Una luz de esperanza
Durante su aventura, Leiyus, Kindolf, y Dine se
adentraron en un pueblo aparentemente abandonado que resultó estar infestado de
vampiros. Allí, rescataron a una joven mitad humano, mitad vampiro de sus
congéneres antes de ser acorralados por la colonia entera de seres de la
noche...
Una multitud de vampiros se congregan alrededor de
la plaza, en donde Leiyus y sus amigos permanecen en posición de defensa luego
de que Astrid haya caído inconsciente víctima de unos polvos extraños que los
vampiros le arrojaron. Cuando todo indica que el trío está a punto de ser
atacado por la turba, estos repentinamente se detienen
e ellos.
-¡Quién lo hubiera creído! –exclama un vampiro viejo,
regordete y de cabello cano que parece ser el líder de la colonia mientras
sostiene a Astrid en brazos-. A pesar de siempre darnos problemas, ésta niña
nos ha traído un regalo para la comunidad. ¡Hace mucho que no pasan forasteros
por estas tierras, así que hemos estado muy hambrientos!
Leiyus -¿Qué piensan hacer con Astrid?
-A decir verdad, no tenemos el menor interés en ella.
Es la hermana menor del fundador de esta colonia, pero es una inútil, y su
sangre es impura. Probablemente la habríamos matado hace mucho tiempo de no ser
por la protección de su hermano. ¡Pero al menos podemos usarla para
alimentarnos de su sangre!
Kindolf –No pensarán hacer eso con nosotros, ¿verdad?
-Claro que sí. ¡Nos beberemos hasta la última gota de
sangre de sus cuerpos! –interviene una mujer de la trifulca.
Los tres retroceden conforme los vampiros se acercan a
ellos, dispuestos a matarlos, pero cuando están a punto de acometer, de pronto
se levanta una polvareda que enceguece a todos. Cuando ésta se disipa, se puede
ver a una persona desconocida caminar en dirección a ellos desde las afueras
del pueblo.
-¡Es Sanhgine! ¡Sanhgine ha regresado! –se escuchan
alarmadas algunas voces entre los vampiros.
La figura humanoide no tarda en llegar hasta ellos
de entre el polvo, revelando a joven adulto alto en ropas elegantes color
verde. Su rizado y largo cabello negro parece cubrirle parte del rostro.
El vampiro líder del pueblo de inmediato sale al
encuentro del recién llegado recibiéndolo con una reverencia. –Señor Sanhgine,
sea bienvenido.
El joven mira al vampiro anciano con ojos
inexpresivos. -¿Qué está ocurriendo aquí? –le pregunta con un tono monótono de
voz.
-Señor Sanhgine –le explica el hombre manteniendo
la reverencia-. ¡Tres humanos entraron a nuestro territorio e intentaron matar
a su hermana, Astrid! Estábamos a punto de capturarlos cuando usted llegó
–asegura, para luego señalar a Leiyus y a sus amigos.
Kindolf -¿Qué? ¡Eso no es verdad! –replica
molesto-. ¡Ustedes fueron los que le intentaron matarla en primer lugar!
¡Nosotros la salvamos de ustedes antes de que se bebieran toda su sangre!
Sanhgine entonces camina hacia su hermana
inconsciente, a quien el líder de la colonia lleva en brazos para después tomar
su muñeca y sentirle el pulso. Una vez hecho esto, echa una mirada a su
interlocutor ante las miradas expectativas de los vampiros. –Déjenmelos a mí.
Yo mismo me encargaré de estos intrusos –concluye finalmente.
-Pe-pero señor Sanhgine –repone el vampiro anciano-.
¡Como encargado de la seguridad de la colonia, es mi deber…!
En ese momento Dine siente un escalofrío recorrer
su espina dorsal apenas recorre al recién llegado con la mirada. “Tengo un
mal presentimiento… ese vampiro no parece ser como los demás.”
Leiyus –¿Qué te sucede? –le pregunta a Dine al
notar su semblante preocupado.
Dine –Él no es un vampiro común… despide un aura
mucho más fuerte y agresiva que cualquier otro.
Kindolf -¿¡Quieres decir que es tan fuerte como
Grudan?! –le pregunta con alarma.
Dine –Puede ser que me equivoque, pero a simple
vista, yo diría que es mucho más fuerte que él… –responde nerviosa después de
una pausa.
Sanhgine -¿Quién de ustedes tres fue el que se
atrevió a herir a mi hermana? –les pregunta repentinamente al trío.
Leiyus –¡Ya te dijimos que nosotros no le hicimos
nada a tu hermana! –insiste éste.
