10 febrero, 2019

Una historia de la jungla: Capítulo 22






El capítulo número 22 está aquí, trayendo probelmas a la mansión cuando ésta se ve rodeada por una espesa jungla en el momento menos oportuno, ya que una representante de importante revista está por hacerles una visita...




¡Una jungla crece en la mansión!

Es de noche en la mansión, por lo que Mali se dispone a dormir en su lugar favorito: la rama más alta de uno de los muchos árboles que rodean la mansión. Luego de darle las buenas noches a su mascota, Mali se acomoda entre las hojas, listo para una noche de descanso. Todo parece tranquilo por unos momentos hasta que una luz cegadora proveniente de la calle le obliga a abrir los ojos.

El sonido de los claxon de los autos termina por devolverlo a un estado de alerta que le hace mirar en dirección de la calle. Allí puede apreciar que no muy lejos se ha creado un congestionamiento de automóviles, cuyos conductores frustrados han empezado a tocar las bocinas de sus vehículos y a gritarse entre sí.

Como puede, Mali ignora el alboroto de la calle e intenta dormir revolviéndose entre las hojas con creciente desesperación hasta que finalmente opta por llenarse los oídos de hojas secas y cubrirse el rostro con las mismas para evitar la luz artificial, sólo entonces es capaz de conciliar el sueño.

Esa noche, Mali sueña con regocijo que ha regresado a la jungla, por lo que sin perder tiempo se pone a recorrer la espesura verde, columpiándose entre liana y liana. A su paso, los animales parecen darle la bienvenida a su manera muy particular: las aves cantan alegremente, mientras que los micos del lugar le hacen muescas sin dejar de bailar.

Mali entonces decide zambullirse en un manantial reluciente, por el cual nada acompañado de peces multicolor. Una vez emerge A la superficie, su rostro se ilumina de alegría al notar que no muy lejos de allí, lo espera un montículo compuesto de una gran variedad de frutas silvestres. Incapaz de contenerse, Mali se lanza sobre las frutas, devorando una tras otra la dulce pulpa hasta llegar a un melón, el cual le da un gran mordisco. En ese instante, la fruta comienza a emitir un fuerte sonido rítmico que hace que toda su cabeza se sacuda…

Mali se despierta de repente por el estridente sonido de música a todo volumen proveniente de la habitación de Tisca, quien en esos momentos ya se encuentra levantada y se dispone a cambiarse de ropa. El sonido de la música es tan alto, que hace retumbar el árbol en el que Mali y su mico se encuentran descansando.

Incapaz de soportar el escándalo, decide acercarse a la ventana para pedirle a Tisca que baje el volumen de la música, pero apenas se acerca a ésta, ella nota su presencia estando todavía en ropa interior. Mali se dispone a pedirle que baje el volumen, pero antes de que pueda hacerlo, ella deja escapar un grito. Segundos después, Mali es acribillado por toda clase de objetos personales y muebles que Tisca le arroja a través de la ventana, pero no es sino hasta que ella le arroja el colchón de su cama que Mali es derribado, cayendo al suelo pesadamente junto con el colchón encima de él.

Más tarde, Tisca y Mali conversan mientras caminan por la acera de la calle, discutiendo lo ocurrido aquella mañana.

-Bueno, si querías que bajara el volumen, debiste esperar a que me cambiara de ropa primero.

-Pues, yo no veo el problema…

-¡Estaba en ropa interior! –le espeta hecha una furia.

-Sigo sin saber cuál es el problema. Ya te he visto muchas veces sin ropa.

-¡Ese no es el…! ¿Punto? –exclama Tisca, confundida al darse cuenta que Mali ya no se encuentra a su lado. No pasa mucho para que lo localice no muy lejos de allí, dándole la espalda, de rodillas, y contemplando algo que ella no alcanza a apreciar desde su perspectiva.

Mali se detiene maravillado a contemplar una pequeña flor silvestre que ha crecido entre las juntas del pavimento de la acera. Repentinamente, un zapato aplasta a la flor y comienza a restregar su suela repetidamente contra ella hasta dejarla hecha una mancha verde en el pavimento. Pronto Mali nota que el dueño del pie resulta ser un transeúnte, quien lo mira con extrañeza al verlo de cuclillas, en medio de la calle.

