El pilar del cielo
Gracias al esfuerzo conjunto
de sus amigos, Leiyus ha conseguido a la normalidad más fuerte que nunca, pero
su felicidad no duró mucho, pues Volgia apareció anunciando que en breve
desataría una legión de dragones resucitados que asolaría la tierra. Ahora, los
cinco valientes serán guiados hasta los confines de la tierra, en donde peligros
inimaginables les aguardan...
En una tierra rocosa, árida y
azotada por fuertes vientos se escucha un estruendo. Segundos después, Leiyus y
compañía aterrizan en el duro y congelado suelo, cayendo con brusquedad desde
el cielo. Poco a poco, todos se recuperan del impacto a excepción de Kindolf,
quien sigue siendo aplastado por Astrid tras haberle caído encima.
Kindolf –Oye Astrid, ¡podrías
quitarte de mi espalda! –le reprocha éste, molesto.
Astrid -¡Lo lamento Kindolf! –se disculpa para
después ayudarlo a levantarse-. ¡Te juro que no te vi! Ya me preguntaba por qué
había caído en algo tan blandito…
Dine, que estaba cerca de ellos,
se ríe disimuladamente tras ver la escena.
Kindolf -¡No es gracioso!
Doma –Este no es momento para
bromas. ¿En dónde se encuentra la entrada al templo? –refiriéndose a Laurel
mientras inspecciona visualmente sus alrededores.
Laurel entonces se percata de
algo que lo deja consternado. -Oh, no… ¡Parece que la precisión de mí hechizo
falló!
Leiyus -¿Quieres decir que
hemos venido a parar a otro sitio?
Laurel –No lo creo… –alega, al
tiempo que saca un mapa y lo revisa con detenimiento-… según este mapa, no
debemos de estar lejos de nuestro destino. Sólo hay que caminar un poco más en
dirección al sudoeste.
Así, los seis se ponen en
marcha hacia su destino en medio de una fuerte ventisca, que muy pronto se
convierte en tormenta de nieve conforme avanzan.
Astrid –Si hubiese sabido que
tendríamos que caminar entre el hielo, habría traído algo para abrigarme -se
queja, frotándose sus brazos al descubierto y sin dejar de temblar de frío.
Laurel –Tranquilos chicos
–dice para animarlos-, ya estamos por llegar.
Tras pasar una colina, el
grupo logra llegar a una zona llena de actividad volcánica, desde donde nacen infinidad
de ríos de magma que fluyen como agua sobre toda la superficie, pese al intenso
frío y nieve dominantes del paisaje. De inmediato, ellos sienten el repentino
cambio cuando el viento gélido es reemplazado por un calor sofocante apenas ponen
un pie en el lugar.
Laurel -¡Miren! –dice,
señalando al frente un estrecho puente que conduce a una cueva, la cual se
encuentra en el medio de un inmenso lago de magma-. ¡Allí se encuentra la
entrada que buscábamos!
Poco después, ellos comienzan
a atravesar el endeble puente con cautela. De pronto, un objeto cruza volando a
gran velocidad en dirección a Dine, quien no parece notar el peligro enseguida.
Leiyus reacciona instintivamente y se mueve rápidamente atrapando al objeto con
su mano en una fracción de segundo. Todos los presentes se sorprenden que una
gota de sangre escurre por la palma del guerrero, pero su sorpresa es aún mayor
cuando notan que aquello que Leiyus logró capturar con la mano parece ser una
pluma de ave inocua a simple vista, cuyos bordes, afilados al extremo, son los
causantes de su herida.
Leiyus -¿Qué es esto?
–pregunta curiosamente al verse el pequeño corte que le causó el objeto.
En ese instante, escuchan una
risotada que proviene de un lugar no muy lejos de donde ellos se encuentran.
Caminando por el puente de
piedra aparece ante ellos Delta, quien sostiene plumas similares dispuestas
entre sus dedos, listas para arrojar. –Así que, volvemos a vernos, muñequita
–anuncia, dirigiéndole la mirada a Dine con desdén.
Kindolf -¿Oye, tú conoces a
esa señora, Dine? –pregunta a su amiga, quien ya demuestra una clara tención en
su rostro apenas verla aparecer.
-…ella fue quien me atacó en el laberinto. ¡Planeaba
llevarse la perla blanca consigo, pero gracias al poder de nuestro rey, logré
impedírselo!
Doma -¡¡Quién eres tú!! ¡A
caso eres uno de los aliados de Volgia!
Delta esboza una sonrisa en
ese momento: –En efecto. Me llamo Delta, y soy uno de los centinelas de Volgia.
