El sabio de Leria
Esperanzados por
encontrar una solución a los abruptos arranques de violencia de los que Leiyus
era víctima, él y sus amigos viajaron a la ciudad de Leria para que el sabio
que ahí vivía pudiera ayudarles, centrándose con que dicho erudito se trata en
realidad de un niño pequeño.
Los cinco se quedan perplejos
luego de que aquél chiquillo afirmase con toda naturalidad ser el sabio más
prolífico de esas tierras.
Astrid -¿En verdad eres tú el
sabio? ¡Pero si eres sólo un niño! –repone con asombro.
Dine –¡Eso es imposible! ¡Escuché
que el sabio tenía más de ochocientos años! ¡Ni siquiera un dragón se vería
como un niño a esa edad!
El niño se ajusta los lentes.
–Ya veo la confusión. El sabio del que ustedes hablan es Laurel I, yo soy su
tátara, tátara, tátara nieto, Laurel II. Lamentablemente mi abuelo falleció
hace unos tres años, y desde entonces, he tomado su lugar como el sabio de
Leria.
Astrid –Pero, ¿y qué hay de
ese viejo? –señalando al adormilado anciano con el que se toparon hace unos
momentos, quien descansa sentado sobre una silla, recargándose en uno de los
estantes.
Laurel –¡Ah, él es mi
asistente Tivas! No habla su idioma, por eso es que no pueden comprender lo que
él dice. Yo soy el verdadero y único sabio de la ciudad de Leria, se los puedo
asegurar –repite con orgullo y sacando el pecho.
En ese punto, Kindolf se echa
a reír a todo pulmón al tiempo que le da unas palmaditas en la cabeza al
pequeño. -¿Me estás diciendo que tú eres un sabio? –le pregunta sin dejar de
reír-. ¡Eres tan sólo un pequeño niño! Hablando en serio, ¿en dónde están tus
padres?
La actitud del escudero hacia
su persona evidentemente comienza a irritar al joven, quien reacciona apartando
apartándole la mano con fuerza a la vez que su rostro se sonroja. –¡Ya te dije
que no soy ningún niño! ¡Este mes cumplí los diez años! –puntualiza.
Kindolf ríe con más fuerza
tras escuchar su edad. -¿Cómo es que una cosita como tú sabe usar magia?
–continúa burlándose del pequeño-
Harto de la humillación de la
que está siendo objeto, Laurel termina por perder la paciencia. –¡Te probaré
que soy un sabio! –dice desafiante.
Acto seguido, el joven señala
a Kindolf con el dedo índice, transformándolo instantáneamente en una rana.
El resto queda boquiabiertos tras
ser testigos de los verdaderos poderes del joven sabio. –¡De verdad no
bromeaba! –asevera Dine con asombro.
Leiyus –Vaya, en realidad sabe
usar magia…
Laurel –Descuiden –les asegura
al resto-, su amigo regresará a su forma normal en un par de horas. Ahora, ¿a
qué se debe su visita? ¿Para qué querían verme?
Poco después, Laurel los
invita a todos a sentarse con él en la sala del palacio. El pequeño sabio elige
sentarse en uno gran sillón rojo mientras es escoltado por su ayudante, que
permanece de pie a su lado mientras Leiyus le cuenta su historia de cómo pasó
de ser un escudero a ser la reencarnación de Dyamat.
-…así que, déjenme ver si
entendí… -comenta el joven sabio tras ser puesto al tanto de la situación-. …tú
eres la reencarnación de Dyamat –señalando a Leiyus-, y ellos son tus amigos,
que te han ayudado a recuperar dos de las perlas doradas que contienen los
poderes del rey de los dragones... ¿O, me equivoco?
Repentinamente y sin que
ninguno de ellos lo note, la rana que ahora es Kindolf escapa de las manos de
Astrid, provocando que la chica vampiro intente apresuradamente recapturar a su
amigo con forma de batracio persiguiéndolo por todo el lugar a la vez que ambos
causan un escándalo mientras el resto continúa atento a la conversación en el
fondo de la habitación.
Dine –Así es –interviene la
dragona-, pero desde que hemos recuperado algunas de estas perlas, algo extraño
le ha estado pasando a Leiyus, y no sabemos la causa, pero sabemos que sus
síntomas están relacionados con el poder que ha absorbido de las perlas.
Laurel entonces se levanta de
un salto de su asiento y se acerca a Leiyus para examinarlo de cerca
detenidamente, lo que termina por incomodar a su huésped.
