08 marzo, 2019

Una historia de la jungla: Capítulo 24






Para el capítulo 24, la mansión será visitada por unos seres muy peculiares que no son bienvenidos por Tisca y su familia, a diferencia de Mali, quien por su puesto tiene algo que ver con el asunto. 




Infestación


Se aproxima la hora de la cena en la mansión, por lo que, luego de que la señora Brisk haya regresado a la mansión con las provisiones, se dispone a cocinar. No bien ha sacado de las bolsas de compras todos los productos que necesita, una cucaracha aparece debajo de un cartón de leche. Aterrorizada, la señora Brisk sale apresuradamente de la cocina gritando por el pasillo. Allí se encuentra con Tisca, a quien apenas ve, abraza con fuerza sin parar de temblar a causa del miedo.

-¡Señorita Tisca, por favor, protéjame!

-¿Qué sucede, señora Brisk? -pregunta ella, intrigada.

-¡En la cocina...! -dice con voz entrecortada por el pánico- ¡Una...! ¡Una cucaracha enorme saltó sobre mí! ¡Fue terrible!

Tsica toma calmadamente una lata de insecticida del cuarto de servicio y camina hacia la cocina con la mujer detrás de ella. -Todo va a estar bien -le asegura Tisca en tono tranquilizador al entrar a la concina-. Sólo hay que rociar un poco de insecticida y eso es to...

Antes de que pueda terminar de hablar, una enorme cucaracha vuela directo hacia ella y se posa sobre su nariz. Pronto los gritos de Tisca se unen a los de la señora Brisc haciendo un gran alboroto en la cocina. Tisca trata de aplastar al insecto con un sartén rompiendo todo a su paso mientras la señora Brisk se pone a correr y a gritar.

El alboroto no tarda en llamar la atención de James, quien hace acto de presencia.

-¿Qué sucede, señorita Tisca? –pregunta confundido agitado al entrar- ¡Tírense al suelo, yo me encargaré de los terroristas!

En eso, la cucaracha se posa en la manga de su traje. James intenta desesperadamente de quitarse al insecto de encima sacudiendo el brazo con fuerza hasta que finalmente lo consigue, entonces desenfunda su pistola 9mm y comienza a disparar a quemarropa contra la cucaracha, destruyendo la losa de las paredes en el proceso.

De algún modo, la cucaracha logra salir volando ilesa de la cocina mientras los tres continúan dentro armando un alboroto. Al mismo tiempo Mali, que pasaba casualmente por el pasillo, nota el alboroto y a la cucaracha, por lo que comienza a llamar al insecto en voz baja como si se tratase de un perro: -Ven aquí. ¡Ven!

El pequeño insecto obedece y vuela hasta él posarse dócilmente en su palma. -Has creado un alboroto ahí dentro, ¿no es así? -dice Mali con una sonrisa.

En ese instante Tisca sale apresuradamente de la cocina al pasillo blandiendo un rodillo, por lo que rápidamente Mali esconde al insecto entre su oscuro cabello. Ella no tarda en notar su presencia y se dirige a él hecha una furia.

-¡Tú viste a donde se fue! ¿¡En donde está!?

-¿De qué hablas? -le responde fingiendo ignorancia.

-¡La cucaracha! ¡Ese aberrante insecto no saldrá con vida de aquí! -amenaza enfundando el rodillo sin dejar de mirar en todas direcciones en busca del insecto.

-¡Tranquila, Tisca! Es sólo un pequeño insecto inofensivo –le asegura para tranquilizarla.

Su respuesta hace que Tisca se ponga aún más furiosa, por lo que toma a Mai por las ropas y le reprocha con los ojos en llamas: -¡Esas cosas son asquerosas, sucias, propagadoras de gérmenes y de enfermedades! ¡¡Entiendes lo que te digo!!

Abrumado por su violenta reacción, Mali sólo atina a sonreírle nerviosamente. -¡Tranquila! De todas formas, ya no está aquí -le asegura señalando una ventana abierta. -¿Lo ves? Salió por allí.

-Por tu propio bien, ¡más te vale que así sea! -dice enfáticamente para luego marcharse, dejando a la señora Brisk y a James en la cocina, en cuyo interior ambos todavía siguen causando alboroto.

Una vez pasado el peligro, cucaracha emerge del pelo de Mali, asomándose a su rostro. -Ya pasó el peligro -le asegura con voz dulce para luego depositarla en el suelo con delicadeza. -Será mejor que te vayas y no cause más problemas –le advierte.

El insecto parte corriendo velozmente hasta perderse debajo de la puerta que da al sótano…

Una semana después, Mali camina por el mismo pasillo y se encuentra a la misma cucaracha, que casualmente emerge de debajo de la puerta.

