Lazos de sangre
Leiyus y sus amigos han obtenido la primera perla
de dragón de manos de Grudan, pero todavía tienen mucho qué recorrer en busca
de las perlas restantes
El trío camina despreocupadamente por un camino de
terracería. Mientras que Leiyus se mantiene al frente, liderando al grupo,
Kindolf se mantiene ocupado leyendo un libro en cuya portada puede leerse:
“Hechicería para novatos”. Totalmente absorto en su lectura, de pronto
tropieza con una piedra que lo hace caer de cara al suelo.
Leiyus y Dine entonces se vuelven hacia él tras
escuchar el golpe seco a sus espaldas. -¿Te encuentras bien? –le pregunta su
mejor amigo al caballero recién caído.
Kindolf se levanta desempolvando su libro. –Claro
que sí. ¿No podríamos tomar un descanso por hoy, Leiyus? ¡Estoy muerto!
–propone con expresión de fatiga.
Dine –¡Pero si lo único que hemos hecho es caminar
a través de este desierto! –repone ella.
Leiyus –Dine tiene razón. Lo mejor será que
continuemos por este camino hasta salir de aquí. He oído que durante las noches,
la temperatura en estos lugares suelen bajar drásticamente.
Guardando su libro, Kindolf pone cara de fastidio y
continúa la marcha con desgane detrás de ellos. –Está bien, pero les advierto
que ya estoy en mis últimas energías. ¡Si me desmayo, van a tener que cargarme
entre los dos!
Poco después y unos kilómetros adelante, con el sol
del ocaso a sus espaldas, Kindolf observa algo en la lejanía. -¡Miren! ¡Es un
poblado! ¡Quizá después de todo sí podamos descansar en una cama calientita
esta noche! –asevera éste con renovado optimismo.
Sin compartir su actitud positiva, Dine observa
detenidamente el lugar y en seguida tiene un mal presentimiento apenas notar
las nubes oscuras y grisáceas que se alzan sobre aquél poblado. –No lo sé… Ese
lugar parece irradiar una cierta energía negativa.
Leiyus –Bien, ha llegado el momento de tomar una
decisión. –propone al dúo-: Podemos cruzar por allí, o rodear el pueblo
atravesando las formaciones rocosas que lo rodean. Es sabido que en esas
cumbres se forman peligrosas tormentas eléctricas súbitamente, así que no veo
por qué arriesgarnos. Yo opino que debemos probar pasando por el poblado. ¿Qué
dices tú, Dine?
Dine se cruza de brazos expresando disgusto apenas
escucharle. –Yo ya les dije que ese lugar tiene un aura oscura. ¿Por qué nunca
me escuchan ustedes dos?
Kindolf -¡Estás
loca, Dine! Es obvio que el camino del pueblo es más seguro, ¡estamos muy
cansados como para arriesgarnos a morir electrocutados en esas formaciones
rocosas!
Con un suspiro de resignación Dine, finalmente acede:
– De acuerdo, pero no me pidan ayuda si se meten en problemas…
Dicho esto, los tres coinciden en dirigirse al
pueblo a través de un estrecho entre las formaciones rocosas que los conduce
hasta allí. Una vez alcanzan el poblado, el grupo camina cautelosamente por sus
aparentemente abandonadas calles sin darse cuenta que un sin número de ojos
rojos que los observan pasar desde las sombras. El estado deteriorado general de
las casas encuentran allí indica que sus habitantes originales lo abandonaron
desde hacía muchos años. En eso, comienzan a escuchar ruidos de origen
desconocido que se resuenan con más y más frecuencia a su alrededor.
Leiyus –Me pregunto, ¿qué habrá sucedido con las
personas que habitaban este lugar? -se cuestiona
sin dejar de mirar a sus alrededores con preocupación.
Los tres pronto llegan al corazón del poblado: una
plaza amplia en donde extrañamente encuentran a un gripo de niños de entre 7 y
9 años que no paran de reírse quedamente mientras juegan alrededor de un poste
de madera clavado en la tierra. Conforme se acercan a ellos, Leiyus y sus
amigos descubren que la causa de las risas de aquellos niños se debe a que
ellos han atado de manos y piernas a una chica adolescente pelirroja de ropas
negras al poste. La escena los desconcierta.
Leiyus -¿Qué están haciendo esos niños alrededor de
esa muchacha? –inquiere en voz alta.
Kindolf –Sea lo que sea, no parece que esos niños tengan
intención de ayudarla –asegura con un dejo de miedo en sus ojos.
Dine es la primera en reparar que la chica
maniatada presenta marcas ensangrentadas de mordeduras en su cuerpo. -¡Miren
esas marcas que tiene en los brazos, en sus piernas, y alrededor del cuello!
