Durante un tiempo he estado pensando en llevar mi nueva novela, Dragon Legacy, en una dirección diferente comparada con otros de mis escritos, y como los tiempos han cambiado, ya no creo que sea necesario publicar cada capítulo en línea al menos en formato PDF estos días, especialmente cuando la novela está completa en Google Play. Aún así, creo que ayudaría mucho a darle vida al blog publicar los capítulos individuales, por lo que comenzamos esta semana con el primer capítulo. ¡Espero les sea de su agrado!
La resurrección del Dragón
“En un
mundo en donde la luz y la oscuridad se unen…
En un
mundo donde la el mal se cierne a toda las formas de vida…
Está
por resurgir una leyenda de siglos pasados…
Este es
su legado, el legado de los dragones…”
En la inmensidad del espacio, dentro de los
confines de un sistema solar se puede apreciar una estrella brillar.
Las sombras de los planetas se extienden cada
vez más conforme los astros se alinean uno tras otro…
De pronto,
un destello de luz nos lleva hasta el interior de uno de aquellos
planetas, el cual es capaz de albergar toda clase de vida. La visión del
planeta pasa rápidamente del espacio a un continente, dentro del cual, yace un
reino que se extiende por un gran territorio coronado por un castillo
majestuoso que se impone sobre el paisaje. Dentro del castillo, en una de las
habitaciones colocadas en los pisos más apartados e inferiores, existe una
habitación de aspecto humilde.
Allí, ocupando dos literas, se encuentran dos
jóvenes que dormitan apaciblemente. El sol ya ha salido, y su luz se cuela por
una pequeña rendija. De pronto, la paz se ve interrumpida por el sonido de unos
pasos apresurados desde el pasillo que se acercan. Repentinamente, un soldado
de edad media, calvo y rechoncho irrumpe en la habitación haciendo un
escándalo. -¡Despierten de una vez, perezosos escuderos! –les ordena el tipo a
los jóvenes que ahí dormitan-. El festival del sol es hoy y está por dar
comienzo, ¡así que a trabajar, holgazanes! –grita, antes de cerrar de nuevo la
puerta de un portazo.
El primero en despertar con sobresalto es el
joven que duerme en la litera superior, que aún adormilado le responde al
soldado en tono malhumorado: -¿¡Quién demonios te crees que eres, eh!?
Al ver su reacción, el soldado regresa para
abrir la puerta con otro portazo y comienza a reírse de ambos. Para entonces el
segundo joven ya ha despertado debido al barullo. –Solamente los estoy
volviendo a la realidad –espeta el soldado capataz, esbozando una sonrisa-, ¿O
a caso creen que por tener algo de fuerza en esos enclenques cuerpos tienen
oportunidad alguna de ganar en el torneo de hoy? ¿Ustedes, que son unos simples
escuderos esperan ganar el primer premio en la competencia real entre verdaderos
caballeros? ¡Jah! Nunca podrían ganarle ni a sus caballos! ¡Sólo los hombres
más fuertes venidos de todos los rincones del reino han venido a competir a
esta justa!
Al escuchar esto, el muchacho de la litera
superior se levanta de un salto muy molesto -¡Podemos y lo haremos obeso
inútil! ¡Leiyus y yo somos los más fuertes del reino!
Sin darse cuenta, en su impaciencia, el chico
termina por caer de cabeza al dar un paso en falso mientras sigue con la
discusión, terminando por dar al piso.
El soldado que lo había estado observando
entonces suelta una carcajada apenas su cara se golpea contra el suelo. –¡Ya lo
veremos en el torneo, bufón! –brama al tiempo que cierra la puerta con un tercer
portazo.
Su compañero de cuarto, todavía acomodado en
su litera mira a su compañero caído desde arriba. -¿Estás bien, Kindolf?
Poco tiempo después, ambos se dirigen hacia
la puerta principal del castillo amurallado. Por todas partes puede verse gente
preparándose para el festival, armando puestos improvisados y colgando banderas
para adornar las calles. A lo lejos se distinguen las grandes puertas que dan
la bienvenida a todos aquellos que acuden al festival que está por comenzar.
Mientras caminan, Kindolf aún parece molesto
por los acontecimientos de aquella mañana: - ¡Ya verán todos! Estoy ansioso por
que comience el festival del sol. –dice, hablando en voz alta para sí mismo y caminando
al lado de su compañero, que lo observa divertido.