¡Pertenezco a la familia real de los dragones negros, además de ser un guerrero
dragón de élite! Se podría decir, que soy la mano izquierda del rey Volgia.
Astrid -¿¡Acaso has venido
aquí a pelear con nosotros?!
Delta –A decir verdad, Volgia
me envió a este lugar para impedirles el paso a la entrada del templo, pero
para su desgracia, no me dejó la tarea a mí sola…
En ese instante, unos seres
alados con cuerpos antropomorfos de mujer aparecen volando en todas direcciones
a sus alrededores, bloqueándoles el paso a los héroes, dejándolos atrapados en
medio del puente que cuelga peligrosamente sobre el mar de magma.
Laurel –Arpías… -dice con voz
preocupada, reconociendo de inmediato aquellas aberraciones.
Delta –Bueno, ya que tienen
suficiente compañía para divertirse un rato, creo que lo mejor será dejar que
estos demonios se encarguen de ustedes. Nos vemos. –se despide de ellos la
dragona oscura con una sonrisa cínica en la boca antes de desaparecer volando a
gran velocidad.
Apenas ella desaparece, los
cientos de arpías se lanzan contra ellos alzando el vuelo en masa.
Leiyus se prepara para luchar
contra las criaturas, pero Doma lo detiene. –¡Aguarda! Debes conservar tus
energías para cuando debas enfrentarte a Volgia. Trata de no usar más fuerza de
la necesaria, Leiyus. No malgastes tus poderes.
Leiyus –Entendido… –le
asegura.
Leiyus, Astrid y Dine son los
primeros en actuar alzando el vuelo tomando ventaja de sus alas para combatir a
los demonios en su elemento, mientras que Laurel, Kindolf y Doma permanecen sobre
el puente usando hechizos para cubrir a sus amigos en el aire. Astrid es la
primera en abrirse paso entre los enemigos con sus hechizos de trueno, seguida muy
de cerca por Dine, quien decide enfrentar a un grupo de enemigos haciendo uso
de su recién aprendida aura de dragón.
Así mismo, Leiyus confronta directamente a las arpías únicamente con su espada,
fulminándolas en el aire de un solo movimiento tras cortar sus alas y hacerlas
caer hacia la roca derretida.
Doma –¡No podemos quedarnos
detrás! –les dice a sus compañeros de tierra-. ¡Son demasiadas arpías para
ellos! –dicho esto, el dragón se suma activamente a la batalla desplegando sus
alas para unirse a sus amigos en el aire.
Kindolf -Espera un momento
–intenta detenerlo-. ¡Nosotros no tenemos alas como ustedes! ¡No podremos
volar!
Laurel –¡Habla por ti! –le dice,
pasando velozmente a su lado de un salto antes de conjurar un hechizo que le
permite volar, dejándolo solo a mitad del puente.
Mientras los demás luchan en
las alturas, Kindolf intenta ataca inútilmente con su espada a los enemigos que
vuelan ágilmente sobre él, pero predeciblemente y a pesar de sus esfuerzos, las
arpías procuran mantenerse a prudente distancia del alcance de su arma, de modo
que no puede hacerles daño. –¡Esto es injusto! ¿Cómo es que soy el único que no
puede volar? De todas formas, le tengo miedo a las alturas –dice para sí mismo
para consolarse.
Para su sorpresa, en ese
momento Astrid regresa con él mientras mantiene un acalorado encuentro con tres
arpías a la vez. –Kindolf, ¡usa tus hechizos de viento para atacar a las arpías
a distancia! –le aconseja a su amigo antes de que uno de sus enemigos la tome
desprevenida y la atrape por el cuello, haciendo que ambas se precipiten en
dirección al suelo.
Dine se percata de lo sucedido
con la chica vampiro e inmediatamente envía a su dragón de energía a ayudarla,
quitándole de encima a la criatura para que Astrid pueda retomar el vuelo antes
de que termine por estrellarse.
–Astrid tiene razón –reacciona
finalmente Kindolf, dándole la razón a su amiga-. ¡Lo intentaré! ¡Vandral!
Al instante, el caballero crea
una perturbación en el aire con su hechizo, la cual avanza a una asombrosa
velocidad tomando por sorpresa y golpeando a una arpía que termina por
estrellarse en tierra. Una vez en el suelo, la criatura intenta atacarlo de
frente.
Temblando de miedo, Kindolf se
prepara para recibir el impacto inminente de la criatura cerrando los ojos
justo en el momento en el que la arpía y su espada Leivan hacen contacto el uno
con el otro… Para cuando el caballero se atreve a volver a abrir los ojos, se
encuentra con el cuerpo de la criatura partido limpiamente en dos ante sus pies.