-¡Oh, disculpa! –se excusa el desconocido con Mali-. Sucede que pisé un insecto unas calles atrás,  y quería quitármelo del zapato.

Por unos momentos Mali parece no reaccionar ante sus palabras, pero luego, evidentemente molesto, se pone a gruñirle al extraño como perro, luego, apresa su pierna con los dientes y lo muerde, sujetándolo del pantalón.

El extraño se exalta ante esta conducta y comienza a pedir a gritos ayuda. Tisca no tarda en llegar a escena tomando a Mali por los pies para intentar sepáralo.

-¡Ya es suficiente, suéltalo!

No es sino hasta que el pantalón del transeúnte se rompe que el hombre puede huir de allí.

Poco después, y debido al incidente, Tisca decide enviar a Mali de regreso a casa a través de la limusina, quedando ella sola en la calle mientras habla por teléfono con su madre explicándole lo sucedido.

-Sí, ya lo envié a casa… no te preocupes, Mali no lastimó a ese hombre. ¡No sé qué le pasa…! Sí… De acuerdo…Volveré a casa más tarde. Adiós.

Una vez ha terminado la llamada, Tisca nota que una chica que ha cruzado la calle se dirige a ella apresuradamente.

-¿De casualidad eres Tisca Drivas? –le pregunta con voz entrecortada, intentando recuperar el aliento.

-Sí, ¿por qué? –inquiere con extrañeza.

-Soy editora de la revista de estilos de moda. ¡La mansión Drivas es de las más elegantes de la ciudad, y me preguntaba si podríamos hacer un reportaje de ella!

Tras escuchar esto, el rostro de Tisca se ilumina de felicidad. -¿En serio? ¡Eso quiere decir que mi casa saldrá en una revista de modas!

-Así es. ¿Podemos hacer cita mañana? Nos encantaría tomar unas fotos del interior de la mansión y hacerles una entrevista ti y a tu familia para conocer su estilo de vida.

-¡Por supuesto! –accede ella sin poder contener la emoción.

-¡Genial! ¡Estaremos mañana a primera hora! –le asegura la chica al entregarle una tarjeta con su nombre y sus datos.

Tiempo más tarde, ese mismo día, Tisca regresa a la mansión con un aire de felicidad que le es imposible disimular. Al entrar se encuentra, no muy lejos de allí a su madre en la sala, a quien comunica las buenas nuevas, pero contrario a lo que esperaba Tisca, ella no parece hacerle mucho caso sin dejar de mirar a través de la ventana que da al jardín.

-¿Qué sucede, mamá?

Ella no tarda en señalar a Mali, quien yace fuera tendido entre las ramas de un árbol con aire decaído, grandes ojeras y sus cabellos alborotados más de lo habitual.

-Estoy preocupada por Mali… -expresa Acanta.

-Sí, ahora que lo mencionas, ha estado actuando extraño todo el día. Antes de enviarlo a casa se quejó del smog de los automóviles.

-Creo que el pobrecillo debe extrañar su hogar. Me gustaría hacer algo por él.

-No te preocupes, mamá. Seguro se le pasará pronto… -le asegura Tisca.

-o-

A la mañana siguiente, Tisca despierta repentinamente luego de escuchar un fuerte ruido que sacude la casa. De inmediato, baja a la planta inferior en pijama justo en el momento en el que se escucha un segundo estruendo en el exterior. Para cuando llega a la puerta y se asoma al jardín de la entrada principal y descubre que ésta se ha convertido repentinamente en una espesa jungla que sólo es interrumpida por un estrecho camino que conduce a la entrada. Estando Tisca todavía en un estado de shock, no pasa mucho para que su madre aparezca detrás de ella vestida con una piel de tigre.

-Buenos días, cariño.

-¡¡Qué está pasando aquí, madre!! ¡Nuestro jardín principal se ha convertido en una jungla!

-Oh, no es nada. Es algo que se me ocurrió a mí y a Christopher ayer para animar a Mali. Descuida, cariño, sólo es una decoración temporal. ¡Mira lo felices que se ven Mali y tu hermano jugando entre los árboles tropicales! –señala ella con toda naturalidad.

En ese momento Mali aparece balanceándose sobre una liana en el exterior para finalmente aterrizar de pie, no muy lejos de ellas. -¡Hola, Tisca! ¿No es genial? ¡Tu madre construyó una selva artificial no solo por fuera.