-¡Hola amiguita! Así que todavía estás por aquí. Me alegra que no te hayas metido en problemas. -repentinamente una segunda cucaracha emerge de debajo de la puerta- …Y veo que ahora tienes una acompañante.

En eso, pequeñas cucarachas asoman por la puerta, no es sino hasta ese momento que Mali presiente que algo no anda bien, por lo que decide abrir la puerta él mismo. La luz natural del exterior no tarda en revelar que el sótano se encuentra literalmente inundado de cucarachas a tal punto, que las paredes y el suelo parecen tener vida propia. Es entonces que un escalofrío le recorre a Mali la columna. De pronto, Mali escucha la voz de Tisca cerca, por lo que se apresura a cerrar la puerta de golpe.

-¿Qué estás haciendo?

Mali se obliga a sonreír forzadamente. -¡N-nada! ¡Es que estoy buscando a Tiko! ¿No lo has visto? -miente.

Su nerviosismo no pasa desapercibido para Tisca. -¿Qué estás ocultando? Puedo oler tu culpa desde aquí.

-¡Mira! -exclama Mali señalando en la dirección opuesta- ¡Una oferta en ropa y calzado!

Tisca se vuelve a penas el tiempo suficiente para que Mali escape. -¡Me engañaste! ¡Mali, vuelve aquí...! -grita corriendo detrás de él.

Esa misma noche, mientras todos duermen en la mansión, cientos de cucarachas salen del sótano en todas direcciones invadiendo toda la casa.

Al día siguiente, todo parece normal y trasquilo en la mansión. La señora Brisk prepara el desayuno y la familia se dispone a desayunar. Tisca es la última en bajar, pero cuando ella se dirige a las escaleras principales algo llama su atención: una pintura de ella misma colgada en la pared en la que aparece con un par de pobladas e inusualmente gruesas cejas.

-Qué extraño... yo no recuerdo tener las cejas tan gruesas... -dice para sí misma.

Luego de una inspección más cercana, Tisca nota en ese instante que las cejas se mueven, revelando que en realidad se trata de dos enormes cucarachas en la pared. -¿¡Pero, qué...?!

Pronto, un interminable ejército de cucarachas emerge desde todos los rincones de la mansión, invadiendo paredes, muebles y todas sus superficies.

Asustada por lo ocurrido, toda la servidumbre sale huyendo por la puerta principal, siendo el primero en salir el chofer Sasbury, quien carga en brazos a la señora Brisk. Entre tanto, en el interior de la casa, James se dispone a defender a los propietarios desenfundando de nuevo su pistola y disparando a las hordas de cucarachas hasta que éstas terminan por sepultarlo en una marejada de insectos hasta que su cuerpo se pierde de vista.

Tisca intenta escapar también de las cucarachas, pero a esas alturas el pasillo se ha convertido en un nido plagado de estos insectos, por lo que intenta bajar por las escaleras sólo para darse cuenta que una oleada de los insectos ha comenzado a subir por ellas en dirección suya. Por un momento, Tisca parece quedar atrapada hasta que de pronto aparece Christopher acompañado de un tanque de juguete, un dron volador y portando un par de pistolas de agua en cada mano, mismas que usa para abrirse paso entre los insectos, lo que parece resultar efectivo en contra de las cucarachas hasta llegar con su hermana.

¡Christopher! -exclama con alegría al verlo llegar junto a ella.

Una vez con su hermana, Christoper apunta sus pistolas de agua y el cañón del tanque de juguete hacia la marejada de cucarachas, que en esos momentos sube hacia ellos y dispara. Los chorros de agua combinados logran dispersar momentáneamente a los insectos, pero pronto éstos vuelven a organizarse y a dirigirse hacia ellos.

-¡Estamos atrapados! -afirma Tisca, asustada.

-No del todo. ¡Tengo una idea! -asevera su hermano al tiempo que se sujeta a su dron volador con las manos y ordena a su hermana aferrarse de sus pies.

En cuestión de segundos el dron vuela por sobre el mar de cucarachas con Tisca y Christoper a salvo, atravesando un ventanal abierto, es entonces que ambos pueden posarse sanos y salvos en el jardín, donde ya los espera su madre Acanta y James, quienes lograron salir por su cuenta.

-¡Valgame el cielo! -exclama la madre de ambos con preocupación al ver su hogar repleto de cucarachas-. Espero que todos hayan salido a tiempo.

-¿Dónde está el joven Mali? -pregunta de pronto James.

-Descuida, James, él está bien -asegura Acanta señalando hacia la punta de un árbol a la distancia.

Mirándolos desde el árbol, se pueden ver a Mali y a Tiko escondiendo medio rostro detrás de las hojas.

