26 marzo, 2023

Dragon Legacy, Vol.1: Capitulo 2


Doma, el extraño viajero


Leiyus y Kindolf, dos escuderos de clase baja que vivían en el castillo del reino Leivan buscaban cambiar su suerte entrando a una competición con los hombres más fuertes del reino, cuyo ganador tendría la oportunidad no sólo de obtener fama y fortuna, sino también ser parte de la guardia personal del rey del reino Leivan. Sin embargo, sus planes se vinieron abajo cuando Leiyus inexplicablemente liberó una gran cantidad de energía, la cual rápidamente atrajo a varios seres con misteriosos poderos e intenciones siniestras.

 

Leiyus recobra la consciencia sin saber donde se encuentra. -¿Eh?,  ¿Dónde estoy?-se pregunta momentgos antes de mirar a sus pies, encontrándose con que se encuentra volando a gran altura, sobrevolando los bosques circundantes del reino.

 

-No te preocupes, estás a salvo ahora. –le asegura una voz sobre su cabeza.

 

Al alzar la vista se encuentra con un hombre desconocido que lo sostiene de brazos y detrás de este, puede ver un par de alas escamosas de color dorado con las que vuela.

 

Leiyus -Pero, ¡quién rayos eres tu! ¡Suéltame ahora mismo! –le exige al ser, alarmado.

 

-Disculpa, pero no puedo hacerlo. Mi nombre es Doma, y mi deber es protegerte. En estos momentos es preciso alejarnos del castillo lo antes posible, después habrá tiempo de dar explicaciones.

 

Al mirar atrás, Leiyus observa cómo se alejan del castillo, que para esos momentos despide una oscura columna de humo negro de su interior. A pesar de la distancia a la que se encuentran, todavía puede percibirse las grandes llamas que consumen el interior, así como las calles aledañas, donde momentos antes se celebraban las festividades.

 

Leiyus -¡Espera! –le suplica al extraño con sobresalto-, debemos regresar. ¡Esa gente necesita ayuda! ¡Además, mi mejor amigo  todavía debe estar allí!

 

Doma -Es muy peligroso para nosotros regresar ahora. Grudan todavía debe rondar el lugar. Él es nuestro enemigo, esa es la principal razón por la que atacó el castillo. Seguramente quiere hacerte regresar para después matarte.

 

No es sino hasta ese momento en el que Leiyus repara en el color de la capa que el hombre que lo sujeta lleva puesta y lo reconoce como aquél anciano que se tropezó durante el festival “¿Qué ha pasado?” –se pregunta Leiyus para sus adentros-. “¿Acaso he sido secuestrado por un monstruo, o un demonio” – Un momento, ¿no eras tú el viejo que se tropezó con ese soldado? –le pregunta finalmente.

 

Doma le sonríe tras escucharle –¡Veo que es muy perspicaz! En efecto, era yo.

 

Minutos después, mientras sobrevuelan un área especialmente densa del bosque, Leiyus resuelve escapar de su captor aprovechando el momento en el que se acercan a la copa de un árbol muy alto. “¡Es ahora o nunca!” –se dice para sí, preparándose mentalmente.

 

Cuando están justo debajo del árbol, Leiyus golpea con fuerza la mano de Doma, consiguiendo soltarse de su agarre, liberándose así. Mientras cae, Leiyus logra aferrarse de una de las ramas, pudiendo bajar haciendo lujo de gran agilidad hasta llegar sano y salvo al suelo. Una vez allí, corre inmediatamente en dirección del castillo confiando en que el extraño no lo verá desde el cielo gracias al denso follaje que lo cubre.

 

Mientras avanza a toda prisa por el bosque, Leiyus logra percibir una sombra que pasa sobre su cabeza. Y al darse cuenta de que se trata de Doma, éste corre a esconderse debajo de un árbol. Desde su escondite, el escudero observa la silueta del hombre alado pasar por el lugar para luego desaparecer entre los árboles. Una vez habiendo perdido de vista a su perseguidor, Leiyus se apresura a retoma su camino de vuelta al reino Leivan con creciente precaución.

