El ejército de dragones
Laurel, conocido como el
nuevo sabio de la ciudad de la magia, aceptó ayudar a Leiyus a sellar
temporalmente sus poderes de dragón para evitar que se salieran de su control y
a cambio, le prometió enseñarle a usar magia. Entre tanto, Bélidas le sigue la
pista de cerca…
Un enorme dragón negro con
forma de serpiente, sin patas traseras, y cuyos brazos forman dos enormes alas vuela
a gran velocidad por los aires proyectando su inmensa sombra tras su paso.
Sobre la colosal criatura viaja Bélidas, cuyo rostro refleja un profundo
disgusto.
“Ya han pasado más de seis días…” –piensa el dragón negro para sí sin quitar la mirada
de la perla dorada que pende de su cuello-. “Y
a pesar de eso, todavía no he sido capaz de encontrar a la resurrección de Dyamat…
Tal parece que alguien o algo interfiere con el vínculo que une a la perla con
ese bastardo…”.
De repente, Bélidas capta algo
con la vista similar a un destello fugaz en el horizonte. Aquello le devuelve
la sonrisa. –¡Te encontré! –exclama, antes de ordenar al dragón que monta
cambiar rumbo y dirigirse en aquella dirección a velocidades supersónicas.