–¡Lo logré! –exclama éste, antes de percatarse que una decena más de criaturas
se le vienen encima...
Al verse rodeada de
incontables enemigos, Astrid utiliza toda su energía formando una esfera roja
alrededor suyo, con la cual desata una lluvia de rayos que surcan el cielo
atravesando en el acto los corazones de sus enemigos en un instante. -¡Dagas sangrientas!
Dine hace lo suyo ordenando a
su dragón de energía atacar a las arpías con un rugido de dragón, el cual barre literalmente el cielo de las
criaturas, fulminando a un gran número de éstas en tan sólo un momento. Los
cuerpos de cientos de arpías abatidas caen a tierra como lluvia, algunas de
ellas quemándose en pleno aire hasta convertirse en ceniza cuando caen sobre el
magma.
Laurel se encarga del resto de
los enemigos en tierra lanzando un poderoso hechizo de fuego que al tocar el
suelo, causa un estallido carbonizando a todo enemigo a su alrededor. -¡Magma-vel!
Para cuando la batalla termina,
todos se toman un momento para descansar y reponer fuerzas antes de continuar
su viaje.
Astrid –Vaya recibimiento…
-dice, aun sudando copiosamente mezcla del esfuerzo y el intenso calor que se
siente en ese lugar.
Doma –No me equivoco en creer
que esto fue sólo una pequeña prueba de lo que nos espera más adelante –asegura
a sus colegas con voz seria.
Laurel –De cualquier forma sigamos
avanzando, este lugar no es seguro.
Después de atravesar el puente
natural de piedra, el grupo llega al interior de la cueva. No muy lejos de la
entrada se encuentran una plataforma circular hecha de cristal, debajo de la
cual hay una esfera blanca en el centro de una hendidura de forma cónica
invertida. A un lado de la plataforma hallan un panel con una esfera idéntica.
–Colóquense en la plataforma –les ordena Laurel.
Leiyus -¿Qué es este aparato,
Laurel?
Lauel –Es… una especie de
elevador. ¿Recuerdan los transportadores del palacio en Leria? Esta máquina
funciona de manera similar. Actualmente, nos encontramos justo debajo del pilar
del cielo, pero no pueden verlo porque se encuentra a gran altura.
Astrid -¿Por qué no nos lo
dijiste antes? Pudimos haber volado hasta allá desde un principio.
Kindolf -¡Olvídalo! –repone en
seguida.
Laurel –Incluso con alas les
sería imposible llegar a ese lugar, pues está protegido por una magia que les
impediría entrar de otra forma que no sea a través de este medio –explica-.
Debo advertirles que deben regresar a tierra a través de esta plataforma, pues
de no hacerlo, corren el riesgo de quemarse al intentar de reingresar a la
atmósfera.
Doma –Muy bien, pero creo que,
antes que nada, debemos saber cómo funciona este aparato –pregunta el dragón al
sabio sin dejar de examinar la máquina mágica sin ocultar su fascinación.
Laurel –¡Eso es muy sencillo!
Lo los mandaré allá mientras opero el ascensor remotamente a través de esta
consola. Una vez lo encienda, serán transportados por una especie de esfera
mágica que los conducirá sanos y salvos hasta allá.
Una vez todos están sobre la
plataforma, Laurel activa el mecanismo poniendo su mano sobre la esfera.- ¿Están listos? –les pregunta el sabio.
Leiyus –Estamos preparados. ¡Adelante!
Laurel –¡Les deseo suerte! ¡Regresen
con bien, y que los dioses los protejan! –se despide de ellos antes de activar
el mecanismo con sus poderes mágicos, lo cual hace brillar la esfera debajo de
su palma.
En el acto, una burbuja de
energía los envuelve sobre la plataforma, confinándolos dentro. Al principio y
pese a que el artefacto se encuentra activo, ellos permanecen estáticos en el
mismo lugar, pero de un momento a otro, la esfera que contiene a la plataforma
y a ellos mismos despega abruptamente, acelerando conforme asciende a los
cielos a una velocidad inusitada que toma a todos los tripulantes por sorpresa.
En cuestión de segundos, pronto se ven a si mismos muy por encima de las nubes.
Los ocupantes de la plataforma rápidamente sienten cómo sus cuerpos se vuelven
repentinamente más pesados producto de las fuerzas cinéticas de las que son
objetos mientras ascienden, lo que causa que casi todos ellos caigan al piso.
