12 agosto, 2023

Dragon Legacy, Vol.1: Capitulo 13

 


Canto de la muerte



Después de pasar por algunas dificultades, el cuarteto consigue cruzar el mar rumbo al continente del norte a bordo de una nave que es controlada por rudas mujeres marineras que parecen no tener mucho aprecio por sus congéneres del sexo opuesto. Mientras el grupo viaja a través de aquelals aguas, no saben que alguien ya los espera…

El barco navega sin problemas por aguas tranquilas, en medio del océano. Es medio día, y el cielo está despejado. En la cubierta del barco, tanto Leiyus como Kindolf deben apresurarse en las labores de limpieza del barco que les han sido encomendadas. Entre tanto, Astrid descansa durmiendo en una silla con un traje de baño y unos lentes para el sol puestos. Cerca de ella la acompaña Dine, quien mira hacia el mar de forma pensativa, ajena a todo lo que ocurre en interior de la nave en esos momentos. 

“Ya hace más de tres días que salimos del puerto… ” –piensa Dine para sus adentros dando un suspiro. En eso, sus pensamientos se ven interrumpidos por el sonido que hace su estómago al encogerse de hambre. 

“¡Esto es una pesadilla!  En este barco sólo nos dan alimento una vez al día. Creo que voy a desfallecer de hambre antes de llegar a tierra firme…” –piensa ella sin ocultar su aflixión.

Absorta en sus pensamientos, la dragona tarda en notar que una mano le extiende un mango fresco. El aroma de la fruta la cautiva, pero cuando intenta tomarlo desvía su mirada a quién sostiene el fruto. –Veo que tienes hambre –conjetura Leiyus, apareciendo a su lado y ofreciéndole el mango-. ¡Puedes comerlo! –insiste él sin dejar de sonreírle.

Dine toma la fruta entre sus manos y mira a Leiyus confundida. Pero, ¿por qué quieres dármelo? Después de todo, ustedes dos han trabajado más que nosotras haciendo las tareas que a nosotras nos correspondían desde que zarpamos.  

En respuesta Leiyus deja a un lado momentáneamente sus deberes para unirse a ella a contemplar el mar. –Es sólo que noté que estabas hambrienta… Para un caballero del reino Leivan como yo sería descortés dejar a una chica con hambre, aunque sea tan exigente como tú. Además tú lo dijiste: el ejercicio extra nos está sirviendo de entrenamiento.

Luego de escucharle ella acepta el fruto con un dejo de remordimiento. –Gracias, Leiyus…

Ambos permanecen en silencio mirando el océano por unos segundos, hasta que Kindolf llega corriendo interponiéndose entre los dos y con la cara verde a causa del mareo momentos antes de sacar la cabeza por la borda y comenzar a volver el estómago, lo que arruina su momento de paz. 

La tarde llega, y tanto Leiyus como Kindolf terminan sus labores del día, lo que les permite relajarse sentándose junto al mástil principal de la nave para descansar.

Kindolf –Por fin terminamos –dice respirando con alivio-. ¡Ni siquiera en el castillo nos hacían trabajar tanto!

Leiyus –Al menos sólo nos queda un día de viaje. Para mañana habremos llegado a tierra firme. 

De pronto, ellos escuchan una voz melodiosa que proviene del mar. -¿Oíste eso? –pregunta Leiyus a su amigo.

Kindolf -¿Tú también lo escuchaste? Creí que estaba alucinando por el cansancio.

Leiyus –Suena como si estuviesen cantado una melodía muy triste… parece que el canto viene desde mar adentro… 

Guiados por aquella melodía, los dos no resisten asomarse por la borda para escudriñar el horizonte en busca del origen de aquella melodía. No pasa mucho para que el par de escuderos divisen cerca de la embarcación lo que parece ser una mujer de larga cabellera sentada sobre una roca, en medio del océano que les da la espalda. En ese instante, el canto de la mujer parece adquirir mayor intensidad en sus oídos.

Kindolf –¡Es una mujer! Pero, ¿cómo…? 

En ese momento, la desconocida se vuelve hacia ellos, revelando un hermoso rostro conforme sus miradas se encuentran. -¡Es muy bella! –exclama Leiyus, embelesado.

Sin que ellos lo noten, el canto de la chica los induce a un estado de trance, causando que el brillo en sus ojos desaparezca una vez la mujer ha tomado el control de sus mentes. Una vez bajo su influencia, la mujer, que en realidad es una sirena, cambia su dulce e inocente expresión por una sonrisa macabra. 

