naturalidad. –Claro...
Laurel me enseñó su idioma esta mañana.
Una vez en el interior del templo, de
arquitectura muy parecida a la romana, los cuatro recorren el oscuro pasillo
alumbrado únicamente por la tenue luz de lámparas de aceite en los muros que
los conduce a la cámara principal, allí son recibidos por bellas doncellas
escasamente vestidas, y ataviadas con ropajes semi-transparentes. Apenas verlas,
Kindolf se emociona. -¡Cuántas chicas hay aquí! –exclama sin poder ocultar su
perturbadora sonrisa.
Dine de inmediato lo golpea en la cara
haciendo que un poco de sangre salga de su nariz. -¿Quieres comportarte? ¡¡Son
doncellas del templo!! –le reprocha sin que éste siquiera la escuche o reaccione
a pesar de haber recibido aquél golpe, que no es suficientemente fuerte como
para borrar su sonrisa pervertida.
Momentos después, desde el fondo del recinto,
se levanta una mujer más alta, y de piel más bronceada que las demás para
caminar hacia ellos con movimientos rítmicos, casi hipnóticos. –Bienvenidos
sean, bravos viajeros de la luz, soy Suley, el oráculo de este templo –se
presenta ella.
Dine –Mucho gusto en conocerla. Nosotros hemos
venido para preguntarte sobre…
Suley –Esperen… –la interrumpe-. Antes que
nada, debo advertirles que sólo podré responder dos de sus preguntas, así que
piensen muy bien cuáles serán.
Astrid es la primera que se adelanta a
preguntarle al oráculo: –Queremos saber hacia dónde se fue nuestro amigo
Leiyus. ¡El día de ayer, se fue sin avisarnos y no hemos sabido de él desde
entonces, ni a dónde se dirigía!
Dine –…La segunda pregunta tiene que ver con
su salud: Desde hace algún tiempo, nuestro amigo ha empezado a comportarse de
una manera extraña; no es capaz de controlarse… Quisiéramos saber las causas exactas
que provocan estos cambios en él y cómo podemos hacer para que vuelva a ser el
mismo de siempre.
Suley estucha pacientemente sus peticiones,
pero tarda en responderles: –Un momento… ¿Quién los envió aquí? Deben saber que no cualquier persona puede consultar al
oráculo –les advierte con mirada seria.
Astrid –¡Pero, si el sabio de la ciudad de
Leria fue el que nos dijo que viniéramos aquí!
Kindolf –¡Es verdad! ¡Hasta envió a su vejete
ayudante con nosotros!
Tivas –¡Debehebadana habedehani! –le responde
el anciano, molesto tras escuchar su comentario.
Suley –Está bien… consultaré sus dudas con el plano
astral, pero antes, debo establecer una conexión…
Acto seguido, el oráculo da unos pasos hacia
atrás. En ese momento, las doncellas del templo se acercan a ella, hasta formar
un círculo a su alrededor, entonces Suley se arrodilla, con las palmas de las
manos abiertas. De pronto, la escasa luz de la habitación se atenúa aún más.
De las manos del oráculo emergen dos llamas
azules que flotan sobre sus palmas, las cuales usa para marcar movimientos en
el aire, dejando una estela con las llamas tras de sí mientras realiza
movimientos rítmicos con gran destreza, al ritmo de una melodía relajante. De
un momento a otro, la música se vuelve más animada y rápida, haciendo que la
danza de Suley a su vez se vuelva más veloz y frenética, con movimientos y
saltos más marcados. La danza culmina abruptamente
cuando ella sostiene las llamas en alto, antes de que éstas cambien a un tono
verde y finalmente se extingan. En ese momento, Sule se deja caer al suelo,
como si hubiese perdido el conocimiento repentinamente.
Kindolf, Dine y Astrid tratan de socorrer a la
sacerdotisa, pero una de sus ayudantes se los impide. -¡Aguarden! Ella está
bien, es parte del ritual –asegura la chica.
Mientras la doncella les explica, Suley se
levanta repentinamente por su propia voluntad, y con los ojos en blanco,
pronuncia unas palabras:
“Los
cinco soles se levantan por el horizonte… detrás de ellos emerge una luna
plateada… Cinco días pasan… el viajero es guiado por el cuarto sol hacia la
tierra en la que el tiempo no corre… allí, lo espera el ojo andante…”
Tras estas últimas palabras, los ojos de Suley
regresan a la normalidad, al igual que la intensidad de las luces de las velas
de la habitación.
–Eso ha sido todo... –asegura la sacerdotisa,
quien se despide de ellos para retirarse a sus aposentos seguida de sus
doncellas sin más explicaciones.
Kindolf –Espera un momento. ¡Qué rayos
significa eso! –le grita a la sacerdotisa inútilmente mientras ella se retira
sin más.
Astrid –Yo no lo entiendo…
Dine –Laurel dijo que el oráculo nos revelaría
la verdad, pero de una forma que no entenderíamos. ¿Por qué no le preguntas a Tivas si puede
interpretar su significado? –dice, dirigiéndose a Kindolf.
