19 marzo, 2023

Dragon Legacy, Vol.1: Capitulo 1

Durante un tiempo he estado pensando en llevar mi nueva novela, Dragon Legacy, en una dirección diferente comparada con otros de mis escritos, y como los tiempos han cambiado, ya no creo que sea necesario publicar cada capítulo en línea al menos en formato PDF estos días, especialmente cuando la novela está completa en Google Play. Aún así, creo que ayudaría mucho a darle vida al blog publicar los capítulos individuales, por lo que comenzamos esta semana con el primer capítulo. ¡Espero les sea de su agrado!


La resurrección del Dragón 

“En un mundo en donde la luz y la oscuridad se unen…

En un mundo donde la el mal se cierne a toda las formas de vida…

Está por resurgir una leyenda de siglos pasados…

Este es su legado, el legado de los dragones…”

 

En la inmensidad del espacio, dentro de los confines de un sistema solar se puede apreciar una estrella brillar.

Las sombras de los planetas se extienden cada vez más conforme los astros se alinean uno tras otro…

 

De pronto,  un destello de luz nos lleva hasta el interior de uno de aquellos planetas, el cual es capaz de albergar toda clase de vida. La visión del planeta pasa rápidamente del espacio a un continente, dentro del cual, yace un reino que se extiende por un gran territorio coronado por un castillo majestuoso que se impone sobre el paisaje. Dentro del castillo, en una de las habitaciones colocadas en los pisos más apartados e inferiores, existe una habitación de aspecto humilde.

 

Allí, ocupando dos literas, se encuentran dos jóvenes que dormitan apaciblemente. El sol ya ha salido, y su luz se cuela por una pequeña rendija. De pronto, la paz se ve interrumpida por el sonido de unos pasos apresurados desde el pasillo que se acercan. Repentinamente, un soldado de edad media, calvo y rechoncho irrumpe en la habitación haciendo un escándalo. -¡Despierten de una vez, perezosos escuderos! –les ordena el tipo a los jóvenes que ahí dormitan-. El festival del sol es hoy y está por dar comienzo, ¡así que a trabajar, holgazanes! –grita, antes de cerrar de nuevo la puerta de un portazo.

 

El primero en despertar con sobresalto es el joven que duerme en la litera superior, que aún adormilado le responde al soldado en tono malhumorado: -¿¡Quién demonios te crees que eres, eh!?

 

Al ver su reacción, el soldado regresa para abrir la puerta con otro portazo y comienza a reírse de ambos. Para entonces el segundo joven ya ha despertado debido al barullo. –Solamente los estoy volviendo a la realidad –espeta el soldado capataz, esbozando una sonrisa-, ¿O a caso creen que por tener algo de fuerza en esos enclenques cuerpos tienen oportunidad alguna de ganar en el torneo de hoy? ¿Ustedes, que son unos simples escuderos esperan ganar el primer premio en la competencia real entre verdaderos caballeros? ¡Jah! Nunca podrían ganarle ni a sus caballos! ¡Sólo los hombres más fuertes venidos de todos los rincones del reino han venido a competir a esta justa!

 

Al escuchar esto, el muchacho de la litera superior se levanta de un salto muy molesto -¡Podemos y lo haremos obeso inútil! ¡Leiyus y yo somos los más fuertes del reino!

 

Sin darse cuenta, en su impaciencia, el chico termina por caer de cabeza al dar un paso en falso mientras sigue con la discusión, terminando por dar al piso.

 

El soldado que lo había estado observando entonces suelta una carcajada apenas su cara se golpea contra el suelo. –¡Ya lo veremos en el torneo, bufón! –brama al tiempo que cierra la puerta con un tercer portazo.

 

Su compañero de cuarto, todavía acomodado en su litera mira a su compañero caído desde arriba. -¿Estás bien, Kindolf?

 

Poco tiempo después, ambos se dirigen hacia la puerta principal del castillo amurallado. Por todas partes puede verse gente preparándose para el festival, armando puestos improvisados y colgando banderas para adornar las calles. A lo lejos se distinguen las grandes puertas que dan la bienvenida a todos aquellos que acuden al festival que está por comenzar.

 

Mientras caminan, Kindolf aún parece molesto por los acontecimientos de aquella mañana: - ¡Ya verán todos! Estoy ansioso por que comience el festival del sol. –dice, hablando en voz alta para sí mismo y caminando al lado de su compañero, que lo observa divertido.  