-¡Mali! ¡Baja de inmediato! ¡Estoy segura de que esto es tu culpa! -le reprocha.

-No seas tonta, pastelito -interviene su madre mientras ella marca un número en su teléfono-, nadie tiene la culpa de esto. Será mejor que llame a control de plagas…

Al poco tiempo no tarda en llegar a la entrada una camioneta conducida por el exterminador de plagas: un hombre viejo y delgado, de grueso bigote, que se mueve muy lentamente hacia ellos.

-¿Cuál es el problema? –pregunta el hombre al grupo apenas baja del vehículo.

-¡La casa entera está infestada de cucarachas! -se apresura a decir Tisca, consternada.

-Están por todas partes -agrega Acanta, igualmente consternada-. Seguramente ninguno de mis empleados se atreverá a regresar menos que las cucarachas se vayan.

-Descuiden, descuiden -las tranquiliza el hombre mientras saca con trabajos su pesado equipo de la parte trasera de su camioneta-, no existe plaga que no pueda manejar.

Dicho esto, el hombre se encamina solo a la entrada cargando un tanque de insecticida y un rociador.

-¿Estará bien dejarlo entrar solo? -inquiere James dirigiéndose a Acanta.
Descuida, querido. El es un profesional.

El exterminador no tarda en entrar a la mansión con cautela por la puerta; el interior de la casa permanece a oscuras, por lo que sus ojos no logran identificar nada en medio de la penumbra. El anciano continúa caminando, inspeccionando el interior con suma cautela hasta que nota que algo cae del techo frene a él. A ese punto, el exterminador enciende una lámpara y al apuntarla hacia arriba descubre con horror que todo el techo se encuentra invadido de insectos.

Debido a la impresión, el hombre deja caer su lámpara, pero cuando baja la vista con la intención de recogerla, nota que ésta ha desaparecido en lo que parece ser un mar viviente y oscuro. De repente, cientos de cucarachas comienzan a trepar por sus pantalones.

Los gritos del exterminador se escuchan desde el exterior para segundos después salir de la casa a toda velocidad, pasando al lado de Tisca y su familia sin detenerse hasta perderse de vista en la calle.

-Cielos, creo que tendremos que comprar otra casa –admite Acanta con mortificación.             

-Esto es el fin -admite James con desconsuelo-. ¡Soy una vergüenza como guardaespaldas! ¡Podría acabar con ellos si fueran terroristas, pero los insectos me dan asco!

-¡Nada de eso! -interrumpe Tisca-. ¡Ningún insecto me sacará de mi propia casa!

-Pero, ¿qué podemos hacer, cariño? -pregunta su madre.

En respuesta, Tisca se dirige a la puerta trasera del camión que el exterminador dejó atrás, toma un traje anti-gas y un rociador de insecticida y proclama: -¡Pelearemos!

Siguiendo su ejemplo, Acanta, James hacen lo mismo, aunque en el caso de Christopher, el traje termina por quedarle demasiado grande.

Una vez armados con trajes, rociadores y máscaras anti gas, los cuatro se preparan para entrar a la mansión.

-Muy bien, ¡ya estamos listos! -proclama Tisca con renovada confianza.

Repentinamente la voz de Mali se escucha desde el árbol. -No va a funcionar –les avisa con timidez.

-¿Qué dices?

-No funcionará -repite-. No las lastimen, por favor. Ellas no le han hecho mal a nadie a propósito. Además, sólo están buscando un nuevo hogar.

-¡Nadie te pidió tu opinión! Si no vas a ayudarnos, ¡mejor no opines!

Ignorando las peticiones de Mali, Tisca y los demás caminan hacia la puerta por la que irrumpen abriendo de una patada. Las cucarachas no tardan en lanzarse sobre ellos, pero el grupo responde disparando sus aspersores de gas tóxico.

-¡Fuego! –ordena Tisca.

Inmediatamente una nube de gases tóxicos se libera, creando una barrera que logra mantener a los insectos a raya de ellos mientras el grupo se dispersa por la mansión sin dejar de disparar contra las oleadas de cucarachas.

Tisca se abre paso dispersando a cuanta cucaracha se encuentra en la planta baja mientras que Acanta se ocupa de la cocina. En tanto, James se encarga del piso superior arrojando granadas de gas en cada habitación mientras recorre el pasillo, cada explosión libera grandes nubes de gas verde a su paso. Christopher hace lo propio enfrentando a los insectos al hacer mancuerna con su dron volador, también equipado con un rociador.

-¡Tomen esto! -grita eufórico el niño sin dejar de atacar.

