04 julio, 2023

Dragon Legacy, Vol.1: Capitulo 9

 



Lazos de sangre


Leiyus y sus amigos han obtenido la primera perla de dragón de manos de Grudan, pero todavía tienen mucho qué recorrer en busca de las perlas restantes

 

El trío camina despreocupadamente por un camino de terracería. Mientras que Leiyus se mantiene al frente, liderando al grupo, Kindolf se mantiene ocupado leyendo un libro en cuya portada puede leerse: “Hechicería para novatos”. Totalmente absorto en su lectura, de pronto tropieza con una piedra que lo hace caer de cara al suelo.

 

Leiyus y Dine entonces se vuelven hacia él tras escuchar el golpe seco a sus espaldas. -¿Te encuentras bien? –le pregunta su mejor amigo al caballero recién caído.

 

Kindolf se levanta desempolvando su libro. –Claro que sí. ¿No podríamos tomar un descanso por hoy, Leiyus? ¡Estoy muerto! –propone con expresión de fatiga.

 

Dine –¡Pero si lo único que hemos hecho es caminar a través de este desierto! –repone ella.

 

Leiyus –Dine tiene razón. Lo mejor será que continuemos por este camino hasta salir de aquí. He oído que durante las noches, la temperatura en estos lugares suelen bajar drásticamente.

 

Guardando su libro, Kindolf pone cara de fastidio y continúa la marcha con desgane detrás de ellos. –Está bien, pero les advierto que ya estoy en mis últimas energías. ¡Si me desmayo, van a tener que cargarme entre los dos!

 

Poco después y unos kilómetros adelante, con el sol del ocaso a sus espaldas, Kindolf observa algo en la lejanía. -¡Miren! ¡Es un poblado! ¡Quizá después de todo sí podamos descansar en una cama calientita esta noche! –asevera éste con renovado optimismo.

 

Sin compartir su actitud positiva, Dine observa detenidamente el lugar y en seguida tiene un mal presentimiento apenas notar las nubes oscuras y grisáceas que se alzan sobre aquél poblado. –No lo sé… Ese lugar parece irradiar una cierta energía negativa.

 

Leiyus –Bien, ha llegado el momento de tomar una decisión. –propone al dúo-: Podemos cruzar por allí, o rodear el pueblo atravesando las formaciones rocosas que lo rodean. Es sabido que en esas cumbres se forman peligrosas tormentas eléctricas súbitamente, así que no veo por qué arriesgarnos. Yo opino que debemos probar pasando por el poblado. ¿Qué dices tú, Dine?

 

Dine se cruza de brazos expresando disgusto apenas escucharle. –Yo ya les dije que ese lugar tiene un aura oscura. ¿Por qué nunca me escuchan ustedes dos?

 

Kindolf  -¡Estás loca, Dine! Es obvio que el camino del pueblo es más seguro, ¡estamos muy cansados como para arriesgarnos a morir electrocutados en esas formaciones rocosas!

 

Con un suspiro de resignación Dine, finalmente acede: – De acuerdo, pero no me pidan ayuda si se meten en problemas…

 

Dicho esto, los tres coinciden en dirigirse al pueblo a través de un estrecho entre las formaciones rocosas que los conduce hasta allí. Una vez alcanzan el poblado, el grupo camina cautelosamente por sus aparentemente abandonadas calles sin darse cuenta que un sin número de ojos rojos que los observan pasar desde las sombras. El estado deteriorado general de las casas encuentran allí indica que sus habitantes originales lo abandonaron desde hacía muchos años. En eso, comienzan a escuchar ruidos de origen desconocido que se resuenan con más y más frecuencia a su alrededor.

 

Leiyus –Me pregunto, ¿qué habrá sucedido con las personas que habitaban este lugar?  -se cuestiona sin dejar de mirar a sus alrededores con preocupación.

 

Los tres pronto llegan al corazón del poblado: una plaza amplia en donde extrañamente encuentran a un gripo de niños de entre 7 y 9 años que no paran de reírse quedamente mientras juegan alrededor de un poste de madera clavado en la tierra. Conforme se acercan a ellos, Leiyus y sus amigos descubren que la causa de las risas de aquellos niños se debe a que ellos han atado de manos y piernas a una chica adolescente pelirroja de ropas negras al poste. La escena los desconcierta.

 

Leiyus -¿Qué están haciendo esos niños alrededor de esa muchacha? –inquiere en voz alta.

 

Kindolf –Sea lo que sea, no parece que esos niños tengan intención de ayudarla –asegura con un dejo de miedo en sus ojos.

 

Dine es la primera en reparar que la chica maniatada presenta marcas ensangrentadas de mordeduras en su cuerpo. -¡Miren esas marcas que tiene en los brazos, en sus piernas, y alrededor del cuello! –señala con alarma.