 

Leiyus – No pensé que esperaras con tanta impaciencia las festividades que se harán en honor a la alineación de los planetas, la luna y el sol. Digo, no es que fueses de los más estudiosos en la clase de astronomía…

 

Kindolf -Obviamente no es por eso, amigo –lo corrige rápidamente alzando el dedo-. Es por el premio del torneo que darán. ¡Con eso les daremos una lección a todos esos caballeros de pacotilla! Ninguno de ellos quiere admitir que un par de huérfanos como nosotros pueda quitarles la oportunidad de ganar el torneo en presencia del rey mismo.

 

Leiyus -Cálmate Kindolf, no sólo los caballeros de nuestro reino participarán en el torneo. También habrá caballeros de reinos muy lejanos que han llegado hasta aquí para conseguir ese premio. A decir verdad, no puedo asegurar si podremos vencerlos a todos.

 

Kindolf  -A propósito Leiyus, dime, ¿Por qué estas interesado en ganar el torneo? Tú no eres de los que pelean sólo porque sí.

 

Leiyus –Bueno –le contesta en tono pensativo-, el ganador se llevará un cofre de monedas de oro, y además se ganará el honor de trabajar como parte de la guardia personal del rey... El cofre no me interesa, es más bien la emoción del trabajo que ofrece lo que me motiva. Yo lo veo como una oportunidad para salir de este lugar, y quizás poder conocer lo que hay más allá de esta vida. Quién sabe, podría ser divertido pertenecer a la guardia real en lugar de pulir armaduras y recoger estiércol de caballo todo el día.

 

Kindolf –Ese es un buen punto, en especial aquello de no recoger más estiércol de caballo.

 

Leiyus -Mi sueño siempre ha sido salir y explorar el mundo… Eso podría volverse realidad si somos los guardaespaldas del rey y lo acompañamos en sus viajes y peregrinajes por todo el mundo.

 

Para entonces, su amigo parece haber dejado de escucharle.  -Espera, ¡¿de verdad darán un cofre lleno de monedas de oro al ganador del torneo?! –le pregunta con los ojos desorbitados- ¡Imagina todo lo que podría tener si me vuelvo un noble rico!

 

Kindolf entonces comienza a soñar despierto, imaginándose a sí mismo rodeado de mujeres hermosas mientras ellas le dan de beber cerveza y lo colman de atenciones. Sus ojos se agrandan más y más al pensar en aquellos placeres lejanos, algo que comienza a incomodar a su colega que le observa.

 

Leiyus -¿Tú no tienes remedio, vedad? En fin, nos inscribiremos cuando terminemos las labores que nos han encargado para el día de hoy.

 

Durante el resto de la mañana ambos trabajan arduamente ayudando en los preparativos para el festival, que consisten en preparar la zona que servirá de arena para los combates. Una hora antes del mediodía, los amigos escuderos ya casi han terminado, y sólo les resta limpiar la zona en donde se llevarán a cabo los combates. Para esa hora del día, las calles ya están rebosando de gente que se pasea animadamente, recorriendo los alrededores del castillo. Mientras los dos se dedican a barrer el suelo con escobas, los escuderos presencian el momento en el que un hombre con el rostro cubierto y de aparente avanzada edad se tropieza accidentalmente con un soldado de aspecto amenazador. 

 

–Eh... discúlpeme –atina a decir el viejo encapuchado mientras sigue su camino.

 

Su actitud e indiferencia irritan en seguida al soldado, que en el acto lo detiene cortándole el paso con su arma con la que también le amenaza: -¡A ver si tiene más cuidado aciano! ¡Pronto seré parte de las fuerzas del rey, y si no te fijas a dónde caminas, te haré colgar la próxima vez!

 

Leiyus y su amigo de inmediato se unen a la multitud que se congrega rápidamente alrededor de los dos hombres para averiguar lo que está pasando, y al ver que el soldado parece estar a punto de golpear al hombre, intervienen: –Oye amigo, cálmate, es sólo un pobre viejo –le dice Leiyus al soldado en tono amable mientras toca su hombro.

 

El soldado de inmediato se vuelve hacia él para encararlo, cada vez más colérico -¡¿Y tú, quién crees que eres?! –brama-. Por lo que veo, sólo eres un mendigo que esta en busca de pan, ¿eh?

