En el capítulo 12, y con una pequeña ayuda de Tisca y sus
amigas, Mali aprenderá el verdadero valor del dinero en la vida moderna, entre
otras cosas…
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Algo llamado
dinero
Es el comienzo de un nuevo día, y a diferencia de lo que
parece volverse una costumbre en la mansión, Tisca despierta de buen humor, estirando los brazos, todavía
recostada en su cama para luego abrir las ventanas de su
habitación y darle la bienvenida al sol. –¡Por fin es fin de semana! –exclama
con alegría a los cuatro vientos.
Más tarde, ya arreglada y vestida baja al primer piso y
saluda a su madre con buen ánimo. –Buenos días,
querida. Esta mañana te ves de muy buen humor –la saluda su madre.
-¡Claro que lo estoy! ¡Es un hermoso día, es el inicio
del fin de semana, y lo mejor de todo: pienso pasar todo el día en el centro
comercial con mis amigas!
Luego de darle un beso en la mejilla a su madre, se da la
vuelta en dirección de la puerta hasta que escucha a su progenitora llamarla.
-¿No se te olvida algo, querida?
-¡Es verdad! –entonces regresa con ella y extiende sus
manos, esperando que su madre le entregue algo-. Hoy es día de mi mesada –le dice gentilmente sosteniendo una enorme
sonrisa.
-No, cariño, me estaba refiriendo a Mali –dice al tiempo
que toma al chico, que estaba en los alrededores y lo coloca en medio de ellas.
-¡¿Qué?! ¡Pero se supone que vamos a ir de compras!
-En ese caso, ¿no quieres tu mesada?
La molestia inicial de TIsca se desvanece de inmediato al
ver un gran fajo de billetes que su madre saca de su bolsillo para
entregárselo. -¡Gracias, mamá!
-Oh, y también hay un poco para ti, Mali –entregándole
otra cantidad similar de billetes.
Poco después ambos suben a la limusina para ir al centro
de la ciudad.
Ya en el auto, Tisca cuenta el dinero, y cuando termina da un suspiro de alegría. –Mi
madre es una persona muy gentil, ¿no te parece Mali…? ¿Mali?
Ella se vuelve hacia Mali, que le responde tardíamente
con la boca llena de los billetes que le acaban de entregar. –Oye, Tifca, esftas hofjas no faben muy bien –pronuncia
con dificultad.
-¿¡Pero, qué haces?! –lo reprende quitándole los billetes
del interior de la boca, y acto seguido extiende
uno de los billetes, el cual se encuentra completamente mojado y escurriendo saliva. Ella lo arroja al asiento de inmediato con repudio. –Estas no son hojas, ¡es papel
moneda!
-Y yo que pensaba que eran hojas comestibles, con el
hambre que tengo… ¿Oye Tisca, y qué es eso de papel moneda?
-¿Bromeas? ¡Es dinero! ¿A caso no conoces el dinero?
Mali se pone pensativo durante un momento. –No, creo que
no…
-El dinero se usa para cambiarse por bienes o servicios.
¿A caso no usan dinero en donde tú vives?
-En realidad, siempre que nos hace falta algo cambiamos cosas por otras cosas, por ejemplo, Tiko –a quien alza con las
manos en el acto- ...vale aproximadamente un canasto de frutas y dos costales
de harina.
-Ya veo… –responde, extrañada.
-Recuerdo haber escuchado decir a mi padre que en las
grandes ciudades se usaba el dinero, pero no me queda claro cómo es que estos
pedazos de hojas sirven para conseguir cosas.
-¡Es fácil! Te lo voy a demostrar. Sasbury –le ordena al
conductor- hagamos una parada en el próximo restaurante de comida
rápida.
La limosina pronto hace una parada en el servicio de
automóviles de un restaurante de una cadena de comida rápida. Tisca entonces baja la ventanilla para hacer el pedido a través del micrófono.
-¿Qué te gustaría comer? -pregunta, dirigiéndose
a Mali.
-¡Lomo de antílope y un plato de larvas bien asadas!
–responde sin chistar.
-¡Aquí no venden eso! –le espeta.
-¿No hay antílope ni larvas? ¡Pero si son deliciosas!
