13 febrero, 2015

Una historia de la jungla. Capítulo 7


Llega otro fin de semana y con él un nuevo capítulo de Una historia de la jungla, en el que veremos a Mali luchar por adaptarse en la nueva escuela a la que asiste junto con Tisca debido a un problema de aprendizaje. ¿Quieres saber de qué se trata? Continúa la lectura y lo sabrás...



Mali no sabe leer


Pasa del medio día, y las clases de la tarde están cerca de finalizar mientras el maestro da instrucciones en el salón al que asisten Tisca y Mali que con semblante serio se da vuelta hacia sus alumnos. –Muy bien, con esto damos por terminada la lección de hoy para dar paso a nuestra evaluación de desempeño bimensual. Por favor guarden sus libros y mantengan en sus pupitres sólo lápiz y borradores.

Desconcertado, Mali le susurra a uno de sus compañeros: -¿Qué es eso de “prueba de desempeño”?

-Oh, no es nada. En esta escuela llevan un control del desempeño de sus alumnos poniéndolos a prueba para asegurar que asimilamos las lecciones correctamente antes de pasar a temas nuevos.

Para ese momento el maestro hace pasar los exámenes hasta llegar a manos de Mali, que apenas echar un vistazo a la prueba palidece imaginando que las letras impresas en las hojas cobran vida transformándose en pequeños monstruos que lo acosan incansablemente y sintiéndose cada vez peor no tiene más remedio que comenzar a contestar el examen sin dejar de sudar profusamente.

Al final del día escolar el maestro les entrega personalmente los exámenes ya calificados junto con recomendaciones escritas en ellos. –Alice, buen desempeño. Mark, debes de mejorar la caligrafía; Brenda, excelente….

Extrañamente, al entregarle el examen a Mali el maestro sólo se limita a decirle: -Más seriedad en los estudios, joven.

Mali se desmoraliza apenas ve su examen. Tisca, que está a unos cuantos pupitres de distancia se estira para preguntarle algo. -¿Cuánto sacaste Mali?

En vez de decírselo Mali esconde rápidamente su prueba guardándola en su mochila. –¡N-nada! ¡Quiero decir…! ¡Todo perfecto!

El nerviosismo hace sospechar a Tisca que algo anda mal, pero no se atreve a cuestionarlo en ese momento y pronto lo olvida.

Al terminar las clases, y mientras los alumnos dejan el aula el maestro llama discretamente a Mali aparte. –Joven Mali, ¿puedo hablar un momento con usted en privado?

Tisca, que había escuchado al maestro decide salir del salón y permanecer junto a la puerta para escuchar la conversación.

-Joven Mali, lo que estoy a punto de informarle no es de mi agrado, pero forma parte de mis deberes como su tutor. Temo que, tanto su desempeño como su nivel académico no están a la altura de esta clase, por lo que le haré una advertencia: Si sus calificaciones no mejoran tendré que recomendar que lo reasignen a un grado inferior. Estoy dispuesto a darle una oportunidad si consigue una calificación por lo menos aprobatoria para la siguiente prueba en dos semanas. ¿Ha comprendido?

Mali asiente nerviosamente para después dejar el salón sin siquiera notar a Tisca hasta que ella se aclara la garganta, lo que lo asusta. –Tisca, ¿qué haces aquí?

-No tienes que fingir conmigo. Lo escuché todo. Ahora sí estás en grandes aprietos. He escuchado que incluso han expulsado a los estudiantes que reprueban varios los exámenes de desempeño consecutivos.

Mientras la escucha la desesperación de Mali parece ir en aumento. –Y ahora, ¿qué voy a hacer? Yo sabía que era mala idea esto de venir a la escuela. Si tu madre sabe de esto estará muy decepcionada de mí.

Las palabras de Mali parecen conmoverla. –Vamos, hablas como si fuera el fin del mundo. Deberías agradecer que el maestro te diera una oportunidad. Normalmente un bajo desempeño te hace acreedor a una cita con el director del instituto. ¡No te desanimes! Hasta puedo ayudarte a estudiar si quieres.

-¿De verdad?