Leiyus – No pensé que esperaras con tanta
impaciencia las festividades que se harán en honor a la alineación de los
planetas, la luna y el sol. Digo, no es que fueses de los más estudiosos en la
clase de astronomía…
Kindolf -Obviamente no es por eso, amigo –lo
corrige rápidamente alzando el dedo-. Es por el premio del torneo que darán. ¡Con
eso les daremos una lección a todos esos caballeros de pacotilla! Ninguno de
ellos quiere admitir que un par de huérfanos como nosotros pueda quitarles la
oportunidad de ganar el torneo en presencia del rey mismo.
Leiyus -Cálmate Kindolf, no sólo los
caballeros de nuestro reino participarán en el torneo. También habrá caballeros
de reinos muy lejanos que han llegado hasta aquí para conseguir ese premio. A
decir verdad, no puedo asegurar si podremos vencerlos a todos.
Kindolf
-A propósito Leiyus, dime, ¿Por qué estas interesado en ganar el torneo?
Tú no eres de los que pelean sólo porque sí.
Leiyus –Bueno –le contesta en tono pensativo-,
el ganador se llevará un cofre de monedas de oro, y además se ganará el honor
de trabajar como parte de la guardia personal del rey... El cofre no me
interesa, es más bien la emoción del trabajo que ofrece lo que me motiva. Yo lo
veo como una oportunidad para salir de este lugar, y quizás poder conocer lo
que hay más allá de esta vida. Quién sabe, podría ser divertido pertenecer a la
guardia real en lugar de pulir armaduras y recoger estiércol de caballo todo el
día.
Kindolf –Ese es un buen punto, en especial
aquello de no recoger más estiércol de caballo.
Leiyus -Mi sueño siempre ha sido salir y
explorar el mundo… Eso podría volverse realidad si somos los guardaespaldas del
rey y lo acompañamos en sus viajes y peregrinajes por todo el mundo.
Para entonces, su amigo parece haber dejado
de escucharle. -Espera, ¡¿de verdad
darán un cofre lleno de monedas de oro al ganador del torneo?! –le pregunta con
los ojos desorbitados- ¡Imagina todo lo que podría tener si me vuelvo un noble
rico!
Kindolf entonces comienza a soñar despierto,
imaginándose a sí mismo rodeado de mujeres hermosas mientras ellas le dan de beber
cerveza y lo colman de atenciones. Sus ojos se agrandan más y más al pensar en
aquellos placeres lejanos, algo que comienza a incomodar a su colega que le
observa.
Leiyus -¿Tú no tienes remedio, vedad? En fin,
nos inscribiremos cuando terminemos las labores que nos han encargado para el
día de hoy.
Durante el resto de la mañana ambos trabajan
arduamente ayudando en los preparativos para el festival, que consisten en
preparar la zona que servirá de arena para los combates. Una hora antes del mediodía,
los amigos escuderos ya casi han terminado, y sólo les resta limpiar la zona en
donde se llevarán a cabo los combates. Para esa hora del día, las calles ya
están rebosando de gente que se pasea animadamente, recorriendo los alrededores
del castillo. Mientras los dos se dedican a barrer el suelo con escobas, los
escuderos presencian el momento en el que un hombre con el rostro cubierto y de
aparente avanzada edad se tropieza accidentalmente con un soldado de aspecto
amenazador.
–Eh... discúlpeme –atina a decir el viejo
encapuchado mientras sigue su camino.
Su actitud e indiferencia irritan en seguida
al soldado, que en el acto lo detiene cortándole el paso con su arma con la que
también le amenaza: -¡A ver si tiene más cuidado aciano! ¡Pronto seré parte de
las fuerzas del rey, y si no te fijas a dónde caminas, te haré colgar la
próxima vez!
Leiyus y su amigo de inmediato se unen a la
multitud que se congrega rápidamente alrededor de los dos hombres para
averiguar lo que está pasando, y al ver que el soldado parece estar a punto de
golpear al hombre, intervienen: –Oye amigo, cálmate, es sólo un pobre viejo –le
dice Leiyus al soldado en tono amable mientras toca su hombro.
El soldado de inmediato se vuelve hacia él
para encararlo, cada vez más colérico -¡¿Y tú, quién crees que eres?! –brama-.
Por lo que veo, sólo eres un mendigo que esta en busca de pan, ¿eh?