En ese instante Dine, que apenas podía percibir el sonido de aquella melodía, le llama la atención el repentino sonido provocado por el chapoteo de las aguas típico que se escucha cuando un objeto caer al agua, y al no ver a Leiyus o a Kindolf cerca, comienza a preocuparse. -¿Qué fue eso? –grita en voz alta.

Instintivamente, la dragona comienza a buscar a sus compañeros con la mirada por toda la borda, pero al no verlos por ninguna parte, siente un vuelco en el estómago antes de dirigir su atención hacia el mar, seguida de Astrid, que hace lo mismo.

En ese momento, la capitana, que también había escuchado el chapotear de las aguas se acerca a ellas atraída por sus voces de angustia. -¿Qué sucede aquí? ¡Se escuchó como si alguien hubiese caído al agua!

Astrid –¡No tenemos idea! Primero escuchamos que alguien cantaba y segundos después, se escuchó como si alguien se hubiese lanzado al agua. 

Dine –¡Y lo más extraño de todo es que cuando nos dimos cuenta, nuestras amigas ya no estaban!

Sin perder tiempo, Lara se les suma asomándose por la borda para buscar alguna señal de las mencionadas. 
-Es extraño… no parece haber rastro de ellas. Un momento, ¿dicen que escucharon un canto?

Dine –¡Así es, pero para cuando subimos a cubierta, dejamos de escucharlo!
 
Lara -¡Pero eso es imposible! A menos que… ¡¡A menos que sus “amigas” fueran en realidad hombres!! –dice a voz en cuello, molesta.

Tanto Dine como Astrid desvían la mirada con una expresión de culpa incapaz de ocultar, lo que aumenta el descontento de la capitana: –¡Me engañaron! ¡Les dije que no se permitía que ningún hombre navegara en estas aguas! No saben lo que han hecho. ¡Ahora sus amigos corren un grave peligro!

Astrid -¿Por qué? ¿Qué tiene que ver el hecho de que ellos sean hombres con todo esto?

Lara -¿Acaso no lo saben? ¡¡Estas aguas están plagadas de sirenas!!

Dine -¿Cómo que sirenas? Creía que esas criaturas eran sólo un mito.

Lara –¡¡Pues no lo son!! –le responde al punto con alarma-. ¡Las sirenas son criaturas que provienen de la oscuridad! Aunque no son muy fuertes en comparación con los gnomos, o los demonios, las sirenas representan un gran peligro para cualquier hombre de cualquier especie que se aventure por estos mares!

Dine –Pero eso no tiene sentido… ¿Cómo es que pueden ser tan peligrosas si no son tan fuertes?

Lara –Eso es porque las sirenas no atacan directamente. Ellas utilizan su canto para nublar la mente de sus víctimas. Una vez que están bajo su control, llevan a cualquier hombre que capturen a su guarida, en donde los devorarán vivos. ¡Esa es la principal razón por la que no está permitida la presencia de hombres en estas aguas!

Astrid –¡Eso es terrible! Y ahora, ¡¿qué vamos a hacer!?

Dine –No tenemos otra opción más que ir en su rescate y encontrar la guarida de las sirenas lo antes posible... ¡Pronto, necesitamos un bote!

Lara –¡Esperen un momento! –interviene-. ¡Ustedes ni siquiera conocen estas aguas! ¿De verdad creen que ustedes solas pueden encontrar la guarida de esas criaturas sin ayuda? 

Dine –No tenemos alternativa. ¡Nuestros amigos están en peligro!

Lara da un largo suspiro antes de continuar-. -Parece que no tengo alternativa… Tendré que ir con ustedes. ¡¡Bajen un bote de rescate!! –ordena de inmediato a sus subordinadas.

Una vez en el bote, Dine, Astrid y Lara se alejan del barco acompañadas por otras dos marineras a modo de escoltas. Poco después, la chica vampiro y la dragona comienzan a desesperarse, pues a pesar de la corpulencia de las marineras, el ritmo al que reman les parece demasiado lento, por lo que en un arrebato de impaciencia, Astrid les arrebata los remos y se pone a remar ella sola con una fuerza que hace avanzar a la embarcación a una velocidad tan alta, que pareciera un bote motorizado, dejando sorprendidas a las marineras, incluyendo a Lara. 