Sanhgine -¿Y esperas que crea en la palabra de un
hombre por sobre la palabra de uno de mis siervos? Es claro que ansías una
muerte rápida.
Leiyus –Adelante, no te temo –lo desafía, dando un
paso adelante.
Ante su reacción, Dine intenta disuadirlo tomándolo
del hombro. –¡Leiyus, no lo hagas! ¡Él es muy poderoso! ¡Puedo sentir una
presencia oscura muy fuerte manando de él!
Leiyus –Descuida. ¿A caso no recuerdas que hace
poco he obtenido el rugido de dragón al derrotar a Grudan?
Sanhgine –Considérate afortunado de que mi hermana no esté lastimada,
humano. Está bien, acepto tu desafío, pero sólo pelearé contigo. Entre tanto, tus
amigos pueden jugar con el resto de ellos –le advierte, refiriéndose a los
vampiros bajo sus órdenes.
Enseguida, el resto de los vampiros acosan a Dine y a Kindolf, dejando
a Leyus enfrentarse solo a Sanhgine.
Guiados por un impulso, los vampiros los atacan a la dragona y al
escudero en grupo, pero antes de que logren hacerles daño, Dine despliega a su
alrededor una barrera de energía de luz que los mantiene a raya, dejando a
Kindolf fuera y a su suerte, teniendo que lidiar solo con la interminable
oleada de vampiros valiéndose únicamente de su espada.
Cerca de allí, Leiyus intenta ayudar a Kindolf, pero Sanhgine se lo
impide.- Ni siquiera lo intentes.
Leiyus –Déjalos en paz. ¡Dijiste que pelearías conmigo!
Sanhgine –Si en verdad quieres salvarlos, entonces más te vale que
acabes conmigo rápido. De lo contrario, tus amigos morirán frente a tus ojos.
En su desesperación Leiyus hace el primer movimiento intentando golpear a Sanhgine, pero
para cuando mueve el brazo hacia adelante, éste solo roza el aire. Sanhgine entonces
aparece detrás de él, golpeándolo con tal fuerza que lo arroja con violencia
hacia una pared, la cual sucumbe haciéndose pedazos a causa del impacto.
Leiyus logra levantarse trabajosamente con múltiples
heridas superficiales por todo el cuerpo. -“No
puedo creer lo rápido que es.” –piensa para sus adentros- “¡Ni
siquiera lo vi moverse!”
Sanhgine lo observa emerger de entre los escombros con
los brazos cruzados. –Veo que eres más fuerte de lo que aparentas. Un ser
humano común y corriente ya habría muerto con un golpe como ese, o como mínimo,
estaría seriamente herido e incapaz de moverse.
Leiyus –Ya tuviste tu oportunidad –le advierte éste,
secándose la sangre que mana de su boca con la manga de su brazo-. Esta vez no
me andaré con rodeos. ¡Te atacaré con todo mi poder! ¡Rugido de dragón!
La repentina vorágine de destrucción sorprende al
vampiro por un instante, pero Leiyus se lleva una sorpresa aún mayor cuando
Sanhgine consigue detener el ataque con una sola mano conforme es arrastrado por
la fuerza de arrastre de su ataque apenas unos centímetros antes de detenerlo
por completo.
Todavía con la palma de la mano humeante, Sanhgine se
acerca a Leiyus tranquilamente, sacudiendo su capa oscura. –Ahora veo por qué
eres tan fuerte… Tú no eres un ser humano, ¿verdad? Esa técnica tuya es
interesante, pero no te bastará para matar a un vampiro de mi nivel.
Leiyus -¿De tu nivel, dices? ¡De qué estás hablando!
Sanhgine -Nosotros los vampiros podemos curar nuestras
heridas a una velocidad impresionante. –asegura al tiempo que le muestra la
herida en su palma cicatrizar en segundos-. …Ya que tú me mostraste tu técnica
especial, es hora de que te mostraré la mía... ¡Recibe el colmillo sangriento!
El vampiro procede a concentrar en su puño una gran
cantidad de energía roja que enfoca en forma de rayo que después arroja hacia
Leiyus. Todavía atravesando el aire, el rayo original se fragmenta
convirtiéndose en una lluvia que termina por acribillarlo salvajemente por todo
el cuerpo. Leiyus cae en el suelo al instante, con la ropa humeante debido a la
intensidad del ataque.
Sanhgine -¿Ahora comprendes la diferencia que hay
entre mis poderes y los tuyos? Si lo hubiese querido, te habría matado en tan
solo unos instantes. Lo mejor que puedes hacer es rendirte. Me aseguraré que tú
y tus amigos tengan una muerte rápida y digna. ¿O prefieres que mis sirvientes
beban su sangre hasta morir?