 

Leiyus mantiene la calma pese a sus provocaciones y le responde tranquilamente respirando profundamente: -No quiero problemas. Sólo deja en paz a ese anciano –insiste éste, dándole la espalda, intentando de no provocar más al tipo.  

 

Al momento de que Leiyus intenta recoger la escoba que había tirado al suelo momentos antes, el soldado la patea fuera de su alcance antes de que pueda tomarla. –¿Así que te crees con el derecho de reprocharme, eh? No creas que te saldrás con la tuya. ¡Esto no se quedará así! ¡¡Escuchen!!- grita a todo pulmón, haciendo que las personas que les rodean le presten atención–, este muchacho acaba de retarme a mi, uno de los mejores soldados del reino Leivan. ¡Aquél que derrotó al gran dragón de fuego hace no mucho tiempo de un solo golpe!

 

Tras el anuncio, más personas se reúnen a su alrededor hasta formar una bulliciosa multitud que no para de rumorar entre ellos. No es sino hasta ese momento que Kindolf logra asomar la cara entre el gentío para tratar de apoyar a su amigo ante la arrogancia de aquél hombre. -¿Vas a dejar que ese mastodonte sin cerebro se burle de ti? –dice dirigiéndose a Leiyus.

 

Sin perder la compostura, Leiyus mira a los ojos al soldado, quien le sostiene una risa burlona en espera de una respuesta o reacción por parte de él, pero en vez de seguirle el juego, él simplemente suspira disipando la tensión del momento. –Está bien, acepto tu reto… Veamos si eres tan fuerte como dices ser.

 

La multitud congregada, principalmente formada por hombres musculosos, guerreros y soldados que esperan participar en el torneo siguen al par de escuderos y al caballero hasta la arena de combate, que hasta hace unos momentos ellos se encontraban limpiando para presenciar el encuentro. Al mismo tiempo, en lo alto del castillo, yacen dos figuras que observan lo ocurrido desde las alturas sin que nadie note su presencia.

 

-Señor Grudan –dice la figura más baja, que esconde su rostro detrás de una máscara blanca deformada y llena de cuarteaduras que se extienden desde la única ranura que tiene localizada en el ojo derecho-, debemos estar atentos. En cualquier momento está por suceder la resurrección.

 

El hombre más alto y de abundante cabello, barba y patillas de color rojo hace una muesca de desagrado mientras los observa. -¡Bah! ¡Sólo míralos…! Esas criaturas inferiores creen que este mundo les pertenece, que son los más fuertes. Yo podría acabar con todos ellos sin mover más que un dedo –asegura con desdén-. No puedo creer que la resurrección de nuestro mayor enemigo tenga lugar en un sitio como este. ¡Vamos, sirviente! Tenemos que seguir con nuestra búsqueda...

 

Dicho esto, ambos seres se retiran del lugar saltando con gran agilidad entre las estructuras del castillo hasta perderse de vista, sin saber que justo debajo de ellos, el anciano de capucha con el que el soldado se había tropezado anteriormente los observa discretamente para después también perderse entre las sombras dentro de un callejón cercano.

 

El torneo da comienzo en breve, y los primeros contendientes suben a la arena. Leiyus se encuentra cara a cara con el soldado que lo ha retado, quien lo mira con ojos feroces al tiempo que hace tronar sus nudillos en antelación.

 

-Será una lástima acabar contigo y con tu amigo tan rápido, pero así me da la oportunidad de usarlos como aperitivo para los verdaderos combatientes –amenaza el caballero después de lanzar una risotada.

 

Leiyus le devuelve la mirada sin asomo de miedo -Te aconsejo que no te confíes – le advierte éste, acomodándose sus guantes de piel y removiendo la capa corta del cuello para poder luchar mejor.

 

En eso, Leiyus escucha a Kindolf detrás suyo animándolo desde las gradas: – ¡Acábalo Leiyus!

 

El sonido de la campana no tarda en escucharse, anunciando el inicio de la pelea. El caballero, que es más grande y musculoso que Leiyus, no duda en lanza con todas sus fuerzas su puño, que es casi del ancho de su pecho hacia él, pero antes de que éste alcance su objetivo el escudero lo detiene en el aire con una sola mano y sin mucha dificultad.

