Ya
era tiempo de continuar publicando, ¡y qué mejor manera de regresar que
con los capítulos restantes de Una historia de la jungla para revivir el blog!
En
este capítulo, Tisca tendrá que aprender a sobrevivir que la vida fuera de la
mansión no es fácil con algo de ayuda no solicitada, y dependerá de ella si
logra sobrevivir las pruebas que la madre naturaleza le tiene preparadas.
Aventura con las exploradoras
Una mañana más comienza en la mansión. Tisca duerme
plácidamente en su cama cuando de repente suena su despertador, pero antes de
que ella pueda apagarlo, una mano hace el trabajo por ella, luego ella suelta
un largo bostezo y estira sus manos al tiempo que un grupo de mucamas entra en
su habitación y la levantan de la cama sin que ella mueva un sólo músculo,
entonces, entre todas le quitan la ropa de dormir y la visten. Una vez han
terminado su trabajo, las sirvientas se retiran tan pronto como llegaron.
Más tarde Tisca, baja las escaleras desganadamente
seguida de varios sirvientes, uno de los cuales se dedica a mover el cepillo de
dientes por ella dentro de su boca mientras el resto le peina el cabello, le
arregla su ropa y la maquilla.
Pronto ella se reúne con su madre, quien en esos
momentos se encuentra usando un ajustado traje de licra para ejercicio al
tiempo que practica aerobics siguiendo los movimientos de un programa en la
televisión.
Apenas verla, su madre detiene su rutina para hablarle
darle los buenos días. - Ven a hacer un poco de ejercicio conmigo -le anima.
Tisca responde con un balbuceo incomprensible debido a
que uno de sus sirvientes continúa cepillándole los dientes. Esto parece preocupar
a Acanta. -¿Sabes, Tisca? Está bien que goces de una vida privilegiada aquí en
la mansión, pero no es bueno que dejes que la servidumbre haga todo por ti,
todo el tiempo.
Una vez han terminado de alistar a Tisca, sus
sirvientes se disponen a retirarse. El último en hacerlo es aquél que le lavaba
los dientes, el cual antes de marcharse le ofrece un vaso de agua con el que
ella se limpia la boca, luego deja que el mayordomo presione ligeramente sus
mejillas para que ella escupa el agua en un recipiente que el hombre sostiene
frente a ella, luego se marcha dando pasos hacia atrás haciendo una reverencia.
-¿De qué hablas, mamá? -finalmente le responde ella
soltando otro bostezo y moviéndose lentamente con pereza.
-Estoy preocupada por ti. He notado estos días que
nuestra servidumbre hace todo por ti. No quiero que te vuelvas una inútil,
cariño.
-No exageres, mamá -le asegura con desgano.
-¿Sabes, querida? A diferencia tuya, yo no nací en la
opulencia, llena de comodidades. Cuando yo tenía tu edad, recuerdo que apenas tenía
algunos cuantos juguetes y muñecas, y cuando llegaba el invierno me veía
obligada a pelear con animales salvajes por la poca comida que había.
Tisca entonces se imagina a una versión más joven de
su madre caminando por el bosque en medio de una ventisca, y al divisar a una
manada de lobos que se disputan un hueso, ella se lanza sobre ellos para quitarles
la escasa fuente de alimento.
-Ahora entiendo por qué tú y Mali se llevan tan bien
-agrega Tisca con sarcasmo en voz baja, pero lo suficientemente alto como para
que su madre la escuche.
-Deberías ser más independiente, como Mali -a quien
señala por una de las grandes ventanas.
Afuera, en el jardín, Mali se columpia ágilmente entre
los árboles mientras lleva en hombros a Christopher, que no para de soltar
gritos de alegría y ríe sin parar.
-¡Ya lo tengo! -exclama Acanta de pronto-. ¡Ya sé lo
que te vendría bien! Voy a inscribirte con las niñas exploradoras.
-¡Pero, de qué estás hablando!
-Cuando era niña, mis padres me inscribieron en las
niñas exportadoras. Estar pérdida en el bosque comiendo nada más que bayas y
ramas fue una gran experiencia. Eso me hizo apreciar mejor los privilegios con
los que contaba aquí en la ciudad.
Tras escucharla, Tisca no puede evitar mostrar una expresión
de horror e incredulidad. -Tranquila, hija. Uno de mis clientes es el
administrador de un grupo de niñas exploradoras. -le asegura mientras toma su
teléfono celular antes de usarlo para hacer una llamada.
