25 enero, 2019

Una historia de la jungla: Capítulo 21







Ya era tiempo de continuar publicando, ¡y qué mejor manera de regresar que con los capítulos restantes de Una historia de la jungla para revivir el blog!

En este capítulo, Tisca tendrá que aprender a sobrevivir que la vida fuera de la mansión no es fácil con algo de ayuda no solicitada, y dependerá de ella si logra sobrevivir las pruebas que la madre naturaleza le tiene preparadas.






Aventura con las exploradoras


Una mañana más comienza en la mansión. Tisca duerme plácidamente en su cama cuando de repente suena su despertador, pero antes de que ella pueda apagarlo, una mano hace el trabajo por ella, luego ella suelta un largo bostezo y estira sus manos al tiempo que un grupo de mucamas entra en su habitación y la levantan de la cama sin que ella mueva un sólo músculo, entonces, entre todas le quitan la ropa de dormir y la visten. Una vez han terminado su trabajo, las sirvientas se retiran tan pronto como llegaron.

Más tarde Tisca, baja las escaleras desganadamente seguida de varios sirvientes, uno de los cuales se dedica a mover el cepillo de dientes por ella dentro de su boca mientras el resto le peina el cabello, le arregla su ropa y la maquilla.

Pronto ella se reúne con su madre, quien en esos momentos se encuentra usando un ajustado traje de licra para ejercicio al tiempo que practica aerobics siguiendo los movimientos de un programa en la televisión.

Apenas verla, su madre detiene su rutina para hablarle darle los buenos días. - Ven a hacer un poco de ejercicio conmigo -le anima.

Tisca responde con un balbuceo incomprensible debido a que uno de sus sirvientes continúa cepillándole los dientes. Esto parece preocupar a Acanta. -¿Sabes, Tisca? Está bien que goces de una vida privilegiada aquí en la mansión, pero no es bueno que dejes que la servidumbre haga todo por ti, todo el tiempo.

Una vez han terminado de alistar a Tisca, sus sirvientes se disponen a retirarse. El último en hacerlo es aquél que le lavaba los dientes, el cual antes de marcharse le ofrece un vaso de agua con el que ella se limpia la boca, luego deja que el mayordomo presione ligeramente sus mejillas para que ella escupa el agua en un recipiente que el hombre sostiene frente a ella, luego se marcha dando pasos hacia atrás haciendo una reverencia.

-¿De qué hablas, mamá? -finalmente le responde ella soltando otro bostezo y moviéndose lentamente con pereza.

-Estoy preocupada por ti. He notado estos días que nuestra servidumbre hace todo por ti. No quiero que te vuelvas una inútil, cariño.

-No exageres, mamá -le asegura con desgano.

-¿Sabes, querida? A diferencia tuya, yo no nací en la opulencia, llena de comodidades. Cuando yo tenía tu edad, recuerdo que apenas tenía algunos cuantos juguetes y muñecas, y cuando llegaba el invierno me veía obligada a pelear con animales salvajes por la poca comida que había.

Tisca entonces se imagina a una versión más joven de su madre caminando por el bosque en medio de una ventisca, y al divisar a una manada de lobos que se disputan un hueso, ella se lanza sobre ellos para quitarles la escasa fuente de alimento.

-Ahora entiendo por qué tú y Mali se llevan tan bien -agrega Tisca con sarcasmo en voz baja, pero lo suficientemente alto como para que su madre la escuche.

-Deberías ser más independiente, como Mali -a quien señala por una de las grandes ventanas.

Afuera, en el jardín, Mali se columpia ágilmente entre los árboles mientras lleva en hombros a Christopher, que no para de soltar gritos de alegría y ríe sin parar.

-¡Ya lo tengo! -exclama Acanta de pronto-. ¡Ya sé lo que te vendría bien! Voy a inscribirte con las niñas exploradoras.

-¡Pero, de qué estás hablando!

-Cuando era niña, mis padres me inscribieron en las niñas exportadoras. Estar pérdida en el bosque comiendo nada más que bayas y ramas fue una gran experiencia. Eso me hizo apreciar mejor los privilegios con los que contaba aquí en la ciudad.

Tras escucharla, Tisca no puede evitar mostrar una expresión de horror e incredulidad. -Tranquila, hija. Uno de mis clientes es el administrador de un grupo de niñas exploradoras. -le asegura mientras toma su teléfono celular antes de usarlo para hacer una llamada.