 

El caballero queda impresionado apenas se percata de lo ocurrido –¡Que!, no es posible ¿¡Cómo has detenido mí golpe!?

 

En respuesta, Leiyus usa su otra mano para golpear a su rival con fuerza en el estómago, haciendo que la mole de músculos en armadura caiga al instante de espaldas, inconsciente. La multitud guarda silencio por unos instantes antes de prorrumpir en gritos y virotes dirigidos al ganador.

 

El siguiente en pelear es Kindolf, quien entonces se enfrenta a un gran hombre, cubierto de pies a cabeza por una gruesa armadura, y que empuña una enorme espada, la cual asombrosamente es capaz de soportar con una sola mano. A pesar de la imponencia de su rival, Kindolf permanece impasible.

 

Apenas comienza la batalla, el de la armadura arremete contra él en un arranque de velocidad dando un tajo en vertical al aire a la altura de la cabeza de Kindolf, en un aparente intento por partirlo en dos. Sorprendentemente, el escudero consigue detener el filo de la hoja entre sus manos, si bien, haciendo grandes esfuerzos. Acto seguido, Kindolf logra apartarse de su rival con un salto al frente, aterrizando detrás de su rival antes de propinarle una fuerte patada capaz de abollar la armadura reforzada de su enemigo. El portentoso caballero de inmediato es lanzado con fuerza en dirección hacia las gradas, cayendo pesadamente sobre un montón de cajas de madera, destruyéndolas. -¿Quién sigue? –agrega el escudero de forma triunfal y esbozando una sonrisa.

 

Mientras el torneo continúa, Leiyus y Kindolf son capaces de avanzar en el torneo sin problemas, y para cuando llega el medio día y el sol está casi en lo más alto del cielo, ambos escuderos ya han derrotado a todos sus rivales y ahora se enfrentan uno contra el otro en el duelo final para cuál de los dos saldrá victorioso.

 

Estando frente a frente, el par de compañeros se toman un momento antes de comenzar el combate.

 

Kindolf -Bien Leiyus, sólo quedamos tú y yo, así que, ¿por qué no lo hacemos más interesante? ¡Vamos a pelear con todas nuestras fuerzas sin reprimirnos! Así veremos quién es realmente el mejor de los dos. ¿Qué te parece?

 

Leiyus responde con una sonrisa –Me parece perfecto, pero sin hacer alguno de tus acostumbrados trucos, ¿de acuerdo?

 

El comentario ofende a su amigo. -¡Hey! ¿Por quién me tomas?

 

La campana suena, dando inicio al combate, y sin perder tiempo, ambos se ponen en posición ofensiva sin perderse de vista el uno a otro. De repente, ambos contendientes se lanzan al centro de la arena al unísono, enfrascándose en un intenso duelo de espadas.

 

De pronto, con un movimiento del pie, Kindolf logra derribar a Leiyus e intenta darle un golpe en la cara, pero antes de que eso suceda su amigo logra levantarse velozmente dando un giro hacia atrás. Es en ese momento en el que, de entre sus ropas, Kindolf saca de pronto una daga con la cual acorrala a Leiyus hacia los bordes de la arena. Leiyus logra escapar antes de ser obligado a salir del área de combate con un salto al aire que toma desprevenido a Kindolf, entonces Leiyus consigue propinarle una patada en el rostro que lanza a su amigo al otro lado de la arena.

 

Kindolf se recupera del golpe casi de inmediato. -¡E-eso no es justo Leiyus¡ -repica, poniéndose de pie.

 

Leiyus -¿Me lo dices a mí? ¡Tú eres el que está usando un arma! –repone a su vez, molesto.

 

Kindolf  -Creo que tienes razón –concuerda con su colega-. ¡Peleemos a manos limpias entonces! -le propone al tiempo que éste arroja su espada lejos.

 

Para ese momento, el par se encuentra tan enfrascados en la pelea que no notan que el punto clímax del festival se acerca confirme llega al medio día, tiempo en el que tanto el sol, la luna, como el resto de los planetas se alinearán entre ellos. Aquello desvía la atención del público presente, que deja de prestar atención sobre lo que acontece en el cielo para dirigir sus miradas al cielo, apenas segundos antes de que el tan esperado fenómeno astrológico ocurra. – ¡Miren! ¡El sol y los planetas están por alinearse! –se escucha gritar a uno de los asistentes, alzando el dedo en dirección al sol.