Leiyus mantiene la calma pese a sus
provocaciones y le responde tranquilamente respirando profundamente: -No quiero
problemas. Sólo deja en paz a ese anciano –insiste éste, dándole la espalda,
intentando de no provocar más al tipo.
Al momento de que Leiyus intenta recoger la
escoba que había tirado al suelo momentos antes, el soldado la patea fuera de
su alcance antes de que pueda tomarla. –¿Así que te crees con el derecho de
reprocharme, eh? No creas que te saldrás con la tuya. ¡Esto no se quedará así!
¡¡Escuchen!!- grita a todo pulmón, haciendo que las personas que les rodean le
presten atención–, este muchacho acaba de retarme a mi, uno de los mejores
soldados del reino Leivan. ¡Aquél que derrotó al gran dragón de fuego hace no
mucho tiempo de un solo golpe!
Tras el anuncio, más personas se reúnen a su
alrededor hasta formar una bulliciosa multitud que no para de rumorar entre
ellos. No es sino hasta ese momento que Kindolf logra asomar la cara entre el
gentío para tratar de apoyar a su amigo ante la arrogancia de aquél hombre. -¿Vas
a dejar que ese mastodonte sin cerebro se burle de ti? –dice dirigiéndose a
Leiyus.
Sin perder la compostura, Leiyus mira a los
ojos al soldado, quien le sostiene una risa burlona en espera de una respuesta
o reacción por parte de él, pero en vez de seguirle el juego, él simplemente
suspira disipando la tensión del momento. –Está bien, acepto tu reto… Veamos si
eres tan fuerte como dices ser.
La multitud congregada, principalmente
formada por hombres musculosos, guerreros y soldados que esperan participar en
el torneo siguen al par de escuderos y al caballero hasta la arena de combate,
que hasta hace unos momentos ellos se encontraban limpiando para presenciar el
encuentro. Al mismo tiempo, en lo alto del castillo, yacen dos figuras que
observan lo ocurrido desde las alturas sin que nadie note su presencia.
-Señor Grudan –dice la figura más baja, que
esconde su rostro detrás de una máscara blanca deformada y llena de
cuarteaduras que se extienden desde la única ranura que tiene localizada en el
ojo derecho-, debemos estar atentos. En cualquier momento está por suceder la
resurrección.
El hombre más alto y de abundante cabello,
barba y patillas de color rojo hace una muesca de desagrado mientras los
observa. -¡Bah! ¡Sólo míralos…! Esas criaturas inferiores creen que este mundo
les pertenece, que son los más fuertes. Yo podría acabar con todos ellos sin
mover más que un dedo –asegura con desdén-. No puedo creer que la resurrección
de nuestro mayor enemigo tenga lugar en un sitio como este. ¡Vamos, sirviente!
Tenemos que seguir con nuestra búsqueda...
Dicho esto, ambos seres se retiran del lugar saltando
con gran agilidad entre las estructuras del castillo hasta perderse de vista,
sin saber que justo debajo de ellos, el anciano de capucha con el que el
soldado se había tropezado anteriormente los observa discretamente para después
también perderse entre las sombras dentro de un callejón cercano.
El torneo da comienzo en breve, y los
primeros contendientes suben a la arena. Leiyus se encuentra cara a cara con el
soldado que lo ha retado, quien lo mira con ojos feroces al tiempo que hace
tronar sus nudillos en antelación.
-Será una lástima acabar contigo y con tu
amigo tan rápido, pero así me da la oportunidad de usarlos como aperitivo para
los verdaderos combatientes –amenaza el caballero después de lanzar una
risotada.
Leiyus le devuelve la mirada sin asomo de
miedo -Te aconsejo que no te confíes – le advierte éste, acomodándose sus
guantes de piel y removiendo la capa corta del cuello para poder luchar mejor.
En eso, Leiyus escucha a Kindolf detrás suyo animándolo
desde las gradas: – ¡Acábalo Leiyus!
El sonido de la campana no tarda en escucharse,
anunciando el inicio de la pelea. El caballero, que es más grande y musculoso
que Leiyus, no duda en lanza con todas sus fuerzas su puño, que es casi del
ancho de su pecho hacia él, pero antes de que éste alcance su objetivo el
escudero lo detiene en el aire con una sola mano y sin mucha dificultad.