 

Leiyus –¡Parece que esos niños son…!

 

-¡¡VAMPIROS!! –pronuncian los tres al unísono a voz en cuello.

 

Al escuchar sus voces, los niños se vuelven hacia ellos sonriéndoles macabramente pese a que ellos logran esconderse detrás de una pared.

 

Kindolf  –¡C-creo que ya nos vieron! –exclama dominado por el terror al ver que la saliva de muchos de los niños que escurre de sus bocas parece estar mezclada con sangre fresca.

 

Leiyus –¡No cabe duda, son vampiros! ¡Díne, cúbrenos! ¡Kindolf y yo debemos salvar a esa chica de esos niños antes de que se beban toda su sangre y la maten.

 

Antes de que ella pueda decir algo, los dos salen de su escondite para dirigirse a toda velocidad hacia donde se encuentran los pequeños, quienes reaccionan a su vez lanzándose sobre ellos. Mientras Leiyus intenta llamar la atención de los niños con provocaciones verbales, Kindolf se escabulle y logra llegar con la muchacha, a quien libera cortando sus ataduras con su espada.

 

Kindolf -¡Qué bueno que tomé esta espada prestada del castillo antes de partir! –asegura en voz alta antes de cargar a la chica inconsciente en sus brazos y regresar con sus amigos.

 

Sin embargo, en su camino de regreso se topa con un grupo de niños vampiro que apenas verlo, comienzan a perseguirle hasta que el escudero vira en una esquina. Allí se reencuentra con Dine y con Leiyus.

 

Kindolf -¡Corran! ¡Están detrás de mí! –les advierte a sus amigos, pero pasados unos segundos nada ocurre-. ¿Qué pasó…? Creí que venían detrás de mí –asegura, echando una mirada a sus espaldas.

 

Repentinamente, el ambiente a su alrededor se vuelve más pesado y lúgubre, como si hubiese oscurecido de pronto. Es entonces que el poblado parece cobrar vida de repente y un sinnúmero de hombres, mujeres y niños, todos vampiros y con la tez pálida comienzan a emerger desde todos los rincones oscuros de los edificios hasta rodearles. Ellos de inmediato notan el brillo siniestro de los ojos de aquellas personas conforme se les acercan, cercándolos sin escapatoria.

 

Dine –Ya no me cabe duda… ¡Son vampiros! ¡Estamos en un poblado habitado por vampiros!

 

Leiyus –No hay por qué temer, ¿recuerdan? Tengo los poderes de Dyamat. ¡Yo me encargaré de ellos! –asegura, dando un paso al frente y preparándose para lanzarles a los pobladores un rugido de dragón antes de ser detenido por Dine.

 

–¡Un momento, Leiyus! ¡No lo hagas! Aunque sean vampiros, recuerda que entre ellos hay también niños.

 

Kindolf –Dine, ¡no es momento para decir tonterías! –le espeta al borde de la desesperación-. ¡Si no hacemos algo, acabaremos siendo su alimento como esta chica! –dice haciendo referencia a la muchacha que en esos momentos carga en brazos.

 

Dine –¡No son tonterías! ¿Acaso estás dispuesto a dejar en tu conciencia la muerte de un pequeño niño?

 

Kindolf –¡Pero, son niños vampiro!

 

Dine –Da igual que sean vampiros, ¡siguen siendo niños!

 

Mientras ellos discuten, Leiyus analiza la precaria situación en la que se encuentran. Es entonces que él logra divisar muy cerca de ellos la entrada a una mina abandonada. -¡Dejen de discutir y síganme! –les ordena al tiempo que corre en dirección la mina seguido de sus aliados.

 

Los tres consiguen llegar a la entrada de la mina seguidos muy de cerca por la multitud de vampiros que ya se cuentan por cientos. Leiyus entonces se detiene en la entrada y con un potente golpe colapsa uno de los pilares que sostienen la entrada a la mina, provocando un derrumbe que termina por atraparlos en su interior antes de que los vampiros les den alcance.

 

Una vez a salvo y en completa oscuridad, a Dine se le ocurre usar un hechizo de luz que enciende una chispa mágica sobre su dedo, permitiéndoles ver a través de la penumbra.

 

Leiyus –Eso estuvo cerca… -asegura, enjugándose el sudor de su frente.

 

Dine –Pero ahora, ¿cómo se supone que vamos a salir de aquí?

 

En un arranque de pánico, Kindolf arroja a la chica a los brazos de Dine para después abrazar a su amigo con fuerza -¡Leiyus no quiero morir aquí! ¡¡Sabes que le tengo miedo a la oscuridad!!