En eso, su hermano Christopher aparece vistiendo pieles de animales. Pronto Tisca se da cuenta que no son sólo ellos, sino todo el personal de la mansión viste de manera similar.

-Al menos no convirtieron mi cuarto en una selva… -se dice a sí misma para consolarse.

De pronto, uno de los sirvientes de la mansión vistiendo un traje de mono se acerca para comunicarles algo: -Señorita Tisca, unos visitantes la aguardan en la entrada. Dicen que son de una revista y que vienen para una cita.


-¡Lo había olvidado por completo! ¡Quedé de verme con los editores de la revista de moda hoy! Y ahora, ¡qué voy a hacer! ¡Tenemos que regresar la casa a su estado original, o seré el hazmerreir de la ciudad!


-De ninguna manera, pastelito –le reprocha su madre con tono enérgico –todos acordamos que haríamos sentir a Mali en casa, al menos por este fin de semana. Puedes decirles a tus amigas de la escuela que pueden venir otro día a jugar, o mejor aún, ¡invítalas a pasar una tarde tropical con nosotros!

A ese punto Tisca estalla -¡Ellas no son mis amigas, son editores de una importante revista de modas!

Tisca nota entonces que su madre no le presta atención, pues en esos momentos ya se encentra recostada a la sombra de un cocotero mientras uno de sus mayordomos le sirve una bebida tropical.

-Bueno… -dice Tisca para sí misma-. Al menos la casa aún está intacta... Si pudiera de algún modo hacerlos pasar sin que vean el jardín… ¡Ya lo tengo! –entonces se dirige de nuevo para con su madre-. Mamá, ¿todavía tienes los fondos de escenografía de la obra en la que Christopher actúo el año pasado?

-Por supuesto, querida. Tú sabes que yo no soy el tipo de persona que desperdicia cosas. Creo que están en el sótano. ¿Por qué?

Sin siquiera responderle, Tisca toma a Mali junto con un par de sirvientes y los dirige en dirección a la puerta principal a toda prisa.

Poco después, ella misma sale a recibir a sus invitadas sobrn un pequeño carro sin techo que es manejado por un sirviente, al cual se ha cuidado de cambiarle la ropa por su uniforme regular.

-¡Bienvenidos sean! –anuncia Tisca a sus invitadas.

Luego de que los invitados la saludan, le expresan a Tisca lo emocionados que están por conocer el interior de la mansión Drivas. Dos editores de la revista, un hombre y la chica con las que se topó en la calle suben con ella al vehículo que los transportará a la entrada de la mansión.

En el camino, cubriendo ambos flancos del camino yacen erguidos enormes fondos pintados de escenografía que recrean un hermoso prado holandés.

-¡Es increíble! –exclama la editora-. ¡Nunca pensé que el jardín de una mansión fuese tan grande!

-¡Sí…! Y mira, ¡hasta tienen un molino! –señala el segundo a con entusiasmo al mirar un molino de viento que se puede apreciar a la distancia. Esto último parece incomodar a Tisca.

Más adelante Mali, quien se encuentra con la servidumbre de la mansión se apresura a colocar los fondos a los lados del camino antes de que el vehículo pase por ahí.

Uno de los empleados se encuentra al borde de desfallecer luego de erguir uno de los pesados escenarios cuanto es cuestionado por Mali: ¿Oye, tú recuerdas qué fondo quería Tisca que colocáramos? –le pregunta al hombre sin dejar de mirar una variedad de escenografías esparcidas por el suelo.

En ese momento se escucha el sonido del motor del vehículo acercarse, por lo que, consciente de que los empleados no serán capaces de colocar la escenografía a tiempo, él mismo se apresura a hacer el trabajo sin fijarse en el contenido de las escenografías, que coloca al lado del camino tan rápido como puede.

Para cuando el auto pasa por el lugar, los pasajeros del vehículo notan de inmediato un cambio en el paisaje pasando de un llano, a un bosque y a una pradera con un enorme castillo que se ve a la distancia, para finalmente terminar en una playa con un faro que se aprecia sobre un risco.

-Vaya que los ricos tienen clase. –expresa nuevamente la editora, un tanto escéptica de lo que observa.

