En este nuevo capítulo, Mali conocerá a un nuevo personaje
después de que su mono causa disturbios en un mercado local.
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Amor a primera hogaza
Es un día como cualquier otro en la mansión, y Mali y
Tiko juega en el jardín para matar el aburrimiento. Mientras el mono corre
detrás de su dueño, Mali esquiva hábilmente al animal con movimientos que
rivalizan con los del simio.
-¡Vamos Tiko! ¡A qué no me atrapas! –alienta el chico
a su mascota.
Mali logra alcanzar la puerta principal por la que
irrumpe estrepitosamente seguido del mico sin darse cuenta de que por poco
tropieza con uno de los sirvientes de la mansión.
Por un momento, Mali se detiene frente a las escaleras
principales para hacerle muescas al mono. -¡Eres muy lento!
En respuesta, el mono se lanza sobre él barriéndose
sobre la alfombra momentos después de que Mali salta sobre su mascota hasta
alcanzar los candelabros del techo que usa para balancearse hasta llegar a
salvo al otro lado del pasillo. El mono no tarda en ir tras él hasta que de
pronto lo pierde de vista al llegar al borde de una ventana abierta. Es
entonces que una mano lo toma por la cola y lo sube hasta la azotea del
edificio. -¡Te gané de nuevo! -dice Mali a su mascota, quien no parece contento.
-¿Qué pasa? ¿Sucede algo Tiko?
El mono entonces abre la boca y la señala con el dedo.
-¿A caso te duele algo? -pregunta Mali, tratando de adivinar-. ¡Ya veo! ¡Tienes
hambre! Busquemos a la señora Brisk para que nos de algo -propone, dando un
salto al filo del edificio para luego dar una voltereta en el aire y entrar de
nuevo por la ventana. Pronto, hombre y mico llegan a la cocina en donde asoman
las cabezas al interior, encontrándola vacía. -Qué raro, no está aquí...
Mali y su mascota entonces se dirigen a la sala de la
mansión para encontrarse con Tisca, que en esos momentos está enfrascada con su
hermano Christoper en un juego de video de peleas en el que ambos compiten. En
el juego, el personaje que maneja Tisca: una princesa amazona recorre un mundo
fantástico al lado de un musculoso caballero que es manejado por su hermano
menor. En cierto momento, ambos llegan con el jefe del nivel, y Tisca es la
primera en perder una vida cuando el enemigo le dispara una bola de fuego. -¡No
puede ser! ¡Era mi última vida! ¡Christopher, regálate una de tus vidas!
-¡Claro que no! Eres muy torpe en este juego.
El comentario hace enfurecer a Tisca -¡Entonces le
diré a mamá quién fue el que gastó su colección de monedas antiguas en esa
máquina expendedora!
-¡Bueno, está bien! -accede el chico de mala gana.
-Oye, Tisca, ¿has visto a la señora Brisk? -interviene
Mali.
-Salío hace rato a hacer unas compras -le responde ella
distraídamente sin quitar la mirada del televisor mientras continúa jugando.
-…es que Tiko tiene hambre –insiste Mali.
-Busca algo en la cocina, debe haber fruta para él
ahí.
-No hay... y a decir verdad, yo también tengo hambre.
Podríamos comer insectos, pero como nos dijiste que eso no se hace en la
ciudad...
-¡Entonces ve a comprar algo! -le dice enfáticamente-.
Hay un mercado a unos kilómetros de aquí. Puedes pedirle a Sansbury que te
lleve.
En eso, el jefe en el juego de video vuelve a liquidar
al personaje de Tisca, por lo que ella le pide a su hermanito que le comparta
otra vida.
-¡Ni loco!
Los dos continúan discutiendo, dejando a Mali y a Tiko
mirándose el uno al otro con resignación. Más tarde, Mali y su mascota salen
caminando de la propiedad por su cuenta.
-Es mejor caminar de vez en cuando que usar una de
esas cosas que llaman autos, ¿no, Tiko? -le pregunta al mono al tiempo que éste
le responde asintiendo con la cabeza.