El caballero queda impresionado apenas se
percata de lo ocurrido –¡Que!, no es posible ¿¡Cómo has detenido mí golpe!?
En respuesta, Leiyus usa su otra mano para
golpear a su rival con fuerza en el estómago, haciendo que la mole de músculos
en armadura caiga al instante de espaldas, inconsciente. La multitud guarda
silencio por unos instantes antes de prorrumpir en gritos y virotes dirigidos
al ganador.
El siguiente en pelear es Kindolf, quien entonces
se enfrenta a un gran hombre, cubierto de pies a cabeza por una gruesa armadura,
y que empuña una enorme espada, la cual asombrosamente es capaz de soportar con
una sola mano. A pesar de la imponencia de su rival, Kindolf permanece
impasible.
Apenas comienza la batalla, el de la armadura
arremete contra él en un arranque de velocidad dando un tajo en vertical al
aire a la altura de la cabeza de Kindolf, en un aparente intento por partirlo
en dos. Sorprendentemente, el escudero consigue detener el filo de la hoja
entre sus manos, si bien, haciendo grandes esfuerzos. Acto seguido, Kindolf
logra apartarse de su rival con un salto al frente, aterrizando detrás de su
rival antes de propinarle una fuerte patada capaz de abollar la armadura
reforzada de su enemigo. El portentoso caballero de inmediato es lanzado con
fuerza en dirección hacia las gradas, cayendo pesadamente sobre un montón de
cajas de madera, destruyéndolas. -¿Quién sigue? –agrega el escudero de forma
triunfal y esbozando una sonrisa.
Mientras el torneo continúa, Leiyus y Kindolf
son capaces de avanzar en el torneo sin problemas, y para cuando llega el medio
día y el sol está casi en lo más alto del cielo, ambos escuderos ya han
derrotado a todos sus rivales y ahora se enfrentan uno contra el otro en el
duelo final para cuál de los dos saldrá victorioso.
Estando frente a frente, el par de compañeros
se toman un momento antes de comenzar el combate.
Kindolf -Bien Leiyus, sólo quedamos tú y yo,
así que, ¿por qué no lo hacemos más interesante? ¡Vamos a pelear con todas
nuestras fuerzas sin reprimirnos! Así veremos quién es realmente el mejor de
los dos. ¿Qué te parece?
Leiyus responde con una sonrisa –Me parece
perfecto, pero sin hacer alguno de tus acostumbrados trucos, ¿de acuerdo?
El comentario ofende a su amigo. -¡Hey! ¿Por
quién me tomas?
La campana suena, dando inicio al combate, y
sin perder tiempo, ambos se ponen en posición ofensiva sin perderse de vista el
uno a otro. De repente, ambos contendientes se lanzan al centro de la arena al
unísono, enfrascándose en un intenso duelo de espadas.
De pronto, con un movimiento del pie, Kindolf
logra derribar a Leiyus e intenta darle un golpe en la cara, pero antes de que
eso suceda su amigo logra levantarse velozmente dando un giro hacia atrás. Es
en ese momento en el que, de entre sus ropas, Kindolf saca de pronto una daga
con la cual acorrala a Leiyus hacia los bordes de la arena. Leiyus logra
escapar antes de ser obligado a salir del área de combate con un salto al aire
que toma desprevenido a Kindolf, entonces Leiyus consigue propinarle una patada
en el rostro que lanza a su amigo al otro lado de la arena.
Kindolf se recupera del golpe casi de
inmediato. -¡E-eso no es justo Leiyus¡ -repica, poniéndose de pie.
Leiyus -¿Me lo dices a mí? ¡Tú eres el que
está usando un arma! –repone a su vez, molesto.
Kindolf
-Creo que tienes razón –concuerda con su colega-. ¡Peleemos a manos
limpias entonces! -le propone al tiempo que éste arroja su espada lejos.
Para ese momento, el par se encuentra tan
enfrascados en la pelea que no notan que el punto clímax del festival se acerca
confirme llega al medio día, tiempo en el que tanto el sol, la luna, como el
resto de los planetas se alinearán entre ellos. Aquello desvía la atención del
público presente, que deja de prestar atención sobre lo que acontece en el
cielo para dirigir sus miradas al cielo, apenas segundos antes de que el tan
esperado fenómeno astrológico ocurra. – ¡Miren! ¡El sol y los planetas están
por alinearse! –se escucha gritar a uno de los asistentes, alzando el dedo en
dirección al sol.