Lara -¡Qué fuerza tiene esta muchacha! –exclama, sujetándose el sombrero con una mano mientras se aferra al borde del bote con la otra-. ¡Si estuviera en mi tripulación, podría hacer fácilmente el trabajo de tres de mis mejores chicas!

El bote pronto se detiene en una isla desierta rodeada por arrecifes. En la isla, el grupo descubre una cueva junto al mar que conduce al interior de la isla, formando un túnel natural el cual deciden explorar. El bote toca tierra y ellas desembarcan en el interior de la cueva. Tras caminar en silencio por un rato, Lara hace un comentario sombrío que sobrecoge a Astrid y a Dine: -Esto parece estar muy tranquilo… espero que no sea muy tarde para sus amigos.

Al llegar a la parte más profunda de la cueva, el grupo se topa con la cámara principal de la guarida, en donde se encuentran congregadas las sirenas que habitan las aguas de la isla moviendo sus colas torpemente para arrastrarse sobre la tierra cual serpientes. Ellas permanecen escondidas detrás de una roca mientras observan de cerca  las criaturas, que parecen estar en medio de una celebración en la que Leiyus y Kindolf yacen inconscientes y atados a una roca. 

Mientras presencian los acontecimientos en silencio, aparece una sirena de mayor tamaño y de apariencia siniestra que se dirige a sus demás congéneres: -¡Hijas mías, hoy tendremos un banquete con la captura de estos dos seres humanos! ¡Hace mucho que no teníamos una comida como esta, así que disfrútenla!

Lara –Esa debe ser la reina de las sirenas  -señala en voz baja-. Debemos actuar con cautela y sin que nos vean.

Astrid –Pero debemos hacer algo ya. ¡Están a punto de devorarlos! –le dice en tono apremiante.

Dine –Astrid tiene razón, debemos crear una distracción mientras alguna de nosotras los rescata y saca de aquí.

Lara -Está bien, nosotras nos encargaremos de la distracción –propone-. Mientras tanto, ustedes rescaten a sus amigos.

Dine -¿Están seguras de que estarán bien por su cuenta?

Lara –¡Por supuesto! Ya les dije que las sirenas no son más fuertes que los seres humanos. De la única de la que tenemos que preocuparnos es de la reina, ¡así que dense prisa y háganlo rápido! ¿De acuerdo?

Una vez formado un plan, Dine y Astrid ponen manos a la obra y actúan antes de que sus amigos sean devorados. Por su parte, Lara y sus dos tripulantes salen al encuentro de las criaturas para distraerlas. –¡Muy bien, monstruos, dejen a esos hombres en paz! ¡Ellos nos pertenecen!

La reina de las sirenas no tarda en responderles. –¡Humanos tontos! ¿A caso creen que vamos a dejarles nuestro festín así de fácil? ¡Mátenlas! –ordena la matriarca a sus subordinadas.

Todas las sirenas comienzan su ataque contra las marineras sin dudarlo, pero Lara y sus compañeras responden a la agresión desenvainando sus sables. Mientras tanto, Dine y Astrid aprovechan el momento de la batalla para escabullirse hasta donde yacen sus amigos. Entonces la reina repara en ellas cuando están a punto de huir con ellos. -¿Así que creyeron que se saldrían con la suya, mujeres terrestres? –brama al tiempo que les  bloquea el paso con su enorme cuerpo escamoso. 

Dine –¡Astrid, encárgate de ella! –le pide a su amiga vampiro con apremio-. ¡Yo me llevaré a los dos a un lugar seguro!

La Reina entonces suelta una carcajada apenas la escucha. –¡Estás muy equivocada, niña! No seré yo quien peleará con ustedes, ¡sino sus mismos compañeros varones que tratan de rescatar!

Dine -¿Qué quieres decir con eso?

Con una sonrisa malévola, la reina de las sirenas chasquea los dedos. Al instante, tanto Leiyus como Kindolf despiertan y se ponen de pie por sus propias fuerzas pese a que ojos de ambos permanecen vacíos y opacos. Entonces la reina comienza a entonar una melodía, a cuyas notas reaccionan de inmediato el par de escuderos, poniéndose en posiciones de ataque con la vista clavada en Dine y en Astrid.

