09 febrero, 2018

Una historia de la jungla: Capítulo 17


Finalmente el capítulo 17 de Una historia de la jungla está aquí trayendo problemas a Mali. ¿Que clase de problemas? Basta con leer el título de hoy, "Un peludo embroyo" para darse una idea... más o menos. Lo unico cierto es que si quieres saber que es lo que le espera a nuestros personajes tendrás que leerlo.





Un peludo embrollo

La señora Brisk está de buen humor, pues el clima es bueno, y la mansión se encuentra en relativa tranquilidad, lo que le permite hacer sus deberes en paz. Ahora su preocupación más inmediata es encargarse de recoger la ropa sucia del sótano de la mansión para llevarla al cuarto de lavado, pero cuando ella se inclina para recoger la primera prenda lanza un grito y da un respingo al ver el rostro del joven Mali escondido en medio de la ropa, al igual que el de su mascota.

-¡Joven Mali, qué hace allí escondido!

Mali se apresura a responderle rápidamente bajando la voz. -Me escondo de Tisca. Como mi cabellera ha vuelto a crecer, ¡Tisca quiere cortarme el cabello!

En eso, se puede escuchar a alguien acercarse con paso veloz, por lo que Mali decide trepar por el conducto de la ropa sucia apoyando sus extremidades sobre las paredes. Su mono lo sigue haciendo lo mismo.

-¡Te encontré! -grita Tisca cuando llega al lugar, sólo para encontrarse con una señora Brisk muy sorprendida.

Entre tanto, Mali y Tiko salen del conducto y corren por el pasillo camino a la escalera principal que da a la salida. -¡Lo logramos, Tiko! -dice con alivio al mono sin dejar de correr, pero cuando llegan a la escalera se encuentran con la gata de Tisca, que en esos momentos se ve muy enojada y en actitud amenazante, mostrándoles sus afiladas garras. Tanto Mali como Tiko intentan detenerse, pero la alfombra que decora el pasillo les hace derrapar haciéndolos caer estrepitosamente de cara al suelo antes de poder hacerlo. No pasa mucho tiempo para que Tisca escuche el alboroto desde abajo y comience a subir por las escaleras.

Sin perder tiempo, Mali y Tico se levantan rápidamente regresan por donde vinieron, de vuelta al pasillo, en donde terminan escondiéndose en la regadera del baño del segundo piso, que está cubierta por una elegante cortina. Por un momento ambos respiran tranquilos luego de haber burlado a Tisca y a su mascota por segunda vez.

-Aquí estaremos a salvo. El cuarto mojado que ellos llaman baño es el último lugar en el que Tisca nos buscaría.

De pronto se escucha la puerta del baño abrirse lentamente. Aterrados, el chico y el mono observan la silueta de Tisca acercarse. Rápidamente Mali cubre la boca del mono para evitar que éste haga algún ruido que los delate y contiene el aliento. Finalmente, y después de lo que les parece una eternidad, la silueta de Tisca da media vuelta y se marcha de vuelta al pasillo.
Tanto Mali como su fiel mico  pueden respirar nuevamente con tranquilidad. -¡Creo que nos salvamos! -asegura Mali.

Repentinamente la cortina se abre de golpe con Tisca sosteniendo unas tijeras al tiempo que les lanza una mirada siniestra. Segundos después se puede escuchar a Mali y a su mono gritar a todo pulmón a causa de la impresión.

Más tarde, ese mismo día, Mali es obligado a sentarse en una silla de peluquero envuelto con un protector que cubre su cuerpo, dejando expuesta sólo su cabeza. A su lado, Tisca le muestra unas tijeras que no deja de abrir y cerrar frente a su rostro. -Ni creas que lo he olvidado: ¡Es fin de mes, y eso significa lo que es día de cortarte el cabello!

Dicho esto, Tisca procede a inclinar la silla en donde Mali se encuentra sentando para después aplicarle agua y shampoo en su alborotada cabellera antes de comenzar a restregarla vigorosamente, entonces procede a enjuagar, secar y comienza a cortar con manos hábiles la cabellera de Mali hasta darle forma. Él se deja cortar dócilmente, aunque con expresión de fastidio.

