Doma, el extraño viajero
Leiyus y Kindolf, dos escuderos de clase baja
que vivían en el castillo del reino Leivan buscaban cambiar su suerte entrando
a una competición con los hombres más fuertes del reino, cuyo ganador tendría
la oportunidad no sólo de obtener fama y fortuna, sino también ser parte de la
guardia personal del rey del reino Leivan. Sin embargo, sus planes se vinieron
abajo cuando Leiyus inexplicablemente liberó una gran cantidad de energía, la
cual rápidamente atrajo a varios seres con misteriosos poderos e intenciones
siniestras.
Leiyus recobra la consciencia sin saber donde
se encuentra. -¿Eh?, ¿Dónde estoy?-se
pregunta momentgos antes de mirar a sus pies, encontrándose con que se
encuentra volando a gran altura, sobrevolando los bosques circundantes del
reino.
-No te preocupes, estás a salvo ahora. –le
asegura una voz sobre su cabeza.
Al alzar la vista se encuentra con un hombre
desconocido que lo sostiene de brazos y detrás de este, puede ver un par de
alas escamosas de color dorado con las que vuela.
Leiyus -Pero, ¡quién rayos eres tu! ¡Suéltame
ahora mismo! –le exige al ser, alarmado.
-Disculpa, pero no puedo hacerlo. Mi nombre
es Doma, y mi deber es protegerte. En estos momentos es preciso alejarnos del
castillo lo antes posible, después habrá tiempo de dar explicaciones.
Al mirar atrás, Leiyus observa cómo se alejan
del castillo, que para esos momentos despide una oscura columna de humo negro
de su interior. A pesar de la distancia a la que se encuentran, todavía puede
percibirse las grandes llamas que consumen el interior, así como las calles
aledañas, donde momentos antes se celebraban las festividades.
Leiyus -¡Espera! –le suplica al extraño con
sobresalto-, debemos regresar. ¡Esa gente necesita ayuda! ¡Además, mi mejor
amigo todavía debe estar allí!
Doma -Es muy peligroso para nosotros regresar
ahora. Grudan todavía debe rondar el lugar. Él es nuestro enemigo, esa es la
principal razón por la que atacó el castillo. Seguramente quiere hacerte
regresar para después matarte.
No es sino hasta ese momento en el que Leiyus
repara en el color de la capa que el hombre que lo sujeta lleva puesta y lo
reconoce como aquél anciano que se tropezó durante el festival “¿Qué ha pasado?” –se pregunta Leiyus
para sus adentros-. “¿Acaso he sido
secuestrado por un monstruo, o un demonio” – Un momento, ¿no eras tú el
viejo que se tropezó con ese soldado? –le pregunta finalmente.
Doma le sonríe tras escucharle –¡Veo que es
muy perspicaz! En efecto, era yo.
Minutos después, mientras sobrevuelan un área
especialmente densa del bosque, Leiyus resuelve escapar de su captor
aprovechando el momento en el que se acercan a la copa de un árbol muy alto. “¡Es ahora o nunca!” –se dice para sí,
preparándose mentalmente.
Cuando están justo debajo del árbol, Leiyus golpea
con fuerza la mano de Doma, consiguiendo soltarse de su agarre, liberándose así.
Mientras cae, Leiyus logra aferrarse de una de las ramas, pudiendo bajar
haciendo lujo de gran agilidad hasta llegar sano y salvo al suelo. Una vez allí,
corre inmediatamente en dirección del castillo confiando en que el extraño no
lo verá desde el cielo gracias al denso follaje que lo cubre.
Mientras avanza a toda prisa por el bosque,
Leiyus logra percibir una sombra que pasa sobre su cabeza. Y al darse cuenta de
que se trata de Doma, éste corre a esconderse debajo de un árbol. Desde su
escondite, el escudero observa la silueta del hombre alado pasar por el lugar
para luego desaparecer entre los árboles. Una vez habiendo perdido de vista a
su perseguidor, Leiyus se apresura a retoma su camino de vuelta al reino Leivan
con creciente precaución.