Así, Mali corre las calles con su fiel mascota
descansando en su hombro. No le toma mucho tiempo llegar a su destino: un
pequeño mercado ambulante en donde venden todo tipo de mercancías. Allí, a Mali
no tarda en llamarle la atención un puesto de frutas frescas. Él entonces se
dedica a elegir la mejor fruta que puede para su mascota, que sin darse cuenta,
se ha bajado de su hombro para esconderse entre la mercancía en busca de la
mejor y más jugosa fruta.
-...y quiero tres manzanas, y esa penca de plátanos.
-Con mucho gusto, hijo -le responde la amable
dependienta mientras pesa y coloca en una bolsa el encargo del joven cuando
repentinamente, de entre las naranjas se percata de una cola peluda que
sobresale de entre su mercancía. -¡Una rata! -exclama la señora con un grito,
en medio de un ataque de pánico.
Rápidamente, la señora de mediana edad toma un grueso
rollo de papel periódico y con todas sus fuerzas se dedica a aporrear
repetidamente la cola de Tiko, esto hace al mono salir huyendo de la fruta para
después perderse de vista entre la concurrida calle.
-¡Tiko, espera! -llama Mali al mono sin éxito luego de
que el animal se ha perdido de su vista, por lo que no le queda más remedio que
ir tras su búsqueda, dejando atrás a la exaltada vendedora con gran parte de su
mercancía desperdigada por el suelo.
-¡Mi fruta! -se escucha a la mujer lamentarse mientras
Mali se aleja sin prestarle atención.
A pesar de sus esfuerzos por alcanzar al mono, Mali
termina perdido entre las calles, viéndose obligado a hacer un alto para
orientarse en dónde se encuentra y de paso, mirar a los alrededores en busca
del mono perdido.
-¡A dónde se habrá metido ese mono travieso? -se
pregunta a sí mismo cuando siente que algo lo empuja a sus espaldas. Al
volverse, descubre que una persona ha tropezado con él, y su cargamento, dos
grandes costales de harina vuelan por los aires hasta dar al suelo, regando su
contenido. Mali entonces reacciona a tiempo y consigue salvar el tercer costal,
el cual atrapa en el aire y con una sola mano. Es entonces que se da cuenta que
la persona que había tropezado con él resulta ser una chica de más o menos su
edad, pero tan bajita, que su cabeza apenas le llega a Mali al pecho. La chica
observa con asombro a Mali volar por los aires y atrapar el costal, para
finalmente caer grácilmente al suelo con el costal de harina que cargaba
intacto.
Una vez ha puesto a salvo la carga, Mali presta
atención a la chica, todavía tumbada en el suelo, quien desde su perspectiva
observa a un joven apuesto de piel bronceada y de cuerpo atlético acercarse a
ella y tenderle la mano.
-¿Estás bien? ¡Discúlpame, no te vi! Estaba demasiado
ocupado buscando a mi mascota, ¿la has visto?
-¡Qué hombre tan fuerte! -exclama la chica sin poner
atención en las palabras de Mali.
Dejando el pesado bulto a un lado, Mali ayuda a
levantar a la chica, y después de un incómodo silencio en el que ella no le
quita los ojos de encima, Mali le pregunta si se encuentra bien por segunda vez.
-Estoy perfectamente. Me llamo Emilie. ¿Cómo te
llamas?
-Soy Mali.
-¿Tu nombre es Mali? ¿Tú cómo te encuentras? ¿Estás
bien? ¿No estás herido? -le pregunta la chica a Mali para luego pasearse
alrededor de él, inspeccionando su cuerpo minuciosamente.
-¡Estoy bien, estoy bien! Gracias por preocuparte -le
responde él forzando una sonrisa incómoda ante su extraña actitud.
De pronto ella insiste en que la acompañe a su tienda
para cerciorarse de que en verdad se encuentra bien, a lo que Mali trata de
resistirse amablemente. –Ya te dije que estoy bien, ¡de verdad! El que me
preocupa es mi mono mascota, Tiko. No debe estar muy lejos…
-¡Debe estar en mi tienda! -se apresura a decir Emilie-.
¿Sabes? Yo me dedico a hacer panes, y hace poco metí al horno panecillos de
banana. ¡Anda, ven conmigo! -insiste.
Mali está a punto de rechazar su oferta cuando detrás
de la chica alcanza a ver a la enojada vendedora de frutas acompañada de un
policía, aparentemente buscándolo a él y a su mono. -¡Está bien! ¡Vamos! –responde
éste tomando a la chicha y alejándose del lugar con ella.