Una vez Tisca termina de arreglarle el cabello, endereza la silla, lo peina y le muestra el resultado a Mali a través de un espejo. Es entonces que Mali es capaz de contemplar su reflejo sin asomo entusiasmo durante unos segundos antes de que Tsica se lo retire. -¡Quedaste muy bien! -lo halaga, aunque sus palabras no parecen subirle el ánimo a Mali.

-Preferiría mi cabellera al natural -le reprocha, lo que provoca una nueva discusión entre ellos.

-¡Ya te dije que de ningún modo voy a permitir que andes por ahí desaliñado! En especial si la gente sabe que vives con nosotros. Puedo tolerar muchas cosas, ¡pero una de ellas no es la desfachatez!

Al ver que Mali sigue molesto con ella, Tisca cambia su actitud por una más positiva. –Además, ¡no te ves tan mal! ¡Hasta arreglé a Tiko para que se vea tan bien como tú! –le asegura colocando al mono a su lado, que comparte la misma expresión de fastidio que Mali y ahora tiene el pelaje arreglado, perfumado, y luce un sombrero de copa y un moño rojo a su medida.

-¡Los dos se ven taaan lindos! -exclama ella al verlos, lo que provoca risa a su gata, que en esos momentos se encuentra echada no muy lejos de allí observando la escena-. Bien, ya pueden retirarse -les anuncia finalmente ella.

Esa noche, Mali se encuentra en su habitación con su mascota mientras busca algo dentro de una gran maleta. -No lo entiendo... ¡estaban por aquí en alguna parte!

Tiko lo observa con creciente interés hasta que finalmente le muestra un frasco al mono. -¡Aquí están! ¡Sabía que me serían de ayuda si traía unas cuantas conmigo!

Una vez se da cuenta que su mono no comprende sobre lo que habla Mali continúa: -Estas son semillas de una planta que nos hará recuperar el cabello perdido en sólo una noche -le explica-. Sólo tenemos que comer un puñado, y mañana despertaremos teniendo nuestras cabelleras de siempre. ¿Qué dices? ¿Quieres probar una?

En respuesta, el mono reacciona positivamente con gritos y aplausos. Una vez que ambos han comido unas cuantas semillas se disponen a acostarse. -Con eso será suficiente. ¡Descansa, Tiko!- Se despide antes de apagar las luces como mejor sabe: arrojando piedras a la lámpara de su habitación hasta romperla.

A la mañana siguiente Mali se despierta y es su costumbre, se dirige al baño. Tras abrir la puerta, se dispone a cepillarse los dientes entreabriendo los ojos, pero para su sorpresa nota que su visión es obstruida por algo que hay frente a sus ojos. Mali se ve obligado a hacer a un lado una espesa melena que le cubre los ojos para poder verse en el espejo. Es entonces que cae en cuenta que no sólo su cabeza, sino que todo su cuerpo se encuentra cubierto de grueso pelaje.

Su grito de sorpresa no tarda en despertar a su mascota, ahora convertida en una bola de pelos cuya cola es lo único que sobresale de ésta.

-¡¿Qué nos pasó, Tiko...?! A lo que el mono responde con sonidos gesticulares que él parece entender. -¿Las semillas dices? ¡Pero esto no debería habernos pasado! -continúa Mali-. No lo entiendo... Tal vez nos excedimos con las semillas. Como sea, ¡no podemos dejar que Tisca nos vea así!

Apenas ha dicho esto se escucha a la señora Brisk tocando a su puerta para anunciarle que el desayuno ya está servido.

Tanto el muchacho como el mono se miran con angustia entre sí a través de su espesa capa de pelaje.

Minutos después, Tiko es el primero en bajar por las escaleras hacia el comedor, en donde Tisca y su gata se encuentran tomando sus alimentos de la mañana. Tisca parece demasiado absorbida jugando con la pantalla de su teléfono como para notarlo pasar, por lo que, sin perder tiempo, tanto el mono como Mali aprovechan su falta de atención para acercarse con sigilo y llegar a sus asientos, pero cuando el mono pasa junto a ella, ésta nota de inmediato su presencia.