En su apremio por regresar al reino, el
escudero no se da cuenta que más adelante hay un monstro con el torso y el
rostro de una mujer, pero con las alas y las piernas de un ave encaramada en
una rama de un árbol cercano que apenas verlo pasar, se lanza sobre él como un
halcón sobre su presa. Leiyus consigue escapar del primer ataque, pero la
criatura resulta ser mucho más ágil que él y en su segundo intento, la criatura
logra apresarlo con sus garras, inmovilizándolo del torso, impidiéndole moverse.
–Qué… ¿qué quieres de mí? –le pregunta Leiyus al ser, más molesto que asustado.
Repentinamente un anciano desconocido aparece
de entre la maleza. La mirada perversa del hombre llama la atención de Leiyus.
–Así que aquí estás, muchacho. Grudan me dará
una buena compensación si te elimino y llevo tu cadáver ante él como trofeo,
¿sabes?
Tras escuchar al anciano Leiyus se da cuenta
que se encuentra en graves problemas y trata de luchar inútilmente por
liberarse del agarre del monstro a la vez que el anciano se le acerca. -¿Quién
eres tú? –le pregunta desafiantemente el escudero al viejo una vez lo tiene
frente a frente.
El anciano entonces hace una reverencia,
inclinándose hacia adelante para presentarse. -Yo sólo soy un humilde habitante
del bosque –le responde, mostrándole sus huesudas manos en las que en esos
momentos sostiene el hechizo de una bola de fuego, con la que se prepara calcinarlo
–Entonces, ¡muere muchacho!
Antes de que la bola de fuego llegue hasta
él, el pecho de la arpía que lo mantiene cautivo es atravesado por un bastón
que permite a Leiyus liberarse antes de que el monstruo se desintegre hasta
convertirse en polvo. Una vez libre, Leiyus esquiva la bola de fuego a penas a
tiempo.
Una vez fuera de peligro, el escudero puede
confrontar a su nuevo enemigo, al que no pierde de vista con la mirada, pero no
sin antes agradecer a su benefactor que le ayudó a escapar con unas palabras de
agradecimiento: -Parece que no te perdí de vista después de todo, Doma. ¿Qué
rayos son esas cosas emplumadas?
Detrás de él reaparece Doma, quien le
responde al punto. -Son arpías, y sirven a los demonios. Ese que ves al enfrente
tuyo no es sino un demonio que ha tomado forma humana para tratar de encubrir
su verdadera naturaleza.
Lejos de inmutarse ante la aparición de Doma,
el anciano procede a aparecer otra arpía formando un pentagrama en el aire
desde donde un nuevo monstruo a su servicio emerge. La criatura de inmediato se
lanza sobre ellos, pero cuando está a una distancia muy corta de ellos, Doma se
encarga de ella moviendo ligeramente su dedo índice, lo que provoca una
poderosa ráfaga de viento que arrastra a la criatura por los aires hasta
perderse de vista.
-¡Maldito dragón! –lo maldice el demonio en
forma de anciano-. ¡Tu especie debió extinguirse hace mucho tiempo! –le
reclama, momentos antes de que Doma lo reduzca a cenizas lanzándole una de sus
características esfera de luz.
Leiyus observa con asombro aquél despliegue
de poder y fuerza por parte del susodicho dragón que acaba de salvarle la vida
por segunda vez ese día. -¡Sorprendente!... es increíble que tengas esas habilidades.
¿Acaso también eres un hechicero?
Doma –Más bien soy un sacerdote –responde
alegremente-. Tú también tendrás que aprender a dominar técnicas como estas,
así como aprender a controlar tus nuevos poderes y desarrollarlos al máximo
rápidamente, o no vivirás mucho tiempo, Leiyus.
Leiyus –¿De qué me hablas? Yo no soy más que
un escudero. ¡Yo no sé usar muy bien la magia!