–señala con alarma.
Leiyus –¡Parece que esos niños son…!
-¡¡VAMPIROS!! –pronuncian los tres al unísono a voz
en cuello.
Al escuchar sus voces, los niños se vuelven hacia
ellos sonriéndoles macabramente pese a que ellos logran esconderse detrás de
una pared.
Kindolf –¡C-creo
que ya nos vieron! –exclama dominado por el terror al ver que la saliva de
muchos de los niños que escurre de sus bocas parece estar mezclada con sangre
fresca.
Leiyus –¡No cabe duda, son vampiros! ¡Díne,
cúbrenos! ¡Kindolf y yo debemos salvar a esa chica de esos niños antes de que
se beban toda su sangre y la maten.
Antes de que ella pueda decir algo, los dos salen
de su escondite para dirigirse a toda velocidad hacia donde se encuentran los
pequeños, quienes reaccionan a su vez lanzándose sobre ellos. Mientras Leiyus
intenta llamar la atención de los niños con provocaciones verbales, Kindolf se
escabulle y logra llegar con la muchacha, a quien libera cortando sus ataduras
con su espada.
Kindolf -¡Qué bueno que tomé esta espada prestada
del castillo antes de partir! –asegura en voz alta antes de cargar a la chica
inconsciente en sus brazos y regresar con sus amigos.
Sin embargo, en su camino de regreso se topa con un
grupo de niños vampiro que apenas verlo, comienzan a perseguirle hasta que el
escudero vira en una esquina. Allí se reencuentra con Dine y con Leiyus.
Kindolf -¡Corran! ¡Están detrás de mí! –les advierte
a sus amigos, pero pasados unos segundos nada ocurre-. ¿Qué pasó…? Creí que
venían detrás de mí –asegura, echando una mirada a sus espaldas.
Repentinamente, el ambiente a su alrededor se
vuelve más pesado y lúgubre, como si hubiese oscurecido de pronto. Es entonces
que el poblado parece cobrar vida de repente y un sinnúmero de hombres, mujeres
y niños, todos vampiros y con la tez pálida comienzan a emerger desde todos los
rincones oscuros de los edificios hasta rodearles. Ellos de inmediato notan el
brillo siniestro de los ojos de aquellas personas conforme se les acercan,
cercándolos sin escapatoria.
Dine –Ya no me cabe duda… ¡Son vampiros! ¡Estamos
en un poblado habitado por vampiros!
Leiyus –No hay por qué temer, ¿recuerdan? Tengo los
poderes de Dyamat. ¡Yo me encargaré de ellos! –asegura, dando un paso al frente
y preparándose para lanzarles a los pobladores un rugido de dragón antes
de ser detenido por Dine.
–¡Un momento, Leiyus! ¡No lo hagas! Aunque sean
vampiros, recuerda que entre ellos hay también niños.
Kindolf –Dine, ¡no es momento para decir tonterías!
–le espeta al borde de la desesperación-. ¡Si no hacemos algo, acabaremos
siendo su alimento como esta chica! –dice haciendo referencia a la muchacha que
en esos momentos carga en brazos.
Dine –¡No son tonterías! ¿Acaso estás dispuesto a
dejar en tu conciencia la muerte de un pequeño niño?
Kindolf –¡Pero, son niños vampiro!
Dine –Da igual que sean vampiros, ¡siguen siendo
niños!
Mientras ellos discuten, Leiyus analiza la precaria
situación en la que se encuentran. Es entonces que él logra divisar muy cerca
de ellos la entrada a una mina abandonada. -¡Dejen de discutir y síganme! –les
ordena al tiempo que corre en dirección la mina seguido de sus aliados.
Los tres consiguen llegar a la entrada de la mina seguidos
muy de cerca por la multitud de vampiros que ya se cuentan por cientos. Leiyus
entonces se detiene en la entrada y con un potente golpe colapsa uno de los
pilares que sostienen la entrada a la mina, provocando un derrumbe que termina
por atraparlos en su interior antes de que los vampiros les den alcance.
Una vez a salvo y en completa oscuridad, a Dine se
le ocurre usar un hechizo de luz que enciende una chispa mágica sobre su dedo,
permitiéndoles ver a través de la penumbra.
Leiyus –Eso estuvo cerca… -asegura, enjugándose el
sudor de su frente.
Dine –Pero ahora, ¿cómo se supone que vamos a salir
de aquí?
En un arranque de pánico, Kindolf arroja a la chica
a los brazos de Dine para después abrazar a su amigo con fuerza -¡Leiyus no
quiero morir aquí! ¡¡Sabes que le tengo miedo a la oscuridad!!