No pasa mucho tiempo para que
la esfera se encuentre a gran altura y comience a desacelerar conforme llega a
su destino, permitiendo a todos ponerse de pie de nuevo. Para cuando la esfera
atraviesa la última nube sobre los cielos, el grupo es recibido por un
interminable cielo azul, el cual parece oscurecerse conforme se elevan más y
más por sobre el horizonte.
Astrid -¡Qué lindo! –exclama,
entusiasmada, apenas ver la majestuosidad de su mundo ante ella.
Dine –…jamás pensé que la
tierra se vería así desde arriba.
Leiyus –Debemos estar a una
gran altura… -agrega con algo de preocupación conforme siguen elevándose.
Kindolf -¡Cállense! –ataja a
sus amigos, presa del pánico, para posteriormente hacerse un ovillo cerrar los
ojos con fuerza-. ¡No ven que le temo a las alturas! –les aclara con voz
temblorosa.
Doma –¡Miren eso! –exclama de
repente al ersto, señalando una estructura de gran tamaño a la que se dirigen.
Dine –¡Ese debe ser el pilar
del cielo!
Todos contemplan con asombro
la majestuosidad, el enorme tamaño de aquella construcción que flota muy por
sobre las nubes: una plataforma con base de tierra, sobre la cual orbitan plataformas
más pequeñas. En su parte central, se halla una gran torre principal.
Doma –¡Laurel no bromeaba
cuando decía que ésta era una puerta para comunicarse con el más allá!
Leiyus –Volgia seguramente nos
estará esperando...
Al mismo tiempo, en la parte
más alta de aquella torre, Volgia en esos momentos descansa sobre su trono con
los ojos cerrados cuando siente una energía aproximarse. –Finalmente están aquí…
–asevera, abriendo los ojos.
Conforme más se acercan al
pilar del cielo, ellos pueden distinguir objetos más pequeños flotando a su
alrededor, que en realidad se trata de pequeñas islas flotantes, las cuales se
conectan a través de plataformas flotantes, formando caminos que
inevitablemente conducen hacia la torre principal.
Poco después, la burbuja finalmente
aterriza en una de las plataformas flotantes más alejadas de la torre central,
que está conectada a las otras islas cercanas por delgados y estrechos puentes
hechos de acero y de cristal.
Leiyus –¡No perdamos más
tiempo! –les dice a sus compañeros apenas baja-. ¡Volgia ya debe saber que
estamos aquí, y podría tendernos una emboscada en cualquier momento! Es
necesario que encontremos la quinta perla antes de que él aparezca para poder
liberar a Dyamat de mi cuerpo. Así, ¡él podrá encargarse de Volgia!
Todos sus amigos lo siguen
menos Doma y Dine, quienes se quedan atrás por unos instantes y en silencio.
Doma -¿…todavía no se lo has
dicho? –le pregunta a Dine, a quien mira fijamente a los ojos.
Dine baja la cabeza,
evidentemente avergonzada.–Yo… no tengo el valor de decírselo, Doma.
Doma –Eso ya no importa ahora.
De todas formas, no creo que él hubiese llegado tan lejos por su cuenta de
haber sabido la verdad sobre la reencarnación de Dyamat desde un principio.
Creo que es mejor dejar las cosas así por el momento… –resuelve para después
alejarse de ella caminando, esperando reunirse con el resto.
Dine permanece un poco más en aquél
lugar, sola e indecisa antes de decidir también dar alcance al resto de sus
amigos.
A su vez, Leiyus y el resto de
sus amigos consiguen avanzar sin problemas, atravesando los puentes y las
plataformas móviles en dirección a la estructura principal sin ver rastros de
enemigos o trampas esperándolos.
Mientras caminan algo parece inquietar
a Leiyus: –No lo entiendo… ¿por qué este lugar parece estar desolado?
Doma –Leiyus tiene razón. Algo
no está bien aquí… -agrega, inspeccionando el área en busca de algo inusual.
Astrid -¡Míren! –dice,
repentinamente, señalando a lo alto de la torre.
Desde el lugar, una especie de
niebla oscura de pronto aparece antes de comenzar a descender desde su parte
más elevada. El cuarteto permanece observando aquél fenómeno con perplejidad
hasta que, de la nada, aquella extraña masa cambia bruscamente su trayectoria, y antes de caer al suelo, comienza a
extenderse en todas direcciones, amenazando con llegar hasta donde ellos se
encuentran.
Kindolf –¡Qué es eso! –tartamudea.
Antes de que alguien pueda
responderle, una oleada de dragones negros y dragones resucitados se precipitan sobre ellos, atravesado los aires
a gran velocidad con la intención de atacarles…
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