No lejos de allí, subido en un poste de luz, Tiko
observa la escena en el momento en el que Mali se va acompañado de Emilie.
Poco después Emilie conduce a Mali a una modesto pero
acogedor negocio del que destaca la figura de plástico un hombre rechoncho que
lleva puesto un uniforme de panadero frente a la puerta. Una vez allí, a chica
se vuelve hacia Mali y le dice con entusiasmo: -Te agradezco mucho por haber
salvado ese costal de harina. Quisiera compensarte por tu generosidad. ¿Te
gustan los panes de canela? -antes de que él pueda contestar, ella continúa con
su monólogo-. Adiviné, ¿no es cierto?
Mientras la chica se pierde en la parte trasera de la
tienda, Mali tiene oportunidad de inspeccionar el lugar. La repisa de la tienda
se encuentra llena de apetitosas piezas de pan, algunas dulces, otras con pan
salado y especias, cuyo aroma no tarda en despertar en Mali el apetito. Es
entonces que nota algo caminar junto a sus pies, por lo que, creyendo que se
trata de su mono lo llama por su nombre. Pronto se da cuenta que el animalito
no es un mono, sino un puerquito rosado, el cual lo observa con ojos
inquisitivos mientras le olisquea el zapato como si fuese un perro.
-Hola, amiguito. ¿Tú también tienes hambre? ¿Estás
perdido?
-Veo que ya conociste a mi mascota, Pigin -comenta Emilie
cuando regresa de la trastienda con una charola de panes, no es hasta entonces
que se da cuenta, no sin sorpresa que tanto Mali como el cerdito están
comiéndose la mercancía de los aparadores.
Asumiendo que la chica se pondrá furiosa a causa de su
comportamiento, Mali esconde una pieza de pan que estaba a punto de llevarse a
la boca para que no lo descubra, pero por las prisas no se da cuenta que tiene
toda la cara llena de migajas y las mejillas infladas de tanto alimento, pero para
su sorpresa, en vez de molestarse, la chica se limita a hacer un comentario sin
dejar de sonreír: -¿A ti también te gustan esos panes? ¡Eran los favoritos de
mi padre! Te pareces mucho a él, ¿sabes?
Mali en tanto, se dedica a tragar el pan que tiene en
la boca sin dejar de parpadear con incredulidad.
Entre tanto, Tiko logra regresar a la mansión, en
donde encuentra a Tisca y a Christopher todavía frente al televisor jugando
juegos de video.
El mono se para frente al televisor e intenta
desesperadamente captar su atención, pero la pantalla es tan grande que ellos
no le hacen el menor caso. Finalmente, el mono intenta saltar lo más alto
posible sin dejar de gritar, lo que provoca que Tisca le lance un cojín en la
cara.
De vuelta en la panadería, Mali sostiene una
conversación con Emilie mientras éste devora su enésima pieza de pan. -... y es
así como llegué a vivir a la ciudad.
-¡Qué interesante! Debe ser fascinante vivir en la
jungla.
-¡Claro que sí! También me gusta vivir en la ciudad,
aunque he de admitir que sigo extrañando mi hogar… Dime, ¿no vive nadie más
contigo? ¿A caso vives sola?
-Así es... Hace unos cinco años solía vivir con mi
padre. Cuando él y yo nos mudamos a este país no teníamos nada, pero mi padre
trabajó duro todos los días elaborando pan hasta que finalmente pudo comprar
este lugar, fue entonces que nos establecimos aquí, y desde que él murió yo
sola tuve que continuar con su labor.
-Estoy sorprendido. ¡No pensaba que alguien como tú
supiera cocinar tan bien y llevar sola un negocio como este!
-¿Te parece? ¿Sabes?, no me vendría mal un poco de
ayuda. Si quieres, puedes trabajar aquí conmigo medio tiempo. ¡Te prometo que
tendrás todo el pan que quieras si me ayudas!
-Bueno -contesta terminando de pasarse la última
bocanada de pan-. Tendré que consultarlo con Tisca y su madre… Bueno, ¡muchas
gracias por la comida! –se despide Mali levantándose de la silla mientras se
dirige a la salida.
-¡Espera! Quédate un poco más –insiste ella en tono
suplicante mientras lo toma por el brazo.