-¡Pero, mamá!

-Sólo pido que pases este fin de semana al aire libre. Te hará bien. Si no te convence, puedes dejarlo.

Tisca entonces le da la espalda a su madre y reitera su postura: ¡Pues no pienso desperdiciar mi fin de semana acampando a la intemperie!

Apenas dice esto escucha el sonido del motor eléctrico detrás de ella, y tras volverse se encuentra a su madre destruyendo sus tarjetas de crédito en un procesador de papeles. -¡Esa es mi tarjeta dorada!

Antes de que termine la frase, su madre arroja la tarjeta a la máquina, que en cuestión de segundos destruye el pedazo de plástico con facilidad. Acto seguido, Acanta toma otra tarjeta de crédito, lista para arrojarla al procesador. -¡¡Esa es mi tarjeta platino con crédito ilimitado!! -Su madre está a punto de destruirla hasta que Tisca finalmente accede-. ¡Está bien, está bien! ¡Tú ganas, mamá! ¡Iré!

-Me alegra ver que podamos entendernos, hija. Descuida, el campamento tiene guías líderes que están capacitados para sobrevivir en los más agrestes terrenos. Estarás a salvo bajo su cuidado.

-¿Por qué eso no me tranquiliza...? -se queja Tisca con resignación.

Poco después, Tisca llega a las instalaciones del campamento vistiendo un uniforme de exploradora que a toda vista le queda pequeño para ella, ello sumado a su diseño infantil y a su llamativo color amarillo hacen evidente que su atuendo fue diseñado para niñas más pequeñas. -Esto tiene que ser una broma... –dice a modo de queja, tratando de contenerse al verse rodeada de niñas que cantan y juegan a su alrededor. En eso, distingue una voz familiar que le llama por su nombre.

Al alzar la vista se encuentra con Capricia, quien apenas verla le da un ataque de risa tan fuerte que debe apoyarse sobre sus rodillas para no caer. -¡Espera a que los chicos de la escuela se enteren de esto!

-¡Qué rayos haces aquí Capricia!

-Soy la líder de la excursión -le asegura una vez que recobra la suficiente compostura como para contestarle-. Estoy en un nivel superior, pero me ofrecí de voluntaria para guiar a las niñas que apenas están aprendiendo a acampar en el bosque.

-Esto debe ser una pesadilla -se lamenta Tisca, abochornada- ¡Debe haber un error!

-...parece que no lo hay. -asevera Capricia mientras revisa su libreta-. Eres una novata; jamás has acampado antes, y para que puedas ingresar al nivel de jóvenes adolescentes, es necesario que aprendas las técnicas básicas de supervivencia. Descuida, princesita, soy la mejor guía que podrás tener. Aprenderás muy rápido conmigo. ¡Vamos niñas! –exclama dirigiéndose a las demás exploradoras-, ¡es hora de partir!

El grupo, incluyendo a Tisca y a Capricia se adentran en el bosque sin notar que algo las observa por entre los matorrales.

Horas más tarde y después de una agotadora caminata por el bosque, las exploradoras llegan a un claro en donde planean acampar. Capricia se pone al frente de varios grupos de niñas que aguardan instrucciones para poder encender las fogatas que tienen al frente.

-Escuchen con atención, pequeñas exploradoras, aprender a hacer fuego es una de las habilidades más importantes en el campismo, y algún día puede salvarles la vida. En la clase pasada aprendimos varias formas de encender un fuego, así que cada una de ustedes deberá elegir un método para encender su fuego.

Así, una por una y guiadas por Capricia, las pequeñas exploradoras logran encender exitosamente sus fogatas usando los métodos aprendidos, entre ellos golpeando dos piedras especiales entre sí, usar una lupa para generar calor, e incluso frotar su cabello con un globo hasta generar energía estática suficiente como para generar una chispa que encienda el fuego; finalmente llega el turno de Tisca.

-Muy bien, princesita, enséñame cómo lo haces tú –le ordena Capricia.

Al principio Tisca no parece saber muy bien lo que va a hacer mientras su vista se posa sobre el montón de madera que tiene al frente, entonces se le ilumina el rostro y de pronto saca su teléfono inteligente, el cual comienza a usar, ignorando a Capricia.

-¿Qué crees que haces?

