28 octubre, 2017

Una historia de la jungla: Capítulo 12


En el capítulo 12, y con una pequeña ayuda de Tisca y sus amigas, Mali aprenderá el verdadero valor del dinero en la vida moderna, entre otras cosas…




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Algo llamado dinero

Es el comienzo de un nuevo día, y a diferencia de lo que parece volverse una costumbre en la mansión, Tisca despierta de buen humor, estirando los brazos, todavía recostada en su cama para luego abrir las ventanas de su habitación y darle la bienvenida al sol. –¡Por fin es fin de semana! –exclama con alegría a los cuatro vientos.

Más tarde, ya arreglada y vestida baja al primer piso y saluda a su madre con buen ánimo. –Buenos días, querida. Esta mañana te ves de muy buen humor –la saluda su madre.

-¡Claro que lo estoy! ¡Es un hermoso día, es el inicio del fin de semana, y lo mejor de todo: pienso pasar todo el día en el centro comercial con mis amigas!

Luego de darle un beso en la mejilla a su madre, se da la vuelta en dirección de la puerta hasta que escucha a su progenitora llamarla. -¿No se te olvida algo, querida?

-¡Es verdad! –entonces regresa con ella y extiende sus manos, esperando que su madre le entregue algo-. Hoy es día de mi mesada –le dice gentilmente sosteniendo una enorme sonrisa.

-No, cariño, me estaba refiriendo a Mali –dice al tiempo que toma al chico, que estaba en los alrededores y lo coloca en medio de ellas.

-¡¿Qué?! ¡Pero se supone que vamos a ir de compras!

-En ese caso, ¿no quieres tu mesada?

La molestia inicial de TIsca se desvanece de inmediato al ver un gran fajo de billetes que su madre saca de su bolsillo para entregárselo. -¡Gracias, mamá!

-Oh, y también hay un poco para ti, Mali –entregándole otra cantidad similar de billetes.

Poco después ambos suben a la limusina para ir al centro de la ciudad.

Ya en el auto, Tisca cuenta el dinero, y cuando termina da un suspiro de alegría. –Mi madre es una persona muy gentil, ¿no te parece Mali…? ¿Mali?

Ella se vuelve hacia Mali, que le responde tardíamente con la boca llena de los billetes que le acaban de entregar. –Oye, Tifca, esftas hofjas no faben muy bien –pronuncia con dificultad.

-¿¡Pero, qué haces?! –lo reprende quitándole los billetes del interior de la boca, y acto seguido extiende uno de los billetes, el cual se encuentra completamente mojado y escurriendo saliva. Ella lo arroja al asiento de inmediato con repudio. –Estas no son hojas, ¡es papel moneda!

-Y yo que pensaba que eran hojas comestibles, con el hambre que tengo… ¿Oye Tisca, y qué es eso de papel moneda?

-¿Bromeas? ¡Es dinero! ¿A caso no conoces el dinero?

Mali se pone pensativo durante un momento. –No, creo que no…

-El dinero se usa para cambiarse por bienes o servicios. ¿A caso no usan dinero en donde tú vives?

-En realidad, siempre que nos hace falta algo cambiamos cosas por otras cosas, por ejemplo, Tiko –a quien alza con las manos en el acto- ...vale aproximadamente un canasto de frutas y dos costales de harina.

-Ya veo… –responde, extrañada.

-Recuerdo haber escuchado decir a mi padre que en las grandes ciudades se usaba el dinero, pero no me queda claro cómo es que estos pedazos de hojas sirven para conseguir cosas.

-¡Es fácil! Te lo voy a demostrar. Sasbury –le ordena al conductor- hagamos una parada en el próximo restaurante de comida rápida.

La limosina pronto hace una parada en el servicio de automóviles de un restaurante de una cadena de comida rápida. Tisca entonces baja la ventanilla para hacer el pedido a través del micrófono.

-¿Qué te gustaría comer? -pregunta, dirigiéndose a Mali.

-¡Lomo de antílope y un plato de larvas bien asadas! –responde sin chistar.

-¡Aquí no venden eso! –le espeta.