Acto seguido, el niño le
acerca las palmas al cuerpo emitiendo un aura la cual usa para examinarlo de
pies a cabeza. Después de unos segundos de revisarlo con sus poderes, Laurel
parece llegar a una conclusión:
-Puedo ver que su amigo posee
una fuerza latente tremenda escondida en su interior... Sospecho de cuál puede
ser el problema, pero para confirmarlo, necesito hacerle una exploración en el
plano astral primero... ¿Les molestaría esperar un rato afuera mientras mis
asistentes y yo lo examinamos en privado?
Para ese momento, Astrid
consigue atrapar a la rana Kindolf, el cual se resiste por todos los medios
tratando de escamar de nuevo de sus manos sin poder conseguirlo. –Por supuesto,
estaremos afuera por si nos necesita –le asegura ella.
Dine y Sanhgine se disponen a
abandonar el lugar, seguidos de Astrid y su amigo rana en brazos.
Una vez sus amigos se han
marchado, el joven erudito conduce a Leiyus hasta un círculo por el cual son
transportados a una de las torres del palacio. A pesar de la poca luz del
interior, Leiyus puede apreciar en medio de la sala un domo por el cual penetra
la escasa luz desde el exterior. En el piso, nota seis cristales colocados
alrededor de una placa, en el centro de lugar. En una parte del domo, se puede
aprecia un pequeño agujero deja pasar un rayo de luz concentrado. -¿Qué es este
lugar? –pregunta Leiyus a su joven acompañante.
Laurel –Es un poco complicado
explicarlo, pero aquí podremos examinar tu aura sacándola de tú cuerpo durante
unos momentos sin causarte daño.
Poco después y siguiendo las
instrucciones de Laurel, Leiyus se recuesta en una lápida de granito en medio
del recinto. Instantes más tarde, uno de los ayudantes de Laurel activa el
mecanismo del artefacto, que mueve el gigantesco domo haciendo que la hendidura
coincida con la posición del sol. El ángulo del agujero cambia, permitiendo que
el rayo de luz sea reflejado hacia los cristales alrededor de Leiyus hasta
formar una estrella de siete puntas hecha de luz. En la parte superior del
domo, incrustados en el techo dela torre, aparecen patrones formados por
pequeños cristales que a su vez forman los patrones de las estrellas,
representando los signos zodiacales. En ese momento Luarel se acerca a Leiyus extendiendo
sus manos hacia él recitando un conjuro entre murmullos.
Al mismo tiempo, una inmensa
cantidad de energía brota del cuerpo Leiyus hasta formar un dragón de energía. De
pronto, una fuerza sobrenatural se apodera de la mente del escudero que lo
obliga a dejar escapar un grito… Horas más tarde, Dine, Astrid y Sanhgine
esperan pacientemente alguna noticia de la situación de Leiyus mientras se
encuentran sentados en uno de los hermosos jardines aledaños al palacio
Mientras Astrid juguetea con
Kindolf convertido en rana al lado de una fuente cercana, inesperadamente el
hechizo que Laurel le había puesto se rompe abruptamente, regresándolo a su forma
original mientras se encuentra dentro de la fuente, reapareciendo de cuclillas
y con las ropas empapadas. En ese momento, las puertas del palacio se abren,
desde donde Leiyus y Laurel se les acercan caminando.
Dine es la primera en
acercarse a ellos con expresión preocupada. Leiyus, ¿cómo te encuentras? ¿Descubrieron
qué es lo que tienes?
Laurel se ajusta de nuevo los
lentes antes de comenzar a explicar: -En realidad, lo que tiene no es nada
grave. Verán… dentro del cuerpo de Leiyus yacen dos fuerzas que han entrado en
conflicto: La primera es su parte humana, y la segunda, es el alma de Dyamat.
Leiyus me ha dicho que eres capaz de pasarle temporalmente tu
energía de dragón para que él pueda incrementar sus poderes. Este aumento de
energía repentina ha causado que su parte de dragón se salga de control y lo
domine. Ahora que han liberado el poder contenido dentro de las dos perlas de
dragón, no han hecho más que empeorar más su ya delicado equilibrio espiritual.
Kindolf –Bueno, ya hora,
¿podrías repetirlo, pero esta vez en nuestro idioma? –le pide sin dejar de
mirar al chico seriamente.
Laurel –En resumen, cuando
Leiyus libera el poder de dragón que habita dentro de él, su estado consciente
se debilita mientras que el espíritu de dragón lo domina. Los dragones blancos
son criaturas nacidas para la lucha, y aunque son seres de luz, si se les priva
de su capacidad de raciocinio, lo único que les queda es un deseo de batalla
irrefrenable. Es por eso que entre más luche con los poderes de Dine, y más
perlas del dragón destruya, le será más difícil para Leiyus mantener el control
de sí mismo.