¿Entonces, qué venden?
–Olvídalo, mejor yo pido por ti. –Acto seguido se acerca
al intercomunicador-: Quiero una hamburguesa con todo incluido, y también un
helado, por favor.
Al fondo, Mali y si mico observan con intriga a Tisca
hacer el pedido. -Oye, Tisca. ¿Con quién hablas? No hay nadie allí.
-Ya lo verás –le responde con un guiño.
Pasados unos minutos la limusina avanza para recoger el
pedido, y una vez Tisca toma los alimentos saca grácilmente de su cartera una
reluciente tarjeta de crédito, la cual entrega a la empleada, finalmente y con
aire profesional firma el recibo con una pluma antes de que la empleada le
devuelva su tarjeta.
-¿Qué es eso? Pensé que ibas a usar dinero –pregunta
Mali.
-Esta es una tarjeta de crédito. Sirve exactamente igual
que el dinero, pero uno no tiene que estar cargando con billetes y monedas a
todas partes –dice, mostrándoselas al chico y al mico, que parecen impresionados por la
explicación.
-¡Entonces, esta pequeña cosa es mágica! –concluye Mali.
-Algo así. El dinero no lo es todo en la vida, pero puede
hacer feliz a mucha gente –asevera Tisca mientras comienza a lamer su helado y
le entrega la hamburguesa a Mali.
Mali toma el alimento con alegría y se la zampa mientras
que el mico hace lo propio con las papas fritas.
La limusina pronto se detiene frente a la enorme entrada
del centro comercial, en donde ya los esperan las amigas de Tisca. –¡Brenda,
Caris! –las saluda ésta, pero en vez de saludarla pasan de largo para saludar a
Mali, quien el repentino interés lo toma desprevenido.
-¡Qué bien, trajiste a Mali contigo! –exclama su amiga
Brenda.
-¡Y también trajo a su mascota! –contesta Caris, que no
aparta la vista del mono que descansa en hombros de Mali-. ¡Qué lindo! ¡Es tan peludo! ¡Parece un muñeco!
La actitud de sus amigas incomoda a Tisca –Sí, a mí
también me da gusto verlas –dice con sarcasmo y una sonrisa forzada al ver que
es ignorada por ellas.
Una vez el grupo ha entrado al centro comercial, Mali se sorprende de lo espacioso y concurrido del
lugar.
-¿Ya habías estado en un centro comercial antes, Mali?
–le pregunta Caris a Mali al notar su expresión de asombro mientras caminan por
la entrada principal, que está decorada por una enorme fuente, cerca de la entrada principal.
–Estuve una vez aquí cuando recién llegué, pero hasta
ahora no me había dado cuenta de lo grande que es este lugar la primera vez que
vine. ¡Parece una cueva enorme!
-Es normal, un sitio tan concurrido como un centro
comercial debe ser un lugar muy amplio para que las personas se sientan a gusto
en él –repone T isca.
-Oye, Tisca, ¿qué es lo que se hace en un centro
comercial, además de comprar ropa? –inquiere Mali
-Ah, pues muchas cosas –responde Tisca en tono
pensativo-, por ejemplo, con el dinero que nos dio mi madre podemos comprar
todo lo que queramos, como electrónicos, muebles, regalos, accesorios para el
hogar, joyas, y si uno está aburrido, también se pueden ver películas, jugar
juegos de video, comer pizza…
Entonces se da cuenta de que tanto Mali continúan
caminando, dejándola atrás.
-¡Oye, Mali, vamos a divertirnos! -sugiere Caris, la
chica de lentes.
-¡Ya sé! Llevémoslo a los go-karts.
Así, los cuatro, mono incluido van a la pista de
go-karts, en donde las chicas montan sus vehículos problemas, uniéndose al
resto de conductores, y cuando es el turno de
Mali el hombre que le entrega el vehículo le abrocha el cinturón, le coloca el casco y le indica pisar el
acelerador, algo que Mali hace con exceso de fuerza, provocando que el auto arranque velozmente fuera de
control sólo para segundos después escucharse el sonido del kart impactarse.