-¿No hay antílope ni larvas? ¡Pero si son deliciosas! ¿Entonces, qué venden?

–Olvídalo, mejor yo pido por ti. –Acto seguido se acerca al intercomunicador-: Quiero una hamburguesa con todo incluido, y también un helado, por favor.

Al fondo, Mali y si mico observan con intriga a Tisca hacer el pedido. -Oye, Tisca. ¿Con quién hablas? No hay nadie allí.

-Ya lo verás –le responde con un guiño.


Pasados unos minutos la limusina avanza para recoger el pedido, y una vez Tisca toma los alimentos saca grácilmente de su cartera una reluciente tarjeta de crédito, la cual entrega a la empleada, finalmente y con aire profesional firma el recibo con una pluma antes de que la empleada le devuelva su tarjeta.

-¿Qué es eso? Pensé que ibas a usar dinero –pregunta Mali.

-Esta es una tarjeta de crédito. Sirve exactamente igual que el dinero, pero uno no tiene que estar cargando con billetes y monedas a todas partes –dice, mostrándoselas al chico y al mico, que parecen impresionados por la explicación.

-¡Entonces, esta pequeña cosa es mágica! –concluye Mali.

-Algo así. El dinero no lo es todo en la vida, pero puede hacer feliz a mucha gente –asevera Tisca mientras comienza a lamer su helado y le entrega la hamburguesa a Mali.

Mali toma el alimento con alegría y se la zampa mientras que el mico hace lo propio con las papas fritas.

La limusina pronto se detiene frente a la enorme entrada del centro comercial, en donde ya los esperan las amigas de Tisca. –¡Brenda, Caris! –las saluda ésta, pero en vez de saludarla pasan de largo para saludar a Mali, quien el repentino interés lo toma desprevenido.

-¡Qué bien, trajiste a Mali contigo! –exclama su amiga Brenda.

-¡Y también trajo a su mascota! –contesta Caris, que no aparta la vista del mono que descansa en hombros de Mali-. ¡Qué lindo! ¡Es tan peludo! ¡Parece un muñeco!

La actitud de sus amigas incomoda a Tisca –Sí, a mí también me da gusto verlas –dice con sarcasmo y una sonrisa forzada al ver que es ignorada por ellas.

Una vez el grupo ha entrado al centro comercial, Mali se sorprende de lo espacioso y concurrido del lugar.

-¿Ya habías estado en un centro comercial antes, Mali? –le pregunta Caris a Mali al notar su expresión de asombro mientras caminan por la entrada principal, que está decorada por una enorme fuente, cerca de la entrada principal.

–Estuve una vez aquí cuando recién llegué, pero hasta ahora no me había dado cuenta de lo grande que es este lugar la primera vez que vine. ¡Parece una cueva enorme! 

-Es normal, un sitio tan concurrido como un centro comercial debe ser un lugar muy amplio para que las personas se sientan a gusto en él –repone T isca.

-Oye, Tisca, ¿qué es lo que se hace en un centro comercial, además de comprar ropa? –inquiere Mali

-Ah, pues muchas cosas –responde Tisca en tono pensativo-, por ejemplo, con el dinero que nos dio mi madre podemos comprar todo lo que queramos, como electrónicos, muebles, regalos, accesorios para el hogar, joyas, y si uno está aburrido, también se pueden ver películas, jugar juegos de video, comer pizza…

Entonces se da cuenta de que tanto Mali continúan caminando, dejándola atrás.

-¡Oye, Mali, vamos a divertirnos! -sugiere Caris, la chica de lentes.

-¡Ya sé! Llevémoslo a los go-karts.

Así, los cuatro, mono incluido van a la pista de go-karts, en donde las chicas montan sus vehículos problemas, uniéndose al resto de conductores, y cuando es el turno de Mali el hombre que le entrega el vehículo le abrocha el cinturón, le coloca el casco y le indica pisar el acelerador, algo que Mali hace con exceso de fuerza, provocando que el auto arranque velozmente fuera de control sólo para segundos después escucharse el sonido del kart impactarse.