Astrid –¡Eso es terrible! ¿Hay
algo que usted pueda hacer por él, gran sabio? -le ruega ella afligida.
Lauel –¡Afortunadamente, sí!
He logrado sellar parcialmente los poderes de Dyamat de nuevo en su cuerpo, de
manera que, mientras Leiyus no tome prestados los poderes de Dine, ni obtenga
el poder otra perla dorada, deberá encontrarse bien.
Dine –¡Pero, eso es todavía
peor! ¡Nosotros debemos conseguir las demás perlas doradas para que Dyamat
pueda resucitar! ¡Eso sin mencionar que en ese estado, Leiyus no podrá pelear
contra nuestros enemigos!
Laurel –Lo sé Dine –le
responde tratando de tranquilizarla-, y estoy consciente de ello. Es por eso
que le he pedido a Leiyus que se quede un tiempo por aquí. Como ser hibrido,
estoy seguro de que él no tendrá problemas en aprender y dominar la magia
sagrada.
Kindolf –Eso quiere decir que…
Laurel –En efecto, ¡yo seré
quien le enseñe! Voy a enseñar a Leiyus a usar magia.
Kindolf -¡Genial! –grita de
emoción-. ¡Yo también quiero aprender! –le ruega al joven sabio, para entonces
mostrarle su amuleto-. Mira, ¡yo también sé hacer magia!
Lejos de parecer complacido
con su petición, Laurel arquea el entrecejo. –No estoy seguro si deba enseñarte
a ti después de cómo me trataste. Después de todo, soy solamente un niño,
¿recuerdas?
–Puede que a veces sea un poco
molesto, pero te aseguro, Laurel, que mi amigo Kindolf no es mala persona -intercede
Leiyus-. Él es un gran compañero, así que me gustaría pedirte de la manera más
amable que también lo incluyas en tus clases. De esa manera, tendré con quién
practicar mis hechizos.
Después de unos momentos de
silencio, sus palabras parecen convencer a Laurel, quien de inmediato cambia su
expresión seria por una sonrisa maliciosa.
–Con qué un objeto de práctica para lanzar hechizos, ¿eh…? ¡Perfecto!
¡Me parece una estupenda idea!
Sanhgine, que hasta entonces
se había mantenido al margen de la conversación entonces se acerca a ellos. –Yo
también quiero participar –insiste al joven con voz firme.
Laurel se ve obligado a alzar
la cabeza para poder mirar a los ojos al vampiro alto que viste ropas negras.
–Pero tú eres un ser de la oscuridad, ¿o me equivoco? Lo lamento mucho, pero
está prohibido para un ser cuyo origen es la oscuridad aprender los secretos de
la magia de Leria. Eso sería un riesgo que no estoy dispuesto a correr.
Sanhgine se le queda mirando
por unos segundos, entonces le da la espalda y se aleja caminando sin más. –Como
quieras…
Tras esa escena, Astrid lo ve
alejarse con expresión mortificada. –Hermano…
Laurel –…Y en cuanto a ustedes
–refiriéndose a Leiyus y a Kindolf-, mañana comenzaremos las clases de magia,
así que los quiero puntualmente en las puertas del palacio al amanecer. No
lleguen tarde.
La mañana siguiente, Leiyus y
Kindolf se presentan a las puertas del palacio puntualmente, en donde son
conducidos por Laurel hacia una especie de coliseo en su interior.
Laurel entonces se para en medio
de la arena: –Antes de empezar las prácticas, quisiera saber si sabes o has
practicado antes algún tipo de magia, Leiyus.
El escudero se pone a pensar
por unos momentos. -…bueno, he visto a Kindolf lanzar flarion y a Dine usar varios hechizos de magia blanca, pero jamás
lo he intentado. Siempre me he considerado más un luchador de cuerpo a cuerpo
que un mago… Lo único que he aprendido hasta ahora es el rugido del dragón.
Laurel –Comprendo, creo que
sería bueno empezar explicándoles las
bases de cómo funciona la magia:
Primero que nada, deben saber que el poder de la hechicería puede
utilizar dos fuentes de poder: la primera implementa las energías de la naturaleza
alrededor del hechicero; a este tipo de magia se le clasifica como magia
elemental y magia astral. El segundo tipo, basa su poder en las fuerzas propias
mismo hechicero, como por ejemplo tu Rugido de Dragón.”