 

Justo en ese momento, se escucha la campana del gran reloj de la ciudad dar doce campanadas. El tiempo entonces parece detenerse al tiempo que la luna comienza a cubrir al sol, dejando el reino entero en penumbras.

 

Él hombre que hace las veces de réferi intenta inútilmente detener el combate, pero ninguno de los peleadores le hace el menor caso.

 

Kindolf -¿Te  importaría? –le espeta al tipo, hastiado-. Mi amigo y yo estamos tratando de resolver esto. ¡No vamos a posponer esto para después!

 

Leiyus, -¡Bien dicho, Kindolf! ¡Acabemos con esto de una vez por todas!

 

-¡Pero el premio no se les entregará si yo no declaro a un ganador! –insiste el réferi antes de que Kindolf lo intimide y éste se retire.

 

Ya sin interrupciones, Kindolf trata de buscar la manera más rápida para ganarle a su amigo sin que pueda venírsele a la mente alguna buena estrategia. Es entonces que, al mirar al cielo y observar eclipse solar formando un halo dorado se le ocurre finalmente una idea. -Creo que tendré que usar mi técnica especial para ganarte, amigo.

 

Leiyus -¿Técnica especial? No sabía que tenías una técnica especial... ¡Ah, ya sé! ¡Vas a comenzar a llorar y a gritar que te rindes para que yo baje la guardia, como siempre lo haces! –afirma con inocencia.

 

Kindolf  -Así es… -asegura, apenas prestando atención a lo que su colega acaba de decir hasta que reacciona-. Espera… ¡Qué! ¡No me refería a eso! ¡Ahora te mostraré la técnica secreta del próximo caballero de Leivan! ¡El halo de luz de la justicia!

 

En ese instante, Kindolf sorprende a Leiyus saltando tan alto sobre la plataforma como le es posible, obligando a su amigo a alzar la vista, perdiéndose detrás de un destello muy intenso, el cual ocurre en el momento en el que el sol y la luna quedan alineados perfectamente.

 

Leiyus pierde de vista a su rival en aquél resplandor, viéndose obligado a entrecerrar los ojos al tratar de mirar directamente en dirección al eclipse. De pronto, tan pronto como aquella luz alcanza sus pupilas, éstas se retraen haciendo que su ojo tome la apariencia que recuerda a la de un reptil. Al mismo tiempo, siente cómo una fuerza desconocida comienza a invadirlo.

 

En ese momento, una energía dorada se apodera de Leiyus, la cual él es incapaz de controlar. El suceso rápidamente desvía la atención de los presentes, que hasta entonces se encontraban mirando el eclipse para volver si atención hacia el joven escudero, que es incapaz de reprimir un grito de furia.

 

Incapaz de poder contentarla más, Leiyus termina por liberar toda aquella energía acumulada a través de su boca, que toma la forma de un poderoso rayo de luz que dirige involuntariamente por sobre su cabeza, justamente donde su amigo Kindolf se encuentra en esos momentos.

 

Kindolf -¿¡Pero qué demo…!? ¡¡Espera Leiyus!! ¿¡Qué estás haciendo!? –alcanza a decir al darse cuenta que una gran cantidad de energía está por impactarlo, logrando aduras penas evitarla arqueando su columna al extremo, lo cual le salva la vida, pero no impide que la columna de luz pase a centímetros de su rostro, quemándoselo ligeramente en el proceso.

 

La potencia de aquél rayo de luz es tal, que puede apreciarse desde los rincones más remotos del reino. Aquél fenómeno no tarda en atraer la atención del anciano encapuchado y de los dos seres que se encontraban sobre el castillo, quienes observan la columna de energía alzarse desde la lejanía.

 

Grudan -¡Allí esta! ¡Esa es la señal! ¡Vamos! –apremia a su acompañante para después dirigirse junto con éste a toda velocidad en dirección al origen de aquella fuente de poder.

 

La columna de luz continúa su ascenso, elevándose por sobre las nubes durante unos segundos más hasta que el poder se disipa finalmente. Una vez la columna de luz se ha extinto, Leiyus se deja caer de rodillas al suelo y con las manos temblando, sin estar seguro de lo que acaba de ocurrirle. Un silencio de asombro y miedo se apodera de la arena entre los presentes, incluyendo a Leiyus. Para entonces, el eclipse ha terminado, y los primeros rayos de la luz del sol vuelven a asomarse. Repentinamente, aquél silencio es roto por los gritos desesperados de Kindolf mientras éste cae de vuelta al suelo desde el cielo sin control y con la cara chamuscada, terminando por estrellarse contra la arena.