Más tarde, el grupo entra a una tienda de productos exóticos en donde las chicas se
entretienen apreciando las antigüedades y los libros. Mali queda fascinado por
una escultura de un dragón. Entre tanto Tiko, el mono de Mali se introduce en
el interior de una armadura por la que más tarde Tisca pasa de largo. Justo en
ese momento el mono agita la armadura haciendo que el casco caiga
estrepitosamente, algo que la asusta. No es sino hasta que ella ve al mono salir de la armadura que su temor se transforma en enojo
y termina por perseguir al mico por toda la tienda causando estragos.
Poco después hacen una parada en el cine, en donde las
chicas deciden ver una
película de terror, pero una vez dentro tanto las chicas como el mono quedan
aterrados cuando aparecen los monstruos en el filme. En cierto momento el
terror de Tisca llega a ser tal, que se aferra al brazo de Mali, quien parece más confundido por el
comportamiento de ella que aterrado. Tiko, por su parte se cubre la cabeza con el recipiente de palomitas de maíz.
Poco después el grupo sale de la oscura sala del cine
para regresar al centro comercial.
-Bueno, ahora entiendes para qué sirve el dinero –le
pregunta a Tisca.
-Creo que sí –responde en tono pensativo luego de unos
segundos.
-¡Miren eso! –dice repentinamente Brenda, señalando un
anuncio sobre un concierto que anuncia a un grupo cantando
dentro del centro comercial. ¡Son una banda de rock!
-Suena divertido, ¿qué dices, Mali? –pregunta Tisca a Mali, volviéndose hacia donde estaba él momentos antes sólo para darse cuenta que en ese momento
éste se encuentra con la
cabeza hundida en el agua, bebiendo de la fuente del centro comercial al igual
que su mono, como si se tratase de un estanque. De inmediato Tisca corre hacia él y lo aparta de ahí para
reprenderlo: -¡No bebas esa agua!
-Es qué tenía sed por comer tantas
palomitas de maíz –repone afligido a modo de disculpa.
Resignada, Tisca toma algunos billetes de su bolsillo y
se los entrega a Mali –Toma, cómprate una bebida en la sección de comida.
-¿No vas a venir conmigo? –le pregunta Mali al ver que
ella y sus amigas se alejan en dirección contraria.
-Si hacemos eso nos perderemos del inicio de la función.
Sólo pide una botella de agua al vendedor. Nos veremos en el concierto –se despide Tisca para después
dejarlo solo.
Mali entonces se dirige a la sección de comida acompañado
de su mono, tal como ella le indicó. Una vez allí, se
acerca a un expendio de comida, en donde el amable encargado le pregunta qué es
lo que quiere. –Una botella de agua, por favor.
El dependiente no tarda en entregarle lo que pidió, por
lo que Mali toma la botella y se dispone a marcharse, algo que el hombre le
impide.
-¡Espera, muchacho! ¡Tienes que pagarme!
-Es verdad, Tisca me dijo que para eso era el dinero
–dice para sí mismo, entregándole al hombre un manojo de billetes de gran
denominación para después marcharse frente a la atónita mirada del dependiente.
En eso, un vagabundo que acababa de ver la escena se
acerca a Mali y le pregunta: -Disculpe, joven, ¿no sería tan amable de
comprarme algo para comer?
Mali accede, y ambos regresan al expendio de comida, en
donde se repite la escena. Finalmente y con una charola repleta de comida, el
hombre se despide de Mali alegremente antes de disponerse a comer sus
alimentos.
Nuevamente, Mali se dispone a retirarse para reencontrarse
con Tisca y sus amigas hasta que es interceptado por una mujer mayor. –Perdone, ¿no sería tan amable de regalarme un poco de
dinero?
Mali entonces recuerda las palabras de Tisca: “El dinero no lo es todo en la vida, pero
puede hacer feliz a mucha gente”.
-Claro, será un placer –dice alegremente al tiempo que le
entrega a la mujer un fajo de billetes.
La anciana apenas se ha retirado cuando una niña pequeña
tira de las ropas de Mali. -¿Me compras un helado?
Mali entonces se da cuenta que ella no es la única, y que a su alrededor se ha formado un pequeño grupo de
niños que parecen esperar lo mismo.