Apenas consciente tras recibir el ataque, Leiyus
permanece en el suelo, intentando con todas sus fuerzas levantarse de nuevo sin
poder hacerlo. Entre tanto, Dine se mantiene a salvo de los ataques de los
vampiros dentro de su domo de energía, mientras que Kindolf corre
frenéticamente de un lado a otro perseguido por interminables hordas de enemigos
hasta que finalmente se le ocurre refugiarse en el domo que su compañera ha
creado, dándose cuenta que todo este tiempo podía haberlo atravesado sin
problema, a diferencia de los seres de la noche.
Kindolf -¡Dine! ¡Tenemos que ayudar a Leiyus de
alguna forma! –dice en tono apremiante.
Dine –Lo sé, pero primero tenemos que encargarnos
de estos vampiros. Si le envío mi energía a Leiyus ahora, no tendré la fuerza
suficiente como para mantener activo el campo de energía alrededor de nosotros.
Si tan solo tuviésemos más ayuda… -piensa instantes después antes de que se le
ilumine el rostro-. ¡Lo tengo! Si conseguimos despertar a Astrid…
Kindolf -No
creo que ella pueda hacer una gran diferencia –la interrumpe-. Es decir, es
fuerte y todo, pero…
Dine –¡Sólo cállate y ve a rescatarla! Tengo un
presentimiento sobre ella. Yo te cubriré la espalda.
Kindolf –Pero, ¡tengo miedo! –replica él llorando para
después dejarse caer de rodillas frente a ella y abrazarla por la cintura.
Harta de sus lloriqueos, la dragona lo arroja
bruscamente fuera del campo de energía con una patada. En seguida los vampiros
corren de nuevo tras él, por lo que Kindolf debe escapar de ellos corriendo
inmediatamente a donde se encuentra
Astrid. Al mismo tiempo y para ayudarlo, Dine utiliza un hechizo que propaga
como una especie de neblina rosada a su alrededor. -¡Nera!
Casi al instante, los vampiros comienzan a caer
adormecidos bajo el efecto del hechizo de Dine, lo que le da la oportunidad a
Kindolf de recuperar a Astrid de las manos del adormilado vampiro anciano y
traerla de vuelta a la barrera mágica justo a tiempo antes de que éste los alcance
con movimientos torpes. En cuestión de segundos, el efecto del hechizo pasan y
los vampiros vuelven a acometer contra la barrera de luz. Dine se apresura a
inclinarse hacia la inconsciente Astrid utilizando un hechizo sobre ella que le
devuelve la consciencia instantáneamente. -¡Vira-ost!
–Dine, Kindolf. ¿Qué sucedió? –pregunta la todavía
adormilada Astrid, tallándose los ojos y lanzando un bostezo.
Dine –¡Astrid, tienes que decirnos cómo detener a
tu hermano sin hacerle daño! –le suplica con voz apremiante-. ¡Los vampiros de
este pueblo le dijeron que nosotros te hicimos daño, y ahora quiere matar a
Leiyus!
Aún aturdía, Astrid tarda algunos segundos en
responder. –La… la luz del sol…. –dice, todavía adormilada y con voz débil.
A Dine se le ilumina el rostro luego de escucharla.
–Pero ¡claro! ¡La luz del sol! Kindolf, quiero que hagas algo más por mí. –continúa,
entregándole el pendiente con una joya roja que lleva ella en el pecho-. Quiero
que lleves este pendiente a las afueras del pueblo y lo pongas de cara al sol
por un par de minutos.
Kindolf -¿Qué es lo que planeas? –inquiere,
recibiendo el objeto entre manos.
Dine –Los vampiros son muy alérgicos a la luz del
sol, ya que provienen directamente de la oscuridad. Su resplandor puede
hacerlos muy vulnerables, ¡pero date prisa! ¡El sol no debe tardar en ocultarse!
Kindolf –Espera un momento: ¡Quieres que salga otra
vez yo solo!
Dine –¡Los vampiros no te seguirán hasta las
afueras del pueblo mientras haya luz solar, y cuando regreses puedes usar la
luz de la joya para repelerlos! –lo apremia-. ¡Muévete!
Aunque no muy convencido y bastante temeroso,
Kindolf parte de mala gana atravesando la barrera hacia el exterior. –Esto no
va a funcionar… -se queja antes de salir corriendo con una nueva horda de
vampiros tras él.