-...estoy buscando una aplicación en la tienda virtual para encender fuego –es su respuesta.

A ese punto Capricia pierde los estribos y le arrebata el celular en las manos. -¡Dame eso! ¡Quiero que enciendas la fogata usando esto! -le ordena al tiempo que le ofrece un pedazo de madera ahuecada junto con hojas secas y lo que Tisca cree es un arco pequeño.

-Quiero que frotes esta madera hasta que comience a hacer humo así... -la instruye al tiempo que le muestra cómo hacer fricción con ambos pedazos de madera con las herramientas que dispone. Una vez ha terminado la demostración le entrega a Tisca los materiales. -¿Entendiste?

De mala gana, Tisca le arrebata los instrumentos de las manos y se pone a imitarla moviendo el pedazo de madera tan rápido y vigorosamente como puede. Pronto se queda sin aliento, sin haber siquiera provocado humo entre las maderas. Finalmente, se deja caer de espaldas, exhausta y jadeante.

-¡Oye, princesita, no es momento para descansar! -la reprende

De repente ambas notan un resplandor a sus pies, y al bajar la vista se encuentran con sorpresa que la fogata ha encendido.

-¿¡Pero, que...!? -exclama sorprendida Capricia al ver el fuego cobrar fuerza.

-¡Sí, funcionó…!

Más tarde, las niñas se reúnen alrededor de la hoguera para cantar canciones y asar malvaviscos.

En cierto momento Capricia saca una guitarra de su tienda y se pone a tocarla mientras entona canciones a las pequeñas niñas. No muy lejos de allí, Tisca le observa felizmente. “Aunque somos rivales en la escuela, no me había dado cuenta que Capricia tuviese un lado altruista” -piensa mientras acerca un malvavisco al fuego-. “Las niñas del campamento la quieren mucho...”

Tan absorta se encuentra en sus pensamientos, que Tisca no se da cuenta que el malvavisco que tiene en el fuego ha comenzado a derretirse y se está quemando, y para cuando lo nota suelta un grito y arroja la rama junto con el malvavisco que sostenía al aire, el cual termina cayendo justo encima de su sombrero, completamente derretido.

Poco después, las niñas entran a sus respectivas tiendas, apagan las luces y se disponen a pasar la noche. La mañana siguiente comienza con el sonido de una trompeta la cual despierta a todas las niñas menos a Tisca, quien es despertada personalmente por Capricia al ver que ella sólo se da vuelta en la cama.

Molesta, Capricia tira de su cobertor, provocado que Tisca despierte bruscamente.

-¡Arriba, princesa! ¡Ya es hora de desayunar!

-¿En serio? Qué bien... -responde ella con desgano mientras se frota los ojos con la manga de su pijama rosa adornada con unicornios-. Quiero pan francés, yogurt con frutos rojos, un huevo término medio y jugo de manzana frío…

-¡Aquí no hay nada de eso! ¡Además, no soy tu sirvienta! –le reprocha, molesta.

-Bueno, ¿y entonces qué voy a comer? ¡Me muero de hambre!

Capricia entonces le da un plato repleto de avena hervida a Tisca, quien apenas verlo hace una expresión de repulsión.

-¡Ni creas que voy a comer esa cosa…! ¡Creo que tiene una mosca adentro!

-¡Es una pasa! Lamento si no te gusta, pero es lo único que hay para el desayuno, ¡así que come! -la reprende acercándole agresivamente el tazón a la cara.

Las chicas comienzan a forcejear con el tazón hasta que finalmente Tisca se harta. -Si tanto te gusta, ¡por qué no te lo comes tú! -dice exasperada al arrojarle el tazón a Capricia a la cara, mismo que ella logra esquivar.

-¡Tú lo pediste, princesita! -exclama tomando otro tazón en sus manos mientras que con una cuchara le arroja un poco de su contenido, el cual aterriza en su cara.

Tisca no tarda en reaccionar haciendo lo mismo. La discusión pronto se vuelve una pelea de comida en la que Tisca y Capricia se arrojan cabalmente avena la una a la otra mientras el resto de las niñas pequeñas se limitan a observarlas con expresión de incredulidad. Tiempo después, Tisca vuelve de regreso a su tienda para limpiar sus ropas, ahora manchadas con comida.

-Qué mala suerte... No he probado bocado desde anoche... y ahora con la pelea estoy todavía más hambrienta –se queja, cabizbaja.