-Por supuesto. No por nada soy una de las alumnas más destacadas.

Esa tarde Mali y Tisca llevan a cabo una sesión de estudios en el cuarto de él que ya se ha prolongado durante varias horas. El lento progreso de Mali pone a Tisca cada vez de peor humor, pues ya lleva varios minutos observando en el papel un sencillo problema de matemáticas que no puede resolver.

Progresivamente, la desesperación de Tisca va en aumento, lo que se ve reflejado en la manera cada vez más tosca de acariciar a su gata Alysa a quien tiene en brazos, llegando a un punto en el que la gata no puede soportar que le arranque el pelo dando un salto y saliendo rápidamente con un maullido. –Por amor de dios, ¡es un sencillo problema de matemáticas! ¡Hasta un niño pequeño podría resolverlo!

-¡Lo sé! –se excusa Mali, nervioso-. Lo que sucede es que no sé hacerlo así.

-¿Cómo así? ¿A qué te refieres?

-En mi antigua escuela hacíamos ejercicios de matemáticas mentalmente usando problemas a situaciones cotidianas. Casi siempre los problemas tenían que ver con frutas.

-¡¿Con frutas?! –inquiere Tisca exaltada tanto como intrigada.

-Sí, por ejemplo: Si un hombre de una aldea puede cargar 42 manzanas y tiene que hacer 20 viajes al día, ¿cuántas manzanas podrá transportar en total?

Tisca se queda callada por unos instantes tratando de entender lo que Mali le dijo. –Qué forma más extraña de resolver matemáticas. De todas maneras, vamos a terminar por hoy con las matemáticas. Veamos cómo estás en historia –al tiempo que le entrega un grueso y pesado libro entre las manos junto con una hoja.

Durante la siguiente media hora Tisca supervisa a Mali en su lectura mientras lo ve resolver el cuestionario el cual le regresa al terminar. Para sorpresa de Tisca, en vez de contestar el formulario, Mali ha pintarrajeado la hoja con dibujos que parecen haber sido hechos por un niño pequeño.

-¡¿Pero qué demonios es esto?! –le replica a voz en cuello arrojándole el libro a la cabeza, derribándolo

-¡S-solo hice lo que me pediste! –se defiende Mali.

-¡Te dije que resolvieras el cuestionario y en vez de eso te pones a dibujar! Eso me pasa por tratar de ayudarte. Si no te interesa la escuela, ¡entonces no me hagas perder mi tiempo! –grita enfadada antes de salir de la habitación dando un portazo.

Mali se queda extrañado por la actitud de ella mientras se soba la cabeza y observa el libro que le arrojó. –No lo entiendo… ¿Por qué se molestó tanto?

De regreso en la escuela. El profesor le pide a Mali levantarse y resolver un problema en la pizarra, lo que pone nerviosa a Tisca. –Profesor, me gustaría ser yo quien resuelva este problema, si no le molesta.

-Tendrás tu oportunidad en el siguiente problema, pero ahora es el turno de Mali.

Titubeante, Mali observa detenidamente el problema y comienza a pintarrajear bajo la mirada cada vez más nerviosa de Tisca. –Hay, no, ahí va otra vez. Tengo que hacer algo…

Entonces se le ocurre gritar alarmada, señalando hacia la ventana. -¡Míren! ¡Una vaca voladora!

Al instante tanto los alumnos como el profesor se asoman sólo para ver a un jardinero con sobrepeso y de mediana edad podar el césped. Entre tanto, Tisca se apresura a ayudarle a Mali borrando lo que ha hecho y reescribiendo todo a una velocidad sorprendente para después regresar a su pupitre justo a tiempo antes de que los demás alumnos se vuelvan.

-Señorita Tisca, ¡no hay una tal vaca voladora!

Sonriendo nerviosamente Tisca se disculpa. –Lo lamento, profesor, debió ser mi imaginación.

El maestro entonces fija la mirada en el pizarrón para ver lo que ha escrito Mali, entonces lo felicita. –Muy buen trabajo, joven. Puede regresar a su asiento.

Habiendo pasado el peligro Tisca se enjuga el sudor de su frente y da un suspiro de alivio.

Para la hora del almuerzo Tisca espera a Mali a quien lleva a parte para hablaren privado. –Muy bien, Mali. ¡Explícate! ¿Por qué no eres capaz de hacer ecuaciones ni leer? Mi madre me dijo que habías ido a la escuela, allá, en la jungla.

Un tanto avergonzado Mali le explica: -Sí, pero ya te dije que a mí no me enseñaron como a ti. Casi todo lo que nos enseñaban teníamos que aprenderlo de memoria, así que no aprendí a leer ni a escribir bien.

-¿Quieres decir que todo lo que aprendiste fue a través de palabras? Eso explica por qué te cuesta tanto trabajo estudiar en la escuela. No es que seas tonto, es sólo que no entiendes lo que está en los exámenes, ¿no es así?

Mali asiente con la cabeza.

-Debiste decírmelo antes. Si lo hubieses hecho desde un principio no habría sido tan estricta contigo.

Al mismo tiempo Nendel, que estaba en una esquina escuchando todo comienza a sonreír de manera perversa. –Esta es la oportunidad que he había estado esperando. Si finjo ayudad a ese tonto, no sólo quedaré bien con Tisca, sino que tendré una oportunidad para deshacerme de él.

Acto seguido sale a escena. –Disculpen, pero escuché por casualidad su conversación, y como soy una gran persona, he decidido ayudarlos.

-¿Quién eres tú? –inquiere Tisca apenas lo ve.

-¡Mi nombre es Nendel!

-¿En verdad puedes ayudarme a estudiar? –interrumpe Mali

-Claro que sí, mi querido amigo de la jungla. Lo único que necesitas es usar mi método patentado de estudio para genios como yo.

Poco después, Nendel los conduce a un salón de estudio que más parece una sala de operaciones la cual se llena de mirones curiosos. El interior del salón está repleto de cables y en el medio de éste hay una máquina con una silla en la que hace sentar a Mali.

-¿Qué es todo esto? –pregunta él un tanto perturbado tras sentarse y darse cuenta que Nendel lo sujeta a la silla con grilletes metálicos.

-Es mi máquina de estudio patentada. Con esta belleza podrás aprender la cantidad de información equivalente a una enciclopedia entera en tan sólo un día.

-Muy interesante, ¿y cómo funciona? –pregunta Tisca muy intrigada.

Con una sonrisa perversa y activando una palanca que echa a andar un mecanismo Nendel le responde. –Ya lo verás.

De un momento a otro las luces de la escuela parecen apagarse momentáneamente mientras el sonido de un potente generador eléctrico empieza a funcionar. –Es muy sencillo. –explica Nendel- Él tendrá que leer un texto en un determinado tiempo, y cada vez que se equivoque, recibirá una pequeña descarga eléctrica. ¿Estás listo, Mali?

Tisca, preocupada intenta hacer reconsiderar a Mali. -¿Estás seguro de esto?

Decidido, Mali responde afirmativamente. –Si esto me hará más listo, entonces ¡adelante!

En la pantalla del aparato aparece el primer texto y Mali comienza a leer mientras el cronómetro corre: -A-allá en el horizonte, cuando l-las nubes color carmesí ocultan el sol en un caso tormentoso...

En ese instante Mali recibe una descarga eléctrica que le eriza la punta de los cabellos. –¡Primer error! ¡Nivel dos!

Una vez más aparece un texto en la pantalla que Mali debe leer tan rápido como puede. –Mi a-alma tiembla ante el punzamiento de la muerte acosadora.

Esta vez Mali recibe una descarga todavía más fuerte. -¡Nivel tres!

Conforme Nendel aumenta el nivel los textos contienen palabras más complejas y Mali cuenta con menos tiempo para responder, lo que hace que la sesión se convierta en una interminable dosis de descargas llegado a un punto Mali parece cansarse de ser electrocutado y hacendo acopio de todas sus fuerzas rompe con los grilletes, libreándose y causando que el exceso de electricidad en la máquina se salga de control, lanzando rayos que impactan con fuerza contra muros y algunos de los estudiantes. Por unos instantes Mali queda de pie, sin daño aparente aunque con la ropa humeante hasta que Tisca se acerca a él y nota en su rostro que tiene los ojos en blanco, momentos después se desploma. -¡Mali, estás bien! –le pregunta a sin obtener más que un alarido como respuesta.

En ese momento Nendel se acerca a ellos, también con el cabello de puntas tras haber sido alcanzado por un rayo. –Bueno, parece que mi maquina tuvo alguna clase de fallo.

-No me digas… -responde con sarcasmo ella.

Mali entonces se recupera rápidamente de la conmoción con nuevos bríos –Estoy bien, continuemos. Esto no es nada. Para mí.

Varios de sus compañeros de clase se acercan a él para ofrecerle amablemente su ayuda. –No te preocupes, Mali, nosotros te ayudaremos a estudiar.

-Es verdad, podemos organizar una sesión de estudio después de la escuela si quieres.

-¿En verdad? Muchas gracias, chicos. No sé cómo agradecerles. A ti también, Nendel.

-No preocupes. Todavía me quedan otros dispositivos igualmente eficaces. –Asegura señalando otro aparato que en realidad es una guillotina.

Entonces las amigas de Tisca junto con un reducido grupo de estudiantes con las ropas quemadas a causa del incidente toman a Nendel y lo sientan a la fuerza sobre la silla. –Ya nos cansamos de tus tonterías. –dice una.

-Ahora veamos cómo lo haces tú, Nendel –dice otro, atándolo.

-Esperen, ¡qué están haciendo! –grita intentando liberarse en vano mientras otro estudiante activa de nuevo la máquina a su máxima potencia.

Nendel intenta leer tan rápido y correctamente como le es posible, pero debido a su siseo la máquina detecta como error cada una de sus palabras por lo que es sometido a un constante estímulo eléctrico, dejándolo a su suerte cuando los demás estudiantes abandonan la sala.

Horas más tarde, de regreso en la mansión. Mali y Tisca conversan desde la entrada.

-Fue increíble que casi todos en el aula te hayan ayudado a estudiar esta tarde.

-Sí, pero todavía no soy capaz de leer bien –agrega con desánimo.

-Pero todavía tienes una semana para estudiar.

La señora Brisk, que en ese momento se encontraba entregada a sus tareas de limpieza les da la bienvenida –buenas tardes, joven Mali. Buenas tardes, señorita Tisca.

-¡Eso es! Señora Brisk, podría ayudar a Mali a estudiar como lo hacía conmigo cuando era pequeña.

La señora Brisk se sorprende ante su petición –Cielos, ha pasado mucho tiempo desde aquél entonces. No sé si pueda serle de ayuda en un grado tan avanzado. Hay muchas cosas que no recuerdo.

-Tonterías, lo único que tiene que hacer es enseñarle a leer y aprenderse los números. Por favor, señora Brisk, usted es la persona más paciente que conozco.

-Bueno, lo intentaré.

Más tarde, cuando ya ha anochecido, Tisca pasa por la sala y ve a ambos todavía estudiando. Ello le trae recuerdos a TIsca la época en la que era una niña y no había nadie en la mansión que le ayudara con sus tareas salvo la señora Brisk. Al evocar esos momentos gratos no puede evitar sonreír.

Una semana después, Mali sale triunfal de la escuela sosteniendo un pedazo de papel al tiempo que se dirige a Tisca. -¡Lo logré! ¡Tisca, lo logré!

Ella, emocionada, mira el papel para después llevarse un fiasco. –Pero, estas son calificaciones apenas aprobatorias.

-¡Lo sé! El maestro me dijo que sólo necesitaba eso ¡y lo conseguí!

-Bueno, me alegro por ti. Al menos todo volverá a la normalidad de aquí en adelante.

Para sorpresa de ambos Nendel sale de repente cargando con un tanque de agua repleto de tiburones, anguilas eléctricas y pirañas. –¡Mira lo que hice sólo para ti, Mali! Es mi nuevo invento que te ayudará a estudiad.

-¡Largo de aquí! –dicen ambos al unísono.

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