Justo en ese momento, se escucha la campana
del gran reloj de la ciudad dar doce campanadas. El tiempo entonces parece
detenerse al tiempo que la luna comienza a cubrir al sol, dejando el reino
entero en penumbras.
Él hombre que hace las veces de réferi
intenta inútilmente detener el combate, pero ninguno de los peleadores le hace
el menor caso.
Kindolf -¿Te
importaría? –le espeta al tipo, hastiado-. Mi amigo y yo estamos
tratando de resolver esto. ¡No vamos a posponer esto para después!
Leiyus, -¡Bien dicho, Kindolf! ¡Acabemos con
esto de una vez por todas!
-¡Pero el premio no se les entregará si yo no
declaro a un ganador! –insiste el réferi antes de que Kindolf lo intimide y éste
se retire.
Ya sin interrupciones, Kindolf trata de
buscar la manera más rápida para ganarle a su amigo sin que pueda venírsele a
la mente alguna buena estrategia. Es entonces que, al mirar al cielo y observar
eclipse solar formando un halo dorado se le ocurre finalmente una idea. -Creo
que tendré que usar mi técnica especial para ganarte, amigo.
Leiyus -¿Técnica especial? No sabía que
tenías una técnica especial... ¡Ah, ya sé! ¡Vas a comenzar a llorar y a gritar
que te rindes para que yo baje la guardia, como siempre lo haces! –afirma con
inocencia.
Kindolf
-Así es… -asegura, apenas prestando atención a lo que su colega acaba de
decir hasta que reacciona-. Espera… ¡Qué! ¡No me refería a eso! ¡Ahora te
mostraré la técnica secreta del próximo caballero de Leivan! ¡El halo de luz de
la justicia!
En ese instante, Kindolf sorprende a Leiyus
saltando tan alto sobre la plataforma como le es posible, obligando a su amigo
a alzar la vista, perdiéndose detrás de un destello muy intenso, el cual ocurre
en el momento en el que el sol y la luna quedan alineados perfectamente.
Leiyus pierde de vista a su rival en aquél
resplandor, viéndose obligado a entrecerrar los ojos al tratar de mirar
directamente en dirección al eclipse. De pronto, tan pronto como aquella luz
alcanza sus pupilas, éstas se retraen haciendo que su ojo tome la apariencia
que recuerda a la de un reptil. Al mismo tiempo, siente cómo una fuerza
desconocida comienza a invadirlo.
En ese momento, una energía dorada se apodera
de Leiyus, la cual él es incapaz de controlar. El suceso rápidamente desvía la
atención de los presentes, que hasta entonces se encontraban mirando el eclipse
para volver si atención hacia el joven escudero, que es incapaz de reprimir un
grito de furia.
Incapaz de poder contentarla más, Leiyus
termina por liberar toda aquella energía acumulada a través de su boca, que
toma la forma de un poderoso rayo de luz que dirige involuntariamente por sobre
su cabeza, justamente donde su amigo Kindolf se encuentra en esos momentos.
Kindolf -¿¡Pero qué demo…!? ¡¡Espera Leiyus!!
¿¡Qué estás haciendo!? –alcanza a decir al darse cuenta que una gran cantidad
de energía está por impactarlo, logrando aduras penas evitarla arqueando su
columna al extremo, lo cual le salva la vida, pero no impide que la columna de
luz pase a centímetros de su rostro, quemándoselo ligeramente en el proceso.
La potencia de aquél rayo de luz es tal, que puede
apreciarse desde los rincones más remotos del reino. Aquél fenómeno no tarda en
atraer la atención del anciano encapuchado y de los dos seres que se
encontraban sobre el castillo, quienes observan la columna de energía alzarse
desde la lejanía.
Grudan -¡Allí esta! ¡Esa es la señal! ¡Vamos!
–apremia a su acompañante para después dirigirse junto con éste a toda velocidad
en dirección al origen de aquella fuente de poder.