De pronto se detiene al notar que hay algo cerca de ella que yace en el suelo, casi al filo de la vegetación densa del bosque. Al mirar más detenidamente, Tisca no cabe en su asombro al descubrir que se trata de bolsas de papas fritas, panecillos y botellas de agua de sabor. Al principio se acerca con cautela, pero el hambre termina por vencerla y se abalanza sobre la comida, tomando la bolsa de papas, la cual rompe con las manos de un extremo y vierte su contenido en su boca llena de alegría. -¡Son mis papas favoritas! ¿Cómo es que llegaron aquí? Bueno, ¡no importa! -asegura mientras abre una botella que contiene jugo, la cual se bebe casi completa de un solo sorbo.

Más tarde ese día, luego de un largo día de caminata por el bosque, las exploradoras regresan al campamento lideradas por Capricia. La última en regresar resulta Tisca, quien con paso lento aduras penas logra dar sus últimos pasos vacilantes antes de dejarse caer pesadamente y sentarse en el suelo, arrojando la pesada mochila que hasta entonces había estado llevando a cuestas.

No pasa mucho para que Capricia, ignorando su agotamiento le ordene recoger ramas para encender una hoguera.

-Al menos... déjame recuperar el aliento -le suplica con voz entrecortada y completamente exhausta.

-¡Fue gracias a ti y a tus constantes retrasos que nuestra pequeña caminata por el bosque nos llevara todo el día! Lo menos que puedes hacer por mí y las niñas es que vayas a recoger leña, ¿o es que la princesa teme perderse en el bosque?

El comentario hace a Tisca recuperar de golpe las energías y levantarse de un salto. -¡Claro que no! -dicho esto, le da la espalada y se adentra sola en el bosque.

Una vez sola en medio de la espesura, Tisca se entrega a su tarea de mala gana intentándose de nuevo en el bosque. -Esa Capricia se cree que es mejor que yo, ¡pero ya verá que yo puedo ser tan ruda como ella!

Tan concentrada se encuentra hablando sola, que no parece notar de inmediato que ha confundido una rama con el cuerpo de una pequeña serpiente que la mira con curiosidad y le saca la lengua.

Apenas verla, Tisca suelta de inmediato la leña que había recogido y retrocede caminando de espaldas hasta pegarse contra un árbol, completamente aterrorizada.

-¡Una serpiente! -grita Tisca momentos antes de que el animal se lance en su persecución.

Tisca de inmediato emprende la huida corriendo con desesperación por entre el bosque tan rápido como sus piernas le permite y sin mirar atrás. Finalmente, ella se esconde entre unos matorrales y aguarda en espera de señales de la serpiente. -...creo que la perdí -dice para sí misma luego de un rato.

Es entonces que se da cuenta que algo se mueve entre los matorrales en los que se ella encuentra escondida. Tisca lanza un grito y sale corriendo de su escondite hasta desaparecer entre los matorrales sin notar que momentos después, del agujero surge una simpática pero confundida ardilla.

Al mismo tiempo, corriendo por el bosque cada vez más asustada hasta pasar unos densos matorrales, Tisca logra llegar a un claro, allí tropieza con una roca y va a dar al suelo. Para cuando se reincorpora, se encuentra con el oso polar que anteriormente liberó del zoológico hacía algún tiempo, quien en ese momento se encuentra tendido plácidamente sobre una silla tomando el sol. Por un momento ambos se miran en silencio, pero pronto el miedo se apodera de Tisca y sale despavorida del lugar creyendo que el oso la va a atacar, dejando al animal atrás sin que éste mueva un músculo.

En su frenética huida, Tisca vuelve la cabeza un momento atrás para cerciorarse si el oso está detrás de ella, esto provoca que choque abruptamente con Capricia.

Apenas reconocerla Tisca la abraza, llena de pánico. -¡Ayúdame! Me persiguen animales salvajes, ¡y quieren cometerme!

-¡¿Quieres calmarte?! -le responde Capricia a Tisca con voz firme.

De repente, no muy lejos de allí se puede escuchar el crujir de las ramas mientras unos matorrales cercanos comienzan a sacudirse, haciendo que ambas se abracen por el susto. No pasa mucho tiempo para que una simpática ardilla salga de entre la vegetación, lo que hace sentir a Capricia como una tonta, quien suelta bruscamente a Tisca y la reprende: -¡¿Este es tu animal salvaje?! -le espeta hecha una furia.