-¡Pero, mamá!
-Sólo pido que pases este fin de semana al aire libre.
Te hará bien. Si no te convence, puedes dejarlo.
Tisca entonces le da la espalda a su madre y reitera
su postura: ¡Pues no pienso desperdiciar mi fin de semana acampando a la
intemperie!
Apenas dice esto escucha el sonido del motor eléctrico
detrás de ella, y tras volverse se encuentra a su madre destruyendo sus
tarjetas de crédito en un procesador de papeles. -¡Esa es mi tarjeta dorada!
Antes de que termine la frase, su madre arroja la tarjeta
a la máquina, que en cuestión de segundos destruye el pedazo de plástico con
facilidad. Acto seguido, Acanta toma otra tarjeta de crédito, lista para
arrojarla al procesador. -¡¡Esa es mi tarjeta platino con crédito ilimitado!!
-Su madre está a punto de destruirla hasta que Tisca finalmente accede-. ¡Está
bien, está bien! ¡Tú ganas, mamá! ¡Iré!
-Me alegra ver que podamos entendernos, hija.
Descuida, el campamento tiene guías líderes que están capacitados para
sobrevivir en los más agrestes terrenos. Estarás a salvo bajo su cuidado.
-¿Por qué eso no me tranquiliza...? -se queja Tisca
con resignación.
Poco después, Tisca llega a las instalaciones del
campamento vistiendo un uniforme de exploradora que a toda vista le queda
pequeño para ella, ello sumado a su diseño infantil y a su llamativo color
amarillo hacen evidente que su atuendo fue diseñado para niñas más pequeñas.
-Esto tiene que ser una broma... –dice a modo de queja, tratando de contenerse
al verse rodeada de niñas que cantan y juegan a su alrededor. En eso, distingue
una voz familiar que le llama por su nombre.
Al alzar la vista se encuentra con Capricia, quien
apenas verla le da un ataque de risa tan fuerte que debe apoyarse sobre sus
rodillas para no caer. -¡Espera a que los chicos de la escuela se enteren de
esto!
-¡Qué rayos haces aquí Capricia!
-Soy la líder de la excursión -le asegura una vez que
recobra la suficiente compostura como para contestarle-. Estoy en un nivel
superior, pero me ofrecí de voluntaria para guiar a las niñas que apenas están
aprendiendo a acampar en el bosque.
-Esto debe ser una pesadilla -se lamenta Tisca,
abochornada- ¡Debe haber un error!
-...parece que no lo hay. -asevera Capricia mientras
revisa su libreta-. Eres una novata; jamás has acampado antes, y para que
puedas ingresar al nivel de jóvenes adolescentes, es necesario que aprendas las
técnicas básicas de supervivencia. Descuida, princesita, soy la mejor guía que
podrás tener. Aprenderás muy rápido conmigo. ¡Vamos niñas! –exclama
dirigiéndose a las demás exploradoras-, ¡es hora de partir!
El grupo, incluyendo a Tisca y a Capricia se adentran en
el bosque sin notar que algo las observa por entre los matorrales.
Horas más tarde y después de una agotadora caminata
por el bosque, las exploradoras llegan a un claro en donde planean acampar. Capricia
se pone al frente de varios grupos de niñas que aguardan instrucciones para
poder encender las fogatas que tienen al frente.
-Escuchen con atención, pequeñas exploradoras,
aprender a hacer fuego es una de las habilidades más importantes en el
campismo, y algún día puede salvarles la vida. En la clase pasada aprendimos
varias formas de encender un fuego, así que cada una de ustedes deberá elegir
un método para encender su fuego.
Así, una por una y guiadas por Capricia, las pequeñas
exploradoras logran encender exitosamente sus fogatas usando los métodos
aprendidos, entre ellos golpeando dos piedras especiales entre sí, usar una
lupa para generar calor, e incluso frotar su cabello con un globo hasta generar
energía estática suficiente como para generar una chispa que encienda el fuego;
finalmente llega el turno de Tisca.
-Muy bien, princesita, enséñame cómo lo haces tú –le ordena
Capricia.
Al principio Tisca no parece saber muy bien lo que va
a hacer mientras su vista se posa sobre el montón de madera que tiene al frente,
entonces se le ilumina el rostro y de pronto saca su teléfono inteligente, el
cual comienza a usar, ignorando a Capricia.
-¿Qué crees que haces?
-...estoy buscando una aplicación en la tienda virtual
para encender fuego –es su respuesta.