-Hola, mono -lo saluda distraídamente sin apartar la mirada de su teléfono.

Por unos instantes el animal se queda petrificado, pero al notar que la chica no se ha dado cuenta de su condición, reanuda rápidamente la marcha hasta su plato en un rincón de la gran habitación del cual empieza a devorar fruta. Llegando el turno de Mali, éste imita a su mono y trata de pasar lo más sigilosamente posible junto a ella, y para ello idea pasar gateando a su lado para pasar desapercibido. La treta parece darle resultado al principio, pero cuando está a punto de llegar a su asiento en la mesa, ella le habla: -Hola, perro.

Mali se le queda viendo unos instantes, inmóvil, en espera de una reacción, la cual no tarda en llegar: -Un momento... nosotros no tenemos perro... asevera ella en el momento que vuelve su atención hacia Mali, a quien confunde con una especie de monstruo, lo que la hace saltar de su silla, pegar su cuerpo a la pared y respirar agitadamente.

Al ver su estado, Mali se apresura a saltar sobre ella y cubrirle la boca antes de que pueda gritar. -¡Tranquila! ¡Soy yo, Tisca!

-¿M-mali? -inquiere con voz temblorosa, para luego repetir su nombre con aire molesto. -¡¡Mali!! ¿¡Qué rayos te pasó!?

-¡Nada! -le asegura soltando una risa nerviosa-. No te preocupes, fue sólo un pequeño accidente.

-¡¿Cómo que un pequeño accidente?! -le espeta al borde de la histeria- ¡Ya te viste en un espejo!

En eso, se escucha la voz de Acanta dándole a su hija los buenos días por detrás, lo que toma a ambos por sorpresa. -¡Hola mamá! -le contesta nerviosamente.

Inmediatamente Acanta nota la presencia de Mali, pero para sorpresa y alivio de ambos, ella no parece reconocerlo. -No sabía que todavía jugaras con osos de peluche, hija.

-¡Sí! ¡Me encantan estas cosas! -le asegura a su madre al abrazar a Mali como si se tratara de un muñeco de tamaño natural.

-¿Qué es un oso de pelu...?

Antes de que su madre lo escuche, Tisca aprieta con fuerza a Mali, provocando que su espalda se arquee, sus huesos crujan y sus ojos se salgan de sus cuencas por la repentina presión, dejándolo sin aire e incapaz de hablar.

-¡Bueno, ya tengo que irme! Te veo luego, mama! -se excusa Tisca de su madre, llevándose al maltrecho Mali a rastras.

Una vez ambos llegan a la habitación de Mali, Tisca finalmente le permite hablar: -Muy bien, no sé de donde conseguiste ese disfraz tan feo de pie grande, ¡pero tienes que quitártelo ahora mismo! -lo amenaza Tisca tirando de su cabello con fuerza.

Sin poder detenerla, Mali se limita a gritar cada vez que ella tira de sus cabellos con fuerza. -¡Espera, Tisca, deja que te explique! ¡Esto no es un disfraz, es mi cabello!

¡¿Me estás tomando el pelo?! ¡Puede que vengas de la jungla, pero te ves como un cavernícola! Además, ¡ayer te dejé presentable! -insiste ella, pero tras comprobar que no puede quitarle el cabello del cuerpo a la fuerza, finalmente desiste-. ¡No mientes! ¡Sí es tu cabello! ¿Cómo es que...? Olvídalo, no quiero saber... Ahora lo importante es regresarte a la normalidad.

Dicho esto, Tisca sale a toda velocidad de la habitación sólo para volver instantes después con una rasuradora eléctrica en las manos. Apenas verla, Mali comienza a ponerse muy nervioso.

-¡Espera! ¡Tisca!