Más tarde, el grupo entra a una tienda de productos exóticos en donde las chicas se entretienen apreciando las antigüedades y los libros. Mali queda fascinado por una escultura de un dragón. Entre tanto Tiko, el mono de Mali se introduce en el interior de una armadura por la que más tarde Tisca pasa de largo. Justo en ese momento el mono agita la armadura haciendo que el casco caiga estrepitosamente, algo que la asusta. No es sino hasta que ella ve al mono salir de la armadura que su temor se transforma en enojo y termina por perseguir al mico por toda la tienda causando estragos.

Poco después hacen una parada en el cine, en donde las chicas deciden ver una película de terror, pero una vez dentro tanto las chicas como el mono quedan aterrados cuando aparecen los monstruos en el filme. En cierto momento el terror de Tisca llega a ser tal, que se aferra al brazo de Mali, quien parece más confundido por el comportamiento de ella que aterrado. Tiko, por su parte se cubre la cabeza con el recipiente de palomitas de maíz.

Poco después el grupo sale de la oscura sala del cine para regresar al centro comercial.

-Bueno, ahora entiendes para qué sirve el dinero –le pregunta a Tisca.

-Creo que sí –responde en tono pensativo luego de unos segundos.

-¡Miren eso! –dice repentinamente Brenda, señalando un anuncio sobre un concierto que anuncia a un grupo cantando dentro del centro comercial. ¡Son una banda de rock!

-Suena divertido, ¿qué dices, Mali? –pregunta Tisca a Mali, volviéndose hacia donde estaba él momentos antes sólo para darse cuenta que en ese momento éste se encuentra con la cabeza hundida en el agua, bebiendo de la fuente del centro comercial al igual que su mono, como si se tratase de un estanque. De inmediato Tisca corre hacia él y lo aparta de ahí para reprenderlo: -¡No bebas esa agua!

-Es qué tenía sed por comer tantas palomitas de maíz –repone afligido a modo de disculpa.

Resignada, Tisca toma algunos billetes de su bolsillo y se los entrega a Mali –Toma, cómprate una bebida en la sección de comida.

-¿No vas a venir conmigo? –le pregunta Mali al ver que ella y sus amigas se alejan en dirección contraria.

-Si hacemos eso nos perderemos del inicio de la función. Sólo pide una botella de agua al vendedor. Nos veremos en el concierto –se despide Tisca para después dejarlo solo.

Mali entonces se dirige a la sección de comida acompañado de su mono, tal como ella le indicó. Una vez allí, se acerca a un expendio de comida, en donde el amable encargado le pregunta qué es lo que quiere. –Una botella de agua, por favor.

El dependiente no tarda en entregarle lo que pidió, por lo que Mali toma la botella y se dispone a marcharse, algo que el hombre le impide.

-¡Espera, muchacho! ¡Tienes que pagarme!

-Es verdad, Tisca me dijo que para eso era el dinero –dice para sí mismo, entregándole al hombre un manojo de billetes de gran denominación para después marcharse frente a la atónita mirada del dependiente.

En eso, un vagabundo que acababa de ver la escena se acerca a Mali y le pregunta: -Disculpe, joven, ¿no sería tan amable de comprarme algo para comer?

Mali accede, y ambos regresan al expendio de comida, en donde se repite la escena. Finalmente y con una charola repleta de comida, el hombre se despide de Mali alegremente antes de disponerse a comer sus alimentos.

Nuevamente, Mali se dispone a retirarse para reencontrarse con Tisca y sus amigas hasta que es interceptado por una mujer mayor. –Perdone, ¿no sería tan amable de regalarme un poco de dinero?

Mali entonces recuerda las palabras de Tisca: “El dinero no lo es todo en la vida, pero puede hacer feliz a mucha gente”.

-Claro, será un placer –dice alegremente al tiempo que le entrega a la mujer un fajo de billetes.

La anciana apenas se ha retirado cuando una niña pequeña tira de las ropas de Mali. -¿Me compras un helado?

Mali entonces se da cuenta que ella no es la única, y que a su alrededor se ha formado un pequeño grupo de niños que parecen esperar lo mismo.