A ese punto Capricia pierde los estribos y le arrebata
el celular en las manos. -¡Dame eso! ¡Quiero que enciendas la fogata usando
esto! -le ordena al tiempo que le ofrece un pedazo de madera ahuecada junto con
hojas secas y lo que Tisca cree es un arco pequeño.
-Quiero que frotes esta madera hasta que comience a
hacer humo así... -la instruye al tiempo que le muestra cómo hacer fricción con
ambos pedazos de madera con las herramientas que dispone. Una vez ha terminado
la demostración le entrega a Tisca los materiales. -¿Entendiste?
De mala gana, Tisca le arrebata los instrumentos de
las manos y se pone a imitarla moviendo el pedazo de madera tan rápido y
vigorosamente como puede. Pronto se queda sin aliento, sin haber siquiera
provocado humo entre las maderas. Finalmente, se deja caer de espaldas,
exhausta y jadeante.
-¡Oye, princesita, no es momento para descansar! -la
reprende
De repente ambas notan un resplandor a sus pies, y al
bajar la vista se encuentran con sorpresa que la fogata ha encendido.
-¿¡Pero, que...!? -exclama sorprendida Capricia al ver
el fuego cobrar fuerza.
-¡Sí, funcionó…!
Más tarde, las niñas se reúnen alrededor de la hoguera
para cantar canciones y asar malvaviscos.
En cierto momento Capricia saca una guitarra de su
tienda y se pone a tocarla mientras entona canciones a las pequeñas niñas. No
muy lejos de allí, Tisca le observa felizmente. “Aunque somos rivales en la
escuela, no me había dado cuenta que Capricia tuviese un lado altruista” -piensa
mientras acerca un malvavisco al fuego-. “Las niñas del campamento la
quieren mucho...”
Tan absorta se encuentra en sus pensamientos, que
Tisca no se da cuenta que el malvavisco que tiene en el fuego ha comenzado a
derretirse y se está quemando, y para cuando lo nota suelta un grito y arroja la
rama junto con el malvavisco que sostenía al aire, el cual termina cayendo
justo encima de su sombrero, completamente derretido.
Poco después, las niñas entran a sus respectivas
tiendas, apagan las luces y se disponen a pasar la noche. La mañana siguiente
comienza con el sonido de una trompeta la cual despierta a todas las niñas
menos a Tisca, quien es despertada personalmente por Capricia al ver que ella
sólo se da vuelta en la cama.
Molesta, Capricia tira de su cobertor, provocado que
Tisca despierte bruscamente.
-¡Arriba, princesa! ¡Ya es hora de desayunar!
-¿En serio? Qué bien... -responde ella con desgano
mientras se frota los ojos con la manga de su pijama rosa adornada con
unicornios-. Quiero pan francés, yogurt con frutos rojos, un huevo término
medio y jugo de manzana frío…
-¡Aquí no hay nada de eso! ¡Además, no soy tu
sirvienta! –le reprocha, molesta.
-Bueno, ¿y entonces qué voy a comer? ¡Me muero de
hambre!
Capricia entonces le da un plato repleto de avena hervida
a Tisca, quien apenas verlo hace una expresión de repulsión.
-¡Ni creas que voy a comer esa cosa…! ¡Creo que tiene
una mosca adentro!
-¡Es una pasa! Lamento si no te gusta, pero es lo
único que hay para el desayuno, ¡así que come! -la reprende acercándole
agresivamente el tazón a la cara.
Las chicas comienzan a forcejear con el tazón hasta
que finalmente Tisca se harta. -Si tanto te gusta, ¡por qué no te lo comes tú!
-dice exasperada al arrojarle el tazón a Capricia a la cara, mismo que ella
logra esquivar.
-¡Tú lo pediste, princesita! -exclama tomando otro
tazón en sus manos mientras que con una cuchara le arroja un poco de su
contenido, el cual aterriza en su cara.
Tisca no tarda en reaccionar haciendo lo mismo. La
discusión pronto se vuelve una pelea de comida en la que Tisca y Capricia se
arrojan cabalmente avena la una a la otra mientras el resto de las niñas
pequeñas se limitan a observarlas con expresión de incredulidad. Tiempo después,
Tisca vuelve de regreso a su tienda para limpiar sus ropas, ahora manchadas con
comida.
-Qué mala suerte... No he probado bocado desde
anoche... y ahora con la pelea estoy todavía más hambrienta –se queja,
cabizbaja.