Antes de que pueda hacer alg,o Tisca se lanza sobre su rostro con la rasuradora encendida y comienza a cortar grandes mechones de cabello haciendo movimientos rápidos. No es sino hasta que ha dejado todo el frente de su rostro sin un solo cabello y puede verle claramente la cara es que se detiene. -¡Listo! -asegura ella con orgullo-. Ahora el resto del cuerpo. No estuvo tan mal. ¿Verdad?

Tisca no termina de decir la frase cuando en eso se da cuenta que todo el cabello que hacía unos segundos había removido de Mali ha regresado a su rostro en un parpadeo.

-¡¿Pero qué?!

Acto seguido, Tisca remueve nuevamente el cabello facial de Mali con la misma destreza y rapidez que antes sólo para darse cuenta que el cabello regresa tan rápido como ella lo corta, por lo que sin inmutarse, Tisca vuelve a la carga múltiples veces. Cada vez que Tisca corta la barba y el bigote de Mali, estos regresan cambiando su forma y estilo: una gruesa barba estilo ruso, un grueso bigote estilo italiano, una barba y bigotes finos como los de un villano de película antigua hasta que Tisca se da por vencido una vez su alborotado vello regresa uniformemente a toda su cara. En ese punto Tisca desiste. -No tiene caso... apenas lo corto, el cabello regresa.

-Eso trataba de decirte. Es inútil que trates de removerlo, Tisca.

-¿No me digas que te vas a quedar así para siempre?

¡Claro que no...! -el comentario de Mali parece tranquilizar a Tsica hasta que éste prosigue-: Estaré así al menos una semana.

-Tienes que estar bromeando -le responde, incrédula-. ¡Tienes que estar bromeando! ¡Si mi madre te ve así, de algún modo encontrará la forma para echarme la culpa!

-¡Vamos, no es tan malo! -le responde intentando animarla al tiempo que comienza a rascarse la espalda con el pie, lo que lo hace verse como un enorme perro pastor, algo que enfurece a Tisca.

-¡Ni creas que estoy cerca de darme por vencida tan fácilmente! -le asegura al tiempo que lo toma del brazo y se lo lleva consigo fuera.

Más tarde, la limusina los deja frente a un centro de belleza. Allí, Tisca conduce al confundido Mal al mostrador, en donde no parece haber nadie en la recepción salvo una extraña esfera de color carne del otro lado.

-Hola, ¿hay alguien aquí? -pregunta Tisca al no ver a nadie.

De repente la esfera se da vuelta revelando que esta es en realidad la redonda cabeza de una chica con una piel excepcionalmente lustrosa y sin un solo cabello salvo las pestañas, la cual los mira sin dejar de sonreír.

-¿En qué puedo ayudarte, pequeña? –pregunta la extraña chica a Tisca con un tono de voz que va atenuando gradualmente al término de cada frase, como si se tratase de un globo perdiendo aire.

-¿Quién eres tú? –le responde Tisca, extrañada.

-¡Soy la recepcionista del centro de belleza, por supuesto! -Al ver que Mali y Tisca no dejan de mirarla en silencio con asombro e incredulidad, la mujer de extraña apariencia continúa: -Ya sé, les extraña mi apariencia, ¿no es así? Las empleadas de este lugar tenemos que lucir bien presentadas y mostrar en todo momento lo bien que trabajamos con nuestros clientes.

Debido a la impresión e incredulidad, a Tisca le toma unos momentos responderle: -Bien, da igual... -¿Aquí hacen tratamiento de remoción de cabello?

-¡Por supuesto, niña! ¡Apuesto a que quieres lucir tan bella y radiante como yo!

-¡El tratamiento no es para mí, es para él! -le replica a la empleada, molesta- Quiero un tratamiento de cuerpo completo para él, por favor.

-Lo lamento -dice la empleada sin dejar de sonreír-, en este centro no damos servicio a hombres de las nieves ni a pie grandes. Es nuestra política.

-¡Él no es un hombre de las nieves, es un muchacho!

-En ese caso, síganme –dice la empleada después de disculparse, para luego conducirlos a la parte posterior del establecimiento.