 

Leiyus –¡Cálmense los dos! Estoy seguro que debe de haber otra salida al otro lado de esta  montaña. Lo único que debemos hacer seguir el camino y mantenernos unidos.

 

Dicho esto, los tres se disponen a recorrer el oscuro túnel cargando con la misteriosa joven que Kindolf logró salvar de las criaturas de la oscuridad. De repente, Kindolf, que en ese momento cargaba a la chica deja escapar un grito que hace volver la vista de sus amigos, quienes lo ven correr como maniático de un lugar a otro con la chica desconocida a sus espaldas, mordiendo su cuello inocentemente y medio dormida, como si se tratara de un bebé que bebe de su biberón antes de dormir.

 

Cuando él logra quitarse a la chica de encima, Kindolf la deja caer al suelo, causando que ella se despierte.

 

Kindolf -¡Me mordió, me mordió! –repite, sumamente agitado-. ¡Esa niña mordió mi cuello y empezó a comerme! –señalando a la chica de forma acusadora y sacando lágrimas de cocodrilo.

 

Exasperada por su comportamiento y sin ningún tacto, Dine procede a inmovilizarlo bruscamente para exponer su cuello y así ella y Leiyus puedan revisarlo. En su cuello, ambos pueden apreciar las marcas inequívocas de colmillos.

 

–¡No estaba mintiendo! –reconoce Dine con horror-. ¡Ella también es un vampiro!

 

Luego de esto, los tres vuelven su vista hacia la chica, que en esos momentos ya se ha puesto de pie con parte de su roja cabellera cubriéndole el rostro, dándole un aspecto siniestro. Creyendo que está a punto de atacarlos, los tres retroceden, pero en vez de ello, la chica se desploma ante sus ojos hablándoles con voz débil y en tono suplicante: –Comida… necesito co… mi… da…

 

Más tarde, la chica logra recuperar sus fuerzas gracias a la abundante comida que Leiyus y sus amigos le han ofrecido, la cual ella devora con avidez.

 

-¡Qué delicioso está esto! –afirma contenta con la boca llena-. ¡No había comido nada en casi un mes! –exclama la joven, quien continúa devorando una hogaza de pan a la vez que se atraganta tratando de comerse una naranja entera.

 

Leiyus, Kindolf y Dine la observan comer en silencio guardando su distancia como precaución. Es entonces que comienzan a darse cuenta que las marcas en los brazos y las piernas de la chica comienzan a sanar rápidamente hasta desaparecer por completo.

 

 -¡Muchas gracias por la comida! –agradece a la chica una vez termina con lo último de sus provisione antes de atascarse el último pedazo de jamón.

 

Leiyus –No hay por qué… -responde a su cumplido un tanto incómodo.

 

Dine, por su parte, parece más confundida: –Y dinos, ¿realmente eres un vampiro como ellos? No sabía que los vampiros pudieran alimentarse con algo además de sangre.

 

Sin dejar de comer, ella le responde con la boca llena. –Afí ef. –dice para luego deglutir el bocado de carne-. ¡Mi nombre es Astrid! ¡No saben cómo les agradezco que me hayan salvado y además me hayan ofrecido estos deliciosos alimentos!

 

Leiyus –Yo me llamo Leiyus –presentándose ante ella, para luego proseguir con sus amigos. Ella es Dine, y el que ves por allá, es mi mejor amigo, Kindolf.

 

Cuando ella finalmente termina de comer, lo primero que hace es ponerse de pie y disculparse con Kindolf por lo sucedido. –¡Perdóname por haberte mordido…! ¡Pero es que tu sangre estaba deliciosa y tibia!

 

Kindolf -¿¡Deliciosa y tibia?! –repite entre horrorizado y sorprendido sin dejar de hacer presión sobre sus heridas del cuello con un pedazo de tela.

 

Astrid. –No fue mi intención atacarlos –prosigue ella-, pero no tenía otra elección... Me encontraba muy débil, y mis heridas no iban a sanar si no obtenía un poco de sangre primero.

 

Dine –¿No me digas que formas parte de ese grupo de vampiros de allá afuera?

 

Tras escucharla, la cara de la joven vampiro expresa un semblante triste. –En realidad, no… Yo no soy una de ellos, y es que verán… yo sólo soy mitad vampiro. A diferencia de los vampiros comunes, puedo soportar la luz del día sin problemas y comer comida ordinaria aparte de sangre. Es por eso que los vampiros de este pueblo no me quieren, ya que dicen que mi comportamiento es muy parecido al de un ser humano... Dicen que les causo repulsión. Esa es la razón por la cual me habían mantenido cautiva atada a ese poste desde hacía dos días.