Leiyus –¡Cálmense los dos! Estoy seguro que debe de
haber otra salida al otro lado de esta montaña. Lo único que debemos hacer seguir el
camino y mantenernos unidos.
Dicho esto, los tres se disponen a recorrer el
oscuro túnel cargando con la misteriosa joven que Kindolf logró salvar de las
criaturas de la oscuridad. De repente, Kindolf, que en ese momento cargaba a la
chica deja escapar un grito que hace volver la vista de sus amigos, quienes lo
ven correr como maniático de un lugar a otro con la chica desconocida a sus
espaldas, mordiendo su cuello inocentemente y medio dormida, como si se tratara
de un bebé que bebe de su biberón antes de dormir.
Cuando él logra quitarse a la chica de encima,
Kindolf la deja caer al suelo, causando que ella se despierte.
Kindolf -¡Me mordió, me mordió! –repite, sumamente agitado-.
¡Esa niña mordió mi cuello y empezó a comerme! –señalando a la chica de forma
acusadora y sacando lágrimas de cocodrilo.
Exasperada por su comportamiento y sin ningún
tacto, Dine procede a inmovilizarlo bruscamente para exponer su cuello y así ella
y Leiyus puedan revisarlo. En su cuello, ambos pueden apreciar las marcas
inequívocas de colmillos.
–¡No estaba mintiendo! –reconoce Dine con horror-.
¡Ella también es un vampiro!
Luego de esto, los tres vuelven su vista hacia la
chica, que en esos momentos ya se ha puesto de pie con parte de su roja
cabellera cubriéndole el rostro, dándole un aspecto siniestro. Creyendo que
está a punto de atacarlos, los tres retroceden, pero en vez de ello, la chica
se desploma ante sus ojos hablándoles con voz débil y en tono suplicante: –Comida…
necesito co… mi… da…
Más tarde, la chica logra recuperar sus fuerzas
gracias a la abundante comida que Leiyus y sus amigos le han ofrecido, la cual
ella devora con avidez.
-¡Qué delicioso está esto! –afirma contenta con la
boca llena-. ¡No había comido nada en casi un mes! –exclama la joven, quien
continúa devorando una hogaza de pan a la vez que se atraganta tratando de
comerse una naranja entera.
Leiyus, Kindolf y Dine la observan comer en silencio
guardando su distancia como precaución. Es entonces que comienzan a darse
cuenta que las marcas en los brazos y las piernas de la chica comienzan a sanar
rápidamente hasta desaparecer por completo.
-¡Muchas
gracias por la comida! –agradece a la chica una vez termina con lo último de
sus provisione antes de atascarse el último pedazo de jamón.
Leiyus –No hay por qué… -responde a su cumplido un
tanto incómodo.
Dine, por su parte, parece más confundida: –Y
dinos, ¿realmente eres un vampiro como ellos? No sabía que los vampiros
pudieran alimentarse con algo además de sangre.
Sin dejar de comer, ella le responde con la boca
llena. –Afí ef. –dice para luego deglutir el bocado de carne-. ¡Mi nombre es
Astrid! ¡No saben cómo les agradezco que me hayan salvado y además me hayan
ofrecido estos deliciosos alimentos!
Leiyus –Yo me llamo Leiyus –presentándose ante
ella, para luego proseguir con sus amigos. Ella es Dine, y el que ves por allá,
es mi mejor amigo, Kindolf.
Cuando ella finalmente termina de comer, lo primero
que hace es ponerse de pie y disculparse con Kindolf por lo sucedido. –¡Perdóname
por haberte mordido…! ¡Pero es que tu sangre estaba deliciosa y tibia!
Kindolf -¿¡Deliciosa y tibia?! –repite entre
horrorizado y sorprendido sin dejar de hacer presión sobre sus heridas del
cuello con un pedazo de tela.
Astrid. –No fue mi intención atacarlos –prosigue
ella-, pero no tenía otra elección... Me encontraba muy débil, y mis heridas no
iban a sanar si no obtenía un poco de sangre primero.
Dine –¿No me digas que formas parte de ese grupo de
vampiros de allá afuera?
Tras escucharla, la cara de la joven vampiro expresa
un semblante triste. –En realidad, no… Yo no soy una de ellos, y es que verán… yo
sólo soy mitad vampiro. A diferencia de los vampiros comunes, puedo soportar la
luz del día sin problemas y comer comida ordinaria aparte de sangre. Es por eso
que los vampiros de este pueblo no me quieren, ya que dicen que mi
comportamiento es muy parecido al de un ser humano... Dicen que les causo
repulsión. Esa es la razón por la cual me habían mantenido cautiva atada a ese
poste desde hacía dos días.