Rápidamente Tisca se apresura a dar un manotazo intencionalmente a la editora, quien sostiene su cámara justo cuando está a punto de tomar una foto del paisaje. La cámara cae al fondo del vehículo, provocando que los visitantes se agachen durante el resto del recorrido buscando la cámara. –Disculpen. ¡Qué torpe soy! –se disculpa Tisca, sumamente nerviosa.

Una vez han llegado a la entrada, la servidumbre les abre la puerta al grupo, pero antes de entrar los editores comienzan a reír al ver que el mayordomo lleva puesto una piel de tigre raída.

-Creo que a la familia Drivas se les acabó el dinero para comprar ropa para la servidumbre después de pagarle a los jardineros –asegura en broma el joven de la revista, tratando de contener la risa.

Muy nerviosa, Tisca inmediatamente los toma de las manos y las hala rápidamente al interior de la mansión. -¡Por qué no comenzamos el recorrido con las habitaciones! –sugiere, llevándoselos consigo al piso superior seguidos de cerca por Mali.

Una vez en el segundo piso, Tisca comienza el recorrido por la elegante habitación de su madre, explicando a sus visitantes sobre las finas maderas con las que están revestidas las paredes. Acto seguido se dirigen al baño principal, una habitación amplia decorada con mármol y un gran jacuzzi en el centro. Posteriormente avanzan a la habitación de Tisca. Allí, Mali nota que Tiko sigue al grupo de lejos y está muy interesado en uno de los invitados, de cuya chaqueta sobresale una barra de caramelo y chocolate en la cual el mico ha puesto sus ojos. Al ver esto, Mali inmediatamente trata de ir tras él mientras los huéspedes y Tisca están distraídos, pero el mico escapa de sus manos hábilmente antes de ser capturado.

Finalmente, Tisca los conduce de nuevo al pasillo para continuar el recorrido seguidos muy de cerca por Tiko y Mali.

Cuando el grupo pasa junto a las habitaciones de Christopher y Mali, Tisca les impide el paso interponiéndose en la puerta de ebrada. -¡Esta habitación está fuera de los límites del recorrido!

-¿Qué sucede? –pregunta la chica.

-Lo que pasa es que esta habitación no está en uso y en estos momentos la están remodelando –explica ella nerviosamente.

Es entonces que Tisca nota la presencia del mico y Mali al otro lado del pasillo, quienes luchan entre sí, causando un alboroto que por poco llama la atención de las visitas de no ser porque ella los conduce a la habitación de su hermano. Al mismo tiempo, Tiko logra escapar de las manos de Mali y entra a la habitación seguido de éste.

Mientras los editores se encuentran apreciando la gran colección de juguetes y revistas de su hermano menor, el mico aprovecha para acercarse furtivamente a ellos con la esperanza de tomar la barra de chocolate hasta que Mali llega y lo sujeta con todas sus fuerzas causando que el mico suelte un grito ahogado antes de que Mali pueda silenciarlo. Tisca se apresura entonces a mostrar la colección secreta de juegos de video de Christopher escondida detrás de una pared falsa que se mueve al activar un interruptor secreto.

El editor de la revista se sorprende por la cantidad de videojuegos, quien como niño en una juguetería, se pone a contemplar la gran variedad de títulos de la colección. –¡No puedo creerlo! Incluso hay ediciones especiales de Amazonia, y Batallas perdidas! –exclama el chico frente a la mirada de incomodidad de su compañera.

Mali aprovecha la distracción para saltar al techo y permanecer oculto parado sobre un ventilador de techo. Para cuando los invitados y Tisca pasan por allí, y a pesar de estar bajo el control de Mali, Tiko usa su cola para deslizarla sobre el bolsillo del hombre y sacar el caramelo sin que éste se dé cuenta.

Entre tanto, afuera de la mansión, Acanta y Christopher disfrutan de una fiesta aderezada con los sonidos de un tambor artesanal.

-¡Esta fue una idea genial, mamá! –dice Christopher con alegría.

-Como antes tenías muchas alergias, nunca habías podido visitar una jungla de verdad, ¿no es cierto, panquecito?

-Sí, pero a esta jungla le faltan animales… -agrega con cierta tristeza el niño.