-Lo siento, pero se está haciendo tarde y tengo que
regresar, además, todavía tengo que encontrar a Tiko.
Pensando con rapidez una excusa para evitar que Mali
se valla, Emilie se pone a gimotear poniendo una expresión sumamente triste.
-No puede ser. ¡Y ahora, quién me va a ayudar a hacer todos estos panes que te
comiste!
La treta le da resultado, ya que Mali de inmediato
regresa con ella para intentar consolarla. -¡Lo siento! No me di cuenta que
estabas en problemas por mi culpa. Si ese es el caso, ¡me quedaré a ayudarte!
Después de haber pasado toda la tarde en la panadería,
Emilie termina los toques finales para vestir a Mali con un elegante traje
color marrón, un sombrero del mismo color y unos anteojos. -Ya está- ¡Te ves
idéntico a mi padre! –exclama Emilie con un dejo de nostalgia mientras sostiene
frente a él un gran espejo para que pueda verse. La imagen reflejada no parece
contentar a Mali, quien no se ve del todo convencido.
-Creo que mejor me marcho antes de que Tisca y Tiko se
preocupen por mí -dice en tono apesadumbrado.
-¿Qué? ¿No te gusta? ¡Ya sé! Ya casi están por salir
los panecillos de banana de los que te hablé. ¡Son mi especialidad! Si te
quedas, ¡puedes comer todos los que quieras!
Por un momento Mali se plantea negarse, pero el dulce
aroma de los panes en el horno hace que su boca comience a producir saliva y
recapacite su respuesta -Bueno, quizás no haga daño comerme uno o dos más…
Han pasado horas desde que Mali se fue; afuera ya ha
oscurecido, y Tisca y su hermano finalmente dejan a un lado el televisor para
dedicarlo a otras actividades en lo que queda del día. Cansada de haber estado
sentada todo el día frente a la pantalla, Tisca se levanta del sofá para
estirarse y entonces camina por la sala. -Vaya. ¡Qué hambre tengo! La señora
Brisk seguramente no tarda en servir la cena... ¿Dónde está Mali -se pregunta a
sí misma, mirando a su alrededor sin poder dar con él. Finalmente, en una
esquina encuentra al mono sentado en silencio, y con la cabeza agachada.
-Bueno, ¿a ti qué te pasa? –le pregunta al mono una
vez se acerca a él.
Apenas la oye, el mico se vuelve hacia ella y repite
su danza desenfrenada en un intento por hacerla comprender lo ocurrido, algo
que no consigue dada la expresión de confusión de Tisca. -Oye, ¡despacio!
Finalmente, después de lo que parece una eternidad
para ella, Tisca comienza a desesperarse. –¡Mira, cara peluda! ¡Sólo quiero
saber si sabes dónde está Mali para que podamos cenar!
El mono responde asintiendo con la cabeza, entonces
comienza a olfatear el suelo al tiempo que se pone en cuatro patas e imita a un
perro sabueso, luego sale corriendo por la puerta principal seguido de cerca
por Tisca. No pasa mucho tiempo para que el animal la guíe por la calle hasta
la panadería, en donde por pura coincidencia Tisca echa un vistazo a través de
la vitrina. Dentro descubre a Mali trabajando en el interior del local mientras
éste carga una pesada caja. A su lado está Emilie, que felizmente le facilita
un panecillo de banana acercándoselo a la boca, el cual Mali toma con gusto
para luego perderse de vista junto con ella en la trastienda.
La escena provoca en Tisca una mezcla de celos y furia
que no es capaz de ocultar, por lo que sin esperar más, entra al lugar seguida
del mono. Una vez llega a la trastienda, arma un alboroto a penas ve a Mali,
quien en esos momentos se encuentra amasando masa para pan con un gorro de
panadero que Emilie le ha colocado. -¡Aja! ¡Te agarré con las manos en la...
¿masa? -inquiere confusamente al darse cuenta de que es precisamente lo que
ambos están haciendo, creyendo en cambio que Mali estaba en una relación
romántica con la chica.
-¡Quién eres tú, y qué haces en mi tienda! -reprocha
la chica apenas la ve irrumpir por la puerta.