 

Kindolf – ¿Qué te pasa Leiyus?, –le espeta a su todavía perplejo amigo apenas se recupera del impacto, con los cabellos todavía humeantes-. ¡Acaso querías matarme con eso! ¡Creía que usar magia no estaba permitido!

 

Leiyus –Disculpa –le responde apenas sale de su estupor y sin poder comprender todavía lo que acaba de sucederle-. No sé qué es lo que me pasó… No pude controlarme. Me… me siento extraño... –le asegura, observando sus propias manos temblorosas.

 

Preocupado por el estado en el que se encuentra su viejo amigo, Kindolf intenta acercarse a él pero antes de poder hacerlo, aparece repentinamente entre ellos el hombre de la máscara y le da un golpe que lo manda al suelo. Leiyus inmediatamente intenta auxiliar a su amigo tratando de golpear al extraño, pero antes de poder siquiera levantarse, es capturado por Grudan, quien aparece frente a él y lo apresa por cuello.

 

-Muy bien… –dice finalmente el enmascarado-, ¿Cuál de ustedes dos fue el que liberó esa energía? –exige saber, levantando al todavía aturdido Kindolf del suelo por sus ropas.

 

Leiyus trata de escapar del agarre de Grudan propinándole una patada en los costados, pero su fuerza no parece ser suficiente como para que su captor resienta sus golpes.

 

Grudan -¿Para qué molestarnos? –le dice a su compañero de la máscara-. Matemos a estos dos en el acto y acabemos con esto de una buena vez.

 

-Muy bien señor Grudan –concuerda el tipo de la máscara, quien en esos momentos saca a relucir las garras de sus dedos con la intención de atravesar con ellas el cuello de Kindolf.

 

A su vez, Grudan intensifica su agarre al cuello de Leiyus para poder rompérselo, pero cuando está a punto de hacerlo, una esfera de energía cae del cielo directamente sobre Grudan, provocando que baje la guardia. Leiyus aprovecha el momento para soltarse de su captor golpeando la muñeca de éste.

 

En eso, una segunda bola de luz aparece de la nada volando directamente hacia el sujeto de la máscara. El extraño tarda demasiado en reaccionar y para cuando lo hace, es alcanzado por la esfera, siendo consumido por un resplandor de luz hasta no quedar nada de él.

 

Inmediatamente aparece una tercera esfera de luz que se estrella sobre la arena, causando una detonación que desata el pánico entre el público, a la vez que levanta una cortina de polvo que pronto cubre la base del casillo y sus alrededores. Para entonces, la mayoría de gente comienza a escapar en estampida de la zona.

 

Es en ese momento en el que el encapuchado, que a primera vista parecía un anciano, reaparece revelando su verdadera identidad tras descubrir su rostro, revelando que en realidad se trata de un hombre de mediana edad. Rápidamente, el desconocido toma al ahora inconsciente Leiyus en sus manos antes de desplegar un par de alas que crecen detrás de su espalda, mismas que usa para llevárselo volando junto con él. En medio de aquella conmoción Grudan alcanza a ver cómo el tipo y su presa se alejan por los aires.

 

-¡Maldición!, ¡Están escapando! –grita Grudan con la intención de ir tras ellos, pero no bien ha dado un paso al frente, el hombre que se lleva a Leiyus e vuelve por un momento para lanzarle otra bola de luz que lo arrastra con fuerza hasta impactarlo contra las paredes del castillo, provocando que parte de la estructura se venga abajo sobre él y causando que más polvo y humo se levanten, lo que el hombre alado aprovecha para encubrir su escape.

 

De entre los escombros no tarda en emerger Grudan balbuceando entre dientes, furioso: -…ese maldito Doma logró salvarlo, ¡pero no me iré de aquí con las manos vacías!


Acto seguido, el extraño hace aparecer una bola de fuego en su mano derecha con la cual arroja contra el castillo, destruyendo parte de éste, así como parte de las murallas del mismo.

 

 

 

 

 

 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario