09 abril, 2023

Dragon Legacy, Vol.1: Capitulo 3



 El árbol de la vida

Lo que había comenzado como un día con grandes promesas para Leiyus y su mejor amigo, terminó como una tragedia después de que dos extraños seres invadieran y atacaran el reino de Leivan con el aparentemente único objetivo de matar a Leiyus antes de que Doma, un desconocido de extraños poderes le salvase la vida. Ahora Leyus se ha comprometido a acompañarlo sin saber lo que le depara el destino.

 

Dos dragones del tamaño de montañas se miran fieramente el uno al otro sobre un terreno árido y despoblado. Uno posee una piel dorada y blanca, mientras que el otro es completamente oscuro y de ojos rojos. A su alrededor pueden verse volcanes activos escupiendo lava y arrojando ceniza, formando espesas nubes que cubren los cielos. Ambas criaturas entonces se enfrascan en una lucha feroz de vida o muerte, atacándose con sus enormes garras y lanzándose ataques de energía por la boca.

 

Finalmente, en el punto cumbre de la batalla ambos seres imponentes abren simultáneamente sus bocas desde donde lanzan potentes rayos de plasma que al colisionar, devastan todo a su alrededor, incluyendo a ellos mismos…

 

Leiyus despierta abruptamente de aquél sueño que acaba de tener, entonces se da cuenta que había estado dormido todo este tiempo, encontrándose descansando al pie de un árbol conforme la primera luz de la mañana clarea el cielo.

 

“Vaya... fue sólo una pesadilla.” –reflexiona Leiyus al tiempo que se mira las manos-. “No sé por qué, pero siento que desde que me pegó esa luz, no he sido el mismo de antes… Es como si mis ojos y todo mi cuerpo no me pertenecieran más ¿Por qué me sentiré así?”.

 

No muy lejos de allí, el escudero localiza de pie a Doma sobre una pequeña colina, mirando en dirección del sol naciente que da hacia un extenso llano. Él de inmediato nota que éste ha despertado y se le acerca, dándole los buenos días. –Vaya, veo que ya te has despertado, Leiyus –lo saluda cordialmente-. Tenemos que empezar tu entrenamiento cuanto antes. –le asegura al tiempo que le facilita una naranja fresca, la cual él devora con avidez.

 

Leiyus –¡Gracias, no he comido nada desde ayer! –dice mientras devora el fruto en pocos bocados.

 

Más tarde, mientras ambos se encuentran caminando al lado de un camino y a punto de dejar atrás el bosque, aparece por el horizonte una carreta que avanza a gran velocidad en dirección a ellos. Cuando pasa a su lado, de la carreta sale despedido por los aires Kindolf hasta dar de cara contra un árbol. Desde la carreta, y sin detenerse, el conductor le grita a su indeseable pasajero antes de perderse de nuevo de vista: –¡Y para la próxima, mas te vale que pagues el viaje, tonto!

 

Kindolf se pone de pie en el acto y se frota la cara enrojecida a causa del golpe mientras agita el brazo con furia contra el conductor de la carreta. -¡Esa no es forma de tratar  un caballero del reino Leivan! –le reprocha a voz en cuello a al conductor de la carreta, que para entonces ya está muy lejos para escucharle. En ese instante repara en que Leiyus y su acompañante se le quedan viendo en silencio con cara de extrañeza y asombro debido a su inesperada aparición.

 

Kindolf -¿Eh? ¡¡Leiyus!! ¡Qué bueno verte! ¡Te he estado buscando por todas partes desde lo que ocurrió ayer!

 

Leiyus -¡Kindolf!, creí que te habías quedado en Leivan.

 

–Sí, eh... bueno... –musita sin dejar de sacudirse el polvo de sus ropas-, después de que desapareciste, unos monstruos alados con cuerpo de mujer atacaron el castillo y destruyeron parte de la ciudad, por lo que tuve que salir de allí para salvar el pellejo. Un momento… ¿por qué desapareciste repentinamente? –le pregunta a su amigo antes de reparar en Doma, a quien observa con recelo sin dejar de inspeccionar sus ropas de cerca-. ¿Y quién es el monje este? –le pregunta a su amigo, señalando al aludido con el dedo.

 

Leiyus -Él es Doma, y fue quien nos salvó de esos tipos que intentaron matarnos mientras estábamos peleando. Y no te abandoné, Doma fue quien me sacó de la ciudad volando.

 

Kindolf  -¿¡Volando!? –exclama con alarma apenas lo escucha- ¿Que clase de monje eres?

 

Doma -No soy un monje. Soy un descendiente de la realeza de los dragones blancos, y ya se nos ha hecho tarde a mí y a Leiyus, así que si nos disculpas... tentemos que seguir nuestro camino –asegura éste dirigiéndose a Leiyus, antes de continuar su marcha.

 

Kindolf  entonces se apresura a cortarle el paso -¡Un momento! ¡Leiyus y yo somos como casi hermanos, a donde vaya el yo también iré! –le asegura a Doma mientras rodea a Leiyus con el brazo con tal fuerza, que éste no es capaz de respirar bien.

 

Doma –Eso es imposible. No tengo tiempo de cuidar a una criatura tan débil como tú. Lo mejor es que regreses al castillo y continúes tu vida, joven caballero.

 

A ese punto Kindolf  pierde la paciencia. –¿¡Con quién crees que estás tratando!? ¡Soy un caballero del reino Leivan! ¡Incluso estoy estudiando hechicería! –replica mostrándole un libro en cuya  portada puede leerse “hechicería básica para  novatos.

 

Leiyus – Espera un segundo –interrumpe a su amigo sin ocultar su recelo- ¿Desde cuándo estás aprendiendo magia, Kindolf…? Como sea –dice para después dirigirse hacia doma-, Me cuesta admitirlo, pero lo que él dijo es verdad. Kindolf y yo hemos sido inseparables desde muy pequeños, creo que no nos vendría mal su compañía. Además, no es tan débil como lo parece, sólo es un poco cobarde a veces.

 

Doma –Lo lamento, Leiyus, pero tienes que comprender que estamos en una misión muy importante. Esto no es un juego. Traerlo con nosotros sólo nos acarearía problemas.

 

Kindolf -¡Oigan, no hablen de mí como si fuera un perro faldero! –los interrumpe, sin que ninguno haga el menor caso de sus comentarios.

 

Leiyus –Pues para serte franco, aún no tengo muy claro qué es lo que pretendes conmigo, así que si él no puede venir con nosotros, puedes olvidarte de mí también –insiste con voz firme.

 

Ante la insistencia de Leiyus, Doma decide echar un vistazo rápido a Kindolf con la mirada, quien para entonces no deja de sonreírle con una sonrisa forzada mientras le exhibe los músculos de los brazos como prueba de su fortaleza antes de soltar un suspiro de resignación. -Está bien, será como tú quieras, Leiyus. Ahora démonos prisa, debemos llegar al árbol de la vida lo más pronto posible. Ya no debemos estar demasiado lejos.

 

Mientras Doma se les da la espalda y se aleja retomando su andar, Kindolf le susurra a Leiyus al oído: - ¿Estás seguro que ese tipo es de confianza, Leiyus? A mí me parece que quiere engañarnos –le confiesa a su amigo con recelo.

 

Leiyus se encoje de hombros y agrega: –Aunque no conozco nada de él, no creo que tenga malas intenciones. Después de todo, él fue quien nos salvó de esos tipos. Lo menos que podemos hacer es hacer es devolverle el favor y acompañarlo, aunque sea por un tiempo.

 

Así, los tres se ponen en camino hacia su destino hasta que el sol de media mañana se eleva por sobre sus cabezas. Es entonces que el trío llega a un valle asilado por grandes montañas, en cuyo centro se halla un pequeño bosque, en el cual se adentran y llagan a un claro con un manantial al pie de un árbol enorme, que parece ser muy antiguo. Tanto Leiyus como su amigo quedan asombrados ante la majestuosidad de aquél árbol. En su tronco se aprecia la marca de lo que parecen garras en su corteza. Leiyus entonces tiene una extraña sensación que lo impulsa a acercarse al árbol y tocarlo con la mano. -No sé porque, pero tengo la sensación de que he estado aquí antes… -le confiesa a sus acompañantes.

 

En ese momento, Doma se le acerca poniéndole la mano en el hombro. –En realidad, este árbol tiene mucho que ver contigo, Leiyus. Se podría decir que aquí naciste.

 

Kindolf -¿Cómo que el lugar en donde él nació? Leiyus es un niño huérfano, y al igual que yo, fue acogido en el castillo Leivan.

 

Doma –No estoy hablando de su nacimiento como ser humano, sino de su nacimiento espiritual. Este es un árbol muy importante. Se dice que marca el lugar en el que los primeros dragones descendieron a la tierra.

 

Kindolf -¡Entonces, de verdad eres un dragón!

 

Doma –Así es.

 

Leiyus se vuelve hacia él, confundido por sus palabras –Sigo sin entender de lo que hablas, Doma… ¿qué estamos haciendo aquí?

 

Doma –Antes de partir en nuestro viaje, , necesito que aprendas a controlar tus nuevos poderes, y para ello debes aprender a exteriorizarlos voluntariamente, justo como lo hiciste la última vez cuando peleaste con esa arpía. –le asegura, parándose junto a una gran roca. – Primero quiero que rompas esta piedra justo como lo haré yo, observa muy bien…

 

Acto seguido, Doma alza su mano y con un solo dedo, apenas y toca la gran roca con un movimiento suave toca aquella gran roca haciendo un movimiento suave sobre la superficie de la misma. Segundos después, ésta comienza a emitir vibraciones que pronto la convierten en mil pedazos.

 

Kindolf  -¿Eso es todo? –alega, acercándose a otra roca de similares dimensiones- ¡Es muy fácil hacer eso! –le asegura.

 

Una vez Leiyus se prepara mentalmente, le da un fuerte puñetazo a la roca, de la cual comienzan a surgir cuarteaduras por toda su superficie. Orgulloso por su hazaña, se vuelve hacia ellos, pero en vez de recibir felicitaciones, Doma le da un golpe en la cabeza con su bastón. -Les dije que debían lograrlo usando su fuerza interna, no la fuerza física.

 

Kindolf –Creo que lo que quiere es que uses magia, Leiyus.

 

Doma -¡No! –dice, exasperado-. Me refiero al poder interno inherente a todos los seres que poseen poderes propios. A eso se le conoce como aura.

 

Todavía rascándose la cabeza a causa del golpe, Leiyus se acerca a otra roca de tamaño similar.  –Creo que ya comprendo lo que dices… –asegura- Voy a intentarlo otra vez.

 

Concentrándose, Leiyus cierra los ojos y pone su mente en blanco. -¡Aquí voy! –exclama, antes de tocar la roca con su dedo índice tan rápido como puede y con todas sus fuerzas. El dedo logra introducirse dentro la piedra, creando múltiples cuarteaduras desde su interior que se extienden por toda su superficie.

 

A pesar de haberle quedado el dedo inflamado y aguantándose el dolor, Leiyus esboza una sonrisa de orgullo tras admirar su proeza antes de recibir otro golpe en la cabeza por parte de Doma.00 –Supongo que esto tomará más tiempo de lo esperado… -asegura, meneando la cabeza de forma desaprobatoria.

 

Repentinamente, se escucha una risa que parece provenir de entre las ramas del árbol seguida de una voz:

-Veo que a esto se ha reducido tu rey, Doma. No puedo creer lo fácil que esto va a ser para mí… –asegura Grudan, quien baja de un salto a nivel el piso, aterrizando muy cerca de ellos.

 

Doma –Grudan… -balbucea cautelosamente y con voz apenas audible.

 

Leiyus, por otra parte, reacciona alarmado apenas lo reconoce. -¡Es el tipo que nos ataco en la feria del sol!

 

Grudan –Así es, niño. Me llamo Grudan, y será para mí un placer poder quitarle la vida con mis propias manos a la reencarnación del poderoso Dyamat. ¿O, acaso no me recuerdas?

 

En ese instante, Kindolf se vuelve hacia Doma para decirle algo al oído. -Un momento, creí que te llamabas Doma.

 

Doma -No está hablando de mí, sino de Leiyus –le responde, tensando la quijada.

 

Leiyus no vacila le hace frente al hombre. –Puede que hayas estado muy cerca de matarme la primera vez que nos vimos, pero esta vez será diferente. ¡No me tomaras desprevenido una segunda vez, Grudan!

 

Doma –No, ¡espera Leiyus! –le advierte con un grito e intentando detenerle.

 

Sin hacer caso a las palabras de Doma, Leiyus corre hacia Grudan con la intención de atacarle con un golpe, pero para cuando lanza el ataque, su puño se topa con una especie de barrera invisible que protege a su enemigo y al mismo tiempo refleja la fuerza de su golpe sobre sí mismo, lanzándolo al suelo con fuerza.

 

Grudan no puede evitar liberar una risotada. –Observa –se dirige a Leiyus, mostrándole una perla dorada que lleva colgada al cuello-: la perla reacciona con tu aura... Eso significa que no me equivoco en afirmar quién eres, o más bien, quién fuiste. ¡Mi misión es extinguir tu vida para quedarme con el poder de lo que queda del legendario rey de los dragones!

 

Sin previo aviso, Grudan se lanza contra Leiyus, que todavía yace en el suelo aturdido a causa del impacto que se ha dado al caer. Doma inmediatamente interviene con su bastón, cerrándole el paso a Grudan e impidiendo que éste pueda acercársele.

 

Grudan da un paso atrás como reaccion, mirando con fiereza desafiante a los ojos de Doma –Sigues siendo tan obstinado como siempre, ¿eh, Doma?  Pero esta vez no vengo solo…

 

En eso, a poca distancia apareen dos figuras que observan con atención lo que está sucediendo desde las sombras. El semblante de Doma cambia a una profunda preocupación apenas percatarse de su presencia. -¡Kindolf!, toma a tu amigo y váyanse de aquí lo más rápido posible. ¡Si le pasa algo a Leiyus, nuestro mundo estará condenado a la destrucción! –le ordena con urgencia.

 

En vez de hacer lo que Doma les ordena, Leiyus se resiste a abandonarlo. –¡De ninguna manera voy a salir huyendo de aquí! ¡No soy de los que les gusta usar la violencia sin sentido, pero tampoco soy de los que huyen!

 

Kindolf está a punto de decir algo a su favor, pero entonces repara en aquellas sombras que los asechan desde lo profundo del bosque, y en la expresión de tensión que domina el rostro de Doma, comprendiendo la gravedad de la situación. –¡Leiyus, creo que habla en serio! –dice, con creciente pánico y los pelos de punta-. ¡Algo debe andar muy mal si un tipo tan fuerte como él tiene miedo!

 

Leiyus –Pero…

 

Sin decir más, Kindolf toma a su amigo por el brazo y se adentra en la maleza junto con él a toda velocidad sin siquiera mirar atrás.

 

 –Espera, ¡qué haces! –le reprocha Leiyus a Kindolf, incapaz de soltarse del agarre de su amigo mientras lo arrastra lejos- ¡No podernos dejarlo ahí solo con ese sujeto!

 

Su amigo se detiene apenas lo suficiente para volverse y decirle algo. -¡Escucha, hay algo en la mirada de Doma que mostraba un gran temor! ¡Será mejor hacerle caso y escapar por esta vez! ¡Estoy seguro que él sabrá arreglárselas solo!

 

Antes de que reanuden la marcha, por entre los árboles alcanzan a escuchar la voz de Doma hablarles una última vez: -¡Vayan al bosque perpetuo que está al noroeste! ¡Yo me reuniré con ustedes más adelante, al atardecer! –les asegura.

 

Leiyus -¡Está bien! –le grita en respuesta-. ¡Nos veremos allá!

 

Los dos escuderos entonces continúan corriendo a toda velocidad hasta perderse en el bosque rápidamente, dejando a Doma y a Grudan solos combatiendo.

 

Grudan -Sabes que desde que tengo la perla del dragón, no podrás vencerme Doma, mi viejo rival. Puedo incluso bloquear tus poderes de luz con ella.

 

Doma –Lo sé, pero no puedo permitiré que mates el alma de Dyamat tan fácilmente. ¡Incluso si tengo que sacrificar propia vida!

 

 Grudan pierde la paciencia en el momento en el que ve desaparecer a Leiyus y a Kindolf por entre el bosque -Si me dejas acabar con él, te perdonaré la vida por ahora ¡Hazte a un lado, Doma! –ruje.

 

Doma -No lo haré –responde resuelto, y con voz serena-. Puedes hacer lo que quieras conmigo, Grudan. Pero tendrás que pasar primero sobre mi cadáver si quieres avanzar más allá de este punto.

 

Furioso, Grduan le lanza una esfera de energía que Doma bloquea protegiéndose creando un campo de energía frente a él.

 

Grudan -¡Muy bien!, pudiste aguantar eso, pero ¿qué tanto resistirás ser atacado por el poder de tu rey?

 

Doma -¿Qué has dicho? ¡No me digas que piensas usar…!

 

Antes de que pueda terminar la frase, Grudan ejecuta su técnica: -¡Rugido de dragón! –Grita al tiempo que se escucha un estruendo ensordecedor en los alrededores.

 

De las manos de Grudan emerge una poderosa cantidad de energía que toma forma de un rayo de espiral girando a grandes velocidades sobre sí misma mientras avanza. El potente rayo atraviesa en menos de un segundo la distancia que los separa, devastando a su vez parte del bosque que culmina con una explosión. Doma consigue esquivar el ataque, reapareciendo poco después con una fea herida en el hombro, y respirando agitadamente a causa del esfuerzo.

 

Grudan –Vaya, ¡has logrado sobrevivir Doma!, pero no tengo tiempo qué perder contigo. Debo alcanzar a esos dos antes de que los pierda de vista.

 

Doma -¡Espera! –le suplica, corriendo hacia él con su bastón en alto.

 

Grudan logra esquivar el golpe del bastón, pero no se da cuenta que al mismo tiempo, Doma consigue colarse a sus espaldas y logra sujetarlo del pecho y los brazos con su bastón, inmovilizándolo.

 

Grudan -¿¡Por qué no te mueres de una vez!? –grita con fura Grudan-. Sabes que no he venido solo. ¡No podrás con nosotros! –le advierte, señalando con la mirada hacia un lugar del bosque, en el que se pueden distinguir a dos seres que para entonces se dirigen hacia ellos a toda velocidad.

 

Lejos de inmutarse, Doma comprime el pecho de su rival con todas sus fuerzas, dejando a éste sin aliento -Tal vez no te pueda derrotarlos… ¡Pero al menos evitaré que maten a la reencarnación de Dyamat!

 

Las dos misteriosas figuras entran en acción en ese instante agrediendo por la espalda a Doma con ataques de energía. El daño que recibe es tal, que suelta a Grudan momentos antes de dejarse caer de rodillas contra el suelo.

 

Grudan aprovecha para tomar distancia y preparar otro rugido de dragón. –¡Este, será tu fin! ¡Rugido de dragón!

 

Al mismo tiempo, desde los límites del bosque, por donde todavía huyen Leiyus  y Kindolf, se logra escuchar un segundo estruendo a sus espaldas, seguido de una onda de choque que arroja a ambos con una enorme fuerza, haciéndoles perder el conocimiento apenas son alcanzados por ella.

 

Poco tiempo después, Leiyus despierta, encontrándose flotando sobre un río y con medio cuerpo abrazado a un tronco que es arrastrado con la corriente por entre las montañas. Río abajo localiza a Kindolf, que yace de cabeza y sostenido de otro tronco con los pies, y con la cabeza sumergida debajo del agua. Al mirar atrás, a lo lejos, puede apreciar el bosque que acaban de dejar atrás, el cual ya ha sido parcialmente destruido por una fuerza desconocida, y ahora sus restos son consumidos por las llamas.

 

Leiyus -Doma… -pronuncia con voz débil, sin poder apartar la vista del bosque, ahora en llamas a kilómetros atrás.

 

Kindolf recobra repentinamente la conciencia de golpe a causa de la privación de oxígeno sacando la cabeza para tomar una bocanada de aire. -Diablos, ¿En qué lió nos hemos metido? –le pregunta a su amigo con voz lastimera.

 

Leiyus -No lo sé, pero creo que es lo más seguro para nuestro bienestar el hacer lo que nos dijo Doma…

 

Kindolf  -¡¿Bromeas?! ¡Casi nos matan esos tipos por su culpa! Yo opino que deberíamos regresar a Leivan.

 

Leiyus –Quizá tienes razón... pero siento como si algo me llamara. No sé que sea exactamente, pero creo que debemos ir al bosque perpetuo.

 

Kindolf  -Esta bien… Ahora que lo pienso mejor, no creo que sea la mejor idea regresar a Leivan ahora mismo considerando estado ruinoso en el que quedó el reino –reflexiona.

 

El río arrastra los troncos en los que se aferran mientras la corriente los aleja cada vez más, hacia un mundo desconocido para ellos.

 

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