-¡Ah! ¡Hola, Tisca! –la saluda Mali con naturalidad-. Emilie,
ella es la chica de la que te hablé
-¿Quieres decir que esta niña gritona es con quien
vives actualmente?
Tras escuchar esto, Tisca simula ignorar sus insultos.
-Mali, no sé qué estuviste haciendo todo este tiempo y francamente no me
interesa, ¡pero ya es tarde y tenemos que regresar a casa!
-¡No dejaré que te lo lleves! -interfiere Emilie,
interponiéndose entre los dos.
-¡¡Y tú quién crees que eres!!
-¡Soy la dueña de esta panadería, y por lo que veo,
Mali estaría mucho mejor viviendo conmigo que con una niñita mimada que no para
de gritarle! -agrega con una mirada desafiante mientras Mali come panecillos
felizmente detrás de ella.
-¡¡Y a ti qué te importa con quién viva Mali!! -le
reprocha a gritos-. ¡A penas lo conoces!
-Sí, ¡pero él es el chico más amable que he conocido!
¡Y es tan noble y fuerte como lo fue mi padre! -al tiempo que señala a la
estatua rechoncha decorativa colocada fuera de la panadería- ¡No puedo permitir
que sigas abusando de él!
Incapaz de soportar a la chica, Tisca decide terminar
la conversación bruscamente. -Mira, no sé de lo que hablas. ¡Lo único que me
interesa es que Mali viene con migo! -enfatiza al tiempo que toma a Mali por
las ropas y lo arrastra con ella, todavía con la boca tan retacada de
panecillos. Mali se limita a balbucear incoherencias mientras es arrastrado.
Emilie reacciona llamando a su mascota -¡Ni creas que
voy a dejar que te lo lleves! ¡Pigin, a ella!
En el acto, el puerquito se lanza sobre Tisca,
trepando por su falda hasta perderse debajo de ésta, algo que de inmediato le
hace huir para poder deshacerse del animal. El animalito cae al suelo sólo para
continuar asediando a Tisca corriendo tras ella. Momentos después Tisca sale
del interior de la panadería siendo perseguida muy de cerca por el puerquito. Emilie
no tarda también en salir a la calle para animar a su mascota a continuar con
el ataque.
En ese momento Tiko, que hasta entonces se había mantenido
a prudente distancia se aparece junto a Mali. Pronto el chico y el mico
acuerdan salir discretamente a espaldas de Emilie por la puerta trasera para no
ser detectados…
Horas más tarde, Tisca finalmente logra llegar
caminando a la mansión con las ropas maltratadas y llenas de polvo, y con el
cabello maltratado. Al verla venir en ese estado, Mali sale a recibirla junto
con su mono. -¡Tisca! ¿En dónde estabas?
-Ese puerco del demonio me siguió por casi todo el
regreso hasta acá -explica lastimosamente con un tono falto de energía-
Afortunadamente lo perdí a unas pocas calles atrás –asegura para finalmente
dejarse caer al suelo, pero de pronto se pone de pie con renovadas energías
alimentadas por su furia. -¡Un momento! ¡¿Cómo es que llegaste aquí antes que
yo?!
-Tomé el autobús… -responde inocentemente.
-Lo bueno es que no volveremos a ver a esa loca ni a
su cerdo de nuevo... -asegura ella lluego de que sus energías se desvanecen de
nuevo.
De repente las luces de un camión blanco acercándose
llaman la atención de ambos. El vehículo no tarda en detenerse cerca de ellos,
lo que deja ver su peculiar decorado con dibujos de todo tipo de panes. Detrás
del camión aparece nada menos que Emilie junto con su puerquito, algo que los
toma por sorpresa.
-¡¿Mali?! -exclama ella al verlo de nuevo para luego
correr hacia él y abrazarlo efusivamente.
Por su parte, el puerquito se limita a gruñirle y a
hacerle gestos hostiles a Tisca, quien se mantiene a prudente distancia del
animal.
-¿Emilie? ¡Qué haces aquí! -pregunta Mali, no sin
sorpresa.
Ella entonces, y sin dejar de abrazarlo alza la cabeza
para mirarlo directamente a los ojos. -¡No es una feliz coincidencia! ¡Yo
entrego los pedidos de pan en esta zona!
El sonido de Tisca al caer al piso inconsciente
interrumpe el encuentro…
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