Laurel entonces toma un libro que
se encontraba sobre una pila de libros que él había traído consigo y se pone a
hojearlo sin dejar de hablar: -…Ya que he sellado tus poderes parcialmente,
primero nos enfocaremos en desarrollar tus habilidades con la hechicería
elemental. El hechizo que quiero que aprendas se llama… ¡Aquí está!, reminat, pero antes de enseñártelo,
quiero probar algo más sencillo contigo.
Kindolf -¿Reminat? Eso suena similar al luminat
de Dine.
Laurel –¡Estás en lo cierto,
greñudo! Reminat es una versión mucho
más poderosa de luminat, y obtiene su
poder de la luz. Ahora, para este ejercicio, voy a requerir la ayuda de tu colega...
¡Adelante, Kindolf, muéstrale cómo realizas flarion
a Leiyus!
-¡Eso es muy fácil! –replica
Kindolf con el ego inflado-. ¡Observa, Leiyus! – le pide a su amigo, poniendo
sus manos al rente, listo para realizar el hehcizo-. Lo único que debes hacer
es concentrar tu voluntad en el punto en el que quieres lanzar la flama,
después debes gritar “¡flarion!” muy
fuerte para arrojar la llamarada.
Al momento de conjurar el
hechizo, unas llamas aparecen en su palma, mismas que arroja hacia una escultura
cercana, haciéndola estallar en llamas.
Laurel –¡Ahora inténtalo tú
Leiyus! Intenta usar flarion tal como
él lo hizo.
Leiyus –E-está bien –responde,
titubeante y poniéndose en posición-, pero te advierto que no soy muy bueno en
esto…
Imitando los movimientos de
Kindolf, Leiyus concentra toda su voluntad en la misma estatua. Repentinamente
siente una gran energía que fluye desde todo su cuerpo hasta concentrase en su
mano. -¡Flarion! –grita finalmente,
materializando las llamas.
El hechizo de Leiyus apenas
alcanza a hacer algunas ascuas, que llegan trabajosamente hasta la estatua
antes de desaparecer en el aire sin causar el menor daño.
Laurel -…bueno –dice
rascándose la cabeza luego de presenciar aquello-, está claro que la magia no
es tu fuerte, ¡pero afortunadamente tengo el remedio para esto! Para el
siguiente, ejercicio tendrás que trabajar solo Leiyus. Kindolf, ven conmigo
por favor…
Tanto Laurel como Kindolf se
retiran a las gradas dejando solo a Leiyus en la arena. Una vez se encuentran a
prudente distancia de Leiyus, Laurel le habla a gritos al escudero aprovechando
la resonancia acústica que el lugar le provee.
-Escúchame bien Leiyus, quiero
que sigas las instrucciones al pie de la letra. Para este ejercicio, no podrás
usar ninguna técnica especial más que flarion,
y eso incluye a tus poderes de dragón, ¿entendido? Voy a crear una barrera
mágica alrededor tuyo de la que nada podrá entrar ni salir. La única manera de
pasar esta prueba será empleando adecuadamente el hechizo de fuego. ¿Me escuchaste?
Leiyus –¡Fuerte y claro! Pero
aún sigo sin entender… ¿Por qué vas a poner alrededor mío una barrera? Si es
por lo de la estatua…
Laurel –No es nada de eso. Es
sólo que así no podrás escapar…
Kindolf -¿Escapar? –repite
extrañado-. ¿De qué tendría que escapar Leiyus?
Ignorando los comentarios del
escudero y con una sonrisa en los labios, Laurel crea rápidamente la barrera
mágica sobre Leiyus hasta cubrir todo la arena. Acto seguido, el joven sabio
dibuja un pentagrama con sus manos en el aire, del cual aparece un oso polar,
cuya mitad de su cuerpo está formada de hielo sólido al igual que sus afilados
dientes.
De inmediato, la bestia corre
enloquecida hacia Leiyus con la intención de atacarlo. El escudero responde a
la agresión dando un salto hacia atrás para evitar sus afiladas garras de
hielo.
-¡Qué es esta cosa! –grita
Leiyus, intentando esquivar las constantes acometidas de la criatura.
Laurel –Es un monstruo
conocido como “bestia del ártico” -explica-. Su cuerpo está conformado en un 85% de
hielo y…
Kindolf –¡Olvídate de
tecnicismos! –lo interrumpe-. ¡Por qué encerraste a Leiyus con una de esas
cosas tan peligrosas!