Leiyus es el primero en acercarse a ella con intención de atacarla. Ella se prepara para la batalla, pero entonces se retracta al recordar el momento de amabilidad que Leiyus tuvo con ella cuando éste le cediósu alimento del día mientras estaban en el barco. Mientras recuerda este suceso, no ella no se percata que su atacante ya se encuentra muy cerca de ella y con poco tiempo para reaccionar, en vez de contestar al golpe, la dragona decide esquivarlo en el último momento. Entre tanto, Kindolf se abalanza sobre Astrid como lobo hambriento, pero a diferencia de Dine, la chica vampiro no duda en propinarle un puñetazo en el rostro que lo manda volar hasta estrellarse contra unas rocas. 

Para su sorpresa y a pesar del tremendo golpe, Kindolf se pone de pie de inmediato para reanudar el ataque. Astrid se prepara para golpearlo nuevamente hasta que Dine la detiene. –¡Espera Astrid! ¡No podemos atacarlos! ¡Ellos están bajo la influencia del canto de la sirena reina! ¡Debemos encontrar la manera de sacarlos de su trance sin hacerles daño!

Astrid entonces fija su atención en la reina de las sirenas y corre hacia ella con la intención de atacarla, pero a medio camino aparece nuevamente Kindolf tratando de frenarla. Sin detenerse, la chica vampiro da un salto en el aire usando la cabeza del escudero como apoyo para poder continuar su carrera hacia la reina de las sirenas. 

En lugar de defenderse, la reina de las sirenas sonríe despreocupadamente. -¡Tontas! ¡Mientras ellos estén bajo mi embrujo, sus amigos no permitirán que me hagan daño! ¡Si aprecian sus vidas deberían de salir de aquí antes de que consideremos devorarlas a ustedes también!

En ese instante, tanto Leiyus como Kindolf dejan a un lado lo que estaban haciendo para acudir al llamado de la reina y protegerla con sus cuerpos de sus amigas.

No muy lejos de allí, Lara y sus subordinadas mantienen a raya a las sirenas con sus sables cuando repentinamente, éstas cambian de estrategia atacándolas con ondas supersónicas que generan desde sus bocas.
La potencia de los ataques sónicos resulta tan poderosos, que el simple estruendo que provocan dentro de la cueva paraliza de dolor a las marineras. Incluso Lara se ve obligada a tirarse al suelo cuando una de las ondas ultrasónicas está por pegarle de lleno antes de hacerse a un lado justo a tiempo antes de hacerla pedazos junto con una gran roca que se encontraba a sus espaldas. De pronto, las tres marineras se ven acorraladas por las sirenas, que están listas para matarlas con sus ataques sónicos.

–¡Se acabó para ustedes! –sentencia la reina de las sirenas al ver a sus enemigos acorralados-. ¡No debieron de subestimarnos, mujeres de tierra! ¡Ahora, tendrán el mismo destino que sus amigos! ¡Se convertirán en nuestro alimento! ¡Serán devoradas vivas junto con ellos!

Desesperada, Dine intenta hacer entrar en razón a sus amigos con sus palabras. –¡Leiyus, tienes que despertar! ¡Si no hacemos algo, seremos la cena de estas criaturas! ¡¡Por favor!! –le implora ella.

A pesar de sus esfuerzos, las palabras de Dine no parecen surtir efecto en Leiyus, que ya se prepara para atacarla de nuevo, sorprendiéndola tras lanzarle un rugido de dragón. Astrid logra refugiarse detrás de Dine en el momento en el que Leiyus les arroja el ataque, el cual la dragona repele generando un escudo de energía al instante que les salva la vida a todas. La explosión resultante es tan violenta, que provocaque parte del techo de la cueva se venga abajo, formando un agujero sobre sus cabezas por el cual gran parte de la vorágine de energía escapa en dirección al cielo. 

Cuando todo termina, las sirenas las atacan con ultrasonidos doblegándolas. Tanto las marineras como Dine y Astrid intentan cubrirse los oídos, pero el chillido de las sirenas es tan fuerte y agudo, que éste logra penetrar hasta sus tímpanos, lo que les provoca una aguda agonía, dejándolas a merced de las sirenas y su reina. 

Cuando todo parecía perdido para ellas, de pronto comienzan a caer sogas desde el agujero de la cueva recién creado desde donde desciende el resto de la tripulación del barco que ha llegado a su rescate, atacando a las sirenas arrojándoles paquetes encendidos de dinamita que hacen acallar sus voces. Es así como comienza una batalla campal entre sirenas y las marineras. En medio del caos, Dine y Astrid se reencuentran para unir fuerzas contra sus enemigos, pudiendo usar nuevamente sus brazos para atacarlas. 