Ambos siguen a la recepcionista, que los conduce hasta un cuarto, en donde ya los esperan dos empleadas del centro, y que a simple vista, son virtualmente idénticas en apariencia a la recepcionista.

-¡Santo cielo! -exclama una de las empleadas- Qué desastre, ¿no te parece? -expresa una de las empleadas en el mismo tono extraño que la recepcionista.

-Sí... Parece que tenemos un código rojo. Trae toda la cera que tengamos disponible.

Una vez una de las empleadas ha traído al cuarto un enorme barril de cera, preparan a Mali inmovilizándolo de los brazos mientras es sujetado entre una de las empleadas y Tisca al tiempo que la otra empleada se encarga de verter cera por todo su cuerpo. Sin oponer resistencia, Mali termina por probar un poco de cera vertida en uno de sus hombros. -¿Qué es esto...? ¡Hmmm! ¡Que dulce está!

-Sujételo firmemente y no lo suelte, señorita -le advierte una de las empleadas a Tisca, quien responde con un ademán afirmativo.

Confundido por los comentarios de la empleada, Mali alza la vista. Es entonces que nota que Tisca lo mira compasivamente y con los ojos llorosos en el momento en el que la empleada coloca una tira de papel en su pecho. -Malí, prométeme que serás fuerte. –le pide ella entre lágrimas.

-¿De qué hablas, Tisca? ¡Hace cosquillas! -le responde, ignorando lo que está a punto de pasar.

Por un instante, las empleadas contienen el aliento hasta que Tisca las autoriza a continuar con el procedimiento. La empleada entonces toma la tira entre los dedos y hala con fuerza. Una repentina sensación de dolor recorre el pecho de Mali al tiempo que una gran y poblada parte de su vello pectoral es retirado. Tan pronto como han terminado con la primera tira y sin darle tiempo de protestar, la empleada repite el proceso entre los gritos de agonía de Mali y los reproches de Tisca: -¡No lo hagas más difícil ¡Es pro tu bien! ¡Es la única manera de volverte a como estabas!

Los minutos pasan lentamente en la clínica. Media hora después, Tisca sale del cuarto de tratamiento acompañada por Mali, ahora con su acostumbrada cabellera salen del cuarto seguidas de las dos empleadas, cuyos uniformes están cubiertos por varias tiras pegajosas y repletas de cabello.

-Eso no estuvo tan mal, ¿o sí? -le pregunta a Mali mientras éste se toca una parte del brazo enrojecido con un dedo que ha humedecido con su propia saliva. Apenas toca su rojiza e hinchada piel, la saliva se transforma en vapor.

-Al menos debiste decir lo que planeabas hacerme -le reprocha éste con cierto resentimiento.

-Si te hubiese dicho desde un principio, te habría dolido más. Al menos el problema quedó resuelto -afirma en el momento en el que caminan frente a un espejo y se detienen a mirarse en él. De pronto, en un instante, del cuerpo de Mali vuelve a crecer un espeso vello que lo cubre en su totalidad.

-¡Qué pena! Parece que tenemos un codigo... ¿Qué sigue del rojo? -pregunta a una de las asistentes a su compañera al verlo y sin dejar de sonreír.

-Parece que tendremos que usar la máquina láser.

Por la mirada de Tisca y de las empleadas, Mali advierte que está en problemas de nuevo, por lo que trata de escapar, algo que no consigue puesto que las chicas lo capturan del cabello antes de que pueda ir muy lejos y lo regresan a rastras al cuarto de tratamiento. Momentos más tarde, potentes luces intermitentes salen del interior del cuarto, desde donde pueden escucharse los gritos de Mali después de cada explosión de luz...

Dos horas después Mali, ahora de apariencia normal, sale de la estética acompañado de Tisca y regresan a la mansión. Una vez allí, Mali regresa a su alcoba, en donde permanece en silencio mientras se frota su maltrecha piel. No muy lejos de allí le acompaña Tisca, quien lo mira lamentarse desde la cama. Tiko, que todavía se ha quedado como una bola de pelos móvil los acompaña.