Para ese momento una pequeña concurrencia se ha formado
alrededor de Mali, pidiéndole toda clase de favores, desde pedirle prestado
dinero o pedirle que él les
compre todo tipo de cosas. Mali cede
gustoso a los deseos de la concurrencia hasta que el dinero se le agota, lo que
entristece al gentío cuando Mali les hace ver que se le ha
agotado el dinero. -¡Esperen, tengo una idea! ¡No se
vayan, ahora regreso!
Mali entonces corre a donde Tisca y sus amigas, que en
ese momento se encuentran disfrutando del espectáculo en medio de una
concurrencia formada por asistentes del centro comercial.
-Oye, Tisca, se me acabó el dinero. ¿Podrías prestarme tu
tarjeta de crédito un momento?
Ella, que en ese momento se encontraba absorta en la escandalosa melodía apenas lo
escucha, por lo que sin pensarlo mucho Tisca saca de su bolso su tarjeta de crédito y se la entrega sin más. –Claro, aquí tienes.
Mali entonces regresa con el grupo de desconocidos, que para ese entonces ha crecido
significativamente. –Muy bien, ¿quién es el siguiente? –pregunta Mali al
gentío.
-¡Yo quiero un auto último modelo! –grita un hombre
-¡Y yo quiero un poni! –exclama una chica
-¡Yo quisiera una dentadura de oro! –grita un anciano.
-¡Yo quiero mí propio jet privado! –dice otro.
Mientras tanto, Tisca y sus amigas continúan en la
función de rock y de pronto se dan
cuenta de que el público que momentos antes estaba con ellas ha desaparecido casi en su totalidad.
-Oigan chicas, ¿no les parece raro? –Inquiere Tisca al
mirar en todas direcciones-. ¿A dónde se habrá ido toda la gente que estaba
aquí hace un minuto?
-Tal parece que se han ido allá –señalando Brenda hacia
un crecido grupo en la lejanía.
-Qué raro, ¿será que están ofreciendo otro espectáculo?
-¡Vamos a averiguarlo! –las anima Caris.
Sin perder tiempo las tres se dirigen hacia la multitud abriéndose a empellones
hasta que finalmente llegan a donde se encuentra Mali, que no deja de pasar la tarjeta de Tisca por
lectores de tarjetas que dependientes de todo el centro comercial mientras estos hacen fila frente a él.
-¡Pero, qué está pasando aquí! –exclama Tisca con sorpresa.
-¡Estoy compartiendo felicidad con esta gente! –admite
Mali con alegría.
-¿¡Qué, qué?! –responde ella, incrédula.
-Es verdad lo que dijiste. Esta cosa tan pequeñita
–haciendo referencia a su tarjeta-, ha hecho feliz a toda esta gente. ¡Debe ser mágica!
Tisca permanece en silencio por un momento tratando de controlarse –Exactamente, ¿cuánto
gastaste?
Al verla en ese estado de ira reprimida, Mali da un paso
atrás y dice tratando de calmarla: Oye, Tisca, no te ves muy bien. ¿Por qué no
te compro algo para animarte? –asegura ofreciéndole la tarjeta.
Con la cara completamente roja por la ira, Tisca se
dispone a colocarle las manos en el cuello –¡Yo te voy a enseñar cómo me puedo
animar!
En eso, el vagabundo de hacía un rato se acerca a ellos
para agradecerle a Mali.
-Le agradezco mucho lo que ha hecho por mí, joven. No
había probado alimento en todo el día, y gracias a usted no me moriré de
hambre, al menos el día de hoy.
Tras escuchar esto, la furia de Tisca parece disiparse, al igual que el gentío que se
encontraba a su alrededor al ya no satisfacer los deseos de la gente.
-Parece que te juzgué mal –le dice Tisca a Mali,
poniéndole la mano en el hombro en señal de reconciliación-. Tal parece
aprendiste una buena lección después de todo.
-¡Gracias Tisca! –le responde Mali alegremente.
Entonces un empleado del supermercado le hace llegar algo
a Tisca. –Esta es su cuenta señorita.
Cuando Tisca lo toma en sus manos, una larga factura se
desenrolla hasta tocar el piso.
Tisca entonces se deja caer de rodillas, desconsolada.
-¡Mi madre me va a matar!
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