Dine –¡Astrid, tenemos que encontrar la manera de acabar a la reina! ¡Tú eres la única que puede lograrlo, así que yo me encargaré de distraer a Leiyus y a Kindolf! 

–¡Está bien! –dice, asistiendo.

Sin perder tiempo, Astrid se dirige hacia la reina, pero antes de que pueda llegar a ella es interceptada por Leiyus. Dine entonces interviene intentando desviar su atención, pero no tiene éxito. 

Astrid se prepara para atacar a la reina con su ataque especial de colmillo sangriento, pero antes de que éste impacte a la reina Leiyus salta en el trayecto del ataque y recibe el golpe de Astrid. –Diablos –maldice Astrid- ¡Casi lo logro!

Kindolf entonces aparece en escena y se abalanza sobre Dine, apresándola por la espalda con sus brazos. Ella reacciona con furia golpeándolo con un codazo en la mandíbula. -¡No molestes! –le grita, arrojándolo al frente hasta aterrizar de cara sobre el pecho de una de las sirenas. 

La criatura reacciona de inmediato gritando y tratando de quitarse al escudero de encima para después arrojarlo hacia otra parte. El incidente le da a Dine una idea: -¡Eso es! Astrid, quiero que ataques una vez más a la reina, pero esta vez espera a mi señal!

Astrid -¡Entendido, Dine!

En seguida la chica vampiro corre hacia donde está él noqueado Kindolf,  para después tomarlo por las ropas y lanzarlo directo hacia la reina, que en esos momentos usaba su canto para controlar a sus amigos. Cuando la cara de Kindolf cae en sus pechos, la reina reacciona histéricamente interrumpiendo su canto. Para entonces Leiyus recobra el sentido liberándose así de la influencia de la reina sirena. 
Leiyus -¿Qué? ¿En dónde estoy? –se pregunta para sí, confundido al despertar en medio de aquél caos.

Dine –¡Olvídate de eso y usa el rugido del dragón en esa criatura! –lo apremia ella, señalando a la reina de las sirenas, quien todavía tiene la cabeza de Kindolf atascada entres sus pechos, los cuales sacude violentamente para tratar de quitárselo.

Aunque confundido, Leiyus obedece sus instrucciones lanzando su poder especial contra la criatura. En el momento en el que la reina logra deshacerse de Kindolf, el resplandor del rugido de dragón la alcanza. El poder de Leiyus provoca una poderosa corriente ascendente que escapa inmediatamente por el orificio de la cueva, tomando por sorpresa tanto a sirenas y marineras por igual. 

Cuando el resplandor del rugido de dragón desaparece, la reina de las sirenas ha desaparecido sin dejar rastro. No pasa mucho tiempo para que el resto de las sirenas escapen del lugar una vez su líder ha sido derrotada...

Por la tarde, todos regresan a salvo al barco para continuar su viaje. Allí, la capitana Lara celebra junto con sus tripulantes la victoria de aquella tarde ofreciéndoles grandes tarros de cerveza espumosa. Todos parecen disfrutar de la celebración menos Leiyus y Kindolf, que son constantemente acosados por las mujeres de aspecto rudo, mismas que no paran de pronunciarles cumplidos y de guiñarles los ojos. Por otra parte, Astrid parece pasarla muy bien bebiendo y bailando sin parar junto con las demás marineras. 

Lara entonces se les acerca a los cuatro muy sonriente: –¡Debo admitir que después de todo, no fue una mala idea que subieran a nuestro barco, chicos! ¡No había visto a mi tripulación tan animada en mucho tiempo! Después de todo, mis marineras casi nunca tienen la oportunidad de ver hombres tan apuestos como ustedes. ¡Debo admitir que esa pequeña aventura fue bastante entretenida!

Dine -¿Entretenida? –Repite incrédula y ofendida- ¡Por poco no vivimos para contarlo!

Lara –¡Relájense, pronto llegaremos a tierra! ¡Mientras tanto, pueden disfrutar de toda la comida y bebida que quieran! ¡Va por nuestra cuenta como agradecimiento! ¡Estoy segura que esas sirenas ya no serán un problema en estas aguas gracias a ustedes!

El barco continúa su viaje hacia tierra firme al atardecer bajo la protección de las primeras estrellas de la noche.



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