Después de pensarlo un momento, Acanta toma su teléfono portátil mientras afirma: -Creo que eso se puede arreglar…

Luego de que Tisca y los editores de la revista bajan al primer piso, se dirigen a la sala, en donde Tisca los invita a tomar asiento mientras esperan a que la servidumbre les sirva unos bocadillos mientras conversan.

-¡Ha sido una visita muy interesante! –afirma la chica.

-Sí, pero me habría gustado haber podido pasar más tiempo el jardín frontal.

-¡No se preocupen! Ya habrá tiempo para eso –asegura Tisca, cada vez más nerviosa, entonces se apresura a ofrecerles bocadillos que un sirviente acababa de traerles.

Los visitantes toman un bocadillo cada uno y lo degustan felizmente. -¡Este queso es delicioso! –afirma la chica.

Por un momento y por primera vez desde que empezó la entrevista Tisca siente que está en control de la situación y se permite relajarse un poco, es entonces que nota que, en medio de sus invitados, una enorme trompa gris se escabulle hasta la charola de aperitivos y toma un palito con queso y frutas para luego retraerse silenciosamente.

-¿Me disculpan un momento? –pregunta Tisca al borde el pánico al tiempo que sale de la habitación cerrando la puerta tras de sí. Al llegar a la puerta principal se encuentra con su madre y su hermano montados sobre dos elefantes dentro de la casa, los cuales ayudan a colocar plantas y árboles exóticos en el interior de la mansión.

-¡¡Pero, qué están haciendo!!

-Hola, cariño –la saluda su madre como si más-. ¿No te gusta? Tu hermano tuvo la idea de decorar el interior de la mansión también y de alquilar estos elefantes de la india. Así podremos tener un zafari sin salir de casa.

El estridente sonido de uno de los elefantes le pone a Tisca los nervios de punta temiendo que sus huéspedes pudieran escuchar el escándalo, por lo que se regresa a toda velocidad con sus invitados. Para cuando regresa a la sala, encuentra a los editores evidentemente perturbados por el sonido del elefante de hacía un momento.

-¿Qué fue eso? –exclama la chica intentando levantarse, algo que Tisca le impide obligándola a sentarse de nuevo.

-¡No es nada! ¡Es sólo el televisor de super alta definición que tenemos en el cuarto de entretenimiento! –le asegura.

En ese instante, el compañero de la chica suelta un grito al descubrir que debajo de su silla y entre sus piernas emerge una trompa de elefante para tomar uno de los bocadillos en medio de la mesa. -¡Un ratón! ¡Un ratón enorme!

Al mismo tiempo, la chica es alzada por la trompa de otro elefante que se encuentra en el exterior y termina por sentar en su lomo a la aterrorizada chica. -¡Qué está pasando aquí!

-¡Puedo explicarlo! –insiste Tisca, tratando de calmarlos.

Poco tiempo después, los editores, ahora montados sobre elefantes se unen a un recorrido a través de la jungla artificial acompañados de Mali, su mico y de Tisca y su familia. Acanta termina por explicarles lo ocurrido, pero Tisca la interrumpe para disculparse con ellos una vez más: -¡Lamento mucho lo que ha pasado el día de hoy! Si me dan otra oportunidad, ¡podemos arreglar otra entrevista!

Ambos editores se miran el uno al otro, y para sorpresa de Tisca, ambos parecen tomarselo con una sonrisa.

-¡No hay por qué disculparse! –afirma la chica.

-¡Sí! ¡Este es probablemente el mejor artículo que hemos conseguido en todo el año!

-¡Jamás habría pensado que se pudiera hacer un zafari dentro y fuera de una mansión!

-¡Claro! De hecho, nos gustaría tomarte la palabra y volver nuevamente con todo el equipo de nuestra revista para hacer un segundo recorrido.

Las palabras de los editores ponen de buen humor a Tisca. -¡Me alegra que todo haya salido bien al final!

-Eso me recuerda –agrega repentinamente Acanta-. Esta mañana, unos vecinos que son reporteros de un canal de televisión pasaron frente a nuestra casa y me preguntaron si podían hacer un reportaje. Llegarán en una hora, así que se me ocurre que tú y Mali salgan a recibirlos y les den un tour por la casa. ¿Qué te parece, querida?

Desde lo más profundo de la pequeña jungla del jardín se puede escuchar la respuesta furiosa de Tisca. -¡¡Por supuesto que no!!




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