Al mismo tiempo, Leiyus hace acopio de fuerzas para
levantarse trabajosamente después de recibir el ataque de Sanhgine. Para esos
momentos, un hilo de su propia sangre escurre por su boca.
Sanhgine –Veo que no te das por vencido… -le dice
fríamente a Leiyus.
Leiyus –Todavía no me has derrotado, Sanhgine.
–asegura antes de ponerse de nuevo en posición de ataque-. ¡¡Rugido de
dragón!!
Sanhgine recibe el nuevo ataque de Leiyus sin
siquiera moverse, protegido por un aura rojiza. La ola de destrucción pasa a
través del vampiro sin hacerle el menor daño, pese a ser capaz de arrasar lo
mismo casas que edificios enteros detrás de él.
Sanhgine –Te dije que ese truco tuyo no tiene
efecto en mí –le advierte.
Apenas termina de decir lo anterior, Sanhgine nota
que Leiyus ha desaparecido de su vista. Una fracción de segundo después, el
escudero los sorprende apareciendo detrás de él y lo golpea en el rostro con
todas sus fuerzas logrando arrojarlo a varios metros de distancia…
Todavía con un nutrido grupo de vampiros detrás suyo,
Kindolf consigue llegar a las afueras del pueblo justo momentos antes de que el
sol esté por ocultarse completamente en el horizonte. Rápidamente, coloca el
pendiente de Dine con la joya roja de cara al sol y espera a que ésta absorba
los rayos de luz. Cuando el último rayo de sol desaparece entre las montañas,
Kindolf regresa a toda prisa de regreso al poblado, donde varios vampiros ya lo
esperan con los colmillos de fuera, listos para clavárselos en el cuello, algo
que el escudero evita haciendo uso de la piedra, la cual, gracias a los rayos
solares que ha absorbido, irradia un resplandor que hace retroceder a los
vampiros que se encuentra a su paso, asustándolos. De repente y para su
sorpresa, la gema del pendiente deja de brillar repentinamente causando que los
vampiros regresen a acosarlo. -¡Esta cosa no funciona! –grita lastimeramente
emprendiendo una vez más la huída…
A pesar de haber sido capaz de sorprender a
Sanhgine con un golpe directo, su condición es precaria debido a las múltiples
heridas en su cuerpo, causando que sus movimientos se vuelvan más lentos
conforme su rival lo abruma con ataques exponencialmente más potentes y golpes
con mayor saña. Repentinamente, cuando todo indica que está a punto de perder
ante el vampiro, Kindolf reaparece en escena entre los dos y tropieza, dejando
caer el pendiente con la piedra a los pies de Sanhgine.
El impacto contra el suelo provoca que la gema se
encienda de nuevo, irradiando una poderosa luz que hace retroceder a todos los
vampiros del pueblo, incluyendo a Sanhgine, quien se ve obligado a protegerse
el rostro con su capa antes de que su luz le alcance.
Dine -¡Ahora, Leiyus! ¡Es tu oportunidad! –grita ella
en el momento en el que la dragona expulsa su aura y la envía hacia Leiyus.
Leiyus –No sé qué es lo que sucedió, ¡pero me
siento mucho mejor! –asegura al momento de recibir la energía de Dine.
En ese instante, Dine se apresura a reunirse con
ellos y con un rápido movimiento, recoge su pendiente, mismo el cual lanza a
las manos de Leiyus, quien lo atrapa en el aire antes de revisarlo. -¿Qué es
esto? –se pregunta, sin dejar de mirar la gema brillante de éste.
Dine –Es una piedra sagrada que puede atrapar la
luz solar. ¡Úsala para debilitar a Sanhgine!
Sanhgine –Yo no caeré en un truco como ese.
Seguramente se trata de un hechizo elemental. –dice preparando un segundo colmillo
sangriento dirigido hacia ellos.
Rápidamente, Leiyus coloca la joya entre él y su
enemigo, la cual reacciona enviando otra explosión de luz que enceguece a todos
los presentes. Esta vez el haz de luz llega directo al rostro al descubierto de
Sanhgine, quien no tiene tiempo de cubrirse, cegándolo por un segundo antes de
darse cuenta que un rugido de dragón está a punto de golpearlo.
El vampiro es arroyado por la fuerza del ataque
antes de ser arrastrado junto con ella y perderse de vista. Para entonces, el
resto de los vampiros ha escapado de la zona, permitiendo que Dine, Kindolf y
Astrid puedan moverse con libertad y llegar a donde Leiyus.
Kindolf –No puedo creerlo. ¡Lograste vencer a ese
vampiro fanfarrón, Leiyus!
Dine –Pero, ¿qué sucedió con Sanhgine?