Kindolf –Ahuabua nahudaba haidana bahni –dice
este a su vez, comunicándose con Tivas.
Tivas –ehebehene –responde el anciano.
Kindolf –…dice que él tampoco sabe qué es lo
que significa.
De pronto el rostro de Dine se ilumina. -¡Por
supuesto! Ella habló de unos soles. ¡Debe de tratarse de las perlas doradas!
Astrid –¡Es verdad! ¡Suley dijo que el viajero
era guiado por el cuarto sol…! ¡Eso quiere decir que Leiyus debe haber ido él
solo a buscar la cuarta perla él solo!
Kindolf –Pero, ¿por qué Leiyus haría eso? ¡Él
sería incapaz de irse de aventuras sin su mejor amigo…! ¡O sea yo!
Dine –Él no sabe que sus poderes han sido
confinados… Probablemente cree que al ir solo, prevendrá que sus poderes se
salgan de control.
Astrid –¡Pero Leiyus no puede sentir la
presencia de las perlas como tú lo haces, Dine! ¿Cómo es que sabe la
localización de la perla?
Dine –Eso lo sé… debemos informar a Laurel sobre este asunto para ver
qué opina.
Poco tiempo después, los tres se reúnen con el
joven sabio en las afueras de la ciudad. Laurel apenas les presta atención,
pues se encuentra muy ocupado dando órdenes para reconstruir la muralla. Cerca
de allí, varios constructores y voluntarios siguen sus órdenes, trabajando en conjunto
para levantar un enorme bloque de granito hasta que, hastiado, Laurel decide
usar sus poderes para levantarlo él misom. -¡Levitar!
–grita, haciendo levitar el pesado bloque por los aires antes de colocarlo
delicadamente en su lugar. Es en ese momento que finalmente les presta toda su
atención.
Laurel –Bueno, según entendí, ustedes creen
que Leiyus se dirige sólo a buscar el dragón o demonio que posee una de las
perlas doradas restantes…. ¿Tienen alguna pista sobre dónde se encuentra esta
cuarta perla?
Astrid –Dine es capaz de sentir la presencia
de las perlas. Ella puede decirnos hacia dónde se dirige.
Inmediatamente Dine cierra los ojos por un
segundo y junta sus manos en forma de plegaria, luego gira en dirección al
norte-. Siento la presencia de una perla en esa dirección…
Laurel de inmediato parece extrañado por la
afirmación de la dragona. –Qué raro… más allá de esta ciudad, no existe nada
más en esa dirección más que tundra e inhóspitas montañas, a menos que… ¡Amenos
que Leiyus se dirija al reino de Vendoor!
Kindolf -¿Vendoor? Jamás había escuchado de un
reino llamado Vendoor.
La cara de Laurel entonces se pone seria. –Eso
es porque el reino de Vendoor hoy día se le conoce como “las tierras malditas”.
Dine -¿Tierras malditas? ¿Bajo qué clase de
maldición están esas tierras?
Laurel –Se dice que hace mucho tiempo, Vendoor
era un reino muy prospero. Como sus tierras se encontraban rodeadas por
traicioneras montañas, la única manera de acceder a ella de manera segura, era
por vía marítima. Entonces, un día…
“Un
día, una criatura infernal llegó al reino, desatando a su legión de demonios.
La legión de demonios acabó con todos su habitantes del reino, antes de que el
sol cayera durante aquél fatídico día… Ni un alma sobrevivió, ni siquiera la familia
real que regía aquellas tierras pudo escapar a tiempo....”
Astrid –Qué triste final para un reino como
ese…
Laurel –Pero eso no es todo. Se dice que ese
demonio siguió atormentando las almas de los habitantes, que quedaron atrapadas
por su poder maligno, convirtiendo el reino en tierras desoladas y malditas
hasta estos días.
Dine –Entonces debemos apresurarnos. ¡Leiyus
podría correr un grave peligro al ir sólo si lo que dices es verdad, Laurel!
Laurel –Si yo fuera ustedes, me preocuparía
más por el ser maligno que hizo caer en desgracia a Vendoor. Probablemente, ese
demonio posea una de las perlas que ustedes buscan. Y si esto es verdad, debe
ser uno muy poderoso.
Kindolf –Pero, ¿cómo podremos llegar hasta
allí? Tú mismo dijiste que no hay forma de llegar por tierra.
Laurel –Descuiden. Puedo prepararles un barco
mediano para esta tarde.
Cerca de allí, sobrevolando los cielos, un
demonio ojo espía escucha su conversación, por lo que tras terminar de
recopilar la información, se cierra hasta convertirse en una línea nuevamente y
vuela por el aire con rapidez hasta llegar con su amo.
Ese mismo día, al atardecer, Laurel los reúne
junto al muelle frente a un barco de apariencia poco convencional: A diferencia
de otros barcos, éste tiene una estructura metálica redondeada, con una punta
que lo asemeja más a una taza de té que a una embarcación. –Este barco los
llevará sin ningún problema hasta Vendoor –asevera el sabio, señalando la
embarcación.
Dine –Y exactamente, ¿cómo funciona este
barco? –inquiere al notar la ausencia de vela en el mástil.