Leiyus –Pero, entonces, ¿por qué estás aquí con
ellos?
Astrid –No tengo otra elección. De vivir con seres
humanos, seguramente me habrían matado al descubrir que soy mitad vampiro. La
única persona que realmente se preocupa por mí es mi hermano… pero él ahora
debe de encontrarse muy lejos.
Dine -¿Tu hermano es también mitad vampiro?
Astrid –No… ¡Él es muy fuerte, por lo que desde muy
temprana edad ha tenido que partir en largos viajes para poder desarrollar sus
poderes! Yo no podría viajar con él por ser considerada impura. El clan al que
pertenecíamos intentó matarme, pero él logró convencer a los miembros de otro
clan de vampiros cercano para me cuidaran en su ausencia.
Leiyus –Ya entiendo… Parece que no te llevas bien
con los de tu especie.
Astrid –Desde siempre he llevado una vida
solitaria. Hace aproximadamente tres años, cuando mi hermano me dejó aquí, me
prometió que regresaría algún día por mí. Hace poco el pueblo entero se enteró
que regresaría, pero ellos no me permitirían verlo, así que decidí escapar. En
represalia, ellos me capturaron y me ataron en la plaza para exhibirme, dejando
que los niños se alimentaran con mi sangre.
Kindofl –¡Qué cruel! Incluso para un vampiro.
Astrid –¡Pero gracias a ustedes ahora me siento mucho
mejor! –asegura con una sonrisa gentil-. ¡De verdad se los agradezco, ahora
podré reunirme con mi hermano como tanto deseaba!
Leiyus –Bueno, a decir verdad… no creo que puedas.
Verás, tuvimos que bloquear la entrada de la mina, por lo que ahora estamos
atrapados.
Astrid –Eso no es problema –afirma con voz alegre-.Yo
conozco la forma de salir de este lugar. Solía jugar aquí cuando niña. ¡Conozco
cada centímetro de esta mina!
Kindolf –Entonces, ¿qué estamos esperando? ¡Guíanos!
¡Preferentemente, lo más adelante que puedas de nosotros! –le dice antes de que
Dine le de un codazo en el estómago.
Así, Leiyus, Kindolf y Dine siguen a Astrid, quien
en poco tiempo los guía hasta un respiradero de la mina. Los cuatro terminan en
lo que alguna vez fue un cauce de río subterráneo. Una vez allí, encuentran la
base de un pozo por el cual trepan de nuevo hasta la superficie. Uno por uno,
todos logran salir, pudiendo nuevamente sentir el aire fresco, pero su alegría
no dura mucho cuando caen en cuenta que el poso por donde salieron se encuentra
en el centro de la plaza, en el corazón del poblado. A su alrededor incontables
ojos rojos que los observan desde la oscuridad les dan la bienvenida.
-Vaya, vaya –dice uno de los hombres vampiro del
pueblo que se acerca a ellos-. Así que la pequeña Astrid nos trajo un aperitivo
para que la perdonemos, ¿estoy en lo correcto?
Dine. –Tal parece que regresamos volvimos al mismo
punto del que escapamos en primer lugar… -dice sin esconder su frustración.
Leiyus –Bueno, ¡al menos tenemos un extra para esta
batalla! ¿Qué dices Astrid? ¿Nos ayudarás a pelear?
Astrid –Bueno, no suelo ser el tipo que busca
peleas, pero como me ayudaron, ¡los ayudaré con gusto!
Instantes después, la población entera los acorrala
en cuestión de segundos. Los cuatro forman un círculo entre ellos para cubrirse
las espaldas ante la precaria situación, y apesar de su clara desventaja en
número, Leiyus y los demás parecen confiar en sus habilidades.
Cuando los primeros vampiros los atacan, estos son
rechazados fácilmente por las habilidades conjuntas de los cuatro. Rápidamente
el cuarteto comienza a ganar terreno a sus enemigos.
En medio de la batalla, Astrid pierde el equilibro
al atacar a uno de sus congéneres, lo que le permite a los vampiros enemigos lanzarle
unos polvos color purpura en la cara que la hacen caer dormida al instante.
Leiyus logra darse cuenta de lo sucedido, pero
debido al gran número de enemigos con los que debe lidiar le es imposible auxiliarla.
-¡Astrid! –grita al verla caer al suelo sin poder dejar de luchar ferozmente
con un grupo de vampiros que intentan morderlo.
En eso, la pelea parece llegar a una pausa en el
momento en el que un hombre viejo, que parece ser el líder de la aldea se
planta ante ellos muy sonrientemente. –Hicieron bien en venir el día de hoy.
Ustedes son nuestros invitados principales para la cena… ¡nuestra cena!
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