De pronto se detiene al notar que hay algo cerca de
ella que yace en el suelo, casi al filo de la vegetación densa del bosque. Al
mirar más detenidamente, Tisca no cabe en su asombro al descubrir que se trata
de bolsas de papas fritas, panecillos y botellas de agua de sabor. Al principio
se acerca con cautela, pero el hambre termina por vencerla y se abalanza sobre
la comida, tomando la bolsa de papas, la cual rompe con las manos de un extremo
y vierte su contenido en su boca llena de alegría. -¡Son mis papas favoritas!
¿Cómo es que llegaron aquí? Bueno, ¡no importa! -asegura mientras abre una
botella que contiene jugo, la cual se bebe casi completa de un solo sorbo.
Más tarde ese día, luego de un largo día de caminata
por el bosque, las exploradoras regresan al campamento lideradas por Capricia.
La última en regresar resulta Tisca, quien con paso lento aduras penas logra
dar sus últimos pasos vacilantes antes de dejarse caer pesadamente y sentarse
en el suelo, arrojando la pesada mochila que hasta entonces había estado
llevando a cuestas.
No pasa mucho para que Capricia, ignorando su
agotamiento le ordene recoger ramas para encender una hoguera.
-Al menos... déjame recuperar el aliento -le suplica
con voz entrecortada y completamente exhausta.
-¡Fue gracias a ti y a tus constantes retrasos que
nuestra pequeña caminata por el bosque nos llevara todo el día! Lo menos que puedes
hacer por mí y las niñas es que vayas a recoger leña, ¿o es que la princesa
teme perderse en el bosque?
El comentario hace a Tisca recuperar de golpe las
energías y levantarse de un salto. -¡Claro que no! -dicho esto, le da la
espalada y se adentra sola en el bosque.
Una vez sola en medio de la espesura, Tisca se entrega
a su tarea de mala gana intentándose de nuevo en el bosque. -Esa Capricia se
cree que es mejor que yo, ¡pero ya verá que yo puedo ser tan ruda como ella!
Tan concentrada se encuentra hablando sola, que no
parece notar de inmediato que ha confundido una rama con el cuerpo de una
pequeña serpiente que la mira con curiosidad y le saca la lengua.
Apenas verla, Tisca suelta de inmediato la leña que
había recogido y retrocede caminando de espaldas hasta pegarse contra un árbol,
completamente aterrorizada.
-¡Una serpiente! -grita Tisca momentos antes de que el
animal se lance en su persecución.
Tisca de inmediato emprende la huida corriendo con
desesperación por entre el bosque tan rápido como sus piernas le permite y sin
mirar atrás. Finalmente, ella se esconde entre unos matorrales y aguarda en
espera de señales de la serpiente. -...creo que la perdí -dice para sí misma luego
de un rato.
Es entonces que se da cuenta que algo se mueve entre
los matorrales en los que se ella encuentra escondida. Tisca lanza un grito y
sale corriendo de su escondite hasta desaparecer entre los matorrales sin notar
que momentos después, del agujero surge una simpática pero confundida ardilla.
Al mismo tiempo, corriendo por el bosque cada vez más
asustada hasta pasar unos densos matorrales, Tisca logra llegar a un claro,
allí tropieza con una roca y va a dar al suelo. Para cuando se reincorpora, se
encuentra con el oso polar que anteriormente liberó del zoológico hacía algún
tiempo, quien en ese momento se encuentra tendido plácidamente sobre una silla
tomando el sol. Por un momento ambos se miran en silencio, pero pronto el miedo
se apodera de Tisca y sale despavorida del lugar creyendo que el oso la va a
atacar, dejando al animal atrás sin que éste mueva un músculo.
En su frenética huida, Tisca vuelve la cabeza un
momento atrás para cerciorarse si el oso está detrás de ella, esto provoca que
choque abruptamente con Capricia.
Apenas reconocerla Tisca la abraza, llena de pánico.
-¡Ayúdame! Me persiguen animales salvajes, ¡y quieren cometerme!
-¡¿Quieres calmarte?! -le responde Capricia a Tisca
con voz firme.
De repente, no muy lejos de allí se puede escuchar el
crujir de las ramas mientras unos matorrales cercanos comienzan a sacudirse, haciendo
que ambas se abracen por el susto. No pasa mucho tiempo para que una simpática
ardilla salga de entre la vegetación, lo que hace sentir a Capricia como una
tonta, quien suelta bruscamente a Tisca y la reprende: -¡¿Este es tu animal
salvaje?! -le espeta hecha una furia.