Laurel acomoda de nuevo sus
gafas con toda calma y sin borrar aquella sonrisa de su rostro –…Porque de esa
forma, desarrollará más rápido sus habilidades mágicas. No hay nada mejor que
una situación de vida o muerte para entrenar tus habilidades en batalla.
Después del primer susto,
Leiyus decide pasar a la ofensiva y ataca al animal con un golpe de su puño en
el vientre de la criatura. La fuerza del golpe manda al oso al suelo, pero ésta
se recupera en tan solo un instante antes de volver al ataque con un aliento
congelante que lanza en dirección del guerrero.
La ráfaga helada lo golpea y
derriba a Leiyus, quien se pone de pie al instante, furioso. –Ahora verás… ¡Rugido de dra…!
-¡Espera Leiyus! –lo detiene
Laurel con un grito desde las gradas-. ¡Si atacas a esa criatura con tu poder
de dragón, ese ataque no sólo afectará a ese monstruo, sino que rebotará en la
barrera mágica que he creado sobre ti y podría lastimarte.
Leiyus -¡Qué! ¿Por qué no me
dijiste eso antes? ¡Cómo se supone que voy a acabar con esta cosa! –pregunta,
exasperado.
Sin dejar de combatir, Leiyus
logra golpear la pata de hielo del oso, haciéndola pedazos, pero apenas se
aleja un poco de la criatura, observa como su miembro destruido se regenera
hasta formar una nueva pata de hielo.
Laurel –La única forma de
salir de allí es acabando con esa criatura usando flarion -le recuerda el joven sabio desde el otro lado de la
barrera.
El monstruo no tarda en
recuperarse de sus heridas para volver al ataque. –Está bien, lo intentaré…
-asegura Leiyus, listo para un nuevo intento.
Colocando sus manos en
posición nuevamente, Leiyus intenta concentrarse para realizar el hechizo de
fuego una vez más, y para su sorpresa, esta vez emergen poderosas llamaradas de
entre sus dedos que rápidamente toman la forma de una bola de fuego. En unos
instantes, el hechizo está completo, por lo que Leiyus arroja el ataque a todo
su poder contra su enemigo. De inmediato, el oso queda cubierto en llamas,
deteniendo su ataque. La criatura se desespera rápidamente conforme sus
extremidades comienzan a derretirse momentos después de que el fuego se
extinga.
Por un momento, Leiyus cree
haber inmovilizado a la criatura mágica, pero pronto descubre que ésta todavía
es capaz de regenerar los miembros perdidos una vez el fuego de su hechizo se
ha extinto para volver a atacarle.
Laurel –¡Tienes que hacerlo
mejor, Leiyus! –le grita desde el otro lado de la barrera-. ¡De esa manera
nunca logarás acabar con él!
Aprovechando el tiempo que le
toma al monstruo para regenerarse y la distancia que los separa, Leiyus se
concentra nuevamente centrando la vista sobre el monstruo. –Tengo que lograrlo…
¡tengo que lograrlo! –se repite a sí mismo-. ¡Esta vez lo lograré! ¡¡Flarion!!
De las palmas de las manos de
Leiyus emergen furiosas llamas, que al ser lanzadas impactan la criatura con
gran fuerza hasta envolverla por completo. Esta vez, las flamas terminan por
vaporizar al oso por completo, dejando poco más que vapor tras de sí. Al
instante, la barrera en la arena desaparece.
Kindolf y Laurel entonces
bajan a la arena para reunirse con él. –¡Buen trabajo Leiyus! –lo felicita su
amigo a Leiuyus-. ¡Ni siquiera yo he logrado hacer un flarion tan poderoso como ese!
Laurel –No está nada mal para
tu primera prueba –agrega.
Leiyus –Espero que no te
ofendas con esto Laurel, pero, ¿no podríamos entrenar de una manera menos
peligrosa?
Laurel -¿A caso no lo ves? –agrega,
alzando el dedo índice para enfatizar sus palabras-. ¡Al encontrarte en una
situación extrema, lograrás progresos mucho más rápidos que con un
entrenamiento estándar! Ahora pasaremos al siguiente nivel en el que tu amigo
va a poder ayudarte.
Kindolf -¿Quién?, ¡yo! –dice
sorprendido tras escuchar al sabio.
Antes de que cualquiera de los
dos pueda reaccionar, Laurel se retira de la arena dando un salto hacia atrás
momentos antes de crear una nueva barrera que encierra a ambos e invocar más
criaturas peligrosas en su interior.
Pronto, los dos escuderos se
ven rodeados de monstruos de hielo, que sin más se lanzan sobre ellos al unísono
con la intención de acabar con ellos...
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