 

En su apremio por regresar al reino, el escudero no se da cuenta que más adelante hay un monstro con el torso y el rostro de una mujer, pero con las alas y las piernas de un ave encaramada en una rama de un árbol cercano que apenas verlo pasar, se lanza sobre él como un halcón sobre su presa. Leiyus consigue escapar del primer ataque, pero la criatura resulta ser mucho más ágil que él y en su segundo intento, la criatura logra apresarlo con sus garras, inmovilizándolo del torso, impidiéndole moverse. –Qué… ¿qué quieres de mí? –le pregunta Leiyus al ser, más molesto que asustado.

 

Repentinamente un anciano desconocido aparece de entre la maleza. La mirada perversa del hombre llama la atención de Leiyus.

 

–Así que aquí estás, muchacho. Grudan me dará una buena compensación si te elimino y llevo tu cadáver ante él como trofeo, ¿sabes?

 

Tras escuchar al anciano Leiyus se da cuenta que se encuentra en graves problemas y trata de luchar inútilmente por liberarse del agarre del monstro a la vez que el anciano se le acerca. -¿Quién eres tú? –le pregunta desafiantemente el escudero al viejo una vez lo tiene frente a frente.

 

El anciano entonces hace una reverencia, inclinándose hacia adelante para presentarse. -Yo sólo soy un humilde habitante del bosque –le responde, mostrándole sus huesudas manos en las que en esos momentos sostiene el hechizo de una bola de fuego, con la que se prepara calcinarlo –Entonces, ¡muere muchacho!

 

Antes de que la bola de fuego llegue hasta él, el pecho de la arpía que lo mantiene cautivo es atravesado por un bastón que permite a Leiyus liberarse antes de que el monstruo se desintegre hasta convertirse en polvo. Una vez libre, Leiyus esquiva la bola de fuego a penas a tiempo.

 

Una vez fuera de peligro, el escudero puede confrontar a su nuevo enemigo, al que no pierde de vista con la mirada, pero no sin antes agradecer a su benefactor que le ayudó a escapar con unas palabras de agradecimiento: -Parece que no te perdí de vista después de todo, Doma. ¿Qué rayos son esas cosas emplumadas?

 

Detrás de él reaparece Doma, quien le responde al punto. -Son arpías, y sirven a los demonios. Ese que ves al enfrente tuyo no es sino un demonio que ha tomado forma humana para tratar de encubrir su verdadera naturaleza.

 

Lejos de inmutarse ante la aparición de Doma, el anciano procede a aparecer otra arpía formando un pentagrama en el aire desde donde un nuevo monstruo a su servicio emerge. La criatura de inmediato se lanza sobre ellos, pero cuando está a una distancia muy corta de ellos, Doma se encarga de ella moviendo ligeramente su dedo índice, lo que provoca una poderosa ráfaga de viento que arrastra a la criatura por los aires hasta perderse de vista.

 

-¡Maldito dragón! –lo maldice el demonio en forma de anciano-. ¡Tu especie debió extinguirse hace mucho tiempo! –le reclama, momentos antes de que Doma lo reduzca a cenizas lanzándole una de sus características esfera de luz.

 

Leiyus observa con asombro aquél despliegue de poder y fuerza por parte del susodicho dragón que acaba de salvarle la vida por segunda vez ese día. -¡Sorprendente!... es increíble que tengas esas habilidades. ¿Acaso también eres un hechicero?

 

Doma –Más bien soy un sacerdote –responde alegremente-. Tú también tendrás que aprender a dominar técnicas como estas, así como aprender a controlar tus nuevos poderes y desarrollarlos al máximo rápidamente, o no vivirás mucho tiempo, Leiyus.

 

Leiyus –¿De qué me hablas? Yo no soy más que un escudero. ¡Yo no sé usar muy bien la magia!