 

Leiyus –Pero, entonces, ¿por qué estás aquí con ellos?

 

Astrid –No tengo otra elección. De vivir con seres humanos, seguramente me habrían matado al descubrir que soy mitad vampiro. La única persona que realmente se preocupa por mí es mi hermano… pero él ahora debe de encontrarse muy lejos.

 

Dine -¿Tu hermano es también mitad vampiro?

 

Astrid –No… ¡Él es muy fuerte, por lo que desde muy temprana edad ha tenido que partir en largos viajes para poder desarrollar sus poderes! Yo no podría viajar con él por ser considerada impura. El clan al que pertenecíamos intentó matarme, pero él logró convencer a los miembros de otro clan de vampiros cercano para me cuidaran en su ausencia.

 

Leiyus –Ya entiendo… Parece que no te llevas bien con los de tu especie.

 

Astrid –Desde siempre he llevado una vida solitaria. Hace aproximadamente tres años, cuando mi hermano me dejó aquí, me prometió que regresaría algún día por mí. Hace poco el pueblo entero se enteró que regresaría, pero ellos no me permitirían verlo, así que decidí escapar. En represalia, ellos me capturaron y me ataron en la plaza para exhibirme, dejando que los niños se alimentaran con mi sangre.

 

Kindofl –¡Qué cruel! Incluso para un vampiro.

 

Astrid –¡Pero gracias a ustedes ahora me siento mucho mejor! –asegura con una sonrisa gentil-. ¡De verdad se los agradezco, ahora podré reunirme con mi hermano como tanto deseaba!

 

Leiyus –Bueno, a decir verdad… no creo que puedas. Verás, tuvimos que bloquear la entrada de la mina, por lo que ahora estamos atrapados.

 

Astrid –Eso no es problema –afirma con voz alegre-.Yo conozco la forma de salir de este lugar. Solía jugar aquí cuando niña. ¡Conozco cada centímetro de esta mina!

 

Kindolf –Entonces, ¿qué estamos esperando? ¡Guíanos! ¡Preferentemente, lo más adelante que puedas de nosotros! –le dice antes de que Dine le de un codazo en el estómago.

 

Así, Leiyus, Kindolf y Dine siguen a Astrid, quien en poco tiempo los guía hasta un respiradero de la mina. Los cuatro terminan en lo que alguna vez fue un cauce de río subterráneo. Una vez allí, encuentran la base de un pozo por el cual trepan de nuevo hasta la superficie. Uno por uno, todos logran salir, pudiendo nuevamente sentir el aire fresco, pero su alegría no dura mucho cuando caen en cuenta que el poso por donde salieron se encuentra en el centro de la plaza, en el corazón del poblado. A su alrededor incontables ojos rojos que los observan desde la oscuridad les dan la bienvenida.

 

-Vaya, vaya –dice uno de los hombres vampiro del pueblo que se acerca a ellos-. Así que la pequeña Astrid nos trajo un aperitivo para que la perdonemos, ¿estoy en lo correcto?

 

Dine. –Tal parece que regresamos volvimos al mismo punto del que escapamos en primer lugar… -dice sin esconder su frustración.

 

Leiyus –Bueno, ¡al menos tenemos un extra para esta batalla! ¿Qué dices Astrid? ¿Nos ayudarás a pelear?

 

Astrid –Bueno, no suelo ser el tipo que busca peleas, pero como me ayudaron, ¡los ayudaré con gusto!

 

Instantes después, la población entera los acorrala en cuestión de segundos. Los cuatro forman un círculo entre ellos para cubrirse las espaldas ante la precaria situación, y apesar de su clara desventaja en número, Leiyus y los demás parecen confiar en sus habilidades.

 

Cuando los primeros vampiros los atacan, estos son rechazados fácilmente por las habilidades conjuntas de los cuatro. Rápidamente el cuarteto comienza a ganar terreno a sus enemigos.

 

En medio de la batalla, Astrid pierde el equilibro al atacar a uno de sus congéneres, lo que le permite a los vampiros enemigos lanzarle unos polvos color purpura en la cara que la hacen caer dormida al instante.

 

Leiyus logra darse cuenta de lo sucedido, pero debido al gran número de enemigos con los que debe lidiar le es imposible auxiliarla. -¡Astrid! –grita al verla caer al suelo sin poder dejar de luchar ferozmente con un grupo de vampiros que intentan morderlo.

 

En eso, la pelea parece llegar a una pausa en el momento en el que un hombre viejo, que parece ser el líder de la aldea se planta ante ellos muy sonrientemente. –Hicieron bien en venir el día de hoy. Ustedes son nuestros invitados principales para la cena… ¡nuestra cena!


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