Laurel –Al igual que todo en Leria, este barco
funciona y se maneja a través de magia.
Astrid -¡Pero, ninguno de nosotros sabe
manejar un barco como este! –le reprocha.
Kindolf –¿No me digas que piensas acompañarnos
hasta allá, chamaco?
Laurel –Por supuesto que no. ¡No puedo dejar
la ciudad a menos que se traten de asuntos diplomáticos! Mucho menos en el
estado en el que se encuentra la ciudad en estos momentos, así que le he pedido
a Tivas que los acompañe.
Astrid y Dine se miran la una a la otra con cierta
incomodidad tras escuchar lo último. En cuestión de minutos, el barco está
listo para zarpar. Tivas usa sus poderes mágicos para aparecer una vela
semitransparente al lado del mástil, haciendo que la nave se mueva de
inmediato. Laurel los despide desde el puerto agitando la mano hasta que los
pierde de vista.
Al mismo tiempo y después de un día de viaje
sin descanso, Leiyus llega al pie de una cadena de montañas escarpadas, cuyas cimas
parecen perderse entre los nubarrones oscuros. Leiyus las contempla por un
momento antes de seguir su camino. “Lo
siento amigos…” –dice para sí mismo-,
“por mi culpa casi mueren… ¡No
puedo arriesgarlos a estar conmigo la próxima vez que pierda el control! Es por
eso, que decidí enfrentar solo al siguiente enemigo. Confío que el poder de
tres perlas sea suficiente para cumplir mi objetivo…”
De pronto, de la roca sólida aparece una
puerta hecha de piedra que se abre ante él como si le diera la bienvenida. Al
asomarse cautelosamente al interior, el guerrero se encuentra con un pasadizo
alumbrado por antorchas; no hay presencia aparente de enemigos ni signos de
trampas. Después de unos momentos de duda, Leiyus decide aventurarse a su
interior…
-o-
En el castillo que yace suspendido entre los
cielos, aguarda Volgia con impaciencia la llegada de uno de sus informantes.
Finalmente, un ojo espía se presenta ante él, poniéndolo al tanto de la situación.
–¿Y bien? –le pregunta Volgia malhumorado y
cansado de esperar.
-Mi señor, tal parece que lograron controlar
la furia de Dyamat. Ahora, el hombre al que llaman Leiyus, ha logrado recuperar
su forma humana, pero no sólo eso, sino que sus amigos han sellado sus poderes
como precaución para evitar que pierda el control de nuevo. En estos momentos,
aquél al que llaman Leiyus, se dirige al norte, directo a las tierras malditas
de Vendoor.
Volgia no puede evitar sonreír tras escucharle
-…parece que va tras la cuarta perla dorada ¿Ya informaron a Argol sobre esto?
-Hemos hecho incontables intentos por
contactarlo, mi señor, pero hasta ahora, no ha habido respuesta de su parte.
¿Debemos persistir en nuestros intentos por contactarlo? –inquiere el demonio
ojo.
Volgia –Olvídenlo… de todas formas, si han
sellado sus poderes, ese chico no tiene posibilidad alguna contra ese infeliz
de Argol, y aún si ganara, no conseguiría más que volver a su estado salvaje si
llega a obtener el poder de la perla. Si eso ocurre, su conciencia como ser
humano quedará completamente borrada por el aura de Dyamat… De una forma u
otra, el destino de ese insensato está marcado para fracasar –concluye éste satisfactoriamente-. Todo
indica, que es tiempo de reclamar este mundo para nosotros los dragones…
Nuestro tiempo está por llegar... ¡Ráfaga! ¡Delta!
A su llamado acuden dos gemelos: un hombre y
una mujer, de complexión muy delgada, y más altos que un hombre normal, ambos
ataviados con armaduras negras con picos en toda su superficie, que se inclinan
haciendo una reverencia ante su presencia. –¿Qué se le ofrece de nosotros, su
realeza? –dicen ambos en perfecta sincronía.
Volgia –Ya que ustedes son mis soldados de élite,
les encargaré que comanden personalmente a nuestras legiones de dragones.
La noticia sorprende a los gemelos. -¿Cómo?
–replican al mismo tiempo.
-¿Acaso piensa invadir la tierra tan pronto?
–lo cuestiona Ráfaga, la figura masculina.
-¡Pero si todavía nos falta transformar por lo
menos a un tercio de los dragones de la tierra en nuestros esclavos! –alega
Delta, la figura femenina-. ¡Nuestras fuerzas son insuficientes para una
invasión a gran escala todavía, mi señor!
Volgia permanece en silencio unos momentos –Tienen
razón... Si quiero conquistar este mundo, es hora de acudir a los demonios
superiores. Después de todo, deben cumplir con su parte del trato. Yo me
encargaré de ello entonces… Aun así, si permitimos que Dyamat recupere tus
poderes completamente, sería un descuido de nuestra parte. En breve, deberé
partir, así que ustedes vigilarán el castillo en mi ausencia.
Los gemelos obedecen
sus mandatos y se retiran, dejándolo solo. –El final de este mundo se acerca…
-musita Volgia seguro de sí mismo.
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