Para ese momento una pequeña concurrencia se ha formado alrededor de Mali, pidiéndole toda clase de favores, desde pedirle prestado dinero o pedirle que él les compre todo tipo de cosas. Mali cede gustoso a los deseos de la concurrencia hasta que el dinero se le agota, lo que entristece al gentío cuando Mali les hace ver que se le ha agotado el dinero. -¡Esperen, tengo una idea! ¡No se vayan, ahora regreso!

Mali entonces corre a donde Tisca y sus amigas, que en ese momento se encuentran disfrutando del espectáculo en medio de una concurrencia formada por asistentes del centro comercial.

-Oye, Tisca, se me acabó el dinero. ¿Podrías prestarme tu tarjeta de crédito un momento?

Ella, que en ese momento se encontraba absorta en la escandalosa melodía apenas lo escucha, por lo que sin pensarlo mucho Tisca saca de su bolso su tarjeta de crédito y se la entrega sin más. –Claro, aquí tienes.

Mali entonces regresa con el grupo de desconocidos, que para ese entonces ha crecido significativamente. –Muy bien, ¿quién es el siguiente? –pregunta Mali al gentío.

-¡Yo quiero un auto último modelo! –grita un hombre

-¡Y yo quiero un poni! –exclama una chica

-¡Yo quisiera una dentadura de oro! –grita un anciano.

-¡Yo quiero mí propio jet privado! –dice otro.

Mientras tanto, Tisca y sus amigas continúan en la función de rock y de pronto se dan cuenta de que el público que momentos antes estaba con ellas ha desaparecido casi en su totalidad.

-Oigan chicas, ¿no les parece raro? –Inquiere Tisca al mirar en todas direcciones-. ¿A dónde se habrá ido toda la gente que estaba aquí hace un minuto?

-Tal parece que se han ido allá –señalando Brenda hacia un crecido grupo en la lejanía.

-Qué raro, ¿será que están ofreciendo otro espectáculo?

-¡Vamos a averiguarlo! –las anima Caris.

Sin perder tiempo las tres se dirigen hacia la multitud abriéndose a empellones hasta que finalmente llegan a donde se encuentra Mali, que no deja de pasar la tarjeta de Tisca por lectores de tarjetas que dependientes de todo el centro comercial mientras estos hacen fila frente a él.

-¡Pero, qué está pasando aquí! –exclama Tisca con sorpresa.

-¡Estoy compartiendo felicidad con esta gente! –admite Mali con alegría.

-¿¡Qué, qué?! –responde ella, incrédula.

-Es verdad lo que dijiste. Esta cosa tan pequeñita –haciendo referencia a su tarjeta-, ha hecho feliz a toda esta gente. ¡Debe ser mágica!

Tisca permanece en silencio por un momento tratando de controlarse –Exactamente, ¿cuánto gastaste?

Al verla en ese estado de ira reprimida, Mali da un paso atrás y dice tratando de calmarla: Oye, Tisca, no te ves muy bien. ¿Por qué no te compro algo para animarte? –asegura ofreciéndole la tarjeta.

Con la cara completamente roja por la ira, Tisca se dispone a colocarle las manos en el cuello –¡Yo te voy a enseñar cómo me puedo animar!

En eso, el vagabundo de hacía un rato se acerca a ellos para agradecerle a Mali.

-Le agradezco mucho lo que ha hecho por mí, joven. No había probado alimento en todo el día, y gracias a usted no me moriré de hambre, al menos el día de hoy.

Tras escuchar esto, la furia de Tisca parece disiparse, al igual que el gentío que se encontraba a su alrededor al ya no satisfacer los deseos de la gente.

-Parece que te juzgué mal –le dice Tisca a Mali, poniéndole la mano en el hombro en señal de reconciliación-. Tal parece aprendiste una buena lección después de todo.

-¡Gracias Tisca! –le responde Mali alegremente.

Entonces un empleado del supermercado le hace llegar algo a Tisca. –Esta es su cuenta señorita.

Cuando Tisca lo toma en sus manos, una larga factura se desenrolla hasta tocar el piso.

Tisca entonces se deja caer de rodillas, desconsolada. -¡Mi madre me va a matar!

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