En vez de molestarse por los comentarios de su compañera, Tisca respira de alivio al saber que no está en peligro. -Menos mal... -asegura al tiempo que se sienta sobre un objeto negro y mullido.

Es entonces que Tisca nota que el rostro de Capricia está pálido y petrificado.

Ignorante del peligro en el que se encuentra ella le responde: -Mira quién es la miedosa ahora…

Un gruñido leve proveniente de detrás de ella la hace volverse, encontrándose con la cabeza de un molesto oso negro, en cuyo cuerpo se encuentra ella sentada.

Tanto Tisca como Capricia retrocede mientras el enorme animal se levanta con un estridente gruñido, y clava sus ojos en ellas al tiempo que les muestra sus afiladas garras y dientes.

Llenas de terror, Tisca y Capricia permanecen inmóviles al tiempo que la fiera avanza hacia ellas, y cuando ésta se dispone a atacarlas con un zarpazo, de entre la copa de los árboles desciende algo que las salva del oso para después ponerlas a salvo nuevamente en tierra firme. Momentos después y aferrado a una liana aparece Mali, quien aterriza con un salto en el suelo haciendo frente al oso.

-¡Mali! -exclaman las chicas al unísono, entonces Tisca se apresura a comentar con incredulidad: -Un momento, ¡de dónde sacaste esa liana!

Entre tanto, Mali se dispone a proteger a las chicas interponiéndose entre ellas y el oso salvaje. -No quiero lastimarlo, señor oso, así que le recomiendo que regrese al bosque si no quiere salir lastimado.

Ignorando su petición, el oso lanza un bramido que provoca terror en las chicas. Mali en cambio responde tomando aire y lanzando un rugido parecido al de un león, mucho más potente que el del animal. Intimidado por la muestra de dominancia de Mali, el oso finalmente da la vuelta y se retira para volver a adentrarse en el bosque hasta perderse de vista.

Una vez fuera de peligro, las chicas se acercan a Mali. Tisca es la primera en querer abrazarlo, pero Capricia se lo impide rápidamente apartándole la cara con la mano. -¡Mali! ¡Viniste a mi rescate! ¡Eres muy valiente! -exclama Capricia, cuya timidez le impide acercarse a él para abrazarlo...

Tiempo después, Tisca y Mali se despiden de Capricia abordando la limusina que es conducida por James, y mientras se alejan Tisca comenta: -No me dio tiempo de agradecerte por habernos salvado, Mali. Quién sabe qué hubiera pasado con nosotras si no hubieras aparecido y enfrentado a ese oso.

-Descuida, no fue nada. -le responde éste con alegría.

-Pero, hay algo que no entiendo: ¿Cómo es que supiste dónde estaba?

-Bueno, lo que sucede es que, como escuché la conversación entre tú y tu madre, pensé que la pasarías mal, así que decidí pedirle a James que me trajera al campamento a escondidas para ayudarte en caso de que me necesitaras.

De pronto a Tisca se le ilumina la mente. -¿Quieres decir que fuiste tú el que me ayudó todo este tiempo?

-Así es.

-¿A encender la fogata? ¿Entonces fuiste tú el que dejó esas golosinas para mí?

Mali responde afirmativamente a todas sus preguntas con la cabeza.

Tisca corresponde sonriendo de vuelta. -¿Qué te parece si antes de ir a casa pasamos por algunas de esas sabrosas larvas que tanto te gustan?

-¡En serio!

De pronto el buen humor de Tisca se esfuma al recordar lago. -Espera un momento... si estuviste todo el tiempo conmigo, entonces, ¡por qué no te apareciste antes cuando me perdí en el bosque!

-Es que me quedé dormido -le responde inocentemente.

Tisca entonces se enfurece con él y al principio parece que quiere golpearle, pero en vez de eso lo apresa por el cuello con un brazo y con la otra mano comienza a frotarle el cabello vigorosamente a modo de juego.

-¡Espera, Tisca! ¡Me estás despeinando! –grita, incomodado por el gesto.

La limusina pasa velozmente junto al camino ignorando al oso polar, que hace señas en la carretera a los automovilistas para pedirles que lo lleven, pero al no tener suerte, continúa su camino a pie...



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