De repente, otra arpía aparece por los aires y antes de que Doma pueda impedírselo, el monstruo apresa a Leiyus con sus garras y alza el vuelo velozmente, llevándoselo consigo por los aires para frustración del dragón. Doma intenta ir tras ellos desplegando sus alas para volar, pero entonces una parvada de monstruos aparece de los confines del bosque que le impide marcharse…

 

Mientras tanto, Leiyus trata con todas sus fuerzas de liberarse de la criatura, pero esta vez sus golpes no surten efecto en las escamosas garras del monstruo que lo aprisionan.

 

La arpía lo mira entonces con malicia. –Si de verdad quieres que te suelte, ¡lo haré!-  musita la criatiura, dejándolo caer al instante desde una gran altura en caída libre sobre un claro del bosque.

 

Leiyus comienza a caer desde una gran altura y a una velocidad vertiginosa, y al ver que está a punto de estrellarse de cabeza contra el suelo, cierra los ojos, resignándose a una muerte segura. De pronto, un halo azul cubre todo su cuerpo, y para cuando abre los ojos de nuevo, se encuentra inexplicablemente sano y salvo en el suelo, sin saber cómo ha llegado hasta allí. Desde la espesura del bosque puede vislumbrar la figura de Doma aparecer desde el bosque caminado hacia él, mirándolo aliviado de encontrarlo con bien.

 

Apenas verlo acercarse, Leiyus trata de reunirse con él, pero la arpía que hacía unos momentos lo había arrojado al vacío reaparece con la intención de matarlo, atacándolo con rápidos movimientos en picada y usando sus garras antes de retomar altura y volver a caer sobre él a gran velocidad.

 

-Leiyus –le grita Doma desde lejos sin intervenir esta vez-, ¡debes pelear con esa criatura usando tus poderes!

 

Sin saber qué hacer, Leiyus sólo alcanza a protegerse el rostro con los antebrazos de las constantes acometidas del monstruo, que para entonces le ha desgarrado parte de la tela de sus mangas con sus afiladas garras. -¡No tengo un arma! –responde, siendo todavía abrumado por los constantes ataques de la criatura-.  ¡Además, aunque quisiera, no atacarlo directamente mientras esté en el aire!

 

Doma -Tienes que sacar a flote tus poderes de dragón innatos, Leiyus. Debes hacerlo por ti mismo, ¡usa tu furia para defenderte!

 

En cierto momento, Leiyus aprovecha una fracción de segundo en el que la arpía se eleva nuevamente por los cielos para ganar altura antes volver a caer en picada, y en el último momento, el escudero da un salto apoyándose sobre una rama para ganar impulso con la intención de encontrarse contra la criatura en el aire. Aquello toma por sorpresa al ser alado, quien es incapaz de cambiar de dirección antes de que Leiyus use la cabeza del monstruo como apoyo y aterrizar en su lomo.

 

La arpía no tarda en volar tan alto como puede, haciendo giros bruscos y maniobras aéreas para tratar de deshacerse de su indeseado pasajero montado sobre sus hombros. Es allí cuando Leiyus consigue sacar una cuchilla que tenía escondida en su cinturón, con la que apuñala con todas sus fuerzas a la arpía en la base de la nuca, matándola al instante.

 

El cuerpo de la arpía comienza a perder altura y se precipita a gran velocidad hacia el suelo con Leiyus todavía montado sobre ella, pero antes de tocar tierra, el escudero hace un osado salto al pasar por una rama que le salva de estrellarse junto con el cadáver del monstruo.

 

Una vez terminado el combate, Doma se le acerca a Leiyus para felicitarlo y ofrecerle un poco de agua en una cantimplora de piel mientras éste intenta recuperar el aliento.

 

Leiyus –¿Por qué no me ayudaste? – le reprocha, saliendo de entre las hojas todavía jadeando y arrebatándole la cantimplora de un manotazo antes de beber su contenido con ansia-. ¿No dijiste que estabas aquí para protegerme?