-Me alegra que el tratamiento con láser haya dado resultado -comenta con alivio ella sin dejar de mascar algo entre dientes -...Al menos mi madre no se dio cuenta.

-Espero que no vuelva a crecerme el pelo de nuevo... –responde Mali con voz lastimera.

-¡Claro que no! -le asegura ella en tono optimista-. El tratamiento con láser es permanente-. Ahora sólo me preocupa Tiko. Ojalá no pase toda su vida como una bola de pelos andante.

-¡Descuida! El efecto pasará luego de unos días, quizás una semana.

-¿Cómo lo sabes?

En eso, Mali nota que Tisca come algo mientras conversan. -Por cierto, ¿qué estás comiendo?

-Oh, son sólo unas semillas de girasol que encontré en un frasco por aquí.

La sonrisa de Mali se borra de su rostro y él, junto con el mono retroceden hasta pegar sus cuerpos a la pared en señal de pánico y lo más alejado posible de ella.

-¿Qué sucede? Parece que hubieran visto un fantasma ustedes dos –pregunta al verlos actuar tan extraño.

-¡Tisca! ¿¡C-cuantas semillas te comiste!?

Ella lo piensa unos momentos tranquilamente hasta que finalmente le responde: -No lo sé, todo el frasco... -a lo que, tras observar su expresión de terror, continúa-. ¿Por qué? ¿Estaban guardando esas semillas para algo? Lo lamento, ¡es que me gusta mucho comer semillas de girasol como tentempié!

Al ver que Mali y el mono continúan temblando de miedo, Tisca intenta tranquilizarlos. -¡Descuiden! ¡Mañana les compraré una tonelada si quieren! ¡Esas semillas son fáciles de conseguir en la ciudad!

-¡Tisca! ¡No te enojes conmigo! ¡No es mi culpa lo que está a punto de sucederte! -en tono suplicante.

-¿De qué hablas? -insiste.

-¡Esas semillas...! ¡No eran de girasol!

-¿Qué dices?

-¡Esas semillas son para el rápido crecimiento del cabello! Si comes una, tu cabello crecerá un centímetro en una noche. ¡Si comes un puñado, te pasará lo que a mí, pero si comes un frasco entero...!

La voz de Mali se ve interrumpida por el sonido de cristal estrellándose contra el suelo en el momento en el que Tisca suelta el frasco de las semillas que había estado sosteniendo en manos, ahora vacío.

En ese momento el cielo se oscurece y el resplandor de un rayo ilumina el interior de la habitación. Tisca se pone de pie, con el rostro caído y da unos pasos al frente en dirección de Mali y su mono en silencio. Detrás de ella puede apreciarse como su cabello, antes sedoso y suave se vuelve erizado y acrespado, formando patrones de picos sin dejar de crecer. -Mali... -se le puede escuchar pronunciar a Tisca en el momento en el que un aura de energía y furia rodea su cuerpo. Para entonces, el cabello de Tisca ha crecido tanto, que las crestas de cabellos dorados ocupan un volumen cuatro veces mayor al de su cuerpo. Tisca alza el rostro para mirar a Mali, revelando unos ojos alimentados de furia que parecen brillar en la oscuridad de la habitación.

Tisca camina hacia él cada vez más aterrado Mali haciendo retumbar el suelo con cada paso, y cuando lo finalmente lo tiene al alcance, extiende su mano hacia ellos. Mali y el mono dejan escapar un grito, pero por un segundo Tisca se detiene, al igual que el crecimiento de su cabellera. Misteriosamente, la tormenta afuera también se desvanece, permitiendo que la luz vuelva a la habitación a través de las ventanas.

-¿Eh? ¿Se detuvo? -inquiere Tisca con sorpresa, habiendo olvidado su enojo por un momento.

De pronto, la mansión se ve cubierta en su totalidad por una repentina explosión de cabello rubio que cubre hasta el último rincón hasta desbordarse por todas las ventanas.

Desde la planta baja de la mansión puede escucharse la voz de Acanta llamar a su hija. –Tisca, cariño, ¿puedes venir un momento? Hay algo de lo que quiero hablar contigo…

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