En vez de molestarse por los comentarios de su
compañera, Tisca respira de alivio al saber que no está en peligro. -Menos
mal... -asegura al tiempo que se sienta sobre un objeto negro y mullido.
Es entonces que Tisca nota que el rostro de Capricia está
pálido y petrificado.
Ignorante del peligro en el que se encuentra ella le
responde: -Mira quién es la miedosa ahora…
Un gruñido leve proveniente de detrás de ella la hace
volverse, encontrándose con la cabeza de un molesto oso negro, en cuyo cuerpo
se encuentra ella sentada.
Tanto Tisca como Capricia retrocede mientras el enorme
animal se levanta con un estridente gruñido, y clava sus ojos en ellas al
tiempo que les muestra sus afiladas garras y dientes.
Llenas de terror, Tisca y Capricia permanecen
inmóviles al tiempo que la fiera avanza hacia ellas, y cuando ésta se dispone a
atacarlas con un zarpazo, de entre la copa de los árboles desciende algo que
las salva del oso para después ponerlas a salvo nuevamente en tierra firme.
Momentos después y aferrado a una liana aparece Mali, quien aterriza con un
salto en el suelo haciendo frente al oso.
-¡Mali! -exclaman las chicas al unísono, entonces
Tisca se apresura a comentar con incredulidad: -Un momento, ¡de dónde sacaste
esa liana!
Entre tanto, Mali se dispone a proteger a las chicas
interponiéndose entre ellas y el oso salvaje. -No quiero lastimarlo, señor oso,
así que le recomiendo que regrese al bosque si no quiere salir lastimado.
Ignorando su petición, el oso lanza un bramido que
provoca terror en las chicas. Mali en cambio responde tomando aire y lanzando
un rugido parecido al de un león, mucho más potente que el del animal.
Intimidado por la muestra de dominancia de Mali, el oso finalmente da la vuelta
y se retira para volver a adentrarse en el bosque hasta perderse de vista.
Una vez fuera de peligro, las chicas se acercan a
Mali. Tisca es la primera en querer abrazarlo, pero Capricia se lo impide
rápidamente apartándole la cara con la mano. -¡Mali! ¡Viniste a mi rescate!
¡Eres muy valiente! -exclama Capricia, cuya timidez le impide acercarse a él
para abrazarlo...
Tiempo después, Tisca y Mali se despiden de Capricia
abordando la limusina que es conducida por James, y mientras se alejan Tisca
comenta: -No me dio tiempo de agradecerte por habernos salvado, Mali. Quién
sabe qué hubiera pasado con nosotras si no hubieras aparecido y enfrentado a
ese oso.
-Descuida, no fue nada. -le responde éste con alegría.
-Pero, hay algo que no entiendo: ¿Cómo es que supiste
dónde estaba?
-Bueno, lo que sucede es que, como escuché la
conversación entre tú y tu madre, pensé que la pasarías mal, así que decidí
pedirle a James que me trajera al campamento a escondidas para ayudarte en caso
de que me necesitaras.
De pronto a Tisca se le ilumina la mente. -¿Quieres
decir que fuiste tú el que me ayudó todo este tiempo?
-Así es.
-¿A encender la fogata? ¿Entonces fuiste tú el que
dejó esas golosinas para mí?
Mali responde afirmativamente a todas sus preguntas
con la cabeza.
Tisca corresponde sonriendo de vuelta. -¿Qué te parece
si antes de ir a casa pasamos por algunas de esas sabrosas larvas que tanto te gustan?
-¡En serio!
De pronto el buen humor de Tisca se esfuma al recordar
lago. -Espera un momento... si estuviste todo el tiempo conmigo, entonces, ¡por
qué no te apareciste antes cuando me perdí en el bosque!
-Es que me quedé dormido -le responde inocentemente.
Tisca entonces se enfurece con él y al principio
parece que quiere golpearle, pero en vez de eso lo apresa por el cuello con un
brazo y con la otra mano comienza a frotarle el cabello vigorosamente a modo de
juego.
-¡Espera, Tisca! ¡Me estás despeinando! –grita,
incomodado por el gesto.
La limusina pasa velozmente junto al camino ignorando
al oso polar, que hace señas en la carretera a los automovilistas para pedirles
que lo lleven, pero al no tener suerte, continúa su camino a pie...
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