 

Doma -Lo siento, Leiyus. ¿Ese es tu nombre, verdad? Pero tengo que forzarte a que uses tus nuevos poderes de algún modo.

 

Leiyus – ¿De qué hablas? ¡Cuáles nuevos poderes! –le dice, perdiendo la paciencia-. ¡Sólo has dicho tonterías desde que me secuestraste del castillo! En verdad no sé de lo qué estás hablando. ¡Yo sólo soy un ser humano común y corriente!

 

Doma –Si lo que dices es verdad, entonces, ¿cómo crees que pudiste caer de más de 50 metros sin hacerte daño cuando te secuestro esa criatura la primera vez? Yo lo presencié todo. Ningún ser humano normal podría haber sobrevivido al caer desde semejante altura.

 

Entonces Leiyus evoca en su mente la escena de cuando la criatura lo dejó caer a propósito con la intención de matarlo.

 

-Es cierto... no me di cuenta debido a que estaba demasiado concentrado en el combate, pero pude saltar y caer sin hacerme ningún rasguño. De todas formas, no tengo tiempo que perder, ¡debo regresar al reino de Leivan y reunirme con Kindolf! Si lo conozco bien, seguramente anda metido en problemas –asegura, al tiempo que pasa al lado de él hasta darle la espalda.

 

Doma - Esas criaturas me han confirmado que no debemos regresar al reino Leivan... –insiste éste, manteniendo su posición a espaldas de Leiyus mientras éste se aleja de él-. Además, ya no podemos hacer nada por él, a estas alturas, el reino entero ya debe estar en ruinas gracias a Grudan.

 

Leiyus se detiene tras escuchar sus palabras carentes de empatía alguna. -¿Qué te hace pensar que voy a confiar en ti, solo porque me salvaste un par de veces?

 

Doma finalmente se vuelve para verlo de frente dando un suspiro: –Escúchame: a quien esos demonios y monstruos buscan es a ti. Si regresas ahora, es seguro que terminarán por matarte ahora que saben quién eres. Eso sin mencionar que al regresar, iniciarás una nueva batalla entre ellos y tú, lo que no causará más que más víctimas inocentes queden involucradas en el medio. ¿Eso es lo que quieres?

 

Leiyus también se vuelve hacia Doma para hablarle de frente. –¿Por qué de pronto me están persiguiendo? ¡No soy nadie! ¿Entiendes? ¡Soy sólo un escudero huérfano! ¡Debe haber un error en todo esto!

 

Doma –Por el momento no puedo revelarte los motivos por los cuales te persiguen, pero sí te puedo decir que ya no eres la misma persona que despertó esta mañana, Leiyus. Debes partir de inmediato a un viaje muy importante y aprender a controlar tus poderes, pero para ello necesitas una guía, allí es donde entro yo. Mi trabajo es mantenerte a salvo e instruirte.

 

Leiyus -Pero, ¿y qué hay de Kindolf ? ¿Y las personas que están aun en el reino…?

 

Doma –Haber escapado de allí fue lo mejor para todos. Pronto comenzarán a perseguirnos y dejarán en paz el reino de los humanos para venir tras nosotros. Recuerda que el motivo por el que atacaron tu reino natal es porque te buscaban a ti en primer lugar.

 

Leyius entonces vuelve la vista en dirección al reino. A pesar de la distancia, todavía puede verse una columna de humo elevarse por entre los árboles. –... si lo que dices es cierto, entonces no tiene caso regresar. Está bien, te seguiré hasta que me expliques qué es lo que pasa. ¡Pero no creas que sólo por escucharte necesariamente voy a hacer lo que tú me digas! –le advierte.

 

Doma –Me parece bien. Eso ya es un comienzo.

 

Así, ambos se ponen en marcha hacia el desconocido. Leiyus vuelve la mirada una última vez en dirección del reino Leivan antes de desaparecer junto con Doma antes de internarse en lo profundo del bosque.


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