De repente, otra arpía aparece por los aires
y antes de que Doma pueda impedírselo, el monstruo apresa a Leiyus con sus
garras y alza el vuelo velozmente, llevándoselo consigo por los aires para
frustración del dragón. Doma intenta ir tras ellos desplegando sus alas para
volar, pero entonces una parvada de monstruos aparece de los confines del
bosque que le impide marcharse…
Mientras tanto, Leiyus trata con todas sus
fuerzas de liberarse de la criatura, pero esta vez sus golpes no surten efecto
en las escamosas garras del monstruo que lo aprisionan.
La arpía lo mira entonces con malicia. –Si de
verdad quieres que te suelte, ¡lo haré!- musita la criatiura, dejándolo caer al
instante desde una gran altura en caída libre sobre un claro del bosque.
Leiyus comienza a caer desde una gran altura
y a una velocidad vertiginosa, y al ver que está a punto de estrellarse de
cabeza contra el suelo, cierra los ojos, resignándose a una muerte segura. De
pronto, un halo azul cubre todo su cuerpo, y para cuando abre los ojos de
nuevo, se encuentra inexplicablemente sano y salvo en el suelo, sin saber cómo
ha llegado hasta allí. Desde la espesura del bosque puede vislumbrar la figura de
Doma aparecer desde el bosque caminado hacia él, mirándolo aliviado de
encontrarlo con bien.
Apenas verlo acercarse, Leiyus trata de
reunirse con él, pero la arpía que hacía unos momentos lo había arrojado al
vacío reaparece con la intención de matarlo, atacándolo con rápidos movimientos
en picada y usando sus garras antes de retomar altura y volver a caer sobre él
a gran velocidad.
-Leiyus –le grita Doma desde lejos sin
intervenir esta vez-, ¡debes pelear con esa criatura usando tus poderes!
Sin saber qué hacer, Leiyus sólo alcanza a
protegerse el rostro con los antebrazos de las constantes acometidas del
monstruo, que para entonces le ha desgarrado parte de la tela de sus mangas con
sus afiladas garras. -¡No tengo un arma! –responde, siendo todavía abrumado por
los constantes ataques de la criatura-. ¡Además,
aunque quisiera, no atacarlo directamente mientras esté en el aire!
Doma -Tienes que sacar a flote tus poderes de
dragón innatos, Leiyus. Debes hacerlo por ti mismo, ¡usa tu furia para
defenderte!
En cierto momento, Leiyus aprovecha una
fracción de segundo en el que la arpía se eleva nuevamente por los cielos para
ganar altura antes volver a caer en picada, y en el último momento, el escudero
da un salto apoyándose sobre una rama para ganar impulso con la intención de encontrarse
contra la criatura en el aire. Aquello toma por sorpresa al ser alado, quien es
incapaz de cambiar de dirección antes de que Leiyus use la cabeza del monstruo
como apoyo y aterrizar en su lomo.
La arpía no tarda en volar tan alto como puede,
haciendo giros bruscos y maniobras aéreas para tratar de deshacerse de su
indeseado pasajero montado sobre sus hombros. Es allí cuando Leiyus consigue
sacar una cuchilla que tenía escondida en su cinturón, con la que apuñala con
todas sus fuerzas a la arpía en la base de la nuca, matándola al instante.
El cuerpo de la arpía comienza a perder
altura y se precipita a gran velocidad hacia el suelo con Leiyus todavía
montado sobre ella, pero antes de tocar tierra, el escudero hace un osado salto
al pasar por una rama que le salva de estrellarse junto con el cadáver del
monstruo.
Una vez terminado el combate, Doma se le
acerca a Leiyus para felicitarlo y ofrecerle un poco de agua en una cantimplora
de piel mientras éste intenta recuperar el aliento.
Leiyus –¿Por qué no me ayudaste? – le
reprocha, saliendo de entre las hojas todavía jadeando y arrebatándole la
cantimplora de un manotazo antes de beber su contenido con ansia-. ¿No dijiste
que estabas aquí para protegerme?