La columna de luz continúa su ascenso,
elevándose por sobre las nubes durante unos segundos más hasta que el poder se
disipa finalmente. Una vez la columna de luz se ha extinto, Leiyus se deja caer
de rodillas al suelo y con las manos temblando, sin estar seguro de lo que
acaba de ocurrirle. Un silencio de asombro y miedo se apodera de la arena entre
los presentes, incluyendo a Leiyus. Para entonces, el eclipse ha terminado, y
los primeros rayos de la luz del sol vuelven a asomarse. Repentinamente, aquél
silencio es roto por los gritos desesperados de Kindolf mientras éste cae de
vuelta al suelo desde el cielo sin control y con la cara chamuscada, terminando
por estrellarse contra la arena.
Kindolf – ¿Qué te pasa Leiyus?, –le espeta a
su todavía perplejo amigo apenas se recupera del impacto, con los cabellos
todavía humeantes-. ¡Acaso querías matarme con eso! ¡Creía que usar magia no
estaba permitido!
Leiyus –Disculpa –le responde apenas sale de
su estupor y sin poder comprender todavía lo que acaba de sucederle-. No sé qué
es lo que me pasó… No pude controlarme. Me… me siento extraño... –le asegura,
observando sus propias manos temblorosas.
Preocupado por el estado en el que se
encuentra su viejo amigo, Kindolf intenta acercarse a él pero antes de poder
hacerlo, aparece repentinamente entre ellos el hombre de la máscara y le da un
golpe que lo manda al suelo. Leiyus inmediatamente intenta auxiliar a su amigo
tratando de golpear al extraño, pero antes de poder siquiera levantarse, es
capturado por Grudan, quien aparece frente a él y lo apresa por cuello.
-Muy bien… –dice finalmente el enmascarado-,
¿Cuál de ustedes dos fue el que liberó esa energía? –exige saber, levantando al
todavía aturdido Kindolf del suelo por sus ropas.
Leiyus trata de escapar del agarre de Grudan propinándole
una patada en los costados, pero su fuerza no parece ser suficiente como para
que su captor resienta sus golpes.
Grudan -¿Para qué molestarnos? –le dice a su
compañero de la máscara-. Matemos a estos dos en el acto y acabemos con esto de
una buena vez.
-Muy bien señor Grudan –concuerda el tipo de
la máscara, quien en esos momentos saca a relucir las garras de sus dedos con
la intención de atravesar con ellas el cuello de Kindolf.
A su vez, Grudan intensifica su agarre al
cuello de Leiyus para poder rompérselo, pero cuando está a punto de hacerlo,
una esfera de energía cae del cielo directamente sobre Grudan, provocando que
baje la guardia. Leiyus aprovecha el momento para soltarse de su captor
golpeando la muñeca de éste.
En eso, una segunda bola de luz aparece de la
nada volando directamente hacia el sujeto de la máscara. El extraño tarda
demasiado en reaccionar y para cuando lo hace, es alcanzado por la esfera,
siendo consumido por un resplandor de luz hasta no quedar nada de él.
Inmediatamente aparece una tercera esfera de
luz que se estrella sobre la arena, causando una detonación que desata el
pánico entre el público, a la vez que levanta una cortina de polvo que pronto
cubre la base del casillo y sus alrededores. Para entonces, la mayoría de gente
comienza a escapar en estampida de la zona.
Es en ese momento en el que el encapuchado,
que a primera vista parecía un anciano, reaparece revelando su verdadera identidad
tras descubrir su rostro, revelando que en realidad se trata de un hombre de
mediana edad. Rápidamente, el desconocido toma al ahora inconsciente Leiyus en
sus manos antes de desplegar un par de alas que crecen detrás de su espalda,
mismas que usa para llevárselo volando junto con él. En medio de aquella
conmoción Grudan alcanza a ver cómo el tipo y su presa se alejan por los aires.
-¡Maldición!, ¡Están escapando! –grita Grudan
con la intención de ir tras ellos, pero no bien ha dado un paso al frente, el
hombre que se lleva a Leiyus e vuelve por un momento para lanzarle otra bola de
luz que lo arrastra con fuerza hasta impactarlo contra las paredes del castillo,
provocando que parte de la estructura se venga abajo sobre él y causando que más
polvo y humo se levanten, lo que el hombre alado aprovecha para encubrir su
escape.
De entre los escombros no tarda en emerger
Grudan balbuceando entre dientes, furioso: -…ese maldito Doma logró salvarlo, ¡pero
no me iré de aquí con las manos vacías!
Acto seguido, el extraño hace aparecer una
bola de fuego en su mano derecha con la cual arroja contra el castillo,
destruyendo parte de éste, así como parte de las murallas del mismo.
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