Astrid –Descuiden, la luz del sol sólo le quitó sus
poderes, pero no su resistencia –asegura ella con un tono alegre-. Es por eso
que no pudo defenderse del rugido del dragón. Mi hermano es muy fuerte
como para que un ataque como ese lo dañe gravemente -señala.
Kindolf -¡Quieres decir que él aún está…!
Sin darle tiempo de terminar la frase, Sanhgine
reaparece cerca de ellos desempolvando sus ropas al momento en el que emerge de
debajo de unos escombros provocados por los edificios caídos. – Así es. Todavía
estoy con vida…
Kindolf y Leiyus se ponen en guardia apenas verlo
reaparecer, pero Astrid los disuade.
Astrid -¡Esperen! ¡Ya le expliqué a mi hermano lo
sucedido!
Sanhgine –En efecto –interviene- Tal parece que me
equivoqué con ustedes –admite, acercándose hacia ellos sin intenciones hostiles-.
–…Ustedes decían la verdad, en verdad ustedes fueron los que salvaron a mi
hermana de aquellos de su propia especie. Sospeché que ella no se llevaba bien
con el nuevo clan que formé en este asentamiento para que la cuidaran, y por
eso regresé.
Astrid -¡Muchas gracias, hermano! –asegura ella
entusiasmada y corriendo a abrazarlo.
Leiyus –Descuida, todos cometemos errores. Lo
importante es que todo terminó bien para todos.
Sanhgine
–Estoy impresionado, Leiyus. Has demostrado valor al enfrentarme. No
sólo eso, sino que arriesgaste tu vida para proteger a mi hermana de esos
vampiros, una perfecta desconocida para ti. –asegura él en el mismo tono
monótono de voz y cara inexpresiva-. Por mi honor de vampiro, es mi deber
corresponderles con un gesto de igual valor…
Leiyus –No tienes que hacerlo, de verdad.
Sanhgine –En ese caso, me gustaría pedirles un
favor a cambio. Veo que ustedes son fuertes, por lo que quiero pedirles que
cuides de mi hermana por un tiempo mientras estoy ausente.
Astrid -¿Qué? ¿Te vas de nuevo tan pronto de nuevo,
hermano? –le pregunta a éste en el momento en el que Sanhgine pasa caminando
junto a ella con la intención de marcharse.
Sanhgine –Recuerda que estamos en medio de una
guerra entre clanes de vampiros, Astrid. No puedes venir conmigo, y está claro
que estarás a salvo con otros vampiros…
Dine -¡Un momento! –le espeta al vampiro, que ya
les ha dado la espalda para continuar su camino-. ¿¡Vas a abandonar a tu
hermana de nuevo?!
Sanhgine detiene su andar por unos instantes para
regresar con ellos. –Ya les dije que se las dejaré a su cuidado. A pesar de
descender directamente de la oscuridad, nosotros los vampiros divergimos de los
demonios guiándonos por un código de honor inquebrantable. Los miembros de mi
clan cometieron un crimen imperdonable al atacar a alguien de su propia
especie, sin importar si se trata de un híbrido entre vampiro y humano.
Leiyus –Pero… es que… nosotros –tartamudea, antes
de ser interrumpido por Sanhgine:
-A cambio de cuidar a mí hermana, pueden solicitar
mi ayuda en el momento que ustedes quieran. Si algún día se encuentran en
dificultades, yo acudiré a auxiliarlos en cualquier problema. –asegura,
entregándole a Leiyus un extraño reloj de bolsillo plateado en las manos.
Leiyus –¿Qué es esto? –dice, mirando el artefacto,
extrañado.
Sanhgine –Es un reloj especial. Desafortunadamente
no da la hora, pero si ajustas las manecillas para que éstas coincidan en el
número doce, entonces acudiré tan pronto como me sea posible a donde quiera que
se encuentren.
Dine –Bueno, supongo que nos puede ser útil la
ayuda de una vampiro como ella… -admite la dragona, llevándose las manos a la
espalda como gesto de resignación.
Kindolf – ¡Y que lo digas! Será un placer tenerla
como compañera. –grita, para después rodear a la chica vampiro con el brazo en
un intento por tratar de mirar sobre su escote. Al darse cuenta de sus
intenciones, Astrid lo empuja molesta con mucha fuerza, haciendo que el
escudero caiga de cara al suelo, raspándose la cara.
Satisfecho por ver que su hermana se lleva bien con
ellos, Sanhgine entonces da media vuelta y se aleja caminando, observando una
vez más a su hermana con sus nuevos amigos antes de desaparecer en la noche.
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