Doma -Lo siento, Leiyus. ¿Ese es tu nombre,
verdad? Pero tengo que forzarte a que uses tus nuevos poderes de algún modo.
Leiyus – ¿De qué hablas? ¡Cuáles nuevos
poderes! –le dice, perdiendo la paciencia-. ¡Sólo has dicho tonterías desde que
me secuestraste del castillo! En verdad no sé de lo qué estás hablando. ¡Yo
sólo soy un ser humano común y corriente!
Doma –Si lo que dices es verdad, entonces, ¿cómo
crees que pudiste caer de más de 50 metros sin hacerte daño cuando te secuestro
esa criatura la primera vez? Yo lo presencié todo. Ningún ser humano normal
podría haber sobrevivido al caer desde semejante altura.
Entonces Leiyus evoca en su mente la escena
de cuando la criatura lo dejó caer a propósito con la intención de matarlo.
-Es cierto... no me di cuenta debido a que
estaba demasiado concentrado en el combate, pero pude saltar y caer sin hacerme
ningún rasguño. De todas formas, no tengo tiempo que perder, ¡debo regresar al
reino de Leivan y reunirme con Kindolf! Si lo conozco bien, seguramente anda
metido en problemas –asegura, al tiempo que pasa al lado de él hasta darle la
espalda.
Doma - Esas criaturas me han confirmado que
no debemos regresar al reino Leivan... –insiste éste, manteniendo su posición a
espaldas de Leiyus mientras éste se aleja de él-. Además, ya no podemos hacer
nada por él, a estas alturas, el reino entero ya debe estar en ruinas gracias a
Grudan.
Leiyus se detiene tras escuchar sus palabras
carentes de empatía alguna. -¿Qué te hace pensar que voy a confiar en ti, solo
porque me salvaste un par de veces?
Doma finalmente se vuelve para verlo de
frente dando un suspiro: –Escúchame: a quien esos demonios y monstruos buscan
es a ti. Si regresas ahora, es seguro que terminarán por matarte ahora que
saben quién eres. Eso sin mencionar que al regresar, iniciarás una nueva batalla
entre ellos y tú, lo que no causará más que más víctimas inocentes queden involucradas
en el medio. ¿Eso es lo que quieres?
Leiyus también se vuelve hacia Doma para
hablarle de frente. –¿Por qué de pronto me están persiguiendo? ¡No soy nadie!
¿Entiendes? ¡Soy sólo un escudero huérfano! ¡Debe haber un error en todo esto!
Doma –Por el momento no puedo revelarte los
motivos por los cuales te persiguen, pero sí te puedo decir que ya no eres la
misma persona que despertó esta mañana, Leiyus. Debes partir de inmediato a un
viaje muy importante y aprender a controlar tus poderes, pero para ello
necesitas una guía, allí es donde entro yo. Mi trabajo es mantenerte a salvo e
instruirte.
Leiyus -Pero, ¿y qué hay de Kindolf ? ¿Y las
personas que están aun en el reino…?
Doma –Haber escapado de allí fue lo mejor
para todos. Pronto comenzarán a perseguirnos y dejarán en paz el reino de los
humanos para venir tras nosotros. Recuerda que el motivo por el que atacaron tu
reino natal es porque te buscaban a ti en primer lugar.
Leyius entonces vuelve la vista en dirección
al reino. A pesar de la distancia, todavía puede verse una columna de humo
elevarse por entre los árboles. –... si lo que dices es cierto, entonces no
tiene caso regresar. Está bien, te seguiré hasta que me expliques qué es lo que
pasa. ¡Pero no creas que sólo por escucharte necesariamente voy a hacer lo que
tú me digas! –le advierte.
Doma –Me parece bien. Eso ya es un comienzo.
Así, ambos se ponen en marcha hacia el
desconocido. Leiyus vuelve la mirada una última vez en dirección del reino
Leivan antes de desaparecer junto con Doma antes de internarse en lo profundo
del bosque.
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