Pronto las cucarachas se repliegan huyendo del nocivo gas a través de las ventanas y ventanales de la mansión. Después de horas de duro trabajo, la última cucaracha abandona el lugar y el equipo finalmente se reúne en la sala para celebrar su victoria.

-¡Lo hicimos! ¡Ganamos! -exclama Christopher.

-¡Así es, hermano! ¡Limpiamos cada rincón de la mansión hasta librarla de toda cucaracha!

-Debo felicitarla, señorita Tisca. ¡Jamás imaginé que fuese tan buena en esto!

-Me alegra que mi cocina haya vuelto a quedar libre de insectos -agrega Acant, aliviada.

En eso, el crujir de la madera desde la puerta del sótano los hace poner en alerta nuevamente. Todos, sin excepción, vuelven a colocarse las máscaras y apuntan sus armas en dirección a la puerta.

-¿Qué fue eso? -pregunta James, exaltado.

Los crujidos pronto se transforman en violentos y repetidos golpes contra la puerta.

-¿...alguno de ustedes limpió el sótano? -pregunta Tisca, recibiendo como respuesta una negativa de todos-. Eso temí... -dice con tensión en sus palabras.

Un segundo después, una oleada de cucarachas irrumpe en la mansión sin darles tiempo de reaccionar. En cuestión de segundos la mansión vuelve a quedar invadida de cucarachas, dejando a Tisca y los demás cubiertos de los insectos, si bien protegidos por sus trajes.
Poco después, los cuatro salen de la mansión con el semblante caído y los ánimos por los suelos tras su derrota.

Tisca camina en silencio hasta la calle, se quita la máscara y se sienta, desconsolada. No pasa mucho tiempo para que sus familiares le den alcance.

-No te sientas mal, cariño. Hiciste tu mejor esfuerzo. Lo mejor será comprar una nueva casa donde podamos vivir -dice su madre para reanimarla, aunque sin resultado.

Al notar el estado en el que Tisca se encuentra, Mali decide bajar del árbol. -Tisca, ¿estás bien?

Ella entonces se levanta repentinamente y camina hacia él. -Por favor... ayúdanos.

El tono suave, así como la manera en la que se lo pide sorprende a Mali. -Tisca...

Pero una vez que lo tiene a su alcance, la actitud de Tisca cambia radicalmente y lo toma por el cuello con un brazo, asfixiándolo. -¡Si no fuera por ti, nada de esto habría pasado! ¡Ahora pasaremos la noche en un hotel de mala muerte! ¡¡La escuela entera se va a reír de nosotros durante meses!! ¿Estás contento?

Tanto James como Christopher tratan de detenerla. -Señorita Tisca, ¡por favor!

-Cielo, ¡guarda la compostura!

Antes de que puedan separarlos, Tisca logra morder la oreja de Mali, quien se aparta de ella con un grito y termina cubriéndose la mordida con las manos. -¡Está bien, está bien! Creo que sé cómo librarnos de las cucarachas, pero no estoy seguro si funcionará.

Dicho esto, Mali se dirige hacia la mansión sin ningún tipo de protección. Una vez dentro, camina por entre las cucarachas sin que éstas lo molesten. Tisca y los demás observan la escena asomándose desde la puerta, incapaces de entrar.

Una vez Mali está frente a la escalera principal parece buscar con la mirada algo. -¿Dónde estás, amigo…? ¡Ah, aquí estás! -refiriéndose a una cucaracha que no parece resaltar del montón, y que sólo él parece reconocer. Mali entonces la acerca a su boca y parece conversar con ella en voz baja, acercándola a su oído cada vez que quiere escuchar su respuesta. Momentos después, la baja al suelo, satisfecho por el trato. -¡Bien, es un hecho! Ahora, ¿podrían salir de la mansión?

Sobresalientemente las cucarachas obedecen a Mali saliendo de la propiedad hasta que no queda una sola. Tisca y si familia observan desde la ventana con asombro y alegría cómo las cucarachas se marchan de la mansión.

A la mañana siguiente, Tisca y Mali caminan como todos los días por el jardín de la entrada para llegar a la limusina que los llevará a la escuela.

-Hiciste un buen trabajo ayer deshaciéndote de todas esas cucarachas -le dice Tisca para su sorpresa-. ¿Cómo lograste que te obedecieran?

-Bueno, no fue fácil -admite con una sonrisa y algo avergonzado-. No podía echarlas y dejarlas sin hogar, así que les tuve que ofrecer un nuevo lugar para que se quedaran.

-¿Ah, sí? ¿Y dónde les ofreciste quedarse?

Antes de que él pueda contestarle ambos llegan a la calle, allí, alcanzan a escuchar el grito de una señora aterrorizada. Fuera, se dan cuenta que su casa es la única en los alrededores que no está infestada de cucarachas…



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